Capítulo 21

Mikhail


Es la primera vez que estoy con Adán tanto rato sin hablar. Va y viene cada vez que empieza una actuación; hace las fotos, regresa a la mesa y se sienta, pero no cruzamos palabra alguna.

He estropeado el buen ambiente que había entre los dos, aunque jamás fue mi intención; nunca me hubiera imaginado que Adán pudiera plantearse tener alguna clase de relación conmigo.

Antes, cuando he sentido su mano sobre mi rostro, he logrado controlar mis deseos por los pelos; la manera en la que me miraba... Había tanto fuego en sus ojos... Es muy atrayente, demasiado. Si no hubiera vuelto en mí, la mano no me habría bastado; habría llevado mis besos a todo lo que hubiera alcanzado de su piel.

Suspiro.

—¿Estás bien? —dice Adán, sacándome de mi mundo.

Lamento mucho que me mire con tanta preocupación; ¿cómo puedo devolver la normalidad a lo que sea que tenemos?

—Lo siento —me sale sin pensar.

—¿El qué? —pregunta descolocado.

—El haber complicado las cosas, el haber sido tan...

—Eh, no has hecho nada por lo que debas disculparte. —Me coge la mano y sonríe—. Intentemos disfrutar de la noche. Por cierto, tengo hambre, ¿qué hay para comer? Mama Rose me prometió comida, y quiero cobrarme su palabra.

Su sonrisa es tan dulce... ¿Cómo es que alguien así, tan decente, tan bueno e inteligente, acaba planteándose tener una relación con alguien como yo? Debería sentirme afortunado, pero...

—No vas a dejar de darle vueltas, ¿verdad? —pregunta paciente, con tono y gesto amable.

—Es que... no entiendo nada.

—¿Qué quieres entender?

—¿Por qué yo? ¿Qué crees que pasará si empezamos una relación? ¿Qué esperas de mí y del futuro conmigo?

—Mm... —Mira a la nada con cara de estar pensado a conciencia—. No sabría decir una razón por la cual me he fijado en ti; creo que estoy a gusto contigo, que me siento identificado, de algún modo, con esa soledad que te rodea, con ese miedo a abrirte a alguien... —Me mira y se encoge de hombros inocentemente—. Si empezamos una relación, ni sé lo que pasará ni tampoco me interesa pensar en ello; sólo espero disfrutar el momento, así que tampoco espero nada del futuro, que ya he tenido que renunciar a muchos planes.

—Ojalá pudiera ser tan... —Callo al no saber ni cómo describirlo.

—¿Simple? —dice divertido.

Me arranca una sonrisa.

—Mejor no respondo.

—¡Eh! ¿Crees que soy simple? —exclama con falsa indignación, dándome un sutil empujón.

—Lo has dicho tú —respondo, acabando por reír junto a él.

—Te libras porque tengo que levantarme otra vez —indica, dedicándome una mueca chulesca.

Adán se aleja. Lo contemplo mientras hace las fotografías; su cara de concentración hace que se vea más atractivo. Me gusta, sin más; tengo claro que me atrae, y si lo pienso más a conciencia, hasta podría decir que siento algo, ¿el qué?, aún no lo sé. ¿Puedo enamorarme de alguien después de verle unas pocas veces? Estoy muy a gusto con él, podría ser suficiente para empezar algo, ¿no?

Salgo de mis cavilaciones al sentir una mano en mi hombro; Mama Rose se ha acercado.

—¿Qué tal? —pregunta preocupada.

—Mejor. Ah, Adán quiere cobrarse la cena —apunto, deseando cambiar de tema.

—Ahora mismo os traigo lo que tengo preparado.

—Así que no tenemos ni voz ni voto, ¿eh?

—Exacto; tenemos buenos picoteos en este local, ya lo sabes, pero lo excepcional lo dejo para los VIP. —Sonríe chulesca y se aleja.

Adán vuelve y me mira curioso.

—Ahora nos traerá algo para cenar —informo, y se le ilumina la cara; «Parece que de verdad tiene hambre», pienso, creyendo que es muy hermosa su inocencia.

Se acomoda a mi lado, acercándose más que antes.

—¿Y qué hay de cena? Porque ya veo que aquí es como era en casa de mis padres; comes lo que haya —comenta contento.

—Pues es básicamente eso —respondo risueño—. De cena hay tapas frías.

—Mm... ¡Qué rico! —exclama animado.

—Ya me ha dicho que nos traerá lo que reserva para la gente VIP.

—Oh, eso me da más hambre.

Está tan cerca... Huele muy bien; desprende un aroma fresco y suave.

Me mira. Sonríe. Me escruta; parece que busca respuestas a mi expresión y a mi mirada.

Quiero besarle.

—¿Me vigilas los trastos? —pregunta, devolviéndome a la realidad, y suerte, porque quizá me habría lanzado.

—¿Eh? Sí, cla-claro.

—El baño estaba por allí, ¿no?

—Sí.

Se aleja.

—Esto no me lo esperaba —dice una voz familiar, una que me eriza el bello.

Miro a André, que me contempla con una mirada tan fría que ha logrado asustarme.

—E-está trabajando —apunto, señalando la cámara y la bolsa de Adán.

—Ya... —Sonríe con un gesto demasiado siniestro—. Creí que estabas con gripe.

Trago con nerviosismo.

—Necesitaba hacer unas gestiones personales; nunca doy esa clase de información, sólo me excuso con algo simple —digo, intentando mantenerme sereno y no mostrar inquietud.

Se inclina y apoya las manos en la mesa.

—Mañana —susurra con voz sombría—, te quiero en mi apartamento por la tarde.

—Debería mirar mi agenda.

—He investigado un poquito... Sé lo qué debes, a quién le debes y porqué lo debes. —Sonríe victorioso.

—¿Y qué? —respondo con voz queda; me ha dejado congelado.

—Si quieres acabar con tu deuda, mañana ven a mi apartamento; quiero «negociar». Adieu! —Se marcha antes de que Adán aparezca.

Siento náuseas. ¿Cómo cojones sabe de mis deudas? ¿Quién es éste desgraciado? Sé que no quiere negociar, me quiere extorsionar. Aunque... si lo pienso, ¿qué me importa que lo sepa? El problema sería que conociera mi agenda. Me presentaré sólo por saber con qué quiere salir.

—Mikhail —me llaman.

—¿Eh? —Alzo la vista y me topo con la mirada inquieta de Adán.

—Estás blanco como una pared. ¿Qué pasa?

—Na-nada —digo, intentando recobrar la calma—. Me ha surgido un problema para mañana.

—Si puedo ser de ayuda...

Se sienta, se acerca y me coge la mano.

—Gracias —susurro, apoyando la cabeza en su hombro—, pero no te preocupes, es sólo trabajo.

André me ha dejado muy mal cuerpo, y siento que necesito el calor de Adán, que me acaricia la nuca y posa su cabeza en la mía, devolviéndome el gesto.

—Sea lo que sea, aquí me tienes.

Me separo. Me pierdo en su mirada. Quiero besarle.

—Espero que os guste —exclama Mama Rose, sirviéndonos la cena y rompiendo el momento—. ¿Llego en mal momento? —pregunta sin saber qué cara poner.

—No, tranquila —respondo, acomodándome correctamente en el asiento—. Suerte que has llegado con la cena, que Adán estaba por comerse la vela de la mesa —bromeo, intentando que dejen de preocuparse.

Ambos sonríen; ella divertida, él algo avergonzado.

—Os dejo esto aquí —indica Mama Rose, apuntando la bandeja de embutidos y quesos—, pedid más si queréis, ¿vale?

Le agradecemos y se marcha.

Adán prueba el jamón, y parece que ha tenido una experiencia mística.

—¿Está bueno? —Me quedo embelesado por su expresión.

—Mm... Divino; tiene que ser caro de verdad.

Me llevo un trozo a la boca; realmente está delicioso.

—Sí que ha sacado lo bueno —comento, disfrutando del sabor—. Es de bellota, y seguro que no baja de los doscientos euros.

—¡Qué! —exclama, encogiéndose avergonzado cuando se percata de que lo miran los otros clientes—. ¿Doscientos? No puedo comerme esto.

—¿Por?

—Creí que me invitaría a algo más normal. Tendré que pagarle; no puedo aceptar...

—Respira, anda —interrumpo, intentando no echar a reír; es tan dulce...—. Mama Rose te invita, y no aceptará un no por respuesta. Disfruta de la cena y ya.

Asiente sin estar del todo convencido. Lo veo cortado, así que cojo un trozo y se lo acerco; me están dando muchas ganas de tratarlo como a un niño y pedirle que abra la boquita, pero me contengo.

Adán titubea, pero se mete en la boca el jamón. Antes de darme cuenta, me coge la muñeca y se lleva mis dedos a los labios. Me devuelve la jugada de antes, así que chupa mi piel de un modo demasiado provocativo, como la mirada que me está regalando. Me devora durante pocos segundos. Me libera, se separa y se relame.

—Te debía una —apunta antes de prestar atención a la comida.

Me ha dejado claro que no he de bajar la guardia, y que es más atrevido y erótico de lo que aparenta. Siento mucho calor, tanto que no baja ni con el frío de la tónica con hielo a la cual le he dado un trago. Hacía años que no me excitaba de ese modo; el sexo es el pan de cada día, pero la atracción hacia alguien que me gusta de verdad... Ni recuerdo los años que hacía que me sentía así.

Ahora me invade una duda: ¿qué pasará cuando salgamos de aquí?

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