CAPÍTULO 33. EL COMPLOT TELEPÁTICO
Eran las tres de la tarde del segundo día del nuevo cautiverio de Anna.
Ica Mitchell estaba acercándose por carretera a la Ciudad de México.
Bob Dumas y Nancy Ellis también estaban en México y se dirigían en taxi a la cede del partido político de Hernán Cenizo.
Anna miraba con inquietud la televisión, vivía por primera vez un cautiverio que no proveía suficientes desahogos a su hiperactividad.
Estaba tensa y angustiada.
La noche anterior había conversado telepáticamente con su hermano, pero temía que hubiera sido una ilusión surgida de sus miedos.
Habían convenido pintar en el techo de la casa en donde estaba, una cruz de color blanco que pudiera ser identificada desde el aire.
Abrigaba la esperanza de haber logrado transmitir que creía encontrarse en las cercanías del parque nacional La Marquesa.
Normalmente, después de enlazarse con su hermano se sentía relajada y feliz.
Pero ahora estaba urgida de no cometer equivocaciones y eso mermaba su confianza hasta un punto desquiciante.
Había encontrado en el clóset de visitas de la sala, varios botes de pintura y varias brochas anchas.
De momento no les vio utilidad.
Fue hasta que sintió estar conversando con su hermano y pensar en cómo ayudar a que la encontraran, cuando redondeó la idea.
Urdió la estrategia para hacerse de la pintura y subir al techo, y decidió ponerla en práctica a las dos de la madrugada.
Mientras ella se revolvía entre dudas y nervios sus compañeros de drama se movían también rumbó al desenlace de sus personales aventuras.
Nancy Ellis recibió una llamada telefónica poco antes de llegar a las oficinas de Cenizo, cuando aún estaba a bordo del taxi.
En ella, Ica, sin darle indicios de que estaba circulando en la carretera Querétaro-México, le informó de la captura de Anna por parte de Hernán Cenizo.
La audaz periodista no compartió con Dumas la naturaleza de la llamada y simuló estar atendiendo un asunto familiar.
Al poco arribaron a su destino y fueron hechos esperar brevemente antes de ser conducidos a la sala de juntas en donde ya los esperaba Cenizo.
- Licenciado –dijo Nancy tras saludar de mano y en silencio-, ante todo le agradezco que nos reciba, sabemos que su agenda siempre es muy intensa.
Cenizo respondió con frialdad.
- Siempre es un gran gusto platicar con la prensa de su país.
La lucha en la que estamos requiere que el público norteamericano sepa que no soy una amenaza ni para la democracia ni para la libre empresa.
Y déjeme felicitarla por lo bien que habla usted español.
¿Dónde lo aprendió?
- En la universidad, pero además vengo con frecuencia desde los dieciséis años.
- ¿Y usted también habla español? –Preguntó Cenizo dirigiéndose a Bob-
- Solo un poco, la experta es mi amiga.
Respondió Bob con un fuerte acento plagado de sonoras erres y úes.
Temiendo que Cenizo tomara el control de la entrevista para hablar solo de lo que él quisiera, Nancy decidió atacar primero.
- Recibimos información de su especial amistad con el desaparecido obispo Miguel Calderón y de sus posibles nexos con una célula subversiva encabezada por el escritor Ignacio Aldama.
Además tenemos evidencias de que Anna Aldama, la hija del señor Aldama, lo visitó el día de ayer.
¿Desea usted hacer algún comentario al respecto antes de que publiquemos la nota?
Conforme Nancy hablaba la expresión de Cenizo migró de la intrascendencia al total desconcierto.
Cenizo limpió su garganta y comenzó a hablar lenta y cuidadosamente.
- No tengo suficiente información para responder a su pregunta.
- ¿Es usted amigo del obispo Calderón? –Insistió Nancy-
- Siempre he respetado su figura como representante de la iglesia.
Pero solo platiqué con él en una ocasión para limar asperezas de un mal entendido.
- ¿Cuáles son sus nexos con Ignacio Aldama?
- A ese señor no lo conozco y solo sé que es escritor porque usted acaba de mencionarlo.
Yo nunca he leído nada de él.
El lenguaje corporal de Cenizo respaldó su dicho.
- No conoce a Ignacio Aldama pero su hija Anna entró a su oficina apenas ayer.
¿Qué asuntos trató con ella?
- Tal vez vino, pero yo no me entrevisto con todos los que vienen.
¿Y usted como se enteró?
¿Ha estado vigilando mis oficinas como cuando descubrió el lugar en donde tenían secuestrado al obispo Calderón?
Evidentemente Cenizo había leído todo sobre la historia que hacía un año había llenado los titulares de todos los periódicos.
- No, pero como nunca había venido por esta zona de la ciudad, decidí localizar su oficina un día antes para no tener inconvenientes hoy.
La casualidad permitió que cuando yo pasaba enfrente viera a Anna Aldama entrar aquí.
Cenizo se descontroló brevemente pero recuperó el ánimo para decir.
- Miren, ya descubrí su juego, ustedes son parte de un nuevo complot en mi contra.
- Licenciado Cenizo –Nancy estaba indignada-
Tengo pruebas de lo que le digo, ¿quiere verlas?
- Nada de lo que me ha dicho es verdad –Cenizo oprimió el botón que llamaba a sus guardias de seguridad-
A mi nadie me toma el pelo y menos una chachalaca rubia.
¡Retírense de mi presencia!
¡Ya no contestaré más preguntas!
- Señor, como no tiene más que decir, publicaremos lo que sabemos.
Cenizo ya no respondió y se limitó a ponerse de pie al tiempo que entraban a su oficina los dos asistentes que había llevado a Anna a su cautiverio.
- La señorita y el mister se retiran –Sentenció Cenizo-
Nancy y Bob salieron sin chistar.
Bob estaba satisfecho de lo que había visto y escuchado.
Seguía sin respuestas claras sobre la ejecución de Calderón, pero saboreó la oportunidad de atestiguar como funcionaba bajo presión el político que había sido reclutado para el proyecto Aztec Gold.
Se quedó con la idea de que Cenizo respetaba sinceramente la imagen del obispo Calderón y que lamentaba su desaparición.
Concluyó también que no había intervenido en su ejecución.
Nancy por su parte estaba furiosa, había previsto gritos de indignación de parte de Cenizo pero no agresión verbal en su contra.
Le incomodaba sobre todo el no poder publicar nada porque nada de lo que creía saber había sido confirmado por alguien ajeno a la CIA.
- Creo que arruiné todo –Comentó-
Si tan solo hubiera esperado un poco más antes de ponerle toda la presión...
- Pues yo pienso que hiciste lo correcto –Aseveró Bob-
Realmente resultó perfecto.
- ¿Perfecto?, ¿perfecto?, ¿a esto llamas perfecto?
- Claro, vinimos a conocer a Cenizo y lo logramos.
- Eso es estúpido. No dijo nada de él.
- Me resulta claro que para ti la única forma de comunicación son las palabras, y eso querida amiga, es lo que es realmente estúpido.
Para empezar Cenizo proyecta estar muy seguro de si mismo.
Cuando lo pusiste contra la pared, nos dijo que le preocupa que ahora sus opositores estén tratando de vincularlo con la desaparición del obispo Calderón y con un agitador que no conoce.
También dejó ver que tiene buen sentido del humor, aún en las situaciones más incómodas.
Por cierto, ¿que es una chachalaca güera?
- Güera es rubia y chachalaca es un pájaro que hace mucho ruido.
Así les dicen a las personas que hablan y hablan sin callarse.
Nancy estaba gratamente sorprendida por la aprobación de Bob y comenzaba a borrar la negativa opinión que de él tenía.
Bob sonrió socarronamente.
- Entonces –dijo- tengo que admitir que Cenizo, en ocasiones, es admirablemente preciso.
Nancy le propinó un fuerte manazo en el estomago que no logró lastimarlo en lo más mínimo, pero Bob sobreactuó para no frustrar más a su furiosa novel recluta.
Ambos sonrieron, después, sin decir más se pusieron a buscar un taxi con tan buena suerte que al poco estaban ya en camino de regreso a su hotel.
- ¿Qué haremos ahora? -Preguntó Nancy al entrar al elevador-
- Por el momento nada más, en una hora dejamos el hotel.
Hoy mismo nos regresaremos a Washington.
Nancy abandonó el elevador en el segundo piso y ya en su habitación telefoneó a Ica, quien estaba entrando a la Ciudad de México.
- Ica, estoy en México y me regreso a Washington en unas horas.
Cuando me llamaste para decirme lo de Anna, estaba con Bob Dumas casi a punto de iniciar una entrevista con Hernán Cenizo y no pude avisarte porque Bob estaba escuchándome.
La entrevista fue un fracaso total porque Cenizo terminó por corrernos después de que le pregunté sobre su relación con el obispo Calderón y el negó saber del asunto.
La sorpresa para Ica fue mayúscula porque ni por asomo se le había ocurrido que la CIA continuaría sus pesquisas en México.
- ¿Por qué estaba Dumas contigo?
Nancy no podía decirle que la C.I.A. la había reclutado, así que se sacó de la manga una mentira creíble.
- Desde el penoso asunto de mi metida de pata con lo de tu papá, la C.I.A me pidió que le informara sobre cualquier acercamiento que tuviera con políticos mexicanos.
Cuando entrevisté al obispo Calderón solo tomaron nota.
Pero ahora que avisé que entrevistaría a Cenizo, Dumas insistió en acompañarme porque según me dijo se había convertido en persona de interés para la agencia.
Fue Dumas quien me recomendó que preguntara sobre Cotera.
Me preocupa lo que me dijiste sobre de que la chica Aldama está secuestrada por Cenizo, pero no toqué el asunto en la entrevista para no propiciar que Dumas me interrogue sobre mi fuente.
Nancy lamentó mentir, pero estaba impedida de revelar información que la C.I.A. consideraba secreta.
Ica se despidió sin dejar saber a Nancy que estaba en la Ciudad de México.
A ella también le incomodó escatimarle información a su amiga.
Dos horas después estaba en la reunión por la que había hecho el viaje.
Lideraba el profesor García y asistían aparte de Ica, el doctor Velázquez, el general Esquivel, Alberto, e Ignacio Aldama.
El profesor estaba haciendo uso de la palabra.
- Que la periodista Nancy Ellis le hubiera preguntado a Cenizo sobre Calderón en presencia del agente Dumas, seguramente influirá para que considere que lo que más le conviene ahora es liberar a Anna sin dejar rastros de su participación en el secuestro.
He observado por años a Cenizo y no creo que tenga la intención de lastimarla.
Pero tiene traidores dentro de su grupo a los que si se les puede ocurrir dañarla para causarle problemas.
El general Esquivel pidió la palabra levantando levemente la mano.
- Arturo reporta que Anna le dijo que está en una casa por el rumbo de La Marquesa.
A partir de eso estamos elaborando un plan para rescatarla pasado mañana.
- Eso está muy bien -Dijo el profesor-
Pero una agresión contra Anna puede suceder en cualquier momento.
Creo que la casa de La Marquesa es un lugar seguro porque dudo que existan elementos que vinculen ese lugar con Cenizo.
Quien quiera dañarlo con Anna esperará a que ella esté en un lugar o situación que lo involucre.
Por eso es necesario que propiciemos que Cenizo la deje en donde está hasta pasado mañana, que es cuando podremos rescatarla.
Le tengo que pedir -Se dirigió a Ica- que le llame a Cenizo por teléfono para decirle que le concede la entrevista que le solicitó.
Con seguridad optará por retener a Anna hasta poder platicar con usted.
- Lo haré en este momento si es necesario.
- Gracias Ica, lo haremos en cuanto termine esta reunión.
Ahora pasemos al punto cuya conclusión resolverá de raíz todos nuestros problemas como lo es el del inicio de la nueva generación de depositarios.
Con un ligero movimiento de cabeza, el profesor García indicó al doctor Velázquez que tomara la palabra.
- Pues todo está listo para entrar a la recta final.
Lo primero es asegurarnos de que la señora Mitchell tenga la condición física adecuada para resistir el tremendo esfuerzo a que se someterá su corazón durante la regresión que le dará acceso a sus recuerdos.
Después procederé a desintoxicar su organismo para que esté en óptimas condiciones.
- ¿En donde hará eso y cuanto tiempo requiere? –Preguntó García -
- Aquí en el laboratorio revisaré su condición física.
Eso me tomará tres días.
Después en el lugar donde haremos la iniciación de los nuevos depositarios procederé a desintoxicarlos a todos.
Eso podrá tomar de tres a diez días dependiendo de la condición en que se encuentren la señora y los niños.
- Adelante entonces –Dijo el profesor con firmeza-
Ica, por favor quédese para que definamos lo que le dirá a Cenizo.
Velázquez, Esquivel, Alberto y Aldama, abandonaron la sala.
Ica permaneció.
Poco después, Hernán Cenizo recibió una llamada de la ex congresista Mitchell invitándolo a reunirse el siguiente domingo en el restaurante de un conocido hotel sobre el Paseo de la Reforma.
La llamada de Ica lo sorprendió grandemente porque ignoraba que Muñoz había usado su nombre para solicitarle una reunión.
Aún así aceptó gustoso la oportunidad de reunirse con ella.
Tras colgar llamó a su secretaria.
- En cuanto llegue Muñoz dígale que venga.
Cinco minutos después entró a su oficina su jefe de staff.
- La periodista gringa que descubrió el secuestro del obispo Calderón vino a preguntarme de mi amistad con el obispo y sobre una tal Anna Aldama que según ella vino a visitarme ayer.
Y hace un momento me llamó la congresista Ica Mitchell para proponerme una reunión el próximo domingo.
¿Tienes alguna idea de lo que está pasando?
Muñoz estaba más sorprendido que su jefe.
Cuando Ica no apareció en el aeropuerto supuso que había cambiado sus planes.
Ahora descubría que no solo estaba en México, sino que se las había arreglado para sacarlo de la jugada.
El que la periodista norteamericana y ahora su jefe supieran de que Anna había estado en la oficina lo desquiciaban.
- Pues... mira... -Balbuceó-
No creo que sea casualidad que todo haya sucedido el mismo día, estos gringos siempre se ponen de acuerdo para jodernos.
Yo... bueno, ayer vino esta señorita Anna Aldama para pedirte que la protejas y que la ayudes a recuperar el tesoro de Cuauhtémoc.
La historia que cuenta es increíble y opté por no informarte ni involucrarte hasta que te pudiera dar una información completa.
La hice llevar a la casa de un amigo mío que está camino a Toluca.
No contaba con que te fueras a enterar antes de que yo tuviera suficiente información del caso y pues no te puedo decir más que está segura y sigo pensando que es peligroso que tú te involucres sin saber bien a bien de qué se trata.
No tengo idea de qué pitos toca la periodista gringa, pero me da la idea de que esto es más complicado de lo que imaginé.
Cenizo hirvió por dentro ante la evidencia de que su hombre de confianza había actuado a sus espaldas.
No era válido que dijera que lo estaba protegiendo.
Todo mundo identificaba a Muñoz como su representante, y si estaba involucrado con Anna Aldama, no había forma de que él no estuviera ya embarrado.
Su largamente cultivada prudencia le hizo no confrontar en ese momento a su desleal subordinado para poder averiguar que más le estaba ocultando y mantenerse alerta.
Con eso en mente decidió ponerlo a prueba encargándole una comprometedora misión que de ser descubierta terminaría con la carrera política de Muñoz.
- Me vas a tener que explicar lo del tesoro de Cuauhtémoc, pero eso lo vamos a dejar para después.
Me urge que le pidas a Archundia que te diga todo lo que sabe sobre la desaparición del obispo Calderón.
Saturnino Muñoz reaccionó con temor y asombro.
- Yo creo que no es el momento de arriesgarse a que me vean con él o con alguna de sus gentes.
Seguramente están más vigilados que nosotros y eso ya es decir.
- Lo sé.
Si no te sientes capaz de hacer esto bien, dímelo para apoyarme en alguien más.
- No es justo que me digas eso, mi interés es protegerte a ti no a mí.
Pero ni modo, si esa es tú decisión sabes que puedes contar conmigo.
Mañana te daré resultados.
Archundia era un amigo de Muñoz que había conocido en la escuela secundaria, con quien desde entonces había compartido la obsesión por alejarse de la miseria de su infancia sin reparar en medios o modos, y con quien había convenido no exhibir su relación porque uno había optado por la política y el otro se había convertido en un poderoso operador del narcotráfico que invertía mucho dinero para mantenerse oculto.
Tenían prevista la posibilidad de tener que comunicarse y habían diseñado un complicado protocolo que permitió a Muñoz llegar hasta Archundia en menos de dos horas.
Así que no al día siguiente, sino esa misma noche a eso de las diez, Cenizo recibió una sorprendente información.
- Archundia asegura que el obispo Calderón era y tal vez sigue siendo agente de la CIA y que ningún cartel fue responsable de su desaparición.
- A ver, yo soy muy lento para estas cosas -dijo Cenizo socarronamente-
Así que me lo vas a tener que repetir, pero dándome detalles de lo que te dijo.
- Pues así como te lo dije me lo soltó él, aunque con más palabras –Explicó Muñoz nerviosamente-
- Entonces dímelo con más palabras.
- Cuando le dije que necesitabas saber lo que había pasado con Calderón se puso muy serio y me dijo que él estaba a punto de preguntarte lo mismo.
Me comentó que algunos de sus contactos en el gobierno se habían asustado pensando en que había sido él quien desapareció a Calderón, y que estaba hasta la madre de que siempre lo agarraran de papel sanitario.
Entonces me dijo.
"Dile que si no sabe nada entonces se trata de una bronca demasiado grande para él, Calderón trabajaba para la CIA y para cualquiera que le llegara al precio.
No tengo idea de con quién se peleó, pero la oficina en donde dicen que estaba cuando lo vieron por última vez era realmente su oficina de la CIA.
Al que agarraron ahí y salió en la tele desfigurado a golpes es un agente de la CIA que ya clonaron para dejar a su doble en la cárcel".
Cenizo aceptó como cierto lo que escuchaba porque le constaba de tiempo atrás la eficiencia de la red de información que tenía Archundia.
Ahogado en reflexiones no lograba poner en orden sus ideas con la celeridad que sus temores le demandaban.
¿Sería todo una trampa de la CIA?
¿Sería la CIA la que le dijo a la güera que lo buscara?
¿Por qué estaban tratando de involucrarlo con Calderón?
¿Qué tiene que ver en todo esto el tesoro de Cuauhtémoc?
¿Qué tanto más sabía Muñoz?
Le incomodaba depender de él para comunicarse con Archundia, pero exponerse a que saliera a luz pública cualquier tipo de nexo con tan cuestionable personaje era impensable.
Por el momento se conformó con lo que tenía y reinició su interrogatorio a Muñoz.
- Ahora necesito que me digas todo lo que no me has dicho del tesoro de Cuauhtémoc y de Anna Aldama.
No trates de enredarme, no me repitas que pensaste en protegerme porque la verdad es que me metiste en el problema hasta el cuello.
El único que quedó protegido fuiste tú porque si esto explota podrás decir que solo recibiste órdenes.
Muñoz tragó gordo, estaba a punto de perder la confianza de Cenizo y eso significaba el fin de su carrera política.
Decidió arriesgarse un poco más y darse una última oportunidad de hacerse del más fabuloso tesoro de la historia.
- Por favor considera que si mi intención fuera crearte problemas hubiera llevado a la señorita Aldama a tu cabaña de Rio Frío y no a una casa que nunca has visitado y que ni siquiera sabes de quien es.
Hace unos días llegó a la oficina un sobre sin remitente con una carta del obispo Calderón.
Cosa extrañísima porque se supone que está secuestrado, bueno, el caso es que esta redactado como si fuera un testamento.
Traía una nota que decía que la recibías porque el obispo dejó instrucciones de que si lo desaparecían, que te la enviaran.
Decía ahí que él encabeza una organización muy antigua creada por instrucciones del emperador Cuauhtémoc, que tiene la responsabilidad de custodiar un enorme tesoro para ser entregado al tlatoani que reinstaure el imperio azteca.
Te nombró ese tlatoani, e incluyó la información para localizar el tesoro.
Al respecto mencionó cosas tan raras que me convencieron de la conveniencia de no involucrarte hasta que yo pudiera verificarlas y tener la seguridad que no te estaban poniendo una trampa.
- ¿Qué cosas raras? –Demandó Cenizo-
- Que el mapa del tesoro lo tiene Ica Mitchell pero que no te lo entregará a menos que le digas la contraseña correcta.
Que quien puede darte la contraseña es Anna Aldama y que debías localizarla.
- ¿Cómo supo esa periodista de todo esto?
- Lo ignoro, el obispo nunca la mencionó.
- Quiero leer esa carta.
- Esa carta concluía con la petición de que fuera destruida en cuanto fuera leída.
Eso fue lo que hice porque realmente era muy comprometedora.
- ¿Por qué me dijo la señora Mitchell que estaba respondiendo a mi invitación de reunirnos?
- Porque yo la invité en tu nombre.
Pensaba ponerte al tanto antes pero me ganó.
Lo siento pero es que había quedado en avisar con anticipación.
Hay más -Continuó Muñoz-
Hoy por la mañana fui donde tengo a la señorita Aldama y me entregó esta carta.
Entérate.
Cenizo se perdió en la lectura.
Cuando terminó tenía más preguntas que respuestas.
- Aquí todo indica que la retuviste contra su voluntad.
¿Fue así?
- Ella vino a la oficina por su voluntad y aceptó subirse al auto.
Ya en la casa se le informó que tendría que quedarse ahí unos días y eso si que no le gustó.
Cenizo se estrujó el rostro y comentó.
- Tienes razón este es un enredo tremendo de principio a fin.
Te voy a pedir que vayas a la cabaña para platicar con esta señorita.
Quiero que la escuches y me digas que es lo que quiere, me urge que me informes mañana antes del medio día.
¿Quién es el cara de papa que dice?
- Martínez
Cenizo aprobó con un gesto la opinión de Anna y con otro le ordenó a Muñoz que saliera del despacho.
Eran cerca de las once de la noche y las acciones se detuvieron en todos los escenarios hasta que tres horas después Anna se deslizó por la ventana hacia el alero adyacente.
De ahí entró a una de las habitaciones vacías en donde con alegría comprobó que la puerta hacia el pasillo tenía el mismo tipo de chapa que la suya, por lo que pudo abrirla desde el interior girando una manivela que no requería llave.
Evitó así las cámaras de vigilancia que respetaban el interior de su habitación, pero cubrían su puerta, las escaleras y las puertas de salida del comedor y la sala.
Salió al pasillo fuera del alcance de la cámara que apuntaba solo a la puerta de su habitación.
Para evitar la cámara de la escalera se descolgó a la sala utilizando tres sábanas que había sustraído de su armario.
Ya en el nivel de la sala se dirigió al clóset de visitas y se colgó el bote de pintura y una brocha en un bolso que había improvisado con una de sus camisas.
Subió al corredor del primer piso trepando por las sábanas y regresó al alero por la misma habitación que uso para eludir las cámaras, cuya puerta había dejado abierta usando una almohada.
Trepó hacia el techo haciendo gala de su fortaleza física y pacientemente comenzó a pintar una enorme cruz en la parte del techo que se inclinaba hacia atrás de la casa.
Desde esa altura vio una pequeña casa aledaña que no había notado a su arribo y que seguramente era en donde dormían los cuatro vigilantes.
Se tardó cerca de una hora, y terminó con un codo sangrando y las rodillas con dolorosas magulladuras, escondió brocha, pintura y sábanas debajo del tanque del agua, se descolgó al alero, avanzó a gatas hasta la ventana de su habitación y se escurrió con sigilo hasta su cama.
Todo había resultado perfecto, nadie la escuchó, ni nadie la vio.
A la mañana siguiente, a eso de las ocho de la mañana la despertó el ruido de un helicóptero que no causó sobresalto a sus cuidadores porque frecuentemente pasaban por ahí aeronaves de apoyo vial y médico, pero para Anna fue la confirmación de que la comunicación telepática con su hermano había sido real y efectiva.
Alberto estaba feliz cuando reportó que tenía ubicada sin lugar a dudas la casa donde ocultaban a Anna.
Por la tarde Esquivel presentó el plan de rescate.
- Debe ser una operación nocturna que involucre a cuatro comandos usando alas delta para sorprender a los guardias. Propongo que procedamos mañana.
- Estoy seguro de que todo está debidamente planeado general -Le dijo el profesor-
Pero dado que Ana marcó la casa según había dicho, confirmando que ella y su hermano están teniendo una eficiente comunicación telepática.
Debemos echar mano de ese recurso para reducir el riesgo de que quede en medio de los disparos o que sea usada de escudo.
Doctor –se dirigió a Velázquez-
¿Cuándo podrá realizarse el siguiente enlace entre Arturo y Anna?
- Podría ser ahora mismo –respondió Velázquez-
Pero sugiero que esperemos a que sean las seis de la tarde porque a esa hora se comunicaron la vez pasada.
- De acuerdo –concedió el profesor-
En esta ocasión deseo estar presente.
A las seis de la tarde Arturo inició la sesión.
"BODOQUE, BODOQUE, ¿ESTÁS AHÍ?"
Anna de inmediato abordó el asunto que ocupaba su interés desde que, tras haber sido despertada a las diez de la mañana, se había entrevistado con Saturnino Muñoz.
"MAÑANA SIETE DE LA MAÑANA VISITARÉ A CENIZO".
Arturo con absoluta seguridad repitió la frase en voz alta.
Alberto de inmediato comentó.
- La señora Mitchell va a estar con Cenizo pasado mañana.
Estoy seguro que no es coincidencia pero no se me ocurre como va la jugada.
- Pueden existir muchas causas –Expuso el profesor-
Todo depende de lo que Cenizo sepa sobre el tesoro y la información que posee Ica.
Como dije, creo que debe estar urgido por liberar a Anna, pero que desea saber lo más posible antes de hacerlo.
- Coincido con eso –aseveró el general Esquivel-
Y también con lo que usted señalo de que cuando Anna salga de esa casa va ha dejar de estar segura.
Si alguien la quiere dañar lo va intentar mañana cuando esté con Cenizo o lo suficientemente cerca de él para que quede involucrado.
Propongo que la rescatemos en cuanto entren en el tráfico de la ciudad.
Tal propuesta fue recibida con entusiasmo y tres horas después quedó integrado un plan que incluyó una acción multitudinaria.
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