Capítulo 7
Julia decidió quedarse con un par de amigas que se encontró al salir de la atracción, se despidió de nosotros con la esperanza de que le comentara a su hermano cuál era la atracción que más me gustaba.
Eric, en cambio, seguía con la misma actitud excepto que de vez en cuando intentaba sonreír. Aún sin saber qué hacer para alegrarle, ya que no lo conocía tanto y jamás me había tocado estar en esa posición.
—¿Comemos? —propuse al ver un restaurante de hamburguesas en frente.
—Bueno. —Fue su única respuesta.
Caminamos en silencio hacia el sitio que, aunque se veía lleno, la espera era de apenas quince minutos según la mujer del podio.
La decoración era parecida a las atracciones, mostraba a la misma hoja que me recordó al señor García haciendo múltiples cosas y con vestimenta estrafalaria. A pesar de que tenía otras preguntas más serias que hacerle a mi acompañante, opté por salir de dudas sobre el origen de la hoja.
—Sí, es el señor García, de hecho, el las dibujó todas cuando se creó el parque. —Mi pregunta parece haberlo animado un poco, porque sonrió de lado—, este restaurante fue su idea también.
—Se nota —reí y era verdad, no solo por los detalles de las paredes.
Del techo negro colgaban estrellas de diferentes colores que iluminaban todo el lugar. Cada mesa era única en tamaño y color, las sillas eran diferentes, aunque sí tenían la altura necesaria para cada mesa. Las paredes que no tenían dibujos estaban decoradas por manteles. Los camareros, excepto la mujer del podio que vestía de negro usaba prendas con patrones que no deberían ir juntos. En este sitio, me sentía entre un sabiondo de la moda y un alien.
—¿Cada persona de VillaVerde colaboró en algo así de específico? —pregunté acercándome un poco a su oído para que pudiera escucharme mejor, había mucho ruido.
Eric me iba a responder cuando la mujer llamó su nombre con un par de menús en mano. La seguimos hacia la izquierda, en dónde había una mesa libre en la pared junto a un mantel de flores moradas y amarillas, o sea, muy feo. Cuando nos dejó solos, miré el menú y de verdad no sabía que esperaba, pero me decepcionó. Se veía sencillo, papel blanco con letras negras, aburrido en comparación con el resto del restaurante.
—En cuanto al parque, sí, todo el que era parte de VillaVerde en su momento más deprimente ayudó de alguna forma en la creación —dijo neutral para después mirar el menú y cambiar de tema—. Te recomiendo la hamburguesa volteada, es la más loca de todas.
Asentí mientras fingía que leía el menú. Él tenía algo sentimental relacionado con el parque, eso era más que obvio. Desde el tipo de entrada hasta todo su conocimiento sobre el sitio me resultaba curioso. Sí, él vivía en VillaVerde desde hace años con su tía que había fallecido. Quizás por eso su reacción en aquella atracción, era probable que su hermana tocara un hilo sensible. Aunque también me preguntaba por qué se había ofrecido a traerme si le hacía mal, a lo mejor intentaba progresar, o que sabía yo, si apenas estaba intentando conseguir la felicidad mediante este viaje.
Apreté los labios al recordar que todavía no les había dicho a mis padres que mis vacaciones de adulto eran en realidad una escapada de casa.
—¡Hola! Me llamo Javier y seré su mesero —saludó el chico rubio sosteniendo una libreta y bolígrafo—. ¿Qué les puedo traer para tomar?
—Agua —dije aliviado por su interrupción a mis pensamientos.
—Que sean dos, gracias —contestó Eric. Esperó a que se fuera para mirarme a la cara, noté que su piel estaba un poco roja por el sol—. Perdona lo de antes, hay cosas en este sitio que me afectan un poco.
—¿Por tu tía? —me atreví a preguntar, él asintió—. Lo siento mucho.
—No te preocupes, por eso quise venir en primer lugar, para superarlo. —Miró hacia el menú para luego alzar la vista—, pensé que estar contigo me ayudaría a ver todo diferente, pero mi hermana a veces habla demás.
—Quizás solo creyó que me estaba contando algo normal, ¿qué tanto le dijiste sobre mí? —Tragué grueso al soltar aquello, esta conversación se podría ir a la mierda si no lo arreglaba—: digo, por las cosas que me decía.
Intenté reírme, pero solo hice unos sonidos raros. Mierda.
—Nada, ese es el problema —dijo tamborileando sus dedos sobre la mesa—. En realidad, eres el primer chico al que invito al parque y ella lo sabe.
El mesero trajo las aguas y le agradecí lo más profundo de mi ser ya que Eric no me vio atragantarme con mi propia saliva.
—¿Ya están listos para pedir?
Al escuchar un <<sí>> de ambos, me miró como indicación de que hablara.
—Yo quiero la hamburguesa volteada —respondí.
Era la sugerencia de Eric, no sabía que tenía en realidad, pero no había leído el menú.
—¿Con las papas espaciales de acompañante? —Asentí y Javier anotó. Se volteó a ver a mi compañero—. ¿Y tú?
—Lo mismo. —Nos dio las gracias y le entregamos los menús. Eric suspiró—. No sé, fuiste la primera persona que me distrajo de verdad.
Se encogió de hombros.
—Pues tú hablabas demasiado. —Solté una carcajada al recordar—, y yo solo quería concentrarme en mi propia mierda.
—Me di cuenta —confesó—, pero cuando estoy nervioso hablo muchísimo.
—¿Por qué estabas nervioso? —Me crucé los brazos—, éramos dos extraños ayer que iban a un mismo sitio, tampoco era la gran cosa.
—No importa —comentó y tomó un sorbo de su vaso de agua—. Admito que casi dejo tu billete del bus en el suelo, pero algo me dijo que lo agarrara.
—Gracias por eso, de no ser por ti, creo que ahí sí me hubiese hundido en mi propia miseria. —Eric murmuró algo, pero no lo escuché, el ruido del restaurante era demasiado y si no fuera porque podía verle los labios, no pudiéramos hablar tan tranquilos—, ¿qué?
—Que vivir en la miseria es una mierda —dijo, esta vez sí le entendí. No se vio molesto al notar que le pedí que repitiera—. ¿Qué planes tienes en VillaVerde?
—No lo sé, antes creía que lo sabía, pero ahora me estoy tomando esto como mis vacaciones —contesté—, en algún momento me sentaré a pensar, apenas llegué ayer.
—Entiendo, tampoco hay tanto apuro, primero hay que adaptarse. Lo bueno es que el señor García te hace las cosas más fáciles —dijo y luego abrió los ojos como si hubiese descubierto algo maravilloso—, podrías trabajar para él, recuerdo que estaba buscando a un ayudante para sus trabajos.
—Lo pensaré —mentí, porque en realidad no quería darle mucha cabeza al futuro, eso no era lo mío—. Y tú, ¿a qué te dedicas?
Se quedó callado por un momento, esperaba que me dijera que trabajaba en el parque, así podría asumir que los pases de entrada eran por eso mismo.
—Soy dueño de dos pedazos grandes del parque —lanzó y se encogió en su puesto—, lo heredé de mi tía y de su novio.
—¿Ambos fallecieron?
—No, él se quiso desentender de VillaVerde y le regaló a mi tía su parte —aclaró, noté que le temblaba la mano—. Menos mal que no he vuelto a ver al tipo.
El mesero volvió a aparecer con los dos platos. Ahora entendía por qué esa hamburguesa era lo más loco. Traía dos carnes y entre ambas tenía el queso, el plan, la salsa, tocineta y pepinillos. Lo más loco del plato eran las papas espaciales.
Eran papas fritas pintadas para que parecieran una galaxia, tenían pedazos pequeños de queso feta para simular las estrellas. O eso era lo que interpreté.
El mesero, después de entregarnos los platos, trajo cubiertos para poder comer la hamburguesa.
Eric y yo comimos en silencio, más que nada porque yo parecía un niño en navidad. Me fascinaba la creatividad del señor García, cuando volviera a casa, le comentaría sobre su genialidad. A pesar de que se me destruyó la torre de comida que aquí llamaban hamburguesa.
Al terminar, quedé tan lleno que Eric ni se atrevió a preguntar si quería postre. El mesero escaneó la entrada de ambos como forma de pago. Al salir seguimos explorando, evitando cualquier tipo de conversación personal. Era mejor así, porque así no caía en la tentación de irme por ramas que no deseaba.
Era el primer día completo que pasaba en VillaVerde, no me estaba yendo tan mal. Eric y yo conversábamos lo justo un poco más, tal y como hicimos en el autobús. Admití, lo más profundo de mi corazón, de que habíamos conectado como cuando conectas con algún desconocido en sitios al azar. Si seguíamos así, podríamos al menos, llegar al mutuo acuerdo de ser amigos.
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