02
Im Nayeon sabía que estaba mal cruzar las puertas de aquel restaurante de sushi, pero aun así lo hizo.
Quería hablar con Yoo Jeongyeon.
Tenía un sentido del humor extraño y hablaba de vaginas como si fuese un típico tema de conversación entre desconocidas, pero se sentía cautivada por su belleza y por su forma de ser. Jamás había conocido a una persona tan llena de confianza, con movimientos tan elegantes y sentimientos tan enigmáticos.
Buscó a la chica con la mirada y no tardó en encontrarla. Estaba sentada justo en el centro del lugar, apoyando los codos sobre la mesa y colocando su rostro sobre sus manos, manteniendo la mirada en uno de los bonitos cuadros de la pared con las facciones completamente inexpresivas.
Nayeon sintió un leve apretón en su pecho al darse cuenta de que no era la única que notaba la majestuosa presencia de Jeongyeon en aquel lugar. Había más de diez hombres fijando la mirada de forma nada disimulada en ella, y esto la hacía arder en su interior, aunque las razones de aquel incendio eran claramente desconocidas.
La tatuadora finalmente logró llegar al lugar que Jeongyeon ocupaba y se sentó frente a ella. De inmediato notó que los ojos de los hombres también comenzaban a recorrer su cuerpo, y la misteriosa chica de las libélulas tatuadas sonrió complacida ante esto.
Fue así como la rubia comprendió que Jeongyeon había elegido aquella mesa justamente por aquel motivo: Le gustaba que la admiraran. Le gustaba que los demás se dieran cuenta de su incomparable belleza.
Nayeon suspiró. Ella siempre elegía la mesa del rincón.
—Sabía que vendrías —Susurró, y parecía un tanto aburrida mientras hablaba. La estaba observando con sus penetrantes ojos miel, los lentes de sol colgando del bolsillo de su chaqueta de cuero—, por eso me ocupé de ordenar por ambas. Espero que no te moleste.
—No me molesta —Confirmó, y era cierto. Le encantaba el atrevimiento de Jeongyeon, y también lo autentica que era. No cambiaba para impresionarla. Ella era impresionante.
Le gustaba eso de ella.
—Bien —Dijo con una sonrisa antes de mover su cabeza levemente a la derecha, despegando sus ojos de los de Nayeon y concentrándose en algo detrás de ella.
Im Nayeon buscó con su mirada lo que Yoo estaba viendo se encontró con un hermoso panda deslizándose por los árboles de bambú perfectamente pintados sobre un lienzo. Era el cuadro que la chica había estado admirando antes de su llegada.
—... Yo lo pinté —Reconoció con orgullo, y cuando Nayeon se giró para verla la descubrió sonriendo. Y aquella era una sonrisa de verdad.
—No pensé que te dedicaras a la pintura —Murmuró amablemente con una sonrisa mientras se fijaba en los dedos de la chica, los cuales seguían sirviendo de apoyo para su cabeza. Pensó en cuántos cuadros habían pintado aquellas pequeñas extensiones pálidas, en cuántas veces aquellos dedos habían trabajado horas y horas para hacer obras como aquel panda que apenas recibía atención—. Pensé que eras una mujer con otro tipo de... negocios.
Por otros negocios se refería a dueña de grandes empresas o, incluso, algo afiliado con el narcotráfico.
—Lamento haberte decepcionado.
La rubia negó de inmediato.
—No me has decepcionado, Jeongyeon. Esta es una grata sorpresa —La animó—... Eres muy buena.
—Gracias. Nací con ese don... Tú tampoco eres mala.
—Gracias. Tuve que recibir clases de arte durante cuatro años para que mis dibujos llegaran a ser lo que son ahora. Antes daban asco, pero asco de verdad —Siempre que contaba esa historia lo hacía con una sonrisa. Se sentía orgullosa de sus logros, así como Jeongyeon al ver aquel cuadro.
Tal vez, muy en el interior, la chica de ojos miel y ella no eran tan diferentes.
—No todos nacen con talento, no te preocupes —Intentó reconfortarla mientras miraba sus uñas.
Nayeon no se había fijado en ellas antes, pero se sintió completamente sorprendida al darse cuenta de que no lucían tan pulcras como el resto de ella. Estaban mal cortadas, y aun podía ver restos de pintura seca en los bordes de algunas de ellas.
—¿Sabes? Papá quería que estudiara medicina, y mamá que me hiciera cargo de la empresa. Yo decidí pintar... Papá me perdono fácil, y mamá solo volvió a hablarme cuando se dio cuenta de que no estaba perdiendo el tiempo —Contó con calma la pintora—... Los desnudos son mis favoritos.
—¿Desnudos? —Cuestionó enarcando las cejas.
—Es divertido. Me da la oportunidad de apreciar la anatomía femenina sin ser llamada pervertida. Por supuesto, suelen cobrar bastante... Con los hombres es más fácil. Los seduzco, me acuesto con ellos un par de veces y eso es todo.
—Pensé que tu heterosexualidad estaba muerta.
—Lo está —Afirmó con una ronca risita que intentó suavizar cubriendo sus labios con un par de sus dedos—, pero lo que hago con ellos es... profesional, Im. Ellos me prestan su cuerpo, y a cambio yo les presto el mío. Es un trato justo.
—¿No crees que acabas de sonar como una prostituta barata?
Pero Jeongyeon ignoró su pregunta por completo y dirigió su mirada al mesero, quien comenzaba a colocar su pedido sobre la mesa.
—¿Desean algo más? —Preguntó el mesero mirando directamente los ojos miel de Yoo, que se mantenían tan inexpresivos como su rostro.
—Solo que nos deje hablar en paz, muchas gracias.
Nayeon rio sutilmente y miró al muchacho, quien se marchó algo molesto debido a la insolencia de aquella mujer.
—Mientras comemos tal vez puedas hablarme de cómo te volviste tatuadora —Sugirió al llevarse un rollo de sushi a la boca, el cual masticó lentamente y con los ojos cerrados. Parecía estar probando un trozo del mismísimo cielo. Nayeon la miró atontada. Incluso comiendo sus movimientos eran delicados y seductores, como los de un ángel caído incitándola a pecar—. Siento que ya hemos hablado demasiado de mí.
La tatuadora se extrañó. No creía que fuera posible que Yoo Jeongyeon se cansara de hablar de sí misma.
—Si eso quieres —Aceptó al tragar un bocado de sushi bruscamente. Con ella no había suspiros ni éxtasis al comer—... Akira y Akira habían perdido sus trabajos, así que una amiga les ayudó a encontrar empleo en el orfanato. Fue allí donde me encontraron. Me adoptaron junto a mi hermana cuando yo tenía nueve años; ella estaba comenzando a caminar... Cuando Kazumi tuvo a Kazuha las cosas se complicaron. El dinero apenas alcanzaba, Akira y Kazumi tuvieron que buscar nuevos trabajos luego del cierre del orfanato, comenzaron a discutir —Una lágrima resbaló por su mejilla, pero no se molestó en limpiarla—... Trabajaban día y noche por nosotros. No querían perder a sus hijos adoptivos. La vida nos había quitado una familia, así que no querían que perdiéramos otra.
La castaña limpió su lágrima sutilmente, y de no haber estado tan inmersa en la historia la tatuadora se habría dado cuenta de la delicadeza que se escondía tras esta acción.
—Los mayores comenzaron a trabajar para ayudar a la familia. Yo tenía once y Kazumi me prohibió hacerlo, pero no me importaron sus palabras. Quería ayudarlos. Repartía periódicos, podaba jardines y limpiaba casas hasta tarde, siempre excusándome en trabajos escolares para que nadie sospechara. Momo, Chaeyoung y Jihyo me ayudaban con los deberes la mayoría de las veces, pues sabían lo que yo hacía. Me quedaba dormida durante las clases y llamaron a mis padres varias veces por eso... Se enojaban conmigo, pero no me importaba. Necesitaba a mi familia unida.
Yoo la miraba fijamente, su profunda mirada quemándola por dentro. Le interesaba su historia. Le interesaba ella.
—Finalmente conocí a Namjoon. Dijo que me pagaría el doble de lo que yo estaba ganando si lo ayudaba a limpiar el estudio todos los días después de clases. Poco después me preguntó si quería ser tatuadora. Me negué, por supuesto, y le dije que mis dibujos eran un asco... Él insistió. Dijo que me daría clases de arte a cambio de un muy buen precio, y como su oferta fue buena acepté. Era mala dibujando, pero amaba hacerlo —Ahora Jeongyeon le estaba sonriendo, tal y como si su historia le gustara más con cada palabra— Luego de mucho esfuerzo, lápices desgastados y trabajos terribles en pieles de sujetos de prueba, obtuve mi licencia de tatuadora hace dos años. Y aquí estoy, feliz con mi trabajo, comiendo contigo.
Jeongyeon le dedicó una sonrisa dulce que Nayeon jamás se habría esperado. Se fijó en este gesto en particular, y la forma en la que sus labios carmesí se curvaron para crear algo tan sublime.
Fue glorioso.
—Me alegro por ti, Nay. Has luchado bastante para llegar hasta donde estás.
—Tienes razón, y no es algo de lo que me arrepiento.
—¿Qué hay de tu madre adoptiva? ¿Supo alguna vez de tus trabajos? ¿Cómo se tomó tu profesión de tatuadora?
—Lo de mis trabajos siempre lo supo. No era estúpida, y el que todas las semanas alguien deslizara dinero bajo su puerta le dio algunas pistas... Mi profesión, en cambio, fue algo que si le tomó por sorpresa. A duras penas había logrado graduarme, así que estábamos discutiendo sobre la universidad a la que iría y lo imposible que sería obtener una beca. Le dije que no estudiaría, que yo ya tenía un trabajo, y le mostré mi licencia.
—¿Se enojó contigo?
—Un poco, pero luego de un tiempo me perdonó. Sabía que había hecho todo eso por mi familia... Supongo que no te puedes enojar con alguien solo por amar ¿No es así?
Jeongyeon no respondió, pero tampoco pareció estar ignorándola. Solo miró sus ojos por varios minutos, el avellana de su iris escarbando su alma para desenterrar así sus más oscuros secretos.
Era la primera vez que Yoo Jeongyeon realmente parecía estar escuchándola.
—Supongo que tienes razón —Murmuró con un resoplido antes de concentrarse en llevar un nuevo rollo de sushi a su boca—... Tienes una historia bastante inspiradora, Nayeon. Deberías hacer un libro con ella. Muchos amarían leerlo, incluyéndome.
—Escribir no es lo mío.
—Tampoco lo era dibujar —Contraatacó con una ceja elevada.
—Si tanto quieres leer un libro sobre mi vida deberías escribirlo tú. Ya te lo he contado todo.
—No creo que pudiera hacerlo. No sé si te has dado cuenta, Nayeon, pero no soy buena concentrándome en un solo tema. Seguramente terminaría escribiendo un manual sobre cómo llevar bonitas tatuadoras a comer.
Im se sonrojó de inmediato al escuchar estas palabras y tuvo un ataque de tos. Agradeció al cielo por no haber tenido sushi en su boca, pues habría sido desagradable dejar trozos de comida ensalivada por toda la mesa.
Se cubrió con una servilleta y miró Jeongyeon, quien, con diversión, la observaba fijamente mientras bebía algo de soda.
Estaba claro que a la pintora le gustaba provocar esas reacciones en ella.
—Debo admitir que tampoco me permitiría publicar ese libro —Susurró seductoramente—. Solo yo puedo invitar a bonitas tatuadoras a comer.
Al terminar de comer Nayeon miró su reloj con cierto alivio. Aún tenía diez minutos antes de que su descanso terminara, así que podría llegar a Moonlight Tattoos a tiempo.
—Déjame pagar a mí. El dinero que me ahorro acostándome con mis modelos debe servir de algo.
Jeongyeon hablaba de esto como si fuese lo más natural del mundo. Como si no se arrepintiera. Como si no significara nada.
Nayeon, por supuesto, pensó en negarse. Dejar que Jeongyeon pagara convertiría aquel almuerzo en algo más que un almuerzo.
Sería una cita.
Pero cuando ella la miró con sus ojos inusualmente divertidos, una ceja elevada y con sus labios pintados con labial rojizo formando una sonrisa seductora, Nayeon supo que no podría contra ella.
—Puedes llamarme si quieres —Dijo Yoo en cuánto salieron del restaurante. Nayeon esperaba que, después de todo, la pintora siguiera su camino, pero la misteriosa mujer tenía planes de seguirla hasta la puerta de Moonlight Tattoos—... Este es el número de mi estudio —Susurró mientras le entregaba una pequeña tarjeta rectangular. "Yoo Jeongyeon. Artista" decía, y más abajo estaba su número de teléfono—. Suelo estar pintando allí todo el día, así que puedes llamarme cuando quieras.
Nayeon no lo notó, pero Jeongyeon realmente quería que la llamara.
—¿Sueles entregarle esto a todas las chicas con las que tienes una cita? —Preguntó en tono de burla. Aun así, guardó la tarjeta en el bolsillo trasero de su pantalón.
—Es lo que suelo darle a mis modelos, en realidad —Reconoció encogiéndose en hombros—... Y también a las tatuadoras bonitas que aceptan salir a comer conmigo.
Como un rápido reflejo la mano de Jeongyeon se dirigió a la mejilla de Nayeon, la cual acarició antes de alejarse bruscamente. La tatuadora tuvo que hacer un gran esfuerzo para no sonreír.
—Lo siento.
Sus mejillas habían adquirido un adorable color rosado, y era la primera vez desde que la conocía que la tatuadora notaba más que palidez en su piel
—... Es hora de que nos despidamos, Nayeon —Dijo una vez que estuvieron a tan solo unos pasos de la tienda, el anterior episodio ya olvidado.
—Bien —No sabía exactamente qué decir.
—Supongo que volveremos a hablar cuando me llames... o cuando yo pierda a alguien más. Si te soy sincera, no estoy segura de que cosa va a pasar primero.
Las palabras de Jeongyeon y el tono melancólico en el que las había dicho hicieron que su corazón se apretujara fuertemente contra su pecho, y mucho más el hecho de que su rostro no demostrara emoción alguna.
De nuevo estaba intentando no sentir.
—Está bien —Aunque habría querido consolarla no sabía cómo hacerlo, así que prefirió suprimir sus deseos—. Hablaremos luego, Jeongyeon.
Y lo hicieron, pero no porque Nayeon la llamara o porque Jeongyeon regresara a la tienda de tatuajes.
Estoy publicando esto en medio de la clase, avisen si hay errores xfa
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