Bienvenido majestad (corregido)
pov. Sazdel
El inocente nigromante yacía en el suelo ya muerto mientras yo tomaba su aspecto.
Mi cabello ahora era negro y largo, mis ojos rojos se volvieron violetas al ser mezclados con su color y, mi piel pálida estaba mucho más que antes.
Yo, el rey del mal y con el máximo poder que haya existido nunca ahora reviviría de nuevo para traer el caos al mundo.
—Sazdel, majestad —me giro para ver a la banshee— me alegra que esté de nuevo vivo —hace una reverencia a la vez que me entrega una túnica negra y una capa del mismo color—.
La cojo, luego le indico que se incorpore y hago despertar al cuerpo que ahora domino. Cuando abro los ojos veo el techo blanco con luces intermitentes que indicaban la morgue. Me siento sobre la fría mesa de metal; el lugar está tenuemente iluminado, allí hace frío y la puerta esta cerrada con un código de seguridad, me levanto del todo y tras ponerme la ropa que me ha entregado Saién camino hacia la puerta, pongo mis manos en el dispositivo, tras susurrar unas palabras éste se rompe y yo salgo, cuando lo hago no es mucho más distinto; el ambiente allí es solitario y aterrador, pero no para alguien como yo, mientras avanzo mis pies descalzos tocan el frío y sucio suelo de cemento.
Pasan varias horas hasta que me encuentro con gente, en el transcurso de ese tiempo el lugar era igual que la morgue, con sencillez y oscuro. En cambio, donde ahora me hallaba —la primera planta— era más iluminada y con altos techos.
—Disculpe, ¿quién es usted?
Me volteo al escuchar una voz femenina, al parecer era una enfermera que no cesaba de mirar mis ropajes, cuando se topó con mis ojos parecía hipnotizada.
—Solo buscaba a la familia de Alexander.
La miré de arriba a bajo, lástima que ya no me gusten las mujeres.
—Oh, la familia del señor Alexander estaba a punto de marcharse, si se da prisa seguro los encuentra en la entrada —al ver que no respondía me dio las indicaciones para llegar—.
—Muchas gracias señorita y suerte, que no sea nada.
Yo veía que esa mujer estaba pasando por un mal momento en una enfermedad que tenía su esposo, es una de mis habilidades.
—¿Pe perdone?
—Nada, —cubro mi boca con una de mis manos tapadas por las mangas de la túnica y rio divertido por su confusión— Adiós, señorita.
Dejándola atrás acelero el paso hasta que al alcanzar la salida veo a una chica de cabello azul, que era mecido por el viento a su movimiento y un chico de alas negras, sonrió y me aproximo a ellos.
—¡Esperen! —ellos se giran al escucharme gritarles—.
—¿Quién es usted? —la cara incrédula de ambos se me hacia divertido pero me aguante las ganas—
—Me llamo Sazdel.
—¿Sazdel? Therion, ¿No te suena ese nombre de algo? —la joven me miró de arriba a bajo y luego al muchacho que no dejaba de mirarme.
—Me suena, pero no consigo recordar de que,—le veo decir con una expresión seria mientras me evalúa también—pero... ¿Qué quiere de nosotros?
—¿Qué quiero? — hago una mueca macabra—¡Quiero vuestras vidas! —digo mientras me abalanzo hacia ellos impulsado por uno de mis pies y con mis garras atravesando sus cuerpos, por desgracia solo conseguí atrapar el cuerpo del joven—.
—¡Therion! —gritó a pleno pulmón la muchacha al observarme—.
Vi como tenía lágrimas en los ojos mientras me veía detrás de él y con mi mano atravesándolo completamente y sosteniendo su corazón latente en mi mano ensangrentada, cuando saqué mi brazo hacia atrás el cuerpo se desplomó, lamí su sangre cálida mientras devoraba el corazón siendo contemplado por la joven.
—¡¡¡Maldito!!! ¿¿¿¡¡Por qué has hecho eso???!!
Parecía alarmada y no me extraña, había devorado el corazón de su amado, su mala compostura me hizo soltar una estruendosa carcajada que me hizo doblarme en dos, una vez me recupero de la risa la miro algo amenazante.
—No me grites maldita.
Cuando me ve avanzar me mira directa a los ojos desafiándome y me detengo para escuchar que me quiere decir.
—¡Es espera! ¿Quién eres tú? De verdad me suena tu nombre, es posible que tú seas...
—¿El ángel más poderoso exiliado a la tierra? Así es, ese soy yo, Sazdel, el amo del mal y el ser más poderoso que a existido jamás.
—Tú no eres un ángel, eres un monstruo. ¡Una aberración!
—Ridículo. —la miro serio contemplándola entera—.
Me quito con delicadeza mi túnica dejando ver mi delgado pero fuerte cuerpo desnudo, mientras ella me contemplaba anonadada mis alas negras, amplias y fuertes salieron de mi espalda.
—Yo si era un ángel, hasta que me obligaron, o mejor dicho, me concedieron el deber de destruir a los humanos, en ese entonces no pude hacerlo pero esta vez lo lograré, someteré a todos los humanos a mi dominio y así crearé mi reinado, uno donde todos sean mis esclavos y yo sea el rey de todo.
—Estás loco si crees que te voy a dejar hacerlo.
—Haz lo que quieras —tomo mi túnica y me la vuelvo a poner ocultando mis alas—, si quieres matarme no te pienso detener, pero recuerda una cosa —recolocándome la vestimenta la miro de reojo— yo seré quien te encuentre cuando llegue el momento.
—¡Sazdel! —no le dejo finalizar y desaparezco de allí devolviendo el tiempo a la normalidad en el hospital—.
—¿No cree que se a excedido?
—Saién, creía que ya me había desecho de ti —me burlo con tono serio—, muéstrate, no pienso hacerte nada —me hago una coleta alta y ella aparece frente a mí—.
—No ha cambiado nada, mi rey.
La miro sonriendo.
—Eso es bueno Saién, ahora comienza nuestro reinado, ahora es la hora de comenzar a someter a este mundo en el terrible caos de mi reinado.
Ambos sonreímos maliciosos.
—Vámonos aunque no me vean los humanos si no lo deseo, hay mucho que hacer.
—Tiene toda la razón mi señor —veo que se pone erguida dispuesta a seguirme—.
—La hora de estos mortales.... —alargo las palabras con maldad— pronto llegará a su fin.
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