El parecido

Tengo la imperiosa necesidad de advertir a otros sobre los peligros que existen al vivir cerca de zonas boscosas y por ese motivo he decidido transcribir los eventos de la noche del día 26 de octubre lo mejor posible. Todo los recuerdos están frescos en mi memoria y pido que se los tome muy enserio. No me mueve otra ambición que la de prevenir a quienes puedan estar viviendo la misma situación que yo y decirles "no estas solo". Es por eso que no diré ni mi nombre ni mi dirección, no me interesa la fama ni mucho menos salir por la tele o en una entrevista contando lo que viví.

Hay otros que lo han hecho y si los buscan, podrán encontrarlos sin muchos problemas.

También seré muy concreto y específico, por lo que no esperen encontrar grandes detalles en mi relato y les pido que sencillamente lean.
Si alguna vez han ido de campamento, si viven en el campo, si cerca de sus casas hay bosques o aunque fuera algunos árboles, o si se encuentran en las afueras de sus ciudades o pueblos, presten mucha atención porque sus vidas y sobretodo, las de sus más cercanos familiares o amigos pueden estar en un terrible peligro.

Sobre todo al caer la noche que por mi experiencia, es el momento en que... en que "ellos" eligen salir.

Tras el prematuro fallecimiento de mi padre, mi hermano y yo heredamos la viña familiar en que nos habíamos criado y trabajado. No se trataba de un negocio muy prominente y la verdad sea dicha, estaba en franco decrecimiento con el paso de los años. Sin embargo aún producía más ganancias que pérdidas y a los dos nos pareció que lo más adecuado era no dejar que se viniera abajo en medio de la tragedia y decidimos seguir trabajando en ella.

Teníamos algo de experiencia, muchas ganas y los contactos de nuestro padre aun disponibles para nosotros como herramientas con las que construirnos un camino en el difícil mundo del mercado vitivinícola.

La viña se ubicaba en las afueras de Carmelo. Ocupaba unas seis hectáreas con tres tipos distintos de uvas. La ruta doce la cortaba por la mitad y separaba en dos, cuatro hectáreas hacia la izquierda y dos hacia la derecha. Un bosque de eucaliptos que ya eran viejos cuando yo era niño rodeaban la zona y proporcionaban al ambiente la magia del campo y su belleza natural.

Recuerdo que cuando niño me gustaba mucho jugar allí en compañía de mi hermano y los hijos de algunos de los trabajadores que pocas veces los acompañaban. Era divertido y el bosque se convertía con facilidad en el lugar favorito para dejar suelta la imaginación.

Aquel tronco caído era la base donde descansar, o el cohete espacial a punto de despegar. Aquellas ramas eran látigos o serpientes que intentarían picarte. Un palo se convertía según su forma en una espada, una lanza o una caña de pescar.
Aquel niño... aquel niño que jugó una vez con nosotros durante toda la tarde... aquel niño que no era hijo de ninguno de los trabajadores y que no tenía boca... era solo un invento de nuestra imaginación alterada, si, tal y como dijeron nuestros padres cuando se lo contamos.

Pero si, era el bosque un lugar agradable la mayor parte del tiempo.

Jean-Luca, mi hermano, lo disfrutaba mucho y cuando nos mudamos juntos a la vieja casa familiar para comenzar nuestro nuevo negocio administrando la viña, una de las primeras cosas que hizo fue salir de recorrida por el viejo bosque. Yo preferí quedarme en la casa organizando todos los documentos y papeleos necesarios, y atendiendo algún que otro llamado que todavía buscaba darnos el pésame y que yo respondía con toda la amabilidad de que era capaz.

"Cazador", un perro que había pertenecido a papá, acompañó a Jean-Luca y por la ventana los vi alejarse rumbo al bosque. Mi hermano a paso firme y el cimarrón moviendo su rabo donde habría una cola si no se la hubieran cortado cuando cachorro. Algo me llamó entonces la atención. El perro se detuvo de repente, justo en la linde del bosque, y allí mismo se quedó sentado sin avanzar olisqueando al aire. Mi hermano lo llamó y por lo que pude ver por sus gestos y manotazos, fue insistente, pero el animal (que había sido fiel y obediente desde siempre) no se movió. Finalmente mi hermano optó por abandonarlo y se internó solo en el bosque seguido por la mirada del perro y al mismo tiempo la mía.

Fue revisando los papeles y documentos viejos que encontré la primera de aquellas cartas. Mi padre no era un hombre que se hubiera dedicado mucho a la escritura ni tampoco a la lectura, más allá de libros sobre vinos, por lo tanto me llamó mucho la atención encontrar una serie de hojas con su letra en ellas. Esta curiosidad me llevó a leer los papeles sin saber bien que encontraría.

"Hoy Ramírez volvió a verlo. "Patrón, le juro por la virgen que estaba parado fijo atrás del tronco ese" me dijo y señaló un lugar donde por supuesto no había nada. A veces pienso que la superstición de esta gente es lo que los hace tan proclives a ver diablos donde solo hay sombras y ángeles donde hay manchas de humedad. Quizá Ramírez se enteró del cuento ese, de la gente del bosque. Lo que me sorprende es la rapidez con que se difunde, pensar que lleva apenas dos días trabajando con nosotros y ya anda con esas cosas en la cabeza."

Lo escrito terminaba abruptamente y no continuaba ni allí ni en el reverso de la hoja. Mientras leía aquello yo había podido reconocer aquel pedazo de papel como perteneciente a la libreta que papá llevaba siempre consigo en el bolsillo superior de su camisa. Aquello me dio una pista de que lo escrito seguramente cumplía más la función de poner sobre el papel algo del momento como si se tratase de un diario y no de otra cosa.

Levanté entonces la vista. "Cazador" seguía allí, sentado firme como una estatua sin moverse y observando en dirección al bosque. Las ramas se sacudían por el viento y el sol de la tarde brillaba entre los árboles, alumbrando posibles caminos. Los recuerdos de la infancia venían a mi provocados por aquel paisaje, el saltar, el correr, el jugar a las escondidas. El ver desde lejos a ese niño que... que por algún motivo en mi recuerdo no tenía boca sino solo una mancha de piel carnosa... ese niño que había estado en mi imaginación y aún persistía como un mal sueño.

Volví a concentrarme en los papeles que tenía frente a mi.

"Comenté con Estanislao este tema del bosque. Él y su familia lleva en estas tierras tanto tiempo... al principio se reía un poco. Me tomaba por supersticioso. Pero después terminó diciendo que los lugares viejos tenían muchas historias, algunas de ellas falsas, otras reales, pero todas basadas si o si en algo. "Algo", así dijo.

Si una historia es mentira, ¿cómo puede estar basada en algo? le pregunté.

Porque las creencias de las gentes resisten a cualquier paso del tiempo, respondió.

Este hombre, siempre con sus cosas. Por lo que yo se hasta puede que sea él quien empezó con todo este cuento de la gente del bosque."

"Algo"... todas las historias están basadas en algo, sean verdaderas o sean falsas.
Por algún motivo pensar en eso me produjo un cierto malestar. Un miedo para ser sincero, que asocié a la posibilidad que abría esa afirmación a que alguna de las cosas que se contaban de ese bosque fueran ciertas. Miré nuevamente hacia los árboles que desde mi ventana parecían pequeños edificios empujados por el viento, repletos de hojas y hongos. Cortezas que habían resistido el agua de mil lluvias, de un millón, me pregunté entonces cómo medirían el tiempo los bosques. Recordé como los escuchaba susurrar cuando niño, en mi imaginación claro esta, susurros como voces lejanas que se entremezclaban con el viento. No era nada terrible, ni aterrador, pero era algo. Algo que un niño podría haber interpretado como "algo más". Si habían susurros tenían que haber voces. Pero si habían voces, no necesariamente tenían que haber personas. Porque también podían estar ellos. Los hombres del bosque, los niños sin boca, y ¿cómo podía un niño sin boca susurrar?

Un movimiento entre los árboles captó mi atención de inmediato. Me sorprendió sacándome de mi estado de ensimismamiento. Me asustó. Rápidamente me calme cuando comprobé que era mi hermano, quien regresaba a paso ligero.

Me había quedado inmerso en mis pensamientos. Ya atardecía y agradecí que regresara.

El que no lo agradeció tanto fue "Cazador", pues el cimarrón se alejaba de él al tiempo que le lanzaba ladridos y gruñidos que a pesar de la distancia llegaban hasta mí.

Mi hermano los ignoraba y seguía caminando rumbo a la casa sin preocuparse.

Yo continué con mis tareas y como consideré que iba a algo atrasado me enfrasque de lleno en terminarlas.

Llegó la noche al poco tiempo, pues en el campo siempre cae más rápido ese atardecer pesado como una roca hundiéndose en lo profundo del mar, hasta tocar su fondo oscuro y sin luz. Así era aquella noche cerrada y yo estaba terminando con mis papeleos.

Llamé a Jean-Luca, pero no respondió.

Aquello me pareció extraño. Volví a intentarlo y nada. Me levanté y salí de la sala hasta la cocina. Solo entonces me figuré que Cazador estaba ladrando hacia la casa con una intensidad casi salvaje que pocas veces antes le había escuchado. Salí y observé la zona pero el perro no ladraba hacia las afueras sino hacia la casa misma y cuando me vió abrir la puerta se lanzó hacia ella con una velocidad inesperada. Acabé por cerrar la puerta antes de que entrara pero me sorprendió lo extraño de su comportamiento.
Las luces de la casa estaban apagadas por lo que fui prendiéndolas a medida que avanzaba en busca de Jean-Luca. Mi hermano no parecía encontrarse allí, ni tampoco en el baño de la planta baja.

Me pregunté si acaso habría salido de nuevo y no pude recordar si le había escuchado. Solo por si acaso lo llamé por su nombre en dirección a las escaleras de la segunda planta, pero no me llegó respuesta alguna. La planta alta estaba tan oscura como la noche por lo que me parecía extraño que mi hermano pudiera estar allí, en la oscuridad. Comencé a subir, pero entonces un movimiento pasó como un destello frente a mis ojos. Fue como si alguien hubiera corrido rápidamente y aunque solo lo vi menos de un segundo, escuché con claridad el traqueteo de los pasos uno tras otro sobre el piso de madera, hasta perderse. De inmediato una puerta abriéndose y luego el "plack" de la misma cerrándose. Retrocedí instintivamente. Los ladridos de Cazador habían desaparecido y me giré en su dirección pero el perro ya no se encontraba allí. En cualquier caso volví a llamar a mi hermano por su nombre sin obtener ninguna respuesta. Algún impulso me llevó a tomar de la cocina una linterna y de atrás de la puerta un palo que guardábamos para posibles animales feroces.

Con ellos en mi manos comencé a subir por las escaleras alejando las penumbras mientras me internaba en busca de mi hermano. A simple vista no parecía haber nadie en ese piso. Accione los interruptores de luz y funcionaron bien. Esto me dio un pequeño alivio pero también me hizo preguntarme ¿por que si funcionaban mi hermano no los había prendido antes? Algo del piso captó mi atención. Eran una manchas extrañas que parecían de un color oscuro como barro y cuando las toque con el palo que tenía en la mano este se impregnó de ellas como si se tratase de alguna especie de caramelo pegajoso. Las manchas se extendían por todo el suelo pero fácilmente pude ver que seguían un camino. Iban directo hasta la habitación de Jean-Luca. Y hacia allí me encaminé yo mismo armado con mi linterna y mi palo ya sin llamar a mi hermano por su nombre porque era consciente de que algo, no sabía bien que, le estaba sucediendo. Abrí la puerta. La habitación se encontraba totalmente a oscuras. Recorrí su superficie con la linterna y entonces lo ví.
Jean-Luca estaba recostado contra la esquina de una pared, parado y dándome la espalda. A su alrededor habían un montón de prendas de ropa, papeles y otras cosas que parecían haber esparcido. Lo llamé por su nombre pero no reaccionó. Aun apuntándole con la linterna comencé a acercarme despacio. Sentía un cosquilleo en las manos y las piernas, sin saber muy bien qué debía hacer y con un miedo creciente a lo que estaba sucediendo.
Entonces algo me distrajo. La puerta de entrada de la planta baja se abrió claramente y una voz gritó mi nombre. Lo que me hizo girarme de par en par fue que se trataba de la voz de mi hermano, Jean-Luca, que venía desde abajo y me llamaba con desesperación por encima de los ladridos feroces de Cazador.
Fue un segundo, pero mi distracción bastó para que un fuerte impacto me tirara para el costado. Aquel... aquel otro Jean-Luca parado en la habitación se había movido con una rapidez única y de un empujón me había tirado contra la cama. Intenté incorporarme y lanzar un golpe pero la luz de la linterna solo alcanzó a cubrir su figura cuando ya corría escaleras abajo. Por efecto de la velocidad me pareció que sucedía algo imposible. Que aquel hombre, igual a mi hermano, por lo demás tenía algo diferente. Donde debería haber una boca con labios y un poco de barba, solo había una mancha carnosa que lo cubría como una máscara terrible.
Aún afectado por el shock momentáneo escuché gritos abajo, ladridos y una pelea que me hizo incorporarme rápidamente y correr sosteniendo el palo hacia las escaleras. Al llegar me encontré con un espejo roto y el mueble donde guardábamos algunos papeles tirado en el suelo. La alfombra movida de lugar y la puerta desencajada. Mi hermano estaba levantándose del piso y los ladridos de cazador indicaban que estaba persiguiendo algo mientras se alejaba. Miré a Jean-Luca. Tenía boca y sangraba y también de su cabeza. Estaba sucio y cubierto de barro y hierbas como si... como si hubiera pasado todo este tiempo en el bosque. Como si ese que había regresado no hubiera sido el, sino una visión similar pero incompleta.

Lo ayudé a levantarse del suelo sin saber muy bien que debíamos hacer ahora. Optamos por salir de la casa guiados por el instinto y vimos a Cazador que ladraba hacia el bosque sin adentrarse en el. Por lo demás, era un destello, pero alguien o algo se estaba internando en este a toda velocidad. Rápidamente lo perdimos de vista.

Hasta el día de hoy no se con que nos encontramos esa noche. Mi hermano no recordaba mucho más que un fuerte golpe en la cabeza y la sensación se ser arrastrado. Yo había visto poco más. Cada uno tuvimos nuestra propia explicación y cuando más adelante lo hablamos con los trabajadores ellos parecieron asentir como si la historia no les fuera sorprendente sino algo que perfectamente podía pasar. Jamás hemos vuelto a entrar en el bosque durante el día y colocamos luces que apuntaban directamente hacia él en las noches, además de comprar más perros y tomar alguna que otra medida de seguridad, sin saber qué más hacer y sin estar seguros de que aquello fuera a servir de algo. Por eso quiero transmitirles mi historia, nuestra vivencia, para que todos aquellos que viven en esas zonas peligrosas, lo tengan siempre presente y no se olviden nunca de mirar dos veces el rostro de aquellos que conocen. Porque aunque pueden ser muy parecidos a nosotros, hay algo que "ellos" no puede igualar todavía. Usemos ese dato como la única forma que tenemos hasta el momento para defendernos.


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