|Ghiaccio| Parte 1

Fiona era una mujer hermosa que sufrió un destino azotador. Su familia en cuanto tuvo la oportunidad se deshació de ella, vendiéndola. Ni siquiera sabían a dónde la vendían, y es que tal era la poca importancia que le daban a su seguridad que ni eso sabían.

Fiona nunca llegó a saber nada de ellos.

Fue trasladada a un club de alterne, donde pasó 5 años viviendo allí y soportando todas las acciones que tomaban contra ella en contra de su voluntad, así como abusos sexuales y maltrato físico. Cuando cumplió unos 21 años, fue vendida a un señor llamado "Orlando" en una muy buena situación económica debido a su trabajo. Aunque por los primeros años consiguió mejorar la calidad de vida de la mujer, no se demoró en portarse como los antiguos hombres con los que tuvo que tratar ella, e igual la hizo sufrir de violaciones y maltrato, sobre todo esto último, ya que solía desquitarse golpeándola. 

Fiona llegó al punto de decantarse por sentir nada. Tanto sufrimiento en su vida que nunca cesaba se convirtieron en costumbre para él. Ni siquiera pensaba en resistirse, sólo dejaba las cosas pasar, sin esperar nada, no tenía nada que quisiese hacer en el futuro, ni un hobbie, algo que le produciese una mísera pizca de felicidad. Nada.

Como fruto de unas de las violaciones que para el Padre ya se hicieron algo normal, nació Ghiaccio, en el año 1968, quién al principio fue nombrado cómo su Padre, Orlando, teniendo el objetivo de continuar con la lideración de la empresa de su padre. Y cómo no, bien sabido era cómo ese hombre se preocupaba más del dinero que por una vida humana.

Orlando se encontraba muy orgulloso de su situación. Su esposa era una bella y joven mujer con la que le encantaba hacer sentir envidiosos a los demás, y su hijo, quién pretendería que fuese alguien perfecto para él y con ímpetu para continuar su legado. Él nunca llegó a plantearse cómo se encontraba la gente de su alrededor, con su esposa, maltratada diariamente, cayendo en depresiones, y sus empleados, quienes tenían salarios bajísimos y horas a la semana de trabajo desorbitadas.

Fiona, había pensado varias veces en el suicido como un escape a su desagradable situación, sin embargo, cuando tuvo a Ghiaccio, se impuso como tarea cuidar de él con todo su alma y corazón y darle todo el amor que nunca recibió ella. Quería que él fuese feliz, y disfrutaba cada segundo que pasaba con él, a veces llorando pensando en qué le pasaría si ella desapareciera. Solamente quería lo mejor para su hijo y entregarle todo el amor incondicional del mundo.

Normalmente las personas no suelen tener grandes recuerdos de su infancia, sin embargo, Ghiaccio recuerda perfectamente a su Madre. Su personalidad. Cómo le trataba. Pensar en ella le hacía sentir una nostalgia llena de buenos momentos. En los momentos en los que ella no se encontraba con él, su pensamiento le traía mucha ternura y seguridad en sí mismo. Le ayudaba a seguir en la vida aunque la situación fuese muy difícil.

Ghiaccio le tenía mucho resentimiento a su padre por como éste trataba a su madre. Claro que también le pegaba a él, pero eso en cierta medida lo podía soportar. Las noches que no podía dormir, que no eran pocas, era por los gritos de su madre que estaba siendo torturada con fuertes golpes y palabras. Cada día era más desesperante para los dos.

Hasta que un día, Ghiaccio, como si se tratase de un día normal, se levantó y vistió. Hasta que agarró lo que fuese que había en la cocina para desayunar, se dio cuenta de cómo su madre desde que se levantó no había hecho acto de presencia. Lo cuál era muy extraño para Ghiaccio, él sabía que ella disfrutaba darle los buenos días.

Y no sólo su progenitora había desaparecido, su padre también. Su casa estaba completamente sola y Ghiaccio muy confundido. La soledad a la que no estaba acostumbrado le azotó en cuestión de minutos como si de una violenta brisa se tratase.

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El padre de Ghiaccio entró con rapidez en el hogar, asustando a Ghiaccio quién simplemente no hacía nada. Le agarró con fuerza del pelo y no le soltó hasta obligarle a meterle dentro del coche.

 —Mira, mocoso, no quiero ni una simple palabra, ¿me entiendes, verdad? Tu madre ha muerto y vamos al funeral. Te juro que como escuche un sólo sonido te dejo ciego. —La cabeza de Ghiaccio era fuertemente sostenida por su Padre, quién sin un ápice de sensibilidad en sus palabras le anunciaba la muerte de la única persona que quería en el mundo.

Se retiró, dejándole en el asiento de atrás. Los primeros segundos se quedó petrificado y mirando hacia abajo, Ghiaccio no pudo retener su tristeza y acabó optando por dejar salir sus lágrimas. Era eso o ahogarse con sus pensamientos. Aunque recordando la advertencia de su padre se tapaba la boca para que sus llantos no fuesen escuchados.

Ni siquiera en el funeral pudo parar el constante lacrimeo. A sus inocentes 10 años había perdido a su madre, con quién guardaba una fuerte relación, y no lo olvidaría nunca.

En un momento del viaje en coche, los ojos de Ghiaccio miraron fijamente a su Padre. Sus ojos estaban tan centrados en él que parecía que le estuviesen leyendo el alma.

Ghiaccio estaba seguro de lo que le había pasado a su madre.

Había sido él. 

Año 1983

No hacía mucho desde que Ghiaccio cumplió quince años. Aunque tampoco es que su cumpleaños le importase. Desde la muerte de su madre, se volvió una persona completamente diferente. 

Todas las veces que le fuese posible se encerraba en su habitación. Su rutina era muy simple: Levantarse, prepararse para la escuela, volver, agarrar algo para comer, quedarse encerrado, agarrar algo para comer y seguir encerrado. Y qué decir de los días que no tenía ninguna responsabilidad como la escuela. Se pasaba unos 3 minutos fuera de su habitación.

Esto se debe a los caprichos que su padre le regaló el día del funeral. Haciendo uso (al igual que siempre) de su dinero, le regaló un ordenador que sería la culpa de pasarse tantas horas alejado de el mundo.

Realmente su Padre no se preocupaba por él, y lo sabía perfectamente. El por qué de regalarle todas las -pocas- cosas que le pedía (aunque caras) era simplemente para hacerle callar. Y Ghiaccio lo sabía perfectamente. Pero prefería usarlo a su favor antes que entristecerse.

Pero eso no quita el rencor que le guardaba su Padre, la persona que mató a su Madre. Mientras pasaban las años, Ghiaccio por fin pudo comprender la verdad. De alguna manera, su progenitor usó su dinero para encubrir la muerte. Y de la misma manera que usó el dinero para esos fines, también lo usaba para persuadir, no sólo a él, su propio hijo, si no a las demás personas que les conveniese. Ghiaccio estaba completamente seguro de que  él no estaba arrepentido de asesinar a su madre.

Ghiaccio sentía como si todo lo que se encontrase fuera de su habitación fuese un infierno. No era que estuviese adicto al ordenador, eso era lo que menos. Fuera de ahí siempre se sentía con ansiedad e inseguridad. Era insoportable para él, se volvió extremadamente sensible al contacto con otras personas y los espacios abiertos. Y tampoco es que tuviese alguna motivación para dejar de comportarse y sentirse así. Su padre renegaba de él, sus compañeros de clase si no le ignoraban, otros pocos se reían de él (unas de las razones por las que ghiaccio no disfrutaba de relacionarse con sus compañeros). Además, disfrutaba muchísimo estar a solas, solamente con su ordenador, alimentándose de diversa información.

Por ejemplo, sabía casi con toda totalidad lo que ocurría diariamente en el mundo, a veces se indignaba por cómo ciertas cosas eran más habladas que otras, y se volvió en cierta manera fanático de los juegos de ordenador de aquella época.

Se convirtió en una rutina insana, solamente disfrutaba de su vida al entrar en su habitación, rápidamente cerrándola con el cerrojo que él mismo creó. Su padre sólo pudo ver su habitación una mísera vez. Quedó marcado por esa voz, ya que recuerda cómo la baja temperatura de su habitación le azotó en la cara. Anormal para encontrarse a mediados del verano. Era un frío característico de su habitación todos los días del año, el cuál le resultaba muy reconfortante.

Se pasó todo el resto de su adolescencia en su pequeño búnker. El corazón de Ghiaccio estaba llenado de montones de nada, y, por otra parte, rencor porque fue arrebatado de su madre. Si antes acordarse de ella le hacía tranquilizarse en ciertos momentos, ahora ese concepto había cambiado completamente. Si bien Ghiaccio era alguien -a primera vista- muy tranquilo, cuando era sacado de su zona de comfort se volvía alguien completamente diferente. Era alguien muy fácil de enfadar, y si eso fue los primeros años una burla de sus compañeros y una motivación para molestarle, no tardaron en descubrir que era una mala idea.  

Si bien Ghiaccio tenía muy claro que no tendría problema en molestarse si interrumpían su monótona vida -lo cuál no era algo malo para él, la monotonía-, sus compañeros no lo tenían tan claro.

Y es que, aunque sus ataques de ira fuesen nuevos para ellos, si se hubiesen imaginado cómo serían estaban seguros de no provocarlos.

Ni siquiera Ghiaccio podía controlarlos, e innumerables veces se olvidaba de ellos. Quizás era porque su cerebro decidía olvidarlos, y la verdad es que, si él se acordase, estaría arrepentido de ellos. Una vez le expulsaron un par de días. Él no tenía ni idea de por qué, pero lo que si tuvo seguro es que gracias a eso nunca le volvieron a molestar, ni siquiera a acercarse a él.

Él solitario en el comedor, rodeado de murmullos de otra gente ajena a él, era lo mejor para todos.

Por suerte, mientras se iba haciendo mayor, pudo controlarlos con el tiempo. No era que dejase de tenerlos, si no que nunca llegaron a ser tan graves, y él era completamente consciente de ellos, sin embargo, al sus ataques más detenidamente, acabó aceptando que él era así, y que mientres no hiriese a nadie, la gente de su alrededor tendría que aceptarlo. 

Les gustase o no, Ghiaccio no buscaba la aprobación de nadie. No podían hacer que las pequeñas cosas por las cuál se enfadaba las ignorase. 

Sólo era cómo él era. Y teniendo en cuenta que los seres humanos no somos perfectos, él no tendría miedo en dejar a relucir su defecto.

Irónico, cómo se enfadaba por los defectos de otras personas y cosas y nunca aceptaba los suyos propios. Pero cómo he mencionado anteriormente, así era cómo su mente y personalidad funcionaban.

De todas formas, tampoco es que tuviese ninguna vida en la meta. Quizás otras personas le podrían observar con tristeza, pensando que malgastaba su vida, lo cuál era muy diferente de lo que pensaba Ghiaccio. Ni siquiera él mismo sabía si tenía o no ganas de vivir, ni lo que quería, para su presento o para su futuro... No sabía nada. A fin de cuentas, lo único por lo que se preocupaba diariamente era por estar acompañado de su soledad.

No es como si estar completamente solo suponiese algún tipo de problema para él, aunque sin que él se diese cuenta, le iba dañando. Y es que, sus hábitos, aunque fuesen muy únicos, no quitaban que fuese un simple ser humano.

Le contaba mentiras a sus amigos y conocidos. En gran mayoría de su hijo, ya que no tenía nada bueno que decir de él, creando la imagen de que era un niño prodigio que a su corta de edad se encontraba decidido a trabajar en la empresa. Él era un mentiroso por excelencia. ¿Cómo si no iría a camuflar la muerte de una persona? 

Aún así su padre no le prestaba atención, pero eso no significaba que hubiese dejado de pensar en él para que continuase su empresa -sobre todo porque no tenía a nadie más-. Le daba igual la situación mental y física en la que se encontraba su hijo. Aunque estuviese completamente destrozado, le forzaría a seguir con sus ambiciosos deseos. Sólo le usaría para satisfacer sus egoístas deseos.

Tenía claros sus planes; obligarle a salir de la habitación para que se pusiese a trabajar en la tienda nada más cumplir 18 años.

Y, exactamente, así ocurrió. lo cuál pilló totalmente desprevenido a su hijo. Creció toda su infancia delante de un ordenador, con notas ni malas ni muy buenas y sin relacionarse con nadie, llegando a tener hasta fobia al contacto con otras personas. Sacarle de su zona de comfort sería algo demasiado arriesgado para su salud mental, una terapia de choque sería lo último que le vendría bien.

El ambiente y seguridad de su habitación simplemente era algo que para Ghiaccio era imposible de arrebatar.

¿Pero acaso su padre se preocupaba de esas cosas?

En absoluto, y esa falta de interés en su salud sería aún peor para Ghiaccio.

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pequeña actualización de navidad unu,  llevaba mucho tiempo trabajando en este capítulo, y aunque me salió más corto que los anteriores espero que haya sido igual de disfrutable unu

Le dedico este capítulo a mi amigo Tobi porque sé que Ghiaccio es su favorito de la Squadra e inspiró muchas cosas para este cap y el siguiente.

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