Capítulo Veinte

Nota: capítulo de relleno

El Dios y la Miko

eres un puto fastidio Gojo, no se como la pequeña Mei-chan te soporta.— gruño Utahime al Albino.

Gojo sonrio y se acercó a la Miko, se quitó sus lentes enseñando sus hermosos ojos.

— que quieres Satoru?.— pregunta la mujer algo confundida por su comportamiento.

— nada.— contesto ensimismado observando a Utahime.

A lo lejos pasaba Mei, quien al verlos se detuvo y se escondió ya que no quería interrumpir el momento, aunque Gojo sintio su presencia cosa que lo puso aún más nervioso pero decidió pasarlo por alto esta vez.

Mei los veia muy acaramelados, ella estaba feliz porque sabía de los sentimientos de su maestro a Utahime, quería que acabasen juntos y ver a pequeños niños y niñas albinos o de cabello negro correr por el templo.

— sonríe para mi Utahime.— le pidió.

— que?.

— vamos Utahime...sonrie.

Ella sonrió nerviosa, cerró sus ojos y no pudo observar el enamorado rostro del albino.

— que pretendes?.— sonríe pícara y avergonzada.— Satoru.— reía suavemente.

— yo, nada, solo verte.

Escondida sonrió cautivada por la escena frente a sus ojos, estaba más que segura que le diría sus sentimientos esta vez.

— ¡Gojo sen--!.

Itadori fue silenciado abruptamente por Mei y los escondió ya que ambos maestros miraron de donde venía el llamado.

— guarda silencio itadori, gojo-sensei fue a comprar más dulces así que chu~chu vete.

Itadori asintió algo confundido y se fue, Mei observo otra vez y lastimosamente se habian marchado o eso creía ella.

— gracias por cubrirme.— le hablo el albino repentinamente.

— porque no le dice que la ama y ya?.— pregunta.— se ve que es mutuo.

— lo sé, solo quiero que ella se atreva a dar el primer paso.

— pero Utahime-san no es como cualquier mujer.

— es por eso que me gusta.

— awww sensei.— conmovida suspiro por su maestro.— no sabía que tenía sentimientos.

— y yo no sabía que estabas de tan buen humor hoy.

— lo siento.

— no te disculpes, Maki me dijo como te ponen estos temas.— río despreocupado.

Mei sonrió divertida y gojo estaba feliz, su pequeña aprendiz se mostraba más abierta con el poco a poco.

Y era en la única que confiaba para pedirle consejos sobre algo tan extraño para el

Algo tan ajeno y extraño como lo era el amor...

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