Capítulo I: Secta Wei Cangse.

«¡Wei Changze y Cangse Sanren han muerto! ¡El Clan Wei ha sido exterminado!»

En la septuagésima séptima primavera de la dinastía Lan, dos grandes clanes perecieron a la lumbre de una ígnea guerra iluminada por la mezquindad de un hombre que no supo detenerse.

El Clan Wei y el Clan Wen no volvieron a ver el sol elevarse majestuoso en el alba.

Uno pereció tratando de defender a su gente con determinación, y el otro pereció por ser sus verdugos.

De lo que alguna vez fue un clan que brillaba en sabiduría, paz y alegría, no quedó nada. Con la ventisca de la mañana, el clan desapareció. Dieron una gran pelea, sin embargo. Lograron asesinar al primer hijo de Wen Ruohan antes de sucumbir, llevándoselo a la muerte con ellos, cobrando venganza de alguna manera.

Con uno de sus brazos prácticamente cortado, los demás clanes tuvieron más valor para enfrentarse a la Secta Qinshan Wen. Básicamente, les dieron el paso libre a las demás sectas para acabar con ellos sin mayores dificultades.

De entre sus dos herederos, Wen Xu era el más capaz. Era más sensato, frívolo y calculador, a diferencia de su idiota hermano; que actuaba bajo el impulso, lo que dejaba más margen de error. En realidad, cualquier secta podría vencerlo con facilidad si eran lo suficientemente inteligentes y habilidosos para ello.

Incluso ante su inevitable final, la Secta Wei Cangse dio su última gran heroica acción. En verdad, un clan fuerte con un desafortunado final.

Solo quedó el único joven heredero de la pareja; Wei Wuxian.

Arruinado, las demás sectas se compadecieron de él antes de iniciar la guerra. Le ayudaron a solventar los gastos para el funeral de sus padres; los antiguos respetados líderes. El mundo del cultivo lamentó la muerte de dos astutos y generosos líderes que siempre fueron conocidos por ayudar sin distinción; rico o pobre, los del Clan Wei siempre brindaban su mano a quien lo necesitara.

Bajo ese manto eran criados todos los discípulos que deseaban empaparse de la educación de la Secta Wei Cangse. Una generación entera de hombres y mujeres dispuestos a defender el nombre de la justicia desapareció de la noche a la mañana.

El ataque fue feroz, e impredecible. No lo esperaban, y aquellos desalmados atacaron impecablemente, sabiendo justamente dónde hacerlo.

Debido a todo lo sucedido, las demás sectas se alzaron en resentida furia en contra de los Wen. Pagarían por la masacre de la Secta Wei Cangse y sus posteriores intentos de replicar el suceso con los demás clanes.

Por su parte, los ciudadanos llenaron las calles con velas, con la esperanza de que el camino hacia la siguiente vida de Wei Changze y Cangse Sanren siempre permaneciera iluminado. Por haberles dado el coraje de rebelarse en contra de una malévola secta, nadie los olvidaría y serían recordados como los héroes que fueron.

Jiang Fengmian deseó poder ofrecerle más que un par de pequeños cofres con monedas de oro al hijo de quien fue su mejor amigo y la mujer a la cual más estimó hasta el final de sus días. Con el corazón roto, y sin que nadie lo viera, abrazó al desconsolado Wei Wuxian. Aprovechó la intimidad para derramar algunas lágrimas, propias de un hombre que fue azotado por la noticia de la muerte de las dos personas más apreciadas en su vida.

Jiang Yanli y Jiang Cheng corrieron e hicieron lo mismo apenas su padre salió del salón, los jóvenes que, crecieron como primos lejanos –y en realidad se consideraban hermanos–, se unieron en un fuerte abrazo para evitar que Wei Wuxian cayera devastado ante su pérdida.

Madame Yu había encontrado una manera de quedarse afuera del salón sin parecer grosera.

Los demás líderes de secta entraron uno por uno para mostrar sus condolencias y entregar un par de ofrendas para ayudar al joven. Nadie sabía qué sería de él. De la noche a la mañana, lo había perdido todo. Reconstruir su secta le tomaría mucho dinero que no tenía, y endeudarse con las demás sectas no sería prudente.

—Saludos al Príncipe Heredero y Segundo Príncipe, larga vida para los príncipes —las voces de los demás líderes de secta coreando el saludo hacia los miembros de la Familia Imperial que se presentaron al funeral hizo que Wei Wuxian alzara un poco la cabeza.

A su lado, Wen Qing y Wen Ning, los únicos sobrevivientes perdonados del Clan Wen, acariciaron los brazos de quien ahora parecía un pequeño niño perdido.

De la puerta del salón en el Muelle del Loto, que fue donde Jiang Fengmian le permitió a Wei Wuxian velar los cuerpos de sus padres, aparecieron las dos blancas e impolutas figuras de los dos herederos del fallecido emperador Qingheng-Jun.

Lan Wangji era la viva imagen de la consternación, mientras que su hermano miraba a Wei Wuxian con lástima sincera.

Wei Wuxian encontró las fuerzas para levantarse de sus rodillas y recibir a los príncipes, temblando un poco al sentirse vulnerable. No había recibido más que miradas cargadas en compasión y un poco de dinero. Ni siquiera Jin Zixuan pudo ocultar la pena cuando sus ojos se encontraron con los de él cuando Jin Guangshan se presentó, murmurando unas palabras simples a modo de condolencias.

No quería nada de ambos. A pesar de ello, aceptó las cajas de monedas de plata que le entregaron.

—Este saluda a los príncipes imperiales, larga vida a los príncipes —murmuró inclinándose, siendo detenido por las gentiles manos de Lan Xichen, el Primer Príncipe del imperio Lan.

—No es necesario. Se encuentra de luto, Joven Amo Wei —el amable príncipe heredero alzó el cuerpo de Wei Wuxian, cuidadoso de no ser irrespetuoso con su acto.

Lan Wangji se quedó en su lugar mirando. Queriendo, ansiando poder envolver a Wei Ying en sus brazos para apagar el dolor de su alma. Le lastimaba ver el sufrimiento pintar el rostro de Wei Wuxian. Ensombreciendo la luz en el joven muchacho.

Lan Xichen sonrió extendiendo un cofre más grande que el de Jiang Fengmian.

—La Familia Imperial lamenta profundamente tu pérdida, por favor, acepta esta ayuda en nuestro nombre —Wen Qing, sabiendo que Wei Wuxian diría unas tontas palabras modestas para rechazar el dinero, se apresuró para tomar el cofre ella misma.

Wei Wuxian la vio hacerlo sin tener la intención de detenerla. No era tan ingenuo, sabía que necesitaría el dinero para poder vivir durante los siguientes meses.

Aunque no fuera suficiente para siquiera reconstruir su secta, ni él mismo sabía si tenía la fuerza de hacer el intento. La Familia Imperial podría tener la intención de brindarle ayuda para reconstruir su secta que fue destruida por la guerra, pero, eso significaría perder cara ante todos.

Sumado a que estaría endeudado con ellos de por vida. Y formar una secta a partir de deudas solo acarrearía problemas a futuro para la misma.

Y eso no es lo que sus padres hubieran querido.

—Creo que sabe que nos reuniremos pronto para discutir los asuntos referentes al fin de la guerra, ¿no? —preguntó Lan Xichen con suavidad. Limpiándose algunas lágrimas de su rostro, Wei Wuxian asintió.

Todos eran optimistas en que ganarían. Con la ayuda de la familia imperial, la batalla estaba casi asegurada a su favor.

—Sí, Su Alteza —el Primer Príncipe asintió.

—Entonces, nos retiramos, y, de nuevo, lamentamos su pérdida —sus ocres ojos miraron disimuladamente a su hermano menor, esperando por un actuar de su parte.

Cuando lo vio en un conflicto interno, él sonrió apenado. Wei Wuxian hizo el saludo de despedida hacia ambos, murmurando las palabras antes de que Wen Ning y Wen Qing lo tomaran de los brazos para llevarlo cerca de los ataúdes donde los cuerpos de sus padres descansaban.

Lan Zhan lo vio hacerlo, con su pecho ardiendo dolorosamente por ver a Wei Ying portar las ropas blancas que denotaban su luto. Cuando él se acercó para ver a sus padres, sus hombros comenzaron a temblar con el inicio de un nuevo amargo llanto.

El corazón de Lan Wangji se partió, pero, tan tímido como para darle algún tipo de aliento, solo pudo bajar la cabeza y darse la vuelta para comenzar con su partida.

Wei Wuxian vivió los próximos meses en una posada con Wen Ning y Wen Qing. La vista de ello, era penosa.

Todos lo reconocían como el huérfano de Wei Changze y Cangse Sanren, el antiguo próximo líder de la Secta Wei Cangse, por lo mismo, era lamentable verlo vivir en posadas. No obstante, ver lo fácil que se desenvolvía en el mercado, no era nada fuera de lo común.

Wei Wuxian era conocido en la ciudad cerca de Yiling, la más cercana a su secta. Por lo tanto, no era novedad verlo pasearse junto a sus nuevos amigos –o sirvientes, como llamarían despectivamente los necios– en busca de alimentos.

Sus túnicas permanecían limpias y sin ningún doblez gracias a Wen Ning y Wen Qing. Es más, si Wei Wuxian encontraba la fuerza para salir de la cama, era porque ellos lo hacían a tirones y lo obligaban a vestirse.

Se veía como un futuro líder de secta, pero, ya no se sentía como uno.

—Wei Wuxian, ¿cuánto tiempo más planeas vivir de esta manera? —el tono de Wen Qing era un regaño claro. Destrozó la felicidad del joven chico con una facilidad que no fue intencional—Aún tienes dinero, pero, ¿en serio no intentarás reconstruir tu secta?

Wen Ning intentó intervenir de cierta manera.

—Jiejie, el Joven Maestro Wei ya explicó por qué no sería sensato hacer ello —dijo entre su vergüenza de tratar de calmar a su hermana.

—El Muelle del Loto se reconstruyó-

—El Muelle del Loto no perdió a toda su secta, ellos alcanzaron a salvar a cientos de personas. Ellos no perdieron a sus líderes, ellos no fueron quemados hasta las cenizas —Wei Wuxian cortó súbitamente la insensible comparación que pensaba Wen Qing planeaba hacer. Un rastro de dolor y amargura cruzó por la cara de Wei Wuxian, obligando a la mujer a callarse apenada.

De cierta forma, ella no quiso decir lo que su amigo pensó.

—Iba a decir que se reconstruyó con la ayuda de la Familia Imperial —todavía un poco avergonzada, ella carraspeó para tratar de ignorar ese sentimiento incómodo de su mente—Si ellos pudieron hacerlo; sin duda alguna, tú también podrías hacerlo. Si hay alguien capaz de hacer lo imposible, eres tú.

Wei Wuxian apretó los labios.

—Sostengo mi respuesta. Nuestras situaciones no son las mismas —finalizó la conversación al darse la vuelta para seguir caminando.

Wen Qing suspiró, su hermano menor se acercó a ella con la mirada baja. La mirada de la joven mujer observaba con tristeza cómo alguien tan fuerte como Wei Wuxian se caía a pedazos; perdiendo todo tipo de esperanza.

—Ni siquiera lo intentará, ¿verdad? —preguntó el más joven de los restantes del Clan Wen.

Con pesar, ella negó.

Y es que, ¿cómo podría? Había perdido tantas cosas tan de repente, sin alguna oportunidad de salvar nada. No le fue concedida la ingenua esperanza, su destino fue sellado por los deseos avariciosos de un hombre podrido en alma y corazón. Lo había perdido todo. Incluso un poco de sí mismo.

La junta con los líderes después de la guerra, fue casi inútil para Wei Wuxian.

Él ya no sería el líder de ninguna secta.

La Familia Imperial repartió los tesoros del Clan Wen que fueron confiscados después de su derrocamiento. Devolvieron algunos que fueron robados de otras sectas durante el inicio de la guerra. Y recompensaron a las sectas que sobresalieron en la Campaña para Derribar al Sol.

Los Jin, presuntuosos como solo ellos podían ser, se quedaron con una miseria a comparación de lo dado a los Jiang. Su cooperación fue vital, junto a los Nie.

Por su parte, los Wei, aunque fueron derrotados antes de la campaña, nadie iba a contradecir el hecho de que, sin su ayuda –asesinando a Wen Xu– la guerra podría haberse complicado más de lo que fue. Es por eso que, Wei Wuxian recibió más remuneraciones.

Con precaución, Lan Xichen consultó los planes de Wei Wuxian.

Cuando el Primer Príncipe le preguntó si necesitaba ayuda para restaurar su secta, Wei Wuxian no tuvo una respuesta clara. Sorprendiendo a todos.

«No quiero deberle nada a nadie» fue lo que su mente pensó al instante. Pero sus labios se mantuvieron callados.

Al finalizar la junta; todos dieron por perdida a la Secta Wei Cangse.

Eso, a Wei Wuxian, no le importó en lo absoluto.

De todas maneras, los padres de Wei Wuxian nunca tuvieron la plena intención de formar una secta. Las cosas, se podrían decir que, simplemente se fueron dando hasta la formación de esta.

Al principio, solo tenían planeado enseñarle y cuidar a Wei Ying. Cangse Sanren, como discípula de Baoshan Sanren, no tenía ningún tipo de intención de involucrarse en el mundo de la cultivación formal junto a los demás clanes.

Pero, al establecerse en una pequeña montaña cerca de Yiling para esperar que Wei Wuxian creciera un poco, eventualmente comenzaron a encontrarse con niños huérfanos a quienes no pudieron dejar atrás y, los llevaron con ellos a su montaña. Dando el inicio de su pequeño clan.

Pronto, ese pequeño clan comenzó a recibir a más y más niños. Jóvenes y adultos incluso. Y así, se formó la secta.

Y, aunque fueron felices de ver a los niños que rescataron reír y tener una vida digna, Wei Wuxian siempre supo que ellos nunca quisieron tener una vida como esa. Ellos eran almas libres, no estaban destinados a quedarse y ser atados por las obligaciones que una secta requería.

La Familia Imperial escuchó de ellos, y les ofrecieron su ayuda para sobrellevar su secta.

El resto, fue casi de forma natural.

Wei Changze se reencontró con Jiang Fengmian, y ambos pudieron volver a su vieja amistad. Por eso, sus hijos se hicieron amigos extremadamente cercanos, hasta que, eventualmente, se volvieron hermanos. Así como sus padres se veían. Cangse Sanren incluso los acompañaba a ambos a cacerías nocturnas, como solían hacerlo en su juventud.

Yu Ziyuan detestó la idea por completo desde el inicio. Cangse Sanren la evitaba por ello a toda costa durante las juntas de líderes de secta. Aun así, la podías ver hablando animadamente con Jiang Fengmian cuando este se acercaba a ellos.

—¿Es Yu Ziyuan una buena mujer? —preguntó ella preocupada tras ver el trato que Madame Yu le daba a un muy joven Jiang Cheng. Sumado a lo que su hijo contaba tras regresar de pasar unos días en Yunmeng.

El silencio de Jiang Fengmian le respondió. Wei Changze torció los labios, mientras que Cangse Sanren se cubría la boca apenada. Un alma tan noble como Jiang Fengmian, atada a una tan turbulenta que casi era imposible predecir sus acciones. Era una pena y una desgracia.

—Los matrimonios forzados no suelen tener buenos resultados, A-Mian —ella recordó con la prueba más evidente; él mismo. Recordando cómo el clan de Yu Ziyuan –más ella misma– lo presionaron para casarse con ella, y dado a la naturaleza gentil y pasiva de Jiang Fengmian, él cedió.

—Dijiste que Jiang Yanli está comprometida con el Joven Amo Jin, ¿no es así? —siguió Wei Changze—Es una niña aún, Fengmian.

El Líder de la Secta Yunmeng Jiang bajó la mirada apenado.

Como sus amigos más cercanos, ellos pudieron leer sus facciones.

Ese matrimonio también era idea de Yu Ziyuan.

—A-Mian, tú sabes qué hacer para garantizar la felicidad de tus hijos. Recuerda, ellos no tienen la culpa —Jiang Fengmian asintió, concordaba con Cangse Sanren.

Ni Jiang Cheng ni Jiang Yanli eran culpables de haber sido obligado a casarse con Yu Ziyuan, no tenían la culpa del carácter explosivo de ella.

Y mucho menos tenían la culpa de que ella pensara que él todavía estaba enamorado de Cangse Sanren.

No iba a mentir, alguna vez lo estuvo y se lo dejó claro a Cangse Sanren. Pero, esos sentimientos se evaporaron el mismo día que ellos dos escaparon para casarse y comenzar su propia vida. A pesar de que ella lo rechazó al instante que le hizo saber de su amor, él guardaba cierta esperanza. Lo hizo hasta que ella se casó.

Sin embargo, su amistad era más valiosa para Jiang Fengmian, por lo que, cuando pudo volver a tener contacto con ellos, les dejó saber que no guardaba resentimientos hacia ninguno de los dos.

Y al descubrir que había nacido un pequeño niño, él rápidamente sugirió que los suyos se volvieran sus amigos. Ellos estuvieron encantados, así que, Jiang Yanli y Jiang Cheng visitaban muy seguido a Wei Wuxian en la montaña donde vivía.

Jugaban por horas, incluso, en ocasiones especiales, los herederos Jiang dormían en la casa de Wei Wuxian.

Ellos adoraban cuando se quedaban a dormir en la casa de sus tíos, el calor de un hogar amoroso los hacía sentir bien. Los hacía añorar algo que no tenían en la suya.

Veían de forma anhelada cómo los padres de Wei Wuxian cuidaban de él con mucho cariño y delicadeza. Y, aunque el pequeño niño fuera rebelde y juguetón, ellos no eran severos con él con sus castigos.

Lo más cercano que tenían a sus tíos, era Jiang Fengmian. Su madre, era una historia completamente diferente.

Gracias a esa amistad que floreció desde su infancia fue que los jóvenes Jiang buscaron a Wei Wuxian tras enterarse de cómo había estado viviendo. Con el apoyo de Jiang Fengmian, ellos partieron hacia Yiling con la convicción de traerlo de vuelta a Yunmeng para que viviera con ellos una temporada, aunque fuera por unos meses.

Al encontrarse con él, casi no lo reconocieron.

Un borracho con túnicas finas, eso fue lo que encontraron al entrar a una posada a la que los ciudadanos aseguraban que el joven siempre asistía para beber cuando lograba escaparse del cuidado de los hermanos Wen.

—A-Xian... —murmuró desconsolada Jiang Yanli al ver a su querido didi postrado sobre una mesa, casi inconsciente gracias a todo el alcohol que consumió.

Jiang Cheng chasqueó la lengua enojado.

No era algo fuera de lo común que Wei Wuxian tuviera un gusto inexplicable por la bebida. Durante su tiempo como estudiantes en Gusu se metió en problemas el primer día por llevar alcohol al Descanso de las Nubes, ¿no es así?

¡Además, lo hizo justamente con el Segundo Príncipe!

Incluso así, Jiang Cheng jamás lo vio así de borracho.

La vista era patética, pero, sobre todo, triste. Ya que todos sabían por qué el joven se emborrachaba hasta la inconsciencia.

Entre sus ojos que se sentían pesados, Wei Wuxian divisó las dos figuras moradas que se encontraban paradas a unos metros de él.

Una ebria sonrisa bailó en su rostro, usando sus brazos para levantarse, él se tambaleó hasta ellos.

—¡Shijie, A-Cheng! —canturreó, sin dejar la jarra de alcohol que sostenía en una mano, él se acercó a ellos.

Con la amenaza de poder caerse, Jiang Yanli extendió sus brazos para atraparlo.

El acto, se sintió familiar para Wei Wuxian. Y cuando recordó por qué, él volvió en sí de súbito.

Jiang Yanli cerró los ojos triste cuando sintió los brazos de Wei Wuxian rodearla fuertemente.

Lo arrulló con una mano pasando por sus largos cabellos negros, acariciando algo de amor en ellos.

—Llora si es lo que quieres, XianXian —el apodo removió la ternura en el corazón del joven de túnicas negras—Jiejie está aquí para ti —murmuró.

Jiang Cheng se quedó parado por unos segundos, pero, cuando su hermana abrió un brazo para invitarlo al abrazo que compartían, él, refunfuñando, se acercó y los rodeó a ambos.

Con la calidez de la hermandad que los tres jóvenes compartían, Wei Wuxian encontró un lugar seguro para bajar la guardia y dejar de aparentar que todo estaba bien.

Nada estaba bien, nada nunca más estaría bien.

Lo había perdido todo; a sus padres, a sus amigos en la secta, a sus adorables discípulos que se encontraba entrenando... a todos.

No había quedado nada, solo había podido rescatar los cuerpos de sus padres, lo demás, solo eran cenizas cuando regresó. La montaña que alguna vez fue su hogar, fue consumida por el fuego de una ambición.

El olor a carne quemada siempre lo perseguiría, la imagen de sus niños siendo quemados le revolvió el estómago cuando regresó a la montaña. Parado en medio de esta, las cenizas caían sobre él como si de nieve se tratara. No había ni una sola estructura en pie. Ni restos de nada. Solo había el color gris de lo que el fuego se llevó.

Si Wei Wuxian cerraba los ojos y se concentraba, podía escuchar los gritos desesperados de su gente cuando el ataque comenzó. Y si se quería torturar más, podía ver lo que debió ser la escena final momentos previos a la muerte de Wen Xu.

Debió tropezarse con los cadáveres de los hombres caídos en la batalla. Tanto del Clan Wen como del Clan Wei.

Wei Wuxian no supo cómo, pero, sus padres se mantuvieron en pie hasta que Wen Xu cayó. Solo así, ellos sucumbieron ante sus heridas y perecieron junto a todo su clan. Por eso eran los últimos cuerpos que el fuego no había alcanzado a consumir, porque la batalla final se desarrolló en una zona lejana a las llamas.

Él mismo arrojó a Wen Xu al fuego con rabia, llorando desesperado por la muerte de sus padres. Luego, tomó a sus padres y los llevó al único lugar que conocía como seguro.

No tomaría mucho tiempo para que alguien se diera cuenta de que Wen Xu no regresaría. Y ni siquiera sabía si alguien del Clan Wen había escapado, si era así, en definitiva, avisarían sobre su derrota. Debía irse de allí.

Debía ir a su otro hogar.

Yunmeng.

Jiang Fengmian ya se encontraba preparándose para salir tras escuchar la noticia de que la Secta Wei Cangse se encontraba siendo atacada cuando vio la figura de Wei Wuxian cargar dos cuerpos hasta la entrada del Muelle del Loto.

Con la vista de su tío, él cedió ante su cansancio y cayó de seco al suelo, sabiendo que ya se encontraba en un lugar más seguro.

Jiang Fengmian sintió ganas de vomitar cuando reconoció los cuerpos de sus amigos al acercarse para ayudar a Wei Wuxian. Con lágrimas en los ojos, ordenó que llevaran al joven con un médico, mientras que... pidió que llevaran el cuerpo de los difuntos padres a la Sala Ancestral para velarlos lo más pronto posible.

Desde entonces, la vívida imagen de la tragedia siempre atormentaba su sueño cuando se acostaba para dormir.

Por eso, Jiang Yanli lo mantuvo recostado sobre su regazo cuando regresaron a la posada donde vivía Wei Wuxian con los Wen. Solo en sus brazos Wei Wuxian pudo conciliar un sueño libre de pesadillas.

—Si lo que quieren es llevarlo con ustedes, les recomiendo que lo hagan ahora que está dormido —dijo Wen Qing mirando con desosiego a su amigo—Despierto es un necio y terco. No accederá a irse con ustedes estando en sus cinco sentidos.

—Señorita Wen, usted y su hermano pueden venir si así lo desean, nuestro padre está muy agradecido por cuidar de él hasta que pudimos encontrarlo —murmuró Jiang Yanli en voz baja, no queriendo despertar al por fin tranquilo chico que dormía entre sus brazos.

Wen Qing asintió. De todas maneras, no es como si fueran bien recibidos en otro lado. Debían aceptar las manos que se les extendían.

Así, con un Wei Wuxian dormido y habiéndolo hecho tomar unas medicinas que lo mantendrían en ese estado hasta que llegaran a Yunmeng, los jóvenes volvieron a su hogar habiendo cumplido la misión de encontrar a su hermano.

Siendo el único que podía volar en su espada, Jiang Cheng había llevado una carroza para su hermana, y allí es donde subieron a Wei Wuxian junto a Wen Qing y Wen Ning.

Llegaron a Yunmeng un poco más tarde de lo esperado, pero cuando Jiang Cheng aterrizó, su padre ya se encontraba en la entrada esperando por ellos. Había un rastro de angustia en su rostro cuando la carroza llegó.

Sin esperar que entraran al Muelle del Loto, él se apresuró a ir y revisar a Wei Wuxian.

—A-Xian —dijo con la voz rota viendo el tierno rostro de Wei Wuxian reposar en el regazo de su hija mayor. Él lo tomó en sus brazos con facilidad y lo bajó de la carroza para llevarlo a su hogar—Vamos, niños. Llevemos a A-Xian a su cama para que pueda descansar.

Viéndolos entrar con el joven en brazos, Madame Yu se quedó parada a la lejanía. Su familia llevó a Wei Wuxian a las residencias con preocupación, casi corriendo detrás de Jiang Fengmian.

Ella se dio la vuelta molesta.

Decir que su vida mejoró después de ser recibido en el Muelle del Loto, sería decir una media mentira.

No iba a negar que estando cerca de su tío y sus hermanos su estado de ánimo había mejorado significativamente. Ellos lo llenaron con detalles y atenciones que endulzaron su doliente corazón, lo rebosaron con tanto amor que, algunas noches lloraba de la felicidad de tenerlos en su vida.

Por otra parte, ignorar a Madame Yu y sus pesadas miradas, era cansado. Agradecía el hecho de que ella viviera en un ala diferente a donde todos convivían. Pero, cuando se la encontraba por los pasillos, ella, junto a sus dos doncellas, le miraban como si fuera una plaga viviendo allí. Incómodo, él trataba de escapar de aquella situación saludándoles educadamente para irse y seguir su camino. En otras ocasiones, era alguno de sus hermanos quienes lo jalaban para retirarse.

Fuera como fuera, Yu Ziyuan jamás podía verlo y disimular su disgusto por él.

—Madame Yu ciertamente es una mujer fría —mientras Wen Ning y Wen Qing recogían semillas de loto de los estanques para la famosa sopa que Jiang Yanli siempre preparaba para Wei Wuxian cuando los visitaba, la mayor de los Wen atrapó a Yu Ziyuan pasando por el muelle interior.

—Es una mujer con un carácter fuerte —dijo sin importancia Wei Wuxian, sus dedos pelaron una semilla para sacar la parte que se llevó a la boca con felicidad. La sonrisa de Wei Wuxian poco a poco volvía con el tiempo que pasaba cerca de sus hermanos.

—De carácter agresivo —intervino Wen Qing entrecerrando los ojos.

¿Se supone que debía hacer de la vista ciega cuando veía a Jiang Cheng encogerse de hombros cuando era regañado por su madre y ella alzaba la voz de súbito? O cuando Jiang Fengmian encontraba una manera de irse cuando discutían por algo que, muy probablemente, ella misma inició. Ambos parecían querer evitar algo.

Wen Qing se imaginaba qué era lo que querían evitar.

Un bonito anillo espiritual que se posaba en su dedo anular.

—Wei Wuxian... ¿ella alguna vez te castigó mientras los visitabas? —al preguntar, ella se giró para ver la reacción de su amigo.

Él se quedó quieto por unos instantes, mas logró recomponerse rápidamente.

—Me enviaba a la Sala Ancestral para arrodillarme por cada mínima cosa —respondió bajito—Pero nunca ha hecho algo para dañarme de verdad.

Wen Qing no dijo nada por unos instantes.

—Aún, todavía no hace algo, aún —Wen Ning, quien pensó que lo mejor era quedarse callado mientras su hermana divagaba por aquellos delicados asuntos, la miró suplicante—No me mires así, A-Ning. Todos vemos lo mismo que yo. Ella no nos quiere aquí, así que, Wei Wuxian, debes tener cuidado, no busques problemas con ella.

«No confío en ella» optó por guardarse esa parte para sí misma.

Para su pesar, su suposición se demostró correcta poco después.

Al tercer mes desde la llegada de Wei Wuxian, el humor de Yu Ziyuan fue creciendo cada vez más hacia el peor desenlace.

Ese día, Jiang Cheng y Wei Wuxian practicaban con sus espadas, mientras Jiang Fengmian y Jiang Yanli los miraban desde las gradas.

Wei Wuxian le explicaba a Jiang Cheng algunas cosas que sus padres le enseñaron, el joven de túnicas moradas escuchaba atentamente a cada detalle que su shixiong le decía mientras acomodaba su postura con la espada.

Su explicación era metódica, con algunas cuantas bromas que los hacía a ambos reír.

Bastó con un solo comentario, una sola mala suerte, para que el caos comenzara.

—Tu técnica no está mal, pero mi madre decía que-

—¿Algún problema con cómo entrenamos a nuestros discípulos en Yunmeng Jiang, Wei Wuxian? —la cálida tranquilidad que se presentaba en el campo de entrenamiento se evaporó con la voz de Madame Yu llegando hasta ellos.

Jiang Fengmian y Jiang Yanli perdieron sus tiernas sonrisas al instante.

A lo lejos, Wen Qing y Wen Ning se quedaron quietos, expectantes ante los movimientos de Yu Ziyuan.

—No, Madame, me malentiende —Wei Wuxian se apresuró a corregir. Eso, en definitiva, no era lo que quería decir—No quise decir que Jiang Cheng estuviera equivocado, solo quería hacerle una sugerencia.

—Una sugerencia proveniente de una técnica de una mujer que fue asesinada junto a todo su clan, ¿realmente crees que tu técnica es eficaz? —ojos electrizantes lo miraron al preguntarle— ¿Cómo podría proteger a Jiang Cheng algo que no protegió a una secta entera?

Wei Wuxian se congeló, las palabras se le escaparon de sus labios y su respiración se cortó por unos segundos. De forma ahogada, pudo escuchar los gritos de los demás Jiang en contra de lo dicho por la furen de la secta, pero, él solo hizo caso al mareo que lo azotó tras escuchar las crueles palabras de Yu Ziyuan.

Ignorando la acalorada discusión en la que la familia se había sumergido, él comenzó a caminar lejos, tambaleándose hacia la salida del campo de entrenamiento. Wen Ning y Wen Qing lo siguieron a pasos apresurados.

—¡Yu Ziyuan! —Jiang Fengmian, quizás por primera vez, llamó furioso a su esposa. Se levantó rápidamente de su asiento y miró colérico a la mujer que le miraba sin ningún tapujo.

Le decía, con su fría mirada, que no se arrepentía de lo que había dicho.

—Madre, ¿cómo puedes ser tan insensible? A-Xian acaba de perder a sus padres, no puedes hablar así de ellos —Jiang Yanli murmuró dolida. Nunca se esperó que en el lugar donde se suponía que su hermano estaría seguro fuera atacado con tan impiedad.

—¿Acaso mentí? Todo su clan está muerto —Jiang Cheng apretó los dientes—Sus enseñanzas fallaron.

¿Por qué había cierto tinte de satisfacción en la forma en que lo dijo?

—Wei Wuxian solo trataba de ayudarme-

—¿Por qué debería? Eres un futuro líder de secta, él es hijo de un sirviente, tú deberías ser quién le enseñe —Jiang Fengmian apretó los dientes.

—¡Suficiente!

Jiang Fengmian podía tolerar muchas cosas. Podía tolerar los arrebatos del mal humor de Yu Ziyuan, podía soportar sus insinuaciones de todavía amar a Cangse Sanren.

Pero lo que no iba a tolerar, era la falta de respeto hacia la memoria de sus amigos.

En sus años de casados, Yu Ziyuan jamás vio tal grado de enojo en el rostro de su esposo, él caminaba a pasos pesados hasta ella. Madame Yu no retrocedió, no iba a demostrar debilidad.

Cuando el paso de Jiang Fengmian llegó con ella, sus miradas feroces chocaron.

—Vete a la Sala Ancestral y discúlpate con mis ancestros por manchar la imagen de todas las mesdames que han vivido en esta secta —Yu Ziyuan quedó perpleja.

Estupefacta, ella abrió y cerró la boca confundida.

¿Manchar la imagen de todas las esposas de líderes de secta?

—¿Me estás castigando? ¿Quién te crees que eres...? —ante su negativa, Jiang Fengmian la tomó del brazo firmemente, sin llegar a lastimarla. No obstante, la furia en sus ojos no disminuyó en ningún momento.

—Soy tu esposo, soy el líder de esta secta y harás lo que yo ordene —a lo lejos, las doncellas de Yu Ziyuan quisieron acercarse, pero, con una sola mirada cargada en enojo, Jiang Fengmian las detuvo—Yunmeng Jiang es mi secta, el Clan Yu no tiene ningún poder aquí, por lo tanto, irás y tomarás tu castigo como la madame que eres.

Con los dientes apretados, recalcó el título que ella portaba. Repasó a las dos mujeres detrás de ellos. Jinzhu y Yinzhu, las doncellas que Yu Ziyuan trajo de su clan para servirle. Recordó que ella había solicitado que nadie pudiera disciplinarlas.

Ella, una mujer que creía fervientemente en la relación maestro-sirviente...

Hijo de un sirviente... así fue como llamó a Wei Wuxian, ¿no es así?

—Ustedes también; han fallado al no evitar que su maestra insultara las enseñanzas de la secta en la que se casó —Yu Ziyuan abrió los ojos asombrada—Su señora se arrodillará por dos días y tres noches a reflexionar en sus errores. Ustedes lo harán por cuatro días enteros.

Los discípulos de su secta que miraban discretamente la escena no daban veracidad a lo que escuchaban y veían. Su líder de secta jamás se había comportado de esa manera. Siempre se mantenía calmado ante los ataques de furia de la señora, pero ahora, al parecer, ella había cruzado un límite.

Un límite que había sacado un lado en Jiang Fengmian que pelearía contra Yu Ziyuan, por primera vez, por la dominación.

—Lleven a la madame a cumplir su castigo —ella trató de zafar su brazo cuando los discípulos intentaron tomarla para llevarla a la Sala Ancestral—No me obligues a llevarte yo mismo, Yu Ziyuan, porque lo haré. Ya fue suficiente de tu libertad para hacer y deshacer las cosas a tu manera.

Jiang Cheng y Jiang Yanli se mantuvieron callados durante todo el suceso. No tenían ganas de abogar, aunque sea por simpatía, por su madre. En realidad, no querían.

Ella definitivamente había cruzado el límite.

Cuando las mujeres fueron llevadas fuera del campo, Jiang Fengmian trató de calmar su irregular respiración.

—Papá... —murmuró Jiang Cheng tanteando la posibilidad de que su padre descargara su enojo en él como su madre solía hacer.

En lugar de eso, fue recibido por una calmada mirada cuando Jiang Fengmian se giró a verle.

—Encontremos a A-Xian, cuando regresemos hablamos —ellos asintieron de inmediato. Estaban angustiados, ya que, cuando se fue, el joven no se veía bien.

Solo podían esperar que él quisiera volver al Muelle del Loto después del desastre ocasionado por Yu Ziyuan.

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