CAPÍTULO 32. LA DEPOSITARIA REGRESA A MÉXICO

 Anna entró al privado del profesor García junto con su papá.

Ya estaban ahí Alberto, Esquivel y Velázquez.

- Señor Aldama –inició el profesor García-, les pedí que vinieran porque un informante que tenemos dentro de la oficina de Hernán Cenizo escuchó a Saturnino Muñoz ordenar la búsqueda de Anna Aldama.

No mencionó los motivos, pero supongo que es algo relacionado con Ica.

Aldama estaba desconcertado.

- ¿Es Cenizo el relevo de Calderón? ¿Quién es ese Muñoz? – preguntó ansioso-

El profesor respondió lacónicamente.

- Cenizo no es el relevo de Calderón.

Muñoz es su segundo de abordo.

Aldama frunció el ceño y comentó visiblemente consternado.

- ¿Cuál es entonces la relación entre Calderón y Cenizo?

Sabemos que Calderón le ofreció a Cenizo el tesoro.

Que Cenizo está interesado en platicar con la señora Mitchell.

Pero lo que no sabíamos es que también estuviera interesado en Anna.

Ahora la necesidad de conocer sus planes ya no responde solo al interés de proteger a la congresista.

Sino también a la necesidad de proteger a mi hija.

Pero tengo entendido que no hay avances.

- Efectivamente estamos atorados –confirmó García-

Y no sabemos cuando ni como resolveremos el problema.

Mientras tanto es necesario que redoblemos nuestros esfuerzos por ocultar a Anna y proteger a Ica Mitchell.

La buena noticia es que solo faltan nueve días para iniciar una nueva generación de depositarios.

Bien, por ahora esa es la situación.

Señor Aldama –El profesor lo miró directo a los ojos-

Usted será integrado a todos los trabajos e informado de todos los avances.

La reunión terminó sin más comentarios.

Después el profesor puso al tanto a Ica.

Le sugirió que no aceptara ningún nuevo contacto con Cenizo y mantuviera lo relativo a su viaje a México dentro del más estrecho círculo familiar.

Ica, en apego a esta recomendación no comentó su viaje a su joven amiga Nancy Ellis cuando conversaron durante la cena de despedida que le ofrecieron los periodistas que cubrían el Capitolio de Washington.

Todas esas precauciones alejaron, cuando menos momentáneamente, la presión sobre Ica, sin embargo fuera de toda previsión surgió una nueva fuente de problemas.

Bob Dumas tras saber del deceso de Calderón y leer el informe sobre don Juan, quedó convencido de que la detención de Ica Mitchell había estado justificada.

Además comenzó a creer seriamente en que los comunistas de Chicago tenían alguna relación con su misteriosa muerte.

Todo eso le hizo tomar la decisión de conversar personalmente con la congresista.

Cuando Ica estaba a punto de salir por última vez de su oficina en el capitolio, fue notificada por su ex-jefa de staff que estaba a visitarla el agente de la Central de Inteligencia Bob Dumas.

- Adelante señor Dumas -Dijo Ica con amabilidad, señalando una de las sillas frente a su ya vacío escritorio-

Dumas extendió su mano para saludar y se sentó displicente subiendo sus pies al escritorio, cosa que incomodó mucho a Ica.

- Pensé que en Langley enseñaban a su personal las maneras respetuosas del ejército, ¿ya no es así?

- Sí señora, pero las usamos solo con quien lo merece.

- En ese caso le pido que se retire, me niego a conversar con quien no me respeta.

- No tan aprisa, estoy aquí para interrogarla sobre un asunto de seguridad nacional y la puedo detener el tiempo que deseé para interrogarla.

No tome poses autoritarias.

Recuerde que ya no es usted miembro del congreso.

- No soy miembro del congreso pero sigo teniendo derechos.

- De eso precisamente deseo platicar.

¿Se cree con derecho para conspirar contra el país?

¿Por qué ha fortalecido los vínculos que había roto con un excombatiente de la segunda guerra que renunció a la nacionalidad americana después de participar en la fundación de una célula comunista?

- Si se refiere a mi padre, le recuerdo que fue condecorado por su heroísmo luchando por este país y que nunca participó en ninguna acción subversiva.

Precisamente por no estar de acuerdo con quienes pretendían subvertir el país, es que se alejó.

- Parece estar usted muy enterada, así que seguramente sabe la razón de que no haya denunciado a esos conspiradores con los que no estaba de acuerdo.

- Dumas –dijo Ica conteniendo su ira-

Entiendo que su trabajo lo fuerza a ser desconfiado y muy celoso de la seguridad nacional.

Pero ¿Realmente teme lo que pueda hacer un anciano que hace más de sesenta años asistió a una reunión donde se habló de una rebelión que nunca se materializó?

Para entonces Dumas ya se había sentado con propiedad y con expresión adusta se esforzaba para acorralar a Ica.

- Si me preocupara estaría platicando con él.

Lo que me preocupa es que una congresista que pudo haberse reelegido sea potencialmente una comunista enemiga del sistema.

- He escuchado lo suficiente.

Si cree que puede sustentar un caso en mi contra haga lo que crea conveniente, solo asegúrese de tener pruebas, porque yo no me detendré hasta verlo lavando coches.

Por personas como usted es que se ha derramado la sangre de nuestros jóvenes en todo el mundo.

Su actitud es criminal e intolerable.

Ica se puso de pie y abandonó la oficina.

Dumas la vio salir y cuando la perdió de vista relajó su rostro y se mostró satisfecho y tranquilo.

Sintió que la indignación de Ica era sincera y que realmente no representaba ningún riesgo.

En su ánimo quedaron suprimidas las sospechas sobre Ica y su padre, no así su interés por saber por qué Calderón había sido ejecutado justo después de que lo había visitado en Naolinco.

¿Existiría realmente esa sociedad secreta antagónica?

¿Existiría el oro azteca?

Esas preguntas lo hicieron decidir su siguiente paso.

Investigaría a todos los políticos mexicanos involucrados en la operación "Aztec Gold" empezando por Hernán Cenizo.

Tampoco Ica abandonó el asunto de inmediato.

Su disgusto la afectó mucho más allá de lo que verbalizó al enfrentarse a Dumas.

Sintió que ella y su padre eran víctimas de grupos y personas que solo los veían como piezas desechables de un monumental y cruento juego.

Maldijo a la Sociedad Secreta de Cuauhtémoc por haber propiciado el exilio de su abuelo, el desarraigo de su padre, su desarraigo, y su actual situación de indefinición entre dos mundos que aunque llenos de amor para ella eran fatalmente incompatibles.

A miles de kilómetros de distancia, en la Ciudad de México, los intensos pensamientos de Ica fueron captados por Anna, sobre todo sus dudas respecto de la probidad de la Sociedad de Cuauhtémoc.

Anna sintió el impacto de esa idea pero no comentó el incidente con nadie.

Aunque no tuvo empacho en usarla para reconsiderar asociarse con Los Perseguidores.

A partir de ese momento todo comenzó a responder a nuevas sinergias.

La oficina de Cenizo perseguía a Ica y a Anna, sin que Cenizo lo supiera.

Anna estaba nuevamente interesada en aliarse con Los Perseguidores que suponía eran dirigidos por Cenizo.

La Sociedad Secreta de Cuauhtémoc deseaba nulificar a Cenizo.

Y la CIA inició una operación que fue denominada "Indian Chief" para investigar la sociedad secreta denunciada por Calderón.

El primer paso fue actualizar el perfil de Hernán Cenizo.

Curiosamente el menos enterado de toda esta maraña de proyectos y contraproyectos era Cenizo.

Dumas era el más alejado de la acción, pero pronto hizo lo necesario para cambiar eso.

Decidió viajar a México fingiendo ser periodista.

De manera muy natural su lógica lo llevó a establecer que debía apoyarse en Nancy Ellis, ya que conocía el idioma y el país.

Aun no la conocía personalmente, por lo que le pidió a Bill Saunders que le concertara una cita con ella y que tratara de predisponerla favorablemente para que colaborara.

La reunión se celebró en Washington y Bill no estuvo presente.

- Bob –Le dijo Nancy mirándolo a los ojos-

Bill me explicó que deseas que entreviste a un político mexicano y que te lleve conmigo como colega periodista.

Me interesa colaborar pero no voy a aceptar que me editen, ni que me usen de títere.

Cuenta con toda mi buena fe, pero no te atrevas a ocultarme información.

- No te preocupes, te trataré como parte del equipo.

Pero tú sabes que existen niveles de acceso a la información y los novatos tienen el más bajo.

No voy a modificar las normas por ti, pero te aseguro que hasta el momento tú sabes lo mismo que yo.

Mintió y continuó sin inmutarse.

- Y prometo no ocultarte cosas que estén en tu nivel de seguridad si firmas un compromiso de confidencialidad sobre todo lo que veas y escuches proveniente de la agencia y sus agentes.

Solo podrás publicar lo que te digan personas que no sean de la agencia.

- ¿Y si lo que me diga alguien que no sea de la agencia coincide con la información confidencial que no puedo divulgar?

- Si alguien te dice lo que yo te di como secreto, entonces deja de ser secreto ¿no?

Nancy hizo evidente en su expresión el gusto que le produjo esta última sentencia de Dumas.

- Trato hecho ¿de qué se trata?

- Por razones que ignoro me pidieron que investigara a un político mexicano de izquierda de nombre Hernán Cenizo.

El objetivo es conocer con quienes está aliado dentro o fuera de México, sus fuentes de financiamiento y sus verdaderos motivadores para aspirar al poder en su país.

- Entiendo –Nancy se mostró realmente interesada-

Y... ¿Qué quieres que haga?

La primera asignación para Nancy fue que conviniera la entrevista con Cenizo.

No resultó tan fácil como se esperaba porque el año anterior Saturnino Muñoz había intentado que el periódico de Nancy le hiciera una entrevista, y se la negaron a pesar de que estaba dispuesto a pagarla.

Por ese antecedente la solicitud de Nancy fue vista con desdén y cautela.

Mientras tanto, en México Anna comenzó a dar forma a una nueva complicación.

Una vez que sintió que Ica dudaba de la nobleza de las intenciones de la Sociedad Secreta de Cuauhtémoc, se liberó de cargos de conciencia y decidió buscar un acercamiento con el posible nuevo líder de Los Perseguidores.

Durante su siguiente salida mientras Alberto la esperaba en la recepción de un exclusivo Spa, ella se escabulló por la puerta de proveedores.

Contrató un taxi que la llevó al palacete porfirista de la avenida San Cosme en donde estaban las oficinas del partido político de Cenizo.

Se formó en la larga fila de solicitantes de audiencia.

Llenó un formato y se sumergió en sus nervios.

Estaba segura de que no le recibirían la solicitud a causa de que no estaba incluyendo la dirección y el número telefónico que ahí se exigían.

- Con solo tu nombre y para un asunto confidencial no te puedo recibir la solicitud.

Tienes que escribir tú dirección, tú teléfono y un motivo claro.

Le dijo con autoridad el empleado que recibía las solicitudes.

Anna en un arranque de audacia tomó la hoja y escribió

"Tengo detalles de una conversación entre el obispo Calderón y el ingeniero Ángeles en donde platicaron de usted"

El secretario del secretario de Cenizo que estaba observando lo que Anna escribía, la miró fijamente a los ojos y le dijo con incredulidad.

- ¿Tienes idea de lo que dices?

- Por supuesto –contestó Anna con tono aguerrido-

Y si usted no quiere tener la culpa de que el señor Cenizo se entere tarde de lo que está pasando, más vale que me deje entrar.

- No puedo dejarte entrar así como así.

Además, el licenciado Cenizo no estará aquí hasta la próxima semana.

Déjame tus datos, eso es indispensable.

- Mire, la información que tengo es muy importante y solo se la daré al licenciado.

No voy a darle a usted mis datos porque no quiero que nadie me asalte para evitar que me reúna con él.

Detrás de mí hay mucha gente que me protege y ellos me dijeron que no deje mis datos.

Mejor dígame que día de la próxima semana regreso y a que hora.

Le advierto que si no me recibe el licenciado para esa fecha no regresaré nunca más.

Pero le aseguro que cuando sepa quién me bloqueó, usted la va a pasar muy pero muy mal.

Para entonces el entrevistador ya había mutado su actitud soberbia por la de empleado servicial y contestó, no sin titubear, que regresara el martes de la siguiente semana a las once de la mañana.

Anna regresó al Spa e intentó ingresar por la puerta de proveedores por donde había salido, pero estaba cerrada.

Tuvo que entrar por la puerta principal que daba a la sala de espera en donde estaba Alberto.

- ¿Qué clase de burla es esta?

Tengo dos horas esperándote con la idea de que estabas aquí adentro –Protestó Alberto en cuanto la vio-

- Ninguna burla, solo quise sentirme libre por unos minutos y salí por atrás.

Alberto no argumentó y pospuso la revisión del asunto para cuando estuvieran en sus terrenos.

- Señor Aldama, yo no puedo seguir asumiendo la responsabilidad de cuidar a Anna –planteó con firmeza-

Lo que pasó hoy es inaceptable.

Me hizo esperar dos horas en el Spa mientras se fue a quién sabe donde y al final llegó desde la calle, sonriente y radiante a decirme que ya se había sentido libre por unos minutos.

Ante esto, lo más adecuado si estamos tomando en serio lo que hacemos, es cancelar las salidas de Anna hasta que pase el peligro.

Esa es mi decisión y espero que ustedes la entiendan.

No podemos arriesgar todo por acciones tan injustificadas e irracionales.

- ¿Debo de considerarme prisionera? –dijo Anna visiblemente molesta-

Alberto continuó su exposición sin voltear a ver a Anna.

- A partir de hoy, Anna tiene canceladas todas sus salidas y puede considerarse bajo arresto domiciliario o en cautiverio, lo que prefiera.

Pero no podrá salir de estas oficinas bajo ninguna circunstancia.

Eso constituyó un inconveniente mayor para los planes de Anna.

Ahora salir era un reto digno de cualquier famoso escapista, pero no suficiente para amedrentarla.

Anna lo ignoraba pero en los Estados Unidos, coincidente con los días en que ella estaba esperando la entrevista con Cenizo, se tejía la otra parte de la urdimbre que conformaría su nueva aventura,

Ica viajó a Saint Paul la capital de Minnesota para despedirse de las autoridades locales y después en compañía de su hijo y nuera inició unas vacaciones en Florida que además de darle descanso le sirvieron para ocultar sus planes de dirigirse a México desde Miami.

También por esos días, Dumas logró la autorización para establecer una vigilancia permanente de las oficinas de Cenizo con el específico propósito de levantar un censo de empleados y visitantes frecuentes.

Junto con eso logró tener acceso a un sofisticado equipo que captaba rostros desde doscientos metros de distancia que después eran cotejados contra los cientos de miles de fotografías almacenadas en las computadoras de la CIA.

El puesto de observación se montó en el tercer piso de un edificio cercano.

Todos esos acontecimientos se entrelazaron como actos de una complicada y gigantesca opereta.

En la víspera de su cita con Cenizo, Anna se fue a la cama mucho más temprano que de costumbre como parte del plan que cuidadosamente había elaborado.

Su despertador sonó a la una de la mañana y se incorporó animosa para vestirse con un elegante traje sastre y maquillarse con detenimiento.

Una vez satisfecha con su arreglo, se enfundó un overol negro estilo ninja, que incluía una capucha y un antifaz también negro del que solo se asomaban sus brillantes ojos.

Así vestida abrió la puerta de su habitación para deslizarse silenciosa hasta un sofá del recibidor que estaba frente al elevador y las escaleras.

Se ocultó con tal ingenio que resultaba imposible suponer que estaba ahí aunque se le estuviera viendo.

El tal sofá era de cuero negro, grande y robusto, con un faldón de cerca de cuarenta centímetros de largo en la parte inferior que le cubría todo el perímetro ofreciendo una excelente cubierta para un cuerpo tan menudo como el de Anna.

Fue en la parte de atrás en donde se remetió lo más que pudo hasta quedar totalmente oculta.

Tenía previsto quedarse ahí hasta que por la mañana el piso de dormitorios en donde estaba se quedara solo, y entonces tras quitarse el overol, pedirle a cualquiera del centro de logística que subiera a abrirle el elevador argumentando que había perdido su gafete.

Esto porque su prohibición para salir no había sido boletinada para todo el personal.

Lo que sucedió hizo que su escape resultara más fácil.

Todos los días muy temprano, una rolliza morena limpiaba la sala y el baño de la recepción, para después pasar a los dormitorios cuando sus ocupantes salían.

Ana lo sabía, pero nunca se había preguntado como entraba, ni cuál era su rutina.

A eso de las seis de la mañana escuchó abrirse la puerta del elevador en donde el vigilante y la afanadora conversaban.

- ¿Crees que regrese pronto?, -dijo el guardia-

- Yo creo que sí -respondió la afanadora-

No creo que encuentre que la vida sola es más fácil.

Nomás espérate que no encuentre trabajo o que la agarre la migra y... bueno, que Dios me la cuide...

Oye, ¿y porqué no mejor en lugar de que tengas que subir por mí, me prestas la tarjeta que abre las puertas del elevador y la escalera y yo te la regreso cuando salga?

- Pues porque mi trabajo es cuidar y el tuyo limpiar.

Estos pisos son los únicos que tienen chapa electrónica, y mi trabajo traerte a los dormitorios y regresar por ti para darte acceso al otro piso cuando terminas.

Aunque ya van dos días que no me llamas para eso.

¿Te está abriendo alguien de aquí?

- Sí, ya después de las ocho hay mucha gente por aquí, y como ya me conocen me han ayudado sin problema.

- Pues con eso si me estás ayudando, porque tengo la orden de que cada vez que subo, sea por lo que sea, tengo que bajar por las escaleras para revisar que no haya estorbos.

Anna levantó un poco la falda del sillón y vio con un ojo los zapatos de los que departían sin sospechar que eran escuchados.

- Bueno, pues ahí te dejo –Dijo el vigilante-

Desde su escondite Anna vio que en cuanto el vigilante hizo mutis por la escalera, la afanadora colocó un pequeño sacudidor en el marco de la puerta para impedir que esta se cerrara completamente, después entró al sanitario de hombres de la recepción para limpiarlo.

Ante tan inesperada oportunidad, se apresuró para acceder a la escalera.

Se quitó el overol y lo embutió en una repisa del closet de servicio, se colocó los zapatos de tacón que había guardado en una breve bolsa de tela, y tiró la bolsa en una papelera.

Después bajo tranquilamente hasta el estacionamiento del sótano.

Eran las seis diez de la mañana y la actividad en la calle auguraba convertirse en desquiciante en unos cuantos minutos más.

La avenida que encontró a dos cuadras del edificio estaba convertida en un enorme estacionamiento a causa de un accidente del que solo quedaban dos estropeados autos que obstaculizaban la circulación, caminó otras varias cuadras y detuvo un taxi para que la llevara a la Alameda Central.

Era demasiado temprano para su cita y no conocía la ciudad, así que optó por el lugar que más identificaba, con la idea de desayunar en algún lugar cercano.

Llegó ahí a eso de las siete de la mañana y no le fue difícil encontrar dentro de un moderno edificio de la avenida Juárez, un restaurante que servía desayunos.

Ahí se quedó hasta las diez quince de la mañana, abordó un taxi y a las diez con cuarenta y cinco llegó a las oficinas de Hernán Cenizo.

El gesto del empleado de la recepción la puso sobre aviso de que la estaba esperando.

Al llegar al escritorio, sin que le preguntaran nombre o asunto, fue invitada a cruzar una puerta lateral en donde una joven mujer la guio entre numerosos escritorios hasta un privado en donde fue dejada sola por espacio de siete minutos.

Un hombre de unos cuarenta años pulcramente vestido con corbata roja y saco negro, entró y se sentó frente a ella.

- Señorita Aldama, tengo instrucciones del licenciado Cenizo de atenderla. Primeramente le agradecemos su interés por alertar al licenciado de un posible complot en su contra.

Aunque él ya sabía de eso, está muy interesado en platicar con usted y darle las gracias personalmente por las molestias que se ha tomado.

Él no está aquí por el momento y le pide por mi conducto que vaya usted a su casa.

Anna estaba desconcertada, no captaba sinceridad en su meloso interlocutor y estaba muy nerviosa como para intentar leer sus pensamientos.

Pero su prudencia sucumbió ante la certidumbre de estar ante la última oportunidad que tendría para acceder al tesoro del emperador Cuauhtémoc.

- Pero ni siquiera sé donde es su casa.

- Si usted acepta nosotros la llevaremos, un auto está listo, solo esperamos su decisión.

- ¿Ahora?

- Si usted tiene tiempo...

- Bien, de acuerdo, tengo dos horas -dijo llena de miedo-

Cuando Anna salió a la calle vio un auto compacto de modelo reciente estacionado justo frente a ella y sin más se introdujo en él atendiendo las indicaciones que había recibido.

Su llegada en taxi y su salida en auto particular fueron registradas por la cámara de vigilancia de la CIA y su rostro cotejado e identificado.

El auto avanzó por la avenida San Cosme, tomó el Circuito Interior, y cuarenta minutos después abandonó la zona urbana.

Cuando Anna notó que las casas comenzaron a escasear dando paso a un verde paisaje rural preguntó a los tripulantes del asiento delantero hacia donde se dirigían, pero se limitaron a informarle que pronto llegarían a su destino.

Súbitamente el vehículo disminuyó la velocidad y tomó por un camino sin pavimentar apenas identificable desde la carretera.

Avanzó quince minutos con lentitud sorteando hoyos y peñascos y finalmente se detuvo frente a una amplia casa campestre custodiada por cuatro individuos portando armas largas.

La portezuela fue abierta por una mujer de aproximadamente treinta años que sin gestos o palabras de bienvenida se limitó a guiar a Anna al interior.

- Aquí encontrará todo lo necesario para su comodidad –dijo la anfitriona rompiendo su mutismo-

La puerta que da a la cocina esta cerrada y usted no debe intentar pasar por ahí.

Si necesita algo solo toque la campanilla que esta sobre la mesa del comedor y de inmediato se le atenderá.

Usted es el único huésped de la casa, así que puede moverse con toda libertad, las recámaras están en la parte alta, la suya es la primera y es la única que está abierta, ahí encontrará ropa de su talla, toda es nueva.

Antes de que Anna pudiera reaccionar, la rigurosa mujer que la había recibido y aleccionado, entró a la cocina.

De inmediato Anna hizo sonar la campanilla y se colocó a un lado de la cerrada puerta en actitud de acecho.

En lugar de que alguien saliera por ella solo se abrió una estrecha ventanilla rectangular.

- Las reglas para que esto funcione sin problemas son: –la mujer recitó-

1. Para que alguien del servicio salga de la cocina, usted debe estar a cinco metros de la puerta, cuando menos.

2. En cuanto yo o cualquier otra persona salga, la puerta se cerrará y no será abierta si usted no está cuando menos a cinco metros de distancia.

3. Usted no puede dejar la casa, esa es la prioridad, así que es inútil que intente tomar rehenes.

4. Tenemos órdenes estrictas de no hacerle daño, pero también se nos dijo que prefieren que la matemos a que escape.

Espero que todo esto le quede bien claro, porque a nosotros se nos explicó que no debemos subestimarla, que sabe usted artes marciales y es muy temperamental.

Así que por favor no se arriesgue poniéndonos a prueba.

Y ahora dígame.

¿Se le ofrece algo?

Anna no podía creer lo que estaba pasando.

¿Salir de un cautiverio para caer en uno peor?

Sin poder ordenar sus ideas, optó por declinar el apoyo que se le ofrecía.

- No, no se preocupe, cuando sepa bien que pedir la llamaré.

¿Cuánto tiempo estaré aquí?

- No lo sé, pero nos pidieron que le pusiéramos cinco cambios de ropa, así que tal vez cinco días es una buena respuesta.

- Cinco días..., ¿porqué cinco días?

Se preguntó Anna en silencio y de inmediato se respondió.

Veamos...

- El profesor García piensa que el tal Cenizo me quiere utilizar para llegar a Ica, así que tal vez cree que cinco días serán suficientes para forzarla a que venga a México.

Cuando este bruto estaba tratando de traer a Ica a México es seguro que creía que podía obtener de ella la localización del tesoro.

Si ahora se interesa es mí es seguro que sabe algo más.

Pero...

¿Estará enterado de que Ica no recuerda la localización del tesoro y que yo puedo leer su mente?

¡Ay Dios!

¿Cómo me metí en este lío?

¿Por qué carambas me encerró sin antes platicar conmigo?

Ni hablar.

Tengo que asegurarme de que sepa que Ica ignora lo que esta guardando en su subconsciente.

Y de que yo puedo hacer que recuerde todo sin lastimarla.

Mientras así razonaba, Anna deambuló de la sala al comedor y del comedor a la sala aprisionando la campanilla de servicio con ambas manos.

Se detuvo en los límites de la sala a unos ocho metros de la puerta que daba acceso a la cocina y sacudió la campana vigorosamente.

La puerta de la cocina se abrió prácticamente de inmediato y apareció la mujer que la había recibido.

Tal parecía que era la única otra habitante de la casa aparte de los cuatro hombres armados que estaban afuera.

- Necesito papel y un bolígrafo para escribirle al licenciado Cenizo –Indicó Anna con autoridad-

- Los encontrará en los cajones del escritorio de la recámara.

Pero tome muy en cuenta de que aquí no conocemos a ningún licenciado Cenizo.

Si su carta menciona ese nombre nunca podremos entregarla.

- ¿Entonces a quién le escribo?

- A quien corresponda o a los Reyes Magos.

- Pues que chistosita resultó usted.

"Los Reyes Magos" sí como no.

Reclamó Anna con gestos infantiles.

La carta que escribió decía:

"Estimado Licenciado don innombrable.

Estoy tan interesada como usted en conocer lo que la señora Ica Mitchell sabe y estoy seguro que puedo ayudarlo a conseguir su objetivo a cambio de una participación en los beneficios.

Es muy importante que sepa que la señora fue hipnotizada y que en ese estado es como guardaron en su subconsciente la información que nos interesa.

Ella no recuerda nada, así que es inútil preguntarle o tratar de forzarla.

Yo puedo entrar en su mente porque me prepararon para eso los mismos que la hipnotizaron.

Pero la señora tiene que colaborar voluntariamente mientras yo despierto sus recuerdos repitiéndole una palabra clave que ignoro porque mi entrenamiento no terminó bien.

Encontrar esa palabra puede llevar meses, porque tengo que probar con todas las que se me puedan ocurrir.

No existe otra forma.

Espero que usted entienda que yo no tenía ninguna necesidad de acercarme a usted si no estuviera segura de lo que le estoy diciendo.

Me interesa asociarme con usted y estoy perfectamente consiente de que puede traicionarme y quedarse con todo.

Por eso tengo previstas algunas condiciones para mi protección.

Si le interesa que hagamos un trato estoy dispuesta a discutirlo con alguno de sus empleados.

Pero por favor que no sea el cara de papa que hace las citas.

Atentamente: Su peor pesadilla si me traiciona.

Anna estaba realmente molesta.

Había caído inocentemente en una trampa que la tenía nuevamente cautiva, pero ahora en condiciones de más riesgo.

Le consolaba un tanto el estar en donde quería estar, avanzando en su proyecto de convertirse en la mujer más rica del mundo.

Así que se propuso mentalizarse para esperar lo más tranquilamente posible la respuesta de quien suponía era el nuevo líder de Los Perseguidores.

En el centro de operaciones de la Sociedad Secreta de Cuauhtémoc todo era caos y prisas.

La ausencia de Anna había sido notada desde las siete de la mañana por su mamá, pues a esa hora solían reunirse para ir al gimnasio.

A partir de ese momento se inició un operativo que cubrió todo el país de manera similar al implementado para buscar al obispo Calderón.

La red de miembros de la sociedad secreta era enorme, pero aún así, cuatro horas después de difundida la fotografía de Anna nadie había aportado algún indicio de su paradero.

A eso de las siete de la noche, un correo electrónico dentro de la intrared para miembros abrió una ventana a la esperanza.

"Mi nombre es Bonifacio Buenrostro y mi familia, además de contar con un extraño sentido del humor, ha pertenecido por generaciones a la Sociedad Secreta de Cuauhtémoc.

La semana pasada fui designado por el grupo México Centro como observador de las actividades de la oficina del licenciado Hernán Cenizo.

Para justificar mi presencia ahí, fui a inscribirme en la bolsa de trabajo.

El caso es que el jueves de la semana pasada llegó la chica de la foto a pedir una entrevista con el licenciado Cenizo.

Como no anotó ni su dirección ni su teléfono, por poco la corren, pero se puso a discutir y finalmente le dijeron que regresara hoy a las once de la mañana.

Espero que esto sirva de algo"

La existencia de este tipo de operaciones de vigilancia era conocida por el profesor García pero no había tenido la oportunidad de experimentar tan fehacientemente su utilidad.

Se trata de un grupo de información integrado por meseros, custodios, jardineros, solicitantes de audiencia, asistentes a actos públicos, choferes, cocineros, manifestantes, etc., a quienes se les asigna misiones de observación.

No se les pide un reporte de lo aprendido y observado, pero si que estén atentos de lo que otros miembros pregunten por la intrared, para aportar lo que sepan del asunto.

Esto constituye una inmensa base de datos inteligente que permitió establecer el paradero de Anna.

Alberto se entrevistó inmediatamente con el resto de la familia.

- ¿Tienen idea de cuáles son sus motivaciones para algo así?

- Creo que fue a buscar a Cenizo para ofrecerle algún trato para la búsqueda del tesoro –Comentó Aldama-

- ¿No sabe quién es Cenizo? –Explotó Alberto-

¿Piensa Anna que respetará los compromisos que haga?

¡Qué inocencia tan descomunal!

- Coincido con usted –dijo Aldama-

Pero no es el momento de juzgar la actuación de mi hija.

Debemos concentrar nuestra energía en salvarla.

- ¿Alguna idea? –Cuestionó Alberto-

- Sí, propiciar que mi hijo Arturo haga contacto telepático con ella para ayudarla a escapar.

- ¿Creé que Anna quiera cooperar?

- No lo sé.

Espero que a estas alturas ya haya caído en cuenta de su error.

- De acuerdo, les informaré de la decisión que tome el profesor García –Dijo Alberto a guisa de despedida-

No solamente en la Sociedad Secreta de Cuauhtémoc se moldeaban las circunstancias para cambiar el destino de Anna.

Bob Dumas estaba viajando junto con Nancy Ellis para investigar a Hernán Cenizo.

Tal como lo había ofrecido compartió con ella el perfil de Cenizo y algunas grabaciones de las cámaras de vigilancia.

Especialmente las que mostraban a la hija de Ignacio Aldama llegando en taxi a las oficinas de Cenizo para abordar poco después una auto conducido por uno de sus guardaespaldas.

La única persona involucrada en la complicada trama, que aún no se enteraba del nuevo cautiverio de Anna era Ica Mitchell.

Ella estaba en Miami en el último día de descanso previo a su viaje a México cuando recibió en su nuevo teléfono una llamada del profesor García.

- Le habla Elías García.

¿Puedo tomar tres minutos de su atención en este momento?

- Sí profesor, diga usted.

- Tengo razones para creer que gente mal intencionada logró saber de las reservaciones que usted hizo para venir a México.

Le recomiendo que cancele su actual plan de viaje y vuele a Houston comprando a última hora su boleto personalmente en el aeropuerto para desde ahí volar a Monterrey o a Guadalajara,

De esa manera les resultará muy difícil rastrearla.

Cuando esté por abordar su último vuelo avíseme y estaremos a recibirla.

Ica, quien era una avezada viajera entendió perfectamente lo adecuado del consejo recibido y de inmediato canceló la reservación que había hecho veinte días atrás.

Arribó a Houston a eso de las nueve de la mañana, ahí consiguió un lugar para volar a Guadalajara y llamó al profesor García para reportarle su itinerario.

Al llegar, una pareja de jóvenes a quienes nunca había visto, la recibieron con el afecto de entrañables familiares.

- ¡Tía!, ¡bienvenida! –Dijo la vivaracha joven de unos veinte años de edad, extendiendo los brazos con efusividad-

Mire tía, le presento a mi esposo René.

- Mucho gusto –Expresó Ica también familiarmente-

Cuando el muchacho la abrazó le dijo al oído que los enviaba el profesor García y que podía sentirse segura.

Intercambiando risas y comentarios alegres la guiaron hasta una camioneta en la que la llevaron cómodamente en cinco horas hasta la Ciudad de México.

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