Capítulo 45
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CAPÍTULO 45
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Regresé a su lado con la ansiedad pesándome en los pies.
—Estás delirando.
—Tú, mi delirio hecho realidad... Eso suena adecuado. —Aún me miraba.
—Ashton, por favor, regresa a mí —supliqué, sintiendo la desesperación, colándose en cada palabra mientras buscaba una chispa de reconocimiento en sus ojos.
El avance de las llamas, acercándose veloz hacia nosotros, fue el único acontecimiento capaz de devolverlo a la realidad.
—Debemos salir de aquí —exhaló. La alarma en sus ojos desató el pánico en mí.
Sin pensarlo, estiró su brazo hacia mi cuerpo tendido en el suelo y me lancé para anteponerme a su camino. Por suerte se detuvo.
Las llamas acariciaron mis Converse, e incluso en mi estado percibí el calor infernal.
—No puedes tocarme.
—Te sacaré. —Todavía parecía ausente.
—¿Acaso no lo ves? Estoy envuelta en luz.
—Voy a sacarte de aquí —estableció con mayor firmeza, y por su mirada, por primera vez tan decisiva y molesta, temí por él y de lo que podía ser capaz.
—Te harás más daño. No dejaré que te acerques.
—¡Zara! —Levantó la voz, la desesperación desgarrando su voz mientras avanzaba un paso hacia mi apariencia espiritual en esta ocasión.
—No te atrevas a tocarme.
El dolor que emanaba de sus ojos me perforó el pecho con una intensidad abrumadora.
Susurró una disculpa, y a pesar de mi deslumbrante apariencia, sin dudarlo se acercó a mí.
Su mano se deslizó alrededor de mi cintura, atrayéndome hacia él con un firme agarre que fusionó nuestros cuerpos en medio del caos de las llamas.
Mis manos presionaron su pecho, empujándolo al tiempo en el que percibí el roce de sus dedos en mi mentón, y como un destello en la oscuridad, sus labios encontraron los míos en un beso que pudo detener el tiempo.
En un gesto que trascendió el caos y la desesperación que nos rodeaba, abrió paso a un refugio efímero pero poderoso en medio de la catástrofe. Fue un encuentro de sensaciones abrumadoras, donde la suavidad de su contacto se entrelazó con el miedo helado de la situación, creando un instante de intensidad emocional que me debilitó por completo.
Habría luchado, y él lo sabía.
Sentí que había pasado demasiado tiempo cuando por fin mi respiración agitada reflejó mi desacuerdo. Y me invadió una sensación de molestia notar que una parte de mí no resistió la tentación de sus labios, sino hasta un tiempo después, cuando fui consciente de la inevitable consecuencia que vendría con ello.
Aunque seguí sin moverme, el gruñido de dolor que escapó de sus labios al cortar el beso, atravesó mi pecho igual que una espada.
Me contuve de todo por miedo a dañarlo más, inútilmente, sintiendo cómo su brazo todavía me sostenía.
—¿Por qué? —pregunté sin aliento. Sin saber si mi forma espiritual tenía la capacidad de reflejar alguna respuesta biológica, las lágrimas ardieron en mis ojos, una sensación que pude sentir con intensidad.
No podía respirar.
—No me arrepiento. —A pesar del evidente dolor que lo embargaba, su respuesta llegó acompañada de una sonrisa, una expresión de calma en medio del caos.
El sollozo desgarrador, esta vez, surgió de mi cuerpo físico, que flotaba cerca y se agitó como si estuviera atrapado en una pesadilla tranquila pero implacable.
Nos había alzado en el aire. Ashton no podía mantenerme de esa forma y evitar que en algún momento dejara de respirar. Estaba haciendo todo lo que no debía para sacarnos de aquí.
Las llamas danzaron como pirañas alrededor, ansiosas por consumir todo a su paso, pero ya nos movíamos.
Al encontrarnos en su estrella, una manifestación de su poder que llevaba su nombre, comprendí que aquello que lo perturbaba, era el reflejo de lo que ahora ocurría.
Dimos una vuelta en el aire y se arrojó sobre la lámpara giratoria. Tuve la impresión de que un foco estallaba poco antes de que cayéramos en el suelo.
Alterada, y a pesar de sentir que me asfixiaba, me arrastré lejos de Ashton. La imagen de él recostado sobre el escenario, sin moverse, con la mirada fundida en el techo, fue lo peor.
Me sentí culpable, pero también desesperada.
De su mentón empezaron a aparecer raíces negras. Algunas alcanzaron sus mejillas durante los segundos que nos tomó llegar aquí.
Mi cuerpo físico estaba más allá, casi en posición fetal. Sacudiéndose mientras lloraba.
En medio de mis lamentos escuché un silbido y miré al techo. La estrella de Ashton estalló y se hizo añicos. Los pequeños cristales se cernieron sobre ambos, convertidos en polvillo deslumbrante.
Gateé hasta mi cuerpo, repitiendo palabras parecidas a: «regresa» y «por favor».
Pero había algo más: olvidamos el espejo ahí dentro.
No podría volver.
Hundí mi mano en mi cuerpo, y este imitó mi movimiento como si fuera un reflejo. Sin embargo, nada más sucedió. Al sacarla, la sentí paralizada durante un par de segundos.
Tampoco había nadie alrededor.
¿Podrían los ancianos verme, o tendría que buscar la manera de introducirme en sus mentes?
Ashton permanecía en la misma posición, ahora con los ojos apretados, evidenciando el esfuerzo en su pecho al subir y bajar agitadamente.
Runa era mi única opción, y no podía arriesgar más tiempo.
Miré hacia el techo en busca de su estrella. Cada una resplandecía con un matiz diferente y apenas perceptible.
¿Cuál sería la suya?
¿Cómo iba a llegar al puto cielo?
No podía pensar con claridad.
Pero lo sentí con una nitidez abrumadora: el deseo ardiente de salvarlo, inundando mi pecho, tan intenso que apenas me sorprendió el repentino destello blanco de los anillos de Dallas al encenderse.
Cuando su estrella descendió, un suspiro de alivio escapó de mis labios. En ese momento, dejé de preocuparme por las posibles consecuencias de utilizar la magia de manera indebida. Después de todo, él había hecho lo mismo por mí, y era Ashton lo único que importaba en ese instante.
Lo miré por última vez. Dejarlo no parecía una buena idea, pero esperar sentada sería incluso peor.
Extendí el brazo y, al tocar la estrella, fui absorbida con demasiada fuerza.
Adentro, maldije en voz baja. Como si fuera una broma de mal gusto, un pequeño corredor conectaba lo que parecía ser un cuarto multicolor con una piscina a escala, pero profunda. En el centro, había un camino de islas diminutas, cada una con forma de pie y ubicadas a cierta distancia entre sí, zigzagueando.
El agua se agitaba, pero por suerte incliné la cabeza lo suficiente para notar que era solo una ilusión; una pintura realista en el suelo.
Avancé hasta que las paredes arremolinadas de colores neón me cegaron. La espiral multicolor me atontó. Era una sensación entorpecedora.
El techo parecía un campo de tiro, salpicado de círculos concéntricos blancos y rojos. Cuchillos clavados y agujeros perforaban la superficie, generando una sensación de inminente peligro. Mientras observaba el techo, temía que se desencadenara una lluvia de proyectiles afilados.
El espacio estaba abarrotado con cubos de pintura, junto a una serie de cuadros con su firma en cada esquina. Los retratos tenían un estilo reminiscente al de los que se ven en los vagones del ferrocarril.
En el centro de la habitación, Runa se erguía junto a un conjunto de barras con forma de caramelos, levantaba una jaula de leones improvisada. En su interior, mis hermanos títeres luchaban por liberarse.
Thomas también se encontraba dentro, con sus piececillos descalzos sobresaliendo de la jaula. Parecía aburrido. Tenía la frente pegada a un barrote y sus manos lo apretaban con fuerza. Podría salir con facilidad si encogía el estómago, pero no lo había hecho todavía.
Sus ojos bailaron sobre mi cuerpo como si no pudiera notarme, y cuando se encontraron con los míos, todo dio un giro vertiginoso a nuestro alrededor.
Al deslizarme sin emitir el más mínimo sonido, pasando desapercibido para todos, incluyendo a Thomas. Fue como si mi existencia se desvaneciera ante sus sentidos, una habilidad que recordó el incidente con el padre de Ashton. Dallas logró infiltrarse en su mente sin ser detectado. De la misma forma.
En el peor momento posible, obtuve la libertad para adentrarme en los recuerdos de Thomas. Esto demostraba que podían cerrarse a mí si eran conscientes de mi presencia. Pero, a pesar de ello, seguía sucediendo... Seguía saltando de una mente a otra, revolviendo sus recuerdos con una facilidad desconcertante.
Por un breve instante me siento frustrada de perder tiempo valioso. Sin embargo, la luz brillante me golpea. El resplandor es tan fuerte que deja manchas en mis ojos.
—Observen, brilla tanto como una luciérnaga —se regodea una voz masculina. Pienso que hablan de mi enigmática apariencia, pronto descubro que no estoy sola en el pequeño espacio.
Junto a mí, un niño convierte sus manos en puños y sus ojos negros intentan mirar sobre la luz con desesperación.
—Frey —exhalan mis pulmones.
—Ilumínalo más, a ver si aumenta su resplandor.
La luz cambia de posición, acercándose tanto que casi puedo sentir su calor.
Frey, incómodo, se protege los ojos con el brazo.
—Imposible. Se nace con talento. Deberías pedir que Ashton te enseñe.
Sonrisas censuradas es lo que consigo ver. Todas brillan denigrantes. ¿Por qué prohíben?, ¿con qué derecho? Siento rabia, pero aunque deseo ordenarles que se detengan, sé que no servirá de nada.
—¡Eh!, que anhela ser brillante, como su padre con los ventrílocuos lo fue —comenta uno entre carcajadas.
No sé quiénes son, pero quisiera poder verlos.
—No lo entiendo. Se fue con su madre y lo dejaron aquí —dice otro mientras se mueve a nuestro alrededor.
—Seguramente para comprobar si obtenía algo de capacidad.
La luz se acerca más, dejándome casi ciega.
Atrapado solo entre las burlas de seis hombres jóvenes, lo primero que me golpea es la injusticia de la situación. Un niño enfrentado a seis adultos.
—Vamos, ¡juega! Es lo que más te gusta, ¿verdad? —gritan con arrogancia.
El resplandor se agita y logro distinguir una figura pequeña saltando de una mano a otra: Thomas.
—No es la gran cosa —dice alguien.
Empiezo a sentirme mareada.
Canturreos hipócritas, eso es lo que son.
Me gustaría tener el poder para callarlos y llevarme a Frey conmigo, quien ha empezado a saltar con desesperación para recuperar a Thomas. Las lágrimas brillan en sus ojos, y se nota su esfuerzo para no dejarlas caer. Por más que quiera, no puede alcanzarlos. Ellos son altos en comparación.
Cuando veo la oportunidad, levanto el brazo y el muñeco me atraviesa la palma. Experimento un enorme vacío expandirse desde las plantas de mis pies, como si me hubieran arrancado la energía de mi cuerpo.
No ser bueno para nada, carecer de capacidad... Es lo que dicen, y Frey tan solo muestra su esfuerzo en alcanzar al muñeco. Solo quiere que le devuelvan a Thomas.
—¡Devuélvemelo! —grita Frey, su voz llena de angustia.
No puedo evitar sentir una mezcla de compasión y furia. No es correcto desear mal a los demás, pero en este momento, que los veo como las sombras que son: oscuros reflejos de su verdadera naturaleza.
Parece que Frey quiso enseñarles una lección, llevarlos a experimentar lo que él sintió. Sin embargo, eso no justifica el comportamiento de ninguna de las partes.
—¿Este simple trapo? —continúa uno de los hombres burlándose—. No puedes darle vida a un muñeco, no tienes ese talento.
Suelto una maldición contra él y cierro los ojos, incapaz de soportar la mirada de ninguno de ellos sin sentir náuseas.
Sus risas resuenan en la habitación.
—Deja la inocencia. No estás hecho para esto —añade otro, con desprecio.
Me atrevo a abrir los ojos por un momento y veo cómo los brazos de Frey caen a los costados de su cuerpo, derrotados.
Thomas también se desliza de entre las manos y cae al suelo con un golpe sordo.
—¡Se acabó! —La voz del maestro de ceremonia traza orden y un abrumador silencio.
La luz del reflector se apaga, pero aunque distingo la figura femenina que sostiene el pedestal, no aparto la mirada de Frey, de las gotas que caen de su frente y sus ojos.
¿Alguien las habrá visto siquiera?, ¿tomado en cuenta al menos?
—Frey... —El susurro de Ellinor al pronunciar su nombre es dulce.
Parpadeo para despejar la bruma de luz y ya no lo encuentro junto a mí, sino en el suelo, a varios metros de distancia.
En un instante desesperado, intentó alcanzar la salida, pero tropezó. La humillación se cierne sobre él, y se intensifica cuando se pone de pie y trata de huir por segunda ocasión.
Ellinor se interpone en su camino, pero él la esquiva. Después de eso, lo pierdo de vista. Ante mí, solo queda ella, levantando a Thomas del suelo.
Conozco el curso de los eventos porque ya lo he presenciado. Ellinor irá tras él y le devolverá el muñeco. Intentará animarlo, y yo habría hecho lo mismo en su lugar. Supongo que por eso la admiró tanto, porque le dio aliento cuando un grupo de cobardes aplastó sus sueños.
Las manchas en mis ojos se acentúan y, poco después, mi vista es consumida por la nebulosidad.
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Espacio para dejar tu mensaje para las personas que se burlaron de Frey.
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