Capítulo 14



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CAPÍTULO 14

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—¿Por qué te comportas de esta manera? —Nunca lo vi tan reacio, y me preocupaba que esa fuera su verdadera naturaleza.

—Seré sincero contigo. Hay un límite para todo lo que puedo hacer, y él está más allá del mismo. Me niego a la posibilidad de asistir al día de su muerte y tener que cargar con ese peso.

Apreté los labios. No había considerado su perspectiva. Él presenció cómo sus compañeros se convertían en sombras, y cargó con ese peso durante muchos años. No debió ser fácil, de ahí su desesperación por alejar a quien, al final, solo le causaría preocupaciones. En algún momento, incluso me dijo que lamentaba haberme involucrado debido a fuerzas mayores.

—Y estás seguro de que Thomas estará bien de esta manera.

—Es mejor que él se vaya antes de que se les ocurra regresar —aclaró.

Dudaba que Thomas desapareciera con tanta facilidad. Ashton no tenía idea de lo persistente que podía ser. Ni siquiera había dejado de forzar la cerradura y golpeaba la puerta con más fuerza cada vez.

Tomé la decisión de no hacer caso a lo que Ashton sugería, y esta fue la verdad: aunque me hubiera salvado, no lograba confiar en él. No parecía estar seguro de muchas cosas, ni siquiera de cómo funcionaba el medallón. Dijo que nos encontrábamos juntos en esto, pero se marchó de regreso a la estación sin mí, cuando mi familia estaba involucrada. Además, parecía conocer al hombre que salió del contenedor y no quiso darme ninguna explicación.

Tenía suficientes razones para sospechar de Ashton y comenzar a dudar. Estaba ocultando demasiadas cosas.

Me acerqué a la puerta.

—Por favor, no la abras —pidió, esta vez con un tono más suave.

¿Existía la posibilidad de que estuviera siendo una mala amiga al involucrar a Thomas? Tampoco era un inútil, incluso podría aportar con ideas brillantes, y estaba fascinado con todo lo relacionado con el circo, no yo. No quería hacerlo enfrentar las consecuencias ni ponerlo en peligro, pero sería capaz de ayudar. Además, ¿podía estar segura de que los títeres no tomaría la decisión de ir tras él y usarlo de señuelo?

—No es tan simple. Thomas ha sido mi mejor amigo desde que éramos pequeños. ¿No es eso suficiente motivo para tenerlo a mi lado?

—No creo que él... —La duda se hizo evidente en el tono de su voz, y en su frase dejada a medias.

—¿Qué querías decir? Vamos, ¿cuál era tu punto?

—Las personas en las que más confías son las que te lastiman más al final.

—Entiendo que no puedo confiar en cualquiera sin más. Y no te preocupes por tener que protegerlo, es mi responsabilidad y es mi mejor amigo, no el tuyo. No voy a permitirme perderlo también. —Pronunciar esas palabras dolió, ya que me llevaron a considerar la posibilidad de que mi familia no estuviera más. Pero lo que me impulsó a desbloquear la puerta fue la falta de conocimiento sobre cómo sacarlos de esa feria.

Apenas sabía lo poco que Ashton me había revelado, es decir, solo lo que él quería que supiera. No podía entregar mi confianza a un completo desconocido y que, por más atractivo que luciera en su forma física, tenía la habilidad de aparecer y desaparecer a su antojo.

—Por un momento creí que me dejarías fuera. —Thomas respiró con alivio.

—Lo lamento —me disculpé con sinceridad.

—Está bien, sé que fui un estúpido. No debí darte esa cosa.

—Estoy de acuerdo con todo lo que acabas de decir, especialmente con la parte en la que te menosprecias a ti mismo.

Escuché su risa nerviosa a mis espaldas mientras aseguré la puerta otra vez, aunque de poco podía servir cuando había un gran agujero en la ventana.

—Entonces, ¿todo acerca del medallón resultó ser cierto? —preguntó, respirando con agitación.

—No tal cual.

—Tienes que contarme todo —dijo Thomas, y deseé que Ashton hiciera lo mismo conmigo.

Lo necesitaba.


Después de asegurar cada acceso en casa y ponerme el pijama, Thomas se encargó de atrancar la puerta de mi habitación con el aparador patojo. Sabía que Ashton podía echarnos una mano, pero también algo me aseguró que no tenía ganas de hacerlo. Tampoco se lo iba a pedir.

Tras encender un par de velas y dejarlas sobre un sitio apartado de Ashton, así como también de cualquier otra cosa que pudiera ser inflamable, arrastré una silla, sobre la que trepé y abrí la puerta superior del armario para alcanzar la bolsa de dormir. Thomas se acostaría en el suelo.

—¡Lindo! —Soltó un silbido de admiración, y al percatarme de que su cara se encontraba cerca de mi trasero, dejé caer la bolsa de dormir sobre su cabeza mientras bajaba de la silla.

—¿Qué es lindo, cerebro de pez?

—Me refería a la chaqueta —señaló la levita de Ashton—. ¿O pensaste que miraba la tabla que tienes por culo?

Lancé una patada a su pierna, pero de un salto la esquivó.

—¡Ajá! —soltó, victorioso—. Pude evitarte esta vez.

Levanté una ceja y le pisé con fuerza.

—Intenta saltar ahora, idiota —mascullé, y al verlo cojear, o por la suma de todo lo que había pasado, me dio un arranque de risa.

A continuación, a causa del escalofrío inmediato que trepó por mis piernas y me recorrió a plenitud, volteé de cara al lado más oscuro de mi habitación.

Ashton permanecía de pie en una esquina. Supe que nos contemplaba, podía sentir su mirada oculta bajo la sombra recóndita de su sombrero. Consiguió incomodarme. Era una clase de energía aplacadora la que emanaba. Y entre sus dedos, el bastón giró lentamente, llevándome a pensar que alguien saldría disparado por la ventana del segundo piso en cualquier momento.

Seguía enfadado, o es lo que imaginé. Las penumbras, por lo general, se encargaban de resguardar su expresión bastante bien.

Lo más seguro era que su molestia fuera a causa de mi decisión, o que no le agradaba Thomas. No pude saberlo. Apenas conocía nada de él. Era un completo enigma.

Sintiéndome oxidada, me acerqué a la cama. Tomé una almohada y se la arrojé a Thomas. Su nuca la recibió con rechazo, así que volteó para acusarme con la mirada.

—¿Puedes ver la levita?

—Levita —repitió, atragantándose con las vocales.

—Así es como se llama la chaqueta.

—Oh, sí. Me sorprendió verla, no solo porque acabo de descubrir la ropa de un posible novio tuyo, sino también porque parece tener buen gusto. Aunque, siendo honesto, habría disfrutado más si fueran revistas para adultos. —Dejó caer la almohada sobre la bolsa de dormir y se tumbó en ella, mirando al techo con los brazos cruzados detrás de su cabeza.

Habría sido capaz de volver a golpearlo, pero seguía sorprendida de que pudiera ver la prenda. Se trataría, quizá, de la misma razón por la cual tampoco había desaparecido.

—¿No preguntarás nada? —indagué.

—¿Uh?

—De a quién le pertenece.

—¿La chaqueta? ¿De Ashton, tal vez? —se burló.

Como la escena de una película de terror, desde la esquina de Ashton provino un bufido que me erizó la piel.

—Zara, era una broma.

—Lo sé.

—Entonces, ¿por qué no te has reído o me has golpeado todavía? —Thomas se incorporó sobre sus codos y me miró. Pero intenté no hacer contacto visual.

—Porque no te estoy tomando el pelo.

—Entonces es verdad. —Parecía haberse quedado sin aliento mientras echó un vistazo al cuarto, pero a pesar de su esfuerzo, no dio con su presencia—. ¿Está aquí?

Con eso me confirmó que solo podía ver su prenda de vestir, más no a él.

—¿Puedes verlo? —insistió, demostrando con su ansiedad ir en aumento.

—Te diré algo... —Me incliné hacia adelante, pidiendo con un gesto que se acercara para luego decir en voz bajita—: Creo que no le agradas.

Después de verlo tragar saliva, gateé sobre el colchón y me oculté bajo la frazada.

—Zara. —Thomas me llamó en un susurro—. ¡Zara! —Ahora golpeó la cama—. ¿Cómo se supone que dormiré con la loca idea de que me está mirando?

—Cerrando los ojos. De esa manera se concilia el sueño, por si desconocías esa información. —Me quité el collar y acomodé el medallón junto a una de las almohadas.

—¿Estás loca? —Un breve silencio—. ¿Me dejas un espacio a tu lado?

—Si tocas la cama, te juro, seré yo la que te arroje por la ventana en esta ocasión —advertí.

Thomas saltó hacia atrás, con el semblante descompuesto.

—Duerme, no pasará nada —añadí, y esperé creer en mis propias palabras.


A la mañana siguiente, al despertar, me encontré con la fatiga de Thomas. Estaba sentado en un rincón, junto a una vela que permanecía encendida a pesar de los rayos de luz que se filtraban por las ventanas.

Sonreí y me miró.

—¿Qué pasa, cara larga? —saludé en medio de un bostezo. Tenía los ojos rojos e hinchados, como si no hubiera dormido en horas, o como si hubiera llorado. No lo observé por demasiado tiempo; apartó la mirada con prisa.

—No sé si para ti es normal despertar de madrugada, y ver que la puerta del armario de repente se abre sola. —Se estremeció—. El medallón también brillaba y algo se arrastró fuera. Por un segundo pensé que eras tú quien lo causaba, pero después de escucharte murmurar palabras sin sentido... Sueles hacerlo mientras duermes, ¿sabes?

Arrugué la nariz al recordar que el medallón se iluminó cada vez que Ashton levantaba su bastón, como si lo que le permitiera mover cosas, en realidad, fuera eso.

Encontré el objeto metálico en el último lugar en el que lo dejé anoche: sobre la almohada.

Aunque no lo supiera, Thomas me ayudó a descubrir el secreto de su poder de ultratumba. Todo era gracias al medallón.

Por otra parte, ¿por qué Ashton abrió la puerta del armario? ¿Y qué pudo haberse arrastrado fuera?

—Esto es acojonante. —Escuché a Thomas decir mientras de reojo lo vi frotarse la cara—. ¿Sigue aquí?

Me incorporé sobre la cama tan rápido que pegó un salto. De haber sido un gato, se habría fijado al techo.

—¿Sigue aquí? —insistió alarmado.

—No, no. Se fue. Ashton es alérgico a la luz —solté, sin pensar, mientras me ponía de pie.

De camino al baño me detuve para ver el obsequio del circo asomar bajo la cama. Lo levanté del suelo, y mientras lo examinaba, noté que hacía falta algo.

De inmediato fui al armario, y comprobé que la levita seguía en su lugar. Luego volteé hacia Thomas.

—¿Tomaste la tarjeta?

—Zara —dijo con irritación—. Ni siquiera me he movido de esta esquina. —Señaló la vela.

Quizá exageré un poco con la broma de anoche. Como sea, imaginé que Ashton tomó la tarjeta, pero recordé que solo podía tocar el medallón.

—¿Qué es eso? —Thomas miró el obsequio en mis manos.

—No lo sé —admití—. Llegó de parte del circo.

—¿Y todavía no lo has abierto? —Se acercó como un toro frenético, y por lo mismo, detuve su recorrido al empujarlo poco antes de que me atropelle—. ¿Por qué no lo has abierto?

—Por la misma razón que te mantuvo en vela toda la noche.

—Ah. —Retrocedió un paso mientras asintió, pero luego regresó igual de animado que antes—. Puedo abrirlo por ti, si quieres.

Apreté los labios y enredé los dedos en el exagerado lazo. Lo cierto era que tampoco contaba con lo que se requería para revisar su contenido.

Al final se lo acerqué, advirtiéndole con la mirada poco antes de permitir que se lo llevara hasta la cama.

—¿Y si es una especie de explosión contenida? —pregunté y volteó a verme como si hubiera perdido la cabeza.

—Por favor, dime que no hablas en serio.

Me encogí de hombros. Podía esperar cualquier cosa del circo de Ashton.

—Más bien me inquieta pensar que sea un cráneo —dijo mientras sus ojos se iluminaron, como si acabara de cumplir un sueño de vida—. La envoltura tiene la forma de un globo y...

—Ya. No digas más. Tus suposiciones no hacen nada mejor que empeorar las cosas.

Me sonrió, y un segundo después, devolvió su atención al obsequio. Con suavidad tiró del lazo y la envoltura se abrió como los pétalos de una flor, manteniéndose en su típica forma ovoide, algo que me ofuscó pues, desde mi posición, no conseguí ver su contenido.

Por otro lado, Thomas, que lo tenía de frente, se inclinó hacia adelante y enfatizó con asombro:

—No. Puede. Ser.


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Amando estoy la relación que tienen Thomas y Zara, ¿a que sí? 🥰


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