Prólogo
Im Nayeon jamás llegaba tarde al trabajo.
Siempre podía encontrársela entrando a tiempo en Moonlight Tattoos con un suéter de cuello alto, ajustados pantalones que marcaban su figura, tenis viejos y una coleta que dejaba al descubierto su largo cuello. No le gustaba llamar la atención, eso estaba claro, y tenía buenas razones para ello.
— ¡Buenos días, Nay! — La saludó un hombre bastante alto y castaño en cuánto la vio llegar.
Era el recepcionista del estudio, quien tenía un hermoso sol tatuado en la base del cuello y un ángel con rostro de mujer cubriendo todo su brazo, ambas obras de Nayeon. Además, su ceja derecha y su labio estaban perforados.
— Buen día, Daniel — Respondió con una sonrisa al encontrarse con sus ojos avellana— . Jihyo estaba llamándote. Quiere saber si irás con ella a cenar esta noche.
Jihyo era una de las muchas hermanas adoptivas que Nayeon tenía, la novia de Daniel y el rostro del ángel.
— Por supuesto — Asintió con una sonrisa— ... Jamás me perdería una cena con ella.
Luego de esta corta conversación la chica fue a su área de trabajo, deteniéndose antes para saludar a Namjoon, jefe y dueño del local, y a sus demás compañeros.
De haberte acercado al área de Im Nayeon no habrías encontrado nada fuera de lo común para una tatuadora. La pared estaba repleta de grafitis de colores metalizados y llamas alrededor que citaban su frase favorita de Matar a un Ruiseñor, y pequeñas personas caricaturizadas — entre ellos sus artistas favoritos y sus familiares— jugaban entre las letras. En la otra pared, casi con demasiado orden, se hallaban diversos afiches de bandas de rock y metal que, sinceramente, no escuchaba.
Como dije, nada fuera de lo común.
Durante las tres primeras horas el lugar estuvo tranquilo y Nayeon sólo hizo un par de pequeños tatuajes con grandes significados. Como siempre, se sintió orgullosa de ellos.
...Y entonces ella llegó, lista para cambiar su vida, aunque en un primer momento ninguna de las dos lo notó.
La campanilla de la puerta principal alertó a todos de que alguien había entrado, pero solo Nayeon volteó a mirar.
Ella llevaba pantalones ajustados, botas altas, una chaqueta de cuero abrochada hasta el cuello y un beanie, todo de color negro. Sus ojos estaban cubiertos por gafas de sol, sus labios eran decorados por un intimidante color oscuro y sus perfectas facciones sobre una tersa piel pálida no demostraban más que seriedad.
Nayeon sonrió mientras rodaba los ojos.
Seguramente ella sería una de esas extravagantes clientas que pedían enormes calaveras en sus espaldas, o feroces y malignas serpientes enroscándose por su pierna y ascendiendo hasta devorar uno de sus pechos.
Sin poder quitarle la mirada de encima ni un segundo sus ojos la siguieron hacia el mostrador.
Tenía un andar elegante, decidido, y su cabeza siempre se mantenía en alto, como si viviera sola en el mundo y las oportunidades de tropezarse fueran nulas.
Era guapa. Muy guapa. Nayeon podía darse cuenta de esto a la distancia.
Sus facciones esculpidas, sus labios carmesí dibujando una fina línea, la forma en la que hizo su cabello castaño a un lado al caminar... Sin duda era una mujer por la que cualquiera perdería el aliento.
Sus manos pasaban las páginas de los folios con delicadeza y observaba cada diseño un par de segundos, juzgándolos tras sus gafas con los labios apretados. Poco a poco parecía descartar a cada tatuador del local.
Y, al final, solo quedó un folio.
Nayeon se acercó a la chica rápidamente. Su andar, al contrario que el de ella, era torpe y constantemente solía tropezar con las cosas a su alrededor. En esa oportunidad casi chocó contra ella cuando sus pies se enredaron, pero la misteriosa mujer no pareció darse cuenta de esto.
— Buen día — Saludó tímidamente. Tal vez estaba demasiado cerca, tan cerca como para deducir que ella tendría más o menos su edad y aspirar su atrayente olor, pero no se atrevía a moverse.
— Buen día — Saludó con voz profunda, y algo que parecía ser desagrado acompañaba sus palabras. No volteó siquiera a mirarla.
Era obvio que no la quería allí.
— Si me permite ayudarla — Le dijo amablemente con una cálida sonrisa en el rostro— , tal vez Yuqi, la dueña de aquel folio, podría ser una buena elección ¿No es cierto, Daniel?
No es como si Nayeon no quisiera tatuarla, pues lo habría hecho con gusto, pero ella pensaba que sus tatuajes no eran lo suficientemente buenos como para adornar la perfecta piel de aquella maravillosa nueva clienta.
Además, no estaba acostumbrada a tatuar diseños escalofriantes.
— Tiene razón. Yuqi tiene buenos diseños y...
— Sus dibujos no son lo que buscó, en realidad — Confesó mientras abría el folio de Nayeon lentamente, como si temiera romperlo, y comenzaba a observar cada uno de sus trabajos expuestos. Muchos eran tatuajes pequeños, delicados, y muy pocos tenían la perversidad y tamaño suficiente que la joven probablemente estaba buscando.
— ¿Y qué tal Soyeon? Es la dueña de aquel folio y puede... — Intentó insistir.
— No, gracias. Descarté sus dibujos cuando abrí el folio.
¿Los había descartado?
Nayeon se sorprendió ante esto, pues los diseños de Soyen eran, sin duda alguna, los más escalofriantes de la tienda. Si alguien quería un diseño realmente maligno, como tal vez lo deseaba esa chica, la escogían a ella sin pestañear.
— ¿Por qué no...?
— Me gusta este folio — Le dijo ella a Daniel, ignorándola completamente. En sus labios se dibujó una leve sonrisa que en un milisegundo desapareció— . Quiero que su dueño haga mi tatuaje.
— Bien — Sonrió, y la tatuadora quiso abofetearlo— ... Nayeon, ella es Yoo Jeongyeon. Vas a tatuarla.
La joven de inmediato se dio media vuelta. Estaba cruzada de brazos y una de sus perfectas cejas se elevó, cuestionándola.
La tatuadora casi perdió el aliento. Era incluso mucho más hermosa frente a frente; también mucho más intimidante. Lentamente se quitó las gafas de sol, revelando de esta forma los ojos cafés más hermosos y fríos que jamás había visto en su vida, los cuales estudiaron su cuerpo detenidamente.
« Debiste enfermarte hoy, Im » Pensó « Ahora ella saldrá de la tienda con un tatuaje demasiado adorable, se quejará y perderás tu trabajo. ¡A eso le llamo suerte! »
— Es un gusto conocerte, Nayeon — Dijo extendiendo una de sus manos, la cual Im estrechó nerviosamente. Su tacto era cálido, casi acogedor, y sus manos la sujetaban con firmeza, como si realmente estuviese deseando hacerlo.
— El gusto es mío, Señorita Yoo... ¿Le importaría acompañarme? — Intentó sonar segura, pero el temblor en su voz fue inevitable.
¿Cómo iba a dibujar un demonio lo suficientemente malvado como para que la chica de negro se sintiera a gusto con él? Las cosas oscuras no eran su especialidad. Ella era más de tatuajes sutiles y delicados, de esos que los padres hacen en honor a su hijo recién nacido.
— Será un placer — Susurró con una pequeña sonrisa que de inmediato se esfumó. La rubia simplemente devolvió el gesto y la llevó hasta su puesto mientras se limpiaba las manos sudorosas en el pantalón.
— Puede sentarse si quiere — Indicó amablemente, señalando así la silla de cuero negro ubicada a un lado de su mesa de trabajo. Jeongyeon se negó ante la oferta y decidió acercarse a su pared, pero no a esa repleta de afiches, sino a la de los divertidos dibujos— ... ¿Qué desea tatuarse, Señorita Yoo?
— Es una bonita pared, Nayeon — No sabía si ofenderse ante su descarada forma de ignorarla o halagada por sus palabras, así que solo sonrió levemente— . "Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final pase lo que pase" — Leyó con paciencia, casi saboreando cada letra— Matar a un ruiseñor. No está entre mis favoritos, pero si ese es tu preferido y ésta es tu pared supongo que no puedo juzgarte por ello.
— ¿Cómo sabes que es mi favorito?
— ¿Por qué tendrías esa frase en tu pared si no lo fuera? — La cuestionó con las cejas elevadas— Tampoco tendrías a One Direction e IU jugando entre las letras si no los escucharas.
Nayeon se sorprendió de nuevo. Nadie jamás había detallado su grafiti con tanta exactitud como para darse cuenta de quienes se balanceaban entre las letras, ni mucho menos habían examinado la frase para darse cuenta de que pertenecía a la obra de Harper Lee.
— ¿Puedo saber quiénes son los demás? Sinceramente no conozco a ninguna de estas otras bandas...
— Son mis hermanos — Respondió con rapidez.
— ¿En serio? — Su voz le decía que estaba sorprendida, pero su rostro se mantenía completamente inexpresivo— ... Son muchos.
— Son diez — Confesó— , pero solo Dahyun, la que está sentada sobre la tercera palabra, es mi hermana biológica... Los demás son mis hermanos adoptivos.
— Bien — Aceptó con indiferencia. Su explicación claramente no le había importado, y ¿Por qué tendría que hacerlo de todos modos? Nayeon era una simple tatuadora— . Ahora, pasando a mi tatuaje...
« Esperaba que te olvidaras de esa serpiente al entrar aquí » Quiso decirle, pero se mordió la lengua.
— Quiero una libélula en la parte trasera de mi cuello — Le dijo en un susurro mientras tomaba asiento. Tal vez ya se había cansado de ver los dibujos en la pared, que eran muy adorables para ella, la posible ama del mal— ... Ya sabes, no es nada muy complicado.
« Nada muy complicado hasta que pides fuego y que la libélula se engulla a sí misma. »
— ¿Algo más? — Intentó no parecer nerviosa, pero su voz la traicionó al quebrarse.
— Oh, sí, hay algo más...
« Quiere fuego. Maldad. Terror. Ojos rojos y la mano del diablo aplastando al pobre animal, tal vez. Con personas como ella no sabes qué tipo de atrocidad esperar »
— Tiene que ser verde.
— ¿Es tu primer tatuaje? — Preguntó a Jeongyeon, quien había dejado escapar un gemido mientras daba en ligero salto cuando la aguja la tocó por primera vez. Típico de principiante.
La mujer asintió.
— Pasará rápido, lo prometo — Le aseguró con una sonrisa tranquilizadora que de nada servía, pues la mujer no podía verla desde su posición— ... Algunas personas suelen hablar mientras los tatúo. Las ayuda a distraerse — Susurró en modo de consejo, trazando así líneas de tinta negra sobre el perfecto cuello pálido de la chica.
— Bien — Aceptó cruzándose de brazos— . ¿De qué debería hablar?
— No lo sé — Respondió encogiéndose en hombros— , tal vez de la razón por la cual te haces este tatuaje. Es lo típico.
Se hizo silencio durante unos momentos, y solo se escuchó el clásico zumbido de la máquina de tatuajes mientras la misteriosa mujer parecía pensar en cada una de las palabras que dijo a continuación.
— Es por mi abuela — Confesó en voz baja y afligida. Por primera vez se escuchaba como una persona, esas que son capaces de sentir— : Tenía cáncer. Los doctores dicen que vivió más de lo que esperaban — Contó con melancolía. Para Nayeon, que era aficionada a los libros juveniles, fue difícil no llorar ante el tono afligido de una chica que podría haber sido con facilidad la peor de todas las villanas.
— ¿Y por qué la libélula?
Muchos simplemente se habrían tatuado su nombre con una bonita caligrafía.
— Me recuerdan a ella — Explicó antes de llevar una mano a su rostro, la rubia notando de inmediato que estaba llorando.
— ¿Necesitas un pañuelo? — Ofreció de inmediato, deteniéndose unos instantes para comprobar que la chica estuviese bien.
— No — Se negó bruscamente— ... Lo siento — Suspiró— , no soy de esas chicas que suelen llorar.
Era algo que se imaginaba.
— Cuando era pequeña solíamos ver las libélulas juntas. Mamá y papá siempre estaban trabajando, así que pasaba mis tardes con ella... Fue ella quien me enseñó a hablar y caminar, también a mirar las libélulas. Fue ella quien me enseñó a ver la belleza de las cosas más pequeñas — Relató lentamente, deteniéndose de vez en cuando para intentar deshacer el nudo de su garganta— . Cada vez que veo una libélula solo puedo recordar la última cosa que me pidió y no pude cumplir: Verlas una vez más a través de la ventana de su habitación — Suspiró— ... Llegué demasiado tarde.
— Lamento tu perdida — Susurró la tatuadora. Lo decía de corazón— . Estoy segura de que fue una gran persona.
— La mejor. Supongo que las abuelas siempre lo son...
— No siempre — Negó al instante— ... Solo vi a mi abuela biológica una vez, y estaba tan drogada que pensó que yo era un espía del gobierno. Comenzó a insultarme y me hizo dormir fuera de la casa. Yo tenía cuatro años.
La chica de la chaqueta no dijo nada por unos minutos.
— ¿Y qué hay de tus padres, Nay?... Tus padres biológicos — Tal vez Jeongyeon ya no quería hablar de abuelas.
— Eran unos idiotas — Fue todo lo que dijo. Odiaba hablar sobre ellos, y más aun con desconocidas— . Tengo suerte de que Kazumi y Akira me adoptaran.
— Supongo que eso es bueno — Suspiró casi como si estuviera aburrida de escucharla— ... ¿Qué hay de tus tatuajes? No creo que seas una chica de calaveras y serpientes, pero uno siempre puede llegar a sorprenderse.
De inmediato Im se tensó.
Allí estaba el tema que siempre intentaba evitar con sus clientes. Allí estaba la razón por la cual siempre cubría sus brazos, incluso si se encontraba fuera del estudio.
Im Nayeon no tenía ninguno.
No los odiaba. ¡Era tatuadora, por todos los cielos! No había forma de que no le parecieran maravillosos.
Simplemente, pensaba, aún no había llegado el momento.
— No me gusta hablar de ellos — Murmuró con incomodidad.
— ¿Realmente son tan malos? — Se burló.
— ¡Por supuesto que no!
¿Cómo puede ser malo algo que no tienes?
— ¿Entonces por qué no me los muestras? ¿Te tatuaste algún pene o algo por el estilo?
Nayeon rio de inmediato.
— ¿En serio acabas de preguntarme eso? — Sus palabras salieron junto con una risa nerviosa y un tono asqueado que no pudo evitar.
— Puedo repetirlo si quieres — Aunque todo parecía ser una broma la chica castaña no sonreía ni nada por el estilo, lo que le hizo saber a la tatuadora de que todo aquello iba muy en serio.
— Yo no... — Balbuceó completamente nerviosa. Mientras se sonrojaba siguió trazando el tatuaje de aquella mujer para distraerse, pero teniendo a Jeongyeon cerca era imposible hacerlo.
— Tal vez una vagina — Sugirió con un bostezo, como aburrida de la conversación— . Es lo que yo me tatuaría si estuviese completamente demente — Le aseguró.
— Yo...
— No es tan difícil, Nay: ¿Penes o vaginas?... Según mi madre yo debería elegir lo primero, pero mi heterosexualidad murió en mil novecientos noventa y seis. Dicen que la ahogo mi cordón umbilical.
Jeongyeon era algo atrevida, tal vez demasiado, pero sus comentarios tenían cierto toque de un humor que particularmente Nayeon no podía ignorar.
— Pensé que querías hablar de mis tatuajes, no sobre penes y vaginas — Dijo entre risas.
— ¿Vas a enseñármelos?
Nayeon lo pensó unos momentos, y luego recordó que no había nada que enseñar.
— No sería... lo correcto — Murmuró con nerviosismo.
Namjoon la había contratado porque era realmente buena en el arte de los tatuajes, pero los clientes podían dudar de su talento si descubrían que su piel no tenía ni un mínimo rastro de tinta. "Un tatuador sin tatuajes es como una prostituta virgen" decían, y Nayeon no iba a mandar todo su trabajo a la basura por un par de comentarios incómodos.
— Bien, Nayeon... ¿Algo viene después o te concibió un ángel?
— Soy una Hirai según mi pasaporte. Una Im según mi sangre, y según yo, porque así suena mejor.
— Bien, Im Nayeon, ahora Hirai, ya que no quieres mostrarme tus tatuajes hablaremos de vaginas.
La castaña estuvo los siguientes minutos hablando sobre la anatomía femenina sin censura alguna. Nayeon intentaba ignorarla y prestar atención a su obra, pero cuando ya casi parecía lograrlo Jeongyeon le hacía alguna pregunta incomoda que se veía obligada a responder.
No era como si a Nayeon no le interesara el tema, en realidad le interesaba mucho, pero no por esta razón quería involucrarse en conversaciones tan pasadas de tono.
Fue por ello que suspiró y sonrió cuando, finalmente, dio por terminada su obra.
— Está listo — Anunció con felicidad. Se tomó unos segundos para apreciar la libélula, y esperó que fuese lo suficientemente verde y bonita como para que a Jeongyeon, amante de las vaginas, le gustara.
Im Nayeon estaba acostumbrada a ver a sus clientes llorar. Enormes jefes de pandillas soltaban grandes chillidos al tatuarse pequeños corazones con el nombre de sus madres, y las mujeres de negocios arruinaban sus maquillajes con unas cuantas marcas.
Fue por esto que no se sorprendió al sentir los brazos de Jeongyeon envolverse alrededor de su cuerpo mientras lágrimas de auténtico agradecimiento salían de sus ojos, pero si al darse cuenta de que parecía ser el primer momento desde la partida de su abuela que demostraba su dolor.
Cuando Nayeon le devolvió el abrazo, intentando decirle que todo estaba bien, ella se apartó bruscamente mientras limpiaba sus lágrimas.
— Gracias — Le susurró en tono que pretendía ocultar su evidente tristeza, pero, aun así, demostrar lo agradecida que se sentía por el tatuaje, o el abrazo, o tal vez ambos.
Nayeon simplemente le sonrió con cortesía y comenzó a cubrir su tatuaje, entregándole en silencio las instrucciones para cuidado del mismo.
Cuando salió del local los ojos de aquella chica volvían a estar cubiertos por gafas de sol y caminaba como si fuese la única persona viva en el mundo. Nada parecía haber ocurrido allí dentro. No parecía haber perdido a su abuela, ni haber llorado sobre el hombro de Nayeon.
Cuando Yoo Jeongyeon salió de Moonlight Tattoos seguía siendo la chica de voz neutra y facciones imperturbables.
Nayeon no la volvió a ver hasta dos meses después.
Si, ya sé que me desaparecí una semana entera pero vean, estoy adaptando mi trauma cinematográfico al 2Yeon. Lo pensaba subir en Mayo, pero bueno, impaciencia.
Espero que les guste <3.
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