Después de aquello la familia se dedico a buscar sin descanso a alguien que les pudiera ayudar, pero al enterarse de lo que habían hecho, donde y a quién, les cerraban la puerta en las narices, dejándolos desamparados y a su suerte.

Tras estar buscando por años la pareja tuvo dos hijos, la mayor una niña y el menor un niño, portador de la maldición. Los primeros signos de esta empezaron a los tres años, cuando el pequeño se asusto por un trueno, cambiando su apariencia durante una noche entera.

Así, pues la maldición fue trasferida de generación en generación, como era de esperar los varones siempre acababan solos y sin descendencia, ya que al enterarse el compañero de estos siempre acababa abandonándolos.

La maldición entonces paso a los hijos de las hermanas, que como era de esperar siempre acababan solos, pero como la que había echado el maleficio ya contaba con eso siempre hacía que naciera una mujer en cada familia, creando un bucle.

Pasaron los años sin poder romper la maldición, hasta que decidieron que solo tendrían un hijo y cortarían todas las tentaciones, de esta manera solo nacían mujeres, ya que eran las primogénitas, con alguna que otra excepción en la cual el primogénito era varón.

No volvió a nacer ningún varón durante varias décadas, dejando caer poco a poco la maldición en el olvido, pero siempre con un cuaderno antiguo como registro y el cual solo podían consultar en caso de dar a luz varones.

Hasta que una de las descendientes sin conocer la existencia de la maldición se volvió a casar dando a luz un varón y reavivando la maldición de nuevo y por ende el ciclo.