Capítulo 18:
Esperé frente a la puerta del despacho de Kael hasta que le vi regresar del desayuno. Una parte de mí sabía que me estaba saltando todos los procedimientos y que de ser cualquier otro aspirante a la Guardia no me dejarían salirme con la mía. Pero también sabía que mis circunstancias y la forma en la que había aparecido me garantizaban ciertas ventajas. Dado que Kael me había pedido que le informara directamente de cualquier novedad sobre mí o mi caso, iba a aprovecharlo para comentarle algo que nada tenía que ver con mi amnesia o la runa que poseía.
- Lamento molestar - comencé a decir.
- Buenos días - me saludó con una sonrisa dulce -. Debo asistir a una reunión importante pero si es breve puedo atenderte.
- Muchas gracias. Es sobre la misión de hoy.
- Si tienes culquier duda estoy seguro de que Sebastian la resolverá encantado.
- Es precisamente sobre él que quiero hablar.
Aquello le debió parecer interesante porque se detuvo a observarme unos segundos antes de seguir caminando.
- Varios compañeros de mi Guardia me hicieron saber el gran valor de Sebastian en la Guardia y he pensado que sería un desperdicio que ahora que puede hacer una misión sea una tan básica como esta.
- No hay deshonor en las tareas simples.
- Lo sé. Yo estoy encantada de poder contribuir con lo más mínimo. No es una misión más difícil o importante lo que quiero.
- ¿Entonces?
- Lo que quería proponer es que fuera Sebastian a quien reasignaran. Estoy segura de que habrá alguien más que me pueda supervisar y de esta manera podría permitir a Sebastian hacer su verdadero trabajo.
- ¿Has recordado algo más de quien eres?
- Nada en absoluto - contesté alzando la mano con la runa de la verdad.
- Imagino que tus intenciones siguen sin ser insidiosas.
- Imaginas correctamente. No planeo mada malo contra la Guardia o el Reino - contesté.
- ¿Y por qué ese repentino interés en deshacerte de tu superior?
- No quiero deshacerme de él pero he pensado que...
El dolor en la palma de mi mano me obligó a detenerme.
- Mierda - bramé sacudiéndola como si así fuera a dejar de doler -. Vale puede que si que quiera librarme de él pero realmente creo que sería un activo más valioso para la Guardia si realizara su trabajo en vez de hacer de niñera.
- Comprendo. ¿Y cual es la razón oculta para querer librarte de él?
Me pareció ver cierto brillo de diversión en su mirada pero pensé que dado lo serio que era siempre no podía ser. Aunque sin duda le sentaba bien. Nunca había pensado en lo atractivo que era. Una belleza mucho más elegante y pulida.
- Pues aunque tengo mis motivos creo que el que más podría importar es otro. El incidente del hechizo con el que me obligó a callar. Conozco la reputación de Sebastian y aunque no pareció que lanzara el hechizo con esa intención también soy consciente de su astucia.
- Parece que tienes muy meditado todo esto.
- Bueno, yo... he tenido tiempo para pensar sin los entrenamientos.
- Esta bien, señorita Kala. Haré saber a alguno de los guardianes cristalinos que pueden retirarles las runas de custodia. En cuanto a la misión, veré que otros guardianes están disponibles.
- Muchísimas gracias.
- Es un placer. Sin embargo, recuerda en el futuro que hay procedimientos a seguir para este tipo de situaciones. Si vas a formar parte de la Guardia tal vez deberías recordarlo.
- Sí, señor.
Hice el saludo oficial y con una ligera inclinación me retiré. Sonreí victoriosa. Aunque pareciera algo sorprendente para todas las damiselas del castillo, me alegraba de poder alejarme de Sebastian en los próximos días. No era una compañía tan grata como el parecía creerse. Tal vez fuera el enfado el que hablara pero por el momento no me vendría mal. Fui a la Sala Blanca y aunque expliqué que Kael había dado permiso para quitarme la runa, resultaba que tenía que hacerse a la vez. Me tocó esperar un buen rato hasta que Sebastian apareció pero durante ese tiempo pude ver como realizaban algunas runas de lo más interesantes.
- Parece que has convencido a Kael de que estas runas ya nos son necesarias.
No parecía en absoluto molesto. Puede que hubiera sobrevalorado en que estima me tenía puesto que pensaba que no le agradaría enterarse de que me había deshecho de él para la misión.
- Eso parece.
- De todas formas será más cómodo para la misión.
Le miré extrañada.
- Puedo vigilarte sin tener esta cosa de por medio - bromeó.
- Por qué será que los miembros de la Guardia Oscura siempre infravaloran la utilidad de las runas - se quejó Roy.
- ¿No te lo ha dicho?
- Decirme el qué - preguntó entrecerrando los ojos.
- Nada, nada - mentí.
Fue una respuesta tan automática que olvidé la runa de la palma de mi mano que comenzó a brillar con fuerza mientras un terrible dolor me recorría el brazo. Pocas veces en todo el tiempo que llevaba había tenido que sufrirlo y sin embargo, en lo que iba de día ya era la segunda vez.
- ¿Intentando mentir, princesa? - se burló.
- No exactamente. Solo quería evitar una situación incómoda. Maldita runa.
Parece que había conseguido esquivar el tema puesto que no volvió a preguntar. Una vez fuera de la Sala Blanca le miré de reojo mientras se estiraba. La fina nariz, los labios ni muy finos ni muy gruesos, los gélidos ojos azules, los mechones oscuros desordenados. Aquel lado libre de la cicatriz era un perfil perfecto. Aparté la mirada algo avergonzada por lo embobada que me había quedado mirándole mientras se estiraba. Me disponía a marcharme cuando un aprendiz de la Guardia Celeste se acercó a mí.
- Señorita - me saludó con una ligera inclinación.
- No es una dama de la corte, si vas a saludar hazlo correctamente - le reprochó Sebastian.
Pareció divertirle los nervios y el miedo que mostró el pobre muchacho que en seguida se puso a hacer el saludo oficial de la Guardia.
- No es necesario - insistí.
- Kael me envía para informarla de la reasignación de su supervisor para la misión.
Mierda. Antes de que pudiera darme cuenta Sebastian cogía al pobre novato del cuello de la camisa y lo levantaba del suelo para estamparlo contra la pared.
- Repite eso mocoso - dijo con tono amenazador.
- Por el amor de las estrellas, ¿se puede saber que haces? - bramé abalanzándome sobre su brazo para que le soltara.
El chico cayó al suelo torpemente y se levantó a duras penas.
- Desde luego ha sido una buena idea - musité antes de mirar al aprendiz -. Continúa.
- No, no. No hasta que tú me digas que ha sido una buena idea - me señaló cabreado.
- Yo le he pedido a Kael que nos asignara misiones distintas - admití.
Me miró sin comprender aunque noté como su enfado aumentaba.
- ¿Quieres hacer el favor de ver como te estás comportando? ¿De verdad te sorprende mi petición?
- No parecías quejarte tanto en la celda el día que te lancé aquel hechizo.
- ¿En serio? ¿Lo único que se te ocurre es mencionar que por tu culpa rompimos las normas?
- ¿Por mi culpa? ¿Y la segunda vez?
Parecía bastante indignado y yo no sabía muy bien que responder.
- Esta claro que no estamos en la mejor situación para trabajar juntos - me excusé.
- Hasta hace dos minutos ignoraba que hubiera ningún problema.
- ¿Y qué me dices de Nate?
- Otra vez esos malditos Redstones. ¿Y qué pasa con él?
- Tú me dirás porque no habla conmigo.
- Y a mi que me importa.
- Has hecho algo. Lo sé.
- ¿Y qué es? Porque hasta ahora ya le había amenazado y golpeado y no había tenido efecto.
Abrí la boca para contestar pero tenía razón. ¿Qué más podría haber hecho? Me sorprendería que hubiera algo que no hubiese probado ya.
- No lo sé. Solo sé que es cosa tuya.
- Así que para vengarte le pides a Kael que me quite de la misión.
- Dudo que te duela tanto deshacerte de mí. Ya no tienes que ser mi niñera y puedes volver a hacer tus misiones super importantes y peligrosas.
- Tu no tienes ni idea de lo que me duele o no.
- No, pero dado que te gusta presumir de ser un tipo duro estoy segura de que esto no es nada para ti. Además está claro de que no trabajamos bien juntos si es así como tenemos las conversaciones.
Ambos estabamos utilizando tonos de voz demasiado altos y muchas miradas se habían posado sobre nosotros. Demasiado temperamento y rabia como para que ninguno de los dos razonara. Respiré hondo y miré al chiquillo que aún seguía ahí con la mirada gacha.
- Dime quien será mi nuevo supervisor - le dije aún con un tono algo brusco.
- Hemdeil. La espera en los establos - musitó.
Sin decir nada más me dirigí hacia allí con la rabia recorriéndome todo el cuerpo. Tenía ganas de arrancarle la cabeza a alguien, especiamente a Sebastian. Por lo menos quería darle un puñetazo a algo y eso hice. Una pobre columna de mármol acabo pagando el precio. Estaba demasiado furiosa para darme cuenta del cráter y las grietas que aquello dejaba sobre la piedra de color claro.
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