06
Nayeon llamó a Jeongyeon durante su hora de descanso exactamente dos días después de esa noche.
No había querido hacerlo cuando Momo, Jihyo o Chaeyoung estuvieran cerca, pues sabía que la pondrían estúpidamente nerviosa, y fue por eso que prefirió hablar con ella mientras comía su almuerzo recalentado en el depósito de Moonlight Tattoos
Jeongyeon contestó luego de dos tonos.
—Estudio de arte Yoo Jeongyeon, buenas tardes. ¿Puedo ayudarle en algo?
Se sorprendió al escucharla. Jamás la habían tratado con tan falsa cortesía.
—¿Realmente estoy hablando con la chica que se desnuda frente a desconocidas sin pudor alguno? —Bromeó, y cualquiera que la hubiiese mirado a los ojos en esos momentos se habría dado cuenta de que se estaba enamorando.
—¿Im?
En ese mismo instante descubrió que le gustaba hablar por teléfono con Jeongyeon Yoo, pues de esta forma podía notar el tono sorprendido en su voz y no sentirse extrañada por las expresiones siempre neutras de su rostro.
—Pensé que no me llamarías —En otro momento no le habría creído, pues era claro que Jeongyeon se tenía bastante confianza en el arte de la seducción. En ese instante, sin embargo, notó su sinceridad—, así que me alegra el doble que lo hicieras.
Una nerviosa e inevitable sonrisa se apoderó de los labios de Nayeon.
—¿Realmente te alegra mi llamada, Jeongyeon? —No podía creerlo.
Jeongyeon era perfecta, y ella una simple tatuadora. ¿Por qué se alegraría al escuchar su voz?
—La verdad es que estaba tan desesperada por saber de ti que fui yo quien estuvo a punto de llamarte.
Y así era como Yoo Jeongyeon, sin esforzarse demasiado, hacía que su corazón palpitara dolorosamente.
—¿Por qué no lo hiciste?
—No me diste tu número, Im.
—Pudiste llamar al estudio y preguntar por él.
Jeongyeon hizo silencio, y se escuchó el sonido de la palma de su mano golpeado su frente.
—Lo siento. Estaba tan concentrada esperando frente al teléfono de mi estudio que olvidé que tú también trabajas en uno —Se burló de sí misma—... Por cierto, solo por si no te has dado cuenta, te estaba esperando a ti.
—Por supuesto que me esperabas. Ibas a pedirme algo ¿no?
De inmediato se hizo silencio, y poco después se escuchó una risita nerviosa.
—Tienes razón. Iba a hacerlo —Murmuró, pero daba la impresión de que no lo había recordado hasta este momento.
—¿Y qué es?
No se imaginaba que podía ser. Jeongyeon era imposible de predecir.
—Necesito que seas mi modelo, Yeonnie.
De no haber estado tan sorprendida ante su petición habría notado el cariñoso apodo que la joven había usado para referirse a ella.
—¿A qué...? ¿A qué te refieres? —Pero ya lo sabía.
—Dentro de unos meses tendré una exposición a la que decidí llamar "Extraños Ocultos", y en ella expondré diferentes personajes de la sociedad con peculiaridades que intentan ocultar, ¿y existe algo más peculiar que una tatuadora sin tatuajes?... Por supuesto, te mantendré en el anonimato.
Nayeon tragó saliva. Algo le decía que eso no era todo. Algo le decía que aquellas palabras que no quería escuchar estaban por venir.
—Nayeon, quiero pintarte desnuda.
Lo sabía.
—Jeongyeon, yo...
Se quedó sin palabras al escuchar la petición de la pintora, pues no sabía que decir o hacer. En sus veinte años de vida jamás había imaginado que podrían llegar a ofrecerle algo así.
Las palabras regresaron cuando Jeongyeon comentó la cantidad de dinero que estaba dispuesta a pagarle por eso.
¿Cuánto podría esa enorme cifra ayudar a su muy numerosa familia?
La respuesta era mucho.
—¿Cuándo comenzaremos?
—Dentro de un mes. Aún tengo que terminar de pintar a una monja pecadora... —Informó con total seriedad— ¿Tenemos un trato?
—Tenemos un trato —Aceptó con un suspiró.
Y, aunque era uno muy bueno, se sintió decepcionada.
Por unos momentos se había permitido pensar que Jeongyeon gustaba de ella. Por unos momentos se había permitido creer que había encontrado a alguien especial.
Pero tal vez Jeongyeon jamás se había interesado en ella realmente. Tal vez Jeongyeon solo buscaba sus rarezas desde un principio.
—No suenas muy feliz —Notó la pintora—. ¿Acaso no es suficiente dinero? Puedo aumentar la cifra si eso quieres... Te daría todo lo que pidas.
—No es el dinero, Jeongyeon. Es solo que... olvídalo.
—Por favor, dímelo.
—Es solo que me hace sentir mal el saber que te acercaste a mí solo por mi completa falta de tatuajes.
Una fuerte carcajada llegó a sus oídos a través del altavoz.
—Nayeon, cuando te conocí no sabía de tu completa falta de tatuajes; tampoco cuando te invité a comer sushi. ¿Realmente crees que me habría molestado siquiera en hablarte si solo fueras un negocio? —No parecía estar molesta. En realidad, todo aquello le divertía.
—¿Entonces por qué quieres pintarme?
—Porque eres hermosa y peculiar, Nayeon. Porque quiero estampar tu magia sobre el lienzo, y porque quiero que te mires retratada y te des cuenta que eres una obra de arte —Se explicó con un toque de frustración en la voz—... Además, debo admitirlo, amaría verte desnuda. Incluso si es solo de forma profesional
Ambas hicieron silencio, pero en medio de él la tatuadora se cuestionaba muchas cosas.
—Me acerqué a ti porque me gustas.
Su corazón se aceleró a un ritmo que habría creído imposible, y la sonrisa que se dibujó en su rostro era claramente imborrable.
De repente ella solo quería correr hacia el estudio y besarla.
—¿Te veré dentro de un mes? —Preguntó Jeongyeon luego de un largo silencio. La verdad es que no parecían tener nada más por decir—. Te invitaría a venir, o a salir, pero si quiero terminar a tiempo mis obras supongo que esa no será una buena opción. Además, debo prepararme psicológicamente para verte desnuda.
La rubia rio al ruborizarse.
—Así será.
Se equivocaban.
Se escribieron y llamaron durante doce días seguidos.
La mayoría de las veces hablaban solo de tonterías o cosas que tal vez a nadie más le habrían interesado, pero Nayeon podría haber hecho eso de por vida.
Se escribían al despertar, durante el trabajo, antes de dormir. Se contaban sus logros, sus malos días. De repente aquello era rutina.
El día trece Jeongyeon dejó de contestar.
Yoo Jeongyeon no llevaba gafas de sol cuando entró al estudio de tatuajes seis días después de haber respondido el último mensaje. Habían pasado diecinueve días desde la llamada.
Su mirada había descendido un poco. No mucho, pero si lo suficiente como para que Nayeon lo notase.
De inmediato habló con Daniel, quien la condujo a uno de los sillones y le ofreció sentarse para luego acercarse al área de trabajo de Nayeon.
—Su nombre es Yoo Jeongyeon. Pidió que la tatuaras.
Nayeon asintió mientras continuaba con el trazado de aquel tatuaje. No iba a apresurarse, pero quería terminar aquello de inmediato.
—No tengo más citas luego de este tatuaje, así que hazla pasar después.
Pensó que Daniel se iría al escuchar esto, pero el novio de su hermana simplemente se cruzó de brazos con una sonrisa pícara estampada en el rostro mientras la observaba trabajar.
—Creo que Jihyo me ha hablado de ella.
—¿Y qué te ha dicho? —Murmulló. Quería concentrarse en cada trazo, pero a su vez estaba interesada en lo que Daniel podía decirle.
—Me contó que una de sus tantas hermanas está loca por esa pintora sentada en la sala de espera. ¿Crees que sea cierto?
Nayeon lo pensó antes de responder.
—No conozco a la hermana de Jihyo personalmente, pero créeme, Jihyo no es de las que mienten.
Jeongyeon no hizo nada durante todo el tiempo de espera. Su vista se había fijado en un punto de la pared, y de allí no se había movido ni un poco.
Continuaba sentándose con elegancia, y sus movimientos seguían siendo lentos y delicados, pero definitivamente no era la misma Yoo Jeongyeon que había entrado a la tienda en las dos anteriores oportunidades.
—¡Nayeon! —La saludó el levantarse, y, al contrario de los otros días, su rostro expresaba cada una de las emociones que sentía. En esos momentos, por ejemplo, la felicidad se mezclaba con la tristeza para crear un gesto teatral y conmovedor en sus facciones.
—Así que vienes acá por otro tatuaje...
La joven de ojos miel asintió lentamente.
—La vida es un asco —Afirmó, y así de rápido como su sonrisa había aparecido llegó una terrible mueca de dolor.
—¿Quieres acompañarme?
Jeongyeon la siguió sin decir nada.
Una vez allí admiró el grafiti de su pared como cada vez en la que había estado en ese lugar, pero no comentó nada sobre la frase de Harper Lee. Ese día solo se fijó en sus hermanos adoptivos jugando entre las letras.
—¿Qué se siente, Yeonnie?
De nuevo había usado aquel apodo, y de nuevo la situación no le permitió apreciar esto lo suficiente.
—¿A qué te refieres? —Preguntó mientras organizaba sus cosas.
—¿Qué se siente no haber perdido a nadie?
Fueron estas palabras las que la obligaron a fijar su vista en la pintora.
Cuando lo hizo notó que Jeongyeon ya no estaba mirando el grafiti. Ahora la miraba a ella, y sus ojos almacenaban tanta tristeza que Nayeon se contagió con ella y se sintió una persona terrible solamente por no haber perdido a alguien importante.
No pudo responder.
—¿Vas a tatuarte otra libélula, cierto? —Fue el modo más sutil que encontró para preguntarle, de alguna forma, si alguien más se había marchado.
Jeongyeon simplemente se sentó en la silla de trabajo mientras se limpiaba las lágrimas y, como en los viejos tiempos, evadió su pregunta.
—Mi hermano jamás fue muy responsable con su vida sexual y terminó embarazando a una chica hace un año. La chica tuvo una niña. Se llamaba Yuna... Desde que Vernon murió vivió con mis padres, pues su madre no podía cuidarla sola.
Una lágrima se le escapaba cada segundo, y con ternura Nayeon limpió cada una de ellas.
—Yuna no era de esas bebés que lloran todo el día y causan un montón de problemas. En realidad, regalaba sonrisas a todo el que miraba... Y yo la amaba, Nayeon. Era mi sobrina después de todo. Era el único recuerdo que tenía de Vernon.
Nayeon suspiró mientras sus ojos se encontraban. No se veía débil, pero tampoco tan fuerte como las primeras veces en las que se encontraron
Se veía real.
—Enfermó hace unas semanas, pero nadie le dio suficiente importancia. Pensamos que era solo un resfrío y que se le pasaría pronto...
Nayeon anticipó lo que vendría.
—Yuna empeoró hace seis días —La tatuadora intuyó de inmediato que era esa la razón por la cual había dejado de escribirle—. Los médicos intentaron hacer todo lo que pudieron, pero su cuerpo no soportó tanto...
Fue allí cuando Jeongyeon se desplomó. Fue allí cuando ella la abrazó, besó su mejilla y la reconfortó.
—¿Te harás este tatuaje en su honor? —Le preguntó al oído en medio de un tierno susurro.
La castaña asintió. Su labio aun temblaba.
—Tiene que ser una libélula pequeña como ella, que murió con solo cuatro meses. También quiero que sea rosa y se vea tan delicada y frágil como Yuna lo fue... Por favor, Yeonnie, haz de esta la más hermosa de todas las libélulas.
Y, aunque fue un trabajo pequeño,
Nayeon se tomó el doble del tiempo que había usado con las libélulas anteriores para hacer de este tatuaje completamente perfecto.
Una vez terminado el tatuaje Jeongyeon se permitió sonreír con lágrimas en los ojos y abrazar fuertemente a Nayeon, tal y como la primera vez, aunque en ese momento la chica de ojos miel no se alejó cuando la tatuadora decidió devolverle el gesto.
—Es hermoso —Susurró entrecortadamente, y se escuchó como muchas de las otras clientas que habían entrado a la tienda pidiendo un tatuaje en honor a una reciente perdida.
Por primera vez desde que la conocía Jeongyeon ya no parecía ser una empresaria, una delincuente o una desalmada... Ni siquiera parecía una pintora.
Era solo una persona que había perdido a alguien a quien amaba.
—Gracias.
Y, cuando se alejó con su mirada color miel cristalizada, Nayeon juró poder haber visto su triste pero hermosa alma.
—¿Quieres que salgamos a cenar más tarde? Mi turno termina a las cinco.
Quería hablar con ella. Quería decirle que podía contar con ella. Quería ir porque sentía que debía estar a su lado.
—Me encantaría.
JWJSJ, voy a llorar. Ayuda.
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