Capítulo 66
Adán
Estar en el privado de Mikhail, haciendo «maldades», es demasiado excitante. Y aún lo es más estar arrodillado ante él, que se encuentra sentado en el sofá, con las piernas abiertas, el chaleco desabotonado y su deliciosa erección a la vista.
—¿Seguro que no quieres que lo haga yo? —pregunta mientras me acaricia el pelo.
Libero mi boca para responder.
—No, ¿por? ¿No te apetece?
—Claro que me apetece, pero debes estar cansado a estas horas.
—Por eso prefiero darte amor, porque un orgasmo ahora me mata. —Sonrío antes de volver a devorar su delicioso miembro.
Mikhail parece conforme. Sigue tocándome la cabellera, acompañando el vaivén de mi cabeza. Su voz escapa sutil, aguantándose los gemidos, supongo que está inquieto por si lo oyen, y eso me parece divertido y encantador.
No me entretengo, ya que ha de regresar a trabajar, algo que también agradezco, porque estoy cansado. Aunque también me sabe mal; me encantaría tener tiempo y energías para disfrutar de él.
Acaricio su pecho mientras le doy placer, mirándolo, gozando de esa cara encantadora y tan atractiva que pone cuando está disfrutando.
—Mm... Amor... Ya voy... Ya...
Clava los dedos, tirando de mi pelo, se tensa y, segundos después, siento su orgasmo llenándome, recorriendo mi garganta, haciéndome sentir pleno sólo con saber que le hecho sentir bien.
—¿Te he... hecho... daño? —pregunta con la voz entrecortada.
Niego con la cabeza mientras limpio la comisura de mis labios.
—Siempre eres delicado hasta siendo brusco. —Le sonrío encantado; su amor me hace feliz.
Me siento a su lado, dejando escapar un suspiro de agotamiento.
—Deberías ir a casa a dormir —recomienda mientras se dirige a la puerta del pequeño aseo.
—Sí, debería... —Me tumbo, encogiéndome para caber en el sofá.
Mikhail sale, colocándose bien la ropa. Su sonrisa es encantadora y muy dulce. Se acuclilla ante mí. Acaricia mi pelo y mi mejilla mientras parece recorrer cada palmo de mi cara con los ojos.
—¿Pasa algo? —pregunto, notando que el ambiente ha cambiado.
—Nada... —susurra tiernamente.
—¿Y esa cara?
—¿Qué cara?
—Esa tan encantadora... Parece que estás viendo un unicornio o algo así.
—¿Mm...? Pues no sé. Quizá es que he servido tantas copas que me he embriagado sólo con eso.
—Tonto...
—También podría ser que soy atractivo de la leche, y tú estás muy colado por mí.
—Claro, claro... Se te está subiendo que los clientes te tiren los tejos, ¿no?
Me mira más serio, diría que asustado.
—¿Lo has... visto?
—Sí. Era muy obvio que ese tío quería rollo contigo.
—¿No te... molesta? —Está inquieto, tanto como para que le cueste hablar del tirón.
—No. ¿Por?
—No sé, supongo que porque eres mi novio y otros hombres quieren llevarme al huerto.
—Mm... Pues no.
—Vale... —suspira, poniéndose en pie, apartándose.
—Te molesta.
—No.
—Sí que eres tonto —sentencio, riendo sutilmente—. No me molesta porque sé que tú me quieres. Da igual todos los tíos que se acerquen, porque me respetarás y rechazarás a todos y cada uno de ellos.
—Ya...
Me incorporo, mirándolo convencido de mis palabras. No puedo saber lo que piensa, pero me lo imagino; «Si no le afecta, es que no le importo lo suficiente», oigo con su voz en mi cabeza.
—Si quieres que diga que he sentido celos, está bien, lo reconozco. No me hace gracia, pero tampoco me voy a enfadar o amargar, porque mis celos sólo son un sentimiento, pero no es uno en el que me quiera centrar. Si dejo que mis miedos me controlen, esto no va a funcionar. Te haré preguntas, controlándote, poniendo en duda lo que sientes por mí y lo que haces cuando no estés conmigo. —Me levanto, me planto ante él y pongo las manos sobre su pecho—. No me gusta que se acerquen, temo que veas en alguien algo que te guste más de lo que yo tengo, y tengo miedo de que se repita lo mismo que con Bor...
—Vale, para, por favor. —Coge mis manos y se las lleva a los labios—. Perdona, soy idiota. Hoy estoy... No sé qué me pasa.
—Me imagino que estás nervioso por el trabajo, por tener un futuro diferente al que esperabas, por tener a un novio de pasado y presente complicados...
—Sí, debe ser...
Pongo las manos en sus mejillas y le sonrío con amor.
—Te adoro, y mucho. Habla conmigo si lo necesitas, ¿vale? Y... la próxima vez que un tío te tire los tejos delante de mí, ya me ocuparé de marcar territorio.
—¿A sí?
—Ajá... —Le robo un beso intenso antes de sonreírle con picardía—. Te comeré los morros. Ni un besito, ni un: «hola, cari», ni milongas de esas. Voy a mostrarles a todos que yo soy el que te da lo que buscas y quieres.
Vuelve a sonreír más tranquilo.
—Eres lo que no hay...
—Quizá, pero eso te encanta.
—Pues sí —susurra, acercándose a mis labios—, me encantas, y cada vez más. —Me roba un beso muy tierno, tanto como para que nos cueste separarnos.
—Deberías volver al curro, amor —digo cuando oigo risas al otro lado de la puerta.
—Mm... Sí, creo que sí, aunque...
—Deja que adivine: estás demasiado a gustito con el novio encantador y atractivo que tienes, ¿verdad?
—Creído —suelta con una risa sutil—, pero, sí, es eso.
—Bueno, consuélate pensando que tu novio estará en la barra mirando como luces culito. —Le agarro el pandero y aprieto.
—Pues no, tú te vas a casa, que tienes cara de necesitar dormir.
—Pero quiero hacerte compañía.
—No me seas niño malo, que te tendré que dar unos azotes.
—Mm... Así no me vas a convencer para ser bueno.
—Supongo que no, pero puedo no dártelos si no te vas a casa a descansar.
—Jo...
—Deja de poner morritos, que te voy a tener que comer. —Me da otro gran beso, pero después se separa, yendo hacia la puerta, abriéndola e indicándome que salga.
Volvemos cada uno a su sitio, él detrás de la barra, yo delante. Le prometo que me iré después de tomarme algo, que no vendrá de una copa, y sonríe resignado.
Mama Rose se pasa a charlar, como Amber y Zafiro, pero tienen bastante trabajo; hoy está la sala hasta los topes, así que me toca estar solo casi todo el rato, pero me da igual, tengo a Mikhail cerca y eso es suficiente.
Algún que otro cliente más le tira la caña, pero mi hombre no pica. Cada vez que se le insinúan, rechaza al «pretendiente» de turno, viniendo luego a darme un beso, diciéndome así que no tema, que él me quiere.
Acabo tomándome dos copas, así que me voy algo más tarde de lo que pretendía, pero las actuaciones también me han entretenido bastante.
—Nos vemos mañana, ¿no? —me dice Mikhail cuando le indico que me voy.
—Claro. Estaré en casa todo el día, así que puedes venir cuando quieras.
—Vale. Escribe cuando llegues.
—Lo mismo digo. Te quiero, amor.
—Yo también te quiero. Descansa.
Me voy después de darle las buenas noches y dos buenos besos.
Aunque estoy reventado cuando llego a casa, me siento ligero y feliz. Mikhail se veía bien en su nuevo trabajo, aunque nervioso. Pero sé que se irá soltando y todo le irá bien, porque es inteligente y apañado, y porque no está solo; tiene a su familia, a las tres damas y a mí.
Ya en la cama, después de mandarle el mensaje de que he llegado, me pongo a pensar en lo que vendrá mañana, recuerdo que tendré el dinero de Mikhail. Ya sólo me queda convencerlo de que me lleve a ver a Julio con él, porque tengo algo que pedirle, y espero que el dinero que le pedí de más a Amancio sea suficiente para poder pagarlo.
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