Capítulo 9

Estuvo observándome por lo que se sintió eternos segundos, esperando una respuesta de mi parte. Verlo tan sedado por el coctel de medicamentos que se tomó lo hacía ver tan indefenso, tan... normal, casi no parecía la persona que estaba prácticamente estrangulándome hace unos minutos, me hacía pensar que quizá he sido muy dura con él, lo cual era estúpido pensando en las veces que me ha lastimado física y psicológicamente.

— Tenemos que encontrar una manera de controlar tu ira, no puedes ir por ahí haciéndole daño a las personas solo porque sí.

— Dejé marcas en tu cuello también... — Estirándose para acariciar la zona— Tu piel es tan blanca que cualquier mínimo contacto deja marcas. Prometo que intentaré controlarme mejor la próxima vez.

— ¿Mínima? Me dejaste sin aire y me apretaste demasiado fuerte, mi piel no es frágil, tú eres un bruto.

— Lo siento... intentaré controlarme mejor la próxima vez, es que tú...

— ¿Yo qué?

Interrumpiéndolo.

Estaba hablando demasiado lento, me desesperaba.

— Tú me desesperas, me retas todo el tiempo, me llamas por mi nombre cuando te digo que no lo hagas, me cuesta mucho controlar mis impulsos contigo, créeme que, si fueras un chico, ya habría estampado tu cabeza contra la pared sin sentir remordimiento alguno.

Lo decía tan calmado, viéndome a los ojos, sincero, como si fuera una plática completamente normal.

Estamos hablando de lo que podría ser mi muerte ¿Cómo puede estar tan calmado?

— Vaya... que bien que nací chica — sarcástica— ¿Qué es lo que tienes? ¿Por qué no puedes controlarte?

Sus ojos se cerraban solos, pronto se quedaría dormido, necesitaba respuestas ahora que estaba calmado.

— Tengo trastorno explosivo intermitente.

— Cuéntame más.

Lamió su labio inferior, tragando saliva con dificultad.

— ¿Quieres agua?

— Por favor.

— Iré. Ahora cuéntame más.

Levantándome yendo directo a la cocina mientras él hablaba.

— Son episodios repentinos y repetidos de conductas impulsivas, agresivas y violentas, o arrebatos verbales agresivos en los que reaccionas con demasiada exageración para la situación, así es como lo describe mi doctor, me lo recuerda cada vez que voy a las citas... si es que voy.

O sea que no es regular con sus citas, lo que supone un riesgo para el resto de las personas que estamos cerca de él.

— Ya veo — entregándole el vaso— Gracias por contarme, ahora necesito saber qué puedo hacer para sobrevivir a ti.

— No confíes en mí, no te acerques a mí, aléjate lo más posible, igual que el resto.

Eso se escuchaba tan malditamente solitario, sé lo que se siente, no quiero que nadie se sienta así.

— Pues tendremos muchos encuentros, porque no pienso dejártela fácil.

Sonrió sin ganas, depositando el vaso sobre la mesa ratona frente a él.

— Nunca haces las cosas fáciles ¿Cierto? Eres un dolor en el culo todo el tiempo.

Cerrando los ojos cada cierta cantidad de tiempo, se estaba durmiendo.

— Así es, así que olvida que te diga Diablo como todo el resto, te llamaré Luca desde ahora, siempre, en cualquier lugar, porque ese es tu nombre — acuclillándome frente a él— E intentaré tolerarte más seguido, pero esfuérzate por favor y no me mates, valoro mucho que mi cabeza esté sobre mis hombros — sonriéndole— Ahora vamos a tu cuarto, te estás durmiendo y no puedes hacerlo en el sofá.

— Jodete Jessa.

Cerrando los ojos, apoyando su cabeza en el respaldo.

— Levántate, no te duermas aquí.

Tomando su brazo.

— Déjame en paz mocosa.

— Cuantos años tienes anciano ¿Noventa?

Tirando de él para ponerlo de pie, cosa que hizo, pero con mucho esfuerzo.

— ¿Cuántos tienes tú? ¿Cinco?

Subiendo los escalones directo a su cuarto con mi ayuda.

— No en serio ¿Cuántos tienes? ¿Llave?

Buscó en su pantalón hasta encontrar la llave que daba a su cuarto.

— Veintidós ¿Y tú?

— Veinte. Son solo dos años ¿Qué te tomaste? No creo que tus medicamentos te dejen así de soñoliento.

— Tomé dos pastillas para dormir.

— ¿Por qué tanto? ¿Eres idiota?

Abrí las mantas de su cama, él solo se dejó caer.

Ahora entiendo por qué se estaba quedando dormido sentado.

— Porque quería lastimarte, necesitaba calmarme, tomé todo lo que tenía.

Bueno... al menos tiene algo de consciencia dentro de su estado de ira explosiva.

— Bien, supongo que te lo agradezco entonces.

Quitándole las zapatillas y la chaqueta, viendo su cuerpo.

— Creo que será incómodo dormir con ropa ¿Con qué sueles dormir?

Pregunté.

— Con nada...

Susurró tan bajo que casi fue inaudible.

— Bien... Ya mañana me lo agradecerás.

Con cuidado, desabroché su cinturón, pantalones, y tiré de ellos fuera de su cuerpo, él no hizo ni siquiera un intento de impedir que lo desnudara, luego le quité la camiseta, guerreando con su peso para poder quitarla, me estaba costando y él era peso muerto, no era para nada un aporte.

Cuando ya lo tuve solo en bóxer, cubrí su cuerpo con las mantas, cerré las cortinas y bueno... iba a caminar fuera para mantener su privacidad, pero tenía curiosidad por ver su cuarto, era tal y como lo imaginaba viniendo de un boxeador.

Saco de puching, una puching ball, guantes de diversos estilos, vendas, tenía muchos libros, desde literatura clásica hasta modernos romances, también varios de acciones, biografías de lo que yo creo eran boxeadores, había guantes de box en la tapa, en otro rincón tenía colchonetas, pesas, bandas elásticas, cuerdas, entre otros artículos, tenía muchas cosas para ejercitarse aquí.... Ya veo por qué está tan bueno.

Estaba por salir de su cuarto, ahora sí quise respetar su espacio, pero el ruido de la cama bajo su peso al voltearse llamó mi atención, entonces lo vi.

Un enorme tatuaje que cubría la totalidad de su espalda, una enorme calavera con la boca abierta, eso me dio un poco de escalofríos, este chico era de temer, debía tener cuidado la próxima vez que fuera de frente con uno de sus arrebatos.

Dando por finalizada mi ayuda del día, salí de su cuarto cerrando la puerta y bajé las escaleras directo a la cocina para ordenar la comida y los electrodomésticos que utilizaba para cocinar, también los artículos más pequeños, buscándole un lugar dentro de los casi vacíos cajones de estos chicos.

Dado por terminada mi labor en el primer piso, guardando los panqueques en el microondas, subí a mi cuarto haciéndome la idea del desastre que Luca debió dejar, pero para mi sorpresa, todas mis cosas estaban bien organizadas, inclusive les buscó un lugar a todas mis cosas para practicar, zapatillas, barra pequeña, vendas, reproductor, pesas, bandas elásticas, pelota de yoga, y demás. Todo lo que debía hacer era sacar mi ropa y organizarla en el closet, lo que dejaría para mañana, hoy fue un día bastante agotador, necesita dormir para recuperar fuerzas.

Sin dudar, abrí mi cama y me arropé con rapidez, cayendo en un profundo sueño casi al instante.

Para ser mi primera noche como residente permanente en la casa Diablo, estaba bastante cómoda y feliz, muchas cosas comenzaban a tomar sentido ahora.

**

Dos meses pasaron de volada, mi presentación era el viernes de esa semana, estaba a tres días de mi gran día, y al día siguiente, nos iríamos de campamento con los chicos al lago que está a las afueras de la ciudad, estaría tan agotada que dudo mucho poder resistir tanto como el resto a las fiestas eternas, el alcohol, los bailes y las actitudes de ciertas personas que me han hecho sentir incómoda más de una vez, Blake encabeza la lista.

— Me toca hacer las compras esta semana — bajando las escaleras, acababa de llegar de mi práctica, salí antes solo para cumplir con esta labor— ¿Tienen sus listas?

Y desde que llegué aquí, la despensa dejó de estar llena únicamente de fideos instantáneos. Al día siguiente de preparar panqueques, todos terminaron probándolos, historia corta, les fascinó, así que de vez en cuando y si poseo tiempo, cocino algo para todos, cena, almuerzo, desayuno, depende de lo que tenga para cocinar y de las ganas que tenga en ese momento, así que decidieron llenar el refrigerador y la despensa de cosas que pueda utilizar, lo que es muy conveniente al momento de entrar a la cocina, debo ser la única persona que cuando está estresada comienza a limpiar o a cocinar para calmarse.

Lo sé. Estoy loca.

— ¡Yo tengo la mía!

Oren fue el primero en saltar hacia mí, entregándome su lista.

— Yo también — Sam me guiñó un ojo, entregándome también las llaves de su auto— Para que vengas cómoda.

Su lista siempre consistía mayoritariamente en dulces y chocolates, parecía un niño pequeño.

— Aquí la mía.

— Y la mía.

Uno a uno se acercó para entregarme sus listas de compras, lo que hacíamos al tener la cuenta del supermercado era dividir en partes iguales, así, todos somos felices.

A mí me parece un sistema bastante ordenado.

— ¿Alguien sabe donde está Luca? Solo me falta su lista.

Contando.

— Hoy tenía una pelea importante, probablemente llegue tarde, él no irá a la fiesta de hoy, siempre se queda a descansar.

Ya veo... por eso no está por aquí.

— Me quedaré en casa hoy también, no iré a las fiestas por lo que queda de semana, debo practicar para mi presentación del viernes.

— Pues éxito chica, arrasa con todo.

— Serás el centro de atención, ya lo veo.

Agradecí a todos sintiéndome avergonzada por sus piropos que venían uno tras otro y caminé hacia el garaje para tomar el auto de Sam y conducir directo al supermercado, la lista de Luca casi siempre era igual, por lo que no sería difícil adivinar que cosas comprar para él.

¿Quién lo diría? Me he adaptado bastante bien a esta pandilla, de hecho, puedo decir que nunca en mi vida me sentí más feliz, me sentía parte de algo, sentía que por fin era realmente importante para alguien, y se sentía mejor viniendo de varias personas a la vez. Una verdadera familia que se preocupaba por mí.

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