Parte 1: Desaparecidos.

La noche anterior a la que ocurrió todo, el investigador Gregor Curie tuvo unas pesadillas que no lo dejaron dormir. En una de ellas, y la única que recordaba, se encontraba con una herida en el hombro izquierdo frente a un espejo de baño. Pero eso no le pareció extraño ya que cualquier día podría pasarle. No. Lo que realmente carcomió su mente y le quitó el sueño fue un tatuaje que tenía en este brazo: un extraño símbolo geométrico de formas circulares.

En total, había pasado un año desde la noche de las sombras, pero la extrañeza de aquel sueño le seguía molestando. Creía que tenía que ver con lo que sucedió al día siguiente, o simplemente buscaba una forma de culparse creyendo que podría haber cambiado los hechos. De igual forma, ya no lloraría en el suelo de su departamento, ahora la buscaría, pero, sobre todo, la encontraría.

Luego de haber presenciado la aparición de su hermana, Gregor salió huyendo cuando ésta se desvaneció y hasta el día de hoy no ha querido volver. Muchos de los buscadores lo han querido interrogar al verlo huir de su departamento, pero Gregor no se atrevió a mencionar nada. Además, ya sea por curiosidad de saber lo que realmente había visto allí o querer ayudar a encontrar a los desaparecidos, él se unió a los buscadores.

Los buscadores eran una asociación creada por los primeros valientes que se enfrentaron a las sombras con tal de encontrar a sus familiares perdidos. Pero aquello no le importaba a Gregor, para él solo eran un grupo de desesperados cuya vida ya no significaba nada sin los que habían perdido. Y si, esa fue una de las razones por las que se unió, aunque había mucho más. Principalmente lo hizo por el respaldo que le darían para la verdadera búsqueda que él hacía: buscar entre las sombras.

Tardó relativamente poco en adaptarse a ese nuevo mundo, uno lleno de oscuridad y secretos, pero ¿acaso no era él el que escondía secretos en la oscuridad también? Haber visto al fantasma de su hermana días después de la noche de las sombras fue uno, sin embargo, había otros que escondía, incluso, de sigo mismo.

El día 16 de mayo, a un mes exacto de cumplir los dos años desde la noche de las sombras, el líder de los buscadores desapareció sin dejar rastro. Al mismo día fue ascendido Gregor a investigador. Estaba convencido de que ya había sido suficiente espera y que algo grande se acercaba, fue por eso que exigió el puesto que estaba desocupado durante meses; nadie lo quería porque era un trabajo solitario y del más arriesgado y, por más que la teoría de que las sombras se habían llevado a los desaparecidos era considerada infantil, era la más verosímil.

Su primer trabajo como investigador, el cual se auto propuso, consistía en buscar la menor pista sobre el paradero del líder de los buscadores, Joseph Marsh. Aquel hombre era muy respetado por los buscadores, pese a que nunca halló nada acerca de los desaparecidos. Es más, sus actos negligentes en las búsquedas ante su gran inteligencia demostraban que él no buscaba encontrarlos, al contrario.

Cuando Gregor pidió permisos para inspeccionar el despacho del anterior líder al hombre que había heredado el puesto de Joseph, en el rostro de este, al igual que los demás cercanos a él, se veía una clara aversión a la idea. No obstante, nadie pudo negarse porque Joseph Marsh había desaparecido poco después de que algunos buscadores lo vieran entrar allí.

Una vez dentro del despacho, Gregor cerró la puerta con llave. Precaución, se repetía a sí mismo. Y lo era, pero no por las razones que él se decía. Realmente dudaba que hubiera un espía entre los buscadores. La verdadera razón era que no quería que los demás sepan lo que buscaba: nada.

Sobre el escritorio había un vaso de whisky medio lleno, sin embargo, no estaba de su lado de la silla, se encontraba muy cerca del borde en el lateral del escritorio. Sólo había dos posibles escenarios: Joseph estaba inquieto caminando por su despacho y se sirvió whisky para calmarse o él se encontraba sentado en su escritorio bebiendo en otro vaso y aquel que estaba ahí era para alguien más que no lo aceptó. Para que la primera sea cierta deberían haberlo notado los demás buscadores, en cambio, si era la segunda opción alguien tuvo que haber entrado sin ser visto, pero aún faltaba encontrar el vaso, seguramente vacío, de Joseph.

El resto de la habitación era normal: llena de libros, trofeos y varios documentos apilados. En definitiva, y por el estado de todo, nadie se lo había llevado a la fuerza. Sin embargo, había una ventana; pequeña, sin balcón y con vistas a las oscuras calles desde ese tercer piso. Desde ella, si eres muy habilidoso, podrías colarte, pero se volvía imposible si fueran dos.

Al acercarse a la ventana, Gregor no pudo notar nada, ni siquiera polvo sobre el marco. Aquello sin dudas no era lo que esperaba. Creía que entraría y se volvería loco buscando indicios, lo que sugería que esto no estaba relacionado con lo que ocurrió la noche de las sombras, esto era la escena de un secuestro.

Al salir de la oficina de Joseph, una pareja de buscadores siguió a Gregor instándole a que no se entrometiera, pero él los ignoró. No hacía falta pararse a escuchar teorías que él ya había descartado; como que las sombras se lo llevaron. Aunque siempre era peor escuchar cuando decían que dejara a los espíritus descansar en paz. Aquello era realmente molesto porque los espíritus lo seguíamos a él.

Siéndose completamente sincero, Gregor no tenía ninguna idea de lo que seguía ahora. Nunca llegó a más de esto, aunque no era lo mismo; esto no era sobre fantasmas, sino humanos. Entonces qué, ¿se suponía que hablara con su familia? No, ellos seguramente no estarían. Pero tal vez alguien cercano sí.

Si recordaba bien, los Marsh vivieron toda su vida al sur de la ciudad, un poco alejados de las problemáticas calles céntricas. Sin embargo, luego de la noche de las sombras, Joseph se estableció en un lujoso hotel en el centro. Aunque ahora "lujo" era tener más de una reserva de propano para mantenerte caliente o simplemente en la luz.

Se rumoreaba que en las ciudades más grandes había control militar y luces en las calles, pero aquí no había nada de eso. Durante el primer año se acercaban camiones, los corredores del cielo los llamaron algunos, ya que fueron los únicos vehículos funcionales que sirvieron para provisionar a la ciudad de lo que hacía falta. Ahora, acercándonos al segundo año, los corredores del cielo seguían con las mismas funciones, pero además nos conectaban con el exterior; como si fuese el periódico semanal o un programa de noticias, o esa vecina que te visita para contarte las fechorías de su otra vecina. Lo que importaba era que ya no eran dos o tres corredores, ahora eran decenas. Y poco a poco las actividades comerciales comenzaron a retomarse.

Durante las noches las personas llevaban unas pequeñas lámparas colgadas de sus cinturas por una cadena. Esto permitió presenciar el espectáculo de luces que ahora Gregor estaba viviendo al dirigirse al hotel de Joseph Marsh, por el centro de la ciudad. No se apreciaba a los portadores, sólo eran visibles los pequeños destellos; como estrellas formando parte del cielo.

Antes de que entrara en el hotel, unos mendigos que acampaban en su entrada lo rodearon pidiendo desde ropa y comida hasta un lugar para dormir, pero cuando uno de ellos reconoció a Gregor alejó a los demás. Aquellos ya habían dejado de ser mendigos hace mucho tiempo, ahora se habían convertido en los ojos de la ciudad. Sus labores podían ser de simple informantes anónimos a guardas en lugares prioritarios. Era unos de los trabajos mejor remunerados de la ciudad.

El mendigo que lo reconoció no era el jefe de los demás, pero sí era bastante cercano a él. Si algo pasaba en la ciudad, él, Brynjolf, sería el segundo en enterarse. No medía más de 1,65 pero su postura recta lo hacía ver más alto. Cómo sabía Gregor, pertenecía a una red de mendigos que se conectaban por toda la ciudad. Muchos creían que tenían una sede debajo de la ciudad conocida como la ratonera, pero sólo eran teorías. La realidad era que, por más bien organizados que estuvieran, nunca aceptaban de buena gana las órdenes.

Mientras subió los pisos del hotel acompañado por Brynjolf, intentó sacarle toda la información posible, sin embargo, aquellas personas eran tumbas. Por suerte para Gregor, Brynjolf lo consideraba casi un amigo (cosa que era rara ya que solo había sido su informante), por eso le contó acerca de la mujer de rojo. Durante los últimos días fueron varias las personas que aseguraron ver a una mujer con un vestido rojo caminar sobre los tejados, incluso de los más altos. Y ese mismo día (de madrugada) un vigía le había reportado ver lo mismo a Brynjolf.

Debía ser difícil identificar a una mujer con un vestido rojo sobre un tejado en plena oscuridad. No, debía ser algo más. No obstante, ya tenía la primera pista. Tal vez no fuera una chica paseando por los tejados como si saliera de una fiesta, pero si era algo. Algo que pudo haber visitado a Joseph.

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