Capítulo 14:
Kael se acercó a mí con el semblante serio y oí de nuevo las mismas palabras.
- Perdona por utilizar el hechizo sin previo aviso - se disculpó.
Asentí para darle a entender que lo comprendía. No sabía de que habían hablado pero hacía mucho que ambos se habían puesto serios. Sebastian también parecía bastante afectado. No sabía en que había mentido pero sabía lo que dolía esa runa y el había caído de rodillas al suelo. Y no solo eso. Parecía bastante enfadado hacia el final de la conversación pero esa rabia había dejado entrever algo más. Kael abrió la puerta de la celda con una runa pero Sebastian no salió.
- El hechizo de Sebastian requiere de algo poco convencional para romperlo. Él aún no puede salir pero trataré de solucionar eso cuanto antes - me explicó Kael con un tono muy diplomático.
Asentí de nuevo y con una leve sonrisa y una ligera inclinación de cabeza se despidió. Le vi marchar con la larga coleta danzando a su espalda. Miré a Sebastian que se había sentado en el suelo con las piernas dobladas, los codos sobre las rodillas y la cara oculta entre las manos. Me acerqué despacio y me senté a su lado dejando arrastrar la espalda por la pared. En un inicio le miré y analicé y terminé por apoyar la cabeza en la pared y mirar al techo. No sé cuanto tiempo permanecimos en silencio. No sabría ni determinar si fue mucho o poco.
- ¿Estás bien? Por el hombro digo - me preguntó señalando el vendaje que llevaba debajo del uniforme y que asomaba por el agujero que había quedado.
Asentí.
- Supongo que debería disculparme.
Negué con la cabeza y le mostré la runa que James había dibujado en mi mano.
- Para ser de la Guardia Escarlata se le dan muy bien las runas a ese bastardo - bromeó.
Me alegraba saber que no estaba enfadado por descubrir que todo había sido una trampa.
- No mentí en lo de como romper el hechizo - murmuró.
A diferencia de cuando lo explicó la primera vez, ya no parecía divertirle tanto. Realmente parecía muy afectado y disgustado por su discusión con Kael. Asentí y sonreí de forma irónica. Cuando mi mirada se cruzó con la suya, la intesidad que desprendía me paralizó por completo. Alzó la mano hacia mi rostro y tocó mi mejilla con suavidad. Ese contacto ardió en mi piel provocando que mi mente se descontrolara por completo. Se inclinó hacia mi suavemente y se detuvo a una distancia casi inexistente de mis labios. Mi cuerpo no resistió más la espera y mis labios buscaron los suyos casi con desesperación. La mano de Sebastian se deslizó de mi mejilla a mi nuca y me aferró hacia él con fuerza. Apoyé una mano en su pecho mientras me acercaba más a él. Solo bastaba un beso rápido para el hechizo, estaba segura, pero ahora que mis labios se habían encontrado con los suyos, no quería separarme. Pero de alguna forma mi subconsciente se las apañó para recordarme con quien estaba tratando. Sebastian no solo tenía un fama sin precendemtes entre las mujeres, y que había podido confirmar personalmente, sino que además, era el líder de la Guardia a la que aspiraba entrar. Me aparté de él pero mi fuerza de voluntad no dio más que para unos centímetros.
- Esto... no... yo... - murmuré.
Como si saliera de un trance, Sebastian pareció caer también en la cuenta de que aquello se nos había ido un poco de las manos. Giró la cabeza de golpe y apartó la vista mientras se aclaraba la garganta. Sus dedos se apartaron de mi piel y sentí como si me arrancaran algo. Ambos nos quedamos con las piernas cruzadas mirando al frente. Aún notaba la intensidad en el ambiente y sentía la piel arder mientras el corazón latía acelerado.
- Puedes retirarte - me dijo Sebastian después de un rato en silencio.
- Lo sé - respondí.
De nuevo el silencio reinó entre nosotros.
- ¿Por qué te peleaste con Nate? Solo quería disculparse - le pregunté sin saber muy bien si era una buena idea.
- No quería disculparse - gruñó.
- Pues eso es lo que oí yo.
- Supongo que él te vio antes de que yo me diera cuenta de que estabas allí. Te puedo asegurar que su actitud cambió bastante. Debí figurármelo antes - dijo mirando su muñeca donde estaba de forma imperceptible la runa de custodia.
Yo también miré mi muñeca y recordé que durante la pelea, Sebastian había tratado de irse hasta que hizo ese mismo gesto y se dio cuenta de mi presencia. En esa misma mano, observé la runa de la verdad en la palma.
- Kael te puso la runa, ¿verdad?
Siguió mi mirada hasta la runa y comprendió mi pregunta.
- Sí.
- Mentiste una vez.
Noté como su cuerpo se tensaba ante aquella afirmación.
- Sí - murmuró.
- Parecía doler mucho más de lo que me duele a mí.
- Si te resistes aumenta el dolor hasta que te delatas. No tienes porque decir la verdad o admitir que has mentido. Con un gesto que confirme la mentira basta.
- ¿Y por qué mentiste si sabías eso?
- Estás excesivamente curiosa.
- Y tú estás siendo sorprendentemente abierto.
Sonrió tímidamente algo que me pareció desentonar con su habitual actitud.
- ¿Quiénes son los Redstone? Sé que es el apellido de Nate y que tienen contactos importantes.
- La familia real se apellida Whitestone. Existen cinco familias con apellidos similares. Son las familias de sangre real, aunque solo los Whitestone pueden acceder al trono. Algo que deberías saber pero por recordar no recuerdas ni tu nombre - se burló.
- Ja-ja - le reí irónicamente -. ¿Y hay alguna razón para que tengas tantas ganas de pelearte con ellos?
- ¿A parte de su arrogancia y de si específicamente buscan pelea conmigo?
Le miré alzando una ceja.
- Tengo mis motivos pero no es algo que te vaya a contar.
- Y yo que pensaba que empezábamos a conectar - bromeé.
- Podríamos decir que me nunca me había sincerado tanto. Más que suficiente. Pero ahora te toca a ti.
- Sin recuerdos dudo mucho que haya algo que te pueda contar.
- ¿Por qué te has quedado? - preguntó.
- ¿Te estás aprovechando de que sigo teniendo la runa?
- Puede - respondió con una media sonrisa burlona.
Le fulminé con la mirada.
- No sé... parecía que la conversación con Kael no había ido bien. Y parecía serio.
- Eso no responde a la pregunta.
- Si fuera yo, no querría estar sola.
- No necesito ni tu pena ni tu compasión- contestó algo ofendido.
Gruñí molesta.
- No lo decía en ese sentido - contesté algo enfuruñada.
Vi que deslizaba su mirada a la mano y la abrí para demostrarle que no mentía.
- ¿Confías en Nate?
- No sabría decirte si es confianza pero me cae bien. Cuando el tenía la runa de custodia pasábamos todo el tiempo juntos. Supongo que hasta cierto punto sí, se podría decir que hay cierta confianza.
Esa respuesta no pareció agradarle. Sabía que no era un movimiento inteligente por mi parte pero apoyé mi mano sobre la suya.
- En lugar de poner caras, podrías pensar que en vez de estar en la Sala Blanca haciéndole compañía a él, estoy en esta mierda de celda contigo.
- Si no te gusta mi preciosa celda puedes irte - contestó con sarcasmo y fingiendo estar ofendido.
- El que puede irse eres tú. Tienes la puerta abierta - dije señalando la salida.
- Creo que ahora mismo no estoy en posición de desobedecer una orden directa del Rey.
Asentí recordando el inicio de la conversación antes de que Kael me dejara sorda con el hechizo. Nate me había contado que su hermano también estaba en la Guardia Escarlata. ¿Tal vez él era quién había hablado con el Rey? Debía encontrar a James para que me quitara la runa de la mano puesto que ya no la necesitábamos y podría aprovechar e indagar sobre el tema.
- Supongo que no es tan buena idea que te andes metiendo con los Redstone - dije con un tono algo amargo.
- En este caso se lo había buscado.
- ¿Qué sucedió en realidad?
- Nada que deba importarte.
- ¿Y que paso esta mañana? Cuando fui a despertarte...
Casi parecía surrealista que hubiera sucedido hace unas horas. Estaba resultando ser un día realmente largo.
- Eso tampoco debe importarte. La próxima vez te avisaré antes.
- Veo que ya te he sonsacado todo lo que se podía - me quejé.
- Has empezado a hacer preguntas más complicadas de responder.
- Con esa última sabía que me estaba aprovechando - admití casi en un susurro.
- Ya sabía yo que no debía deshacer el hechizo. Es recuperar la voz y ya intentas meterte en mi vida - bromeó ladeando el cuerpo para girarse hacia mí.
- Porque desde luego ha sido una terrible tortura. Lamento que hayas sufrido tanto deshaciendo el hechizo - contesté imitando su tono.
También me giré y le confronté. Su mirada se clavaba en la mía. Esos ojos de un azul tan gélido que consiguieron que se me erizara la piel de la nuca.
- Sabes que las normas lo prohíben, ¿verdad? - preguntó desviando la mirada a mis labios.
- Sí - contesté bajando el tono.
- Y que no debe volver a pasar - añadió sin apartar la mirada.
De nuevo aquella intensidad hizo que mi cuerpo ardiera en deseos de acabar con la distancia.
- Sí - susurré.
- Bien - murmuró.
Me incliné hacia él casi por inercia. Sebastian reclamó mis labios de nuevo y aquel contacto me hizo perder la razón. Me coloqué a horcajadas sobre sus piernas y él me rodeó con sus brazos y me aferró con fuerza. Noté como sus dedos se colaban por el uniforme y acariciaban la piel de mi abdomen y y mi espalda. Poco a poco me fue inclinando hasta apoyar mi espalda en el suelo y se colocó sobre mí. Se separó ligeramente y abrí los ojos que se toparon directamente con los suyos. ¿Cómo unos ojos de un azul tan frío podían lanzar una mirada tan ardiente? Oímos varias voces cerca de donde se encontraba la entrada y unos paso que parecían acercarse cada vez más. Sebastian se apartó con un movimiento ágil y veloz y volvió o su posición despreocupada sentado y apoyado en la pared. El beso me había dejado completamente descolocada y reaccioné de forma más torpe y lenta. Para cuando apareció un figura frente a los barrotes, estaba tratándo de limpiar la trenza, apoyada en la pared contigua a la de Sebastian y junto a la puerta aún abierta.
- Kala. Que sorpresa encontrarte aquí - dijo James sorprendido al verme.
- Ya que estás aquí puedes hacerme el favor de quitarme la runa - contesté poniéndome en pie y tendiéndole la mano.
- Por supuesto.
Sacó su pluma y con un simple trazo la runa desapareció.
- Veo que ya puedes hablar - contestó mirando a Sebastian.
Asentí duditativa.
- Me he enterado de que el Rey ha ordenado que te mantengan encerrado. Te avisé de que tarde o temprano alguien no aguantaría tus tonterías. ¡No deberíamos haberlo hecho desde un inicio!
- Sabéis que es lo mejor para todos - contestó con aires de autosuficiencia.
- Lo mejor sería que te comportaras pero esta claro que eso no va a ser posible.
James negó con la cabeza algo decepcionado y volvió a mirarme.
- ¿Me permitirías hablar con él a solas? - me preguntó con una sonrisa amable.
- Claro - respondí saliendo de la celda.
Eché un último vistazo a Sebastian que estaba ocupado limpiándose las uñas con su daga, como solía hacer cuando esperaba o se aburría. Ni si quiera le habían desarmado. Debía ser más que una costumbre que le encerraran y saliera al rato. Me alejé por el pasillo y utilicé mis habilidades para ocultar mi presencia y evitar que oyeran mis pasos. Me agazapé tras una esquina y agucé el oído.
- Me he cruzado con Kael a la salida. Me ha contado que va a intentar que yo también pueda hablar a tu favor en el juicio. Pero necesito saber una cosa: ¿por qué debería hacerlo?
- ¿Porque eres mi amigo? - repsondió Sebastian con un tono de burla.
- ¿Podrías al menos tomarte esto en serio?
- No es tan serio. Simplemente me soltaran. Habléis a mi favor o no. Si me echaran se acabarían dando cuenta de que han perdido a un efectivo muy valioso. Aún si me odiasen tendrían todas las pruebas en cuenta y se tendrían que plantear si merece la pena.
- Esa ha sido tu actitud desde que entraste a la Guardia. Nadie niega tu valor y tu trabajo y desde luego dudo que ahora mismo pudiera sustituirte alguien que te igualara. Pero la cantidad de problemas que causas va en aumento con el tiempo. Da igual lo buen trabajo que hagas si todo eso queda nublado por tu actitud y tu comportamiento. No te pedimos un cambio radical pero podrías evitar meterte en peleas tan de seguido. Puedes seguir siendo un capullo integral pero al menos evita pegarte con la mitad de la Guardia.
- Supongo que eso puedo intentarlo. Pero ese Redstone se lo ha ganado a pulso. Ya era la segunda vez hoy que me venía a tocar los cojones.
- Me ha dicho que lo de esta mañana ha sido porque le vio unos moratones a Kala. Antes del entrenamiento.
- Entró a la habitación - dijo bajando la voz en un susurro.
- ¿Qué? - preguntó James.
No es que no le hubiera oído, más bien parecía sorprendido y algo asustado.
- No sé como pero consiguió despertarme antes de que fuera a más.
- ¿Y se lo has explicado? Porque me sorprende entonces que te haya defendido y encubierto.
- No. No sabe nada. Y tampoco pienso decírselo.
- Va a unirse a tu Guardia. Te vendría bien alguien cercano, alguien en quien confiar para tus misiones.
- ¿Y una novata te parece la solución?
- Sabes que no es una novata cualquiera.
- Una cosa no quita la otra.
- Creo que te puede beneficiar. Ya lo ha hecho y solo llevas dos semanas con ella.
- ¿Que ha hecho qué? - preguntó Sebastian entre indignado y divertido.
- Es la primera pelea que tienes desde el día en que apareció. Rara vez has estado tan tranquilo. Y antes de que me arranques la lengua, si quieres podemos atribuírselo a que has estado ocupado haciendo de niñera.
- No me meto en tantas peleas como para que esto te suponga un record.
- Como tu digas, pero Kael y yo nos hemos dado cuenta. No solo eres un compañero, también eres mi amigo. Te conozco. Hay algo en esta chica que ha logrado captar tu atención. No puedes negarlo. No entraré más en el tema pero ha quedado bastante claro. Te he visto mirarla y no es solo la miradita de vigilancia habitual con los guardianes a tu cargo. Y está claro que consciente o inconscientemente has utilizado el hechizo de silencio sabiendo como se rompe. Casi nadie usa ese hechizo y a ti solo te he visto utilizarlo antes de matar al desafortunado.
- ¡Otro igual! Si tanto me interesase, no necesitaría un hechizo para conseguirlo.
- Es la excusa perfecta para que no se aplique la normativa.
- Para tu sorpresa no estaba pensando en ello cuando lo lancé.
- No necesito que te justifiques. Pero tampoco te engañes a ti mismo.
- No. ¡Hablo en serio! ¡No lo hice por eso! Solo... solo necesitaba que se callara... - terminó la frase musitando.
El silencio se hizo entre los dos. Cada vez tenía más claro que no debería haber escuchado esa conversación pero ya era tarde. Aunque quería escuchar el resto, me alejé concentrándome en que mis pisadas no se oyeran, como había practicado en los entrenamientos. Llegué a la puerta con los guardias que vigilaban y salí al pasillo a esperar a James. Aún quería hacerle unas preguntas.
*****
- No puedes tener peor suerte - murmuró James frotándose la sien.
Sebastian alzó la mirada curioso por la reacción de su amigo.
- Definitivamente ni siquiera tu sabes lo que sientes.
- Nada - saltó a la defensiva.
James se rió de forma descarada.
- Lo que tu digas. A mi ya no me engañas. Esto no es un: es una chica guapa así que me interesa para lo que me interesa. Solo con hablar tiene el poder suficiente sobre ti como para que te de miedo.
- No digas tonterías. No sé ni para que hablo.
- Pues agradezco que de vez en cuando te sinceres conmigo. A pesar de ser amigos a veces plantas un muro entre nosotros. No tendrías por qué querer ocultarme nada. ¿Qué voy a hacer? ¿Apoyarte o alegrarme por ti? ¡Una tragedia! ¡Imperdonable!
Aunque James solía intentar utilizar el sarcasmo, en su caso parecía mucho más adorable y tierno.
- No quiero hablar del tema.
- Pues no hables. Pero al igual que Kael debo advertirte. No entres en un camino que no vas a poder seguir.
De nuevo se hizo el silencio entre los dos amigos.
- Hablaré en tu favor. No lo había dudado ni un segundo. Pero espero que de verdad estar con ella cerca te ayude a recapacitar y dejar de comportarte como un crío en fase rebelde que no deja de meterse en líos.
- Gracias - murmuró bajando la vista
James sonrió y dejó allí a su amigo.
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