Capítulo 19



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CAPÍTULO 19

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La cabeza me dio vueltas y me froté los brazos porque, aunque vestía una sudadera calentita, concebí un frío que fue capaz de erizarme la piel.

¿Qué motivo lo llevó a omitir un detalle como este?

—¡Al menos di algo! —insistí. El silencio de Thomas fue apremiante. Con una mano todavía estirada en mi dirección, parecía situado entre los límites de la indecisión. Pero de pronto la convirtió en puño, y a paso lento anduvo hacia un lado.

—Siento no haberte contado esa parte. —Se despeinó los cabellos con frustración—. Pero no fue la única causa...

—Habla claro.

—El medallón, no lo encontré por simple coincidencia.

—¿Acaso ustedes dos están conspirando en mi contra? Es como si hubieran coincidido para esconderme la verdad.

El sarcófago se sacudió con brusquedad. Thomas se precipitó hacia él e intentó abrir la tapa, pero, por suerte, parecía estar sellada.

—¿Qué haces? —Me lancé para tomarle del brazo y detenerlo.

—Por fin conseguí atraparlo y lo haré hablar —rezongó, mirándome con determinación.

—¿Estás loco? ¡No va a decir más nada si lo expones a la luz!

Tan pronto como terminé de hablar, se quedó inmóvil, con las manos abiertas sobre la añeja madera.

—Una noche vi a papá entrar aquí, parecía agitado —comenzó a decir—. Conoces su trabajo, es en lo primero que cualquiera pensaría, pero también intuí que había algo más. Al día siguiente tropecé con el medallón, y fue porque bajé para buscarlo a él. Pero no lo encontré. Y Zara, nunca lo vi salir de aquí.

—Me dijiste que él...

Negó con la cabeza.

—Te mentí. De lo que te conté, no todo fue verdad. Encontré el medallón en una caja cubierta de tierra junto a una fotografía de mi abuelo y el dueño del circo. Pero lo que me impactó, en verdad, fue descubrir tu foto ahí también.

Las luces parpadearon. Sin embargo, yo estaba en medio de un trance.

La presencia de mi rostro en esa fotografía pudo deberse a diversas razones. Podría ser porque el padre de Thomas tuvo la ocurrencia de guardarla como un curioso recuerdo. No me sorprendería, considerando su sentido del humor.

Thomas estaba desesperado por encontrar pistas sobre el paradero de su padre, y supuso que podría obtener información de Ashton. Sin embargo, no estaba pensando con claridad. En presencia de luz, Ashton no iba a pronunciar una sola palabra.

—¿Y me hiciste parte de esto a pesar de todo? —Me sentí engañada y muy dolida—. ¿Qué te llevó a suponer que el circo tenía algo que ver con la desaparición de tu padre?

—Vi las fotografías, el medallón, e investigué un poco acerca del tema. Tampoco supe de la relación que tuvieron esos dos, pero todo estaba a la vista, como si alguien hubiera querido que lo encuentre. —Exhaló y miró el sarcófago—. Da igual. Tú y yo nos encontramos en la misma situación, excepto porque al menos conoces el paradero de tu familia.

—No. No nos compares —refuté. Se apartó del sarcófago y perdió la mirada en el techo con el entrecejo fruncido. Pero si lo que pretendía era distraerme, esta vez no iba a caer—. Contrario a ti, yo no podría involucrar a mi mejor amigo en algo así. Aunque no hubieras estado seguro de nada, ocultarme las cosas solo te convierte en un idiota.

Mis palabras lo tomaron por sorpresa. Era la primera vez que lo estaba insultando de verdad.

—Tienes razón —admitió.

Apreté las manos y mis uñas se clavaron en mi piel mientras sostenía su mirada, pero antes de que pudiera descifrarla, de repente, todas las luces se apagaron.

Los grados habían bajado en cuestión de minutos, y solo fui consciente cuando me castañetearon los dientes.

No era normal. Hacía demasiado frío, pero también se sumó la brisa que reprodujo el sonido de unas campanillas, y que arrojó al suelo algunos de los objetos de las estanterías, entre ellos, una caja musical que puso en marcha una canción de cuna.

La oscuridad envolvía el lugar como una túnica pesada, pero el medallón en mi pecho comenzó a emitir un tenue resplandor. Su luz intermitente parecía latir como un corazón. Hizo algo similar en el coliseo de colegio cuando Natale perdió la consciencia. Y aunque era débil en comparación con la oscuridad reinante, me permitió vislumbrar los primeros estantes y a Ashton de pie junto a mí. La luz del medallón iluminaba su rostro, creando sombras inquietantes.

—Empezaba a sentir claustrofobia —soltó, y su respiración agitada puso en evidencia que no estaba bromeando. Luego echó un vistazo a la redonda y apresuró—: Están aquí. Debemos irnos.

—¿Quiénes? Un momento. Thomas.

El medallón, como si hubiera recibido un impulso de energía, intensificó su resplandor durante breves instantes. Así, reveló a Thomas atrapado entre una densa cortina de arenas movedizas negras. Algo lo estaba arrastrando hacia su interior. Esa masa de oscuridad era diferente a cualquier cosa que hubiera presenciado antes. Tenía vida. Se movía. Lo succionaba.

Me lancé para alcanzar su mano, pero Ashton me frenó, abrazándome por la cintura y desde atrás.

—Es tarde —me dijo al oído, y ante mis ojos terminé de ver a mi mejor amigo ser llevado por eso.

—¡Pude haberlo alcanzado!

—Sí, pero también te hubiera arrastrado junto con él. Debemos salir de aquí. Zara, ¿me estás escuchando?

Mis exhalaciones se convirtieron en vaho, y era posible que a causa del frío tampoco pudiera moverme.

Primero mi familia, y ahora Thomas también.

Ashton me tomó de la mano para hacer funcionar mi cuerpo porque me había paralizado. Mientras me guiaba por las escaleras, mi mente se volvió un completo caos. Solo pude girar la cabeza ocasionalmente, por si Thomas de pronto aparecía. Pero no lo hizo.

Era difícil seguir el ritmo de Ashton, sin embargo, él se las arregló para mantener mi paso firme mientras el medallón iluminaba los peldaños de piedra.

No nos detuvimos, ni siquiera cuando levantó el bastón y la puerta golpeó la pared con violencia, abriéndonos el paso.

La casa estaba envuelta entre tinieblas, pero no era tan profunda como en el sótano.

Una vez más, lucía igual que una noche sin luna. No obstante, casi tropecé cuando el tono claro de las paredes se oscureció, como si un ácido corrosivo carbonizara todo a su paso.

Estaba ocurriendo lo mismo que en la feria. Los muros, el suelo y lo demás, de a poco, tomaba esa apariencia arenosa y sin vida, avanzando rápidamente.

De vuelta en la habitación de Thomas, nos encontramos de frente al escritorio. La caja musical seguía en el mismo lugar, tal y como se había quedado.

—Toma tus cosas —me dijo, y en automático guardé ese último objeto en mi mochila mientras el tono caoba de la puerta empezaba a oscurecer. Estaba tan nerviosa, que no conseguí deslizar la cremallera y tuve que dejarla abierta.

La cortina fue arrancada gracias al movimiento ejecutado por el bastón de Ashton, y la ventana también se abrió sola.

—No podemos volver —aclaró al ver mi cara, y una risita nerviosa surgió de entre mis labios.

—¿Piensas saltar? —Por lo menos pude pensar en algo.

—Si te asusta, cierra los ojos. Me aferraré a ti, Zara, como lo prometí.

—Sí, claro que sí. —respondí, aunque mis palabras sonaron recelosas.

El escritorio se arrastró hasta encontrarse con la cama, y el chirrido que produjo la silla al desplazarse sobre sus ruedas, me hizo temblar. Ese veneno corrosivo llamado oscuridad, los alcanzó a todos, carbonizándolos.

—Rápido —me apresuró—. Cuidado con la cabeza.

Trepé el alfeizar de la ventana y colgué mis piernas del otro lado. Un paso en falso podía llevarme hacia una caída directa al jardín delantero que ahora lucía como un desierto de arena negra.

Pero la oscuridad, esta vez, no permanecía quieta dentro del terreno, sino que avanzaba hacia la calle, con la intención de convertir Port Fallen en un lugar apocalíptico. Sucedería lo mismo que con mi familia, con todos sus habitantes.

Apreté la mochila contra mi pecho. Ashton se acomodó a mi lado y me observó.

—Tranquila, esto será como un juego de niños.

Le miré horrorizada, sus labios se curvaron en una sonrisa confortante y extendió su mano hacia mí. Pero en lugar de tomarla, me agarró de la cintura y me arrastró con él en una caída a la oscuridad sin fin.

El suelo estaba cerca cuando, al igual que una cometa, de repente nos elevamos.

—Estás loco —solté con asfixia—. ¡Casi nos matas!

Mi corazón agonizaba.

—Ya estoy muerto.

—Ah, gracias por recordarme que tan solo mi vida corre peligro.

—No, Zara —dijo con calma—. Cuando mencioné que me aferraría a ti, quise decir que me quedaría a tu lado, incluso en los momentos más difíciles. No permitiré que te suceda nada malo. Haré todo lo posible para protegerte, incluso si eso significa arriesgar mi propia cordura.

Pronunció esas palabras con la mirada fija en el horizonte, en tanto una sonrisa iluminaba su rostro.

—Aunque sea lo último que haga —añadió.

Estaba atónita, ¿Cómo podía sonreír hasta en los peores momentos?

Tampoco encontré las palabras mientras Ashton me sostenía con firmeza. Su declaración me tomó por sorpresa y su determinación era evidente en su mirada. A pesar de todo lo sucedido, parecía estar dispuesto a protegerme a cualquier costo.


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A este paso Ashton va terminar matándola del susto 🤣❤️


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