CAPÍTULO 27. EL REACOMODO DE ESTRATEGIAS
- ¡¿Cómo que les rompieron el motor?!...
¿Un balazo?...
Y ¿Cómo supieron...?
Sí, de acuerdo, regresen a Orizaba.
Spinosa estaba al teléfono con uno de los sicarios que habiendo sido reclutados por Santillana ahora le reportaban a él.
Habían pasado dos semanas desde el rescate de Anna y comenzaban los intentos por capturar a los padres de Ica.
Colgó malhumorado e informó al obispo quien sentado en su sillón, gesticulaba con disgusto cada expresión de su nuevo jefe de seguridad.
- Señor... ignoro como los identificaron, pero les dispararon desde un cerro y perforaron el cárter.
Es evidente que se prepararon para evitar que lleguemos hasta los padres de la congresista.
Propongo que recapturemos a Anna.
- ¿Porqué cree que sería más fácil?
- Porque en ciudad estamos en nuestro terreno, contamos con cientos de cámaras, el apoyo de gentes con poder político, podemos comprar voluntades, en fin, estamos mejor preparados para actuar aquí que en la sierra.
Lo único que me incomoda es la amenaza que representa Cenizo, o más bien los matones de Muñoz.
- Considero que ese riesgo ya no existe –explico el obispo-
Hoy recibí la confirmación de que la semana pasada Cenizo despidió a los cinco sicarios que había contratado Muñoz.
Spinosa se movió al filo de su sillón para preguntar.
- ¿Cree usted que Cenizo se enteró de que Muñoz hizo tratos con usted a su espalda?
- No lo creo –aseveró el obispo Calderón- si se hubiera enterado Muñoz estaría entre los corridos.
El caso es que creo que ya no existe peligro por ese lado.
Avance en su idea y prepare un plan para recapturar a Anna.
- Se lo tendré listo mañana.
Eso fue lo que sucedió del lado de Los Perseguidores como reacción a su frustrada incursión en Usila.
Del lado de la Sociedad Secreta de Cuauhtémoc también hubo un reacomodo de estrategias cuando don Juan informó al profesor García del incidente del auto baleado.
- Te felicito Juan, eso los mantendrá a raya.
Ahora pídele a nuestra gente de Orizaba que me informen cuando esos pistoleros salgan con rumbo a México.
Esa será la señal de que están concentrando su gente para intentar algo por acá.
Tras escuchar la respuesta de don Juan, el profesor García se carcajeó de buena gana y se despidió.
Estaban con él, Esquivel y Alberto, con quienes de inmediato compartió la información y sus inquietudes.
- Ya hicieron su intento en Usila ahora se irán sobre Anna nuevamente. Debemos afinar el plan de protección de los Aldama.
Esquivel pidió la palabra con la mano mientras limpiaba su garganta.
- Profesor... siguiendo sus instrucciones estamos tomando medidas para encerrarnos hasta la creación de una nueva generación de depositarios.
Durante este periodo si los Aldama aceptan quedarse con nosotros puedo garantizar su seguridad.
Pero para que en adelante tengan la posibilidad de una vida tranquila, propongo crearles una nueva identidad.
Tienen el capital necesario para vivir cómodamente en cualquier lugar del mundo, sin embargo creo que deben permanecer en México porque es en donde podemos protegerlos mejor.
El único problema que anticipo es la posibilidad de que Anna se escape nuevamente.
Creo que ella sigue pensando en que puede conseguir parte del tesoro colaborando con Los Perseguidores.
Contra eso no tengo solución.
- Tiene razón -dijo García con gravedad-
Mire, eso de una nueva vida para los Aldama sería una solución buena si no fuera porque Anna tirará todo por tierra en la primera oportunidad.
No debemos pensar en que actuará de manera diferente.
La solución que yo veo es convencer a Calderón que ya no tiene posibilidad de lograr su objetivo y eso solo lo podremos hacer cuando borremos de Ica la información que él desea.
Pero eso no sucederá hasta dentro de tres meses.
Platicaré con Aldama y estoy seguro que estará de acuerdo en quedarse con nosotros.
Después de todo se trata de proteger su vida y la de los suyos.
Anna sigue siendo el punto débil, así que le pido a usted –el profesor se dirigió a Alberto- que trate de averiguar lo que piensa y procure adelantarse a sus planes porque estoy seguro que los tiene.
Alberto asintió dejando claro que coincidía con todo lo que escuchaba.
Una hora después, cuando Aldama escuchó la propuesta de esconderse tres meses en el cuartel general de La Sociedad Secreta de Cuauhtémoc estuvo de acuerdo de inmediato y coincidió en que Anna constituía el mayor riesgo a causa de su ambición y su persistente idea de que era la única que entendía lo que estaba sucediendo.
En Washington, Ica también hacía planes que afectarían lo que en México estaban tejiendo el profesor García y el obispo Calderón.
El escenario general se antojaba como el de un circo de tres pistas, en donde en aparente discordancia se desarrollaban actos diferentes por personajes de disímbolas habilidades.
Ica Mitchell sentía que sus padres y ella estarían seguros mientras fuera congresista, y eso le daba tranquilidad, pero el horizonte era de solo tres meses.
Los riesgos a futuro surgían de lo que guardaba en su mente y no recordaba, y de lo que sabía del obispo Calderón y recordaba con toda claridad.
Le desagradaba haberse convertido en una persona incómoda para su gobierno al haber obtenido a la fuerza pruebas de la existencia de acuerdos para conspirar entre la CIA y el Vaticano.
Esas cavilaciones la llevaron a considerar conveniente escribir algunas cosas comprometedoras sobre las actividades de obispo Calderón para tener algo con que negociar.
Tardó toda una noche y escribió tres cuartillas en las que incluyó una pequeña parte de lo que el obispo le había revelado cuando la visitó en su oficina para convencerla de la nobleza de su causa.
Solo mencionó la historia del tesoro del emperador Cuauhtémoc, que Calderón la presionó con lastimar a Anna si no le decía como encontrarlo, y que ignoraba porqué el obispo creía que ella poseía tal información.
Consideró que para darle mayor efectividad a su intensión debía hacer saber a Calderón sobre la existencia de ese documento.
Tomó su teléfono con decisión y accionó con la otra mano el teclado de su computadora para localizar el número telefónico del obispo, lo encontró y se congeló de inmediato.
Colgó y se puso a caminar nerviosamente en su oficina.
Entendió súbitamente que si no lo planeaba bien, podría estar jalando el gatillo del arma que seguramente estaba apuntando a su cabeza.
Requería encontrar la forma de asegurarse de que si algo le pasaba la historia saliera a la luz pública.
Urdió entonces una estrategia que aunque no era a prueba de fallos le gustó lo suficiente para intentar ponerla en operación.
Tomó nuevamente su teléfono, localizó en él un número y realizó la llamada.
- Ellis –Fue la respuesta del otro lado de la línea-
- Nancy, le habla Ica Mitchell, necesito platicar con usted.
¿Puede venir a mi oficina a las dos de la tarde?
- ¡Claro señora!, ¡gracias!
Nancy Ellis estaba realmente feliz.
Se sentía en deuda con la congresista Mitchell y estaba presta a demostrárselo, así que sin importar cual fuese el asunto que deseaba tratar se dispuso a acudir de inmediato.
Llegó puntualmente, le sorprendió que la congresista estuviese sentada frente a su computadora y en lugar de girarse en su sillón para recibirla, levantara el brazo para pedirle que se acercara.
Lo que no vio fue que el cable que enlazaba esa computadora con la red local había sido desconectado.
- ¡Bienvenida señorita Ellis!
¡Pase! siéntese aquí a mi lado, deseo mostrarle algo.
Al sentarse según había sido requerida pudo leer en la pantalla lo que Ica comenzó a teclear.
POR NUESTRA SEGURIDAD ESTA CONVERSACIÓN SERÁ ESCRITA.
LE ESTOY ENTREGANDO UNA USB CON INFORMACIÓN SOBRE LAS ACTIVIDADES DE UN OBISPO MEXICANO RECLUTADO POR LA CIA.
Disimuladamente Ica puso la USB en la mano de Nancy.
EN CASO DE QUE YO MUERA POR CUALQUIER CAUSA EN LOS PRÓXIMOS CUATRO MESES QUEDARÁ EN TOTAL LIBERTAD PARA PUBLICAR LO QUE LE ESTOY ENTREGANDO.
TENGO PREVISTO EL QUE SI MUERO RECIBA USTED LA GRABACIÓN COMPLETA DE LA CONVERSACIÓN EN LA QUE BASO EL REPORTE QUE LE ESTOY ENTREGANDO.
AHÍ ENCONTRARÁ MUCHA MÁS INFORMACIÓN SOBRE EL DOBLE ROL DEL OBISPO.
PASADOS ESOS CUATRO MESES ESPERO PODER DECIRLE QUE NO DEBERÁ PUBLICAR ESTO NUNCA Y QUE SI LO HACE ESTARÁ TOTALMENTE SOLA PORQUE NUNCA LA RESPALDARÉ Y NEGARÉ TODA FORMA DE PARTICIPACIÓN EN LA HISTORIA.
A PARTIR DE ESTE MOMENTO SI USTED LO DECIDE, PODRÁ HACER PESQUISAS PARA REUNIR OTRAS PRUEBAS QUE SERÍAN DE SU PROPIEDAD.
SI TIENE ÉXITO SOLO LE PIDO QUE NO ME MENCIONE EN LO QUE PUBLIQUE.
PERO DEBO ADVERTIRLE QUE EL VILLANO DE ESTA HISTORIA ES UNA PERSONA MUY PELIGROSA.
¿ALGUNA PREGUNTA?
Nancy, sin titubear, tecleó su respuesta.
¿POR QUÉ YO?
Y la respuesta fue:
PORQUE SÉ QUE USTED ES UNA PERSONA DECENTE Y QUE SI YO MUERO TENDRÁ EL VALOR Y LA AMBICIÓN NECESARIA PARA PUBLICAR ESTO.
Al teclear la última letra Ica miró a Nancy dedicándole una amable sonrisa, y comenzó a hablar mientras borraba todo lo escrito y reinsertaba el cable de red en su lugar.
- Disculpe por quitarle el tiempo con estas imágenes, pero me resultaron cautivadoras y quise compartirlas con usted.
Ahora pasemos a los sillones para charlar sobre el asunto por el que le pedí que viniera.
Mire, he pensado mucho en lo que pasó con esa desafortunada publicación y creo que fue algo que a usted y a mi se nos fue de las manos.
Le propongo que olvidemos las confrontaciones que tuvimos y sigamos como si nada de eso hubiera pasado, yo dejaré la oficina y la política en tres meses, eso terminará con las circunstancias que hicieron que nuestros caminos se cruzaran y deseo conservarla como amiga.
¿Está de acuerdo?
- ¡Por supuesto señora!, ¡me hace usted muy feliz con su decisión!
¡Gracias!, en verdad muchas gracias.
¿Me autoriza publicar esto que me dice?
Mis lectores me recriminan el haber afectado su carrera y me gustaría decirles que usted me ha perdonado.
- Prefiero que esto quede solo entre nosotras, lo mejor es no remover el pasado.
Pero estoy lista para darle las entrevistas que quiera sobre los proyectos de las comisiones en que estoy o he estado involucrada.
Eso será entendido por sus lectores como una reconciliación.
También prefiero que para eso me pida una nueva cita.
- De acuerdo señora, entonces hoy mismo me comunicaré con su asistente para pedir una cita.
Gracias de nuevo.
Cuando Nancy se despidió el gusto le salía por los poros y se manifestaba en todo su lenguaje corporal.
Se apresuró a llegar a su casa e imprimió el contenido de la USB.
Mientras leía su rostro reflejaba su desconcierto y sorpresa.
¡Tenía en las manos la historia que la haría famosa!
De inmediato empezó a acariciar la idea de investigar por su cuenta.
Ica por su parte, una vez que se vio sola, se comunicó con Calderón al número de teléfono móvil que él le había proporcionado.
Lo encontró en sus oficinas del obispado.
- ¡Señora!... estoy realmente sorprendido, pero a sus órdenes, dígame ¿en qué puedo servirle?
- Creo conveniente platicar nuevamente con usted en persona lo más pronto.
¿Cuándo puede venir a Washington?
- Lo siento, no existen las condiciones que me permitan viajar con seguridad, temo que mi salud se puede ver gravemente afectada.
- Entiendo y lo lamento, entonces le tendré que informar que yo también temo por mi salud y que dejé en mi testamento algo para agradecerle su apoyo públicamente.
Incluyendo detalles de la última conversación que tuvimos en mi oficina.
- ¡Señora!, le aseguro que no debió haberse tomado la molestia, realmente yo prefiero su salud a cualquier reconocimiento.
- Le agradezco mucho –Ica destiló sorna-
Y tenga la seguridad de que estoy en el proceso de hacer lo necesario para eliminar lo que está amenazando mi tranquilidad.
- ¿De que depende ese afortunado acontecimiento? –Dijo el obispo melosamente-
- De un tratamiento al que me someteré y que hará que me olvide para siempre de todos mis males, de los que debo decir que no estoy muy consciente, pero de todos modos prefiero olvidarlos e iniciar una nueva vida.
- Me gustaría saber más de lo que le atribula, tal vez podamos encontrar juntos la forma de que no solo se olvide de sus males, sino que saque provecho de ellos.
Le aseguro que eso ayudaría a curar los males de muchas personas, además de dejarle a usted una enorme satisfacción que enriquecerá su vida de una forma incalculable.
- Le agradezco su interés, pero definitivamente no puedo tomar una decisión en ese sentido sin que lo platiquemos personalmente.
¿Hay alguna posibilidad de que reconsidere sus temores?
- No por ahora, pero tal vez podamos platicar cuando usted visite México.
- Es posible, le dejaré saber oportunamente sobre esa posibilidad, por ahora me conformo con haber podido comunicarle mis planes.
Que tenga usted buen día.
- Buen día señora, gracias por su llamada.
Tras colgar, Calderón olvidó la compostura a que le forzaba el hábito y golpeando con el puño su escritorio dijo con rabia.
- ¡Maldita bruja!
Ica se recargó en el respaldo de su sillón giratorio y suspirando relajó su cuerpo plácidamente.
- Listo..., ya está –Musitó para sí-
Quien no se dio la oportunidad de relajar su ánimo fue la hiperactiva periodista Nancy Ellis.
Su siempre revolucionada imaginación buscó caminos para acercarse al obispo Calderón sin revelar que sabía sobre sus actividades gansteriles.
Estaba sentada en la sala de redacción de su periódico cuando súbitamente su rostro se iluminó con una maliciosa sonrisa.
- Sí, claro, ¡eso es! –Se dijo en voz alta-
Tomó su teléfono y marcó dos teclas para llamar a su amigo William Saunders del FBI.
- ¿Bill?
- No, por supuesto que no, lo que sea la respuesta es NO.
- No seas así conmigo, sabes que nunca te he dañado y que mis locuras le han dado variedad a tu monótona vida.
Temo que bajo tus narices está pasando algo muy extraño en el Capitolio que es importante dilucidar.
¿No quieres saber que es?
- Sabes que sí, aunque no quiero que me digas que es lo que quieres de mí.
- Bueno por ahora me conformo con que me permitas decirte lo que tú quieres saber.
- Adelante entonces.
- Hace unos veinte días vi entrando al Capitolio a un obispo católico de México y hasta ahora no se ha incluido su visita en los reportes de actividades, además tampoco en la nunciatura de Washington tienen registro de la entrevista y eso también es irregular.
Todo esto decía Ellis ignorando que Saunders había sido comisionado por Bob Dumas para vigilar a Calderón durante su visita a Washington.
Eso le hizo enterarse de que se había reunido con Ica Mitchell, aunque era todo lo que había logrado averiguar, ya que contra lo que la congresista creía no existían ni micrófonos ni cámaras ocultas en su oficina.
Sospechaba que la presencia del obispo en la oficina de Mitchell había tenido que ver con la información que él le había entregado a la congresista, pero como el asunto ya estaba oficialmente en manos de la C.I.A. y Nancy podría empujarlo a meterse en problemas jurisdiccionales, no dudó en confirmar su negativa a lo que fuera que quisiera Nancy.
- Nancy, no puedo ayudarte, no puedo perder el tiempo en un asunto tan trivial.
Seguramente te confundiste.
¿De qué color estaba vestido el obispo que dices?
- No usaba hábito.
- Entonces lo reconociste gracias a tu amplia familiaridad con los obispos de la iglesia mexicana, ¿no?
- No soy experta en la iglesia mexicana, pero puedo reconocer a una persona que desde hace dos años aparece con frecuencia en los noticieros de la televisión mexicana.
- Como sea –Saunders fue terminante-, no es suficiente lo que dices para hacerme perder el tiempo.
-De acuerdo, entonces te informo que mañana publicaré un artículo en donde menciono que un obispo mexicano estuvo en el congreso, pero sus actividades no fueron registradas y que no he podido obtener información.
Terminaré preguntando.
¿Cuál puede ser la agenda secreta de un obispo mexicano en Washington?
Y a ti pregunto ahora.
¿Deseas hacer algún comentario a la nota antes de su publicación?
- Nancy, no sabes en lo que te quieres involucrar.
¿Qué harías si resulta que es información de seguridad nacional?
- Pues no pedir detalles, pero el respetar eso no implica el que yo pueda y deba informar que un obispo mexicano vino a Washington a discutir asuntos de seguridad nacional y que el contenido de esas pláticas está clasificado como confidencial.
- Eres insoportable ¿lo sabías?
Tienes la libertad de publicar lo que quieras, pero no te extrañe que más de un congresista deje de concederte entrevistas y que en adelante para enterarte de lo que sucede solo recibas el boletín de prensa del congreso.
- No, mira –replicó Nancy conciliadora-
No me interesa pelearme contigo, solo te propongo un trato, tú dame una foto del obispo registrándose en recepción y yo no publicaré nada hasta que tú me lo revises y lo autorices.
Saunders no entendía lo que estaba sucediendo.
¿Nancy Ellis realmente estaba ofreciendo aceptar la revisión y edición de sus reportajes?
¿Qué se traerá entre manos?
- Bien Ellis, pero si me estás tomando el pelo te juro que será el último reportaje que haces en Washington.
- ¿Cuándo tendré lo que pido?
- Hoy mismo tendrás esa foto en tu buzón de Internet.
Y... ¿sabes que realmente eres un feo dolor de cuello?
- Lo sé querido, pero ese es mi trabajo.
Esa tarde Ellis recibió una clarísima foto de Calderón frente a la mesa de registro de visitantes del Capitolio de Washington y con ella a la vista llamó por teléfono al obispo.
- ¿Monseñor Calderón?
- Señorita Ellis, estoy a sus órdenes, pero aún no salgo de la sorpresa que recibí cuando mi asistente me informó que una reportera de Washington estaba en la línea.
¿En que puedo servirle?
Nancy fue directo al grano.
- Tengo en mi mano una foto suya ingresando al Capitolio de Washington.
¿Puede darme detalles de la naturaleza de su visita?
- Fue de índole privado, a consecuencia de la amistad que me une a una persona del congreso.
El asunto que tratamos fue totalmente personal y sin ninguna relación con las instituciones a las que pertenecemos.
- ¿Podría darme más información?
Sé por los reportes de vigilancia que se entrevistó con la congresista Ica Mitchell.
Un colega le preguntó la razón de que no hubiera ingresado ese evento en su reporte de actividades y respondió que lo tratado fue personal, como usted también lo indica.
Entiendo que las figuras públicas como Mitchell tienen derecho a una vida privada, pero estoy interesada en conocer y dar a conocer los vínculos que pudiera tener la congresista con un obispo mexicano.
En caso de que ninguno me proporcione más datos me veré en la necesidad de preguntarles por medio de mi columna, para que de cara al público expongan su relación.
¿No le parece más práctico platicarlo ahora antes de que los rumores distorsionen la verdad?
- ¿Hizo usted ese mismo planteamiento a la congresista?
- No, la congresista no me recibe desde que revelé su desencuentro con los movimientos de inmigrantes hispanos.
Ese fue un asunto muy desagradable porque lo que escribí fue mal entendido, y tuvo un efecto muy negativo en su carrera política.
No quiero volverme a equivocar así, pero tampoco voy a abandonar una historia tan interesante como creo que es la está detrás de la relación entre ustedes.
¿Quiere ayudarme a no equivocarme?
- Sí, pero tiene que prometerme no publicar nada sin consultar antes con la congresista Mitchell, porque se trata de información que solo ella puede autorizar que se publique.
- De acuerdo, le aseguro que así será.
Ahora dígame.
¿Qué platicó con la Congresista?
- Como usted sabe, los padres naturales de la congresista son mexicanos, pero ella tenía aún dudas sobre la autenticidad de las personas que hace poco se presentaron como tales.
Me pidió apoyo, investigué, y en esa visita le entregué su fe de bautismo y testimonios de personas que confirman la autenticidad de quienes se ostentan como sus padres.
Por lo delicado y confidencial del asunto fue que le llevé personalmente esos documentos.
- Muy considerado de su parte.
- Me sentí obligado a hacerlo para reducir el riesgo de que cayeran en manos de reporteros amarillistas que dañaran nuevamente a la señora Mitchell.
Nancy hizo una mueca resintiendo los efectos del cáustico comentario y siguió adelante.
- Le agradezco su ayuda.
¿Podría concederme una entrevista para que platiquemos sobre la amistad que lo une con la congresista?
- Yo supe de la congresista cuando ella me llamó para solicitar mi ayuda, así que no hay antecedentes de amistad, cosa que lamento porque es una maravillosa persona.
- ¿Conoce usted a los padres mexicanos de la congresista?
- Tampoco tengo ese gusto, los documentos que le mencioné los obtuve con la ayuda del cura párroco de donde viven.
- Pues ni hablar, parece ser que por ahora me perderé el gusto de conocerlo personalmente, pero ya se me ocurrirá algo, porque su amabilidad me motiva para hacer un reportaje que me permita conocerlo mejor.
- Gracias por sus conceptos, estoy para servirle, pero por ahora tengo que despedirme, mi agenda estará muy apretada por el resto del día.
Hasta pronto.
- Hasta pronto señor obispo.
Nancy colgó furiosa, le frustró lo indecible no haber podido acorralar al astuto religioso.
Cuando consiguió la foto se sintió segura de que el prelado no podría negar su presencia en Washington y que los nervios lo traicionarían.
Pero las respuestas que obtuvo solo le dejaron ver que ver que aún tenía mucho que aprender sobre serenidad y astucia.
Pero ella no era alguien que se diera por vencida con facilidad, así que se armó de valor y llamó nuevamente a Ica Mitchell.
- Señora, tengo en mi poder evidencias de la visita que le hizo en días pasados el obispo mexicano Calderón y planeo ir a México a entrevistarlo para que me comente al respecto.
- ¿Quiere comentarme algo?
- Solo que mi vida privada es algo que cedí al pedir el voto de mis electores.
Pero no puedo estar de acuerdo en que se digan verdades a medias o errores que desvirtúen la verdad.
Por eso le pido que platiquemos antes de que publique usted su historia y me permita validar lo que se diga ahí de mí.
- Le aseguro que así será, gracias por no oponerse.
- No me lo agradezca, no me gusta que mi vida privada sea expuesta.
Lo hago con desgano y lo admito como algo inherente a la responsabilidad pública que tengo.
Pero dígame ¿a qué evidencias de la visita se refiere?
- Pues al libro de visitas y lo grabado por las cámaras de seguridad.
- ¿Cómo supo en que día y hora buscar?
- El día que la visitó el obispo yo me crucé con él en la entrada del Capitolio.
Lo difícil fue tener acceso a los registros de seguridad.
Nancy sabía que su llamada estaba siendo gravada por procedimiento normal de seguridad del capitolio.
Mintió para dejar evidencias de que la congresista no tenía nada que ver con el inicio de su investigación.
- No le preguntaré como los consiguió –Dijo Ica regocijada por dentro-, estoy segura que no deseo saberlo.
- Gracias señora.
Cuando terminaron de conversar, las dos estaban satisfechas con el resultado.
Ica porque tal como lo había previsto, la hiperactividad de Nancy estaba poniendo a Calderón bajo la lupa de la prensa, lo que con toda seguridad disminuiría su agresividad.
Nancy porque sentía crecer la posibilidad de ganar el Pulitzer del siguiente año.
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