Capítulo 51



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CAPÍTULO 51

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Las últimas palabras de Runa resonaron en mi cabeza mientras intentaba comprender su repentino cambio de rumbo hacia la luz. Después de tantos años evitáncola, algo que ella llamó un "asunto pendiente" la impulsó a actuar.

Su trayectoria se destacó como un arcoíris excepcional, adornada con una gama de colores que brillaron al revelarse a la luz, y que no había visto con claridad hasta entonces.

Su cabello malva irradiaba un fulgor amarillento, creando un halo violeta a su alrededor. Lo que parecía un top negro se transformó en un torbellino de tonalidades verdosas, mientras que su falda ondulaba como las plumas de un ave, con encajes que se fundían en un degradado, desde un rojo apagado hasta un naranja resplandeciente.

En un instante, Frey cayó al piso, impulsado por el impacto de sus cuerpos al chocar. Los frenos fallaron y el hombro de Runa golpeó el suelo con fuerza. A su paso, dejó un rastro de arena que se cicatrizó, hasta que ella se detuvo unos metros más allá.

Por un momento, el mundo pareció congelarse a mi alrededor.

No lo entendía. Lo que acabó de hacer...

Al igual que Ashton cuando me salvó, ambos llegaron al extremo de tomar decisiones precipitadas.

Me impresionó su fuerza y determinación, porque no era un acto de debilidad, de lo contrario, habrían preferido permanecer ocultos en las sombras.

Frey, lleno de furia, se alzó del suelo con un grito estruendoso, mientras la gigantesca bestia alada se elevaba y las llamas que nos rodeaban crecían, duplicando su tamaño. El calor me arañó la piel y comencé a sudar.

Runa se puso de pie de inmediato, convertida en sombra casi por completo. Su apariencia había cambiado más rápido que la de Ashton. Con una mueca de dolor, saltó hacia el cielo, escapando de la bestia alada que empezó a perseguirla. Ambos dieron tumbos en el aire a nuestro al rededor, apenas podía verlos.

Comprendí la ira de Frey al notar que ya no tenía el medallón entre sus manos, y tampoco gozaba de ningún control sobre aquella que se lo había arrebatado.

Era mi turno. Lo sabía. Pero el dolor se propagó desde mis muslos hasta mis brazos, haciendo que mi cuerpo temblara.

Grité desesperada al intentar moverme, pero solo logré caer de rodillas.

Debía recuperar el medallón. Así tuviera que arrastrarme.

La densa concentración de fuego hacía imposible ver a Runa. Tenía una textura viscosa, similar a la que había experimentado en el faro con Mikkel. Pero ahora, parecía más peligrosa, formando remolinos y relámpagos que se elevaron hacia el cielo.

Frey aprovechó una brecha para salir del círculo y centrarse en el medallón que Runa llevaba consigo.

—¿En dónde estuviste metida todo este tiempo, Procyon? —Su risa reverberó en el lugar, oscura y siniestra.

A pesar de la sensación paralizante en mis piernas, aún me aferré a la esperanza.

Desde mi bolsillo, Thomas emergió con determinación, buscando mi mirada con una expresión inmutable en su rostro de madera. Aunque su semblante no mostraba emociones, su presencia irradiaba una sensación de preocupación que casi me provocó una risa nerviosa.

—Puedes hacerlo —dijimos—. Yo te ayudaré.

Frey seguía absorto en Runa, no prestó atención a lo que ocurría a sus espaldas.

El dolor me atravesó como un trueno, pero reafirmé mi determinación al recordar los sacrificios de aquellos que conocí, Runa incluida, y que depositaban su confianza en mí para reparar el daño causado.

La búsqueda de equilibrio era una constante, sin importar los medios o los costos involucrados. Yo aún disponía de un as bajo la manga, aunque los anillos de Dallas no me garantizaban estabilidad, tenía la corazonada de que podrían servir para algo más.

—Vamos, tío Ashton, sé que estás aquí. Porque no las habrías dejado viajar solas. Ahora, sal de donde estés —canturreó Frey, lo que me hizo levantar la cabeza y contemplar el entorno, pero la cortina de fuego que bloqueó mi visión.

«Hazlo más profundo. Desea con el corazón», había dicho Thomas, y si ahora lo comprendí, fue gracias a lo que Runa acabó de hacer, por su "asunto pendiente". Arrepentida, lo estaba intentando, aunque no pudiera salvarnos a todos.

Los demás también, de alguna manera, actuaron pensando en otros antes que en sí mismos. En un instante, mi mente se llenó de ejemplos: Ellinor, que ofreció su ayuda a Frey; y quien, junto a Reidar, intentaron mantener a salvo a mi madre. Mikkel y Mango, que protegieron a Ashton de convertirse en sombra; mi familia, que todavía se mantiene junto a mí. Y también estaba Ashton, mi guía en la oscuridad, cuya actitud positiva y apoyo constante me envolvían en una calidez reconfortante.

Todo el tiempo, movidos por deseos diferentes a los de Frey. Sin egoísmo o rencor.

No podía permitir que se estancaran en las sombras.

En un instante, el calor se disipó, dando paso a una frescura que me recordó a la noche en el puerto junto a Ashton. De a poco, mi mano se vio envuelta en un resplandor blanco que irradiaba serenidad.

Eso era.

Los sentimientos eran su fuente de energía.

—Aunque hayas averiguado cómo funcionan, no puedes usarlos.

Levanté la cabeza, encontrándome con una mirada que el resplandor del anillo hizo que parecieran dos faroles. Pertenecía a un caballero en su impecable traje rojo, con una máscara que resplandecía, pero sus ojos verdes mantenían un fulgor desconcertante.

—No he olvidado de dónde provengo —respondí, las palabras arrastrándose a veces, como una secuela de la mordida.

Me ofreció su mano y la tomé, aceptando la ayuda para levantarme.

Una vez erguida, extendió la palma frente a mi rostro, y un objeto empezó a tomar forma, al igual que con la mariposa que le permitió ver a Runa.

—Esto es tuyo —dijo mientras una rosa terminaba de moldearse. Era de tela y de color blanco, pero tan pequeña como para caber en la palma de su mano. Se trataba de la misma que me llevó hasta Runa cuando la conocí.

Preguntarme cómo supo de ella sería un poco tonto.

Miré en la dirección donde vi a Frey por última vez, pero solo pude apreciar una silueta retrocediendo mientras se cubría los ojos con el brazo. El brillo de los anillos era tan intenso que le dificultaba distinguirnos.

—Impacientes —reprendió el maestro de ceremonia, habiendo seguido el mismo recorrido con su mirada—. Debieron esperar a que los artilugios se cargaran de energía suficiente para mantenernos en el exterior. Mango ya había usado ese amuleto por demasiado tiempo. Tal vez ya no necesitas esto, pues acabas de conseguir que los anillos te permitan estar en este mundo. De todas maneras, será mejor que la uses en su lugar.

No me arrepentí de salir antes. Nuestra impaciencia me enseñó cómo funcionaban los anillos. Y no me importaba si perdía otro recuerdo, mientras que no fueran sus vidas.

Tampoco fue necesario que mirase a mis pies, había vuelto a recuperar la movilidad, y eso bastaba para secundar sus palabras.

Tomé la rosa sin dudarlo y la observé reposar en mis dedos, sintiendo una extraña sensación. Mientras el resplandor que la rodeaba disminuía, pude ver los detalles de sus pétalos con mayor claridad. El padre de Ashton había convertido la rosa en un amuleto.

—Por esto tardó tanto en salir —medité.

—Para mí, el tiempo empezó a correr cuando los latidos de mi hijo volvieron a sonar en su pecho.

Quise hacerle otra pregunta respecto a lo que acabó de pronunciar, pero desapareció antes de que el resplandor del anillo blanco descendiera casi hasta el mínimo.

Las paredes de fuego se unieron, formando una esfera sobre mi cabeza, parecido a un sol. El material cálido burbujeó, liberó rayos y un resplandor que mantuvo flotando en su centro un medallón, el mismo que expulsaba energía ocasionalmente.

Parecía un diseño deliberado, una estrategia, quizá.

Mis ojos buscaron más. Encontré a Reidar cerca, sosteniendo otro medallón que palpita en sus manos. Mikkel y Mango estaban más allá, junto a Frey, quien sonreía con astucia mientras realizaba un gesto con las manos, desatando un coro de risas siniestras alrededor.

—Zara. —La voz de Thomas, mi voz, me advirtió.

Una silueta acababa de formarse a pocos metros, entre la arena y vapor, casi dándome la espalda. Portaba un sombrero de copa que giró sobre sus manos hasta hacerlo desaparecer.

Podría reconocerlo en cualquier lugar.

Era Ashton.

Pero no era una sombra, todavía no.

Una ráfaga de viento agitó partículas de arena, intentando apagar el resplandor de la bola de fuego custodiada por Mikkel. Las risas provenían de todas partes, más allá del límite de luz concedido por la magia de los medallones, y a su vez, el suelo susurraba entre siseos. Parecían prepararse para la batalla.

Thomas trepó sobre mi pecho, hasta ocultarse en mi capucha, como si no quisiera perderse de lo que ocurría.

Observé cada movimiento de la silueta inmóvil frente a mí, que finalmente se reveló por completo al dar media vuelta en mi dirección.

De inmediato ahogué el resplandor de mi mano, en mi bolsillo. En donde había estado Thomas segundos atrás.

Mis piernas entumecidas se movieron hacia él sin control. No sabía bien si lo que quería era abrazarlo, o qué, pero cuando sus ojos se posaron sobre mí, me detuve.

—Lo lamento —exhaló, estaba muy ronco, luciendo agotado—. Por tantos años me encontré perdido buscando en el cielo, cuando mi estrella se hallaba justo en la tierra, necesitando de mi ayuda. Pero no entiendo, ¿puedes verme, o es que acaso eres producto de mi delirio una vez más?

—Está pasando... Puedo, ¡puedo verte otra vez!

—¿Cómo...? En alguna parte del camino olvidaste lo que causó tu temor hacia mí.

Su pregunta me guio en vuelo sobre los abismos de mis recuerdos, a los precipicios que permanecían tan oscuros a nuestro alrededor. Era imposible olvidar aquello que me ocasionó temor por verlo convertido en una sombra.

—No pienso que sea por eso.

—Entonces, ¿los anillos?

Negué con un gesto.

—Ahora puedo comprender cuál es mi mayor temor, aún más fuerte que ninguna otra cosa en el mundo. Y eres tú, pero no por lo que pueda ser, sino por tu agonía. Quiero que todo esto acabe, para que los demás, y también tú, estén bien—. Aunque eso signifique no volver a verlo. Podía aceptar cualquier cosa, mientras le fuera devuelta la felicidad.

Su mano buscó la mía, y el roce me estremeció. Lucía de un profundo negro—No te mereces nada de esto. Es demasiado injusto —añadí.

Insinuó una curvatura de labios de puro pesar. Cualquiera pensaría que estaba a punto de llorar, era como un niño; expresaba sus sentimientos sin temor a nada.

—Injusto o no, las cosas siempre pasan por algo. Y estemos aquí o en cualquier otro lugar, lo mejor que pudo haberme sucedido fue conocerte. Es gracias a ti que mi objetivo no me permite desfallecer. —Hizo una pausa en la que pareció respirar con dificultad, o tal vez para reorganizar sus pensamientos—. Anhelo contar con la fuerza para protegerla y no tener que ocultarme cada instante en que mi estrella brilla. Deseo nivelarme. Estar junto a ella... Junto ti. Abrazarte sin temor a herirte. Sin que tengas que mirarme con preocupación, con lágrimas contenidas y un nudo en la garganta que no sea de felicidad y placer. Hace poco comprendí que mi mayor miedo se convirtió en perderte, que tu luz de repente se apague y que tu vida, en mis manos, se desintegre fugazmente. Yo también estaba aterrado, Zara. Y eso solo alimentó tu incapacidad para verme.

Perdí la oportunidad de abrazarlo, paralizada por mis propios sentimientos. «¿Cuán ridículo es poder enfrentar los temores, pero no expresar lo que siento?», me pregunté. Ashton hablaba con naturalidad, mientras yo luché con mis palabras y emociones.

Se dio cuenta de mi incomodidad, su semblante reflejaba preocupación.

—No deberías estar aquí —dije, sintiéndome torpe.

—Silencio —pidió con gentileza—. No iba a dejarte sola. Estaba preocupado por ti.

Tragué saliva nerviosa. Su atención aún no se encontraba del todo en mí. A veces, escudriñaba alrededor, en busca de los responsables de esas risas perturbadoras, esperando que se mostraran.

—Lo he considerado, y no dejaré nada incompleto —dijo, y su mirada se encontró con la mía—. Incluido el sentimiento que me impulsa a buscarte como un adicto. Y lo ocurrido con Runa.

—Había formas de decírmelo —respondí en un susurro—. Esta rosa, la vi en uno de sus recuerdos.

Lo meditó por un instante.

—Necesitabas ayuda, y yo no podía estar allí para ti de la manera que deseaba. Ni siquiera sabía si ella sería capaz de verme, así que me vi obligado a utilizar la rosa para que me reconociera —explicó—. Lamento que lo interpretaras de esa manera.

—Siempre evitaste que viera en tu interior —revelé, con la amargura destilando en mi voz—. Pero sé por qué lo hiciste. Impides que contemple la muerte a través de tus ojos.

Apretó la mandíbula y me miró de reojo.

—Pero no necesitas esconder el resto. Lo que intento decir es que... Nunca he sido clara con lo que respecta a mis sentimientos. Soy terrible en esto, y ni siquiera es el mejor momento. —Tomé aire antes de revelar mi propia lucha—. Tampoco estaba segura de muchas cosas hasta que te vi con Runa y yo...

—Siempre fui sincero con todo lo que siento respecto a ti.

—Lo sé —admití.

Inclinó la cabeza, como si quisiera desentrañar el enigma de mis sentimientos. Antes de que pudiera pronunciar una palabra más, di un paso adelante, rompiendo la distancia que nos separaba. Con mi mano temblorosa, intenté capturar su rostro para evitar que desviara la mirada, y en un arrebato de valor, uní mis labios con los suyos.

Su sorpresa fue palpable, y en mi interior, una risa nerviosa brotaba. Era un momento que anhelaba, que insconscientemente esperaba y que, de alguna manera, merecía.

En un instante, me sentí envuelta en una calidez embriagadora, como si estuviera derritiéndome en su abrazo. Porque sus brazos rodearon mi cintura con firmeza, presionándome contra él, y una avalancha de emociones me invadió.

—No renuncies, no todavía —susurré contra sus labios temblorosos, dejando escapar las palabras que habían estado latiendo en mi pecho. Quería que supiera lo importante que era para mí, la fuerza que me brindaba en medio de la oscuridad. Él era mi luz, mi calor, mi fortaleza. Si las estrellas necesitaban energía para brillar, él era mi fuente de vida.

Sus manos acariciaron mi espalda con delicadeza, y antes de buscar nuevamente mis labios, susurró junto a mi oído con una promesa que resonó en lo más profundo de mi ser:

—Viviré eternamente por esto.


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¡Ashton! 🎩🎉

Y yo me pregunto ¿qué verían los demás? Ashton sigue siendo un fantasma (invisible) 😅


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