Capítulo 32



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CAPÍTULO 32

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Frey se pasó los dedos por sus cabellos lisos y negros, como si de repente quisiera arrancárselos. Ese era un gesto que Thomas repetía con regularidad.

Nunca pensé que conocería a una persona con deseos tan retorcidos, y los suyos se basaban en acabar con los demás. Cualquiera que tuviera el permiso del dueño para usar los medallones, eran obstáculos en el camino hacia su objetivo.

Frey poseía dos de ellos, y dentro de sus planes estuvo que yo obtuviera el tercero con tal de mantenerlo alejado del par. Todo esto para que no se levantara la maldición sin antes acabar con los integrantes que restaban. Solo así se convertiría en el próximo sucesor. Y ya que uno de los artilugios me seguía a todos lados. ¿Me mataría también?

No aparté la mirada de la espalda de Thomas cuando comenzó a moverse alrededor de Ashton y yo. Al final, nos dejó en el medio, con Frey del lado contrario.

—Nunca me esforcé tanto como en este escenario. El medallón que ustedes tienen, el que forja esta clase de cimientos, estaba lejos minutos atrás, así que no es del todo funcional.

Fue por eso que se encendió mientras nos dirigíamos aquí.

Frey le dio una patada al soporte del escenario, y uno de los grupos de reflectores cayó al suelo, desenredando los cables y sacudiendo el par de columnas de las que colgaban las cortinas. Creí que cederían, pero a duras penas aguantaron. Sin embargo, una vez que los cables rozaron el suelo, relampaguearon y trazaron un camino de fuego, como si hubieran encendido un hilo de pólvora que se apagó de inmediato.

La arena que componía todo, al parecer, tenía la capacidad para encenderse. Y eso era una terrible noticia.

—Al menos tiene corriente —anunció Frey—, y yo, otros planes.

No solo sus palabras me inquietaron, sino también la pequeña figura que se ocultó detrás. Era como un niño que daba saltitos.

Esperaba que no fuera una sombra, pero ellas tampoco se habían presentado todavía. ¿En qué parte del pueblo estarían buscándome? Port Fallen no era tan grande, así que aparecerían tarde o temprano.

Por otro lado, no podía asimilar que Thomas, mi mejor amigo de toda la vida, fuera en realidad Frey.

Ashton me advirtió en cuando a que, las personas en las que más confiabas eran las que más daño te hacían al final, y no quise creerle.

Tal vez por eso no le agradaba Thomas, ya que sospechaba de él. Pero Ashton no pudo arriesgarse a decirme, porque tampoco le habría creído. De hecho, eso hubiera empeorado nuestra relación.

De pronto estaba convencida de que se trataba de una broma. No podía odiar a mi mejor amigo. En mis recuerdos, no encontraba una razón, ni aunque por él me viera arrastrada a formar parte de este circo del terror.

Pero sí que podía culpar a Frey, a quien sentía que no conocía en absoluto. Escucharlo hablar era suficiente para darme cuenta de que no tenía ni una pizca de similitud con Thomas. ¡No era él en lo más mínimo! A pesar de todo, necesitaba asegurarme, así que me alejé de Ashton y caminé hacia Thomas lo más rápido que pude. Lo tomé por la camiseta marinera sin mangas y lo sacudí con fuerza. Él se quedó quieto, sus brazos colgaban a cada lado de su cuerpo, mirándome sin expresión. Al tocarlo, comprobé que Thomas era tan real como yo.

—¡Dime que no es cierto! —grité, y mi voz se quebró—. ¡Te conozco! ¡Dime que tú eres tú! Que esto no es verdad. —Estaba desesperada. Y percibí una descarga de esperanza cuando él movió los hombros, como si hubiera recibido una sacudida eléctrica, y se rio bajito, lo que me produjo escalofríos.

Había llegado hasta allí por mi familia y, por supuesto, también por mi mejor amigo. Y de alguna forma, quería confiar en que seguiría siendo así.

Una ráfaga de estallidos me hizo girar de un salto hacia el último lugar en donde vi a Frey. Los reflectores estaban a punto de caer, y el escenario amenazaba con derrumbarse sobre nosotros.

—¡Zara! —llamó Ashton, alarmado.

Una pared de arena se levantó del suelo, obra de Frey, quien mantenía una mano elevada hacia nosotros. Movió la muñeca y la arena se compactó, apenas dejándome ver a Ashton detrás de ella.

La pared de arena se convirtió en una especie de remolino y descendió en picada. Luego cambió de dirección rápidamente tras las espaldas de Frey, golpeando los cimientos del escenario con fuerza y haciéndolo tambalear. Por último, el remolino arenoso se dirigió hacia mí, enroscándose en el aire.

A través del torbellino contemplé a Frey de pie del otro lado, y por un instante pensé que sus ojos se habían encendido de un rojo carmesí. Sin embargo, las piedras que llevaba consigo fueron las causantes del matiz infernal, porque al chocar, liberaron chispas que convirtieron la arena en un fogonazo, parecido al aliento de un dragón que estuvo a punto de alcanzarme.

Retrocedí un paso hasta que mi espalda chocó con el pecho de Thomas. Dejé de respirar mientras él me atrapaba con sus brazos y juntos volteamos, como si hubiera decidido protegerme o evitar que intervenga.

Las llamas nos rodearon, de reojo alcancé a definir la silueta de Ashton fundirse entre la luz del túnel ígneo, y me encogí debido al calor que tan pronto como llegó, se fue.

Cuando logré soltarme y giré, me di cuenta de que Ashton no estaba en ningún lugar. En cambio, el escenario se encontraba en llamas y colapsándose en pedazos. Solo quedaba un trozo de cortina intacta en el suelo y una columna aferrándose con desesperación a la superficie terrestre.

—No... No... ¡No! —las palabras emergieron de mi boca entre sollozos, el llanto pronto pudo con todo lo demás. Mis manos temblaban y mi corazón latía desbocado, mientras buscaba frenéticamente a Ashton con la mirada, esperando que apareciera en algún lugar.

El escenario se desmoronaba ante nuestros ojos, las llamas danzaban y devoraban todo a su paso, mientras la arena se agitaba furiosa, igual que lo hacía el lago en plena tormenta.

—Espero que comprendas. Como sucesor medio vivo, era mi mayor problema. Podré encargarme del par de ancianos más tarde.

La persona que tenía a mis espaldas no era Thomas, me quedó claro. Continuaba repitiendo todo lo que Frey decía.

—Estás loco —solté. Mi garganta quemaba, y algo en el pecho me dolió al pensar que lo había perdido. Contrario a mi familia, Ashton ya no estaría más. Eso era definitivo.

Thomas se acercó a Frey y le ofreció la mano. Frey la tomó y, ante mis ojos, algo increíble sucedió: el cuerpo de mi supuesto mejor amigo comenzó a temblar y retroceder en el tiempo. Igual que una película a la inversa, vi cómo sus dieciséis años se desvanecían hasta convertirse en un pequeño muñeco desaliñado, el mismo que Frey guardaba en su bolsillo la primera vez que hablé con él.

La ropa de Thomas yacía tirada en el suelo, mientras que el diminuto muñeco solo llevaba la camiseta marinera sin mangas, que parecía extremadamente grande para su minúsculo cuerpo. Aunque no podía ver su apariencia por completo, supe que en realidad Thomas siempre fue un ser inanimado gracias a la magia de los anillos y del circo.

Nunca existió.

Mis lágrimas cayeron, mientras escuchaba el familiar repiqueteo del par de piedras que, al chocar en el aire, apenas resaltaban en la escasa iluminación.

Frey chasqueó la lengua mientras jugaba con los objetos, como si quisiera presumirlos ante mí.

—Todos tenemos una buena razón para hacer las cosas —se excusó.

Pero no era la manera.

—Me espiabas porque no podías dar con Ashton. ¡Me usaste desde el comienzo! —De repente sentí que me ahogaba.

—No, en un principio me acerqué a ti por el parecido, pero luego me agradaste de verdad. Además, gracias a ti pude encontrar a los demás —introdujo las piedras de regreso en sus bolsillos y se balanceó sobre sus pies—. Pero todavía necesito otro pequeño favor de ti.

—¡Jódete! —Esa palabra surgió como un gruñido que se quedó corto ante el sinnúmero de sentimientos amargos que disputaban en mi interior.

Fray avanzó hasta mí. Me levantó el rostro con los dedos, y a través de la penumbra casi fue capaz de atravesarme con la mirada. Ahora él estaba enfadado.

—Empezaré a ser franco contigo.

—¿No es esto suficiente? ¿Qué más quieres?

—A mi mejor amiga, de mi lado.

—No soy tu mejor amiga. —Al final de mis palabras y su sonrisa ladeada, me vi envuelta en un remolino de nuevos recuerdos.


Estoy enterrando el rostro entre mis rodillas.

—¿Por qué lloras? —Ella me pregunta, y es al levantar la mirada que puedo verla.

—Ellinor —murmuro impresionada. Oculta algo detrás de la espalda, y no sé lo que es.

—No importa lo que el resto diga, tienes talento. — Se inclina en frente de mí, alcanzando mi altura.

—Ellos tienen razón. Cada vez que intento hacer algo, lo hago bastante mal.

—Eso lo juzgaré yo. A ver, tómalo. —Ellinor saca lo que oculta detrás de sí.

—Lo armé yo, mi primer propósito en la vida. En su mayor parte es de tela, y creí que podría mejorarlo con el tiempo... —Lo recibo entre mis brazos—. Thomas. Pensé que lo había extraviado.

—Te diré que, para llevar a cabo un gran espectáculo, tienes que formar parte de aquello a lo que te aferras, en este caso, tu ventrílocuo.

—¿Como si fuéramos uno solo? —pregunto.

—Como si fueran uno solo —repite.

Hay varios saltos en el tiempo, al parecer días en los que me veo mejorar un poco. Entreno con Thomas sin estar satisfecha de los resultados.

—Mi tío Ashton no me permitirá el acceso a la magia antes de cumplir los dieciséis, al igual que fue con el resto. Pero quiero demostrarles a todos que soy capaz, que puedo hacer de Thomas una parte de mí. Tener doce años no debería ser un obstáculo para lograr grandes cosas.

Doy vueltas sin sentido en la carpa de indumentaria, entre los tantos objetos de utilería del circo. Luego, justo en ese momento, Ashton cruza por la entrada.

—Él tiene suerte —murmuro—. ¡Primo!

Al verme, Ashton sonríe y entra. Viste su traje de presentación, ya que la función ha empezado, puedo escuchar los gritos de algarabía a la distancia. Quisiera advertirle sobre lo que está a punto de suceder, pero el actuar de este cuerpo no me corresponde.

—Tienes suerte de actuar con el maestro de ceremonia. Como heredero, lo aprenderás todo, incluida su propia escena.

El corazón se me oprime al contemplar la sonrisa amable de Ashton, una sonrisa que pareciera despedirse. La tristeza me invade, pues intuyo que este podría ser la última vez que lo vea.

Quisiera detener el tiempo, congelar este instante para que no se desvanezca, pero sé que es imposible. La vida sigue su curso, y las despedidas son parte de ella.

Aquí, él está vivo. Sus mejillas aparentan un leve sonrojo. Su cabello es un castaño rojizo brillante y sedoso, cuando entre la oscuridad se apreciaba de color negro. Aunque sigue estando especialmente pálido, el matiz de su piel contrasta a la perfección con sus ojos verdes claros. Es incluso más apuesto durante el día.

Tal vez, debí devolverle el beso que me obsequió en la caseta frente al lago, así no me estaría arrepintiendo en este momento de haber dejado escapar la oportunidad de decirle lo que siento por él.

—¿Qué necesitas? —pregunta Ashton.

—Quería saber si... —Es como si no supiera de qué manera terminar la oración.

—¿Quieres jugar algo?

—Eh... Sí... Eso era.

—¿Qué te parece a las escondidas? Te gusta ese, ¿cierto?

—Sí, pero te ocultas a la de tres. ¡Tres! —Echo a correr fuera de la carpa de indumentaria—. ¿Cómo puedo pedirle que me preste tan solo un poco de su magia para Thomas? Él debería tener la capacidad, es el heredero.

Doy una vuelta alrededor de la carpa, perdiendo la vista en la hierba y jugando con el par de piedras en mi bolsillo, hasta que las aprieto con fuerza y siento dolor.

—Y esto es lo único que mis padres me dejaron a mí —murmuré con desánimo, extrayéndolas para arrojarlas al aire, y luego volviéndolas a sostener entre mis dedos.

Habiendo dejado que transcurra el tiempo, al regresar me detengo en cuanto percibo el olor del alcohol desparramado cerca de mis últimas pisadas, y asomo la mirada a través de la pequeña abertura entre las cortinas que cuelgan como una puerta.

En el interior, Hans está moviéndose con torpeza y se tambalea. La botella que sostiene en una mano esparce su contenido por el suelo y los objetos de utilería. Su rostro está arrugado por el enojo, pero de repente se detiene e inclina la cabeza, como si algo hubiera capturado su atención.

Abandona la botella en el suelo, y se acerca al grupo de vestimentas y cajas de madera. Entre estas últimas, parece haber una más pequeña y poco llamativa, a la que seguramente nadie más le habría prestado atención. Sin embargo, cuando sus hombros se relajan, sé que se trata de algo importante.

—¿Lo dejaron aquí después de todo? —ironiza Hans mientras voltea, y entonces puedo ver la caja de mejor manera. Parece de cristal azulado, es circular y está decorada con encaje blanco. En cuanto abre la tapa, sus ojos engrandecen y con apuro se precipita hacia la salida que se encuentra en mi dirección.

Empuja la cortina y me ve. Ante la sorpresa, la caja resbala de sus manos. Las piedras también lo hacen de las mías, y su chisporroteo origina el fuego.

La reacción de Hans es rápida al agacharse para tomar el medallón de primate y huir.

Mi caso es diferente, porque mientras recupero mi legado del suelo con la ayuda de mi pie para evitar las llamas que se precipitan con rapidez, en mis oídos perdura el crepitar y avanzar como de una moneda, una gran moneda que deja de girar y se detiene en el interior de la carpa. No es necesario verla para saber de qué se trata.

Antes de que el fuego se esparza todavía más, entro y distingo el medallón del hombre no muy lejos de mi posición. Al levantarlo, soy consciente de la corriente de frío que me recorre el cuerpo entero. Sentí lo mismo cuando toqué el medallón de la carpa la vez que Thomas me lo entregó por primera vez.

—¿Frey? —La voz de Ashton dirige mi atención a la zona en la cual el fuego todavía no ha llegado. Hay más cajas y son más grandes.

—¡No soy inútil! —musito—. Le haré ver a todos que se equivocan sobre mí. Mi tío Ashton tendrá que aceptarlo. De alguna u otra manera reconocerá mi talento, así como lo hizo con el de mi primo.

De repente, una de las cajas se eleva y acto seguido, se estrella contra el piso con violencia, partiéndose.

—Eso es. —De entre los pedazos de madera, una mano de juguete se arrastra por el suelo, llevando un objeto hasta el malgastado baúl: un candado que traba la tapa poco antes de que la misma salte. La voz de Ashton proviene del interior, y entonces me fijo en el medallón entre mis manos que termina de apagarse—. Así que puedo hacer que los objetos inanimados cobren vida si lo deseo de corazón. Envidiaba a Ashton y a veces también lo odiaba porque lo tenía todo: atención, magia, un acto para sí mismo... El deseo te hizo funcionar, el deseo de un invisible que tan solo anhela ser visto.

Más tarde los escuchaba llorar.

Abro mis dedos y la luz penetra a través de la pequeña abertura, agrediendo mis ojos.

Todos están de pie, temblorosos, contemplando la carpa en la que solían guardar la indumentaria. No queda nada más que cenizas.

El fuego ha consumido lo que una vez fue su hogar, y la realidad de lo que ha ocurrido finalmente se impone sobre mí.

No puedo evitar sentir una mezcla de dolor y culpabilidad. Nuestro pasado y sueños son devorados por las llamas, reduciéndose a cenizas.

Ashton, Frey y yo, éramos tres almas perturbadas en medio de las ruinas, tratando de comprender cómo llegamos a este punto, y qué nos depararía el futuro.

—Menos mal, el fuego no se esparció hasta la carpa de presentación —. Alguien dice.

—Ashton padre e hijo quedaron atrapados en el fuego—. Otro añade.

Realmente no sé quién pronuncia cada cosa. Frey ha vuelto a cubrirse los ojos con las manos.

—¿Y Hans? —Otra intervención que tan solo queda en el aire, pero inclusive yo entiendo que, con seguridad, se encontrará encerrado bebiendo.

Hay un salto a un nuevo recuerdo. A otro día.

Me encuentro sentada en el suelo, en un sitio en el que apenas hay luz.

—Ellinor murió y nadie se ha manifestado al respecto. —El muñeco de Thomas está sobre mis piernas. Estoy hablando con él—. Es como un funeral, tan solo que los muertos están vivos, callados, evaden el tema y miran al suelo. Y resulta ser el mismo grupo que a menudo se ha burlado de mí, esos seis en lo más alto del escenario que casi me hicieron abandonar. Pero bastan las seis noches restantes de presentaciones para que los que nacieron siendo estrellas, se conviertan en estrellados. Ellinor debe sentirse orgullosa de nosotros, Thom.

Del bolsillo de mi pantalón extraigo un pequeño librito.

—Encontré esto en el contenedor de Hans, porque lo dejó sin más. Así pude conocer secretos ocultos, acontecimientos grabados con puño y letra. Fue también gracias al primer apagón causado por Hans que comprendí lo que debo hacer. Solo de este modo permanecerán sentados en mi lugar, al final del ferrocarril, en donde el reflector no alcanza con su luz... En la oscuridad. Seis próximos apagones y, tan solo desde ahí, contemplarán cómodamente la manera en la que el último reflector se enciende sobre tú y yo.


Sus recuerdos terminaron ahí, con las punzadas en mi cabeza que me presionaban para abrir los ojos.

Observé manchas, partículas que aún se balanceaban en el aire y a mi alrededor. Todos los recuerdos que había recolectado a lo largo de ese tiempo galopaban en mi mente y remataban con la silueta de Ashton fundiéndose entre la luz del túnel ígneo.

De rodillas, mis piernas flaquearon, dificultando mi intención de levantarme.

Busqué en todas direcciones con la mirada. No quedaba nadie ni nada más, tan solo la estructura carbonizada de un escenario sin gracia y un baúl consumido por las llamas.

Dirigí la mano a mi vientre. El medallón seguía en mi bolsillo. Sin embargo, ¿a dónde y por qué razón Frey se había marchado?

Parte del escenario se derrumbó por completo y levantó una nube aún más oscura. Tan solo me confortó un poco pensar que el cielo también lloraba, lo hizo con frecuencia desde la manifestación de Ashton, como si hubiera querido advertirme del final que tendríamos él y yo.

Tampoco quedaba ningún rastro de la neblina. Pero ahora contaba con un público ensombrecido, el único capaz de avanzar con extrema lentitud, y sin la necesidad de tocar el suelo.

Ashton se había disculpado tantas veces, dejando en claro que Thomas no le transmitía confianza, aunque no quise verlo. Todavía no podía creer que Frey era su familia, pero también era como parte de la mía. Y se mantuvo oculto en la oscuridad, utilizando a un ventrílocuo para sus cometidos.

Me esforcé en respirar hondo y acallé los gritos que se congregaban en mi garganta. Cerré los ojos a causa del horror que me provocaba pensar que era el final. Y lo que menos deseaba era abrirlos, pero al escuchar la suave risa, rogué para que el silencio regresara. No contaba con fuerzas para ponerme en pie. Sin embargo, un horrible chillido me obligó a despegar los párpados.

Levanté la cabeza y lo vi sentado sobre la única columna que todavía permanecía de pie, aunque de forma deprimente. De ahí había pendido el telón minutos atrás.

La pequeña figura agitó los brazos y meneó la cabeza, como si todavía quedara esperanza. Enredó su cola en el cimiento y abrió la mano. Un fragmento de tela roja se desprendió de su palma y se balanceó en el aire, hacia donde el pedazo más grande de la cortina todavía yacía cubriendo parte del suelo.

La tela se movió con suavidad, como un corazón que se esforzaba por seguir latiendo. Luego se sacudió, tan fuerte que me recordó a la feroz marea de algún océano.

Como si hubiera recuperado una parte de mi energía, a través de la esperanza, a rastras conseguí llegar al lugar.

Con la mano temblorosa jalé de la cortina con temor y cuidado. Y si alguna vez pensé que era imposible abrir más los ojos, estaba equivocada.

—Ashton —exhalé, pero el alivio duro poco. La mancha en su mano se expandió por el dorso, tiñendo su piel de negro.


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Frey resultó ser más creepy que Ashton 😭💔

La historia continúa en la segunda parte 🎠


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