Capítulo 73
Mikhail
Parece que Adán está más tranquilo. Después de la ducha, se ha tumbado en el sofá con la misma felicidad y calma que lo hace cada domingo.
He hecho algo ligero de comer, así que no ha tenido muchos problemas de pesadez de estómago, y por la tarde ha tenido fuerzas y ganas para salir a dar un paseo.
Quería irse a casa a trabajar, pero le he pedido un día de paz para él. Después de haber sufrido tanta ansiedad, creo que es lo mejor. Salir y tomar el aire, pedir algo en una terraza disfrutando del buen día... Básicamente, le he pedido una cita sencilla.
Caminamos por el paseo que cruza la ciudad. Como es una zona peatonal ancha, hay bastantes cafeterías, bares, heladerías y tiendas. Y, como es entresemana, no está abarrotado todo de gente.
Adán no quiere nada, sólo andar. Y yo estoy encantado con la idea, ya que tengo la oportunidad de ir de la mano con mi novio, algo a lo que aún no estoy acostumbrado. Da igual cuantas veces saliera con alguien en el pasado, con Adán, es como si fuera la primera vez, porque, de algún modo, así lo es. Es la primera vez que soy para otra persona al completo, sin secretos, sin compartir mi cuerpo con otros hombres, con tiempo para nosotros, sin agendas que atender... Esto es vivir.
—¿A qué viene esa sonrisa? —pregunta curioso.
—A que soy feliz.
—Mm... Y yo... —susurra, pegándose más a mí.
Ha sido una mañana con altibajos, pero parece que Adán lo ha llevado bien después. No ha vuelto a tener un pico de ansiedad, y ojalá fuera así siempre, pero la realidad... Aunque prefiero no preocuparme delante de él para no inquietarlo de más.
Cuando lo he llevado a casa antes de irme al trabajo, nos ha costado separarnos. La verdad que la cita nos ha puesto tontorrones, muy cariñosos y tiernos.
—Esto... —dice como si buscara las palabras adecuadas.
—¿Sí?
—Mañana...
—¿No quieres ir?
—Sí, sí quiero. Sólo es que estoy un poco... preocupado.
—¿Por?
—Por lo de hoy. ¿Y si me pasa otra vez? No quiero que tu familia piense que soy...
—Frena, amor. —Sonrío y acaricio su mejilla unos segundos—. No pasa nada si la ansiedad hace acto de presencia; mi madre sabe mejor que nadie lo que es, así que no pensaría nada raro de ti. Y por mi hermano tampoco te preocupes, que es buena gente. Pero el guapo soy yo.
—Mm... Así que me quedé con el más sensual e impresionante de la familia, ¿eh? —Me coge de la camiseta y me acerca.
—Ya puedes apostar por ello.
Me mira pillo y me roba un beso intenso antes de separarme, empujándome con cuidado con las dos manos sobre mi pecho.
—Bueno, volviendo al tema... Debería llevar algo, ¿no?
—No te preocupes.
—Mm...
—Vale, si insistes... Una botella de vino o unos pasteles de postre. Algo sencillito, tampoco te compliques.
—Está bien. ¡Uf! Estoy bastante nervioso.
—No hay motivos. Si me gustas a mí, le encantarás a mi familia. Confía en mi criterio, que tengo muy buen gusto.
—Yo sí que lo tengo... Te quiero.
—Yo también te quiero.
Nos despedimos con unos pocos besos más. Y me voy feliz, aliviado, libre... Hasta trabajo más animado. Aunque, sí, lo de mañana me tiene con un nudo en el estómago; estoy muy emocionado, tanto como para no poder dormir hasta tarde, por lo que me cuesta levantarme, cosa que hago a las once menos cuarto más o menos. Sigo con la rutina de siempre; salgo a correr, me doy una ducha y, ya que es más tarde, desayuno algo simple y ligero. Le prometí a Mama Rose que aprendería a preparar combinados, así que repaso algunas recetas mientras me como mis tostadas.
Llegada la hora, llamo a Adán antes de ir a buscarlo, y salgo de casa después de asegurarme de que sus majestades tienen de todo. Al mirarlos, por un segundo, he pensado: «Cuando viva con Adán, ellos serán nuestros pequeños». Me he sentido tremendamente tonto y avergonzado al pensar en eso; formar una familia era algo que había apartado, y ya estaba convencido de que nunca pasaría, pero al tener a Adán a mi lado... Creo que ya estoy algo mayor para tener hijos, así que les toca a los gatos apechugar con mis carencias.
Cuando llego a su casa, sigo con esos pensamientos locos, y al verlo cuando entra en el coche, me quedo parado.
—¿Amor?
—¿Eh?
—¿Qué pasa? Te has quedado empanado. Te preguntaba si he hecho bien comprando los pastelitos.
—Bi-bien... Sí, es perfecto. Lo siento, es que se me ha venido algo a la cabeza y... Da igual. Lo hablamos en otro momento, que llegaremos tarde.
—Vale... Pero va todo bien, ¿verdad?
—Sí, sí. —Sonrío feliz—. Como nunca.
Adán está bastante nervioso. Se pasa todo el trayecto retorciéndose los dedos, mirando por la ventanilla, mordiéndose los labios... Y la cosa no mejora cuando llegamos y nos metemos en el ascensor.
—¿E-estoy bi-bien?
—Sí, muy guapo; pero como ya lo eres de por sí...
—¿Les gustaran los pastelitos?
—Amor, te he dicho veinte veces que sí —respondo divertido—. Tranquilo.
—Lo intento, pero...
—Ya... Bueno, estoy aquí, así que, si te hace sentir mejor, estrújame la mano y desahógate.
—Prefiero un beso.
—Lo que desees, mi vida.
Le doy lo que me pide. Despacio, saboreando cada segundo y cada milímetro de su boca. Me gusta tanto...
Adán me tiene que parar.
—Hemos llegado.
—Mm... Luego seguiremos, ¿verdad?
—Si sobrevivo...
Lo acompaño con el brazo para que salga. Llamo al timbre, y Adán me agarra la mano con fuerza, y mucha más cuando la puerta se abre. Sergey asoma, y no parece tener buena cara; evita mirarme directamente, y lo hace porque algo le preocupa.
—Ho-hola —dice Adán cortado.
—Bienvenidos —indica mi hermano, disimulando con una sonrisa cordial, pero sigue evitándome con la vista—. Es un placer conocerte al fin. —Le dice a Adán tendiéndole la mano.
—I-igualmente —responde cortado, aceptando el gesto.
—Pasad. La comida ya casi está.
Entramos. Mi madre sale de la cocina y lo veo claro, algo ha pasado.
—Masha... —susurro para mí.
—¿Eh? —Adán me mira confuso.
—Mamá, ¿qué a...?
—Sabes muy bien lo que ha pasado —interrumpe Sergey.
—Lo sient...
—No —exige mi madre tajante y con los ojos llorosos.
—¿Está bien? —Rezo al universo para que Julio cumpliera su palabra.
—Todo lo bien que puede estar después de recibir una paliza —responde mi hermano.
—Mamá, yo... —Doy un paso adelante, pero no me atrevo a más.
Ella sí se acerca, mirándome con fiereza.
—Ayer me llamaron de madrugada. Esta mañana ha despertado y me ha dicho que sólo una persona sabía su dirección.
Estoy tan tenso que no me doy ni cuenta de lo fuerte que aprieto los dedos contra mi piel, y mis puños tiemblan por el esfuerzo.
—No quería... —musito con pesar, deseando llorar.
—Como su madre, estoy tan enfadada que... —Levanta la mano, haciéndome cerrar los ojos a la espera del guantazo—. Pero como la tuya... —Se contiene y me acaricia la cara—. No puedo enfadarme contigo. Si hiciste eso, estoy segura de que fue por una buena razón.
—Quería ser libre... Lo siento...
Mi madre me abraza. Me he sentido como cuando era niño y ella me consolaba cuando lloraba por cualquier tontería. Y me acabo de dar cuenta de que no ha perdido la costumbre de darme golpecitos en la espalda con la mano mientras la otra acaricia mi nuca.
—Shh... Ya está, mi niño... —susurra con amor—. Has pagado un precio muy alto por cuidar de tu hermana y de todos nosotros. Nadie puede pedirte más, y menos ahora. Hiciste bien. Aunque te duela, aunque te castigues y te odies por ello, sé que hiciste bien. Ya es hora de que Masha se haga cargo de su vida y de las consecuencias de sus actos.
—Eh... —musita Sergey a mi lado, poniendo la mano en mi hombro—. Se acabó. Te toca vivir tu vida.
—A todo eso... —comenta mi madre, apartándose de mí—. Hoy venías a otra cosa, ¿no? —Me sonríe, tan amorosa como siempre, limpiándome la cara con el pañuelo de tela que se saca del bolsillo—. Se acabaron los malos días, mi niño. Sé feliz. Y... —Mira hacia Adán—. ¿Qué tal si me presentas a ese chico?
Miro hacia atrás. Adán parece intranquilo, y me odio por eso. Él no necesita más presión. Le tiendo la mano. Duda.
Sergey le quita la caja de pasteles de la mano. Sonriéndole amable, le da un pequeño empujón hacia mí.
—Todoestá bien, amor —le susurro, acercándolo al cogerlo de la muñeca—. Mamá,Sergey, este es Adán, mi novio. Adán... —Lo miro como si fuera un sueño y sonríofeliz de tenerlo aquí—. Mi amor, esta es mi familia.
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