Lo real
Asbel se encontraba en medio de un espacio infinito, rodeado de una luz blanca; no había paredes, suelo, o techo; todo lo que lo rodeaba era un blanco penetrante, y en ese mundo, su plano astral, el apenas era un figura humanoide que irradiaba luz.
Estaba sentado sobre sus talones, meditando en el sepulcral silencio del lugar, esperando escuchar el veredicto de los arcángeles.
Aunque hacia lo posible por mantenerse neutral sobre toda la situación, no podía dejar de pensar en lo que había ocurrido con Sarah; desde el idiota de Alexander que sabia que solo quería aprovecharse de ella, hasta el momento en que esos demonios aparecieron.
¿Por que Sarah? ¿Por que justo ella?
Su cabeza no dejaba de dar vueltas a la situación aunque sabia que el ya no seria su ángel guardián. Aun así no podía dejar de sentirse preocupado por lo que había ocurrido, para él no era casual que el día en que el portal de los demonios se había hecho mas fuerte por la alineación de los planetas, atacaran justamente a Sarah. Había algo que se le estaba escapando, ¿Pero que? Nadie conocía a Sarah mejor que él, sabia todo su vida, y había sido una vida ordinaria, a excepción de sus habilidades para ver seres de otros planos.
Estaba seguro que tendría que ver con su vida pasada, pues nadie nacía con una habilidad tan fuerte como la médium, sin haber pasado por algo muy fuerte en alguna de sus vidas pasadas.
— Asb-El —escucho una voz sublime aunque no había nadie, solo una pequeña luz que brillaba a lo lejos.
— Escucho —respondió el ángel inclinando la cabeza.
— Tu inocencia fue comprobada, aun así, por la estrecha relación que llevabas con tu protegida, hemos decidido asignarte a un nuevo humano.
Asbel sintió una punzada en su pecho, pero se obligo a mantener la compostura.
— ¿Y que será de mi antigua protegida?
— Se le fue asignada un nuevo ángel guardián.
— ¿Puedo saber quien?
— Sabemos que has desarrollados sentimientos por esta humana, no puedes ocultar tus emociones de nosotros, por eso es mejor que sepas lo menos posible.
— Entiendo.
Asbel hizo lo posible por mantenerse neutral, después de todo era un ángel que no debía demostrar emociones de apego ni celos. Esas emociones instintivas y primitivas eran cosas de humanos. Pero, el amor si lo podía sentir, y era el mismo amor que sentía por Sarah, ese amor de un hermano mayor que quiere proteger a su pequeña e indefensa hermanita, lo que no lo dejaba simplemente dejar las cosas como estaban.
La luz que hablaba con Asbel de repente se esfumo, el ángel pensó que el veredicto había terminado y se lo llevarían de ahí, pero pasaron varios minutos y no lo dejaban salir, ¿Que había pasado? Sin poder buscar respuesta en su entorno vacío, Asbel volvió a sentarse sobre sus talones a esperar.
Cuando se acomodo en lo que debería ser un suelo, cayo al vacío a una gran velocidad, su corazón se acelero por lo improvisto de la situación, pero tampoco se permitió gritar, pues el miedo también era una emoción primitiva que solo era aceptada en humanos, no en ángeles.
Cayo en medio de lo que parecía ser un vestíbulo, a su alrededor todo seguía siendo muy blanco, pero ahora podía distinguir las columnas que rodeaban el lugar y los cuatro tronos que se encontraban en cada punto de aquel salón redondo. Estaba en la sala de los cuatro arcángeles principales.
Se levantó de la caída y noto que ahí en el medio del salón también estaba otro ángel, Isabel, con su cabello platinado que la distinguía por ser la jefa de los ángeles guardianes.
— Isab-El... ¿Qué sucede? ¿Por que estoy aquí?
— Acabado de informarle al arcángel Miguel lo que vi en la mente de tu protegida, y que me rechazó como su ángel guardián —dijo en su tono neutral—. Él quiere hablar contigo.
— ¿Esta desprotegida? —fue lo único en lo que pensó Asbel.
Isabel lo miro por unos segundos analíticamente.
— Si quieres que te la regresen, no deberías de demostrar tanta preocupación.
Asbel se recompuso entendiendo a lo que se refería Isabel, el hecho de que todos pudieran notar el afecto que tenia por Sarah solo daba mas razones a los superiores de separarlos, ya que un ángel no debía tener sentimientos especiales por su protegido, ya que podría actuar indebidamente e incluso interferir en el libre albedrio del humano. Se enderezo y espero mientras veía a su superiora retirarse.
Luego otra voz sonó desde uno de los tronos, mostrando una figura de un hombre gigante, pero irradiando tanta luz que no podía distinguirse sus facciones ni vestimenta con claridad.
— Asb-El.
El ángel se arrodillo inmediatamente al sentir la presencia del que podría considerarse el mas poderoso después del mismo Dios, pues eran pocos los ángeles que presenciaban en persona a alguno de los cuatro arcángeles; y sobre todo a Miguel.
— A sus ordenes.
— Levántate —ordeno con una voz tranquila, pero que retumbaba por toda el salón.
Asbel obedeció inmediatamente.
— Tu protegida se ha negado a aceptar un nuevo ángel guardián; lo cual es preocupante debido al altercado que tuvo con los demonios liberados el día en que el portal se debilito. Por ello como jefe de la milicia, es mi responsabilidad que toda alma sea protegida sobre todo en un momento como este, y a pesar de que los otros arcángeles y serafines me han advertido de que tienes una relación estrecha con la humana, confió en que sabes distinguir tus funciones de ángel guardián entre las emociones que podrían nublar tu juicio.
— Por supuesto, señor.
— Tienes mi permiso de regresar con tu protegida.
Justo en ese momento Asbel volvió a sentir la conexión con Sarah, dándose cuenta que a pesar de haber sido pocas horas, había extrañado sentirse uno solo con ella. Podía volver a sentir la tristeza y la soledad que la invadían, y solo pensaba en regresar con ella lo antes posible.
— Recuerda algo Asb-El —intervino el arcángel Miguel antes de concluir—, si la situación se complica y se escapa de tus manos, inmediatamente busca apoyo, pero no intervengas si no esta dentro de tus deberes.
— Entendido, señor.
Aunque Asbel no podía distinguirlo bien por la luz cegadora que desprendía, sintió que el gran arcángel asintió y en un chasquido, Asbel regreso a la tierra justo en frente de la casa donde vivía Sarah.
Lo que mas deseaba era correr hacia su habitación y decirle que seguirían juntos, pero antes de volver a verla, tenia que ver a otra persona, a alguien que quizás lo ayudaría a desarrendar todos los pensamientos que invadían su mente. Cerró los ojos y se transporto a otro lugar.
Al abrirlos estaba en un jardín hermoso, lleno de vida y color que no existía en el plano terrestre.
— Isab-El.
— Has venido a buscarme —respondió la mujer siguiendo con su labor de quitar las hojas marchitas de un rosal.
— Necesito un favor.
La mujer de cabello plateado se giro para verlo con extrañeza, mostrando por fin una verdadera emoción.
— ¿Qué podría hacer yo por ti?
— Aunque no fue por mucho tiempo, has podido ver en el interior de Sarah, y sabes que hay algo que no esta bien aquí. Los demonios no atacan a personas como ella, no así como así.
Isabel guardo silencio por unos segundos, y después volvió su atención al rosal.
— No me corresponde opinar al respecto.
— Esta bien, no estoy buscando una opinión, pero tu eres la única de nosotros que tiene permiso de revisar en los archivos akáshicos la vida pasada de nuestros protegidos, debe haber algo ahí, algo importante por lo que los demonios la atacaron.
— Sabes que no puedo decirte...
— No me digas, solo quiero que lo busques y se que si encuentras algo, harás lo correcto. Confió en eso.
Isabel no dijo mas nada, y Asbel entendió que era momento de retirarse, confiando en que ella buscaría y si llegara a encontrar algo no se quedaría de manos cruzadas.
De vuelta en la tierra, Asbel fue directamente al cuarto de Sarah. La chica estaba tumbada en su cama durmiendo, pudo sentir que su mente no estaba bien y su vista se dirigió rápidamente al frasco que estaba en la mesa de noche, lo tomo y las miro con desdén.
— Por que sigues tomando estas malditas pastillas —susurro—, que no entiendes que no hay nadie mas cuerda que tu.
Asbel se sentó en su cama y ya que no podía tocarla intento despertarla soplando directo en su cara, pero por los efectos de la pastilla Sarah estaba en un profundo sueño.
Asbel aprovecho para revisar en los recuerdos de Sarah que había sucedido durante su ausencia, y vio la pelea con su madre.
— Tu madre te ama, y ora tanto por ti, que tiene la certeza de que jamás te pasara nada malo.
Asbel miraba el rostro mojado de Sarah por el llanto, con ansias de que abriera sus hermosos ojos miel y lo viera a su lado, y así todos sus males desaparecieran; estaba tan ansioso de verla otra vez sonreír que no resistió esperar a que despertara por si sola.
¿Y si solo le daba un pequeño toque? Estaba prohibido, pero así como podía materializar su cuerpo lo suficiente para tomar cosas tangibles, podía solo tocarla, para que por fin pudiera sentir su ser, no solo dentro de si, si no su cuerpo.
Su mano medio transparente como la de un fantasma o espíritu, comenzó a tornarse mas viva, real, de carne y hueso; y a unos centímetros de su cabello fue cuando se detuvo, lo pensó bien y se alejo, no podía arriesgar su puesto como ángel guardián solo por un afán de una emoción irracional.
No era propio de un ángel. Así que solo le tocaba esperar.
***
Cuando Sarah despertó su habitación estaba oscura pues ya había caído la noche. Estaba todo muy silencioso, lo que la hizo pensar que estaba de nuevo sola en casa.
Salió de su cuarto y bajo hasta la cocina, donde había una nota de sus padres.
"Fuimos a comprar pizza para subir los ánimos. Te amamos."
Sintiendo nostalgia; se sentó en el comedor esperando con ansias comer una pizza, pensando en que por fin sus padres dando se cuenta del malestar emocional con el que cargaba desde hace años, estarían mas pendientes de ella.
Pero reflejo que apareció de la nada, la sacó de sus pensamientos asustándola, para luego gritar y sonreír con alegría.
— ¡Asbel! —pero, el ángel no reflejaba la misma alegría.
— Tenemos que irnos, rápido.
El ángel se acerco a la puerta trasera y la abrió con prisa.
— ¿Qué sucede?
— Los demonios saben que estas aquí, vienen para acá.
— ¿Q-Que?
La chica quedo en shock espantada, y las memorias de la noche anterior solo comenzaron a revivir en cámara rápida en su cabeza, paralizándola aun mas.
— ¡Sarah, por favor!
El grito de Asbel la saco de su trance, pero las piernas de la chica no respondían aun del todo.
— P-pero a donde vamos, no hay iglesias por aquí cerca.
Desesperado Asbel se acerco a la chica y la miro directamente a los ojos.
— Necesito que corras lo mas rápido que puedas, necesito que te mueves Sarah, por favor.
El miedo que podía ver en los ojos del ángel era real, lo cual solo fue peor, porque solo le produjo mas terror, además de eso, un rugido a lo lejos hizo que su cuerpo comenzara a temblar y fuera inútil que respondiera a cualquier orden.
Sarah se levanto y corrió hacia la puerta trasera de la cocina, pero al ver el patio oscuro, y el bosque que había detrás de él, dudo en seguir.
— ¿A donde vamos? —volvió a preguntar.
— Confía en mi.
Asbel comenzó a correr, pero Sarah no lo siguió; apenas daba pequeños pasos y regresaba al interior de la casa.
— ¿Y mis padres?
— Ellos estarán bien, los demonios te buscan a ti.
— ¿P-Por que?
— No lo se —suspiro Asbel ya cansado y exasperado porque lo único que quería es que Sarah comenzara a mover sus flacuchas piernas.
Sarah aun dudaba, y en un impulso de desesperación total, Asbel corrió hacia ella y tomándola de las piernas la alzo colocándola sobre uno de sus hombros, dejándola de cabeza.
— ¡Ahh!
Sarah grito por muchas razones, por sorpresa, por miedo, y por la gran corriente que sintió al momento en que Asbel la tomo.
— ¡Bájame!
Asbel la ignoro y comenzó a correr adentrándose en el bosque, Sarah se oponía aunque débilmente, ya que en el fondo confiaba en él, y si el decía que necesitaban correr, ella nunca hubiera sido tan rápida.
Mientras Asbel corría, su casa iba quedando a lo lejos, volviéndose cada vez mas pequeña, y pudo notar unas sombras entrando con violencia a la casa. Sarah solo pudo agradecer que sus padres no estaban en ella.
Luego de unos segundos, ya cansado, Asbel la bajo ya mas calmado, pensando en que los demonios ya no tendrían pistas de donde estaría ella. Aunque aun no estaban cien por ciento al salvo, ya que podrían volver a rastrear el olor, pero se tardarían ya que estaban en una zona, por donde Sarah había caminado millones de veces, y por todos lados había su olor impregnado.
Asbel la tomo de la muñeca y la obligo a caminar con rapidez.
Sarah volvió a sentir la misma corriente recorriendo por su cuerpo, era agradable, pero no era eso en lo que pensaba.
— Siempre pensé que no podía tocarte porque eras imaginario.
— No esta permitido el contacto físico entre el guardián y el protegido, pero era una medida necesaria, mas tarde pensare en las consecuencias.
Asbel suspiro tratando de alejarse de los problemas que le esperarían en su dimensión, por ahora solo quería concentrarse en llegar a un lugar seguro.
— ¿Por que no esta permitido?
— N-No se.
Estaba seguro de que si lo sabia, pero en ese momento su mente estaba muy dispersa para darle una razón verdadera a Sarah.
— Aquí.
Frente a ellos un cabaña abandona en el bosque se erguía provocando miedo a cualquiera que pasara cerca de ella, no solo por su aspecto, si no por las historias que contaban acerca de ella.
— ¿Aquí? Pero es la cabaña a la que nadie se acerca, incluso tu me dijiste que no me acercara.
— Porque vive un demonio en ella, por eso es perfecta para esconderte.
— ¿Q-Que? Asbel, vámonos de aquí.
Sarah dio varios pasos hacia atrás asustada, ¿Como podría ser seguro un lugar donde vivía un demonio?
Pero una voz opaca, aunque burlona salio desde el oscuro interior de la cabaña.
— ¿Cuál es la prisa? —poco a poco una silueta oscura parecía salir de la puerta— Al fin tengo visitas, y ya quieren irse.
Sin salir aun a la luz, tanto Sarah como Asbel podían sentir la tención de la mirada encima de ellos, y que los observaba a profundidad.
— ¿Que hace un maldito ángel en mi propiedad?
— Hace años hiciste un trato con los ángeles ¿Lo recuerdas?
— Ah, si, maldito trato.
— Pues vengo cobrar el trato.
— Viniste por ayuda, y a cambio me trajiste carne fresca —dijo con diversion.
Sarah dio un pequeño salto hacia atrás, colocándose detrás de Asbel buscando protección. El ángel apretó los puños, no le gustaba la idea de pedir ayuda a un demonio, pero fue la solución mas rápida que se le había ocurrido.
— Vámonos de aquí —susurro Sarah.
— Es a ella a quien tienes que cuidar, ese es el trato.
Se escucho al demonio suspirar aun dentro de su casa.
— Bien... —dijo con fastidio y la puerta se abrió rechinando, invitándolos a entrar.
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