22

Al octavo mes ella se destruyó.

El cambio había sido tan sutil, tan lento, que Nayeon no había logrado notar lo grave que era. Nadie, en realidad, fue capaz de darse cuenta.

Los lentes de sol, el beanie, la chaqueta, las vendas en sus muñecas, el uso de colores, los zapatos en sus preciados pies, la posición de la mesa en la cual se sentaban... Detalles tan pequeños que pueden parecer insignificantes, pero que definitivamente marcaron una gran diferencia en la pintora.

El día inició como lo hacía desde el mes anterior: con Nayeon entre los brazos de Jeongyeon.

—Hora de despertar, Yeonnie.

Lentos besos tiernos descendían por su espalda desnuda, y con un suspiro adormilado intentó mantener los ojos cerrados para disfrutar más de aquel momento.

—Sé que estás despierta, amor. Eres terrible actuando.

Una sonrisa se dibujó en sus labios al escuchar aquel cariñoso tono de voz.

—Aún es muy temprano —Se quejó al entreabrir los ojos. Una cortina de sueño aun la recubría, y cada segundo sus ojos amenazaban con volver a cerrarse.

—Lo sé, pero tuve un sueño interesante que me encantaría recrear junto a ti.

—Si ese sueño no involucraba el dormir juntas en esta cama no quiero siquiera saber que existió.

—Involucraba cosas mucho más interesantes que dormir en esta cama, lo juro —Insistió la pintora antes de comenzar a trazar patrones en las desnudas piernas de la tatuadora, quien comenzaba a sentir ese placentero cosquilleo en el vientre.

Sus toques se sentían como pinceladas sobre su piel, y eran tan sensuales como artísticos.

Aun así, su mente amenazaba con regresarla nuevamente al mundo de los sueños. Sus parpados pesaban tanto como el deseo que le recorría el cuerpo en ese momento.

« A la mierda » Pensó con un bostezo « Podemos recrear esa escena más tarde »

—Déjame dormir un poco más, Jeongie. Tengo que trabajar hoy.

—Yeonnie... —Se quejó.

Sus palabras estaban llenas de necesidad.

—Si tan desesperada estás puedes ver porno y divertirte un poco contigo misma. No voy a molestarme por eso.

—Yo no quiero ver porno, Yeonnie. No me gusta.

—¡Claro que sí! Eres una amante de las vaginas, ¿no?... ¡Busca un par de fotos!

—No soy una amante de las vaginas —Se quejó con cierta frustración.

Aun con los ojos cerrados, Nayeon supo que la castaña estaba haciendo un adorable puchero.

—Realmente espero que eso sea una broma. La última vez que me miré al espejo no había nada más allí abajo.

Jeongyeon se rió de ella, y solo con este sonido la tatuadora habría cedido ante todas sus peticiones.

—Solo soy amante de una vagina, Yeonnie. La tuya.

Sus palabras le habrían resultado graciosas de no ser por la traviesa mano que se escabulló entre sus piernas para hacerla gemir.

—Está bien, tú ganas. Pero que sea algo rápido. Quiero dormir de nuevo.

Jeongyeon sonrió antes de besarla, y afirmó entre suspiros que nunca se había sentido tan viva.

El día fue bastante normal. Tatuajes, pinturas y situaciones comunes se hicieron presentes.

Nada anunciaba el desastre que se acercaba.

Ya cuando Moonlight Tattoos había cerrado, Jeongyeon y Nayeon seguían allí. Tenían varios botes de pintura entre manos, y la pared esperaba pacientemente un pequeño cambio. Ambas sonreían al pensar en el resultado.

—"Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final pase lo que pase" —Leyó la pintora con un suspiro.

Había algo en esa frase que parecía conmoverla ese día más de lo habitual.

—¿Estás bien, Jeongie?

Nayeon esperaba, nunca rindiéndose, que ella algún día le respondiera.

—Si. Es solo que... ¿Realmente quieres que pinte en tu pared?

—Por supuesto —Asintió la tatuadora con una sonrisa—. Allí retrato a las personas más importantes en mi vida, y tú eres una de ellas. Sería un honor que nuestro amor estuviera allí también.

Jeongyeon suspiró antes de besarle la frente. Estaba callada, tal vez demasiado, pero Nayeon pensó que solo se estaba concentrando.

Jeongyeon pintó en aquella pared un unicornio y un dragón que se besaban con amor verdadero, tal y como ellas lo hacían. Sus trazos eran delicados, cariñosos, casi melancólicos. El resultado fue maravilloso, artístico, sublime.

Y doloroso.

—Somos nosotras, Yeonnie.

Lo fueron.

Hicieron el amor esa noche.

Jeongyeon gimió contra el cuello de Nayeon, la tatuadora enterró sus uñas en la pálida espalda de su novia, los chirridos de la cama despertaron al vecino de la planta inferior, el orgasmo de la rubia rebotó contra las paredes y un casto beso finalizó todo de forma perfecta.

Fue una buena noche. Una buena última noche.

—Te amo —Susurró Nayeon al recostarse contra el pecho de Jeongyeon.

Los latidos de su corazón, en ese momento, tocaban la más romántica melodía del amor.

—Lo sé —Admitió—. Y yo te amo a ti.

—Lo sé —Imitó.

Y la risa de Jeongyeon rebotando contra su frente mientras se dedicaba a plantar un beso allí se sintió como el mismísimo paraíso.

—¿Recuerdas el día en el que vine a tu departamento por primera vez? —Preguntó Nayeon luego de unos momentos.

—¿Hablas de la vez en la que me desnudé?

Nayeon rió y golpeó su hombro juguetonamente. Sí, se refería exactamente a ese glorioso día.

—Te di mi abrigo esa vez... ¿Aún lo recuerdas?

La pintora respondió con un susurro avergonzado.

—Por supuesto. Me abrazo a él cuando no te quedas a dormir conmigo.

La tatuadora pellizco su mejilla en cuanto la escuchó. Amaba saber que, cuando estaba a su lado, una persona tan ruda se permitía ser completamente adorable.

—Me alegra haberte dado mi abrigo ese día —Aceptó con un suspiro—. Me alegra porque ahora mi abrigo es tu abrigo... Y tú eres el mío.

Y, como Jeongyeon era su abrigo, las próximas noches de Nayeon serían frías.

Jeongyeon no apareció el día siguiente, ni el siguiente, ni el que vino después de ese.

Tampoco contestó sus llamadas o respondió sus mensajes. No le abrió las puertas de su departamento y no llegó al mediodía a Moonlight Tattoos.

Nayeon no cenó sushi. Nayeon no durmió en el departamento.

... Al octavo día, Momo y Chaeyoung hablaron con ella.

—¿Sucedió algo con Jeongyeon, Nay? —Interrogó Momo sutilmente.

El estado de Nayeon realmente debía de ser trágico si Momo estaba hablando con tanta cautela.

—Yo... —Pero las palabras se atascaron en su garganta y los ojos se le humedecieron.

—Llegas temprano a casa, no has vuelto a mirar tu móvil por más de dos minutos, no sales, no sonríes como antes —Enumeró Chaeyoung, quien la conocía bien—... Incluso has llegado tarde al trabajo tres días seguidos.

La chica suspiró. El aire la quemaba por dentro.

—No me llama, no responde mis mensajes, no da señales de vida. No la he visto siquiera, Chae, y realmente me preocupa.

La desesperación acompañaba su voz quebrada.

—¿Tuvieron alguna discusión?

—No —Se negó de inmediato—. En realidad, la última vez que estuvimos juntas todo fue perfecto.

—Para ti.

Sus palabras la obligaron a detenerse unos minutos para mirarla fijamente a los ojos.

—¿Qué quieres decir con eso, Chae?

Chaeyoung simplemente se sentó a su lado y tomó una de sus manos.

—¿Estás segura de que la vida es perfecta para ella?

La volvió a ver el décimo día.

Moonlight Tattoos estaba vacío, casi desértico, y fue un milagro que la campanilla de entrada se escuchara. También fue un milagro que, al voltear, Nayeon descubriera l amor de su vida entrando a aquella tienda.

Jeongyeon volvía a vestir completamente de negro, pero la ropa que llevaba era demasiado ancha para ella. Se veía desarreglada. Los lentes de sol habían regresado a sus ojos, pero ni ellos eran capaces de esconder sus enormes ojeras. El beanie estaba allí, pero mal colocado. La chaqueta que estaba usando era demasiado vieja y comenzaba a desgastarse. Sus zapatos se veían sucios.

La pintora ya no caminaba erguida y con la mirada en alto, como si nadie pudiese alcanzar su perfección. Ahora se encorvaba con las manos en los bolsillos. Sus ojos no se lejaban del suelo.

Verla en ese estado fue como sentir un torbellino de tristeza atacando su corazón.

Sin siquiera pensarlo, corrió hacia ella y la abrazó. Lo hizo porque la había extrañado, porque había estado preocupada, porque aun lo estaba.

Jeongyeon no le correspondió.

—¿Recuerdas la libélula colorida y hermosa que te pedí dibujar, Yeonnie? —Su voz se escuchaba tan baja. Tan rota. Tan poco... de Jeongyeon.

—Por supuesto que sí, Jeongie.

—Necesito que me la tatúes ahora.

No hablaron mientras Nayeon la tatuaba.

No hubo chistes ni comentarios. No hubo miradas ni insinuaciones.

—Solo queda espacio para una libélula más, Nayeon —Le notificó al finalizar, y, por primera vez en la vida, se sintió mal con sus propias obras.

En medio del silencio, pensó en el año que la pintora había vivido. En poco tiempo había perdido más personas que ella en toda su vida, y eso sí que era deprimente.

Suspiró.

¿Cuántos sentimientos desgarradores se habría guardado con el pasar de los días, de las semanas, de los meses?

—Entonces la próxima será la última —Murmuró la triste pintora—... Una persona no puede vivir con tantas libélulas en la espalda.

—No digas eso —Suplicó la rubia mientras cerraba los ojos.

No quería perderla, y mucho menos sabiendo que todo ese tiempo había tenido la oportunidad de ayudarla.

Ahora que la veía atentamente podía darse cuenta de todas las cosas que Jeongyeon había perdido. Todo sucedió tan lentamente que los cambios pasaron desapercibidos y, ahora que se daba cuenta, parecía ser demasiado tarde.

Con tristeza deseó que Jeongyeon, al menos una vez, le hubiese contado como se sentía.

Deseó que Jeongyeon hubiese confiado en ella lo suficiente.

—Yeonnie...

—Por favor, Jeongyeon. Odio pensar en un mundo donde tú no estés —Confesó con tristeza. Estaba cansada de todo eso. Estaba cansada de verla sufrir— ¿Qué es una vida sin ti, Jeongyeon?

Yoo le regaló una risita amarga.

—Es como el jugo de la cajita, que es solo jugo... Una vida sin mí es solo vida.

Nayeon cubrió el tatuaje mientras apretaba los dientes.

Quería gritarle y golpearle. Quería gritarle y golpearle por haber pensado en marcharse. Quería gritarle y golpearle porque la amaba, porque estaba frustrada, porque no quería verla sufrir, porque estaba cansada de hacer siempre la misma pregunta sin obtener respuesta alguna.

—Me estoy perdiendo, Yeonnie —Murmuró la pintora mientras se colocaba la camiseta y la chaqueta muy lentamente.

—Jeongyeon...

—Lamento haberte metido en esto. En mi vida, en mi sufrimiento, en mi corazón.

—No te preocupes. Haremos algo. Estarás de regreso muy pronto, amor. Yo...

Había un nudo en su garganta. En esos momentos solo quería llorar.

—No es tu responsabilidad el ir a encontrarme, Yeonnie. Solo yo sé dónde
estoy.

Y, sin decir más, se levantó y comenzó a irse.

Sin un beso.

Sin un abrazo.

Sin un "te amo".

Y ella, Im Nayeon, no tenía la fuerza necesaria para seguirla. De repente, las había perdido todas.

—Jeongie... —La llamó débilmente antes de que atravesara las puertas del local— ¿Quién murió ahora?

Nayeon no supo si los ojos de la castaña se humedecieron, pues aun llevaba de las gafas de sol, pero pudo percibir el gran esfuerzo que la pintora estaba haciendo por no llorar.

—Mi madre, Yeonnie —Contestó de inmediato, y su voz estaba tan rota como el corazón de la tatuadora—... Ella se ha ido.

Nayeon pensó que no la vería más, pero se equivocaba.

La lluvia torrencial azotaba las ventanas de su hogar mientras una tristeza la invadía. Pensaba en Jeongyeon constantemente, en su sonrisa sincera, en sus momentos felices, en sus toques seguros.

Se preguntaba si algún día regresaría.

—¿Nabong?

La voz de Dahyun le hizo dar un diminuto salto de sorpresa en aquella cama que, en los últimos días, había sido su más fiel compañera.

—Ella está aquí, Nabong.

—¿Ella?

—Jeongyeon está aquí —Aclaró con cautela—... Pero no parece Jeongyeon.

Jeongyeon estaba sentada en el sillón de su humilde casa sin ningún tipo de clase. Una manta envolvía sus hombros y una taza de chocolate caliente completamente llena descansaba sobre sus manos temblorosas. El cabello le goteaba, al igual que la holgada ropa negra, y tenía pequeñas gotitas de agua en el rostro, las cuales se fundían con sus lágrimas silenciosas.

Su corazón latió dolorosamente contra su pecho, y sintió tantas ganas de llorar que tuvo que morder su labio para evitarlo.

—Jeongie —Jadeó al verla tan destrozada.

Y la pintora simplemente la miró, dejó su chocolate caliente a un lado y se lanzó a sus brazos. Nayeon le correspondió sin importarle el agua de la lluvia. Nayeon le correspondió porque quería decirle que estaba allí.

Porque siempre lo había estado.

Porque Jeongyeon aun no parecía creerlo.

Nayeon le correspondió porque la amaba.

Kazumi intentó hablar con Jeongyeon. Akira intentó hablar con Jeongyeon. Chaeyoung intentó hablar con Jeongyeon.

Momo...

Nayeon...

Incluso Dahyun.

Nada funcionó.

—¿Quieres quedarte esta noche, Jeongyeon? —Preguntó Kazumi con cierta cautela.

No es algo que una madre suele ofrecer a la novia de su hija, al menos no una madre como Kazumi, así que Jeongyeon realmente debía de estar destrozada.

Nayeon entristeció al pensar que Kazumi había tenido el honor de conocerla solo cuando toda su magia parecía haberse marchado.

La joven aceptó con un leve movimiento de cabeza.

—Momo o Nayeon pueden prestarte algún pijama. Puedes cambiarte en el baño —La voz de su madre era cautelosa. Casi parecía creer que las vibraciones de su voz eran capaces de quebrarla—... Y creo que deberías colocarte una venda en las muñecas.

Nayeon abrió mucho los ojos y bajó la mirada. Fue esa la primera vez desde que todo había comenzado que podía observar sus muñecas destrozadas.

En ellas no había dos heridas, tal y como siempre lo había creído. En realidad, más de una docena de cortes podían apreciarse en su perfecta piel enrojecida.

Cortes sutiles. Cortes profundos. Cortes perfectos. Cortes irregulares.

Todo tipo de cortes.

Se preguntó qué tan grande era su sufrimiento como para pasar por alto algo tan aterrador como eso.

—Lamento haberte mentido, Yeonnie.

Y la frase le dolió a ambas.

Nayeon le prestó un pijama, y Jeongyeon realmente debía de sentirse terrible. Ningún comentario escapó de sus labios.

Ni un chiste, ni un ruido despectivo, ni un suspiro de emoción. Nada.

Con cautela le limpió las heridas mientras ella gemía de dolor, y se permitió derramar tristes lágrimas que la pintora nunca limpió.

Entonces, ignorando completamente la presencia de la mujer que en esos momentos más la amaba, Jeongyeon se acercó a un espejo cercano con los ojos increíblemente cristalizados.

—Sigues aquí, Jeongyeon —Se habló a si misma—... No te vayas.

Invitó a la pintora a dormir a su lado. Ella no se negó. Ocupó un espacio sobre su pecho, y suspiraba como si los latidos de una tatuadora de corazón roto fuesen capaces de tranquilizarla en un momento como aquel.

Esa triste noche se dejó abrazar por Jeongyeon, y permitió que sus dedos se entrelazaran. Le permitió enterrar su cabeza en su cuello y sollozar contra su piel. Le permitió besar su rostro y derramar lágrimas en su frente.

Le permitió tantas cosas...

Se durmió solo cuando escuchó los leves ronquidos de Jeongyeon, que incluso en sueños parecía alterada.

Al despertar ella ya no estaba.

Jeongyeon dejó un corazón roto, y también una carta.

"Para mi tatuadora sin tatuajes:

No voy a comenzar esta carta con un saludo emotivo. No tengo ánimos para eso.

Tal vez te preguntes por qué te he escrito esto, por qué no fui capaz de darte un discurso mientras te miraba a los ojos.

Supongo que ya no tengo el valor.

Aun así, aunque yo ya no tenga el valor, debo decirte con mi letra temblorosa que fue increíble conocerte, Yeonnie. Fue increíble amarte. Fue increíble cada cosa que pasamos juntas... Pero estoy destrozada, y no quiero destrozarte a ti también.

Prefiero alejarme antes de causar más daños. Prefiero alejarme aunque duela, porque no quiero que te duela a ti también. No demasiado.

Jamás imaginé que me enamoraría, y mucho menos de la maravillosa tatuadora sin tatuajes. Pero pasó, y no me arrepiento de nada.

Como escribió Harper Lee: « Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final pase lo que pase... » ¿Recuerdas esa frase, Yeonnie? Seguro lo haces. Es tu favorita.

Desde el primer día en el que la vi decorando tu pared supe que sería especial para mí, para ti, para nosotras. Y lo era, porque cuando descubrí que los días de mi madre estaban contados supe que tendría que dejarte, pero tuve la esperanza de que el cielo se apiadaría de mí. Tuve la esperanza de que podríamos ser felices. Luché por nosotras, lo juro, lo hice hasta el final.

Pero eso no fue suficiente.

No te culpes, por favor. No te culpes por esto. Tú no podías hacer nada.

Yo no quería que hicieras nada.

No te culpes de otra cosa que no sea el haberme enamorado completamente. Si no me destrocé antes quiero que sepas que fue gracias a ti.

Tampoco te preguntes que habría sido de mí si hubieses visto las señales que indicaban mi inminente perdida, si hubieses atado cabos a tiempo, si me hubieses hecho reaccionar en medio de mi estúpida negación... Yo tampoco me di cuenta de lo rápido que estaba dejando de ser yo.

No me recuerdes destrozada. No me recuerdes dolida. No me recuerdes con lágrimas resbalando por mis mejillas.

Recuérdame enamorada.

Recuerda mis ojos brillando mientras te miraban. Recuerda mis ojos amándote.

... Porque lo hago, amor.

Te amé, te amo y te amaré, y espero que esto sea lo único que recuerdes de mí.

Adiós, Yeonnie.

Ten una buena vida"

A veces me arrepiento y me pregunto si era necesario adaptar esa vaina al 2Yeon, estoy llorando tan feo wn....😭😭😭

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