Capítulo 35



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CAPÍTULO 35

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Experimenté escalofríos al desentrañar el significado de sus palabras. Aunque ya había tenido un encuentro similar con Ashton, su emoción adquirió un matiz mórbido. El solo pensamiento acerca de las posibilidades de muerte a causa de cuchillos logró erizarme la piel, y todas las perspectivas eran horribles. Lo inquietante era que Runa lo tomaba como algo divertido. Después de verlo, confiar no resultaba una tarea sencilla.

—Sé lo que piensas. Crees que estoy loca. —Me lanzó una sonrisa condescendiente y noté ese acento tan particular que compartían todos los integrantes del circo—. Descubrir el límite del juicio convierte la vida en un propósito cómico, una manera única de preservar la cordura. ¿No lo experimentas todavía?

—¿Qué cosa?

—¿Tienes idea de dónde te encuentras? —Dio un salto con gracia hacia atrás y se balanceó sobre sus pies—. Son sus dominios. Despiertan esa oscuridad que guardas en tu interior y la desarrollan con mucha habilidad. Creerás que incluso el más cuerdo se vuelve loco a propósito, solo porque aún anhela existir. Las sombras hacen de tus miedos tu propia realidad.

Ashton mencionó algo similar la primera vez que la oscuridad envolvió la feria, exactamente la noche en la que mi familia y más personas de Port Fallen quedaron atrapadas en su interior.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté. Su rostro plasmó una expresión de plena desolación.

—Con razón no puedes verlo.

—Ver... ¿A quién?

—Ashton Nilsen —repitió y observó la rosa que descansaba en mis manos—. Te aseguro que estamos hablando del mismo.

Tuve un colapso emocional. Pero era ilógico no poder verlo. Además, tampoco conocía su apellido, nunca llegó a decirme. Él y yo nos limitamos a rebuscar entre la historia del circo y escapar de todo el caos, de manera que poco llegué a conocer de él en realidad.

—Te advertí que esperaras. —La voz de Thomas resonó con fuerza. Oculté la rosa en mi bolsillo antes de volverme hacia él.

Él me observó, sin que la presencia de Runa a mi lado pareciera afectarle. Resultaba irónico que ella fuera un fantasma, y descubrir la verdad me envolvió en escalofríos.

—Me conoces mejor que mis padres. No suelo quedarme quieta —le comenté, tratando que la voz no me delatara.

—A menos que atraiga la idea de morir, deberías sentar cabeza. No es un lugar seguro. No es tu casa.

—Pero la tuya sí —respondí con firmeza.

Hubo un momento de silencio. Luego, con las manos apretadas como puños, Thomas volvió la vista hacia la habitación en la que me dejó. Finalmente, respiró hondo y dijo:

—Tampoco es mi hogar.

¿A quién se suponía que pertenecía este sitio entonces? No. La pregunta mejor formulada sería: ¿Qué persona era capaz de vivir en un lugar así, tan cómodo en la penumbra, en un sitio perteneciente al mundo donde las sombras bien podrían encontrar su hábitat?

Thomas agarró mi muñeca con premura, tirándola sin consideración y desestabilizando mi cuerpo. Me forzó a dar tres pasos hacia adelante antes de soltarme de manera abrupta, casi provocando que perdiera el equilibrio.

Di traspiés para estabilizarme y lo observé con rabia, mientras él se sujetaba el pecho como si le doliera.

Aquello que lo hizo retroceder apenas unos metros pareció ser tan fuerte que le quitó el aliento.

Runa tenía una expresión aún más sorprendida que la mía, sugiriendo que no era la causante. Sin embargo, sus ojos se encontraron con los míos como si yo fuera la responsable. La posibilidad cruzó mi mente, pero incluso al revisar los anillos, no parecían ser la fuente del incidente.

Entonces, solo había un posible sospechoso...

—Sé caminar por mi cuenta.

Thomas me hizo una señal, sin aliento, para que regresara al cuarto de las hojas, y, perturbada, obedecí. Era mejor evitar sus abruptos cambios de actitud.

Me dejé caer sobre un taburete y observé el plato de crepes con zarzamora servido. Al otro lado de la mesa, Thomas aún evidenció el dolor en su pecho, reflejado en los pliegues de su rostro.

—Come —instó.

No tenía apetito. La visión de su platillo no provocaba el mismo efecto que la última vez. De hecho, apretó un nudo en mi garganta que podría ser deshecho con extrema dificultad.

—Déjame encargarme de eso por ti —propuso Runa. Intenté descifrar a qué se refería, pero solo pude lanzarle una mirada de soslayo. Fingía estar sentada a mi lado, con los pies apoyados en la mesa y una sonrisa traviesa dibujada en el rostro.

—¿Te dije que es tan bonito como una muñeca? ¿Qué tal si empezamos por sacarle uno de sus ojos? Es más, creo que tengo uno especial para este caso. —Extrajo algo de su bota, y apuntó con la daga en forma de cruz hacia el rostro de Thomas, como si fuera su dedo. Supuse que estaba jugando, pero los nervios me dominaron, ya que el objeto era casi tan delgado como un palillo de dientes, aunque largo, puntiagudo y de color rojo.

Dirigí la mirada de nuevo hacia mi plato, y mi estómago de repente se sintió vacío. Hasta que escuché el peculiar sonido que acompañaba la sinfónica voz de Runa:

—Fuuu...

Al levantar la vista, seguí el rastro de luz roja que partía de la mano de Runa, atravesaba la pupila de Thomas y se perdía más allá de su espalda. Era un camino etéreo y escalofriante, pero él no mostró la menor reacción ante el objeto que acababa de atravesarle el rostro con precisión. Poco después, la estela comenzó a desvanecerse.

Runa abrió la mano, y la daga regresó como si estuviera guiada por un imán. Acto seguido, la guardó de nuevo en su bota.

—¿Qué estás mirando? —me preguntó Thomas.

Me atraganté con el bocado de crepes que apresuradamente llevé a mis labios y me encogí de hombros. Mientras tanto, luché por no reír debido a los nervios que me causaron los juegos de Runa y su precisa puntería.


El cajón en el que desperté permanecía inmóvil en comparación con la última vez que lo vi.

—No te alejes de aquí —me indicó Thomas, señalando el árbol del que pendía. Luego, caminó hasta la entrada y se quedó allí, con los brazos cruzados y la espalda apoyada contra un árbol.

Me observaba. Era su prisionera; la cautiva del títere de Frey.

Un nuevo remordimiento me advertía que debía ser cuidadosa con lo que expresaba frente a él. Desconocía de lo que era capaz, pero otra parte de mí creía que el Thomas que conocía seguía presente, oculto en algún lugar.

—No sé cuáles sean sus planes, pero estamos de acuerdo en que sería mejor no quedarnos para descubrirlo. Necesitamos encontrar una manera de sacarte de aquí, y que no sea tan evidente. —Runa, durante todo este tiempo, había permanecido cerca de mí. Como si existiera la posibilidad de que algo fuera a materializarse y llevarme lejos. Parecía tener la intención de cuidarme.

—¿Cuántos más están de acuerdo en escapar? —pregunté, buscando respuestas. No confiaba en ella, y, sin embargo, la idea de que Ashton en verdad estuviera presente, aunque no pudiera verlo, aceleraba mi corazón. No obstante, también cabía la posibilidad de que fuera producto de la enfermedad.

—Nilsen, tú y yo.

—Llegué a pensar eso por la flor y su aroma, pero lo que ocurrió después... Si hubiera usado el medallón para alejar a Thomas, se habría encendido.

—La magia del artilugio dejó de funcionar.

—¿Por qué? —Fingir que las palabras de un fantasma no me impresionaban resultaba complicado, en especial, con la mirada de Thomas clavada en mí.

—Cada artilugio necesita un proveedor de energía, y los medallones no son la excepción. Requieren una carga considerable para usarse. La de una sola persona no sería suficiente.

Yo era la fuente de los anillos. Eso era algo que ya sabía.

—¿Y de dónde proviene la energía de los medallones? —pregunté hacia el suelo, simulando que hablaba conmigo misma para que Thomas no tuviera sospechas.

—Es una pieza antigua, desconozco su historia, pero identifiqué su fuente en cuanto lo vi aquí. Es igual un plato rectangular que se arma como un rompecabezas. Los medallones encajan en él. Frey lo consiguió, supongo que hace mucho tiempo, pero solo tiene la mitad. Por eso su magia es más limitada cada vez.

Runa, al parecer, conocía este lugar y el extraño objeto que proporcionaba energía a los medallones.

De repente, se me ocurrió una idea.

—Si encontramos la mitad de la fuente que él tiene y recargamos este artilugio, ¿podrás utilizarlo para sacarnos de aquí?

Si todo lo que decía era cierto, también me preocupaba el estado actual de Ashton y si podría emplear su magia. Comencé a lamentar no haberle preguntado primero acerca de él. Tampoco pude evitar cuestionarme si la mancha que vi extenderse por su mano fue real. De repente, nació en mí una chispa de esperanza.

—Funcionará. No le proporcionará toda la energía, ya que no está completa, pero sí la necesaria para salir. Aunque, Zara, debo ser honesta en algo. —Guardó silencio por un instante y miró en la dirección opuesta, hacia la distancia—. Es por eso que le parece bien que no lo veas de esa manera.

—No entiendo de lo que hablas, ¿podrías ser más clara?

Emitió un largo suspiro, como si intentara organizar las ideas en su cabeza. Luego me miró con la expresión más seria, recreando un mal presentimiento en mí.

—Te lo diré porque Ashton no está cerca. Pensaste que la unión de todas esas sombras era él, pero no fue así —explicó, y ahora supe que siempre estuvo diciendo la verdad—. Tienes miedo, y la oscuridad se alimenta de esa emoción. Aquí, en el mundo de las sombras, ellas no son más que el reflejo de tus temores; lo perciben y lo proyectan. No debes confiar en nada de lo que ves, pero, sobre todo, no puedes sentir miedo.

¿Estaba bromeando? No existía persona en el mundo que no sintiera temor de algo.

—Entonces, quieres decir que este lugar... —Miré a mi alrededor—. ¿Es el segundo arco, en otras palabras, el mundo de las sombras? Nos encontrábamos en Port Fallen, ¿qué ocurrió después de que perdí el conocimiento?

Guardó silencio y observó al vacío por segunda vez. Inquieta, la imité. Era posible que Ashton se encontrara cerca de ese lugar.

—Nilsen dijo que Frey los trajo. Tiene una forma de viajar de un mundo a otro.

—Y la sombra que vi, no era Ashton en realidad —supuse. Tenía sentido que, después de verlo ser arrastrado por la oscuridad, de repente se hubieran unido para tomar la forma de Ashton—. ¿De qué manera luce ahora?

—¿Eh? —Su nariz se levantó al igual que sus cejas. Estaba confundida.

—Aseguras que está aquí. Así que, descríbelo —insistí.

De nuevo, contempló hacia ese mismo punto en el vacío. Lució afligida. Y lo peor era que cada segundo que transcurría, dentro de mi pecho, mi corazón estaba más cerca de colapsar.

—En este momento, no muy bien —confesó—. Aunque, desde que llegaron aquí, la mancha en su brazo no parece avanzar tan rápido como antes. Creemos que se debe a su aproximación a la fuente de energía de los medallones. Pero, Zara, necesitas entender que la oscuridad es el aledaño más próximo de las sombras y que todo lo que origina es terrible. Y claro que pueden ser controladas por los anillos. No obstante, una vez que la oscuridad toma el mando, aquellos deseos, sobre todo los más pérfidos y crueles, se intensifican. Y también tengo que advertirte de algo más...

—¿El qué?

—Cuando despertaste, la cercanía de la muñeca a ti, bien pudo haberlo mandado a volar. Pero para su suerte, la magia del medallón no funcionó porque se quedó sin energía. Y con esta descripción me refiero al granuja que no ha dejado de mirarte. —Miró a Thomas y yo también. Él se había concentrado en algún punto lejos de nosotras.

—Intentas decirme que Ashton...

—Estaba celoso, sí.

—Espera, ¿qué? ¿Por qué? —No era eso en lo que pensaba. Más bien reflexionaba sobre lo que intentó hacerle a Thomas.

Runa soltó una fuerte exhalación.

—No estás prestando atención a mis palabras. —Pasó el peso de una pierna a la otra y me observó con cansancio—. No me digas que en Suecia acostumbran a descansar la frente del uno en la del otro. En cualquier país, es un gesto muy íntimo. ¿Estás segura de que solo eran amigos?

La miré escandalizada.

—¡Por supuesto que lo estoy! —exclamé como un susurro ahogado—. Jamás me planteé la posibilidad de que pudiéramos ser algo más.

—Tú no, pero ¿qué hay de él?

—¿Intentas envenenar mi mente con algún cuestionamiento?

—Solo es una observación. Por donde sea que lo veas, sigue siendo Frey.

—Ya.

—Pero te cuida.

—Porque fuimos mejores amigos. —Pronunciarlo todavía tenía un efecto doloroso en mí—. Y me parezco a Ellinor.

Su mandíbula dejó de tensarse. Ni siquiera había notado ese gesto, hasta el momento en el que cedió.

—Digamos que así es, y que no intentó matarlo, dos veces —recalcó con toda la seriedad que requería el asunto. No bromeaba.

Quizás por eso sentí ese temblor cuando desperté. Las gavetas colgantes se movían, y ahora ya no.

¿Ashton celoso? Casi me habría conmovido, de no ser por la preocupación que sentía, aún más intensa.

—Puede que no sea yo el motivo. Es decir, ya viste todo lo que Frey les causó. Además, ¿cómo sabes lo que Ashton hacía? Al despertar, no vi que estuvieras presente.

—Al igual que Frey, he permanecido en el mundo de las sombras, solo que él puede dejarlo cuando quiera porque tiene el medallón y está vivo. Yo, por otro lado, solo me limito a vagar. Pero conozco este lugar bastante bien. He visto algunos de sus escondites. —Parecía orgullosa.

Volví mi atención al espacio donde Runa se aseguraba de vez en cuando de que Ashton permaneciera allí.

—No puedo imaginarlo intentando arrebatarle la vida a nadie.

—Por ese motivo es que te soy sincera. No me preocupa qué pasaría si Ashton se aleja de la fuente de energía, es más bien de qué sería capaz una vez que el medallón se recargue, o cuando esté lo suficientemente cerca del otro par de artilugios como para poder hacer uso de alguno de ellos. ¿Piensas que la muñeca correrá con la misma suerte?

Un escalofrío me recorrió el cuerpo entero y miré a Thomas de reojo. Tampoco se había movido de su lugar.

—¿Supones que lo usará para hacerle daño?

—Nunca lo vi actuar de esa manera —admitió. Tragué saliva con dificultad. La preocupación era cada vez peor—. Lo mejor será salir de aquí.

Estuve de acuerdo.


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¡Aquí a los que nos preocupa Ashton! 🙋🏻‍♀️


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