Capítulo 28



━━━ ꧁ད ✶ ཌ꧂ ━━━

CAPÍTULO 28

━━━ ꧁ད ✶ ཌ꧂ ━━━


—Era diferente cuando estaban juntos —murmuró para sí mismo, intercalando la mirada en los medallones, y tenía toda la razón; su brillo combinado era deslumbrante y casi doloroso a la vista. No podía ni imaginar cómo serían los tres juntos.

El acento extranjero era más evidente en esta persona. Apenas podía entender lo que decía, lo que dejó en claro que no practicaba demasiado su idioma.

Con agilidad, el chico saltó de la rama y aterrizó en la orilla del lago, ofreciéndome su mano para ayudarme a salir. Pero me quedé quieta, observando el medallón brillante del que hacía posesión, preguntándome cómo lo habría conseguido.

Al ver que no me movía, retiró su mano y, al levantar la vista para buscar su rostro, perfiló una sonrisa de lado. Un hoyuelo se formó en su mejilla, hacia donde la curvatura apuntaba.

Con elegancia, guardó el medallón en el bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros negros, que llamaban mucho la atención por su peculiar diseño. La pierna derecha estaba decorada con gruesas líneas blancas en secuencia horizontal hasta la rodilla, mientras que la izquierda tenía estampadas estrellas. También vestía unos botines combinados y un suéter tejido vino talla oversize.

El último movimiento que llevó a cabo, me permitió ver su rostro con mayor claridad. Lucía muy joven, de mi misma edad. Tenía rasgos bien definidos, el cabello negro despeinado hacia arriba, y unos ojos vivaces del mismo color.

—¿Quién eres? —pregunté.

De sus bolsillos, extrajo dos objetos circulares como pequeñas piedras, una más oscura que la otra. Las arrojó con destreza, haciendo que volaran unos instantes antes de atraparlas con la misma mano. Repitió el proceso varias veces, y cada vez que el par de objetos se rozaban entre sí, saltaban chispas.

—Me conoces —aseguró.

Las piedras repiquetearon con creciente velocidad, encontrándose en el aire y cambiando su tono a un naranja tenue y brillante. En su movimiento ascendente, tejían una especie de trenza, chocando en cada cruce y liberando chispas luminosas. El chico realizaba el truco de manera natural y sin esfuerzo. Su habilidad para manejar esos pequeños objetos con tanta destreza era impresionante.

—No lo creo —respondí.

Las piedras se detuvieron en el aire y se dejaron caer sobre su palma. Se mordió el labio inferior mientras sonreía con suspicacia.

—Es una lástima que lo olvidaras —ironizó con una pizca de pesar en su voz—. Aunque debo admitir que tienes un talento innato para meter la pata cuando intentas escapar. Pese a eso, te doy puntos por el esfuerzo.

Aun encontrándome en la orilla y tan cerca de la superficie, el agua me tenía atrapada de la cintura para abajo. Por otra parte, tampoco tuve que recapitular demasiado. Profundizar sus palabras confianzudas fue suficiente para encender el foco en mi cabeza.

—Me estuviste siguiendo en el bosque. Fuiste tú quien se ocultó detrás de ese árbol. —Fuera del lago escurrí la tela de la sudadera lo mejor que pude. Mi ropa pesaba el doble, y el frío tampoco era amigable.

—Mi ave te orilló hasta aquí, pero hablaba de otro momento en particular. —Me miró como un gato, con la cabeza ladeada, mientras trataba de procesar que él había sido el encargado de crear a ese plumífero monstruoso—. Fue hace algún tiempo, en la estación de tren, ¿te suena una campana?

Arrugué la nariz y a él le hizo gracia. Sus carcajadas fueron como un débil susurro, hecho que me llevó a recordar la primera noche, cuando Thomas y me pidió encontrarnos en la estación. Mientras aguardaba por él, la silueta que vi entre la inexistente luz era la misma que se ocultó detrás del árbol, y la que tenía justo en frente.

—El de la estación, ¿fuiste tú? Pero ¿cómo...?

—Digamos que a veces me gustaba observarte, porque te pareces a alguien que admiraba —confesó con sinceridad, mirando al horizonte—. Tengo mi manera de espiar ambos planos, tanto las sombras como el mundo humano. Eso estaba bien, hasta que Dallas apareció con su numerito sorpresa y nos movió el piso a todos. Por su culpa, las sombras se alteraron y ahora recorren este mundo fuera de control.

Una vez más, estaba hablando de Ellinor, pero no quise darle importancia en esta ocasión.

—¿Se alteraron? —espeté mientras pensaba en la última vez que las vi y en lo que dijo Mikkel. El hombre estaba bastante seguro de que algo o alguien las controlaba.

—¿No sabías? Dallas era el único con el poder para hurgar entre la posesión más personal de cualquier ser: la mente. La cual te hace fuerte, pero, de igual manera, cuenta con una gran debilidad. Solo basta el hecho de saber una minúscula cosa importante que habite en la cabeza de cualquiera, y serás capaz de manipularla. Y estas sombras alguna vez fueron personas, así que, claro, poseen memoria. Las manejaba a su antojo gracias a esos anillos que ahora tienes en tu poder. Al final, prefirió ahorcarse con las cuerdas de sus títeres.

Lució molesto por ese último hecho.

—¿Se suicidó? —La pregunta tan solo salió disparada de mi boca, y parecía disfrutar de la atención que le estaba brindando, ya que sonrió una vez más.

—No conozco sus motivos, pero imagino que quiso hacerse el héroe, y murió por eso.

—¿Cómo lo sabes?

—Ya te lo dije. Olvidaba que no eras muy atenta —suspiró—. Estuve espiando desde el mundo de las sombras gracias al medallón hombre, así es como le llamo yo. —Tampoco era un fantasma, puesto que los relámpagos no le afectaban en nada.

Se suponía que el artilugio del que hablaba, posibilitaba el dominio para que los objetos inanimados parecieran reales, o eso fue lo que me explicó Ashton en el puerto. Pero también hacían algo más, como fortalecer las habilidades de cada integrante.

—Y durante este tiempo, solo te dedicaste a mirar.

—Ajá —respondió con sencillez.

—¿Por qué?

—Toda magia tiene límites, ¿sabes? Cuando me viste en la estación, estaba detrás de una cortina... —Lo dejó a medias, giró sobre sus talones y anduvo sin ninguna dirección en particular. Mis ojos se detuvieron en la espalda del muñeco de trapo con cabellos caóticos que guardaba en uno de sus bolsillos traseros—. Te dirigí aquí porque vi la necesidad de advertirte.

—¿Sobre qué?

Frenó su caminata sin sentido y se empeñó en regresar hasta detenerse en frente de mí.

—¿Alguna vez has percibido esa sensación de cuando rozas el brazo de alguien y te llega una pequeña descarga eléctrica? —indicó con agudeza—. Pues bien, eso se debe a que todo goza de algún tipo de energía esencial y única, ya sean humanos, plantas, animales y sombras. También se incluye cualquier artilugio. Necesitan de energía para poner a funcionar su magia. Los anillos consumen la tuya en este caso, porque, al convertirte en su dueña, también te transformaste en su fuente de poder.

No quería creerle, pero sonaba lógico.

Como Ashton lo había mencionado, cada causa tenía su efecto. Estaban conectados a mí, y por eso también sufrí desmayos durante las últimas veces.

—Resulta que, cuando estás entre ambos mundos —continuó con seriedad—, puedes ver a las personas como si fueran espectros, cuando, lo que contemplas en realidad, es su energía o espíritu, da igual qué definición prefieras. El punto es que las sombras están acostumbradas a percibir esa energía. Y, claro, buscaban a Dallas para destruir la fuente que las esclaviza, porque no quieren ser controladas. Aunque no saben que ha muerto, así que ya nada les importa más que ir detrás de ti. No descansarán hasta destruirte. Las sombras encierran una memoria, pero no razón propia. Hacen todo según impulsos u órdenes.

Examinó mi aterrada expresión, y experimenté un profundo odio hacia Dallas por haberme dejado tal encargo, pero también recelé al recién conocido.

—¿Por qué debería creer en lo que dices?

Su sonrisa se amplió. Esta vez no pude apreciarla por demasiado tiempo. Pasó junto a mí y volteé para observar que se alejaba.

—Primero... —Empezó a decir mientras levantaba el pulgar—. El azul, la luz que ciega, hipnotiza. —El dedo índice se alzó en dirección al cielo y siguió caminando—. Segundo, ¿el espacio tendrá un fin?, ¿qué es lo que nos oculta? Te hablo del que tiene la pieza negra, pues es la introducción a un mundo de secretos que nadie más conoce.

Al comienzo pensé que hablaba incoherencias, pero descubrí que se refería a los anillos por la manera ordenada en la que empezó a recitar los colores de las piedras.

Cuidando de en dónde pisaba, fui tras él, pero ya se encontraba trepando la pendiente sin ningún tipo de problemas.

No pude seguir su ritmo, me bastaba dar tres pasos para deslizarme de regreso al comienzo.

Levanté la vista cuando se encontraba en la cima. Sus botines se adherían al suelo con facilidad, mientras que mis Converse planas resbalaban.

—¡Espera! —Alcé la voz.

Siguió canturreando:

—El turquesa es el tercero, encuentra y captura algo pequeño, aunque de mucho valor, y podrás manipular. Cuarto, el blanco plasma, sin embargo, ten cuidado con lo que deseas. —Su voz apenas era perceptible—. Y el quinto... Míralo por ti misma.

—¡Detente! —supliqué, pero ya no articuló palabra ni tampoco pude verlo.

De hecho, no percibí ningún otro sonido en particular, y eso se volvió preocupante. Hacía minutos se escuchaba el normal grillar, ulular, o el zumbido de algún mosquito que volaba muy cerca de mi oído.

Guardé el medallón en mi bolsillo.

Eché un vistazo a mi alrededor y no encontré otra salida, solo una rama que se extendía lo suficiente como para servirme de apoyo y trepar por la colina. La agarré y comencé a subir por el mismo lugar por el que había descendido, ahora sin tanto barro y, por consiguiente, menos resbaloso.

Me aferré a un par de raíces y hierbajos para darme impulso, e ignoré el gusano del tamaño de mi pulgar que se desenterró. No iba a distraerme de mi objetivo.

Mi corazón latía con fuerza y cada vez que miraba hacia arriba, parecía que la colina se alargaba, pero me negué a rendirme. Seguí subiendo, paso a paso, hasta alcanzar la cima y llegar a la seguridad de la superficie plana.

—Enciende. —Froté los anillos contra mi pierna. La luz se liberó e iluminó la inquietante y silenciosa arboleda en frente de mí.

Creí tener una idea del camino que debía seguir, así que avancé tan rápido como el bosque me lo permitió. No podía haber ido tan lejos.

El frío ya no resultaba tan desagradable como antes. La adrenalina combatía en su contra, pero mi mente y mi cuerpo se opusieron a la espesa neblina que de pronto apareció, avanzando desde el desfiladero y más rápido de lo normal.

Mientras perdí la velocidad a causa del agotamiento, me pregunté en dónde estarían Mikkel y Reidar, y si acaso se encontrarían bien.

Los árboles empezaron a escasear y la perspectiva se amplió. Finalmente, me detuve sobre el terreno llano de yerba tan alta como mis rodillas.

De mi garganta escapó un ruido aterrorizado.

Por delante, Port Fallen se encontraba sumergido en una espesa cortina de niebla, pero esta no era blanca como la que avanzaba a mis espaldas.

Un nuevo relámpago iluminó detrás de las montañas, revelándome un panorama desolador. Todo lo que antes pudo haber tenido color en el pueblo, ahora gozaba de un aspecto inerte y carbonizado.

Tan pronto el valor se resumió a nada, y el optimismo acabó aplastado por el miedo.

La neblina blanca me rebasó, impidiéndome ver más de Port Fallen y la oscuridad que lo cubría por completo.

La luz del anillo también se consumió.

Todo se había salido de control.

Se me ocurrió devolver la mirada hacia atrás, en dirección al bosque, por donde las ramas de los árboles se aglomeraban. A sus pies, los troncos recreaban las formas de estacas, y detrás de ellos, las siluetas sombrías también avanzaban en mi dirección. Algunas eran altas, otras tenían la altura de niños, y fue a causa de la impresión y a la oscuridad juntas, que no supe con exactitud cuántas sobras eran en total.

Retrocedí varios pasos y volteé de un salto, ahogando un grito cuando mi espalda chocó contra él.

Lo observé con la angustia taladrándome el pecho, y Ashton me examinó de pies a cabeza.

Por un momento, pude intuir que estaba molesto, pero también había un rastro de tristeza en sus ojos.

—Me vi obligado a esconderme a causa de los relámpagos y ahora, mírate. —La preocupación fue evidente en el tono de su voz.

Eché un vistazo a mi ropa mojada y enlodada, sintiendo el frío calar mis huesos y el temblor incontrolable que me embargaba.

—Y así tenías dudas de por qué constantemente odio en lo que me he convertido. Si apenas consigo protegerme, ¿cómo puedo hacer para mantenerte a salvo? —Su confesión me tomó por sorpresa. Pude ver su lucha interna reflejada en sus ojos. Era evidente que se preocupaba por mí, pero al mismo tiempo se sentía incapaz de brindarme la protección que deseaba.


━━━ ꧁ད ✶ ཌ꧂ ━━━


Te dejo por cinco minutos y mira lo que te pasa, Meriyein 😒😅


✶ ✶ ✶

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top