CAPÍTULO 5. EL RESCATE

   Las actividades en el campamento iniciaron el domingo por la mañana.

El programa era:

Equitación, desayuno, receso, escalada, baño, natación, comida, actuación, gimnasia, baño, receso, control mental, y por último cena.

Al final de la jornada, antes de cenar, Mariana se reunió con el doctor Armando Souza.

- ¿Pudo avanzar algo con Arturo? –Preguntó-

- No intenté avanzar, antes de hacer algo para recuperar de su memoria la información que queremos, es necesario prepararlo un poco.

La sesión de hoy fue para conocer las capacidades de los niños antes de comenzar nuestras intervenciones y los resultados fueron muy alentadores.

Arturo y su hermana lograron los puntajes más altos, que en general fueron muy buenos, es evidente que tenemos un grupo de verdaderos superdotados.

Mire, como vamos a estar revisando esto por varios días, creo conveniente platicarle aunque sea de manera muy general, lo que son los recuerdos y lo que vamos a hacer para recuperar los de Arturo.

Cuando guardamos información en nuestra mente se efectúa un proceso mucho más complejo del se puede uno imaginar.

Hay diferentes teorías, pero la que más me convence es la de que participan varias estructuras cerebrales que guardan separadamente, pero vinculados entre sí, sonidos, sensaciones, palabras e ideas.

Ahora bien, al elemento básico de toda información le llamamos concepto, y para mis investigaciones, hice una definición de concepto que me permite incorporar más fácilmente la tecnología que desarrollé para recuperar lo guardado en la mente de Arturo.

De eso es lo que le platicaré enseguida.

Yo defino un concepto como una imagen mental de algo objetivo o subjetivo que se vincula con otros conceptos para constituir una experiencia cognitiva.

Todos los conceptos almacenados en el cerebro están vinculados entre sí con infinitas posibilidades, un color puede estar asociado con muchas cosas, incluso sonidos, y un sonido puede relacionarse con un color o un estado de ánimo.

Por eso ante la misma enseñanza cada quien entiende de manera diferente, ya que vincula la nueva experiencia con los conceptos que aprendió previamente.

Por ejemplo, el concepto manzana puede quedar asociado con rojo, suave, brillo, dulce, húmedo, pecado, etc., pero solo si la persona conoce esos conceptos.

Todo queda guardado en el cerebro y es lo que llamamos recuerdos.

Por último, cada uno de los conceptos que conforman los recuerdos, funciona como argumento de búsqueda y recuperación en el enorme y fantástico archivo que es nuestro cerebro.

Por eso es que podemos recordar a partir de una melodía, un paisaje, un nombre, una frase, un rostro, una situación o un aroma.

Ahora bien, yo creo, junto con muchos investigadores, que el hipocampo es la estructura donde se almacenan la mayoría de los recuerdos.

Sacar de ahí el recuerdo que queremos recuperar no será fácil, porque si el niño no lo recuerda es porque el argumento de recuperación fue intencionalmente bloqueado.

Dije hace un momento que todos los conceptos asociados con un recuerdo funcionan como argumentos de recuperación.

Esto es cierto en los conocimientos adquiridos conscientemente o en circunstancias no traumáticas.

Es frecuente que los recuerdos de experiencias traumáticas queden bloqueados, eso no es lo que pasó con Arturo, lo menciono solo para establecer un paralelismo con algo que sucede espontáneamente.

En Arturo la información sobre el tesoro fue guardada por transferencia no por experiencia, y con un único argumento de recuperación.

Pero como desconocemos cuál fue ese concepto, tendremos que establecer un nuevo argumento de recuperación por medio de algo que se llama interferencia retroactiva.

Eso lo lograremos con un método del que estoy muy orgulloso.

Lo que le voy a explicar ahora lo haremos con todos los niños.

Para Arturo haremos cosas ligeramente diferentes que tienen que ver con la interferencia retroactiva que mencioné.

A partir de mañana la mecánica de trabajo será la misma de hoy pero utilizando un equipo especial.

Pondremos a trabajar a todos en parejas.

A uno le daremos unas cartas con dibujos sencillos y le pediremos que trate de transmitir mentalmente a su compañero la figura que este viendo.

Al otro le diremos que intente leer en la mente de su pareja el dibujo de la carta.

Cuando los niños intenten leer o transmitir, su cerebro buscará en su hipocampo el conocimiento necesario para hacerlo.

Al inicio su eficiencia será la de hoy y poco a poco mejorarán con el apoyo del equipo que mencioné.

Deben aprender a producir a voluntad un impulso eléctrico que funcione como señal portadora de la información a compartir.

Ahora bien, para acelerar el aprendizaje, vamos a transferir al hipocampo de los niños el patrón de esa señal portadora tal como fue grabada de los cerebros de telépatas que trabajan en centros de investigación de los Estados Unidos.

La electricidad es una forma de energía que se desplaza a través de partículas magnetizadas que se llaman iones, y en el caso del cerebro esos iones son de calcio, por eso los audífonos que vamos utilizar no tiene cables metálicos sino micro canales de agua con calcio.

Eso mejorará las posibilidades de éxito.

Pero, aquí está el pero.

Transmitir pensamientos a otra persona o leer los pensamientos de otra persona, son capacidades que no pueden inducirse artificialmente.

Lo único que se puede hacer es ayudar desarrollar el potencial de quienes ya tienen ese don.

Ahora hablemos de Arturo.

Lo que pretendemos de Arturo no es que transmita u obtenga pensamientos, sino que localice en su propio hipocampo los recuerdos que nos interesan y por eso sus ejercicios serán ligeramente diferentes

- ¿Cómo es eso de ligeramente diferentes?

- Los recuerdos sobre el tesoro que fueron implantados en Arturo –Continuo explicando el doctor Souza- son permanentes, pero no del más alto grado cognoscitivo sino del tipo de recuerdos como el de la letra del Himno Nacional o del Padre Nuestro, que aprendemos de corrido pero no necesariamente los entendemos.

Sabemos que están en idioma Náhuatl y suponemos que incluyen la palabra teocuitlatl, que significa oro, por lo que esa es la palabra que repetiremos en los auriculares de Arturo.

Cuando su hipocampo responda a ese estímulo enviará impulsos eléctricos con un patrón diferente al vinculado con el ejercicio de las cartas, así sabremos que está accedido a un recuerdo que incluye la palabra teocuitlatl, después será cosa de lograr que nos recite lo que recuerda aunque no lo entienda.

- ¿No existe el riesgo de que el ejercicio de las cartas contamine la recuperación de recuerdos propios?

- Sí, por eso le transmitiremos la palabra teocuitlatl en los recesos cuando no esté interactuando con alguien más.

- ¿Para que son estos tubitos? –Preguntó Mariana señalando la parte frontal de uno de los cascos que estaban sobre el asiento de cada sillón-

El doctor Souza contestó.

- Son para aplicar por las fosas nasales dosis personalizadas de neurotransmisores.

Emplearemos glutamato como excitador y ácido gamma-aminobutírico como inhibidor.

Estos cascos se usarán por primera vez mañana y tienen todo lo necesario para aplicar la técnica que le expliqué

- Se puede generar algún daño a los niños –Preguntó Mariana-

- No con las dosis que vamos a usar, pero en grandes cantidades el glutamato puede inducir depresión.

- ¿Qué pasará si Arturo no recuerda nada?

- Significará que o no posee la información o que el bloqueo que le impusieron es demasiado fuerte.

- ¿Hay opciones en un caso así?

- Sí, pero existe el riesgo de dañar al hipocampo y generar amnesia total o epilepsia.

- ¿En que consiste esa opción?

- En utilizar ácido kaínico, que es un potente estimulante del sistema nervioso central que produce algo así como chisporroteos neuronales que disminuyen la inhibición del hipocampo pero causan convulsiones.

Es como sacudir las neuronas para ver que sale, realmente es una medida muy drástica y no me gusta, pero la decisión no será mía sino de ustedes.

Mariana se puso lívida, sabía que lo que estaba haciendo era ilegal, pero no había pensado hasta ese momento en la posibilidad de convertirse en una criminal dañando de forma irreversible a un niño de once años.

Hizo un esfuerzo por recomponerse y respondió.

- Eso se revisará a su tiempo, por ahora haga bien su trabajo para que el jueves le tengamos buenas noticias al director.

Souza sonrió entre dientes y dijo con seguridad.

- Espero que durante la sesión de mañana se incremente el puntaje de todos, eso demostrará que estamos pudiendo estimular el hipocampo y que podemos estar razonablemente confiados en que la interferencia retroactiva va a funcionar en Arturo.

Mariana había perdido interés en las explicaciones y en cuanto Souza terminó se despidió agitando brevemente su mano.

Tal como estaba programado, la primera actividad del segundo día fue equitación.

Anna se sentía tranquila ya que no había visto ninguna amenaza hacia su hermano.

- ¿Cómo te sientes? -Le preguntó mientras sus cabalgaduras eran haladas por un caballerango-

- ¡Súper!, ¡que buena idea tuviste!

- ¿Ya no estás arrepentido de haber venido?

- No porque no me has tratado mal.

- Pero sigo preocupada por ti y aun quiero que no te pierdas de mi vista ni un momento, ¿me ayudas en eso?

- Bueno, pero no exageres... mira ahí viene Alberto.

Arturo se refería a Alberto Bonilla, el instructor de equitación.

- ¡Hola Aldamas!, veo que su postura es buena y los estribos están del largo correcto ¿cómo se sienten?

- Bien, pero un poco doloridos por todas las actividades de ayer –Anna hizo un breve gesto de dolor-

- Para mañana se sentirán mejor, la idea es que la pasen bien, no de forzarlos arriba de sus límites.

- No me quejo, me duele el cuerpo pero la estoy pasando muy bien.

- En este curso no pretendo hacerlos expertos jinetes -prosiguió Alberto-, pero sí que aprendan lo indispensable para disfrutar la equitación.

Voy a enseñarles las características de un buen caballo, como ensillar, como subirse y bajarse sin lastimarse, y la postura correcta en cada estilo de monta.

Y van a cansarse porque no están acostumbrados a utilizar los músculos que entran en acción cuando se cabalga.

Lo importante es que se diviertan, así que no se imaginen que esto se pondrá cada día más difícil, al contrario, mañana saldremos de la hacienda para una cabalgata por los alrededores y en adelante esa será la rutina de todos los días.

- ¿Vamos a saltar o a correr? –Preguntó Arturo-

- No en este curso, pero quedarán listos para inscribirse a un club hípico en donde les enseñen todas esas cosas.

Bueno, me voy con otros, los veo más tarde.

Alberto se alejó para asistir a otro par de jinetes y así repitió con todos los participantes.

Tras la equitación se desgranaron las demás actividades.

La jornada fue tan agotadora como la del primer día, por lo que al llegar al curso de control mental lo que todos deseaban era cenar temprano y meterse a la cama.

Los alumnos entraron al laboratorio con el desánimo campeando en sus rostros, pero conforme cada uno iba descubriendo el nuevo aditamento de sus estaciones de trabajo su expresión cambiaba.

Lo que estaba estimulando su curiosidad y su entusiasmo eran los cascos para la estimulación de sinapsis neuronal que hacían que los de por si sofisticados sillones tomaran la apariencia de un centro de mando de una nave espacial.

En reverente silencio siguieron las instrucciones de colocarse los cascos y comenzar a familiarizarse con sus características.

- Sean ustedes bienvenidos a la primera sesión de desarrollo del poder de su mente.

La voz proveniente de los audífonos de los cascos marcó el momento en que el agotamiento fue olvidado.

- Estos cascos –continúo la voz- tienen los siguientes aditamentos: micrófono, audífonos, pantalla de cuarzo integrada, y lo necesario para estimular el desarrollo de su capacidad mental para que logren graduarse de caballeros Jedi.

El ejercicio que haremos hoy será el mismo de ayer e igual que ayer trabajarán por parejas, pero con el uso de este nuevo equipo cada uno de ustedes mejorará su puntaje y lo podrá ver en la pantalla del casco.

Vamos a ayudarlos uno por uno a ajustar unos tubitos que tiene que estar cerca de su nariz pero sin entrar en sus fosas nasales, eso será muy rápido.

En cuanto terminemos con eso deben hacer los ejercicios de respiración que aprendieron.

Después deberán empezar a trabajar con las cartas.

Junto al muro del fondo estaban los monitores en donde tres asistentes daban seguimiento a la actividad cerebral de los participantes.

El doctor Armando Souza se desplazaba nerviosamente de uno a otro lado.

Mariana estaba también ahí, pero su atención se centraba en una pantalla que mostraba para cada participante, el nombre, la cantidad de aciertos, la efectividad en la sesión, la efectividad del primer día y el incremento en efectividad durante la sesión en curso.

Arturo y Anna no formaban pareja, y estaban logrando puntajes del 100%, siendo que sus marcas anteriores habían sido del 75% para Ana y del 70% para Arturo.

Los demás tenían resultados que oscilaban entre el 80 y el 100%.

Souza concluyó que el glutamato estaba mostrando su efectividad en todos.

Cada cinco minutos había un receso para invertir roles, de tal suerte que los que tenían las cartas las entregaran a sus compañeros.

En esos momentos callaban todos los audífonos menos el de Arturo, en el que se repetía aleatoriamente, teocuitlatl....., teocuitlatl..., teocuitlatl............, teocuitlatl...

Unos veinte minutos después del inicio Anna notó por primera vez la presencia de Mariana y perdió la concentración al tiempo que empezaron a fluir de su mente los recuerdos de su primer encuentro y los eventos que se desencadenaron en su vida desde entonces.

Eso originó que las gráficas de su actividad cerebral se mostraran abundantes y activas.

- Doctor, mire esto.

Dijo uno de los asistentes y de inmediato todos miraron al monitor señalado.

Souza enlazó su micrófono de diadema a los audífonos de Anna.

- Anna, ¿qué te pasa?, ¿te sientes bien?

- Me siento muy inquieta, cuando vi a Mariana me presioné mucho y empezaron a pasar por mi mente las imágenes de cuando la conocí.

Souza, quien sabía de la participación de Anna en el complot se dirigió a Mariana para decirle con autoridad.

- Tengo que pedirle que observe desde el segundo piso.

Su presencia está alterando mucho a Anna y puede llegar a afectar a su hermano al transmitirle telepáticamente su ansiedad.

- ¿No es eso una exageración?

Souza explicó con condescendencia.

- La telepatía funciona mejor entre individuos ligados de forma afectiva y en este momento ante la presencia del glutamato y los iones de calcio estimulando eventos de sinapsis telepática, es de esperarse que Anna tenga con su hermano una conexión más eficiente que en condiciones normales.

- ¿No puede hacer algo para no tener que correrme?

- Podemos disminuir la ansiedad de Anna con gaba, pero tendríamos que mandarla a descansar y eso también alteraría a su hermano.

- ¿Gaba?, ¿qué es eso?

- Perdón, así es como generalmente se conoce al ácido gamma-aminobutírico.

Mariana, quien en ese momento no recordó lo que le había dicho Souza sobre el ácido gamma-aminobutírico, aceptó con inexpresivo rostro.

- Ah sí, bueno, en ese caso no tengo más remedio que obedecer.

¿Podría mandar la señal de éste monitor al que está arriba?

- Por supuesto, cuando llegue usted allá ya estará ésta imagen en la pantalla.

Cuando Anna vio salir a Mariana su ansiedad desapareció y Souza anotó el incidente para estudiarlo más tarde.

Durante la cena todos intercambiaron comentarios y risas, mostrando un justificado entusiasmo por sus notables avances como telépatas.

Los siguientes dos días fueron idénticos, pero sumaron impaciencia en quienes esperaban que de la mente de Arturo surgiera la información para encontrar el tesoro.

Era miércoles, durante el tiempo libre después de la cena Anna sintió la necesidad de un espacio de soledad y salió a caminar al jardín.

Ahí fue sorprendida por una voz que surgió de entre los arbustos.

- Anna, tengo que hablar contigo, es urgente y confidencial, así que por favor simula que sigues sola.

Anna, en medio de su sorpresa, tuvo la entereza de mantener la calma y responder en voz baja.

- ¿Quién eres?

- Soy Alberto, tu instructor de equitación.

- Dime.

- Estoy enterado de tu participación en este engaño y sé que te han dicho muchas mentiras para involucrarte.

Tu hermano está en un grave peligro.

Él no tiene ninguna información guardada en su cerebro, pero como ellos están convencidos de que sí, están planeando darle una droga que puede dañar su cerebro de manera severa y permanente.

Yo deseo ayudarlos a escapar, pero necesito de tu cooperación.

- ¿Crees que soy tonta?

No sé como se te ocurrió que podría yo creer en tus patrañas.

Seguramente tú eres de los que se oponen a que aparezca el tesoro y la mejor forma de lograr lo que quieren es asesinando a mi hermano.

- Te aseguro que no es eso, tu papá ya está enterado de lo que pasa y pensó en venir para que ustedes no desconfiaran, pero como lo están vigilando todo el tiempo prefirió no correr el riesgo de que se descubriera el plan de rescate.

- ¿Sabe mi papá que yo estuve de acuerdo en que hipnotizaran a mi hermano?

- No se le dijo eso porque tú estás actuando de buena fe y no quisimos crear un conflicto innecesario.

- Entonces llamaré por teléfono a mi papá y le preguntaré si es que es cierto lo que dices.

- No podrás, porque esta es una zona de silencio para los teléfonos móviles y las señales de radio.

Pero llamarlo es lo primero que tienes que hacer en cuanto puedas.

Anna se sintió en una complicada encrucijada y optó por simular que creía lo dicho por Alberto.

- De acuerdo ¿cuál es el plan?

- Mañana en cuanto salgamos a cabalgar vayan en dirección del sol, treinta minutos adelante un helicóptero se aproximará a ustedes.

Dejen los caballos y no se preocupen por ellos, saben regresar solos.

- ¿Tú te quedarás?

- Debo hacerlo.

Alberto desapareció de la escena con el mismo sigilo con que se aproximó, Anna volteó para asegurarse de que era él, pero solo pudo ver como se movían los matorrales indicando la dirección por donde se había alejado.

En cuanto quedó sola tomó la decisión de informarle a Mariana del asunto evitando que Alberto se enterara, pero primero tenía que asegurarse de que su hermano estaba seguro.

Con esa idea en mente se regresó a su habitación.

Ahí ya estaba Arturo, quien siguiendo sus instrucciones desde la primera noche había simulado ir a dormir en su alcoba para escabullirse después a la de ella.

- Fue rápido tu paseo ¿no bodoque?

- Escucha, tengo que salir nuevamente, apaga la luz y mantente despierto, atranca la puerta con la silla y no le abras a nadie, yo saldré y regresaré por la ventana, ciérrala cuando me vaya y no corras el pasador.

- ¿Qué te pasa?, ¿porqué tanto misterio?, ¿vas a ver a tu novio?

- ¡Qué novio ni que nada!, ¿estás loco?

- Pues cuando las mujeres se ponen misteriosas es porque van a ver al novio. ¡Tienes novio, tienes novio, tienes novio!, ¡ja, ja, ja, ja...!

- ¡No te hagas el payaso!, ¡y cállate por favor!

Anna se trepó a la ventana y desapareció de la vista de Arturo, quien cambió su rostro burlón por el de sorpresa al ver la agilidad con que se descolgó su hermana usando de escalera la tubería de desagüe de la azotea.

Ella no lo sabía, pero las dosis de glutamato y el bombardeo de iones de calcio habían multiplicado la capacidad de aprendizaje de todos los participantes en el campamento y los cuatro días de prácticas de escalamiento le habían dado la experiencia de cuando menos un mes.

Rodeó la construcción hasta que tuvo a la vista la oficina donde sabía que Mariana estaba trabajando y se detuvo a estudiar la forma de subir hasta ahí.

Del muro surgía un acueducto que ya no operaba como tal y que había sido remozado para convertirlo en elemento decorativo, solo tenía unos cuarenta metros de longitud y terminaba con un corte a cuarenta y cinco grados que disminuía bruscamente su altura hasta unos sesenta centímetros del suelo, y fue precisamente por ahí por donde Anna subió hasta la cresta para después caminar por ella hasta llegar al muro y usar un alero de escasos veinte centímetros de ancho para desplazarse dando pasos laterales hasta el balcón de la iluminada oficina, ya ahí brincó el barandal de herrería y se agazapó.

Cuando las palpitaciones de su corazón se acallaron, acercó su oído a la madera de la puerta para asegurarse que Mariana estaba sola.

Escuchó que Mariana decía en tono de insistencia y súplica.

- ... no tiene caso de que venga, aún no hay ningún resultado.

El doctor Souza ya se está poniendo nervioso y me dice que si queremos resultados rápidos tenemos que autorizarle que use un potente estimulante que se llama ácido kaínico.

Eso es muy peligroso porque puede destruir el cerebro del niño.

Yo propongo que nos tomemos más tiempo para seguir aplicando el tratamiento actual y que les digamos a los padres de los niños que les obsequiaremos a sus hijos cuatro o cinco días más de campamento.

Anna quedó boquiabierta, Alberto tenía razón.

¡Su hermano estaba en un grave peligro!, contuvo su miedo y continúo escuchando.

- ... nadie más sabe en donde están... no, yo no veo ninguna posibilidad de fuga, están felices y no sospechan absolutamente nada, pero...

¿No se dan cuenta que lo podemos volver loco?... no entiendo la razón de tanta premura, han esperado más de ochenta años y ahora que estamos tan cerca, dos o tres días les parece un plazo intolerable...

No, no he comentado esto con nadie..., bueno sí, con Alberto, así que...pe...pe...,

¡No tienes derecho a decirme cobarde!

¡He hecho todo lo que me han pedido pero no veo por qué sacrificar a este niño!...

Yo no daré esa orden, si deseas que sea así llama directamente a Souza.

Yo me lavo las manos.

Mariana colgó el teléfono y se paseó nerviosamente en la habitación, primero hacia la puerta, después hacia el escritorio y por último hacia el balcón, estaba por abrirlo y descubrir a Anna cuando el teléfono timbró nuevamente.

Se apresuró a contestar.

- ¡Soy insubordinada pero no una traidora!

Sé que estoy en esto hasta el cuello, pero si llego a la cárcel será con la conciencia limpia de este crimen...

Anna no necesitaba escuchar más, brincó el barandal del balcón y se alejó por donde había llegado.

Al trepar a la ventana de su cuarto Arturo la ayudó en el último impulso.

- Ya me tenías nervioso, te tardaste muchísimo.

- ¿Cuál muchísimo? apenas fueron como diez minutos

- ¡Fue una eternidad!

- Bueno ya...

El asunto es grave y tenemos que escaparnos de aquí porque piensan darnos una droga muy peligrosa que puede dejarnos sin cerebro.

- Pero... ¿por qué?

- Porque están locos, acabo de escuchar a Mariana decirlo.

- ¿Cómo le vamos a hacer?

- Mira, no sé como ni porqué, pero papá esta enterado y Alberto me avisó que mandará un helicóptero por nosotros mañana temprano.

- ¿Qué Alberto?

- Pues Alberto, nuestro instructor de equitación ¿cuál otro?

Mira, mañana cuando salgamos al paseo a caballo tomaremos con rumbo al sol para encontrarnos con el helicóptero.

- ¿Papá contrató a Alberto?

- Eso no lo sé, pero lo que me advirtió Alberto quedó comprobado con lo que escuché que dijo Mariana así que lo mejor es irnos.

- Y los otros..., ¿a ellos sí les quitarán el cerebro?

- Yo creo que cuando se den cuenta de nuestra fuga dejarán ir a todos por miedo a que mandemos a la policía.

- ¡Súper!, esto es de película, ¡síiii!

- ¡No es un juego chamaquito! ¡Deja de brincar y metete a la cama!

- ¡Estás loca! ¿Crees que me voy a poder dormir?, es más ¿crees que tú vas a dormir?

Arturo sí durmió porque lo que le contó su hermana le sirvió como historia para dormir.

Anna durmió mal pero no tan mal como ella misma creyó.

Camino a las caballerizas coincidieron con los demás niños y se sumaron al bullicio y las risas.

Cada quien ensilló su caballo y Alberto dio el ajuste final a todos los cintos.

Salieron de las caballerizas cabalgando en parejas.

- Deben mirar siempre al frente –instruyó Alberto al grupo-, y tener cuidado de que sus caballos no alcancen y menos rebasen a los de adelante, no quiero que se inicien competencias accidentales.

Anna y Arturo fueron colocados al final de la columna y al franquear el portón de la alta barda que circundaba el casco de la hacienda, tomaron hacia la derecha mientras los demás se fueron por la izquierda.

Cabalgando al trote avanzaron cerca de veinticinco minutos y vieron en la distancia acercarse a un helicóptero que se detuvo sobre sus cabezas, pero a bastante altura, de inmediato de apearon de sus cabalgaduras y las azuzaron para que se alejaran.

El helicóptero bajó y cuando tocó el suelo el piloto abrió la puerta para saludarlos levantando el dedo pulgar e invitándolos a subir.

Apenas tomaron altura Anna marcó el número del teléfono móvil de su papá, quien tras ver su nombre en la pantalla se apresuró a contestar.

- ¡Hijita!, ¡bendito sea Dios!, ¿están bien?

- Sí papá, los dos estamos bien, ya estamos en el helicóptero, pero apenas te puedo oír por el ruido.

Te paso a mi hermano.

Arturo tomó el teléfono.

- Papá, ¡estamos volando!, ¡nunca me había subido a un helicóptero en toda mi vida!, ¡se siente súper!

- ¡Bendito sea Dios!

Hijito, pregúntale al piloto en donde los podremos recoger.

Arturo gritó al piloto la pregunta y obtuvo como respuesta que en el estacionamiento del estadio en veinte minutos.

- ¡En el estacionamiento del estadio en veinte minutos! –Repitió Arturo sin disminuir el volumen de su voz, causando que Aldama se alejara el teléfono de la oreja-

- Sí hijo, ya te escuché, gracias, tu mamá y yo los recibiremos ahí en veinte minutos.

Les mandamos muchos besos...

Fue hasta entonces que Aldama sintió que podía comentar con su esposa lo que estaba pasando, pero no se le ocurría por donde empezar.

- Amor..., tenemos que salir a recibir a los hijos.

- Pero apenas es jueves y ellos llegarán hasta el domingo.

Se nota que los extrañas pa', pero hay que seguir esperando.

- No, en serio están por llegar en veinte minutos, Anna me llamó al celular.

- Pero... ¿y eso por qué?, ¿están bien?, ¿pasó algo?

- Están bien y de buenas..., solo que bueno...

- ¿Bueno qué?, ¡ya por favor dime!

- Están bien.

El campamento era una farsa, realmente estuvieron secuestrados y en este momento vienen volando en un helicóptero que aterrizará en el estacionamiento del estadio.

- ¡¿Cómo que secuestrados?!

¡Yo misma los llevé y la organizadora los recibió!

- Pues todo fue un montaje muy bien hecho.

- Y, ¿cómo es que te enteraste y quién los rescató?

- Todo eso te lo explicaré con detalle pero en el camino, no sea que lleguen primero que nosotros.

En el auto Dulce María levantaba los brazos con dedos crispados mientras negaba con la cabeza y conforme se enteraba de la realidad sobre el campamento de verano su expresión cambiaba de la sorpresa a la angustia y a la furia.

De lo que no fue informada es que estaban siendo vigilados y que la brusca maniobra que realizó su esposo para cambiar de ruta no había sido producto de su nerviosismo, sino para evadir a los que los seguían, quienes se vieron forzados a continuar por la avenida en que circulaban para no hacer evidente su presencia.

Por experiencias anteriores Aldama sabía que cuando pasaba algo así, los vigilantes se conformaban con las indicaciones que les daba el localizador que habían puesto en el auto y esperaban pacientemente a que regresara a su casa.

Tras desprenderse de sus seguidores se dirigió al estacionamiento de un centro comercial cercano al estadio, donde le pidió a Dulce María que llamara a Anna y le preguntara sobre el tiempo que les faltaba para llegar.

Él salió del auto para remover el localizador satelital.

Después, valiéndose de su adherencia magnética lo colocó en un poste de hierro.

Cuando regresó a sentarse frente al volante se enteró de que el helicóptero llegaría en siete minutos, por lo que de inmediato arrancó el motor y se dirigió al estadio.

- Entonces estos malditos "perseguidores", pueden intentar recapturar a Arturo, ¿no? –Cuestionó Dulce María-

- Según el profesor, no, porque al no haber encontrado nada en su memoria no tendrán ningún interés en él.

- El profesor, el profesor, ese hombre solo nos ha creado problemas, no creo que su opinión sea de confiar, mejor salgamos del país ya que bendito sea Dios tenemos con que.

- Sí, tienes razón, García nunca me ha dicho toda la verdad de lo que pasa y lo mejor es alejarse de él, pero estas dos sociedades tienen gente en todo el mundo, así que sería bueno cambiarnos de nombre y ocultarnos en donde menos se les pueda ocurrir.

- ¿Australia?

- Pues no se oye mal, Australia o Nueva Zelanda son buenos lugares para vivir.

¡Mira!, ¡allá se ve el helicóptero!

No más de tres minutos después, toda la familia se estaba abrazando con exaltada animosidad.

- ¡Mamá!, mamita, no llores, ¡estamos bien!

- Ay Anna, es que me asusté mucho cuando tu papá me contó todo y eso fue en el camino para acá.

Y viejo... -Dijo Dulce María dirigiéndose a su esposo-, hiciste muy mal en ocultarme las cosas tantos días.

¡Nunca!, me oyes, ¡nunca! me vuelvas a ocultar cosas de mis hijos.

- No, ma', nunca había pasado algo así ni tiene porqué volver a pasar, claro que en adelante quedan cancelados los cursos de verano.

- Pero por supuesto, yo nunca más me separaré de mis hijos.

- Y tú m'hijo, ¿qué dices?, ¿te trataron muy mal? –Preguntó Aldama-

- No, a todos nos trataron muy bien, solo que Anna descubrió que nos querían quitar el cerebro y ahora que ya nosotros nos escapamos hay que rescatar a todos los que se quedaron.

- Eso lo tenemos que platicar en la casa, miren, el helicóptero ya se va y nosotros también tenemos que salir de aquí.

El piloto, quien nunca dejó su asiento, levantó la mano en señal de despedida y despegó en medio de una violenta tolvanera que forzó a los cuatro a abrazarse más estrechamente que cuando se saludaron.

La revisión de lo sucedido no podía esperar, por lo que en el auto continuó el intenso intercambio de comentarios.

- A ver hijito, como estuvo eso de que Anna se enteró de que les querían quitar el cerebro –Inquirió Aldama-

- Pues le dijo Alberto, el maestro de equitación, pero... ¿y tú cómo supiste?

- Pues mira m'hijo, esa es una historia bastante complicada que te contaré con calma, pero primero quiero saber que fue lo pasó allá para poder tomar decisiones que eviten que nos pase algo así nuevamente.

Así que vamos por partes, ¿quién les avisó del helicóptero?

Arturo respondió enfatizando con las manos lo obvio de la respuesta.

- Pues Alberto.

Pero mejor que te diga Anna, porque fue ella la que platicó con él.

¿Verdad hermana?

- Sí papá –intervino Anna de inmediato-, me dijo que nos querían dar una droga que podía destruirnos el cerebro y que tú estabas enterado de todo.

- Pues no, no de todo, yo sabía que los tenían ahí por engaños, pero no de que corrían ese peligro.

- ¿Ves viejo?, lo que te decía, ese tal profesor Elías no es de confiar - Insistió Dulce María-

Arturo, quién mantenía su estado de euforia sin tomar conciencia del peligro en que había estado, intervino nuevamente en la conversación dirigiéndose a su hermana.

- Pero diles de cuando saliste por la ventana y espiaste a Mariana.

- A ver Anna, platícanos esa parte con todos los detalles -enfatizó Aldama conocedor de la tendencia de su hija por ocultar sus atrevidas ocurrencias-

- Este... sí... yo... quise comprobar si lo que decía Alberto era cierto y fui a la oficina de la directora que fue la persona que nos recibió para ir al campamento, y...

- Fuiste y tocaste para preguntarle, ¿no?

- Nooo, ¿qué te pasa papá?, escuché desde el balcón lo que platicaba por teléfono.

- Humm, desde el balcón... eso quiere decir que la oficina estaba en alto, ¿no?

¿Qué tan alto estaba el balcón?

- Pues... ¿cuatro metros?

- ¿Y como te subiste?

- Pues... primero por un acueducto con arcos y todo y después por la pared y luego... brinqué al balcón.

Dulce María no pudo contener su ansiedad y reclamó airada.

- ¡Te pudiste matar!, ¡chamaca irresponsable!

- Pues no mamá, siempre estuve segura, soy muy buena escalando, además no podía yo creerle a Alberto así como así y no tenía forma de llamarlos a ustedes.

- Sí, hijita, disculpa, estoy muy nerviosa y asustada, pero tienes razón, tuviste que actuar e hiciste lo correcto, yo creo que yo hubiera hecho lo mismo.

- Lo mismo y a lo mejor más -intervino Aldama-, acuérdate que de recién casados te subiste a la azotea de la casa trepando por el calentador de agua.

- Ay, ya olvídate de eso, no quiero que les des ideas a los hijos.

- Bueno, está bien, pero a ver Anna, ¿qué fue lo que escuchaste? –Insistió Aldama-

- Mariana estaba hablando por teléfono –continuó Anna-, creo que con su jefe y le decía que no estaba de acuerdo en usar esa droga, que debían esperarse unos días más y que si él quería que le hablara directamente al doctor Souza que era el que nos iba a dar la droga.

- Entonces me temo que esto no ha terminado –señaló Aldama con seriedad-

Hoy no regresaremos a la casa, nos iremos a un hotel aquí en Querétaro mientras nos organizamos y para reducir el riesgo de que nos sigan dejaremos este auto en el estacionamiento subterráneo que está frente a la iglesia de San Francisco y tomaremos un taxi.

Yo creo que hoy mismo debemos irnos a México y de ahí a Australia lo más pronto posible.

Dulce María presionó la mano de Aldama en señal de solidaridad.

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