Enemigos por alianza
Saliendo desde la penumbra, la mujer de rojo colocó su mano en la que portaba un pequeño brazalete de un brillo sobrenatural sobre la cabeza de Gregor. Si éste, diseñado y utilizado únicamente por un anclado, llegaba a ser activado, todo rastro de él desaparecería de esta dimensión.
Por otro lado, en lo más profundo de la mente de Gregor una pesadilla estaba surgiendo. Alimentada en secreto por los Testigos, la pesadilla había tomado la forma de un alma corrupta acercándose a él y a punto de tomarlo, pero en el último instante creyó ver en aquella alma el rostro de su hermana, lo que lo motivó a tomarla de la mano en vez de atacarla.
Sorprendida, la chica de rojo le exigió que la soltara; sin embargo, Gregor aún no era consciente. Cuando por fin despertó ella ya había dejado de apuntarle y, en cambio, se había sentado a su lado. Debía eliminarlo, pero era imposible no oír las protestas de los Testigos. Si lo hacía, tal vez la abandonarían.
Por lo general, los Testigos no suelen interesarse en nadie, pero cuando posó su mano sobre su cabeza todos la asaltaron. Puede que lo hicieran por algún instinto desconocido o que supieran algo que no querían decir, de igual forma, ella no los ignoraría.
Salido directo de una pesadilla, Gregor se adentraba en otra mucho más cruel y realista. A su lado, aún con la chaqueta verde, se encontraba una desconocida ante sus ojos; sin embargo, la mirada de la joven chica no tardaría en desvelarle quien era en realidad. No obstante, eso no respondía a la pregunta de qué era, ¿enemiga o aliada?
Si Gregor le hubiera hecho esa pregunta directamente de seguro respondería con enemiga, pero no lo hizo y, en cambio, ella se presentó como Morrigan. Un nombre posiblemente inventado perteneciente a una diosa celta: Morrigu. Sin embargo, eso carecía de importancia para Gregor.
Al ver a Morrigan, la situación de Joseph Marsh se le complicaba. Tal vez detrás de esa cara amable se escondía una asesina despiadada, pero eso no era lo que veía Gregor. Y si acaso se equivocaba, quizás no hubiera despertado en primer lugar. No obstante, no podía confiar en ella; no hasta que supiera quién o qué era.
Por su lado, Morrigan no sentía ninguna simpatía por Gregor, aunque tampoco guardaba ningún rencor. Realmente él lo había hecho bien allí en la ciudad, y ella respetaba eso, pero no se sentía cómoda trabajando con un buscador. Sin embargo, sabía que las cosas personales podían esperar.
Fuera, las ciudades estaban muriendo; consumidas por completo por ellas mismas y manipuladas desde las sombras por diferentes organizaciones. Hasta el día de hoy, solo una se mantenía en pie: la ciudad de Soledad.
Custodiada por las fuerzas del único ejército oficial del gobierno, Soledad se convertía en lo más parecido a lo que antes llamaban ciudad. Pero no todo allí era perfecto, también existían los que conspiraban en su contra desde dentro extendiendo el rumor, que terminaría llegando a las ciudades vecinas, de que ellos fueron los causantes de la noche de las sombras. Y si no, ¿cómo explicaban que en Soledad no hubiera ecos ni desaparecidos?
Sin embargo, Morrigan nació allí y no permitiría que "mentiras" terminen destruyendo su hogar. Cueste lo que cueste, ella demostraría su inocencia, aunque para eso deba cazar a los suyos.
Cuando por fin ambos asimilaron la situación en la que estaban, Morrigan le propuso algo. Ya que no podían ser aliados, sugirió lo opuesto: enemigos. Nadie dudaría luego de lo de hoy y Gregor podría llegar más lejos si fingía ir tras ella, pero debía tener cuidado de quienes realmente la cazaban.
Aunque quisiera, Gregor no podía negarse, y no por lo peligrosa que podía ser Morrigan, sino por lo que podría llegar a descubrir. Siempre supo que había más oculto detrás de tanta tranquilidad; al igual que un mar no vive en calma, la ciudad tendría sus olas.
Aunque se habían puesto de acuerdo, ninguno tenía un plan. Lo único que sabían era que había que entrar al hotel de Joseph y descubrir la entrada a la ratonera, pero eso no era un plan, era un objetivo. Si realmente querían entrar necesitarían más que eso. Por suerte para ellos, siempre contarían con la ayuda de Brynjolf.
Con el paso de un tiempo, Gregor volvió a aquel hotel y, facilitándole las cosas para entrar, Brynjolf se encontraba en la entrada. Aún con el retrato de Morrigan en mano, Brynjolf pensaba en ella con mayores fines aparte de interrogarla.
Sin hacer más que preguntar por la chica, el astuto mendigo siguió a Gregor por su recorrido por el edificio, enterándose pronto de que no iban hacia ningún sitio. Sin embargo, al igual que Brynjolf, Gregor no tenía idea de lo que buscaban.
Joseph Marsh se había mudado allí a tan solo unos meses de la noche de las sombras, pero ¿y si lo había hecho tras descubrir algo más? Tal vez sus descubrimientos lo llevaron a mudarse y luego, en consecuencia, a desaparecer. No obstante, lo único que quedaba de todo eso era media fotografía quemada de una iglesia con su crucifijo malditamente volteado.
Al buscar de arriba a abajo por todos los pisos, Gregor se dio por vencido, confesándole a Brynjolf su verdadero propósito allí. Tras un breve momento observando la fotografía, Brynjolf le da una respuesta:
Aquella iglesia, demolida en el siglo XX, había sido centro de cultos desconocidos los cuales nunca fueron comprobados. Pese a la falta de información por parte de las autoridades, los que concurrían allí siempre fueron perseguidos. Pero luego de que pasaran décadas, aquel territorio volvería a ser propiedad privada, dejando su pasado entre mitos y olvido. Pronto, la persona dueña del terreno edificó el hotel Gold Royal, cuya fama prevalecería en la ciudad hasta hoy.
Luego, observando mejor la fotografía, Brynjolf reconoció un crucifijo que colgaba a un lado de la entrada a la iglesia: blanco como si fuera de hueso, puntas afiladas como cuchillas y un aspecto que daba escalofríos. Era imposible que lo olvidara ya que fue considerado el amuleto de la suerte para el hotel y colgado junto a las escaleras de la entrada.
Por muchos, aquel objeto era portador de una maldición y los alejaba, pero por otros era un regalo divino y a estos los atraía hasta el punto de que lo robaran. Más de una vez el crucifijo desaparecía de las escaleras y era encontrado en posesión de algún huésped cuya cordura parecía ser consumida por el objeto.
Por suerte para Gregor y Brynjolf, el crucifijo seguía allí cuando lo comprobaron. Normal a simple vista, pero cuando se acercaron sintieron su aura; irradiando una oscuridad procedente de un lugar desconocido, el objeto los llamaba.
Imitando al de la fotografía, Gregor volteó el crucifijo hacia abajo con la esperanza de que ocurriera algo, pero ninguna puerta secreta se abrió. Sin embargo, las escaleras que debían ir hacia arriba ahora iban al subsuelo. Como por arte de magia o el de un sueño.
Guiados por la sed del descubrimiento, ambos continuaron bajando hasta llegar al final que creían no existía. Pero incluso antes de entrar, uno ya se había perdido.
Sin sentir más que un golpe por detrás, Gregor cayó inconsciente con la imagen imborrable y atormentadora de lo que escondía el subsuelo: un mundo oscuro, un limbo entre la ciudad y lo desconocido... la ratonera.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top