Capítulo 36
━━━ ꧁ད ✶ ཌ꧂ ━━━
CAPÍTULO 36
━━━ ꧁ད ✶ ཌ꧂ ━━━
Cuando me había comenzado a contentar con la noticia de que Ashton seguía conmigo de alguna forma, ahora resulta atropelladamente peor saber que no podía verlo y que se comportaba de esa manera.
Runa y Frey coincidieron en algo: las sombras eran impulsivas, y Ashton se estaba convirtiendo en una.
—¿Te sientes bien?
—¿Por qué ya no puedo verlo? —Se me quebró la voz.
—Es así como funcionaba el miedo. Te muestra cosas que no son, te bloquean y se aferran a ese temor. El resto desaparece.
Otro aspecto que tenía sentido, exceptuando quizá que Ashton no se acoplaba a ese "todo lo demás". Para mí, él era más importante que eso.
—Temía que se convirtiera en una sombra —revelé.
—Frey consiguió lo que quería: que le tuvieras miedo. Debes superarlo o no podrás verle.
Sonaba bastante fácil cuando lo decía. Pero aunque pensar en salir y aventurarme a este nuevo mundo me resultara una locura, tampoco podía estancarme ni dejar que Frey me manipulara otra vez.
Tenía un gran comienzo aleteando frente a mí: la mitad de la pieza que mantenía la transformación de Ashton al margen y que dejaría los medallones que Frey poseía sin energía. No todo se encontraba perdido.
—¿En qué lugar mantiene la pieza oculta? —pregunté.
—El cuarto de luces. Está situado junto a la habitación que nadie usa.
—Tu descripción no me ayuda en lo absoluto.
—Aquí, el tiempo no transcurre, lo que significa que tampoco cuentas con necesidades básicas. Se puede decir que eres una mosca entre los muertos, así que aprendes a vivir de ellos o te conviertes en uno. La muñeca te dio de comer porque, cuando llegaste, no estabas bien. Tuvo que reponerte o, de lo contrario, pasarías enferma durante toda tu estancia en este lugar. Así que, si le pides ir al baño, la muñeca no se negará.
—Entonces, ¿estamos atrapados en una especie de estasis temporal?
—Podríamos describirlo de esa manera.
—Y el baño es el cuarto que nadie usa —razoné.
—Ajá. —Chasqueó los dedos.
—Pues empecemos.
Poco antes de que ejecutara un primer paso, Runa se atravesó en mi camino de un salto.
—Creo que no lo entiendes todavía. Las sombras no usan la magia del medallón porque no piensan, se guían a través de sus deseos oscuros fortificados. Pero Ashton es, como decirse, mitad sombra y la otra parte benignidad.
—Entiendo a la perfección. Por eso sé que es más fuerte de lo que te podrías imaginar. —Sentí el corazón acelerado al testificarlo, pero estaba convencida de lo que era Ashton en realidad. Lo conseguiría.
Runa se retiró, favoreciéndome el paso.
—Después de hacernos de las piezas —continué al disimulo—, no tenemos por qué quedarnos durante más tiempo. Es por lo que tú, Runa, no importa a qué sitio, pero debes sacarnos de aquí lo más rápido posible. ¿Entiendes?
Asintió con la cabeza.
—Eso será fácil con el conductor. —No sabía de qué demonios estaba hablando ahora, pero intuía que se trataría de otro objeto mágico.
Avancé hacia Thomas, repasando el plan que tenía en mente. Él se aproximó de igual manera y no me permitió alcanzar la salida.
—¿A qué se debe tu visita? —preguntó—. Te dije que no te movieras de ese lugar.
—La comida hizo efecto, si sabes a lo que me refiero —musité.
No lucía convencido. Eso, o no logró captar la indirecta.
Me preocupaba que, mientras más tiempo me llevara persuadirlo, más fácil se daría cuenta de mi mentira. Aunque fuera Frey, mi mejor amigo me conocía bastante bien.
—Necesito ir al baño —esclarecí.
Introduje las manos en mi bolsillo para que no se percatara del leve temblor que de repente las poseía. Las mentiras nunca fueron lo mío.
Mantuvo los labios fruncidos y una mirada de sospecha que ya conocía. No me creía.
—Está bien —cedió, tomándome por sorpresa.
Hizo un gesto para que lo siguiera y comenzó a caminar.
Quería deshacerme de todo ese aire aprisionado en mis pulmones, pero no sería capaz de respirar de forma hasta llegar a salvo al presunto cuarto que nadie usaba.
Avanzamos a través del pasillo rojo en donde conocí a Runa. Giramos a la izquierda dos veces, lo que me llevó a plantearme la idea de dar la vuelta alrededor de un cuadrado.
Al disimulo, busqué alguna salida, pero no encontré ninguna.
Cuando parecía que no había nada más, centré mi atención hacia el final del pasillo, a la única puerta hecha de la corteza de un árbol. Dentro del mismo instante, un bulto cayó junto a mí, y del susto salté hacia un lado.
Thomas yacía tirado en el suelo boca abajo, pero no por conveniencia propia. De su espalda sobresalía el mango de una daga roja.
—¿Qué hiciste? —Escandalizada, miré a Runa.
—No te preocupes, la muñeca no está muerta, solo necesita algunas puntadas.
—¿Cómo es posible? —Me temblaban las manos y casi me eché a llorar. ¡Thomas tenía una daga clavada en la espalda!
—Magia. —Se encogió de hombros.
—Pero es... —Sellé los labios por el leve temblor que los conquistó.
Con esto, me di cuenta que, a pesar de todo, la figura de mi mejor amigo permanecía arraigada en mi ser, y sería difícil desprenderme de ella. No podría arrancarme toda una vida en un instante, aun cuando esa parte consciente de mí tuviera claro que resultó ser un desalmado.
Era una imagen perturbadora la que tenía en frente, aunque también era cierto que no brotaba líquido vital de la herida. Era como si estuviera vacío por dentro. De todas formas, con esfuerzo me contuve de arrodillarme a su lado para comprobar que se encontrara bien, y de inmediato también quise golpearme por eso.
—Esa cosa no es más que un objeto —aclaró, y, de hecho, su cuerpo se redujo al muñeco de trapo con cabellos caóticos. Casi tropecé con sus pantalones al acercarme. Solo conservaba la camiseta blanca puesta, y esta se veía inmensa en ese cuerpecito. Además, lo más desconcertante era que también emitía ese brillo tenue y muy singular que el resto de las telas en el lugar.
—Creí que no podían usar la magia del medallón —balbuceé.
—Mis dagas funcionan como un artilugio, solo que no son gran cosa en comparación. Por lo mismo, no detendrá su magia por mucho tiempo. Ahora, ¿en dónde quedó esa puerta? —Volteó y se acercó a una pared, empezando a tantear.
—No vi ninguna, excepto la del fondo —le indiqué.
—Esa es la del cuarto que nadie usa. La que busco no es una puerta cualquiera. Es lo más parecido a un portal, como el que crean los medallones.
—¿Pueden hacer tal cosa?
—¿No lo sabían? —Ella siguió avanzando y golpeando la pared.
—Cuando la oscuridad llegó a Port Fallen la primera vez, estábamos en la feria y después de un parpadeo, de repente nos encontramos en la unión entre ambos arcos.
Runa traspasó la pared con su brazo y avanzó un par de pasos junto a esta, hasta que un retazo de la tela se onduló, agitándose como agua turbia y delineando un nebuloso umbral rectangular.
—Es aquí —indicó.
—Za-ra. —La voz mortecina a nuestras espaldas me puso la piel de gallina—. Era mejor dejar las cosas como estaban.
Thomas se había levantado del suelo. Todavía lucía igual que un muñeco, y la camiseta tomó la apariencia de camisón en su pequeño cuerpo. Su semblante ensombrecido definía una tristeza inminente, pero solo yo fui capaz de verlo. Parecía lamentarlo, y lo escondió tras un rostro tallado de madera, y un parche en el pómulo que apenas ocultaba una gran cicatriz que trizaba su mejilla hasta casi rozar su ojo pintado.
—¡Ay, mierda! Corre, ¡corre! —Runa me codeó y empujó con desesperación.
Mis piernas pesaban. Apenas di tres pasos porque había algo más a espaldas del muñeco Thomas: los hilos que empezaban a enredarse en el aire y que, al parecer, brotaban del corte que Runa originó.
Otro empujón por parte de ella, pero solo choqué con la pared. Gracias al golpe, comprobé que no podía traspasarla como Runa había supuesto.
Sosteniéndome la cabeza, miré el portal y, entre las ondulaciones, las luces saltaban de su interior, como si dentro se celebrara una gran fiesta: azul, rojo, verde, violeta, naranja..., y la secuencia volvía a repetirse. La reconocí de inmediato.
—¿Qué demonios ocurre? —protestó Runa—. ¡Maldita sea su astucia! Lo haremos. Cruzarás este portal, aunque sea a la fuerza. No hay forma de que no puedas pasar. —Volvió a empujarme y golpeé la pared por segunda vez.
—La hay —aseguré molesta porque eso fue innecesario, y adolorida eché a correr en dirección opuesta.
Pasé junto a Thomas. Su cuerpo reducido se había despegado del suelo de manera que ahora levitaba en el aire. Como sospeché, los hilos brotaban justo desde la rajadura ocasionada por la daga de Runa. Unos con otros se enredaron, confeccionando una cuerda y arrojándose con la intención de alcanzar mis torpes pies. Solo él sabía que todo lo relacionado con mis piernas era mi debilidad.
Salté de un lado hacia el otro, mientras seguía corriendo y rezaba para no tropezar.
—Ay, por favor. ¿Qué es esto?, ¿el juego de saltar la cuerda? —Runa me siguió y mientras ejecutaba movimientos similares a los míos, pero con mayor habilidad, balbuceaba lo que parecían maldiciones en otro idioma.
No supe por qué me imitaba, ella era un fantasma y podía traspasar cualquier cosa si se lo proponía.
—¡Ya viene la muñeca maldita! —Soltó una carcajada eufórica, como si estuviera pasándoselo bomba.
Corrimos hasta encontrarnos en la estancia de hojas en la que Thomas me había servido su platillo de crepes.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Runa, volviendo la mirada una y otra vez por si Thomas llegaba. Al parecer, el punto a favor concedido por esos hilos, era que lo ralentizaban.
—Azul, rojo, verde, violeta, naranja... —repetí mientras contemplaba las curiosas paredes que rodeaban la mesa—. La secuencia de colores se mantiene constante.
—Sí que te pegaste duro con esa pared, ¿eh?
—No. Es aquí, detrás de estas hojas. Creo que tus cuchillos pueden rasgarlas.
De repente, la regadera que se encontraba de vuelta en la mesa y que contenía las rosas, voló fuera del cuarto, y un par de hilos la agarraron poco antes de que tocara el suelo.
Era un mensaje de Ashton. Thomas estaba aquí.
—¡Ay, mamá! ¿Tuvo que crear una muñeca tan críptica? —Runa tenía una mejor vista del pasillo laberíntico que yo.
La mesa, como si hubiera recibido una patada, se deslizó por el suelo y rompió la pared de hojas. Luego, regresó por el mismo camino y se atravesó en la entrada, bloqueando el paso de Thomas.
Ashton podía tocar los objetos en este mundo. Ahora estaba convencida de que se encontraba presente.
Algunos hilos se colaron por las aberturas, serpenteando igual que gusanos. Pero como si algo los hubiera espantado, de repente se alejaron.
Un escalofrío me hizo girar en cámara lenta, al lugar en donde una gran mancha se había formado a nuestras espaldas. Tenía una apariencia similar a la que arrastró a Thomas en el sótano de la casa del policía, cuando la oscuridad se lo llevó ante mis ojos.
—Frey —solté sin aliento al presentirlo.
—La pieza está ahí. —Runa indicó detrás de la mancha, hacia la pared de hojas rota. Ahí dentro parecía estar presente el mismo vacío. Todo estaba muy oscuro, o tal vez era simplemente un cuarto recubierto de tela negra. No lo supe con exactitud.
Pero de manera fantasmal, una maqueta semitransparente flotaba en medio de la estancia y la secuencia de luces provenía de lo que parecía ser una noria. No era de gran tamaño, sin embargo, era muy real. Tanto que también fui capaz de reconocer las carpas mal montadas, construyendo un camino hacia otra más grande de formas abstractas e innumerables colores. Esta última se trataba del circo que visité con mi familia poco antes de que todo se fuera al demonio.
La maqueta en su totalidad exhibía la feria de Dallas.
Frey emergió de la mancha negra, confirmando las palabras de Runa sobre tratarse de un portal, pero que se deslizó hacia el suelo, similar al derrame de pintura. Permaneció en ese lugar como una efervescente salpicadura. Solo para evaporarse segundos después. Su apariencia también me recordaba a la oscuridad que apareció por primera vez en la vieja estación, mientras aguardaba por Thomas, y entonces la silueta de Frey se manifestó entre las sombras. Fue similar a lo que acababa de ver.
El primo de Ashton me observó, esbozando una sonrisa de fingida simpatía. Tenía las manos en los bolsillos de sus pantalones estrellados y rayados.
—¿Por qué no tomas asiento? —ofreció, señalando uno de los taburetes alrededor de la mesa.
—¿Por qué me trajiste aquí? —cuestioné, ignorando su invitación.
—Pensé que serías más directa, como por ejemplo...
—Responde —interrumpí con firmeza.
—Estoy seguro de que no por voluntad propia —reconoció. Liberó sus brazos y mostró las palmas, gesto típico de Thomas.
La amargura me retorció el estómago.
—Por más que lo hagas ver de esa manera... —Caminó hacia la maqueta, brindándome la oportunidad de acercarme un poco también—. Digamos que fue benevolencia. Te encontré inconsciente y a punto de ser atacada por Ashton. —Sonrió de una manera que desafiaba cualquier lógica. Era frialdad absoluta. No había indicios de alguna emoción.
—¿Tienes que ser tan hipócrita? —espeté, observándolo sobre la maqueta y las luces que proyectaban sombras en su rostro. Fue su culpa que Ashton terminara así.
Negó con un gesto.
—Fue un espectáculo, el inicio de muchos que llegarán. Aunque debo admitir que ese en particular fue fascinante. Ashton brilló, ¿no lo crees? Siempre pensé que el color negro le quedaba de maravilla.
—Y después te ocultaste, como es lo usual —sondeé.
—Así es.
No vio todo, comprendí. También fue engañado por las sombras. Lo que sucedió debido a mi miedo no fue malo a plenitud. Frey no tenía idea de lo que pasó con Ashton en verdad. No sabía que, de alguna manera, seguía aquí. Y me trajo a su escondite porque poseía algo que él desea: el control que Dallas le daba sobre las sombras.
—Supongo que tenerme aquí siendo perseguida y atormentada por Thomas no es tu verdadero motivo.
Se acercó a mí y retrocedí. A propósito, hizo que tropezara con los taburetes, cayendo sentada en uno de ellos.
Inclinó su cuerpo para quedar a mi altura y, de repente, tomó mi mano, llevando el dorso cerca de su boca.
Forcejeé y apretó su agarre, inmovilizando mis dedos y estirando mi brazo. Luego, acarició los anillos con sus labios, sumiéndome en un colapso mental y el amargo recuerdo de la fiebre que aún persistía en mi cuerpo. No había sanado por completo, y quizá por eso no fui capaz de moverme.
—No eres ninguna tonta. —Levantó la mirada para encontrarse con la mía—. A tu manera, lograste dominar a Ashton, incluso en su forma de sombra. Lo hiciste desaparecer.
Sus palabras me hirieron, recordándome lo despreciable que podía ser, y mi pierna se levantó por simple impulso, pero él, con astucia, evadió mi rodilla.
—Conozco todos tus juegos, pequeña-gigante Zara. También sé que empezaste a sentirte atraída por mi primo, ¿no es así? Recuerdo haberte mencionado que podía verlo todo, y no fue solo a través de Thomas. Estaba en tiempo real en cualquier lugar, y debes darle las gracias a mi conductor...
Señaló la maqueta que representaba la noria. La imagen se volvió semitransparente y cambió de lugar, mostrando mi casa igual que una de muñeca. Luego, se enfocó en mi habitación, funcionando lo más parecido a un holograma que presentaba mi hogar tal como era antes del desastre.
—Estás enfermo
No demostró ni un ápice de pena o vergüenza por todo lo que hizo.
Los taburetes se sacudieron, elevaron y cayeron. Sin embargo, solo uno se estrelló contra el techo, desintegrándose para transformarse en proyectiles dirigidos hacia Frey.
Obligado a retroceder, levantó el brazo, creando manchas negras que absorbieron cada proyectil, mientras los demás asientos destrozados chocaban en el aire.
A causa de una suposición que tuve, dirigí mi mirada al objeto en mi bolsillo, que se iluminó igual que un foco averiado.
—Pensé que ya no le quedaba batería —susurré con sorpresa.
—Y yo —confirmó Runa—. Pero se está cargando. La mitad de la fuente de su energía se encuentra aquí. Su cercanía es suficiente.
La maqueta también enloqueció, mostrando escenarios de Port Fallen al azar como si fuera la máquina de un casino.
Los ataques hacia Frey eran veloces, claramente destinados a infligir daño. Su expresión reflejaba desconcierto ante la inesperada situación. Pero también se concentró en evadirlos.
Astillas y trozos de madera volaron por toda la habitación, recordándome la escena del gimnasio con las pelotas de baloncesto, pero más descontrolada y feroz.
Protegiendo mi cabeza con los brazos, me uní a Runa, quien había cambiado de posición en el cuarto.
Los pequeños objetos que podían destruirse al chocar entre sí escaseaban, así que la mesa tomó el relevo.
Por un momento, pensé que la lanzaría como una sola pieza, pero la golpeó violentamente contra el suelo varias veces, obligándonos a retroceder hasta que le dio forma a estacas de diferentes tamaños. La escena me aterró al ver cómo todas se organizaban en una formación semicircular alrededor de Frey.
Pensar que Ashton era el autor de este caos hizo que me temblaran las piernas. Al mismo tiempo, todas las estacas cobraron vida, actuando como lanzas y flechas disparadas por arcos invisibles.
Preferí apartar la mirada. Mis oídos captaron el zumbido y el inesperado sonido que hizo un cristal al quebrarse, afectando mis tímpanos como si el ventanal de un edificio hubiera estallado en mil pedazos.
Temerosa, me arriesgué a mirar de nuevo el caos en el suelo. La maqueta se despedazó, y los cristales formaron una capa que reflejaba a Frey ileso, con un rostro colérico y asaltado por la sorpresa.
Las estacas no fueron dirigidas a él, pero, al hacer que la maqueta se rompiera, lo forzó a retroceder hasta encontrarse en el extremo opuesto de la habitación, casi con la espalda pegada a la pared.
A nuestro alrededor, las virutas daban vueltas como remolinos en el aire, ingresando al gran portal abierto en toda su poderosa extensión, probablemente debido a su desesperación. La vasta mancha cubría la estancia casi por completo, separándonos de él como un muro oscuro. Pero además, vi el reflejo de otro chico que se aproximó con soltura hasta detenerse a mi lado.
Sentí como si me apuñalaran en el pecho.
Ashton llevaba la camisa revuelta y arremangada, mostrando el brazo con la mancha que avanzaba hacia su codo, haciendo juego con el pantalón de su traje. No había rastros del corbatín, ni tampoco del chaleco rojo con estrellas blancas. Su cabello cobrizo se encontraba desordenado. Debajo de sus ojos, dos sombras pronunciadas oscurecían su mirada, volviéndola intensa y amenazante.
Al tropezar con mi escrutinio en el reflejo de los cristales, Ashton mostró una sonrisa simpática, y toda esa furia desapareció de su semblante con ese gesto. Justo después de verme haber notado que lo estaba mirando en verdad.
De alguna manera, percibí cuando tomó mi mano, utilizando la sana y ocultando la teñida detrás de su espalda. Pero ya era tarde, la había visto.
Dejé de mirar al suelo pensando que podría contemplarlo sin depender de los cristales, pero, como temía, solo vislumbré la borrosa imagen de la pared destrozada.
Las ganas de llorar me invadieron, pero volví a bajar la mirada hacia el suelo y comprobé que estaba presente junto a mí, siendo invisible para mis ojos si no era a través de esos cristales.
Se veía tan abrumado, tan... destruido.
Apreté sus dedos, y él me devolvió el gesto, como si quisiera decirme: «Sigo aquí», de modo que me infundió el valor que necesitaba.
Su presencia me inspiraba confianza y seguridad.
━━━ ꧁ད ✶ ཌ꧂ ━━━
La muñeca maldita 🤧
✶ ✶ ✶
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top