Para saber si mis teorías eran ciertas, me acerque a ella ese día en el que parecía que el cielo iba a caerse en cualquier momento. El diluvio era bastante aterrador y la clase de Literatura aún no comenzaba.

Con la yema de su dedo estaba esparciendo aquella línea trazada por su lápiz, creando una especie de sombra en su dibujo.

No pude distinguir lo que era porque enseguida lo cubrió, me miró y apreté mis puños. Porque me sentí como un intruso en ese momento.

Me encogí de hombros y le dije un simple —¡Hola!

—Hola —ella respondió, pero no con la misma efusividad que yo utilice en mis palabras.

—Penny —no era una pregunta, era una afirmación. No me había dado cuenta que mi cerebro había dejado de funcionar hasta ese momento, porque ni siquiera sabía el significado de las palabras, solo las decía, sin pensar antes en el impacto que estas tendrían al aterrizar en sus oídos— ¿Qué clase de nombre es ese, uh?

Parpadeó dos veces antes de mirar hacia abajo. Ella no quería hablar conmigo.

Sus manos se volvieron en forma de puño, no se apartó de su dibujo por todo el minuto que me quede frente a ella. Viéndole. Con mi entrecejo fruncido y preguntándome si yo le daba miedo.

Penny actuaba como si me tuviese miedo. La teoría más tonta que hubiese existido porque era un debilucho. Débil, sin músculos...escuálido.

—Pat, hombre ¿Qué haces? —ambos giramos en dirección a Ryan. Él esperando por mí un pupitre delante de mi habitual asiento.

Volví para despedirme de Penny, sonriéndole apenado.

Ella mantuvo sus ojos en mí hasta que tomé asiento y Ryan tocó mi hombro con preocupación.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó en seguida, a lo que yo sinceramente no tenía ganas de responder.

—Investigando —me limité a decir.