Capítulo 8

—Momo, no —reclamó un pelinegro cruzándose de brazos—. No voy a hacerle eso a Katsuki. ¿Tú sabes lo mucho que se enfadará si llega a enterarse de que he sido yo? No puedo simplemente ir y desenterrar lo que sea que hay ahí. Me mataría al instante si me descubre.

—Eijirou, tú mismo eres al que Katsuki le ha dicho que no se tome las cosas en serio cuando él está enfadado, debes tener un poco más de fe en mí. No te sucederá nada, te lo prometo —aseguró una chica pelinegra, sentada junto a otra de cabello castaño y mejillas sonrosadas.

—Confía en Momo, Eijirou. No hay nada que temer. Yo he sido una de las que más veces ha sido amenazada por él, ¡y sigo viva! —exclamó Ochaco con una extensa sonrisa—. Sabes que no está bien que te oculte información tan importante que hasta nosotras dos sabemos.

—¿No me lo podríais decir vosotras dos? —cuestionó confundido. Llevaba ya un par de horas en el hogar de Yaoyorozu, pues Katsuki había tenido que ir a una importante reunión entre sus padres y él, mandándolo a quedarse en la casa de Momo hasta que terminara—. Es decir, nadie lo sabría, y yo no le diría nada a Katsuki. Así, no debería indagar de forma tan descarada y sin permiso en sus asuntos.

—No podemos hacer eso, bobo —le reclamó la castaña, inflando sus mejillas—. Si él no quiere decírtelo, nosotras no somos nadie para desobedecer su voluntad. Lo único que podrías hacer es intentar leer el nombre de la tumba.

—Oh, venga Ochaco, juro que no se lo diré. Así que por favor, ¡decídmelo! —insistió el pelinegro, juntando sus manos para poder hacer más énfasis en sus ruegos—. ¿Por favor?

—Si pudiéramos, te lo diríamos, Eijirou —intervino Momo, mirando con preocupación al pelinegro—. Pero debemos respetar la voluntad del príncipe. Ya llegará el día en el que él te contará la verdad de la piedra de su jardín, y cuando lo haga, desearás que nunca te lo haya contado.

—Tal vez es por eso que no quiere decírtelo, para protegerte —supuso Ochaco, notando cómo Eijirou se tensaba un poco—. ¡Tampoco es algo que te afecte directamente, pero tal vez te asustará! —dijo para intentar relajar a Eijirou, quien dio un respingo en su lugar con temor.

—¡¿Pero qué es?! —exclamó con un brillo de terror acentuándose en sus ojos. Si había iniciado ese tema de conversación había sido para poder salir de dudas, no para terminar más curioso de lo que había estado inicialmente—. No podéis simplemente decir eso y creer que ahora no querré saberlo, es más, ahora mismo estoy a punto de amenazaros para que me lo digáis.

—¿Estás bromeando o lo dices de verdad? —cuestionó Ochaco, ladeando la cabeza sin saber si tomar muy en cuenta las palabras de Eijirou—. De todas maneras, Katsuki acabará por decírtelo. A nosotras tampoco nos lo dijo al instante, ¿sabes? La clave de esto es la paciencia, no debes apresurarte a las cosas.

—Para Katsuki, el tema de la tumba es realmente importante. Él no se lo suele revelar al primero que venga a pedirle que se lo diga, primero ambos tienen que tener la confianza suficiente para que quiera hablarte de ello. Y lo hará, sino, él mismo se sentirá culpable por no habértelo dicho —explicó Momo con ojos comprensivos y sonrisa ladina casi imperceptible, y tal como ella deseaba, Eijirou acabó por relajarse y aceptar que no tenía más remedio que esperar a que el príncipe le dijera todo por voluntad propia.

—Ya veo, acelerar las cosas no será de mucha ayuda. ¿Cuánto podría llegar a tardar que me lo diga?

—Un par de meses como mínimo. O al menos, es lo que costó con Ochaco. Conmigo me lo dijo casi al instante de habernos conocido, pero yo fui un caso especial —dijo la pelinegra, jugando con sus dedos—. Aunque dudo que tarde mucho, parece que estáis desarrollando una buena amistad. Él se preocupa bastante por ti, ¿sabes?

—Bien, sí, me salvó la vida y todo eso, pero no creo que se preocupe de forma tan exagerada por mí, Momo —masculló avergonzado mientras desviaba la cabeza, preguntándose si la protección que le brindaba Katsuki era verdadera o falsa—. De todos modos, estoy intentando hacerme amigo de él, pero es bastante complicado.

—¿Bromeas? ¡Si ya son amigos! ¡Ayer tuve que tragarme un par de horas enteras escuchándolo hablar de ti! Que si eres la primera persona que se preocupa por él de esa manera, que si tienes un corazón de oro, que si quisiera poder deshacerse de sus raíces de nobleza para poder ser tu amigo... —comenzó a enumerar Ochaco con el ceño levemente fruncido, como si le hubiese molestado que Eijirou dudara de su amistad con Katsuki.

—¿Ah? —Eijirou alzó la cabeza para mirar directamente los ojos brillantes de Ochaco, notando una profunda sinceridad en ellos—. ¿De verdad ha dicho todo eso por mí? Yo... No creí que mis esfuerzos de verdad estuviesen valiendo la pena.

—Por supuesto que lo están haciendo, Eijirou. Katsuki podrá ser un príncipe algo molesto con las personas a las que odia, pero cuando se trata de sus amigos, él sería capaz de dar su propia vida por ellos. Ya te habrías dado cuenta cuando te conté mi historia, ¿verdad? —Momo miró expectante al pelinegro.

—Sí, creo. Es solo que a veces recuerdo el día en el que llegué aquí y me sorprende que todo entre nosotros haya cambiado tanto, haber pasado de temor hacia su persona a que ahora nos tratemos como iguales es algo que jamás creí que sucedería.

—Katsuki al principio siempre construye una barrera para alejar a la gente de él, pero a medida que lo vas conociendo, te das cuenta de que esa barrera no es tan fuerte como parece en un inicio —murmuró Ochaco, sonriendo con suavidad—. A pesar de que él siempre me insulte, estoy segura de que le importo. Él mismo lo ha dicho bastantes veces.

—¿Siempre te insulta? —El pelinegro reprimió una carcajada, sabiendo que era común de Katsuki el comportarse así con sus seres cercanos—. Y claro que le importas, tanto tú como Momo sois sus amigas. O tal vez incluso sienta algo más por vosotras —bromeó mientras codeaba a la castaña, la cual al instante hizo una mueca de desagrado.

—Uhm, la verdad es que dudo bastante eso de Katsuki —espetó la pelinegra en respuesta—. Él jamás se ha fijado en alguna chica, por más que los faraones se lo hayan pedido una y otra vez. No sé si es que no se ha fijado para llevar la contraria a sus padres o si es porque de verdad es incapaz de sentir ese tipo de atracción por alguien.

—¿Nunca se ha fijado en alguna chica? ¿De verdad? —Abrió los ojos con sorpresa—. ¡Vaya, creí que era el único!

—Y... ¿Alguna vez te has fijado en algún chico? Katsuki, por ejemplo —se mofó la castaña, a lo que el pelinegro se quedó estático, sin saber bien cómo reaccionar, como si esas palabras hubiesen activado algún mecanismo en su interior que comenzaron a hacerle pensar varias cosas que jamás creyó que se plantearía.

¿Atracción hacia un hombre? Nunca había escuchado hablar de eso, creyendo que lo natural era simplemente enamorarte del físico de una mujer, unirte a ella y formar una familia que te proporcionara dinero para poder sobrevivir en el mundo, por lo que nunca antes había pensado en cómo sería un romance entre iguales. Sobre todo porque la poca minoría que había llegado a cometer un amor de ese tipo nunca lo habían mostrado, por lo que se trataban de simple rumores.

Era por ese motivo que creía que el amor entre un hombre y un hombre o una mujer y una mujer siempre le había parecido algo fantasioso, que no sucedía ni sucedería jamás, pero si lo pensaba bien, él mismo había admitido múltiples veces que un hombre era atractivo, en especial el príncipe. En cambio, jamás se había interesado especialmente en analizar el físico de las chicas, basándose solo en pequeños detalles que nadie más tenía en cuenta.

No le importaba si los rasgos de una mujer eran finos o delicados como seres ficticios, o si poseían cuerpos bien tratados y cuidados, más bien para decidir si una mujer era hermosa se basaba en sus ojos y en sus sonrisas. Además, jamás había llegado a sentir atracción sexual por alguna chica de su edad, y aunque nunca le había tomado en consideración, ahora sí que lo hacía, pues varias veces había llegado a experimentar escalofríos a lo largo de todo su cuerpo al ver el cuerpo de otros hombres y admirar sus músculos o rostros.

Sobre todo, había llegado a admitir muchísimas veces lo atractivo que Katsuki se veía en cualquiera de sus prendas, el cómo sus músculos resaltaban tanto al llevar la túnica semitransparente y contemplar con ensoñación cómo sus cabellos rubios indomables enmarcaban su rostro de manera sublime, logrando en él una belleza casi inalcanzable en la resta de personas. Además, nunca antes había pensado tantas veces seguidas acerca del atractivo de alguien, y que ahora lo notara tanto en el príncipe había terminado por alterar su pobre corazón, ya acelerado en la posibilidad de no poder sentir ningún tipo de atracción hacia las mujeres.

—Eijirou, era broma, no te lo tomes tan a pecho —murmuró con preocupación Ochaco al notar el silencio en el que se habían sumido cuando el cuerpo del pelinegro se tensó de golpe, como si sus pensamientos lo hubiesen consumido—. Solo quería devolverte la burla, no estoy diciendo nada contra ti, siento haberte molestado.

—No me has molestado, Ochaco —contestó con voz seria Eijirou, observando un punto fijo en la pared de la casa—. Solamente me puse a pensar en cosas personales, no es tu culpa.

En verdad, sí que era su culpa por haber comenzado ese tema de conversación, por haberle hecho pensar en cosas que nunca antes habían llegado a pasar por su mente, y ahora sus ojos habían perdido todo atisbo de vida. ¿Qué era lo que le sucedía? ¿Por qué se había tomado tan a pecho una simple broma? Si tan solo no hubiese mencionado atracción y hombres en la misma oración, ahora estaría relajado, continuando con la conversación de cualquier manera, pero las cosas no habían resultado de ese modo.

Ahora, sentía cómo el temor comenzaba a florecer a lo largo de todo su cuerpo, logrando que sus puños comenzaran a temblar de forma incontrolable mientras sus mejillas comenzaban a enrojecer. Los nervios poco a poco habían ido invadiendo todo su ser, como si cada uno de los pensamientos estuviesen produciendo un efecto inaguantable en él.

—Eijirou, ¿estás bien? —preguntó con una pizca de preocupación Momo, viendo cómo las manos del pelinegro no paraban de moverse—. Si es por lo que ha dicho Ochaco, no le hagas caso. Siempre dice cosas así, por lo que no tomes muy en serio sus palabras. ¿Hay algo más que te haya puesto así? ¿Es por no quererte decir más sobre el asunto de la tumba? Por favor, perdónanos si es por ese motivo, pero no te lo podemos decir.

—No, no es eso —murmuró desganado el pelinegro, bajando la cabeza para dedicarse a mirar la mesa en la que procedió a dejar la jarra de agua que había tomado momentos antes para beber—. Si yo de verdad me hubiese fijado más en los hombres que en las mujeres, ¿estaría mal?

—Pues, la verdad, es que no tengo ni idea. Muchas veces he llegado a opinar que Momo es bonita, pero no por eso creo que me atraigan más las mujeres que los hombres. —Ochaco fue la primera en hablar, manteniendo una mirada arrepentida por haber hecho sentir mal al pelinegro.

—No creo que esté mal, pero nunca había visto el caso de que un hombre se sintiera atraído a otro. Pero no por eso significa que esté mal. ¿Acaso lo que dijo Ochaco es cierto? ¿Te atrae Katsuki físicamente?

—¡¿Qué?! —exclamó exaltado Eijirou, intentando parecer sorprendido aun cuando segundos antes se había estado a punto de replantear su misma existencia y los sentimientos que albergaba hacia Katsuki.

Siempre había creído que su único propósito con el príncipe era lograr volverse su mejor amigo, lograr crear un lazo de amistad irrompible, pero ahora resultaba que, quizá, se interesaba físicamente en él. Si el príncipe se enterara de eso, probablemente rompería cualquier tipo de relación con él, tal vez mandándolo a matar sin preguntarle siquiera acerca de cómo realmente se sentía hacia él.

—¡Ya te he dicho que no sería nada malo, no hace falta que reacciones así, por favor! —rogó Momo mientras alzaba sus manos, aun con preocupación por el chico de cabello oscuro—. Pero, si sientes una mínima atracción por él, debes deshacerte de ella. Él no ha mostrado ningún signo de atracción ni por mujeres ni por hombres, y es el futuro faraón, no podría permitirse el estar con un chico por más enamorado que esté. No quiero que me tomes a mal, solo te lo digo por tu bien. Sino, acabarás sufriendo, y eso es lo que menos quiero que suceda.

—En ningún momento admití que me sintiera atraído hacia él, Momo. No hagas suposiciones falsas —reprochó en una obvia mentira, apretando sus manos contra su pecho al sentir un gran dolor ante esas palabras.

Era cierto, si de verdad sentía una leve atracción hacia Katsuki, debería hacerla desaparecer, pues no tendría ninguna posibilidad con él. La gente probablemente no aceptaría que un simple sirviente saliera con su faraón, en especial porque si sucedía eso, el príncipe no sería capaz de poder procrear, continuar con la estirpe y lograr el único propósito de los humanos: reproducirse y crear una numerosa familia con la que mantener el mundo.

—¿Estás seguro? Parece que estés mintiendo. De todas maneras, te doy ese consejo. No es muy difícil acabar enamorado de él, y aunque no lo creas, muchas chicas de la ciudad fantasean con poder ser desposadas por él, sin pensar en el hecho de que él jamás se ha fijado en alguien —continuó con su advertencia Momo—. A Ochaco y a mí no nos queda más remedio que ayudarte si es que llegas a sentir algún mínimo sentimiento por él, pero también quiero que tomes en cuenta mi consejo.

—Lo haría, Momo, pero no me siento atraído hacia él. Aun así, si te hace feliz, guardaré ese consejo en mi mente por si acaso —acabó por resignarse el pelinegro, mirando hacia un costado—. ¿Y de verdad hay tantas chicas que desean ser desposadas por el príncipe? ¿No se supone que la mayoría del pueblo lo odia?

—Sí, la mayoría lo odia, pero las chicas aman su físico. A parte de tener un rostro bonito, tiene una personalidad dominante que logra atraer a cualquier joven que aun no tenga ninguna pareja asignada, e incluso muchas niñas fantasean con poder casarse con él. Pero para su desgracia, Katsuki jamás les hará caso, porque él jamás se acostaría con alguien que solo lo desea por su cuerpo.

—Vaya, no creí que las chicas de la ciudad eran de esa manera —susurró pensativo—. ¿Vosotras también creéis que él es bonito físicamente?

—Eso es innegable, Eijirou. Pero no por eso nos gusta emocionalmente. Para nosotras, él es como un hermano mayor que nos cuida de todos los posibles peligros que nos puedan acechar —dijo esta vez Ochaco con una pequeña sonrisa. Parecía algo más tranquila, como si el asunto anterior se hubiese ido de su mente—. Es por eso que nunca podríamos llegar a enamorarnos de él, por lo que nunca más bromeemos acerca de esto, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —accedió, tomando la mano de Ochaco y la de Momo para poder sellar ese repentino juramento—. Y si alguna vez yo me llegara a sentir atraído por Katsuki, ¿cómo podríais ayudarme?

—Bien, tal vez un romance público no sería la mejor opción, pero a escondidas, cualquiera puede amarse sin problemas —exclamó Momo, mirándolo de forma extraña, como si algo en las palabras del pelinegro no cuadrara por completo—. Si por algún motivo ambos os sintierais atraídos entre vosotros, nosotras haríamos todo lo posible para cubrirlo y que nadie sea capaz de enterarse, pero no podemos asegurar nada. En este reino, hay traidores por todas partes.

—¿Por qué estás insistiendo tanto en este tema, Eijirou? —cuestionó Ochaco de golpe, atreviéndose a preguntar lo que Momo llevaba minutos deseando interrogar al pelinegro.

—Por nada, simple morbo de lo que podría llegar a suceder —mintió, rascando su nuca. Sus ojos finalmente parecían haber recuperado su brillo normal, algo más tranquilo, pero aun así, su corazón latía en un compás irregular, inundado de una profunda tristeza que parecía haberle producido el pensar en una relación al lado de Katsuki.

—Entonces, esperamos haberte sido de ayuda. Y recuerda, no le digas a Katsuki nada de lo que hemos hablado aquí, tal vez nosotras no creemos que una atracción o relación de ese tipo sea mala y que él sí que lo piense. Podría enfadarse de verdad con nosotras y contigo, y eso es lo que menos queremos.

—¿Enfadarme por qué?

Eijirou sintió su cuerpo levantarse de su silla de forma involuntaria, dirigiéndose rápidamente hacia el rubio que acababa de ingresar a la casa de Momo, pero cuando lo iba a abrazar, siendo que lo había extrañado bastante a lo largo de la mañana, recordó sus propios pensamientos y se limitó a saludarle con un pequeño gesto de mano, observando el rostro del príncipe con una gran sonrisa que se fue debilitando al nuevamente pensar que Katsuki realmente se veía hermoso vestido con esas lujosas prendas y su cabello algo desordenado. ¿Por qué? ¿Por qué ahora no era capaz de poder pensar algo que había estado opinando durante tanto tiempo sin sentirse culpable?

Tal vez el motivo era que estaba abusando de su confianza con él, tomándose la libertad de comenzar a creer que sentía algo más allá de la amistad por Katsuki, y por ende, eso le producía culpabilidad.

—Por nada, tonterías que estábamos hablando —se excusó el pelinegro, brindándole la mano a Katsuki como saludo—. ¿Qué tal te fue la reunión?

—Fue una total mierda. Mis padres al parece quieren obligarme a casarme cuando cumpla veintidós años —refunfuñó el príncipe, y entonces el dolor en el pecho volvió a instalarse en Eijirou, quien por un momento sintió cómo se desestabilizaba, y de no ser por la ayuda de Katsuki, habría caído al suelo—. Por supuesto que me negué a esa jodida obligación, pero me dijeron que si no encuentro a una princesa que me agrade, me obligarán a casarme con la primera que ofrezca la mayor suma de beneficios por poder contraer matrimonio conmigo.

—¡Pero ellos no pueden obligarte a hacer eso! ¡Tú tienes derecho a estar con cualquier persona que quieras!

—Eijirou, lo sé. No creas que voy a dejar que cualquier princesa se case conmigo, si debo casarme sí o sí, lo haré con la persona que yo crea adecuada, no con la primera que pague por poder vivir un romance conmigo. Es una tontería, me están tratando como un objeto solo porque dicen que ya es hora de que asuma mi responsabilidad como faraón —se quejó el rubio, limpiando el sudor (producto del enfado y de la rabia que probablemente había sentido al escuchar las órdenes de sus padres) que se comenzaba a quedar pegado en su frente.

Eijirou entonces quedó en completo silencio. Justo cuando acababa de descubrir una posible atracción hacia Katsuki, este sería obligado a contraer nupcias con alguna princesa para asumir su rol de faraón. Por unos instantes, imaginó ese futuro. Él quedaría en segundo plano, y Katsuki debería ocuparse de la muchacha con la que le comprometieran. Luego, Katsuki junto a su esposa comenzarían a formar lentamente una familia, cosa que reducía aun más el tiempo que Eijirou pudiera pasar al lado del príncipe, y finalmente acabaría marchándose del palacio sin haber podido confesar sus más profundos pensamientos al príncipe, yéndose a su hogar con el corazón roto.

Y ese futuro no le gustaba absolutamente nada, y más que por su atracción por el príncipe, era doloroso por saber que todos sus esfuerzos serían en vano por culpa de la chica afortunada que pudiera pasar el resto de su vida junto a Katsuki, y que su relación se volvería definitivamente la de un sirviente con su amo. Es decir, sus posibilidades de estar junto al príncipe como mejores amigos se polvorizarían, se reducirían a cero sin poder hacer nada para evitarlo.

—Hey, idiota, ¿estás bien? Si estás enfadado con mis padres, no te culpo, pero quien tiene derecho a estar enojado soy yo. Después de todo, a quien casarán será a mí, no a ti —le dijo Katsuki, consciente de la mirada sombría que se había instalado en los ojos del pelinegro—. Ahora, olvidemos este asunto. Voy a preparar algo de comer, ¿quieres ayudarme?

—De acuerdo —asintió Eijirou mientras seguía con paso lento a Katsuki. Sabía que debía aprovechar todo lo posible su tiempo junto al príncipe, pero esos pensamientos habían ensombrecido su mente y sus ánimos de forma dolorosa—. ¿Tienes alguna opción en mente?

—¿Ah? —murmuró confuso el príncipe, tomando los alimentos con los que prepararía la cena para Ochaco, Momo y Eijirou, girándose hacia este último—. ¿A qué te refieres con tener una opción en mente?

—Uh, bueno, me refiero a si tienes alguna chica que te guste y con la que te quieras casar —explicó Eijirou, ayudando a Katsuki a limpiar las verduras con el agua que le brindó el rubio—. Si es así, podrías decírselo a tus padres para que sepan que no hace falta que te apresuren, así tendrás más tiempo para plantearte si de verdad quieres casarte ya.

—Si te soy sincero, hace tiempo que debería haberme casado, pero por no tener ningún lazo con alguna princesa de algún reino cercano, eso ha limitado las posibilidades a mis padres. Pero ahora, quieren tomar cartas en el asunto, y me forzarán a unirme a alguna chica en contra de mi propia voluntad.

—¿Eso significa que no te gusta nadie? —cuestionó algo ilusionado. Podría ser que Katsuki llegara a casarse, sí, pero una cosa es que lo hiciera de forma obligatoria y otra que lo hiciera por su voluntad. Si llegaba a casarse forzado por sus padres, cabían las posibilidades de que no se preocupara tanto por la chica en cuestión y pudiesen continuar su amistad como si nada.

—Claro que no, cabeza de chorlito. ¿Acaso me has visto relacionarme con alguna chica más que no sean Momo u Ochaco? —espetó con ironía el príncipe, dejando los utensilios de cocina en la mesa y acercándose al pelinegro—. Si te preocupa que un matrimonio pueda afectar a nuestra amistad, no debes pensar en eso. Ninguna chica podría llegar a equivaler lo importante que te estás volviendo para mí, así que procuraré mandar a la mierda a mi futura esposa si me impide pasar tiempo contigo.

Tras decir esas palabras, Katsuki revolvió de forma afectuosa el cabello de Eijirou, logrando que su corazón volviera a revolverse de forma casi dolorosa y retumbara en su cabeza y garganta. Tal vez, más que atracción física, sentía algo mucho más fuerte, y eso, sin lugar a dudas, dolería aun más que el simple deseo de admirar su cuerpo, pues cuanto más profundo indagaba en sus sentimientos, más se daba cuenta de que a él le gustaría ser el esposo de Katsuki para poder estar a su lado todo el tiempo posible.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top