Epílogo



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EPÍLOGO

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Los días se convirtieron en semanas, y el invierno regresó antes de lo esperado. Aunque el tiempo parecía volar, no me importaba porque estaba junto a él.

Al principio, me inquietaba la idea de que su existencia, así como la de los demás en el circo, estuviera íntimamente ligada a la fuente de energía del circo, dependiendo de la magia para sobrevivir. Después de todo, tanto su partida como su regreso estuvieron vinculados a esos artilugios mágicos. Sin embargo, él se encargó de que esto no supusiera un problema para nadie. Todo permanecería bien siempre y cuando nadie volviera a separar los objetos.

Me aseguró que, ahora que los medallones estaban juntos, podía alejarse de ellos sin necesidad de colgárselos al cuello. Aunque traté de evitarlo, mi preocupación me llevó a preguntarle sobre la fuente de energía y los artefactos en sí. Él confirmó haberlos ocultado en un lugar seguro, y preferí no profundizar más, consciente de los riesgos.

Días atrás, me entregó los anillos de Dallas, que debía custodiar tras su muerte. Sin embargo, le pedí que también los ocultara para evitar problemas, ahora que su propósito se había cumplido. En repetidas ocasiones hablamos de Frey, pero Ashton no parecía saber mucho al respecto. Y cuando tocamos el tema de su padre, el maestro de ceremonia, lamenté haberlo hecho al enterarme de su fallecimiento. Su avanzada enfermedad le impidió salir del otro lado, lo que lo llevaba a mirar el lago, ahora congelado, con mezcla de pesar algunas veces, pero también con orgullo. Su padre hizo todo lo que tuvo en sus manos, incluso para salvarle la vida de Reidar.

Cada tarde, después de clases, solía desviarme hacia la vieja estación, donde los encontraba trabajando en el contenedor quemado o en la cabina principal, cambiando y modificando casi todas sus partes.

Una tarde, lo vi cargando un gran repuesto sobre su hombro, sin camisa y con manchas de grasa en su piel. Su esfuerzo físico realzaba su atractivo, y esos detalles me tenían fascinada. Nunca imaginé que debajo del traje que llevaba cuando lo conocí se escondiera una capa tersa y fibrosa de músculos. Pero así era el circo, ya que me habían mostrado viejas instantáneas y pósters donde todos lucían en excelente forma física. Incluso había adquirido un tono bronceado bajo la suave luz del sol que se filtraba entre las nubes, abandonando su característico tono pálido.

Algunas veces, solía colarse por la ventana de mi habitación. La primera ocasión fue en mi cumpleaños diecisiete, me sorprendió con una caja llena de golosinas y boletos, que al abrirla tenía olor a palomitas de maíz.

—¿Quieres ver una película conmigo? —preguntó emocionado. Por un segundo pensé que hablaba de ir a una sala de cine, pero con él nada era ordinario. Se las ingenió para crear una pequeña estrella, en donde una película antigua, de la que nunca escuché hablar, se reprodujo en el cielo. Fue uno de los días más felices de mi vida, a pesar de que también marcaba mi primer cumpleaños lejos de alguien muy importante para mí, del cual aún no tenía noticias, también contaba con el apoyo y la amistad de Natale, quien se habían convertido en una verdadera amiga, y me hacía extrañar a Thomas un poco menos en su presencia.

A la vez, los gemelos estuvieron emocionados al descubrir que sus ancestros formaban parte de un circo. Compartieron con orgullo su leyenda, que coincidía con la historia que Mikkel había contado en la estación de policía.

Gracias a ellos, las voces corrieron. Fascinados, añadieron más turbiedad a los eventos. La mayoría en Port Fallen conocía la historia del circo que llegó en un ferrocarril y se incendió, con muertes y desapariciones. Me vi obligada a fingir ignorancia, especialmente cuando la historia se mezcló con los últimos episodios de pérdida de memoria en la ciudad y la feria del terror.

Pero también debo admitir que gracias a mis hermanos y sus ideas de marketing invasivo, Ashton ha logrado llevar a cabo espectáculos al aire libre que lo ayudaron a recolectar dinero para la reparación del ferrocarril. Cada vez que salía a escena, dejaba una impresión imborrable. Los habitantes de Port Fallen comenzaron a encariñarse con él, coincidiendo en que era un joven adorable y bien educado. Tenía un encanto innegable, e incluso los niños lo adoraban.

Con él, las sorpresas eran una más increíble que otra, y nunca parecían acabar.

En un nuevo día, mientras caminábamos hacia el ferrocarril, la pregunta que había estado rondando mi mente finalmente escapó de mis labios.

—¿Cómo lograste alejar a la policía de este lugar? Además, los bomberos debieron haberlo visto la noche en que Mikkel incendió el contenedor.

—Solo les demostré que soy el dueño, tenemos documentación que lo amerita. Más allá de la magia, alguna vez fue un ferrocarril común y corriente —respondió con calma, con esa confianza que siempre le caracterizaba.

Entrecerré los ojos, escéptica. No podía ser tan simple. Ashton, aparentemente un joven de 19 años, no pasaría desapercibido ante el oficial West.

—He visto los documentos, y estaban en noruego. A menos que hubieran encontrado la forma de traducirlos...

Él sonrió, casi inocente, al ver mi expresión de incredulidad.

—Tal vez, solo tal vez, haya hecho un poco de magia —confesó—. Pero no te asustes, no he desatado ninguna maldición sobre nosotros ni nada similar.

Le di un suave empujón en el hombro, jugando a la complicidad que siempre había entre nosotros.

Cuando llegamos al ferrocarril, no apartó la mirada de él ni un momento mientras caminábamos juntos. Yo tampoco pude evitar admirarlo al principio. Habían progresado en la restauración y lucía espectacular. Los contenedores, una vez sucios y desgastados, ahora parecían nuevos después de semanas de arduo trabajo limpiándolos. Aunque todavía no era posible ponerlo en marcha, pero esa era la meta.

—¿Recuerdas por qué pude regresar? —preguntó de repente, capturando mi atención una vez más.

Su fallecimiento fue provocado por un medallón, y la magia tenía la capacidad de abarcar cualquier cosa, excepto aquella palabra específica. Esta regla permanecía ajena a nuestro conocimiento, pero fue comunicada por su padre durante su último encuentro. Fue así como, al reunirse los artilugios, se le devolvió la vida. Restauraron todo, o al menos una gran parte del caos que habían generado, a su estado original. A la manera en que debía ser.

Por tal motivo, incluso los habitantes de Port Fallen, suprimieron parte de sus recuerdos. La caja musical de Ellinor, en conjunto con la música del circo, nos los devolvió a todos los demás. Lo mejor que pude haber hecho, fue dejarla caer en el contenedor del ferrocarril, o habríamos estado perdidos de quedarse en el mundo de las sombras.

Asentí a su observación.

Se acercó al último contenedor y abrió la gran puerta metálica, que se deslizó sin emitir un solo chirrido.

—Hay algo que quería mostrarte, disculpa que haya tardado tanto, pero no estaba listo y necesitaba tiempo para solucionar algunos problemas. —Me ofreció su mano para subir.

Cuando estuve a su lado, cerró la puerta. La oscuridad se apoderó del lugar hasta que, en el centro, una pequeña mancha comenzó a emitir una onda de luz rojiza, iluminando todo el espacio ante la llegada de Ashton, como si reconociera a su propietario.

El contenedor estaba vacío, excepto por esa pequeña partícula que brillaba en su interior.

—Es...

—Una estrella —terminó Ashton por mí.

Me acerqué más, intentando leer su nombre.

—Stjerne Circus. ¿El auténtico?

Asintió con emoción.

—Mi cuerpo estaba en él, detrás del umbral, sobre el escenario —me recordó.

La única entrada sellada que divisé en el circo al visitarlo por primera vez en el mundo de las sombras, me pareció sumamente extraña, ya que la oscuridad amenazaba con desbordarse sobre la pasarela que enlazaba con el escenario...

El maestro de ceremonias mantuvo el cuerpo de su hijo en ese arco, donde el tiempo permanecía estático. Este detalle escapaba a nuestro entendimiento en aquel entonces, pero cobró sentido cuando recordé los latidos del corazón de Ashton. De otro modo, ¿por qué parecía un reloj atascado?

Aunque la carpa de vestuario había sido consumida por las llamas, un baúl, aquel en el que Frey lo confinó, actuó como un escudo contra el fuego, preservando el cuerpo de Ashton. Al final, su padre sí logró rescatarlo de las llamas, intacto. Así que su muerte no fue por causa del fuego, sino por inhalación de humo.

—Sin embargo, este no fue el único secreto que mantuvo oculto —añadió.

—¿Todavía hay más? —pregunté, expectante.

Ashton sonrió.

—¿Me permites el honor de pasar a mi establecimiento? —Hizo un ademán para que entrara primero.

Asentí, pero luego dudé.

—Esta vez no habrá toboganes, pelotas o cosas así, ¿verdad?

—Ninguna de ellas —afirmó, y extendí mi brazo hacia él. Enlazó su brazo con el mío sin dudarlo. Su gesto provocó que soltara una risa nerviosa.

Me miró con sus ojos brillantes, más hermosos de lo que recordaba. Eran un enigma encantador, al igual que el circo y su vida.

Extendió el brazo hacia la estrella, y bastó con perderme en su mirada unos segundos más para encontrarnos instantáneamente en su interior.

Luz fue lo primero que vi. El material sintético de las paredes y el techo resplandecía, iluminando el gran espacio como un atardecer glorioso.

Lucía más amplio de lo que recordaba, ya que el escenario y las columnas habían desaparecido, al igual que las gradas y cualquier entrada bloqueada por el material sintético. En su lugar, tenía la apariencia de un hogar circense magnífico, con forma de cono invertido cuyos colores, blanco y rojo, se elevaban en espiral.

En el centro del espacio se alzaban tambores de colores dispuestos como asientos, butacas y sillones rojos, cada uno perfectamente ubicado alrededor de mesas con rombos según su altura. Sobre cada tabla reposaba un pino de bolos, y en su interior parecía arder lava, resplandeciendo como lámparas. Nos encontrábamos en medio de este espectáculo.

Junto al grupo, a la izquierda, destacaba un piano de cola rojo con estrellas blancas adornando su caja. A sus pies, una alfombra con plumas de colores.

Monociclos, pelotas de todos los tamaños, saltarines con almohadas parchadas, estanterías de madera con libros organizados por color, todos estos objetos complementaban el lugar. También había un puesto de palomitas de maíz y un gran zapato de monopolio que hacía de asiento frente a lo que parecía ser un antiguo proyector de video.

—Ese es mi nuevo favorito —indicó Ashton, notando mi incredulidad.

—¿De verdad? —pregunté, irónica.

Asintió con una sonrisa en los labios.

Desde lo alto del techo, un candelabro colgaba en la cúspide, pero en lugar de velas, las llamas rojas brillaban intensamente. Eso no era todo, paraguas transparentes colgaban de varias zonas del techo, entrelazados en alturas variables. Además, cortinas blancas semitransparentes, similares a toldos, formaban una serie de pequeñas tiendas con entradas triangulares, cada una con una estrella resplandeciente en su interior, iluminando el lugar de un plácido color.

—Estuvieron de acuerdo en trasladar todo desde el ferrocarril, al menos por un tiempo, hasta que terminemos de arreglarlo —explicó.

—¿De verdad? —pregunté, intrigada.

Ashton me ofreció una sonrisa.

—Observa. —Soltó mi mano, mirando al techo. A continuación, pronunció algo en noruego.

Las carpas a nuestro alrededor se iluminaron sin un orden en específico, y personas aparecieron en la misma secuencia en que las estrellas se apagaban.

—¿Lo recuerdas? —me preguntó Ashton, señalando a un hombre de cabello claro y corto, vestido con pantalones acampanados y una camisa blanca—. Es Alviss, mejor conocido como Arturo, el contorsionista.

Abrí la boca ante la sorpresa y me sujeté a su brazo, con tanta fuerza que me pregunté por qué me sonreía en lugar de quejarse.

Alviss se acercó a nosotros en silencio, inclinando la cabeza en señal de saludo. No parecía amargado, sino reservado, con un par de ojos verdes holgazanes.

Comprendí que los "inconvenientes" a los que Ashton se refería no solo se relacionaban con la carpa, sino también con las personas que comenzaron a salir de sus estrellas.

Pero era lógico pensar que si Ashton había conseguido volver, los demás también tendrían esa oportunidad.

—Él es Magne, conocido como Rigil Kentaururs, el equilibrista. —Señaló al siguiente que apareció, ajustando sus prendas blancas y holgadas.

—Brondolf y Enar —dijo, indicando a dos pequeños con abundante cabello crespo y rubio, vestidos con pantalones de mocasín y camisas a cuadros. Eran Vega y Capella, los malabaristas. Ambos saludaron en unísono.

—Y Ricci, o Achernar, el bufón, imitador o mimo. Todavía no estoy seguro si los nombres representan lo mismo —continuó, señalando a un hombre elegante con una boina.

—Ya conoces a Mikkel, o Rigel, el Spits Fire —añadió, recibiendo una mueca de disgusto por parte de su mono—. Y a Reidar o Canopus, nuestro trapecista.

Los tres salieron de la misma estrella. Últimamente apenas se encontraban separados.

A los demás debió sorprenderles ver a Reidar y Mikkel tan mayores mientras ellos lucían tan jóvenes. Sin embargo, se parecían haberse adaptado rápidamente a la situación.

Me acerqué y abracé a cada uno. Aquel gesto seguía tomándole por sorpresa a Mikkel, pero parecía estar acostumbrándose, después del par de visitas que nos hicieron en casa. La primera vez se quedó petrificado, y yo corrí lejos, por miedo a que de pronto empezara a echar espuma o, en el peor de los casos, fuego por la boca.

—Y ahora, lo mejor para el final... —susurró Ashton, desapareciendo entre la niebla rojiza. Volteé, a medida que mi corazón se aceleró mientras esperaba.

—Te presento a Frey, a partir de ahora conocido como Ácrux, el ventrílocuo.

Lancé una mirada fugaz a la velocidad del rayo. Cuando la luz de su estrella se desvaneció, lo vi con claridad. Su cabello azabache ocultaba sus ojos, pero su cabeza inclinada indicaba que miraba al suelo. Llevaba los mismos botines que la primera vez que lo vi, cuando bajé del faro. Sus pantalones negros ajustados y su saco tejido con parches verdes, probablemente hechos por él mismo, completaban su atuendo. Los hoyuelos en sus mejillas se hicieron visibles cuando tragó saliva.

Una parte de mí, la que reconocía lo que había pasado con mi mejor amigo, quiso lanzarse para abrazarlo y estrangularlo al mismo tiempo, pero la otra, la que desconocía su apariencia, me mantuvo quieta en mi sitio.

Pese a que la última imagen de él, llorando en el suelo, deshecho, se reprodujo en mi memoria, no pude moverme.

—¿Ácrux? —repetí.

—Lo escogió él mismo —explicó Ashton, que ya se encontraba detrás de mí, para luego añadir en voz baja—. Sé que lo extrañaste, y él también te echó de menos.

—Todos están aquí. ¿Cómo? ¿Y esto es una buena idea? —susurré, preocupada.

—Papá no solo mantuvo mi cuerpo detrás de ese umbral. Sabía lo que ocurriría al juntarse los tres medallones. Sus muertes también fueron consecuencia de la magia. Merecen una segunda oportunidad. Eso último, fue su idea. —Señaló a Frey y lo miré asombrada, sobre todo cuando se acercó a nosotros, mirándome con miedo. Lo cual era la mar de raro.

—Zara —murmuró, sus ojos oscilando entre mi semblante y el suelo. No era el mismo que recordaba, pero aún destellaba esa chispa en su mirada, la misma que solía reconocer en la de mi mejor amigo—. Lo siento, por todo.

—Ya.

—Vaya, esto es de lo más incómodo.

—Estoy de acuerdo —susurré, y pareció contraerse de dolor, uno invisible para los demás, pero palpable para mí—. Ya te había perdonado, ¿recuerdas?

—¿En serio? —preguntó con incredulidad.

Di un paso que me acercó un poco más a él.

—La verdad es que no. ¿Tienes idea de lo preocupada que estaba?

—Yo...

—Todavía no termino. Mi mejor amigo desapareció, una y otra vez. Incluso estos últimos días no supe nada de... ti.

Me miró, sorprendido.

—De mí —repitió. Las palabras parecían pesar en su lengua.

—¿Se te metió arena en el oído ña última vez? Sabes lo difícil que fue pensar que tú... Me imaginé muchas cosas. Tantas que me niego a repetirlas en voz alta.

—Me aseguraré de compensarlo.

—Bien. Solo espero que no pienses en obsequiarme cosas nunca más. Nada mágico, o te patearé hasta la muerte.

—Qué bendición. —Se rio, y de inmediato apretó los labios, sellándolos con fuerza—. De acuerdo, lo siento. No más magia para ti.

—Genial. Lo has pillado. Bienvenida, consciencia.

Ashton tenía razón. Habían pasado por mucho, y ninguno era inocente de cometer alguna maldad. Pero ahora todos parecían diferentes, lejos de las expresiones frías y maliciosas que recordaba de las memorias de Frey, cuando se burlaban de él.

Tampoco iba a permitir que volviera a suceder. Lo conocía desde siempre, a la mitad que ahora habitaba en él, y ya sabía lo especial y único que eso lo hacía.

Los demás permanecían en silencio, observándonos, pero yo desplacé la mirada.

—Runa. Ella...

Ashton negó con la cabeza.

—Fue un accidente con la escalera y sus dagas. Al igual que ocurrió con Ellinor, que Hans... Bueno, no hubo magia involucrada en ambos casos.

Repetí su nombre, mirando a mis abuelos, a quienes de inmediato se les arrugó la cara.

—Y en cuanto a Hans, no puedo intervenir en eso —aclaró Ashton—. Ambos tomarán la decisión de lo que haremos con él. Se niega a salir de su estrella desde que volvió.

—Bien. Creo que tampoco me gustaría verlo de momento. Suficientes recuerdos por un día. Menos mal que ya no poseo los anillos.

Al despertar, ya no los llevaba puestos. Sin embargo, más tarde los descubrí bajo la cama. Les compartí el último sueño que tuve con Dallas, y Mikkel concluyó que podría haber sido él, ya que una parte suya residía en esos artilugios. Tenía lógica, pero tampoco sentí deseos de comprobarlo o siquiera tocarlos de nuevo.

—¿Y qué ocurrirá con ustedes a partir de ahora? —pregunté.

—El circo volverá a operar. Después de todo, nuestra vida está aquí —dijo Ashton, extendiendo los brazos y escudriñando a su alrededor.

—Hemos acordado seguir al nuevo maestro de ceremonias, Betelgeuse, el arlequín excéntrico —añadió Mikkel, señalando a Ashton con la barbilla—. Es oficial.

—No me lo dijiste —protesté—, misterioso arlequín.

—Era parte de la sorpresa. ¿Qué te parece?

—Es increíble. Nada me alegra más que esté de vuelta contigo. Se lo merecen, después del infierno que atravesaron. —De reojo miré a Frey, que ocupaba una vez más su espacio en frente de su estrella, absorto en sus pensamientos, mientras los demás habían comenzado a charlar entre ellos.

—Creo saber lo que te atormenta —le dije, acercándome a él con cautela.

—Ah, ¿sí? —respondió, sus ojos revoloteando entre mi rostro y sus pies una vez más.

—También se arrepienten de lo que hicieron —continué, esperando que mis palabras pudieran ofrecer algún consuelo.

—Lo sé. Hablé con ellos. De hecho, Ashton intercedió para que lo hiciéramos. Tampoco recuerdan lo que vivieron como sombras, o lo que sucedió cuando perdieron la vida, lo que fue de algún modo un alivio. En realidad, me preocupa que sea diferente la dinámica entre tú y yo ahora que pues, tengo esta cara.

—No niego que será difícil, y sí, de hecho es bastante extraño mirarte. Me gustabas más con tu apariencia de muñeca. Cuando cabías en el bolsillo y Mango podía usarte de trapeador. Era divertido, mientras no usaras los hilos. Eso era desagradable.

—Puedes hablar con él si eso te facilita las cosas —sugirió, con una nota de preocupación en su voz.

—Nop —Hice estallar la p—, sería todavía más extraño.

—Es verdad.

—Deja de hacerlo.

—¿El qué?

—Aislarte de todos. Eso no ayudará. Les tomará tiempo acercarse, pero, no los apartes. Recuerda que no estás solo. En la familia suceden cosas que nos hacen sentir rechazados y nos lastiman, pero en muchos casos tiene solución, si se habla de ello.

—Ella también me dijo eso. O bueno, algo similar.

—¿Ellinor?

—Debí escucharla.

—Ahora que lo mencionas, es irónico. Tendrás que aguantar encontrarla en mi cara, porque imagino que tampoco será fácil para ti.

—Creí que me había acostumbrado, pero al estar de regreso en una sola pieza...

—Más te vale que no vuelvas a doblegarte, de otra forma...

—¿Me patearás hasta que muera?

—Tendré que volver a unirte. No sonrías, genio. No me apetece tocar esos anillos en la vida.

—Tengo que recompensarte de mucho.

—Bastante, sí. Más te vale hacer una lista, y que incluya volver a clases. El colegio es aburrido, aunque no compartiéramos salón en muchos de los casos.

—No pienso regresar a estudiar.

—¿Bromeas? ¿Te estás revelando ya?

—El circo volverá a estar en marcha. —Se encogió de hombros, y acabé apretando la mandíbula—. Eso es algo que también le preocupa a Ashton. Es decir, tú... ¿Vendrás con nosotros?

—Aunque quisiera...

—El colegio —finalizó por mí.

—Y mamá, sí. Tendré que esperar a cumplir dieciocho, hasta entonces...

—Todos te recibirán... —Se aclaró la garganta—. Te recibiremos con los brazos abiertos.

—Mientras no me obliguen a inventar mi propio acto, porque soy mala en verdad.

—Apestas —coincidió y lo miré con la mandíbula desencajada—. ¿Qué?

—Tú acabas de... ¿Estás presumiendo que no tengo una gran y envidiable habilidad? —Puse los ojos en blanco, pero por dentro disfruté de la risa despreocupada que soltó—. Deja de burlarte, o mañana amanecerás abrazado a un fantasma. Me las arreglaré para que suceda. Sé que les tienes pánico.

—¿Cómo lo harás? ¿Recitando plegarias? Puedo ayudarte con una nueva, una todavía más ingeniosa que la de la vieja estación.

—Oh, eso fue muy bajo. —Levanto la mano con la intención de golpearlo en el hombro tan fuerte como mi fuerza lo permita, pero algo vuela de su bolsillo, anteponiéndose a mi camino, sosteniéndome el puño entre sus pequeñas manos de madera—. ¿Cómo osas usar a Thomas en mi contra? Más te vale mantener la guardia en alto todas las noches, Frey.

—Que no te escuche mi primo, o se pondrá celoso.

—Cerdo —lo insulté y él se dio el lujo de lucir ofendido, pero acabé riéndome de su mueca, porque no estaba acostumbrada a verla en ese rostro.

Por suerte para Frey, Ashton retomó la palabra, anunciando algo que no entendí más que mi nombre, el de Ellinor, Reidar y Mikkel. Mientras hablaba en noruego, todos lo escuchaban con atención, excepto yo, que lo contemplaba como si fuera un espectáculo. Supuse que les estaba contando sobre mi familia y de dónde provenía. Su presentación fue breve, como si ya supieran todo, probablemente ya los había preparado para esa parte de la historia. Una con un final muy bueno, como prometió que sería.

Una vez que terminó de hablar, se acercaron a mí, inclinando la cabeza en señal de saludo y expresando cortesías y agradecimientos por ayudar a que todo volviera a la normalidad. Ashton tuvo que traducir, ya que ellos no hablaban mi idioma con fluidez.

Después de las presentaciones, el murmullo llenó el aire, tejiendo una red de voces y risas que anunciaban el renacimiento del Circo Estrella. Me sentí rodeada por el espíritu de camaradería y la esperanza que emanaban de cada uno de los integrantes. A pesar de las sombras del pasado, ahora se abría ante nosotros un nuevo capítulo, lleno de posibilidades y reconciliaciones.

Miré a Frey de reojo mientras Achernar mostraba interés en los hilos de Thomas, convirtiendo al muñeco en el nuevo centro de atención. Me tomaría tiempo aprenderme sus verdaderos nombres. Y tal vez no pudiera borrar todo el dolor pasado, pero podía ofrecerle mi apoyo para construir un futuro más luminoso. En equipo, como familia, podríamos enfrentar cualquier desafío que se presentara en el camino.

Mientras el circo cobraba vida una vez más, sentí una oleada de optimismo y gratitud hacia Ashton y su padre por su valentía al enfrentar el pasado y guiar a todos a un nuevo comienzo. Estábamos unidos por lazos más fuertes que la magia misma, listos para escribir una nueva historia llena de luz y esperanza en las páginas del Stjerne Circus.


FIN


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Gracias una vez más por haber estado con nosotros en esta nueva oportunidad 🎩🎪

Gracias por sus votos y comentarios, eso ayuda al libro para que sobresalga en la plataforma, y quizá algún día podamos verlo en físico, de la forma que merece. No saben lo mucho que me costó retomarlo después de haberlo amado, que malas experiencias con editoriales que no lo valoraron o se pasaron de listas me hayan hecho odiarlo, y ahora de vuelta con ustedes, amarlo una vez más 🥹❤️

Subiré un par de extras más adelante, narrados por Ashton ✨


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