Natasha se despertó con el sol acariciando sus pies y el cuerpo tendiendo al borde de la cama. Extendió sus brazos con pereza y se abrió camino como pudo entre los escombros que yacían en su sendero, como fragmentos olvidados de un mundo antiguo.

Era ella, Natasha, la última chispa de la humanidad en un universo desolado.

El último ser humano en toda la faz de la tierra.