Prefacio


La vida sigue un rol que a veces no llegamos a entender. Los pobres son pobres, los ricos son ricos, e incluso nuestra apariencia ya dictamina quiénes somos o lo que podemos hacer.

Sin embargo, no hay mayor error en la vida que apoyarse en una teoría sacada de una apariencia, ya que las apariencias, son las principales fuentes de un engaño, y ni el bueno es tan bueno, ni el malo es tan malo.

A veces, puedes llegar a sorprenderte al descubrir a alguien tan diferente a ti en apariencia, pero en el interior ser tan iguales.

Eso fue algo que llegó a ocurrirme a mí. Me acostumbraron a juzgar a las personas por su aspecto, y más tarde descubrí que me sentía más cómoda y unida a esas personas que a lo que la gente a mi alrededor llamaba "personas normales"

Con tan solo tres años ya era huérfana, pero no la clase de huérfana que aparece en las películas. En todo el tiempo que permanecí en el orfanato no deje de sonreír ni un día, al fin de al cabo, si esa iba a ser mi vida, ¿no era más fácil aceptarla?

Y así lo hice, pasé muchos años molestando a las mujeres amargadas que cuidaban a los niños del orfanato. Faltaba a clases, creaba caos, y ponía a los demás niños en contra de nuestras cuidadoras.

A tan corta edad ya era un problema muy grande, por ello nadie nunca quiso adoptarme, me veían demasiado extraña, nerviosa y alocada. Aunque nunca me importó realmente.

A los nueve años, llegué a hacer amigos, ¿el problema? No eran exactamente de mi edad, y tampoco estaban en el orfanato. Me gustaba escaparme con un grupo de chicos que se solían meter en el orfanato a molestar, y eso me encantaba. Con el tiempo yo también aprendí a hablar y actuar como ellos, a pesar de ser la pequeña del grupo me respetaban, e incluso admiraban mi forma de ser a tan corta edad.

Incluso, un día trajeron al hermano de dos del grupo, él era casi de mi edad, solo tenía cuatro años más, tampoco era tanto. Aunque era algo tímido, era bastante más educado que sus hermanos, incluso, llegamos a entablar una amistad. Él me trataba con adoración, era cariñoso y bastante protector, sin duda yo le admiraba bastante, y él parecía sentir la misma admiración hacia mi, lo cual era agradable.

Uno de los recuerdos que siempre han permanecido en mi mente ha sido el de esos ojos azules. Sus ojos eran de un azul claro, como el agua cristalina, y reflejaban la bondad que había tras ellos. En todo el tiempo que fuimos amigos, no hubo ni un solo día en el que él me fallara, siempre estaba ahí, incluso en algún momento malo, y yo tenía claro que hubiera sido capaz de confiarle mi vida si se hubiera dado el caso.

Era un amor incondicional, uno que pensé que sería para siempre, pero no fue así...

Un día simplemente... se fue, y nunca más volví a verle.

Cada año, observaba desde la ventana de la habitación del orfanato, a que regresara...

Pero nunca volvió.

Y a pesar de tener fe durante muchos años, mi propia tristeza acabó por consumirme, y me alejo de todo... y de todos.

El día de mi quinceavo cumpleaños, me adoptaron.

Y no lo hizo cualquier familia, lo hizo la que al parecer era una familia que había sido muy amiga de mis padres tiempo atrás. Lamentablemente, lo que quedaba de esa familia no eran más que un padre roto por la pérdida de su esposa, y un niño que buscaba el cariño y orgullo de su padre, sin obtener resultado.

Por lo qué, mi llegada, resultó traer más problemas que nada. El señor Darson era una persona bastante egoísta, solitaria, y agresiva, esto además de ser un borracho, que acabó descargando su furia conmigo, quien solo era una niña inocente de quince, recién cumplidos, años.

A pesar de sus malos tratos, el señor Darson me enseñó con que personas debía juntarme y a quienes no. Era un hombre que juzgaba la apariencia, pues el ir a tantos bares te hacía ver a muchos tipos de personas distintas, y él decía saber reconocerlas antes de conocerlas.

Me apuntó al mejor colegio de la zona y me apuntó a algunas extraescolares. Estas eran, baile, natación y fútbol, incluso a veces iba a clases de piano. Él decía que cuanto más ocupada estuviera, menos posibilidades habría de juntarme con las personas equivocadas, aunque en realidad, con todo el mundo.

Sin embargo los problemas de convivencia empezaron a hacerse más notables a medida que yo iba creciendo, y mis ganas de conocer a gente aumentaban por igual, lo cual nunca le hizo gracia al señor Darson.

Mi vida cambió cuando un día, al salir corriendo de casa para escapar de mi padre adoptivo, conocí a un chico dos mayor que acabó convirtiéndose en mi mejor amigo. Él tenía una vida completamente diferente a la mía, algo más delincuente. Gracias a él conseguí dejar las extraescolares, y también el instituto, a partir de ahí, la relación con el señor Darson solo empezaría a empeorar.

Y así es, pues ahora con dieciséis años de edad, aún añoro el día en el que pueda irme de esta casa, y estoy segura de que mi aún mejor amigo me ayudará con eso.

Quien sabe, quizás algún día encuentre un propósito que me haga realmente feliz.

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