Capítulo 31
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CAPÍTULO 31
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El tiempo pareció detenerse cuando aquella caja rectangular cobró mayor sentido en mis memorias. El candado, antes asegurando su misterioso contenido, cedió y cayó con un sonido sordo sobre los tablones del escenario. El baúl se tambaleó al abrirse, revelando un espeso vapor que se elevó por encima de él. Sin adornos ni grabados, solo los arañazos en el interior de la tapa, nos dieron alguna pista sobre su historia.
Ashton seguía mirando fijamente el baúl. Era imposible adivinar lo que pasaba por su mente en ese momento, pero su silencio revelaba un trance profundo en el que se encontraba atrapado.
Tratando de romper aquel hechizo, tomé su mano en un gesto de apoyo. Él me miró como si despertara de un sueño, pero la angustia en sus ojos no desapareció. Era evidente que estaba asustado.
—Está bien. —Me sorprendió la seguridad que fui capaz de brindarle. Apretó mi mano y, mientras exhalaba por la boca, su postura se relajó solo un poco.
—Espantoso, ¿o no? —Una nueva intromisión nos sobresaltó a los dos, y al ver la silueta que en algún momento se posó a nuestras espaldas, cruzó por mi mente la idea de que fuera producto de mi imaginación.
Recorrí cada centímetro de su cuerpo, pero todavía no fui capaz de creer lo que mis ojos me mostraban.
—¿Thomas?
—Ya tenía ganas de encontrarme de nuevo contigo, Zara. —Otra presencia ahora ocupaba un lugar sobre el baúl que se había vuelto a cerrar. Lo reconocí por las estrellas en una de sus piernas cruzadas, pero no vi rastro alguno del medallón hombre.
No sabía en qué dirección mirar. Tal vez mi cordura acababa de irse por la borda, pues escuchaba a Thomas y a él hablar al unísono.
—Frey —rezongó Ashton con la mirada en el chico sentado sobre el baúl.
—Dijiste que no lo conocías —susurré.
—No luciendo así —aseveró—. Tenía doce años en aquel entonces. Creció, aunque no lo que debería.
—¿Cómo es posible?
—El mundo de las sombras. El tiempo no transcurre en ese lugar y habrá podido permanecer ahí, sobre todo si tiene dos medallones.
Tenía sentido. En la feria no pudieron atraparme como lo hicieron con mi familia debido al artilugio que ahora llevaba en mi bolsillo.
Pero de alguna forma él también tuvo que estar presente en este mundo, porque de aparentar doce años pasó a lucir de alrededor de los dieciséis.
—Debes estar sorprendido, primo. —Frey se acarició el labio inferior. Me pareció que pretendía ocultar su sonrisa, y por su forma de referirse a Ashton, recordé que el circo estuvo compuesto por varias familias. De todas maneras, eso no cambió el hecho de que me tomara por sorpresa la revelación.
Miré a Thomas de soslayo, quien más bien mostraba su obstinación en contemplar el escenario. No se había movido de su sitio. Pero como llamado por mis pensamientos, inclinó la cabeza con lentitud en mi dirección, y así se mantuvo, con una pose turbia y sin pestañear.
—Si juegas con fuego, te puedes quemar. —De nuevo, Thomas duplicó cada palabra pronunciada por Frey.
—¿Quién eres en verdad? —Mi corazón latía a una velocidad antinatural.
—Ah, pero qué modales los míos. Soy Frey, el crío que pasaba por desapercibido en el circo, por inútil. Era así, ¿o no, Ashton? Donde quiera que estés, aunque supongo que no muy lejos de ella.
Escuchar la voz de Thomas montada sobre la suya empezó a desquiciarme. Era algo así como la grabación perfecta de un coro perturbador.
—¿Qué le hiciste a Thomas? —pregunté y volvió sonreír.
—¿Por qué habría de hacerle algo?
Ashton deslizó las yemas de sus dedos por mi brazo. Debió intuir cuán cerca me encontraba de gritar. Frey tenía algo que ver con lo que le pasaba a Thomas.
—Lamento mucho que haya resultado de este modo —me susurró—. No permitiré que te haga más daño.
Sus palabras estuvieron cargadas de una sensación espantosa.
—Lo bueno de ser un cero a la izquierda, es que se puede ver y escuchar sin que a nadie le importe o se percate. Hans odiaba a Reidar por Ellinor, y porque tu padre, Ashton, el fantástico maestro de ceremonia, no sabía reconocer el talento. Pero míralo a él. —Frey Señaló a Thomas—. ¿Qué opinas de eso? Ingenioso, ¿o no?
—¿De qué estás hablando?
—¡Bah! Mi pequeña-gigante Zara. —Me molestaba que de repente estuviera imitando a mi mejor amigo, y Ashton también soltó un sonido de inconformidad—. Aquella que goza de un indiscutible parecido a la persona que yo admiraba. Ellinor me ayudó, ¿sabes?, pero no mejor que como lo has hecho tú. No tengo nada en contra tuya. Gracias a Thomas te vi crecer. Sin embargo, no creí que serías tan crédula. La frase... Ashton no apareció por semejante ridiculez. Fue algo que inventé, aunque acepto que tampoco conté con ciertas sorpresas, empezando por el que se manifestara. No imaginé que siguiera de algún modo... vivo. Fue gracias a ti que lo supe, y claro, en su mayoría, a Thomas.
—¿Frase? —preguntó Ashton—. Te escuché pronunciar mi nombre y sospeché que fue a causa del medallón. Pero nunca supe de ninguna frase.
—Ve directo al punto —carraspeé, sintiéndome como el vínculo que logró juntar a la familia, lo que me llevó a rechazar el molesto talento que tenían para irse por las ramas.
—¿Cómo decirlo de modo que entiendas? Hans, bajo esa armadura alcoholizada, era un romántico empedernido. Tenía un diario, del que ya me deshice, por cierto, pero que en su momento me pareció una cursilería porque hablaba mucho de Ellinor. Era prácticamente un acosador. Fue inesperado encontrar el librito después de que se diera a la fuga, porque, al profundizar sus letras... Te sorprendería todo el contenido. Incluso constaba de una sección para cada integrante, excluyéndome, por supuesto. Además, escribió sobre su plan de venganza en contra de Reidar y su gran amigo, el dueño del circo. Tan solo quería ponerlos en aprietos, pero las cosas no le salieron muy bien que digamos, ¿pues cómo dices cuando te caes? ¡Ah!, sí... Que no pasarás del suelo. Aunque eso no ocurrió con Ellinor, porque terminó bajo tierra.
Hice una mueca por su insensibilidad.
—Cómo sea. —Se aclaró la garganta—. Investigó sobre los medallones, y tenía más conocimiento acerca del tema, que el heredero del circo. Pero también le añadió a la receta un par de anillos. Así fue como me propuse encontrar a Dallas, y fue hace poco más de dieciséis años que pude dar con él. —Se puso de pie y saltó fuera del escenario, hacia nosotros.
Ashton me obligó a retroceder mientras, sobre su hombro, echaba un vistazo al lugar en el que Thomas se encontraba.
—Lo interesante de todo esto, Zara, es que no solo estudió a los artilugios, sino que también incluyó a conocidos y grandes amigos del padre de Ashton. Fue así como di con, por aquel entonces, el policía de uno de los puertos más hermosos de Escocia. ¿Sabes de quién te hablo? Del supuesto abuelo Bearnard. Y sí, me refiero a él de ese modo porque el exmilitar efectivamente tuvo un nieto llamado Thomas, pero la criatura murió en el parto junto con su madre hace dieciséis años. Y dime... ¿Qué edad tiene el Thomas que conoces? —Esperó un par de segundos con la mano puesta en la oreja, deseando escuchar una respuesta que mis labios no pronunciarían jamás. Luego dio un aplauso y añadió—. La misma edad, ¡es correcto!
Gran parte de mi mundo se desplomó en pedazos.
—Esto es... No puede ser... Thomas... —El silencio se profundizó detrás de mis palabras, volviéndose tétrico. Un silencio ensordecedor aledaño a la tragedia.
—¿No es obvio? Thomas soy yo. —Frey pareció encantado de admitirlo por fin.
—No es posible —refuté sin aliento. No tenían ninguna similitud. Thomas siempre fue un chico positivo y lleno de brillo, por otro lado, Frey estaba rodeado de un aura perturbada y de resentimiento.
—Oh, ¡por supuesto que lo es! Ya sabes para qué sirven cuatro anillos: el azul hipnotiza, y el negro te introduce en cualquier mente. El turquesa, en mi caso, encontró algo de valor en mi interior, es decir, mi esencia, y la plasmó en Thomas gracias al anillo de la piedra blanca, porque así lo deseé. Pero no es un proceso que lo haya llevado a cabo solo, puesto que no me pertenecieron jamás. Dallas lo hizo por mí. Más bien, yo le di a Thomas el cuerpo que necesitaba para que luciera como humano gracias al medallón del hombre, porque con él mi habilidad se fortaleció. Y ahora, adivina cuál de los artilugios que llevas en los dedos sirvió para hipnotizar al supuesto padre de Thomas. Cuando Bearnard, el pobre anciano, vio a su hijo llegar a casa con su nieto que había muerto, casi le dio un ataque. ¿Recuerdas que alguna vez te dije que el viejo tenía miedo de los muertos?
—Basta —pedí, porque era verdad. A Thomas se le escapó alguna vez esa misma información, tan solo que nunca supe el motivo oculto detrás.
—Espera. Todavía no llegamos a la mejor parte. Thomas convenció a tu padre para que los llevara a la feria de Dallas. Eso también fue una sorpresa para mí. Pero, gracias a él, pude encontrar el medallón que me hacía falta, ese que traes en el bolsillo. Aunque siento decir que, dadas las circunstancias, me valí de ti para mantener el medallón alejado de los otros dos. Ahora que lo pienso, eso sí que me convierte en... ¿Cómo fue que me llamaste? Ah, un idiota.
Mi cabeza era un caos. Él parecía saber de muchas cosas. Todo fue parte de un plan estructurado durante años. Con tanta facilidad destruyó cada muro construido a lo largo de mi vida, en cuestión de pocos días.
—Mi familia...
No me permitió finalizar y se adelantó levantando los brazos.
—Escucha. Yo tan solo me encargué de construir sus nuevos cuerpos de títere gracias al medallón hombre. Dallas, en su lugar, con sus anillos, tomó la esencia de tus hermanos y les dio vida. Pero después de que muriera, dejar a las sombras fuera de control y a los anillos contigo, no fue mi decisión. —Se encogió de hombros.
—¿Cuál es el fin de todo esto? —pregunté. Nunca me sentí tan exhausta, tan... acabada.
—Solo quiero ser el creador de mi propio escenario y, para conseguirlo, necesito los tres medallones. Pero resulta que todavía no los puedo juntar. Aún no me responden en su totalidad, ya que por alguna razón, ese que tienes ahí se queda contigo. Además, preciso de las sombras por un extraño fetiche. Pero por culpa del egoísmo de Dallas, eso tampoco me responde como antes.
—Tú las controlabas —razoné.
—Corrección, Dallas tenía el poder para manipular mentes y me ayudaba con eso. Hay cosas que no puedo hacer solo. Creo que se suicidó con la intención de dejarte sus anillos, porque, al igual que yo, se enteró de que Ashton está contigo. Sacó provecho y se alejó de mí para ejercerlo a su manera. Pero sé honesta, ¿en realidad piensas que mi primo podría hacer algo más que volar? El chico no mata siquiera una mosca. Era tan dulce que me producía una seria evolución de diabetes, y supongo que tampoco ha cambiado.
—No le importaba saber en dónde estaba el policía cuando desapareció en el sótano, sino el resto de los integrantes del circo. Lo que Frey busca, en realidad, es deshacerse de cada uno de nosotros a través de las sombras —explicó Ashton—. Los medallones no le pertenecen, quiere volverlos suyos por la fuerza. Y, para eso, no debe quedar nadie de este lado. Ningún miembro vivo o consciente.
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Así que prácticamente Thomas (Frey) y Ashton son primos 🥹
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