Capítulo 48
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CAPÍTULO 48
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Thomas permanecía sentado en la misma posición, con la mirada fija en el suelo como un muñeco inerte. Al golpear uno de los barrotes de la jaula, mis hermanos títeres se agitaron, extendiendo los brazos hacia mí.
Runa cuestionó si era prudente llevarlos con nosotros. Ignoré su preocupación; no estaba dispuesta a separarme de ellos. Mi determinación era clara: no perdería de vista a mis hermanos ni pondría en riesgo su magia.
—¿Qué hay de la muñeca? —preguntó Runa, buscando una respuesta.
—La solución para que Frey recupere la cordura es devolverle su conciencia, y eso solo puede lograrse con los anillos —respondí, consciente de la importancia de nuestro objetivo.
Después de un breve lapso, asimiló mi respuesta.
—Pero no puedes...
—Usarlos —terminé por ella—. Eso está claro.
Aunque tenía que hacerlo, ¿quién más sino yo?
Creo que lo entendió.
—¿Cómo planeas introducir a Thomas en Frey?
—Eso... No lo sé —confesé.
—Es simplemente perfecto —comentó con sátira, mientras desgarraba tiras de tela del sofá—. Solo ata a los revoltosos. Quieren saltar a la libertad igual que canguros. Por cierto, ¿cómo los distingues? Yo veo dos tablas del mismo árbol.
—Quizá fue Vincent quien desenterró el medallón, él es el más persuasivo y se sobresalta con facilidad. Josef es el que tiene el brazo roto y un pezón más alto que el otro.
Runa frunció el ceño y miró a los gemelos.
—Ninguno tiene pezones ni ombligo...
Me acerqué más.
—Pillaste la broma. Son mis hermanos y ya está. —Levanté la mano y le di una palmada en la nuca. Algunos mechones malva se soltaron de su coleta. Me lo debía, y me sentí mejor.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó, frotándose el lugar afectado.
—Usaste a mi hermano como pala —me excusé—. Y no exageres, dijiste que Ashton y tú no sienten este tipo de dolencias.
Hizo un extraño mohín y contuve la risa.
—Espero que esta vez no te importe si los uso como globos, porque si los llevamos a pie nos retrasarán.
Las cintas flotaron a mis manos.
—Pero necesitas la magia de los medallones para... —Hizo un gesto que me silenció.
—La escena con Mikkel fue de prueba y error. Esta vez lo conseguiré.
—Si eso dices... Ataré la cinta a sus tobillos.
—Para ganar tiempo, iré a preparar nuestra salida. No puedo abrirla en la estrella, ya que necesito espacio. Tendrá que ser en el escenario, así que regresaré cuando esté lista.
—De acuerdo.
Runa se marchó de prisa.
Me incliné para alcanzar un pie de los gemelos y atar su tobillo con la cinta, pero Vincent me imitó. Nos miramos, él manteniendo la boca entreabierta. Estaba esperando que metiera la mano para tirar de ella, lo pude reconocer en esos puntos que tenía por ojos.
—De ese modo, no lo conseguirás. —Mis labios acababan de moverse sin mi consentimiento. Pero no eran los únicos. La voz de Thomas también surgió del ventrílocuo, aunque más aguda de lo normal. Era silbante en diferencia a la que tenía cuando lucía como humano.
—Acabas de usar mi voz para...
Se sacudió de manera violenta, y algunos de los hilos de su cuello se dirigieron a los títeres. Uno se enredó en el tobillo de Vincent y el otro en el de Josef.
Thomas levantó el brazo, haciéndolo girar hacia atrás de manera que ninguna persona podría hacerlo. Porque teníamos articulaciones. Con facilidad atrapó los hilos atados, los llevó hasta su boca y empezó a masticar con sus labios de madera. No tenía dientes. Y cuando terminó de cortarlos, los empujó fuera de la jaula, directo hacia mí.
—Amárralos a las cintas. —Lo articuló al mismo tiempo que yo—. Son resistentes.
—Estás usando mi voz —protesté.
—No tengo con qué escribir. —Se encogió de hombros—. Mientras que no use la suya, todo estará bien. Tampoco puede escucharme, pues estamos bajo tierra.
—Eso no quita lo extraño que es. Además, suenas como niña.
—Soy el reflejo de tu voz, ¿qué esperabas?
—Solo cierra el pico. —Tomé el extremo suelto de uno de los hilos y lo até bien a una cinta. Hice lo mismo con el que faltaba, esperando que no se zafaran.
—Sé que es mucho pedir, pero Zara, ¿podrías meter mis hilos? Es incómodo cuando cuelgan. Con el tiempo saldrán más y empezaré a tropezar con ellos.
Desagradable era recordar que su cuello seguía abierto, y que tenía gusanos hilvanados retorciéndose en su interior. El padre de Ashton no lo remendó por completo, quizá por si necesitaba defenderse.
—¿Por qué habría de ayudarte? —Entrecerré los ojos.
—¿Recuerdas el mural que dibujé en mi habitación?
—¿Las estrellas?
—Sí.
—¿Qué tiene que ver eso con tus hilos?
—Información a cambio.
Me sentí ridícula porque era como desarrollar una conversación conmigo misma, tan solo que se trataba de Thomas haciendo uso de mi voz para poder comunicarse.
—Está bien. Empieza —accedí.
—Seis de esas diez estrellas brillaban más, ¿cierto? Y ¿conoces la razón? —Cerró la boca, esperando a que le contestara. Pero no sabía qué decir, así que prosiguió—: De las estrellas más brillantes y famosas del circo, fueron seis las que estuvieron presentes aquella vez.
—¿Hablas del momento en el que se burlaron de Frey y lo apuntaron con el reflector?
Asintió.
—Arturo, Vega, Capella, Achernar, Rigil Kentaurus y Procyon. Esos son sus nombres artísticos. ¿Quieres saber cuáles son los verdaderos?
El contorsionista era Arturo. Y los malabaristas Vega y Capella. También conocimos a Rigil Kentaurus, el equilibrista. Todos ellos convertidos en sombras. Tan solo me quedaba averiguar quiénes eran los dos faltantes.
—Los verdaderos nombres, en el mismo orden, son: Alviss, Brondolf, Enar, Ricci, Magne y Runa —recitó, mirándome con atención.
Esperaba escuchar el nombre de Hans, pero no tuve que ir demasiado lejos para aclarar mi incertidumbre. Él tenía otros problemas centrados en Ellinor y Reidar.
El encuentro entre Frey y Hans la noche del incendio pareció accidental, pero Frey vio a Hans llevándose el medallón del primate. Lo que sucedió con él más tarde es cuestión de suposiciones. Frey probablemente fue tras Hans para recuperar el medallón, por lo que terminó convertido en sombra.
En mi mente, Frey quería que experimentaran lo que él sufrió. Y la mayoría de aquellos que se burlaron de él acabaron como sombras.
Pero también estaba ese último nombre, que me dejó atónita y boqueando como un pez fuera del mar.
—¿Runa? ¡Espera un momento! La persona que sostenía el reflector... era una chica —tartamudeé, incrédula.
Ella formaba parte de los seis, y era difícil de asimilar.
En poco tiempo, recordé su reacción ante el maestro de ceremonia, corroborando la teoría de Thomas. Además, el padre de Ashton también había mencionado que el arrepentimiento era evidente en su mirada. ¿Se refería a esto?
—Con una escalera, semanas antes del incendio, su muerte fue un accidente. Por eso Frey no pudo usar los medallones como hizo con los otros cinco y convertirlos en sombras. Nunca la encontró. Hace unos minutos estaba aquí, ¿verdad? Yo no puedo verla como tú, pero ella... —Hizo una pausa—. Fue la peor parte. Más que las palabras, los hechos hieren. Fue quien cegó a Frey. La que junto a los otros cinco oscureció su alma.
Cuando le pregunté sobre sus intenciones, ella respondió que no solo lo hacía por Ashton, sino por algunos asuntos pendientes por resolver. ¿Por qué querría ayudar después de haber hecho algo tan inhumano como eso? ¿Culpa?
—Runa y Ashton... —solté.
—Mantuvieron una relación, pero él terminó con ella al enterarse de lo que hizo. Ashton nunca fue malo con Frey, de hecho, lo cuidaba como a un hermano menor.
Me tomé la cabeza.
No pude evitar dudar de los motivos por los que Runa me ofreció su ayuda. De todas maneras, no pensaba echarme para atrás. Seguiría con mi rumbo porque creía que era lo correcto.
Ya había trazado mi objetivo, y era poner fin a todo esto de una buena vez.
Mi plan seguiría adelante y yo con él. Sin embargo, estaba claro que debía empezar a ser más cautelosa con Runa.
Los gemelos no se percataron de lo que había logrado amarrar a sus tobillos gracias a Thomas. Luchaban por salir de la jaula, compitiendo para alcanzar un premio inalcanzable. Sentí pena por Josef, quien carecía de un brazo con el que competir.
Me alejé de ellos, estirando las cintas rojas, y los títeres se movieron, observándome con atención. Eran rostros irreales, pero reconocibles por sus narices. Recordé la vez que compitieron en la escuela, saltando de los columpios. Ambos ganaron, sin embargo, Josef terminó con un tabique roto y Vincent recibió una reprimenda.
Aunque la diferencia de sus narices apenas se distinguían en sus cuerpos humanos, en sus formas de madera destacaban como gruesas raíces.
Asumí que darles un aspecto más real requeriría mucha energía, pues cuando Dallas agonizaba en el gimnasio, el títere quemado por Mikkel adoptó una apariencia similar a la que ambos tenían ahora.
No podía proporcionarles esa energía; no era como Dallas. Mis habilidades eran otras, y ya sabía que dejarme sus anillos fue con el fin de mantenerlos a salvo de Frey.
—Confía en mí, como Thomas. —Mis palabras salieron sin permiso mientras me dirigía hacia el muñeco, que no podía pasar entre dos barrotes debido a los hilos que almacenaba en su estómago.
—Pero eres Frey, capaz de hacer tanto daño, incluso a tu propia familia.
Thomas se sujetó el abdomen, permitiéndose pasar sin mucha dificultad.
Sus ojos marrones se alzaron en mi dirección, reflejando dolor y tristeza.
—No puedo negarlo —dijo, apretando la tela de su camisón. Parecía incómodo o avergonzado, lo cual encontré tierno viniendo de él—. Pero me controlaba, aunque no siempre. A veces escuchaba "la otra voz" en mi cabeza. Como insinuó el maestro de ceremonia, soy el lado razonable; el compasivo. Todos disponemos de una conciencia moral: la buena y la mala. Creo firmemente en la bondad de mis intenciones. Desconozco si es posible tener una propia, pero en ocasiones escuchaba susurros. No sabía que era Dallas, pues era fugaz. Solía ser muy cuidadoso en ese aspecto, tal vez para evitar sospechas.
—¿En qué momento no te controlaba Frey? —pregunté. Siempre fue él quien estuvo de mi lado, incluso cuando me entregó el medallón. Según lo que había mencionado el padre de Ashton.
Pero el dolor retornó acompañado de un miedo incontrolable ante su respuesta, como si una parte de mí aún lo recordara de otra manera, a través de las emociones. Reconocí algo similar a la traición, pero también a la esperanza. Quería creer que Thomas era bueno en verdad.
—Aunque tengas un parecido innegable con Ellinor, Frey jamás te lastimaría. No solo por tu semejanza con ella, sino porque llegó a estimarte. Yo lo hice. Así que yo tampoco tenía una razón para decirte qué era lo que soy, aunque sabía que te enterarías tarde o temprano—. Mientras se balanceaba como una mecedora, miró hacia sus pies descalzos con cierto disgusto—. Su único objetivo era que el policía revelara dónde se encontraba el medallón de la carpa. Pero él siempre evadía el tema, no estaba en casa o dormía demasiado.
Me observó de nuevo con firmeza.
—Ustedes dos lo pusieron en riesgo a mi familia, y lo que le hicieron a Ashton...
—No quise que las cosas sucedieran así. ¿Recuerdas cuando te pedí que guardaras el medallón esa mañana en la escuela? Lo hice porque te considero mi mejor amiga y no quería que Frey lo obtuviera. Escondí el medallón en mi mochila, en un envase con tierra. Lo llevé contigo y te pedí que lo ocultaras sin saber que se pegaría a ti. Pero luego, durante las clases, tanto Dallas como Frey intentaron controlarme al mismo tiempo porque debieron sospechar. Por supuesto que ninguno lo consiguió, pero así revelaron la presencia de un infiltrado. Desde entonces, Frey no se apartó de mí.
Recuerdo las palabras de Frey al exponer a Ashton al fuego: «Además, preciso de las sombras por un extraño fetiche. Pero por culpa del egoísmo de Dallas, eso tampoco me responde como antes». En aquel momento no supe a qué se refería con "eso tampoco". Ahora entiendo que hablaba de Thomas.
—Te controlaba desde entonces, cada que permanecías a mi lado —asumí.
—Sí. Al yo ser prácticamente él, no solo compartimos voz, también memorias y sentimientos. Así que, poco después, hurgó en mis hilos y se enteró de todo.
—¿Cómo es eso posible?
—Su esencia, en mi interior, tomó esa forma. Mis hilos son eso: sentimientos, memorias... Lo que le complementa.
—¿Y qué si te cortaste unos cuantos?
—Sé bien qué desechar. —Se encogió de hombros.
—Ya veo...
¿Cómo sería la esencia de mis hermanos materializada en su interior? Al ser títeres, quizá estaban rellenos de virutas de madera, o raíces... Fue eficiente el que todavía no se partieran por la mitad, pues se convertiría en un verdadero problema devolver todo el relleno a su interior. Y las extremidades, como caja fuerte para guardarlo, no contaban, puesto que Josef se había roto el brazo y nada brotó de la pieza que todavía le colgaba del hombro.
—Así supo lo del medallón y pensó que, lo que hice, fue a causa de "la otra voz". Claro que, en un comienzo, no le agradó que te entregara el artilugio, porque inesperadamente resultó que no se alejaba de ti. Pero luego pensó en sacar provecho para, de ese modo, llegar a los integrantes que le faltaban por borrar del mapa y, ya sabes, que la magia del circo solo le respondiera a él.
—¿Qué sucedió con Dallas después de que Frey lo descubrió?
—Simplemente continuó simulando que nada ocurría, pero Frey y yo sabíamos... Dallas era el único que también podía controlar, ya fuese a personas o títeres. ¡Y esa última noche! —Se sobresaltó. Supe que empezaría a soltar la lengua, como era típico de él—. Cuando nos reunimos en el sótano de la casa del policía, Frey quería que yo expusiera a Ashton, pero Dallas interfirió y no seguí tratando, por suerte. Me fastidió escuchar una pelea dentro de mi cabeza. Estaban fuera de sus cabales.
—¿Fue por eso que reaccionaste así?, ¿golpeando el baúl?
Asintió con frenesí y los hilos se revolvieron en el suelo.
—Cuando las luces explotaron creó uno de sus portales y caí en él. Llegué a la feria y ambos se encontraban ahí. Frey estaba furioso, y entendí que toda la escena en el sótano había sido un plan para revelar a Dallas, quien manifestó su desacuerdo, exponiéndose al intentar proteger a Ashton. Poco después, para evitar que Frey preguntara más, atrajo a las sombras y desapareció, dejando que, sin control alguno, su mundo se expandiera sobre el nuestro. Desde ese entonces, el balance entre ambos arcos se perdió y todo empezó ser consumido por la oscuridad. Claro que sucedió más rápido después de que se quitara la vida.
Dallas, para los cometidos de Frey en cuanto arrasar con los personajes vivos, controlaba a las sombras. Se suponía que lo estaba ayudando, pero cuando fue descubierto manipulando a Thomas, se encontró entre la espada y la pared. Entonces prefirió no volver a hablar jamás, evitando, así, revelar al padre de Ashton. Puesto que por culpa de ese último e importante motivo, los artilugios nunca llegarían a responder a Frey como él mismo esperaba que fuera.
Al morir, los anillos no fue lo único que olvidó en el mundo de los vivos. Había dejado pasar a las sombras, causando que la dispersión de la oscuridad avanzara más rápido y completamente fuera de control. De esta forma, en la feria se desató todo aquel episodio de convertir Port Fallen en un pueblo fantasma y a una velocidad inverosímil.
A lo mejor y hasta el resto del mundo se encontraba en las mismas catastróficas condiciones en este momento.
—Ambos estaban lejos de ti. ¿Cómo funcionabas sin la fuente de tu magia cerca? —pregunté.
Mis hermanos títeres parecían desvanecerse cada vez que los anillos y yo, nos alejábamos demasiado.
—Todo fue gracias a la fuente de energía de los medallones. Soy pequeño y un objeto, como el zapato oculto bajo el sombrero del mono. Podía alejarme cuanto quisiera, mientras me mantuviera cargado. Es como se debe hacer con los medallones, para que su magia sirva sin la necesidad de que la fuente se encuentre pegada a ellos.
Todo sonaba tan complicado. Debió notárseme en la cara, porque se echó a reír.
—Hablando del policía. ¿Qué sucedió con él? En el sótano dijiste que desapareció.
—Frey, no solo inventó la parte de "vendrá y te reclamará como suya" —imitó su voz, pero le salió bastante mal—. También estuvo la frase de invocación, e incluyó la insinuación sobre la repentina evanescencia del policía. Se deshizo de él un par de noches antes, claro que, al no tener nada que ver con el circo, no pudo volver ni en sombra. Para cuando te entregué el medallón, ya estaba entre la lista de personas desaparecidas, en la estación de policía.
Puse las manos sobre mis caderas y respiré profundo. Sentía un nudo en la garganta.
—Era de esperarse que terminara así de mal —comenté, con una expresión cansada en el rostro. Pero si apreté los párpados era porque de pronto sentí las lágrimas arder. El policía era un gran hombre. Incluso percibí el dolor de la pérdida en mi voz, que Thomas empleaba para hablar—. ¿Podrías meterte en la cabeza de Frey o algo parecido?
—No. Soy parte de él, como un simple subordinado que conoce muy bien su oscuro pasado, pero no puedo hacer gran cosa. No con esta apariencia.
—Genial —ironicé.
—¿Qué es tan bueno? —preguntó Runa al cruzar la entrada y acercarse a nosotros. Detuvo su paso al ver a Thomas fuera de la jaula, con tres hilos colgando de su nuca. Parecía haber anticipado mi tranquilidad, ya que no se preocupó por devolverlo a su lugar.
—Ya preparé nuestra salida —dijo Runa.
—Solo nos queda sacarlos. —Miré a mis hermanos.
Ella extendió la palma de su mano a la jaula y, al inclinarla hacia el suelo, todos los barrotes se doblaron como los pétalos de una flor al abrirse.
Antes de que los títeres se abalanzaran, comenzaron a levitar. Agitaron los brazos y giraron.
Flotaban como astronautas en el espacio, recordándome que siempre encontraban formas de divertirse.
—Olvidé preguntarte. —Runa habló—. ¿Qué hiciste para que los tarros tengan agujeros y la pintura se haya esparcido por todo el suelo?
—No podré controlar mi aspecto al lucir como un foco encendido, pero sé que, cuando me enfado, los rayos salen disparados en todas direcciones y se entierran hasta lo más profundo. Es increíble —interpreté con fascinación.
Sus labios temblaron y le sonreí con un gesto que decía mucho y a la vez nada.
—Eres mala para bromear.
—Es lo que sucedió.
—Jala con fuerza, no queremos que se enreden —dijo, señalando al extremo de las tiras de tela que reposaban inquietas entre mis dedos.
Al volver la mirada, Runa contemplaba con escrúpulo a un Thomas muy quieto.
—No te preocupes en llevarlo, ya me encargo yo —me anticipé—. Cabe en mi bolsillo.
Y al palparlo, comprobé que el zapato de monopolio continuaba en el interior.
Runa apretó los labios como si fuera a dar un beso, arrugando también la nariz. Poco después, asintió.
—Bien muñeca, sube. —Thomas abrió la boca para protestar, pero en seguida me adelanté—: y no se te ocurra hacer ninguna cosa extraña. Si resulta que te conviertes en un canalla, te sacaré todo el relleno, así sea que empieces a implorar con voz de niña.
Su pequeña cabecita se movió de arriba hacia abajo con lentitud.
Me arrodillé en el suelo mientras Thomas, con sus diminutos brazos, saltó para acomodarse en mi bolsillo de canguro, lanzando patadas al aire. Mis hermanos títeres flotaban sobre mi cabeza, cortesía de Runa.
—En caso de que esté usando el medallón para hacerlos volar, no tenemos mucho tiempo.
Asentí y nos precipitamos hacia la salida.
Cuatro enormes pelotas nos esperaban, alineadas en los graderíos. Con colores translúcidos, resplandecían como escarcha.
No había nadie alrededor.
—¿Por qué no hay toboganes igual que la última vez? —pregunté, con un mal presentimiento.
—Estamos dentro del circo, es diferente aquí. El acceso que usamos cambia su forma una vez que entramos.
Observé las extrañas burbujas con escepticismo.
—No lo pensé porque sonaba un poco tonto, pero, ¿realmente vamos a salir en esas cosas?
—¡Oh, sí! —respondió emocionada—. Es un circo, ¿qué esperabas?, ¿ascensores?
—De hecho, sería una excelente idea.
—Te pareces tanto a Mikkel —resopló.
—Sabes que puedo escucharte, ¿verdad?
—Por supuesto. Ahora, trae esos traseros de madera aquí. Los meteremos primero. Lo haremos rápido.
Me acerqué a su lado y noté algo preocupante: las pelotas no tenían ninguna abertura por donde pudiéramos entrar. Parecía plástico, pero también tenía una apariencia acuosa. Y ¿cómo demonios íbamos a mantener el equilibrio en el interior?
—¡Listo! —anunció y la miré.
Vincent, ya dentro de la primera pelota, flotaba a centímetros del suelo como si estuviera en una cápsula futurista que ahora brillaba un poco más.
—¿Cómo entró? —La cinta atravesaba el material de la burbuja.
«Bendita magia», pensé con irritación mientras el títere Josef se dirigía flotando hacia la siguiente pelota en la fila, siendo introducido en ella como un dedo en gelatina a punto de cuajar.
Los miré con una mezcla de asombro y asco.
Decidí no sostener las cintas.
Mis manos sudaban y la perspectiva de cómo saldríamos no era muy prometedora. Tomé una respiración profunda para tranquilizarme y reunir el coraje necesario. Los títeres estaban en posición, y ahora era mi turno. A pesar de mis dudas, me acerqué a la burbuja. Inhalé profundo y, al tocarla, sentí un hormigueo que me heló la piel. Temí estar sumergiéndome en algún líquido letal, pero al incorporarme dentro de la burbuja, me di cuenta de que había gravedad, aunque era difícil moverse.
Inhalé al percibir la falta de aire, pero el ambiente era habitable. Me sentía como un pez en un acuario.
—¿Cómo saldremos de estas cosas? ¿Son seguras?
Thomas se revolvió en mi bolsillo, haciéndome cosquillas.
—Es automático al tercer rebote. Y sí, Zara, lo son.
—¿Te expulsa? —sospeché.
—A veces explota, o te impulsa tan rápido como un cohete. Pero al final siempre llega a la mejor parte —explicó con entusiasmo.
—Espera, ¿qué acabas de decir? —Mi voz fue obstruida por lo que vi adelante.
Las pelotas de mis hermanos se movían ya, girando lento hacia una pared que comenzaba a abrirse, mostrando un oscuro pasaje.
—Es como una esfera sorpresa —canturreó Runa, con su voz distorsionada—. No se sabe con exactitud cuál de ellas hará qué cosa.
Mi pelota empezó a rodar.
Mantuve la calma, con los músculos tensos para no marearme.
¿Qué podía salir mal?
—Nada de miedos —me dije—. Existen cosas más importantes en las que pensar, y los pensamientos negativos solo me hunden más en la oscuridad.
Para calmar mis ansias, tuve que distraerme y volver la mirada hacia Runa.
Detrás de mí, vi la mitad de su cuerpo introduciéndose en la pelota. Los golpecitos en mi estómago llevó mi atención a la cabeza de Thomas fuera del bolsillo.
—Será mejor que no abras la boca —dijimos al mismo tiempo—, ya estamos por salir.
Se ocultó justo cuando todo se oscureció.
Moví el cuello con dificultad para ver el arco de oscuridad que habíamos cruzado. La luz del circo apenas iluminaba la entrada a la cueva. Del otro lado, entre la negrura, vi una diminuta luz que subía y desaparecía.
Mis ojos se abrieron más, buscando cualquier indicio.
Esa luz no podía ser una de las pelotas de mis hermanos, ¿verdad? Estaba demasiado lejos. No podían haberse movido tan rápido.
Mi burbuja aún se desplazaba lento, iluminando las paredes arenosas. La cueva parecía una ratonera, pero al menos no sufría de claustrofobia.
—¡Aquí vamos! —chilló Runa.
Mi pelota se agitó con violencia, arrastrándome y cortándome la respiración. A partir de entonces, no vi nada más que un borrón gris.
La pared de arena parecía un agujero negro, pero mi burbuja era un proyectil y yo su contenido.
La pelota de repente se impulsó hacia la derecha, chocando contra la pared y poniéndome boca abajo. Moví el cuello y volvió a golpear el otro lado, sacudiéndome con fuerza.
Mi grito se extinguió mientras la sangre me aturdía la cabeza, indicándome que estaba boca abajo.
Intenté maldecir, pero un nuevo golpe y percibí un sabor metálico en la lengua. Lamenté no haber seguido el consejo de Thomas de mantener la boca cerrada.
A través de mis lágrimas, vi una pequeña abertura en el cielo nublado: la salida.
Antes de poder sentir alivio, la pelota giró bruscamente y fui expulsada de espaldas hacia el cielo.
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¿Quién más se atrevería a meterse en una de esas pelotas? 🙋🏻♀️
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