Soledad

Mientras tanto, en Soledad, una lluvia torrencial inundaba las calles manteniéndolas vacías y en silencio, ocultando las voces de aquellos que no querían ser encontrados. Temerosos de sus propias vidas y la de sus familias, los ciudadanos de Soledad se reunían para planear lo que retrasaron durante años.

Sentados en el salón de uno de los involucrados simulando ser una gran familia reunida para velar por aquellos desaparecidos hace exactos dos años, el grupo que se encargaba de extender las conspiraciones para que la verdad llegara a todo el mundo ahora planeaba dar el siguiente paso. Según pensaban, todo iniciaría esa misma noche y nadie podría detenerlo por más que los descubrieran y, si así fuera, tan sólo los transformarían en mártires que pronto serían reemplazados.

Durante el último tiempo, en Soledad parecía haber vuelto la paz. El Círculo se había hecho con el control total de las calles y hogares, incluso hasta de la única salida de la ciudad: el puente. Si alguien quería salir, aun antes de que se enteraran los Anclados a su servicio, su personal armado podría detenerlos. Pero, por otro lado, los ciudadanos fieles al Círculo y a la ciudad se iban desvaneciendo tras cada privación impuesta por el gobierno.

En un principio, el Círculo demostró un fuerte poder contra los delincuentes, reduciendo los robos y asesinatos a un número casi nulo. Pero no se detuvieron y pronto comenzaron a arrestar a personas completamente inocentes. Sus respuestas, repitiendo siempre el mismo argumento, era que aquellas personas habían sido detenidas por "intentos" de algo, aunque nunca lo especificaban. Esto dio inicio a las primeras protestas directas en contra del Círculo, sin embargo, con el tiempo sólo aumentarían.

Así, los grupos anarquistas crecieron y los ciudadanos que no los formaban se vieron limitados a observar recluidos en sus casas con temor hacia ambos bandos. No obstante, en los últimos días las protestas cesaron y los anarquistas desaparecieron. Las primeras sospechas recayeron en el Círculo, pero ni ellos sabían lo que ocurría.

Al caer la noche, cuando el grupo terminara de conversar en el salón, la irrupción del Círculo en el hogar daría inicio al plan que habían estado ideando los anarquistas. Mientras los arrestaban sin poner la mínima resistencia, en el centro de la ciudad, más precisamente en la fortaleza del Círculo, un ataque de los anarquistas era inminente.

En el inicio, cuando los conspiradores empezaron a ser perseguidos con una inusual precisión, todo el mundo puso sus ojos en el Círculo y en el extraño poder que tenía en sus manos. Ignorantes en ese momento de la existencia de los Anclados y los Testigos, los ciudadanos de Soledad no veían otra salida más que la de aceptarlo; habían perdido.

Un tiempo después, con las ventajas de ser la única ciudad autosustentable, las demás ciudades vecinas acudieron a ella, otorgando a los ciudadanos de Soledad la primera oportunidad para contactar con el exterior mediante los corredores del cielo. No pasó mucho antes de que todos se enteraran de la verdad, pero, sin embargo, lo mantuvieron en secreto. Aunque les costaba el creer en un poder como el de los Anclados, aun así, tomaron todas las medidas de precaución, contemplando el hecho de que el Círculo ya podría estar al tanto de todo.

Tras fracasar en la idea de recuperar Soledad, la mayoría pensó en escapar, pero ninguno se atrevió. Sin dudas, escapar era la salida fácil, sin embargo, aún había esperanzas. Fuera de Soledad se oían mitos, leyendas sobre personas que usaban el poder de los ecos para convertirse en Anclados. Sólo con un poder semejante podrían igualar, no, superar al Círculo.

En silencio, los conspiradores extendieron el conocimiento y comenzaron a reclutar al pueblo para que se unieran a sus filas a cambio de un poder que les prometía libertad. Desesperados por recuperar lo que eran y restaurar el honor de su ciudad, todo el mundo acepto. No obstante, la fuente de donde extraían el poder era limitada y no alcanzaría para todos en la ciudad, por esa misma razón debían seleccionar a cada individuo cuidadosamente, eligiendo a los más fuertes y aptos para encarar el ataque.

Ahora, marchando hacia fortaleza del Círculo, el pequeño ejército compuesto por los nombrados "Anti-Anclados" sólo tenían una cosa en mente: destruirlo todo. Al inicio, sólo se interponía entre ellos y la justicia un par de puertas blindadas, pero nada era rival para sus fuerzas sobrenaturales. Al avanzar, algunos de ellos se distraían golpeando a algún que otro desafortunado, sin embargo, los demás continuaban firmes. Cuando por fin estaban cara a cara contra lo que estaban combatiendo, los últimos en la fila de los Anti-Anclados comenzaron a desplomarse. En el momento en el que todavía quedaba uno de ellos en pie, pudo ver a los ojos al hombre al mando del Círculo con una sonrisa en el rostro, burlándose de ellos.

Fin de la primera parte.

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