Capítulo 6

Llegamos hasta la taquilla, pero Eric no hizo la fila para comprar las entradas y, en cambio, nos pidió que lo esperáramos. Lo vi perderse entre la gente y aunque tenía muchas preguntas, decidí asumir que trabaja aquí. Julia seguía con su celular, riéndose de vez en cuando y mostrándome alguna cosa graciosa que le salía. Pasaron alrededor de ocho minutos según mis cálculos, aunque se sintieron como el triple. Mis ganas de ya poder sentir que taché una meta en mi vida me mantenían emocionado, tanto, que me había sorprendido de que en todo el tiempo que llevábamos esperando, no pensé en nada malo.

Eric volvió con tres entradas en forma de hoja, color doradas y que traían una cuerda para guindarla al cuello. Nos entregó una a cada uno y, mientras avanzábamos, noté que la entrada decía Premium pass-Pase premium.

Hasta dónde sabía, ese tipo de entradas eran imposibles de conseguir. No recordaba, por más que lo intentaba, el por qué lo eran y me conformé la vaga imagen de la página del parque.

—¡Bienvenidos! —dijo el guardia en uno de los varios puntos para verificar las entradas, le sonrió a Eric y a su hermana—. ¡Que disfruten su día!

—¡Gracias! —respondió Eric.

El tipo se quitó el carné que colgaba de su chaqueta y lo escaneó en la máquina. La equis roja cambió a un círculo verde al instante. Eric pasó primero y la pantalla volvió a mostrar el símbolo de antes. El guardia repitió el proceso tanto con Julia como conmigo.

Varias interrogantes saltaron en mi cabeza como alarmas, había algo que Eric no me contaba, porque este tipo de pase y el trato del tipo no me parecían normal. De forma disimulada volteé a ver si los que estaban detrás de nosotros entraban con el mismo proceso, pero no fue así. Sus entradas eran verdes, y las tenían que introducir en la máquina.

Ya buscaría algún momento para cuestionar a Eric, pero por ahora, estaba agradecido ya que no había gastado lo que planeaba en la entrada.

Al poner el primer pie dentro del parque supe que todo había valido la pena. Un sueño que por fin daré por cumplido.

Lo primero que cualquier persona que venía de visita veía era una fuente verde sencilla, en la que varios niños tiraban monedas con la ilusión de que se les cumpliera los deseos. El suelo era de piedras de diferentes tonos de beige, que creaban un patrón curioso. Había unos edificios que no pasaban de un piso, pero tenían una simulación a caricatura. Todos tenían líneas negras que marcaban el contorno de las fachadas, puertas y ventanas. Lo que más me gustaban eran los colores vivos que, aunque podrían parecer demasiado, para mí eran perfectos.

—Toma —dijo Eric y me entregó un mapa—. De recuerdo.

—Gracias. —Abrí el mapa y me fijé que había varias zonas con diferentes temáticas, la entrada era de caricaturas—, interesante —dije concentrado.

—Espera a que veas la zona de Halloween, esa sí es espectacular —comentó Julia guardando su celular en el bolsillo trasero—. ¿A dónde vamos primero?

—Mostrémosle a Gus toda esta parte primero y luego podremos ir en sentido del reloj —sugirió Eric y nadie le objetó.

Doblé el mapa y lo guardé en mi bolsillo. Deseaba ver todo esto sin saber mucho sobre cuáles eran las atracciones; si no me memoricé de antemano lo que había en el parque era por algo.

Un ventilador de burbujas se encendió justo cuando pasé por ahí, llenándome la cara de jabón. Me eché a reír ante la desgracia, seguro me vi cómo esos videos de chistosos. Pude jurar que había algunas personas carcajeándose por mi culpa.

Pasamos la pequeña plaza yendo hacia la derecha, en dónde se encontraba la primera atracción. Una simple montaña rusa de madera tenía un par de subidas altas, pero no escuchaba tantos gritos de la gente cuando su tren descendía. Sostenía la teoría de que, para poder medir la intensidad de este tipo de atracciones, lo más sensato era escuchar atentamente el tipo de sonidos que hacía la gente cuando bajaba a toda velocidad. En realidad, era más un juego para matar el tiempo sin pensar en cosas feas y mantener mi emoción a flote. Aunque ahora no escuchaba tanto como creía aquellos gritos por culpa de los ruidos normales del parque.

La estructura de abajo, en la que también se encontraba una tienda de recuerdos, estaba repleto de hojas con cara y extremidades pintadas haciendo cosas varias. Unas eran verdes, otras anaranjadas y otras rojas, pero tenían el mismo diseño salvo por los accesorios. Juré haber visto una que se parecía al señor García, aunque pudo haber sido por las pantuflas negras y la taza de café. Sonreí de lado y asentí para mí mismo, aquel detalle me envolvió en una sensación de familiaridad.

Hicimos la fila, que menos mal y no era larga. El sol me llegó justo al ojo cuando avanzamos unos cuantos pasos. Agradecí el buen clima, se sentía como si el universo me hubiera sonreído por fin.

—Gus, al final del día, tienes que contarnos cuál es tu atracción favorita —propuso Julia—, luego te diré la atracción más elegida por la gente que conozco.

—Va —acepté—, ¿y la más aburrida?

—Esa ya me la dirás tú. —Soltó una carcajada—, aunque mi hermano tiene una opinión muy fuerte sobre una.

—¿A sí? —Arqueé una ceja por la curiosidad que me causaba y lo miré a la cara—, ¿cuál?

—Cuando estemos montándonos en ella, te lo diré —dijo dando unos pasos, ya estábamos cerca—. Julia, creo que te tocará atrás.

Su hermana rodó los ojos y dio un paso hacia un lado, dejándome cerca de Eric.

Íbamos a ser los siguientes en subirnos. Me fijé en la gente que se bajaba del tren verde, cabían dos personas por cada hilera. Sonreí al pensar que él le dijo a su hermana que se sentara atrás.

La trabajadora nos dejó pasar y montarnos, ambos habíamos quedado al frente. Se bajó automáticamente la barra metálica de seguridad y el tren arrancó.

No sabía si eran los nervios o la emoción, pero sentí un hueco en mi estómago a la par que el tren ganaba un poco de velocidad. Coloqué mis manos en el tubo cuando comenzamos a subir. Le eché un vistazo rápido a Eric, quién tenía la vista fija en algún punto del frente.

Y caímos. Grité junto con el resto de las personas que estaban en el tren. La vibración de mi garganta, el alzar mis brazos y el viento caliente chocar con mi cara, me liberó.

Mi cuerpo, por primera vez, estaba liviano. Cualquier sensación de pesadez ya no existía en mí, como si me hubieran quitado cualquier gota de agotamiento mental. Se me salió una lágrima al descender por segunda vez. No lo pude evitar, ya que, en ese momento, definí en mi cabeza lo que era sentirse feliz.

Sentí un flash cuando llegamos al final de la bajada. Necesitaba ver esa foto, quería ver mi cara de emoción y grabármela, ya que así era cómo decidí que viviría.

Miré a Eric cuando el tren se estaba deteniendo, lo encontré observándome. Le devolví la sonrisa, el instante no nos duró mucho, pero me agradó.

Nos bajamos sin mucho preámbulo, Julia detrás de ambos.

—A ver cómo salí en la foto —comentó ella cuando entramos en la tienda de recuerdos—, esta vez intenté hacer arte.

Se apresuró hacia las pantallas que estaban en el lado izquierdo del sitio, miró atentamente en la espera de que saliéramos nosotros. La alcanzamos al momento de que en la pantalla siete mostraba nuestra foto.

Julia tenía razón, había hecho arte. Eric y yo salimos gritando con los brazos arriba, él mirándome de reojo y yo pareciera que lo hubiese imitado. Su hermana nos hizo unos cachos con ambas manos, la cara que había puesto era una cara de asco.

—Ya vengo, compraré combo para que puedan quedarse el llavero —dijo y antes de que Eric pudiera reclamara salió corriendo hacia la caja.

—Si te lo preguntas, ella siempre es así de loca —se burló—, pero eso de comprar llaveros es nuevo.

—Bueno, hay que admitir que evitar gritar en una bajada así tiene mérito. —En realidad estaba agradecido de que tampoco tuve que pagar por la imagen—. Debo admitir que esta montaña rusa se veía de esas tranquilas.

—Esa es la idea, pero al tener las subidas tan cerca, hace que no te prepares para bajar por última vez —respondió—, está bien pensada.

Asentí.

Por el rabillo del ojo, me di cuenta de que Julia nos hizo seña para que nos acercáramos. Eric rodó los ojos antes de caminar hacia dónde estaba su hermana.

Debía admitir que ningún escenario ficticio que creé en mi cabeza desde que vi el anuncio, se hizo realidad. Este viaje había mutado desde el momento en el que se retrasó el autobús. Ese instante hizo la diferencia, porque de no ser por ese detalle, no se me hubiese caído el billete y de no ser por eso, no estuviera con Eric en el parque. El universo quería que fuera yo y que me rodeara de gente que me aceptara, Julia, por ejemplo, era tan buen ejemplo como el señor García.

Contuve mis lágrimas al aceptar el llavero que colgué enseguida en una de las tiras del pantalón. Qué bonito era sentirse bien, ojalá me durara.

—¿Podemos ir ahora a la guerra de la gracia? —preguntó Julia haciendo un puchero—, quiero ganarles.

Eric accedió no sin antes preguntarme. Me daba algo de risa su hermana, por fuera parecía digna de pertenecer a alguna banda punk, pero por dentro me recordaba golden retriever. Supuse que así me vería yo si hubiese tenido una infancia más o menos normal. Sacudí mi cabeza para espantar aquel pensamiento, me rehusaba a arruinar mi día.

Ya tendría tiempo para destruirme si lo deseaba, en ese instante, lo que más me provocaba era seguir disfrutando del parque.

—En esta atracción lo que tienes que hacer es dispararle las hojas tristes o malvadas con sonrisas. —Apreté los labios para no reírme, Eric asintió—. Sí suena estúpido, pero es lo que hay, en realidad está inspirado en una guerra estelar.

—Excepto que lo hicieron así porque...

—Nos toca —cortó Eric a su hermana, frunció el ceño mientras nos adentramos en la atracción.

No dije nada ante su cambio brusco, opté por ignorarlo al ver que Julia se quedó callada. Algo tuvo que haber pasado en relación con esta atracción para que él cortara así a su hermana y se quedara pensativo.

Conocía esa actitud, era la misma que la mía, por lo que no debe de estar pasándole cosas bonitas por su cabeza. No tenía ni la más mínima idea de qué hacer ante esta situación, ya que siempre había sido el que sufría.

Respiré profundo al darme cuenta de que así estarían muchas de las personas con las que mostraba este tipo de comportamiento, confundidas y sin saber cómo reaccionar. Mierda.

Nos subimos cada quién a un carro diferente, el único sonido que se escuchaba era la cháchara de los de atrás y la música de la atracción. Agarré la pistola roja de plástico y, antes de que arrancáramos, me fijé en la pantalla que decía que estaba por iniciar una gran aventura.

Ojalá y al salir Eric se sintiera mejor.

Unas risas malvadas lograron que saltara del susto, estaba muy concentrado en otra cosa y no en el juego que acababa de comenzar. Le disparé a toda hoja triste que veía, viendo cómo acumulaba puntos en la pantalla. Imaginé que al Gustavo miserable le parecería un mal chiste esta atracción, pero a este nuevo Gustavo le pareció una maravilla quitarles la tristeza y enojo a unas hojas en sus escenarios.

Caí en cuenta que contaban una historia en la que dos reinos estaban malditos por un árbol de la maldad o algo así, y el jugador era parte de los guerreros que salvarían a todos.

Era increíble lo mucho que podías exprimir un diseño y hacer que se viera diferentes solo con simples detalles. Cada hoja, aunque de base era igual, tenía su personalidad marcada de alguna forma. Estaba fascinado, pero duró poco al ver delante de mí, a Eric sollozando.

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