Lapis


"Cuando las fuerzas te abandonan y no te queda nada. No te molestes en rezar, porque dios hace tiempo que abandonó el mundo."

No me puedo creer lo que está pasando. Pensaba amargamente el joven felino mientras otros dos animales medían y estiraban trozos de tela sobre él. Tomaban las medidas de su pecho, cintura, cabeza de manera realmente meticulosa. Acenix odiaba el contacto de otros animales y solía estar más cómodo con sus ropas, pero para este trabajo parece que tendrá que vestir esos ropajes extraños. Fren sonreía satisfecho con el resultado, parece todo estaba marchando según el plan establecido Como odio su sonrisa, es como si una alcantarilla se hubiera abierto, pensaba Acenix observando a su jefe. Pasados unos minutos Acenix estaba vestido, limpio y perfumado. Se le hacía extraño el aroma del perfume que habían usado sobre él, una mezcla de flores y hierbas que le hacían oler de manera elegante. Que planeas Fred, todo esto no parece barato y es demasiado para un simple golpe, los nervios comenzaron a aflorar y la desconfianza lo sumía en un profundo miedo. Se miró al espejo observando como el traje que le habían puesto reafirmaba sus facciones, realzando su culo y apretando exactamente donde debía apretar. Acenix siempre ha sido un gato que fácilmente lo confundían con una hembra, y con este traje si no era una hembra por lo menos se parecía lo suficiente para atraer la atención de los hombres, sobre todo de aquellos que no les importaba el género mientras tuviera un agujero. Suspiró pesadamente y observo a su jefe a los ojos.

- ¿Y todo esto? – preguntó con voz temblorosa tratando de aparentar estar asustado.

- Tranquilo gatito, únicamente es para mostrar tu mejor versión, necesitare tu labia o tu culo. Lo que mejor sepas usar.

Casi se le escapa una arcada al escuchar hablar a la Zarigüeya, sus gestos y entonación eran repugnantes como si escupiera insultos y obscenidades con el único propósito de incomodar y molestar a los presentes. Mantuvo la compostura y simplemente mantuvo la mirada esperando a que siguiera explicando el plan.

- De acuerdo. ¿Conoces el Momentun vivite? – preguntó con sorna – claro que no, eres demasiado ignorante. El Momentun vivite es el lugar donde se almacenan las riquezas y el dinero de la gente. Desde el más pobre Chelix hasta el más rico Alquaa. Todos almacenan su dinero en ese lugar – sonrió de oreja a oreja.

- ¿Acaso quieres robarlo?

- Claro que no. Moriríamos en el preciso momento que se nos ocurriera acercarnos a la cámara del dinero. Demasiada seguridad. Sin Contar con los Terris.

Acenix suspiró. Sabía perfectamente las pocas posibilidades de robar el Momentun, y los Terris sí que le asustaban. Según cuentan las leyendas son capaces de ver el futuro, Acenix pensaría que son simples patrañas si no hubiera visto con sus propios ojos a un Terris asesinar a un grupo de veinte animales con sus manos desnudas sin que ellos hubieran podido hacerle el más leve rasguño. No era normal ver a un Terris, no suelen inmiscuirse en los asuntos del barrio pobre de Lincia, pero cuando un Alquaa pide sus servicios o "El Gran Terra", el amo y señor supremo, que se autoproclamo dios y dictador. El Gran Terra era un icono, un símbolo. Pocos sabían de si de verdad existía o si solo era un mito. Acenix agitó su cabeza volviendo a la realidad.

- Entonces, ¿Qué haremos?

- Tranquila gatita – la palabra que más hacía enfadar a Acenix – lo que haremos, será pedir dinero a Momentun como si fuéramos Alquaa, será sencillo, nos prestaran el dinero para proyectos relacionados con el comercio y los viajes de largas distancias. Pero claro, jamás se lo devolveremos - sonríe – tenemos la documentación falsa y todo lo que necesitamos para que se crean somos ricos. Por cierto, tu nombre falso es Kelvin. Y eres Alquaa de la familia Kieli.

Hacerme pasar por un Kieli, si se lo contara a alguien seguro no se lo creería. Movió sus orejas y suspiró intentando asimilar la información. Debía mentir y suplantar la identidad de un Kieli, era básicamente firmar su sentencia de muerte, pero ¿Qué otra opción tenía? Al fin y al cabo, debía pagar el alquiler de este mes y si de verdad el golpe era exitoso, tendrían dinero de sobra para toda su vida. Fren agarró su bastón y camino torpemente hasta la entrada de la tienda con un simple gesto llamo a sus guardaespaldas mientras miraba a Acenix directamente a los ojos, esperando que él también lo siguiera. Las dudas aun lo asaltaban, pero era demasiado tarde para arrepentirse. Caminó de manera elegante tratando de aparentar lo más Alquaa posible, aunque con sus pocos estudios y el conocimiento justo era complicado saber cómo debía comportarse. Había visto pocos Alquaa en su vida y las pocas veces que los vio, mejor no acordarse de lo que pasó. Las calles de la ciudad estaban a rebosar de una mezcla entre barro y sangre, algo normal en el barrio pobre. Con las últimas lluvias, la famosa lluvia roja, se había humedecido y los guijarros del pavimento se desprendieron generando una especie de mejunje extraño que se movía con cada pisada de un animal. Las calles parecían quejarse con cada paso que los animales daban. Poco a poco las calles sucias y descuidadas fueron cambiando hasta llegar a las calles principales de Lincia, estaban en mejor estado y al menos habían recibido el mantenimiento necesario para no desmoronarse cada vez que las fuertes lluvias y tormentas acechaban la ciudad. Los edificios de las calles principales estaban en mejor estado y eso se reflejaba en la brillante fachada que lucían mucho de ellos como si de una brillante estrella se trataran. Los animales vestían con ropas menos descuidadas y al menos se mantenían limpias. No llegaban al nivel de riqueza de los Alquaa, pero al menos los Chelix de esta zona podían permitirse vivir lejos de los problemas que acarreaba las callejuelas de esta ciudad. Mientras Acenix caminaba pudo observar a varios cachorros jugando despreocupadamente recordándole la infancia que le había tocado vivir y las pocas oportunidades que tuvo de comportarse realmente como un niño. Desde una temprana edad su hermano lo instruyo para conseguir dinero, ya sea robando o rogando. Mendigar y vagabundear se volvieron en sus juegos antes de que pudiera siquiera enterarse. El grito de Fren saco a Acenix de sus pensamientos, se había quedado embobado observando a los cachorros y Fren no era conocido precisamente por su paciencia. Acelero el paso acercándose a su jefe.

- ¿Acaso te diviertes gatita? – preguntó airadamente.

- Claro que no señor – respondió tartamudeando levemente.

- Entonces deja de hacer el imbécil y síguenos, tienes suerte de que te necesitemos o te juro te estaría matando a golpes.

Acenix suspiró y continúo caminando junto a Fren hasta finalmente llegar a su destino. El Momentun, un enorme edificio de piedra pulida con intrincadas decoraciones en sus paredes que generaban distintas formas y figuras, varios animales afirmaban que la decoración del momentun es en realidad los restos del árbol Madre, el mayor árbol que jamás existió en este mundo y que sus raíces se fosilizaron generando aquella extraña estructura que se asemejaba a una semilla. Era un edificio de varias plantas, aunque únicamente la primera de ellas estaba abierta al público y no a cualquier clase de animal. Desde cerca era incluso más aterrador de lo que Acenix pudo haber imaginado. Se armó de valor y caminó junto a Fren hacía la enorme entrada, varias puertas de cinco metros de altura daban la bienvenida a este majestuoso edificio. Su interior estaba decorado hasta el más mínimo detalle con varios lugares de descanso donde un animal puede esperar a que lo atiendan y, sobre todo, muchas oficinas con trabajadores del Momentun que se encargaban de gestionar y administrar las peticiones de los clientes. Acenix y Fren se sentaron en una de las extremadamente cómodas sillas de la zona de descanso hasta que un ciervo de pelaje blanco con arrugas en su rostro que reflejaba una avanzada edad y experiencia se acercó a ellos. Sus cuernos apuntaban hacía su espalda en una majestuosa cornamenta que parecía un árbol floreciente. Vestía un traje negro y portaba un monóculo en su ojo izquierdo.

- ¿Los señores Kieli? – preguntó sin apartar su vista de Fren.

- Si – respondió rápidamente – este es el señor Kelvin y estaba interesado en pedir un préstamo para un proyecto familiar, soy su ayudante Josh – la voz de Fren sonaba dulce y educada.

Acenix se sorprendió al ver a Fren de esa manera, él dudaba de que pudiera soltar una sola palabra sin que pareciera un animal deplorable y asqueroso, pero se equivocó. Acenix se limitó a sonreír al venado procurando no mostrarse inseguro. El ciervo hizo un gesto para que los siguieran, aunque los dos Guardaespaldas debían permanecer en la sala principal no se permitía que ellos pasaran, Cuanta seguridad, Pensó Acenix procurando no mirar demasiado a ninguno de los guardias de seguridad. Por suerte ninguno parecía ser Terris, salvo uno. Un animal de pelaje oscuro con la mirada vendada. Su mera presencia asustaba a Acenix y todos sus instintos gritaban peligro. Las alarmas rojas de su cuerpo le avisaban de que era peligroso. Siguió al ciervo hasta uno de los pequeños despachos. Ambos se sentaron en las sillas a un extremo del escritorio y el venado presidio en el otro lado observando varios papeles que le habían sido entregados previamente.

- Ummm así que una rama menor de la familia Kieli, no me extraña siendo una de las casas principales debe tener hijos hasta en el infierno – cerró la carpeta bruscamente y con una mirada fría observo a sus clientes – de acuerdo, díganme de que se trata el proyecto.

Acenix había ensayado el discurso y lo tenía todo preparado, aunque sentía en los más profundo de su ser que algo no iba bien, sentía la mirada del animal clavarse en él, como si fuera capaz de observar a través de la colonia y las bonitas ropas, observando al pequeño gato asustado que se escondía tras toda esa fachada. Aclaró su garganta y agarrando unos papeles los presentó sobre la mesa.

- Mi nombre es Kelvin y estaba buscando inversores para mi pequeño proyecto comerciar – hablaba mientras el ciervo observaba la documentación – como puedes observar sería un proyecto para abrir nuevas rutas comerciales por el lago Felrines, pudiendo alcanzar la ciudad de Theril y Meria. La idea es comprar y traer productos de todo tipo que únicamente se vendan en esa ciudad y poder venderlos en los negocios familiares.

Todo perfectamente hilado, que sencillo puede ser mentir cuando lo tienes todo bien preparado, pensó Acenix observando al animal el cual parecía complacido, aunque no totalmente. Solo se necesita un pequeño empujón y será todo mío, y como solía hacer normalmente miro en lo más profundo de su ser observando el pequeño puñado de arena verde. Con su lengua agarró una pequeña porción de su "Don" y como si de polvo se tratara lo acerco hacía su objetivo, todo aquello era imposible de discernirlo en la realidad, pero, aun así, el ciervo movió su nariz y observo a la pareja. ¿Aun no es suficiente? Se extraño arqueando una ceja, aunque rápidamente volvió a su expresión neutra. Tendré que volver a intentarlo, repitió el proceso y esta vez pudo observar la sonrisa del animal el cual se levanto de su silla y se acercó a Acenix a extender su pata.

- ¡Claro, me parece una idea increíble! – apretó fuerte la pata de Acenix con alegría – hoy mismo recibirán la respuesta, ya tenemos la dirección donde enviar la carta.

- ¡es una gran noticia! – gritó Fren apartando al animal del felino – y por cierto, mi señor está deseando empezar con los preparativos, sería posible pedir un adelanto. Si el total son cien mil monedas de oro, con mil podemos empezar.

El venado estaba dubitativo, pero tras mirar a Acenix y sonreír, lo que dejo intranquilo al minino, acepto gustosamente diciéndoles que recibirían el dinero en la salida. Fren estaba eufórico, por fin habían ganado, por fin dejarían esa vida de pobreza atrás y por fin podría largarse de esa ciudad. El plan era que todos los integrantes del robo se marcharan de la ciudad o pasaran desapercibidos un tiempo. Acenix seguía intranquilo, como si algo en su interior le avisara de que algo extraño estaba ocurriendo.

Como les habían prometido recibieron una bolsa con mil monedas de oro que fueron entregadas como pago adelantado por el "Proyecto" que se iba a realizar. El Momentun no solía dar pagos adelantados, solían pagar al recibir resultados. Pero este caso fue extraño mire por donde se mire. Una vez repartido el dinero entre los cuatro integrantes decidieron ir de vuelta hacía el barrió para así planear la fuga y a donde iban a viajar. Fren estaba entusiasmado y se podía notar que no había nada que lo pudiera enfadar el día de hoy. Acenix estaba intranquilo, aunque la euforia de su jefe poco a poco lo estaba contagiando, pensando que lo peor ya había pasado. Acenix caminaba hasta que se chocó con un animal. Al observarlo pudo ver cómo era un animal con ojos grises. Lo recordaba de la taberna, lucía exactamente igual únicamente cubría su cabeza con la capucha. Al chocar acercó su hocico al oído del minino susurrándole.

- No vuelvas al barrio, te están siguiendo.

Las palabras del desconocido erizaron completamente el pelaje de Acenix, cuando se giró para obtener explicaciones pudo observar como el animal ya no se encontraba en la plaza del Momentun. Sus sospechas eran ciertas, los habían descubierto. Y todo cobro aún más sentido cuando, mientras se escondía en una de las callejuelas de la plaza, pudo ver a un Terris hablando con el ciervo. Afino sus sentidos para poder percibir lo que decían.

- Si, está claro que no es un Chelix. Acaba con ellos, hay un Geomante entre ellos.

El Terris asintió y camino en dirección al barrio pobre como si siguiera el rastro de Fren. Acenix chasqueó la lengua y comenzó a correr para llegar a la posada. Debía avisar a todos.

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