Capítulo 20
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CAPÍTULO 20
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Ashton se tomó la libertad de llevarnos muy cerca del suelo, sobre las calles, eludiendo todo tipo de luces con gran destreza.
Confiaba que nuestro vuelo en medio de la oscuridad pasara desapercibido para las personas. Pero ese pensamiento quedó en segundo plano, cuando los cables de electricidad que colgaban de los postes comenzaron a balancearse. Y las farolas que habían quedado atrás, se apagaron una tras otra.
Los árboles susurraron en conjunto, mientras las hojas secas por el otoño se levantaban formando espirales.
Una corriente de aire se había desatado. Tan intensa y ominosa, como el suspiro de la muerte aproximándose.
Chispas saltaron de los postes y Ashton decidió elevarnos más.
La ola de apagones nos rebasó y comenzamos a pisarle los talones.
—¿Eres tú el que lo provoca? —pregunté.
—Nos siguen —advirtió, y no me atreví a mirar hacia atrás por segunda ocasión.
Giramos una esquina, luego otra más. Reconocí el camino. Nos dirigíamos al colegio. Pero de pronto Ashton volvió a cambiar de rumbo.
—No hay salida en esta calle —anuncié.
—Tampoco las estoy siguiendo. ¿Me creerías si te digo que el medallón nos lleva en este sentido?
Ahora resultaba ser que tenía mente propia. Pero desde el sótano, era cierto que todavía permanecía refulgente. Su luz palpitaba al igual que un corazón alarmado.
—¿Y confías en lo que esa cosa te dice? —Quizá la soledad lo había vuelto loco.
—A ciegas.
Miré hacia la avenida de restaurantes y, al final, pasando
el parque, la iglesia con sus muros altos.
—Creo saber a dónde nos lleva —reveló. Y yo también.
Pasamos al lado de la iglesia. Los ventanales eran enormes en comparación a nosotros.
La vista se amplió hacia un parque, una calle, un terreno abandonado, y finalmente, la vieja estación saltó a relucir con sus tan reconocidos tonos metálicos y siniestros.
—Thomas —susurré mientras nos acercábamos, sintiendo un nudo en el estómago al recordar la forma en la que le había hablado antes—. ¿Él también estará atrapado como mi familia?
—Es posible.
Me atreví a echar un vistazo hacia atrás. La noche lucía normal en este sitio, pero fueron mis ojos los testigos, así que no eran capaces de asegurar nada de lo que pudiera ocultarse en la oscuridad.
Aterrizamos junto al ferrocarril del circo. Ahí, no hay más que faroles sin focos.
Dejé de apretar la mochila contra mi pecho y me la colgué en el hombro.
Porque sentí la necesidad, busqué apoyo del brazo de Ashton, y tampoco se movió cuando lo abracé.
—No preguntes —adelanté—. Dame un momento.
—Todo el que requieras.
Necesitaba recomponerme. Las piernas me temblaban y la imagen de Thomas siendo arrastrado todavía daba vueltas en mi cabeza.
El tiempo pasó, y visto que mi problema no parecía algo que fuera a solucionarse pronto, ante el silencio se me ocurrió preguntar:
—The Circus of Dreams, ¿no tiene nada que ver con el tuyo? —Esperaba que se dignara a cooperar con información.
Apretó mi brazo entrelazado con el suyo, y acabó dándole unas palmaditas al dorso de mi mano, como si su fin más bien fuera decir: «Calma. Ya pasó».
Empezó a caminar, guiándome a través del par de vagones descarrilados.
—Para nada. Somos como el aceite y el agua —respondió—. En el pasado existía bastante competencia. Cada circo tenía su propia magia, y cada uno se encargaba de hacerla relucir. Pero tan solo unos pocos sabían sacar todo su potencial. Recuerdo que, por aquellos días, había un circo de Inglaterra, no supe su nombre. Pero el dueño tenía la habilidad de manipular las mentes de las personas para que pudieran ver y experimentar cosas maravillosas, igual que en sus buenos sueños. Y él tenía un hijo de mi edad.
—The Circus of Dreams, manipular mentes, como en sus sueños... El titiritero debió ser ese chico, pero ya que pasó tanto tiempo, creció —concluí.
—Al parecer —secundó con desánimo.
—Él sí sabe de ti. —Me vi en la urgencia de sacarlo de los pensamientos tristes que estaba teniendo—. Además, ¿por qué piensas que nos estará buscando? En la feria, permitió que el medallón regresara a mí.
—También pensé en eso, lo que me llevó a suponer que hacía uso de alguno para darles vida a los títeres. Tenía sentido, hasta que me pregunté cómo pudo haber hecho que el medallón le respondiera, si solo las personas designadas podían emplearlos. Dudo que mi padre se lo haya permitido.
Pero si el titiritero tenía un medallón y Reidar otro, como supuso Ashton en el pasado, nos quedaba recuperarlos para que todo volviera a la normalidad.
Sonaba más fácil de lo que era, pero ya podíamos comenzar por algo.
—Ves, no es tan difícil hablar de las cosas. Debiste empezar a contármelo antes. —Con esa mano que todavía permanecía enredada a su brazo, le di un golpecito en el pecho, al igual que él lo hizo momentos atrás.
Se quedó contemplándome, y gracias al resplandor del medallón, descifré su expresión por primera vez en mucho tiempo.
Su mirada era penetrante, de un verde intenso y puro. Con tanta facilidad hizo que me sintiera transparente y sin la capacidad de esconderle nada.
En su mejilla, un músculo saltó y quise desentrañar lo que pasaba por su cabeza. No parecía enfadado, sino cautivado y confuso en partes iguales.
Siguió mirándome de esa manera, y no quise cortar lo que sea que estuviera pasando. Esperaba descubrir más de él.
Bajo mi mano, los músculos de su pecho se contrajeron y salí del trance.
Nuestros ojos, como guiados por imanes, se fueron hacia su chaleco, y me aparté de inmediato.
Al fin encontré la forma para sostenerme sobre mis pies sin su ayuda, pero no esperaba que fuera por algo embarazoso.
Solía actuar de esa manera con Thomas, porque nuestra relación era incomparable y nos conocíamos de hacía mucho tiempo atrás. Pero con Ashton era diferente. No teníamos esa confianza.
Fue inconsciente de mi parte, y por ello sentí que podría morir de pena. La ola de calor se concentró en mis mejillas y giré noventa grados, hasta darle frente a uno de los vagones del circo.
Era tal y como lo recordaba, exceptuando que se encontraba metros por detrás del que tenía el retrato de su padre.
Estaba muy sucio, pero distinguí la falda pintada. Los encajes parecían florecer en su cintura y flameaban como el fuego vivo alrededor de sus muslos.
—No estaba seguro de muchas cosas, pero ya es tiempo de que sepas toda la verdad —dijo Ashton detrás de mí—. Hazlo. Presiento que tienes curiosidad por saber quién es la persona que se oculta bajo esa capa de tierra. Para poder contarte todo, supongo que es mejor comenzar por la razón de mi silencio.
Respiré profundo. No tuvo que insistir, más que nada, porque le había dado tanta importancia.
Rasqué sobre la capa de tierra y también tuve que apartar algunas enredaderas. De inmediato, mi reflejo se manifestó, pero era imposible. De los contenedores no colgaban espejos, ni fueron construidos de algún material reflectante que causara ese efecto.
Por otro lado, yo no había aprendido a maquillarme todavía, y tampoco hubiera pensado en usar colores tan vivos como el rojo de sus labios. O ataría mi cabello con lazos bicolores. Lo mío, más bien, era emplear un elástico simple y sin ninguna gracia.
El retrato de esa persona era físicamente idéntica a mí, pero también una versión muy distinta.
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Los secretos empiezan a ser revelados 😯
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