Capítulo 9 - Aventura Interactiva

—Buen día clon AY230, es hora de estar consciente.
230 demostró estar despierto al instante, para no ser molestado de nuevo. No podía asegurarlo, pero creía haber estado consciente en todo el tiempo del descanso, sin poder dormir, aunque también le parecía recordar algún extraño sueño, un sueño sobre hechos del pasado y del futuro...
Por un buen tiempo permaneció inmóvil, hasta que el Ambiente empezó a increparlo para que se movilice hacia la Actividad.
230 se movió con disconformidad, para no escuchar más a la voz. Mientras estuviera allí no sería fastidiado, aunque se dedicara a no hacer nada.
—Ver todos mis trabajos incompletos —solicitó al Ambiente, luego de un buen tiempo.
Una lista de obras empezadas y sin acabar, ordenadas por tipo de actividad se desplegó frente suyo. Las miró con detenimiento, recordando cosas que nunca terminó de desarrollar, ya sea por falta de ganas o de ideas.
—¡Ahh! —exclamó, observando un ítem la lista—. hace tanto tiempo que te tenía abandonada, querida historia. Creo que hoy es un día especial para continuarte. ¡Editar la historia de Amor! —exclamó—, desde el principio.
Su propia voz empezó a relatarle una historia, la cual fue escuchando con tranquilidad y atención, mientras que el mismo texto se desplazaba frente a él en el éter. En ciertas partes, detenía la narración y corregía algunas palabras o expresiones, para luego continuar escuchándola.
Cuando al poco tiempo terminó la voz la narración, donde había quedado a medias la historia, 230 pensó bien como seguiría, y fue relatando el resto, recordando mucho sus últimos sueños, porque en realidad su cuento era eso, una gran fábula que se había desarrollado en sus sueños, mezcla de imaginaciones, fantasías y letargos en los que su cerebro divagaba. Era tan natural su relato, que las palabras le salían como si alguien se las dictara, o como si hubiera vivido esas experiencias por sí mismo.
Durante toda la región horaria de la Actividad pulió su historia, agregándole descripciones largamente perdidas dentro de su mente, y que ahora volvían claras y fluidas. Continuó el relato hasta cerca del final, dictando casi sin dudar toda la historia, realizando escasas modificaciones a lo que iba agregando, y dándole más vida a la narración, modulando mejor la voz para cada parte, y por lo tanto haciendo la escucha mucho más agradable. Obviamente, si alguien no quería escuchar su voz podría pedir al Ambiente que se la presente en forma textual para leerla, pero casi nadie lo hacía, puesto que era mucho mejor escuchar la historia narrada por el propio creador, con la tonalidad y vivacidad de su voz, que leer un texto muerto. Muchas veces los clones, mientras estaban el La Actividad, escuchaban historias de otros mientras se dedicaban a sus propias creaciones, en vez de escuchar música, que era lo más común. 230 prefería de todos modos trabajar en silencio, a diferencia de los demás.
Finalmente, dejó el desenlace y el epílogo para otra oportunidad, puesto que la hora de la Reunión se acercaba y no quería detenerse en la mitad del relato de tan fundamental parte, ya que sentía muy difícil continuar una línea de pensamiento cuando se la abandonaba en un lugar importante.
Luego de poner a buen recaudo su proyecto, AY230 se desplazó hacia la Reunión con pocas ganas de compartir momentos con los demás clones y Maestros.
Al apenas materializarse en el lugar compartido por todos, se le aproximó BY210, prácticamente gritando y fuera de sí.
—¡230!, ¡230! ¡Por fin te encuentro! —exclamó, y luego de tomarse un respiro continuó—. ¡Hoy es el día más feliz de mi vida!
—¿Sí?, ¿Por qué? — le preguntó 230, un poco descolocado.
—¡La reunión con los Maestros! ¡Fue una maravilla! ¡Ya soy un clon Superior! ¡Puedes llamarme AY210 a partir de ahora!
—¡La reunión! —exclamó al recordarlo, puesto que todo lo sucedido con Xor lo había hecho perder la consciencia sobre las demás cosas que lo rodeaban—. ¡Es fantástico!, estoy tan contento por ti —lo felicitó.
—Ay, no sé, ya soy tan importante como tú... Aunque no podamos compararnos —dijo 210, con humildad.
—No te preocupes, cuando yo me convertí en un clon Superior estaba en tu misma situación, y no podía creerlo, porque había realizado muchas cosas interesantes para ese entonces, pero nada fabuloso. Tenés que recordar que uno se convierte en Superior cuando ha demostrado que tiene una capacidad de creación importante, y una educación lo suficientemente elevada como para poder tomar decisiones globales, votar otras obras y ayudar a los que ahora están por debajo tuyo, pero que han sido tus compañeros anteriormente.
—Es cierto, y quiero agradecerte especialmente el tiempo que tú dedicaste a mí, porque sin tu ayuda y sin esa gran obra que realizamos en conjunto, nunca hubiera sido posible que se diera esto.
—¡Bah! —desdeñó 230—. Todo es cuestión de tiempo. Yo ayudé a que canalizaras mejor tus energías, pero de todos modos tú hubieras podido hacerlo solo, un poco más adelante. Yo tan sólo fui el catalizador de tu energía creativa, y le di una dirección determinada. Pero tu capacidad es la que te llevó a donde estás.
—Así es, pero he aprendido mucho de ti, cosas e ideas que tal vez nunca hubiera tenido por mí mismo ¡Colaboré en la creación de una de las obras más fabulosas que se ha realizado en toda la historia de nuestra sociedad! Y tú me brindaste esa oportunidad.
—Todos aprendemos de todos, al fin y al cabo ¿Para qué se publican las obras de los demás en el Museo? —le preguntó 230.
—Para que las disfrutemos —respondió 210 rápidamente y sin pensarlo mucho.
—¡Y para que aprendamos de ellas! El arte es una labor comunitaria, así como la armonía es un concepto puramente humano.
—Me sorprenden tus palabras, nunca había escuchado a nadie expresarse con tanta claridad sobre el tema.
—Por supuesto. ¿Tú crees que una persona estando sola en una isla, no física, sino mental, podría crecer artísticamente? —le preguntó 230, aunque era puramente retórica y no esperaba respuesta—. El arte es un lento proceso histórico que siempre avanza, arrastrando lo viejo y sacándolo a flote de vez en cuando en diferentes remolinos. Y sólo el hombre tuvo a lo largo de la historia del mundo la capacidad de considerar a algo como “artístico”, aunque dicen que algunos animales disfrutaban de la música... Quién sabe. Pero eso sí, no creo que un animal disfrute de un cuadro, o de nuestra Megademo.
—Tienes razón, pero al escucharte me pregunto: ¿Por qué no enseñas historia del arte?, ¿O filosofía?
—¡Hey! Enseño historia, de todos los tipos, incluyendo al arte. La filosofía me gusta, pero no para enseñarla, porque me gusta expresar mi parecer, pero no discutir sobre él.
En ese momento 736 y 580/2 se acercaron a los clones.
—¡Felicidades por tu promoción 210! ¡Ya eres uno de nosotros! —lo celebró 580/2—. Y para festejarlo te invitamos a disfrutar de una Aventura Interactiva mágica, luego de la Reunión. No solemos aceptar gente nueva en el grupo, que ya ha sobrevivido a varias campañas, pero haremos una excepción especial contigo... Y si demuestras ser bueno, permitiremos quedarte en él.
—¡Gracias!, estoy tan contento que no sé cómo expresarlo —se alegró 210—. Me es extraño repentinamente ser aceptado entre un grupo de clones Superiores como uno más de ellos. No me tengo palabras para agradecerles...
—No te preocupes —dijo 736—, pronto se te va a pasar toda esta alegría y te vas a aburrir de nosotros —infirió burlonamente, mientras los demás reían.
—No lo creo —aseguró él.
—Pero míranos —agregó 580/2—, al fin y al cabo todos nosotros somos Superiores, y vivimos con ello.
—En la lucha por convertirnos en Maestros —indicó 230.
—Y... Ese es el siguiente paso para todos —apuntó AY210—, y a vos te falta poco —afirmó mirando a 230.
—¡Es cierto! —exclamaron todos.
—Pronto vas a dejarnos de lado —aseguró 736— porque vas a creer que sos mejor que nosotros.
—Aunque eso tenga algo de cierto —rio 230—, yo nunca voy a dejar de compartir mi tiempo con ustedes, y lo saben muy bien.
—Eso está por verse —dudó 580/2—, todos dicen lo mismo, pero luego de convertirse en Maestros cambian su forma de pensar y de ver las cosas.
—¡Eso es mentira! —reprochó 230 a su amigo—. Xor es un buen ejemplo de ello. ¡Él siempre estuvo con nosotros acompañándonos, compartiendo su tiempo y ayudándonos en todo!
Los demás lo miraron con consternación, su tono de voz denotaba una irritación sin igual, y sus facciones se habían endurecido.
—Será por eso que desapareció —acotó 210, estúpidamente. 230 lo miró apenas conteniendo su ira, y sin responderle, simplemente dio media vuelta y se alejó.
—Ten cuidado con tus palabras —le dijo 736 con discreción—, él está muy afectado por todo esto y se siente realmente mal, mucho peor que cualquiera de nosotros. Xor era como un hermano para él, y aún no puede aceptar su ausencia. Hay que ayudarlo, por más que nos cueste, a aceptar lo que ocurrió, y a que se resigne.
—Perdón, pero dije lo que pensaba. Tal vez lo que ocurrió fue porque nunca se comportó como el resto de los Maestros, ¿No lo creen?
—O tal vez por algún otro motivo mucho más obscuro, mi amigo —agregó 580/2—, debes aprender a cuidar tus palabras, a ser discreto y a pensar antes de hablar...
Mientras tanto, 230 se hallaba solo, merodeando entre los demás clones, pero buscando aislarse, para poder ordenar sus ideas.
—¡230! ¡Que alegría poder encontrarte! —exclamó Moby, uno de los Maestros de 2º Nivel, al verlo—. Todavía no pude felicitarte por tu grandiosa creación, resultó ser una experiencia fascinante para todos, no hay quien que no hable de ella ahora.
—Muchas gracias —respondió el aludido—. Fue una gran idea bien realizada, y eso es lo importante. Además conté con bastante ayuda para su desarrollo.
—Sí, ya lo sé, ¿Por qué crees que BY210 se convirtió en AY210?
—Porque se lo merecía... —supuso con hastío 230. Estaba empezando a molestarle que dijeran que la Megademo era la causa de que el clon Inferior haya subido de nivel, cuando a su criterio se lo merecía por sus propios logros— ¿Y tú, cómo andan tus cosas? - agregó, suavizando su tono de voz a uno más amistoso—. Hace tanto tiempo que no hablamos.
—Yo estoy muy bien, trabajando en el mejoramiento de la interfaz hombre-máquina, y en un nuevo paradigma de comunicación.
—¡Suena fantástico! —exclamó 230—. Cómo me gustaría poder trabajar en algo tan interesante y complejo.
—Creo que pronto podrás hacerlo si es que realmente lo deseas —le dijo el Maestro.
—Sí, hace poco le expresé a Jester mi idea de cambiar todas las voces y mensajes del Ambiente por otros mejores, más armónicos, e inteligentes sobre todo.
—Bueno, esa no es mi área —le explicó Moby—. Lo que querés modificar son detalles poco relevantes en realidad. Yo busco nuevas formas más sencillas y mejores de comunicarnos con el Ambiente.
—No te entiendo mucho, ¿Qué clase de formas? —preguntó 230 interesado.
—Interfaces, formas de comunicación con el Ambiente —intentó describir sin éxito el Maestro—. Por ejemplo, cuando quieres darle una orden al Ambiente, ¿Qué haces?
—Se la doy simplemente.
— Pero no es tan fácil. Tú sabes bien que pensar la orden no sirve de nada sin pronunciarla.
—Discúlpame, pero sigo sin entenderte —se excusó 230, intrigado.
—Es sencillo. Cuando queremos dar una orden al Ambiente, la pensamos y la pronunciamos en voz alta. Vos sabés que en el fondo lo que hacés es pensar en decir la orden, y que el Ambiente interpreta los estímulos del habla de la región del cerebro destinada a manejar los órganos para la pronunciación, y ejecuta la orden cuando la percibe. ¿Es así?
—Creo que sí, aunque no estoy muy seguro de ello.
—Te aseguro que así es —afirmó Moby con total certeza—. Y cabe preguntarse entonces lo siguiente: ¿Por qué uno no podría simplemente pensar las órdenes, sin querer decirlas, y que el Ambiente actúe de acuerdo a eso? Al fin y al cabo nuestro pensamiento se realiza en forma verbal, y puede ser interpretado, aunque las herramientas para hacerlo aún no están del todo desarrolladas. Tú sabes, identificar las órdenes habladas es mucho más fácil que entender los pensamientos. Por ejemplo, es casi imposible analizar los recuerdos de una persona si no está haciendo un esfuerzo para traerlos a la mente, puesto que no generan energía alguna, en cambio el pensamiento actual es más sencillo de descifrar, puesto que está generando actividad eléctrica en el cerebro, y al hablar envías impulsos a los músculos de la cara para que se muevan, estímulos que ya han sido dominados y comprendidos por la ciencia de nuestra sociedad, y son mil veces más sencillos de interpretar.
—Ahora que lo dices, tienes razón, alguna vez pensé en ello, pero nunca me pregunté por qué era así. Pero ¿Acaso al recordar no generamos esa energía eléctrica o cual fuere y se podrían analizar nuestros recuerdos? —asumió el clon Superior.
—Claro, pero conscientemente debemos hacer el esfuerzo por recordar para que ello ocurra, los recuerdos guardados pasivamente en nuestro cerebro son inalcanzables si es que no ponemos algo de nuestro lado. Es similar a lo que ocurre cuando se elaboran los patrones mentales de un Maestro. Hasta ahora sólo se podían tener registros desde el momento en que se convertía en Maestro en adelante, pero poco a poco, estos adelantos en los que estoy trabajando harán que el Maestro retenga todos sus recuerdos desde que era un clon Nuevo, lo que será grandioso. Tan sólo habrá que hacer el esfuerzo por recordar.
—Si realmente quieres recordar... —continuó la frase 230, en voz baja.
—Me extrañaría que no quisieses —se sorprendió el Maestro—. ¿Por qué no desearías poseer todos tus recuerdos por el resto de la eternidad?
230 dudó por unos instantes, pero finalmente le espetó lo siguiente:
—Dime... ¿Qué seguridad tengo de que una vez obtenidos, los Maestros no puedan escarbar en mis recuerdos en busca de cosas extrañas?
—Eso no sería ético, nadie tiene el derecho a penetrar en tu mente sin tu consentimiento —le respondió Moby—. El motivo de la toma de los parámetros mentales y de los recuerdos es una mera forma de hacer que los Maestros sean más completos y perfectos, nada más.
—Así debería ser... —dijo 230 dubitativo.
—No te preocupes por ello, te aseguro que es así —afirmó el Maestro cálidamente—. Pero bueno, te sigo contando los problemas que tiene la interfaz que estoy estudiando: Hay dos temas básicos que impiden el cambio al nuevo modelo. Además de lo que te expliqué sobre lo difícil que es entender los pensamientos, otro problema es que si el razonamiento sirviera para dar órdenes, todos nuestros pensamientos serían interpretados por el Ambiente, con resultados imprevistos. Seguro que más de una vez te ocurrió estar hablando con alguien y al pronunciar un conjunto de palabras que conformaban la sintaxis y la semántica de las órdenes del Ambiente, éste ejecutó la orden o el comando pronunciado. Esto es porque todo el tiempo el Ambiente analiza cada una de nuestras palabras en busca de órdenes para él.
—Es cierto, antes me ocurría más a menudo, pero hace tiempo que eso no me pasa —dijo 230.
—Eso es porque se ha mejorado mucho todo el sistema, se han cambiado las palabras claves, y ahora el Ambiente tiene un sofisticado algoritmo de inteligencia artificial que le permite darse cuenta por el contexto y el tono de voz si es que lo dicho es una orden para él o una frase que forma parte de un diálogo o un monólogo, donde no debe intervenir.
—¡Qué interesante! Sígueme contando.
—La verdad es que en el pensamiento es muy difícil darse cuenta de esas diferencias, ya que no le damos esa expresividad que tiene el habla, por lo que hay que buscar otra forma de advertir que las órdenes son para el Ambiente. Por ejemplo, se podría usar alguna oración o palabra clave tal que despierte al Ambiente cuando se la pronuncia y haga que él ejecute la frase que viene a continuación.
—Parece una buena solución —afirmó el clon, sin pensarlo mucho—. Aunque...
—Aunque no lo es tanto como pareciera de buenas a primeras —lo interrumpió el Maestro—, porque no podrás dar órdenes directas como “Ir a la Reunión” sin antes haber pronunciado “Ambiente escúchame” o algo semejante. Usar una palabra como “Orden:” es algo ambiguo, puesto que cada vez que pienses en algo que lleve esa palabra, el Ambiente intentará ejecutar la frase que venga a continuación. Además allí surge el segundo problema: Se crearía una sobrecarga innecesaria y peligrosa al sistema, ya que cada pensamiento debería ser interpretado y analizado por el Ambiente en busca de órdenes. Ahora sólo se revisan los pensamientos hablados, que no son más que un 15% de todo nuestro razonamiento. Esta sobrecarga puede ser peligrosa para nuestros sistemas y no conviene realizarla.
—¿Sólo un 15%?, no entiendo, todos mis pensamientos son en lenguaje natural.
—Eso es completamente falso. Por ejemplo, mira mi mano —dijo Moby mientras elevaba el brazo, y movía la mano de un lado a otro. 230 siguió a la mano con la mirada, sin decir nada—. ¿Ves? —le dijo.
—¿Qué cosa? —preguntó 230 sin entender.
—No le estás ordenando a tus ojos verbalmente que sigan a mi mano. No les dices: Más a la derecha... Más abajo, etcétera. Es un pensamiento inconsciente y automático. Lo mismo ocurre con la imaginación. Si traes una imagen a tu mente no la estás describiendo con palabras, sino que efectivamente la estás visualizando. Tenemos muchos pensamientos abstractos todo el tiempo, indescifrables para alguien que espera sólo palabras, hay raciocinios del cerebro que no tienen traducción y que no se pueden comprender ni expresar mediante el lenguaje, pero que de todos modos generan energía eléctrica dentro del cerebro.
—Lo entiendo... —dijo 230, finalmente—. Qué interesante. No me había dado cuenta de ello. Pero de todos modos el Ambiente es capaz de entender muchos de estos pensamientos, porque se da cuenta de la dirección hacia donde miro, y todo ese tipo de cosas.
—Se da cuenta de hacia donde mirás, pero no mediante el análisis de tus pensamientos, sino de maneras indirectas.
—¿Maneras indirectas? —inquirió el clon, aunque alguna vez ya había escuchado otras explicaciones sobre el tema.
—Claro, lo que el Ambiente capta son los estímulos que el cerebro envía a los nervios y músculos de los ojos, y por eso entiende lo que quieres hacer. Entonces los interfiere y envía sus mensajes directamente a la zona del cerebro que corresponde a la visión para responderte. Con esto no estoy diciendo que no se pueda comprender lo que ocurre dentro del cerebro, en realidad una gran cantidad de sus impulsos ya han sido estudiados y completamente dominados, pero aún falta mucho camino a recorrer para poder comprender todo lo que nuestro cerebro piensa.
—Lo que yo quisiera saber es... ¿Hasta que punto comprende el Ambiente lo que se le dice o pregunta? —inquirió 230 con curiosidad.
—El Ambiente comprende poco en realidad —fue la respuesta de Moby—. Él analiza una entrada, tus palabras, buscando una cadena de elementos que constituyan órdenes o pedidos de acciones que tú le sugieras. Entiende órdenes predeterminadas, solicitudes de búsqueda, pedidos de cambio de parámetros, pero no más que eso. Él no comprende lo que tú le pides, tan sólo entiende la construcción de frases que pronuncies y que encajen con las que son importantes para él y está preparado para manejar.
—¿Y esto no denota inteligencia? —quiso saber 230—. Yo he mantenido diálogos con el Ambiente en numerosas ocasiones, y siempre me entendió.
—Es obvio que el Ambiente maneja toda nuestra información y contexto, que es la base de datos más grande jamás creada en la historia de la humanidad, el banco de conocimientos más complejo que se ha construido en la historia, y por lo tanto siempre podrá responder con datos que posee sobre todo tipo de temas. Pero eso no puede llamarse inteligencia... Si tú le preguntas si Dios existe, probablemente te responda con una mezcla de las posibles respuestas que gente influyente dio alguna vez, pero no responderá por sí mismo. Al fin y al cabo sólo tomará tu pregunta y realizará una búsqueda, como siempre lo hace. Inténtalo, habla de filosofía con él, y te darás cuenta de sus limitaciones.
—Lo que dices tiene mucha coherencia, pero de todos modos, el Ambiente debe tener mecanismos extremadamente complejos que le permitan hacer todo lo que hace.
—Por supuesto que sí. El Ambiente está conformado por millares de procesos que actúan en paralelo. Comunicarse con nosotros y generar la realidad que nos rodea es sólo una de sus múltiples atribuciones. Bueno, como verás —siguió hablando Moby—, las labores de los Maestros son muy complicadas y no tienen nada de divertidas, hay que ser muy cuidadoso. Últimamente no tengo tiempo para crear nuevas obras, todo se me va en labores como ésta o en la administración de los recursos del sistema.
—Pero ser un Maestro tendrá sus ventajas —afirmó el clon.
—Por supuesto, tenemos muchos más recursos a nuestro alcance, además de información que ustedes no poseen, capacidad de decisión y muchas otras cosas. Pero yo vivía más tranquilo cuando era un clon Superior, con escasas responsabilidades y más tiempo para crear.
—Aunque en cierto modo lo que haces es muy creativo.
—Por supuesto —aseguró el Maestro—, requiere de mucho pensar y conocer, capacidades que pocos pueden lograr unificar de una manera útil. Pero no sé, en parte me siento vacío, necesito algo más, añoro algo que no puedo describir. Tal vez, cuando seas un Maestro, puede que te pase lo mismo, y si eso ocurre, confío en que sepas explicarme esto que no puedo comprender por mí mismo.
—¿Y los demás Maestros? ¿No sienten lo mismo?
—No lo sé, entre los Maestros de Segundo Nivel creo que la insatisfacción es general. Pero los Maestros Originales o los de Primer Nivel tienen una psicología muy distinta a la nuestra... Bueno —continuó—, no es un buen tema para conversar. Ha sido muy gratificante para mí haber hablado contigo sobre todas estas cosas, pero seguiré con mis actividades.
—Éxitos en ellas, me gustaría seguir escuchando todas estas cosas, y aprendiendo, espero poder ver pronto la nueva interfaz en la que trabajas, y que charlemos un poco más —le dijo 230.
—Intentaré tener más tiempo libre para estas conversaciones gratificantes. En cuanto a la interfaz, ya la conocerás, pero no esperes que sea pronto —fue la respuesta del Maestro.
Ambos se despidieron, y 230 quedó solo de nuevo. Estuvo reflexionando por un tiempo sobre todo lo hablado con Moby, y se le ocurrieron algunas posibles mejoras y optimizaciones al modelo planteado, que pensó comentarle luego, cuando lo volviera a encontrar.
Un mensaje, con la voz de 736, finalmente llegó a los oídos de 230.
—Te esperamos para continuar nuestra aventura, no seas tonto, ven a pasar un tiempo con tus amigos y olvídate de las penas.
Dubitativo, 230 tardó unos momentos en decidirse, pero finalmente se unió a los demás en la aventura.  
Al instante, apareció en medio de una jungla, a los pies de una gran pirámide escalonada construida con piedras más o menos regulares, de gran tamaño. Una escalera unía la base con la cúspide, donde se encontraba una pequeña construcción también de piedra, con un arco que comunicaba con el interior. La ropa del clon era muy extraña: llevaba una armadura que le cubría el torso y un brazo, un escudo redondo de metal forjado en la mano izquierda y una espada envainada colgando de un cinturón de cuero.
—Hola, Apolo —saludó 736 a 230 cuando éste llegó. Ella vestía una túnica blanca y larga hasta el piso, cubierta en parte por una capa roja. Tenía un hermoso pelo rubio que brillaba y relucía ondeante al sol, cubriéndole el rostro casi completamente. Se apoyaba en un raro bastón, bastante largo y curvo, que tenía en su extremo la imagen de un extraño ser, semejante a un ángel, con sus alas extendidas y los brazos apuntando hacia el frente. La mirada de 736 era penetrante, y sus grandes y vivaces ojos parecían escudriñar dentro de los pensamientos de cada uno de los presentes.
—Oasis, tanto tiempo sin verte, ¡Que alegría! —le respondió.
—¡Bueno!, ya estamos todos presentes, así que podemos continuar —agregó 580/2—. No debemos perder más tiempo. Su aspecto era extraño, casi irreconocible. Medía cerca de metro y medio, tenía la apariencia de un anciano, con largas barbas que escapaban de su capucha, la cual le cubría los ojos, impidiendo ver hacia dónde dirigía su mirada. Su misterioso y cerrado comportamiento llamaba mucho la atención.
—Hey, espera un momento, el pobre AY210 tiene que entender que está pasando. Además ¿Qué explicación lógica tiene su presencia aquí? —preguntó 230.
—No te preocupes, él reemplazará al personaje de Xor, que nunca más jugó con nosotros desde que se convirtió en un Maestro, y que es lo más sencillo para incorporarlo a esta altura de la historia. Ya le expliqué nuestros objetivos y motivaciones, podemos continuar —explicó 736.
—Por lo menos permitámosle elegir un nombre aunque sea el mismo personaje —pidió 230, dirigiéndose a 210.
—Esteeee..... No sé, creo que me llamaré... Rygar, sí, eso, Rygar... 230 —le contestó.
—Mirá, en primer lugar, y por el resto de la aventura mi nombre para vos será Apolo ¿Entendiste? Y si te parece bien Rygar, no hay problema, pero no sé que significa un nombre semejante.
—Yo tampoco, pero no se me ocurrió otra cosa —le respondió 210, casi susurrando.
—¿Conoces los nombres de los demás? Yo soy Apolo, ella es Oasis y él es Andrómeda —explicó, señalando a 736 y a 580/2—. Son todos de confianza, aunque nunca sabrás cuales son sus pensamientos y motivaciones verdaderas en esta aventura, pero siempre vendrán a socorrerte cuando te encuentres en aprietos.
—Nuestro objetivo actual es llegar a la cúspide de la pirámide —explicó 580/2—, y allí descubrir como adentrarnos en ella. Un mapa que obtuvimos por casualidad hace largo tiempo, cuando nos encontrábamos en otras tierras, indica que hay un pasaje secreto allí arriba, que lleva al interior, en donde se encuentra la cámara mortuoria de un antiguo sumo sacerdote que, según las leyendas, había descubierto la manera de destruir a uno de los 7 demonios, hermano de Leviatán, y cuya magia tal vez nos sirva a nosotros también para acabar con este ser indestructible, liberado hace ya tres años por el error de uno de nuestros compañeros, que de hecho no sobrevivió al trauma. Ésta es nuestra última esperanza, porque en la gran guerra al Norte de aquí, ya han muerto miles de hombres, y nadie ha sido capaz siquiera de dañar al demonio.
—Es dura nuestra misión ¿Eh? —preguntó Rygar.
—Es una urgente necesidad descubrir ese secreto. Los pocos rebeldes que continúan peleando no soportarán mucho más esta guerra, y al caer, el resto del continente quedará indefenso. Empecemos la subida —los apuró Apolo.
En silencio, el valeroso grupo emprendió la marcha, tardando más de media hora en llegar a la cima. Desde ella se podía observar todo el valle, puesto que la pirámide estaba en su centro. Andrómeda, casi exhausto por el esfuerzo, se sentó en uno de los escalones, mirando fijamente y con atención hacia el poniente.
—Tenemos problemas —dijo secamente, luego de haber pasado cerca de un minuto.
—¿Qué clase de problemas? —preguntó Rygar, con preocupación, a la vez que sacaba un brillante cuchillo de su cinturón.
—Los veo. Jinetes alados, a unos 20 kilómetros de aquí. Vienen hacia aquí a gran velocidad, montando a esos seres bífidos espantosos. Nos atraparán dentro de la pirámide y nos asesinarán ¿Cómo se enteraron de que veníamos aquí?
—Tal vez no lo sepan, puede que quieran evitar que alguien se acerque aquí, para proteger a su amo. Oasis, ¿Puedes hacer algo al respecto? —preguntó Apolo—. Si no puedes eliminarlos, aunque sea retrásalos.
—No sé, tal vez, con la ayuda de Andrómeda pueda hacer algo —respondió ella, acercándose al borde de la atalaya.
—Si vas a hacer lo que estoy pensando —le dijo Andrómeda—, esas nubes que se observan a la distancia pueden servir, pero tendremos que esperar que se acerquen hasta ellas, lo que es cerca de la mitad de su camino. Prepárate, yo te diré en qué momento hacerlo.
Oasis se sacó la capa y la dejó en el suelo. Elevó el bastón con ambos brazos, y empezó a recitar antiguos versos, arcanos y desconocidos para cualquier mortal. En pocos minutos una brisa empezó a girar alrededor de ella, transformándose en un pequeño torbellino. Su pelo se elevó en el aire, ondeando y dejando al descubierto sus extrañas facciones, muy estilizadas, junto a sus orejas alargadas y delgadas, terminando en una punta. Sus grandes y redondos ojos estaban teñidos de rojo, prácticamente brillando, confundiéndose su luz con la del también rojizo ocaso.
—Estoy lista —dijo finalmente.
—Aguanta un poco más, yo te avisaré cuando pasen por debajo de esas nubes —respondió Andrómeda.
Hubo un minuto de tensa espera, hasta que Andrómeda volvió a hablar:
—¡Ahora es el momento! Tienes poco tiempo.
Oasis apuntó a las nubes con el bastón, que brilló en tonos dorados, y sosteniéndolo firmemente con ambas manos, y gritó:
—¡Oh Eriadel, demuestra tu poder!
Inmediatamente, las nubes se tornaron opacas, y una lluvia de miles de rayos las conectó con el suelo, atándolas a la tierra. Un enorme resplandor iluminó la tarde, hasta que repentinamente se detuvo. Oasis yacía exhausta de rodillas en el suelo, apoyándose débilmente en su bastón, ya plateado de nuevo.
—¡Fantástico! —exclamó Andrómeda—. Todos cayeron.
—Pero dudo que hayan muerto —apuntó Apolo—, ya hemos tenido malas experiencias anteriormente al confiar en la victoria con este tipo de ataques. Por la distancia creo que tenemos cerca de una hora y media, hasta que lleguen aquí a pie luego de recuperarse de la caída y del daño recibido, y suponiendo que sus monturas hayan muerto o escapado. Podríamos agregarle otra media hora que tardarían en subir la pirámide. Es mejor que nos apuremos, para salir de la construcción antes de que nos alcancen, y esperarlos tal vez aquí arriba o allí abajo en aquel claro, para emboscarlos.
—¡Apurémonos entonces! —se preocupó Rygar.
El grupo entró con cautela al cuarto de la cumbre. Apolo ayudaba a Oasis a caminar, porque ésta se encontraba sumamente agotada, y muy mareada. Dentro de la habitación se hallaba un pequeño altar de piedra, tallado con figuras de una gran batalla, en la que las fuerzas de la naturaleza jugaban un importante papel: se representaban rayos, tormentas y tifones, luchando contra una legión de hombres armados sólo con rústicos elementos bélicos.
Andrómeda desenrolló el pergamino en el que estaba dibujado el mapa, y lo observó con detenimiento. De un bolsillo extrajo una daga dorada, cuya hoja era ondulada, y parecía brillar con luz propia. Luego miró de nuevo el mapa y al altar, y caminó alrededor del mismo, buscando algo. Los demás observaban las paredes, mientras que Rygar intentaba mover uno de los candelabros que se encontraban en ellas, en todas las direcciones, para ver si accionaba algún mecanismo oculto, mientras Apolo intentaba mover el altar mediante el método de la fuerza bruta, inútilmente.
—¡Ya lo entendí! —exclamó Andrómeda, luego de bastante tiempo de búsqueda infructuosa.
—¿Qué cosa? —preguntaron los demás.
—Oye, ¿De dónde sacaste eso? —inquirió Apolo, sorprendido por la daga dorada, desconocida para él.
—Eso no importa, no podía hablarles de ella por el bien de todos, sólo ahora puedo revelarla, porque ya hemos llegado a nuestro destino. Si lo hubiera hecho antes hubiéramos estado en un peligro mucho mayor aún.
—¿Y si morías? —lo reprendió Oasis—. ¿Cómo íbamos a saber que hacer?
—No estoy muerto, como verás... —respondió Andrómeda con una irónica sonrisa dibujada en su rostro. El anciano se agachó e insertó la daga en una ranura del bajorrelieve del altar. La giró lentamente hasta que emitió un sonido semejante a un chasquido. Entonces la retiró con sumo cuidado y se dirigió al extremo opuesto del altar, para repetir la operación.
—Ya está —dijo—, Apolo y Rygar, pueden mover la tapa, con sumo cuidado por favor, hay que respetar a quien descansa abajo, y no podemos saber qué nos espera.
Los dos levantaron suavemente la tapa y la pusieron a un lado. Al mirar adentro, se dieron cuenta que una escalera surgía entre las sombras, sumergiéndose en las oscuras entrañas de la pirámide. Rygar encendió una antorcha y empezó a descender lentamente, seguido por todos los demás, unos detrás de otros.
De repente, cuando los primeros en la fila ya habían avanzado unos metros por el obscuro pasaje, detrás de ellos se pudo escuchar un desesperado grito de Andrómeda:
—¡Uno! ¡Aquí hay uno!
—¿Qué? —preguntó Apolo sin comprender.
—¿Qué pasa? —gritó Oasis.
—¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡No puedo solo! ¡Uno de los jinetes sobrevivió! —exclamó Andrómeda, que se encontraba último en la fila, y apenas había dado los primeros pasos dentro del pasadizo.
Apolo intentó desenvainar la espada, en medio de la conmoción, mientras volvía hacia la salida por el estrecho pasaje empinado. Pero un metro antes de llegar a ella, sintió como los escalones desaparecían bajo sus pies, y la superficie del suelo se volvía lisa y resbaladiza. Sin entender mucho lo ocurrido, cayó tortuosa y rápidamente por el pasillo inclinado. Luego de un momento, el camino terminó en un pozo, al que Apolo fue lanzado estrepitosamente.
—¡Aaarrggghh! —gritó desaforadamente, y apenas logró asirse con la punta de sus dedos al borde de un pozo que intentaba tragarlo.
Había una tenue luz hacia sus espaldas, pero Apolo no veía más que la pared y el techo frente a él, mientras que se empezaba a resbalar hacia el fondo. No podía soportar mucho más, y finalmente se soltó.
Un poco confundido alcanzó a escuchar la voz de Rygar:
—¡Te tengo! — gritó, a la vez que sentía un dolor terrible en una de sus manos. Golpeó fuertemente contra la pared contraria, y quedó mareado, colgando de una cuerda que tenía enlazada en su muñeca izquierda.
Atinó a mirar hacia arriba, pero todo le daba vueltas, y no podía comprender qué ocurría. Después miró hacia abajo, y observó consternado como cientos de filosas puntas de piedra se alzaban a escasos metros de él, en el fondo del pozo, esperando terminar con su existencia. Enseguida la cuerda de la que pendía lo empezó a elevar, hasta que llegó al borde del hoyo, y quedó tirado en el suelo, sin poder hablar, y respirando agitadamente.
En un momento sintió un ruido opaco y grave a su lado, y observó como una gigantesca losa se movía pesadamente, tapando el hoyo al que casi cayó.
—Solucionado —dijo Rygar—. Ya no se abrirá más... Espero. Encontré una especie de palanca disimulada entre las piedras de la pared, que lo cerró.
—Gracias por la ayuda —reconoció Apolo—, de no ser por ustedes hubiera terminado esta aventura para mí. Lastimosamente mi hermosa espada mágica, forjada por los enanos de las colinas, quedó atrapada allí adentro, y necesito que abras de nuevo la trampa para rescatarla.
—Tendrás que hacerlo luego, porque hay otra persona que necesita de nuestra ayuda ahora —agregó Oasis, a la vez que se escuchaban unos gritos, mezclados con unos fulgores brillantes, que venían desde arriba.
—¡Tenemos que subir ya mismo! —exclamó Rygar.
—Pero no podemos —acotó Apolo—, es imposible subir por este pasaje.
—Yo los ayudaré —dijo Oasis, mientras se levantaba con dificultad del suelo, y empezaba a concentrarse, aferrándose al bastón de plata—, acérquense al arco y cúbranse, porque la subida no va a ser nada cómoda.
Luego de decir algo en un tono muy bajo, casi inaudible, Oasis hizo un gesto con la mano, moviéndola hacia adelante, y un viento huracanado repentinamente cubrió todo el pasillo, elevando a los otros dos miembros del grupo hacia la salida, mientras que iban golpeando contra las paredes, el piso y el techo. Luego de eso, Oasis simplemente se dejó caer exhausta al suelo, y quedó recostada contra la pared de piedra, con los ojos cerrados.
Mientras tanto, Apolo y Rygar salieron disparados por el agujero, dando primero contra el bajo techo, y luego contra la pared de enfrente. Apolo intentó reponerse, y vio a Andrómeda tirado en el piso frente a él, rodeado de un charco de sangre. Junto a la víctima se hallaba parado un hombre-lagarto, con una piel obscura y dura, unos ojos pequeños y una larga cola, que se movía de un lado para el otro. El monstruo estaba también bastante malherido, y de las lesiones manaba una especie de líquido negruzco y espeso.
—¡Maldito! —gritó Apolo, mientras que se le abalanzaba revoleando por el aire un afilado cuchillo que había sacado de su bota, sin poder protegerse con su escudo, puesto que su brazo izquierdo estaba inutilizado.
El extraño ser le hizo frente con sus afiladas garras, y también saltó hacia el enemigo, con ansias de sangre. El choque fue brutal, y ambos cayeron rodando al suelo. Apolo gritaba de dolor y se retorcía en el suelo, tomándose la pierna con las manos, evitando que emane la sangre por el enorme tajo que el reptil le hizo en el choque. El ser se levantó lentamente, casi sin fuerzas. Una gran herida en el pecho permitía que su sangre fluyera hacia afuera sin poder detenerla. Se Acercó hasta Apolo dificultosamente, buscando acabar con su presa antes de morir desangrado.
Pero cuando levantó el brazo para asestar el golpe asesino, una flecha atravesó su cuerpo a la altura del hombro, e inmediatamente otra más le traspasó el cuello. El reptil se desplomó inmóvil en el suelo, y quedó ahí tirado, muerto. Apolo levantó la mirada y vio a Rygar con una ballesta en cada mano, recostado contra la pared que los había recibido en su caída.
—Gracias, me las veía negras... Debemos ayudar a Andrómeda —dijo Apolo, acercándose al amigo moribundo—. Sólo Oasis puede curarlo antes de que fallezca, y a nosotros también, aunque ella está muy débil ya.
Rygar extendió una cuerda hacia el foso y ayudó a Oasis a trepar por ella, lo que le resultó sumamente difícil, debido al estado de agotamiento en el que se encontraba. Finalmente, llegó arriba, y prodigó sus cuidados a todos los heridos, curándolos con todas sus habilidades. Andrómeda recuperó la consciencia, pero estaba sumamente débil, aunque los demás no estaban tan mal.
—Bueno, tenemos a una de estas criaturas aladas para escapar —dijo Rygar, mirando hacia afuera, al lugar dónde una especie de pequeño dragón color ocre estaba quieto, descansando, atado por un árbol.
—Antes de escapar tenemos que conseguir lo que vinimos a buscar, y hay que adentrarse en esos pasadizos, que ya hemos comprobado cuan peligrosos son —apuntó Apolo.
—Vayan ustedes, yo no estoy en condiciones de continuar. Los esperaré aquí —dijo Andrómeda, tosiendo.
—No podemos dejarte, es muy peligroso, y además necesitamos de tus conocimientos y habilidades para resolver cualquier enigma que se nos pueda presentar. Yo te cargaré si es necesario —respondió Apolo—. Además, tal vez necesite de tu magia para recuperar mi hermosa espada, que cayó en un foso allá abajo.
—Pero no puedo moverme, seré un estorbo para el grupo —aseguró el anciano.
—¡No es así! —exclamó Oasis—. Te necesitamos, así que te llevaremos con nosotros.
—Está bien, pero con cuidado —asintió el herido.
—Esteeeee.... —dijo 230 en ese momento—. Creo que ya jugamos bastante por hoy, ¿No les parece?, yo estoy un poco cansado, y me gustaría que dejemos la aventura en este punto, y la continuemos luego.
—¿Por qué no seguimos un poco más?, no sé, hasta encontrar lo que buscamos, por ejemplo... —preguntó 210.
—Eso podría tardar horas, o días, no puedes saberlo —le respondió 736—. Es mejor que lo dejemos aquí, me parece bien, hoy estuvo muy violento todo lo ocurrido.
—Bueno, creo que estamos todos de acuerdo —apoyó 580/2—, la próxima jornada estará difícil, y es mejor enfrentarla con muchas ganas. Es suficiente para una partida todo lo que avanzamos hoy.
—736, ¿Vamos un rato al Museo y luego a hablar? —le preguntó 230.
—Me parece genial, quiero estar contigo bastante tiempo, si es que estás de humor, porque ayer no pudimos hablar, debido a todo lo que pasó...
—¡Todos al Museo General! —gritó AY210.
En un instante los clones se materializaron en el Museo, centro del pensamiento e invención de la sociedad, hogar y muestrario de todas las obras de la Escena. Todos los demás miembros de la comunidad ya estaban allí, viendo nuevas obras o disfrutando de las clásicas ya conocidas. Muchos de los clones estaban disfrutando de la Megademo nuevamente, y no perdían la admiración ni el entusiasmo en ella.
—¿Qué quieres hacer? —preguntó 230 a 736.
—No sé, lo que tú quieras estará bien —le respondió ella.
—Me gustaría asignar algunas valoraciones a las obras de las que disfruté últimamente. Es importante que demos nuestros votos, para que la valoración de las obras siempre esté actualizada.
—¿Cuáles obras no han recibido nuestra valoración aún? —preguntó 736.
—Bueno, en primer lugar, todavía no le dimos ningún puntaje al Escenario del Simulador de Combate que disfrutamos hace un tiempo contra los clones Inferiores que nos aniquilaron.
—Ya está seleccionado —dijo 736 en el momento en que una imagen tridimensional a escala, de alambre, del escenario se formó y empezó a girar frente a ellos—. ¿Cuánto vas a darle?
—Y... a ver, estuvo divertido, el lugar era complejo y lleno de peligros, aunque he visto mejores. Por otro lado, es comienzo sorpresivo contra enemigos del Ambiente era bastante original. Un 70% estará bien. ¿Y tú?
—Ay... Me gustó bastante, es cierto que hay mejores, pero la atmósfera que tenía era muy especial, y el lugar era muy complejo: Lleno de pasajes, hoyos, trampas y enemigos. He estado en pocos escenarios semejantes. Le doy un 75% y listo.
Inmediatamente el escenario se esfumó frente a sus ojos.
—¡Ah! ¡Hay algo de lo que no nos podemos olvidar! —exclamó repentinamente 736.
—¿De qué? —preguntó curioso 230.
—¡Raven! Todavía no le dimos nuestra valoración.
—¡Es cierto!, lo haremos ahora mismo. Estuvo excelente el relato, muy interesantes los personajes, y sobre todos los paisajes, ¡Qué maravilla!
—¡Y la música!, ¿La recuerdas?, ¡Excelente! —acotó 736.
—Sí, sin dudar le daré más de un 85%, no sé, a ver... 88% es justo a mi parecer.
—Yo creo que sí, bueno, 89% es lo adecuado.
—Bueno, bueno... —pensaba 230—. ¿Qué me está faltando? ¡Ah!, el Cyborg.
—¿Cuál? ¿El de la pelea a muerte de la vez pasada? —preguntó 736.
—Sí, supuestamente era uno de los contrincantes más feroces, peligrosos y destructivos jamás creados.
—Y lo fue, casi te mató de un sólo disparo.
—Sí, pero lo vencí en la primera pelea, sin conocer sus habilidades, sin saber nada de él, sin haber practicado varias veces. A un enemigo supuestamente tan difícil jamás se le puede ganar así, se necesita mucho entrenamiento y conocimiento del rival —afirmó 230.
—Pero hay que tener en cuenta que tu estado de ánimo en ese momento, esa furia contenida, tal vez influyó en la victoria, normalmente no hubieras luchado con tanta fiereza.
—Seguro que no, pero de todos modos, voy a bajarle su puntaje de dificultad. A ver... ¿97%?, Ja, ja, es una vergüenza, yo pienso que no es más del 83%.
230 agregó su voto y finalmente la valoración de la dificultad del monstruo quedó rondando los 95%.
—Vaya —se sorprendió 230—, mucha gente habrá votado por él, puesto que mi valoración sólo lo hizo descender dos puntos. Bueno, es justo al fin y al cabo, estamos en una sociedad en donde se nos obliga a ser objetivos, tengo que aceptar que tal vez el robot haya sido un poco difícil de batir en definitiva.
—Es justo. No porque sólo a ti te haya parecido sencillo, lo tiene que ser para los demás. Toda la comunidad vota, y la idea de la mayoría es la que se impone.
—Y sí, tengo que aceptarlo, nadie se puede imponer aquí, esa es la esencia de la igualdad. ¿No lo crees?
—Es lo que te estaba tratando de explicar. Lo entendiste bien. Espérame un momento, me falta darle mis valoraciones a unas músicas nuevas que estuve escuchando. Un clon Inferior, EY170, ha estado componiendo una música ambiental muy buena, suave, melódica. Obviamente no es una maravilla comparada con las obras tuyas o de Merlín, pero con práctica y esfuerzo, quién sabe, tal vez sea grande. Le daré un 70% a una y un 68% a la otra que escuché.
Mientras 736 daba sus valoraciones, 230 solicitó un informe de las valoraciones que habían hecho los clones a sus obras. Se quedó perplejo, no se podría decir sorprendido, porque se esperaba algo semejante, pero no de tal magnitud.
—¡¡¡¿¿¿99%???!!! ¡Que maravilla! —empezó a gritar 736 a viva voz, en ese instante—. ¡Miren todos! ¡La Megademo de 230 y 210 tiene 99% de valoración!
AY230, un poco avergonzado, miró a todos lados, sin decir nada. Mientras tanto, 736 seguía gritando y contándoselo a todos, mientras el resto de la sociedad aplaudía. Varios clones se acercaron a felicitarlo, y a instarlo a que continúe creando cosas tan geniales como las que hasta ahora había realizado. En realidad un 99% era algo sorprendente, sólo obras geniales habían logrado puntajes semejantes. Las creaciones en los últimos tiempos jamás recibían semejantes valoraciones, salvo las obras conceptuales que sentaron base para nuevos tipo de arte o actividades. Un 99% tuvo la primera Aventura Interactiva, o el primer secuenciador de música, debido a su originalidad, a la creatividad de haber creado algo que nunca tuvo nada semejante, ni siguió ningún ejemplo.
—¡736! —exclamó 230, avergonzado—. ¡No es necesario que hagas tanto alboroto! Por favor —luego le pidió, más sereno—, tranquilízate y quédate quieta.
—¡Ay! está bien, pero ¿Por qué no quieres que todos lo vean?, ¡Es fantástico!
—Todo el que quiera verlo, podrá, es tan sólo una consulta que pueden hacer —le explicó 230—. Además, estará en primer lugar de todas las listas, por lo que es difícil que alguien no se entere. Pero no hay por qué hacer escándalo al respecto. Por favor cálmate.
—¡99%! —volvió a exclamar ella—. Te felicito, estoy tan contenta por vos. Y estoy segura de que no llegaste al 100% sólo porque alguno de los Maestros envidiosos te dio una valoración de 99%. Porque para llegar al 100%, la valoración debe ser prácticamente absoluta.
—Así es, estoy muy contento, y no sólo por mí, sino por AY210, tiene un futuro brillante asegurado, imagínate haber obtenido semejante puntaje con una obra que realizó como Inferior, es todo un récord.
—Sí, será muy estimulante para él. Te admiro por haberle dado esa oportunidad, y no haberte quedado con el crédito tú solo.
—Ya te expliqué que si bien el concepto fue mío, juntos creamos la obra, sin su ayuda no hubiera sido lo que todos ustedes vieron. Yo tenía muchas ideas, pero él le agregó más, y la música fue algo fundamental. Pero no discutamos más de ello. Me falta revisar una valoración más y termino.
230 trajo la valoración de su paisaje grisáceo, el último que realizó. Era Pobre, un 56%. Pero no se buscaba la belleza con él, y por lo tanto estaba bien, pocos habrán entendido su verdadero mensaje.
—Es increíble... —apuntó 230, con tono pensativo, mientras removía al paisaje de su mente.
—¿Qué cosa? —le preguntó 736, sin entender de que estaba hablando.
—Todo esto... Todos los clones seguimos creando obras, desde los inicios de la sociedad. Ya hay millares de ellas, y cada día se le agregan más. Si quisiéramos disfrutarlas a todas, deberíamos vivir indefinidamente.
—Si fueses un Maestro, podrías —apuntó 736.
—Ese no es el punto, creo que de todos modos, cada día se generan más obras de las que, sólo observando sin hacer otra cosa, el tiempo nos permitiría disfrutar.
—Tienes razón en eso. Hay demasiada vastedad de cosas para ver, y no se puede disfrutar todo.
—Hay obras que ya ni recuerdo —continuó 230—. Tampoco sé si vale la pena revisarlas, refrescarlas en nuestra memoria, o si es mejor continuar buscando nuevas, ese es otro dilema. Porque gasto tiempo en la repetición de algo que ya vi, que me está haciendo perder tal vez alguna obra nueva que nunca podré disfrutar.
—Pero si sabes que la obra que era algo magnífico, o si los detalles que se han borrado de tu mente te parecieron importantes en su momento, tal vez valga la pena regresar a esa obra, y volverla a admirar...
—Creo que hay que tener un cierto criterio de elección, para ver sólo lo que vale la pena y no perder el tiempo en obras poco valiosas —pensó el clon Superior.
—Y un poco de suerte... Más de una vez nos hemos topado con obras muy esperadas, supuestamente geniales, y que apenas superaban la raya de la mediocridad. De todos modos, la valoración de las obras te permite ver las mejores, aunque a veces las que más nos pueden gustar o emocionar no están arriba en las listas, y tal vez sí, en ese caso, nos las perdamos.
—El problema es que no tenemos toda la vida sólo para disfrutar de las obras —explicó 230 a 736—. Sabemos que nunca podremos verlas todas, así que tenemos que tener la esperanza de que las que gocemos sean las mejores. Cuando muera no quiero haberme perdido algo excelente, que me hubiera hecho crecer en espíritu, por un descuido. Ese es el dilema. Y si me convirtiera en Maestro de todos modos nunca voy a poder revisarlo todo, y no sé si lo disfrutaré de la misma manera.
—Realmente es algo muy cierto lo que dices, pero esas son las condiciones de un lugar en donde el fin último es la creación. Siempre se están generando cosas nuevas, y no sabemos qué vale más la pena: ver lo nuevo que se está creando, o revisar las obras antiguas, que ya poseen una fama y seguramente no nos decepcionarán. Porque siempre tenemos una tendencia hacia lo nuevo, no sé por qué, tal vez porque nos sentimos más parte de lo nuevo que de lo antiguo, que probablemente esté desfasado en la línea del tiempo.
—Y no es sólo el arte, la creación... —asintió 230—. También está la información. Cada día generamos y completamos tantas bases de datos de conocimiento, investigamos, sabemos más. Y para colmo nunca nos sentimos satisfechos. Cuando averiguamos lo que deseábamos conocer, siempre encontramos algo nuevo que buscar, o profundizar en lo mismo.
—Es como un fractal —habló 736—, en el que siempre que penetramos más y más en el detalle siguen apareciendo nuevas cosas, que nunca terminarán. Sería tan bueno saber todo de una vez...
—¿Para qué? —la interrogó 230—. ¿Realmente debemos ser tan sabios? Ultimamente creo que no. No me interesa saber el por qué de todas las cosas, no lo necesito. Tal vez si no buscáramos explicaciones para todo, hubiéramos sido capaces de darnos cuenta de cómo es este mundo en realidad, de lo que pide, podríamos haberlo oído...
736 lo miró por un instante, y luego reflexionó, bajando la vista. En realidad hacía bastante tiempo que ella no se dedicaba a la investigación, había perdido el interés, y ahora creía darse cuenta de por qué había sido.
—Mi cerebro se niega a asimilar más información inútil —alcanzó a justificarse ella—. Deseo vivir, libremente, y el saber tanto no me lo permite, me ata, a realidades que ni siquiera son importantes para mi vida actual.
—Tienes tanta razón... Otra cosa en la que siempre pienso es en los pobres clones que murieron ya, en los hombres de antes de la Hecatombe, en todos los que ya no están entre nosotros, y que no han podido ver muchas de las fantásticas creaciones de nuestros tiempos. Ahora hay cosas que ellos nunca hubieran imaginado ser posibles, sorprendentes, inteligentes, completas, maravillosas.
—Es la ley de la vida, eso no se puede cambiar, uno debe aprender a vivir con lo que en ese momento la realidad, la historia, nos pueden dar. Nosotros tampoco podemos saber qué habrá en el futuro, pero no podemos ponernos tristes por eso, de igual modo que la gente de la antigüedad nunca se podría haber imaginado la existencia de un lugar como éste, por lo que simplemente disfrutaba de las creaciones, de las cosas de su época. No es normal preocuparse por lo que uno no va a poder conocer que aún ni existe, nada se puede hacer al respecto.
—Creo que me entiendes más de lo que pensé que podrías comprender mis extraños pensamientos —dijo 230, primero mirándola fijamente, y luego desviando la mirada hacia un lado—. Nunca creí que alguien pudiera tener una comprensión de la realidad que fuera tan semejante a la mía. Es como si un lazo mental nos uniera de una manera misteriosa.
—¿Será ese sentimiento el amor, del que tanto hablan los escritos antiguos? —le preguntó 736, con un tono que disfrazaba una cierta vergüenza.
—Aunque no lo creas, hace un tiempo que me vengo haciendo esa misma pregunta. En todo lo que he visto y leído, el amor se mezcla en tantos conceptos distintos, pero semejantes. No hay una definición verdadera según creo, más bien cada uno debe decidir qué definición tomar, o inclusive crear la suya propia, si aún nadie lo ha definido como él la siente.
—Es una verdad tan grande la que dices, que me emociona. Tal vez nuestro amor sea único, especial, irrepetible. Tal vez todos los amores lo hayan sido o lo serán, a su propia manera, porque todos sentimos lo mismo de formas distintas. Al fin y al cabo ¿Qué es el amor?, ¿Me lo puedes decir?, si alguien te dice “Te amo”, ¿Qué está queriendo decir?, su comprensión del amor tal vez no sea tu forma de entender el amor.
—El amor es un concepto, y los conceptos son abstractos —agregó 230—, nadie puede decirte en realidad cómo es, sólo puedes vivirlo y descubrirlo por ti mismo. Para cada uno puede ser distinto, por lo que no se puede saber qué es lo que la otra persona cree experimentar. De hecho, yo no sé si existen las palabras justas y suficientes para poder describirlo y definirlo completamente.
—¿Sabes algo?, ¡Te amo! —gritó 736, a la vez que abrazaba repentinamente y con fuerza a 230, pero en el fondo con gran dulzura—. ¡Yo estoy segura de que te amo!
—¡Yo también te amo! —le respondió 230, tiernamente, y también la abrazó. Poder decirlo, y sentirlo, y ser correspondido, era una revelación tan inmensa que no cabía en sí mismo de alegría, y al mismo tiempo de angustia.
—Nosotros sí sabemos lo que sentimos, ¿Verdad? —inquirió 736—. Yo estoy segura de que siento por vos lo mismo que vos sentís por mí, somos iguales, el uno para el otro, partes semejantes pero complementarias de un todo que desconocemos, ¿Crees que es así?
—Sí, estoy seguro de comprender tu sentimiento, y de que es igual al mío.
Repentinamente, luego de ese rapto de locura, ambos volvieron a la realidad. Todos los clones que estaban a su alrededor en el Museo se quedaron paralizados, en silencio, mirándolos, sin entender qué pasaba.
—Creo que nos excedimos —dijo 736 sonriente—, vamos, sígueme, que aquí no es un buen lugar para hablar de estos temas.
Instantáneamente 736 murmuró algo y se desvaneció. 230 miró de nuevo a su alrededor, mientras que los clones volvían a sus actividades, intentando olvidar ese extraño suceso.
—Ir junto a 736 —solicitó el clon. Y fue transportado.
Cuando el espacio virtual se generó a su alrededor, lo primero que escuchó 230 fue la voz de 736.
—Hola, tanto tiempo. ¿Te gusta el lugar al que te traje?
230 miró a su alrededor, con asombro.
—Es fascinante, nunca se me hubiera ocurrido venir aquí —le respondió.
El lugar era la cima de la gran montaña, donde Raven y el Shogun tuvieron su batalla final. Era un paraje maravilloso. Estaban en una cumbre verde y rocosa a la vez, la más alta de todas, rodeada de muchos otros picos lejanos, y de un gran valle a su alrededor. Abajo se veía un río fluir, serpenteante y brillante entre las colinas y planicies. El sol estaba alto, permitiendo que las sombras se alarguen, pero no demasiado. El río brillaba con los rayos del sol, mientras que algunos animales pastaban abajo, en el valle. Todo era calmo, unas pocas nubes se movían lentamente en la distancia...
—Me encanta este lugar, casi tanto como el paisaje que tú creaste —le dijo alegre 736.
—Más aún, creo que este lugar inspira una paz que yo no he sabido mostrar en mis paisajes.
—No, el tuyo es mucho más romántico, pero es muy distinto, no se pueden comparar, creo que son para momentos y estados de ánimo diferentes.
—Puede ser —respondió 230, un poco desatento, puesto que estaba observando los alrededores. La imagen era perfecta, todos los detalles estaban cuidados al máximo, realmente era una obra maestra.
—Me quedé pensando en lo que estuvimos hablando —le dijo 736, que ya se había sentado en una roca cercana.
—¿En qué cosas? —le preguntó 230, volviendo en sí, ya que no le había prestado mucha atención.
—En lo de la creación, todas las cosas que hay para ver, una más hermosa que la otra, el arte...
—¿Y qué pensabas?
—Reflexionaba sobre lo extraña que es la mente de los hombres —indicó ella.
—No te estoy entendiendo...
—Y sí, nuestro concepto del arte, la belleza. En la antigüedad se consideraba arte a una pintura, una danza, una escultura, algún objeto bello que haya sido creado por el hombre...
—Y aún sigue siendo así —reflexionó 230—, una imagen es arte, este Paisaje es arte, la Megademo puede ser considerada como arte también.
—Es mágico ¿No? —le preguntó 736— Piénsalo bien, la música por ejemplo, no es más que una onda surcando el aire, a distintas frecuencias y tonos, y es considerada arte. La poesía es vista como arte también, y no es más que un conjunto de palabras ordenadas de una manera que nos parece bonita. O las imágenes, que no son más que formas plasmadas sobre una tela, reflejando la luz y dividiendo el espectro visual en múltiples colores. Si no existiera la luz no existiría ese arte, de igual modo que si el aire no fuera capaz de transportar las ondas sonoras no existiría la música.
—Bueno, tampoco existiría la palabra, y por tanto el pensamiento y la comunicación tal como los conocemos hoy en día.
—Es que me parece increíble, la música es la que más me sorprende, una simple onda que penetra en nuestros oídos... Y podemos clasificarla, decir cuál es su grado de belleza, por más que sea en forma subjetiva, pero somos capaces de valorarla, al igual que todo el arte. ¿De dónde surge esa búsqueda de la belleza en todo lo que nos rodea? Se buscan sonidos bellos, imágenes bellas, movimientos bellos, todo lo que afecte a nuestros sentidos tiene algo que consideramos bello.
—No lo sé —se excusó 230—. Es una buena pregunta, que deberíamos poder responder, porque al fin y al cabo nuestras vidas están abocadas a crear cosas bellas. Pero creo que estas ideas pasarían al campo de la Filosofía, y nunca tendrían respuesta.
—Por lo menos yo no tengo la respuesta.
—Ni yo. —le dijo 230, mientras se acercaba a ella, y se sentaba en la misma roca—. La capacidad mental del hombre es asombrosa, me refiero a la capacidad de abstraer las cosas, observarlas desde diferentes puntos de vista. Es fascinante...
—¿Sabes qué? —afirmó 736—. Creo que tengo la solución al dilema que discutimos antes, sobre tener tantas obras para disfrutar y tan poco tiempo para hacerlo.
—¿Sí?, ¿Y cuál es? —le preguntó 230, interesado.
—En realidad creo que no se trata de poder ver todo lo que se nos presenta, ver más y más obras a cada momento, puesto que se nos ofrecen más de las que nuestra capacidad puede manejar. Creo que en realidad hay que aprender a observar mejor, a disfrutar más de lo poco que podemos ver, como por ejemplo de este paisaje, ¿No te parece maravilloso?
—Por supuesto, es hermoso.
—¿Y no te parece mejor disfrutar, como lo estamos haciendo ahora, este lugar? —preguntó 736—. En vez de aprovechar estas horas en ver mil y una obras nuevas, podemos deleitarnos sólo con este paisaje, los dos juntos, por largo tiempo, y ser felices, sintiéndonos completos. ¿No se trata de eso el arte?, ¿De ser más completos?, ¿De entender lo que el autor nos quiere expresar, y ampliar nuestra mente?
—Acabas de decir una verdad muy grande, comparto contigo que esa es la auténtica respuesta a nuestra incógnita, el disfrutar mejor, y no más. Tal vez no veamos otros paisajes debido a que pasamos mucho tiempo en éste, o en el mío junto al mar, pero por lo menos disfrutamos al máximo de esos lugares, y podemos sentirnos satisfechos de lo que hemos hecho, sin añorar lo que no vimos...
Ambos admiraron el paisaje por un largo rato, pensando en todo lo dicho, pero sin agregar nada, tan sólo querían disfrutar del momento tal como pensaban debía ser, según la conclusión a la que habían llegado, y que era tan verdadera para ellos.
—Estoy muy apenado por lo que sucedió con Xor —se lamentó 230, cuyo semblante había cambiado a lo largo del momento de silencio—, me siento un inútil, sin poder hacer nada al respecto, sin siquiera saber que pasó. Es triste, él era un gran amigo y compañero. Tú lo sabes bien, puesto que siempre nos acompañó a ambos, antes y después de convertirse en un Maestro.
—Tengo miedo de hablar de ello. Los Maestros no pueden penetrar en nuestra mente, pero sí pueden oír lo que decimos, no quiero tener problemas con ellos —dijo 736 con preocupación.
—Modo exclusivo —ordenó 230 al Ambiente—, sólo AX736 puede estar conmigo. Listo, ya nadie puede interrumpirnos.
—Vamos, no seas tonto, dudo que los Maestros no puedan escucharnos de todos modos. Ellos pueden controlar todo aquí.
—Yo también tengo mis dudas, pero por lo menos esto me hace sentir un poco más seguro.
—No sé, sigo teniendo miedo. ¿Por qué crees que pasó todo esto? Xor era excelente, un genio, una persona maravillosa que siempre se preocupaba por nosotros y nos ayudaba. —preguntó 736, con preocupación.
—Él tenía mucho miedo también... —le confesó 230.
—¿Miedo?, ¿De qué me estás hablando? —preguntó sorprendida 736.
—Como te dije, miedo. Antes de su desaparición él habló conmigo. Se lo notaba nervioso y preocupado, estaba investigando algo, no sé bien qué, me habló de encontrar la verdad y de que si le pasaba algo yo continuara su búsqueda. En ese momento no lo entendí, pero ahora veo que en realidad sí hay algo detrás de todo esto, algo que quieren esconder.
—¿Los Maestros? —inquirió la mujer.
—¿Quién más?, ¿Quién tiene el poder de hacer lo que le plazca en éste lugar?, sólo ellos.
—¿De qué se trata todo esto? —preguntó 736, aún más preocupada.
—No lo sé en realidad, sólo sé que él buscaba algo, me imagino que sería información, y que no estaba pudiendo dar con ella. Recuerda que él era un Maestro, y que sabía muchas cosas que están veladas para nosotros. No estoy del todo seguro, pero tiene que ser algo grave. Realmente no tengo idea, aunque pueden ser varias cosas.
—¿Qué tipo de cosas?
—Él habló de informaciones erróneas, probablemente cambiadas a propósito, también habló sobre algo que sucedió en el pasado, y sobre problemas o sucesos extraños en el exterior. Creo que él pensaba que se puede vivir afuera, y que estamos siendo retenidos aquí por algún oscuro motivo. Inclusive en una ocasión me dijo que estaba buscando la forma de escapar, de desconectarse.
—Me sorprende todo lo que me decís, nunca me mencionó nada al respecto —se preocupó 736.
—Creo que no se lo mencionó a nadie más que a mí, tenía miedo de hablar. Sólo me lo dijo porque quería que yo continuara con su búsqueda si es que él fallaba, ya que supuestamente me nombrarían Maestro también ¿Sabes cuál fue el colmo entre las cosas que me dijo?
—¿Cuál? —quiso saber 736.
—¡Me habló de Nautilia!, la gran ciudad perdida. Inclusive me dijo que creía que las leyendas eran ciertas, ¡Y que teníamos contacto con ella! Me quedé atónito cuando me comentó eso —sonrió 230.
—Son tantas cosas. Pareciera que estaba loco —afirmó 736—. ¿Y si era eso?, tal vez estaba loco, y lo alejaron de nosotros para que no nos meta esas ideas estúpidas en la cabeza.
—Seguro que lo alejaron por eso, pero dudo que estuviera loco. Todo lo que dijo, por más que fue poco, tenía bastante coherencia. Tengo miedo, si todas las cosas de las que me habló fuesen ciertas, o por lo menos una parte solamente, de todos modos estaríamos ante una farsa tan grande que sería una agresión contra nuestra inteligencia.
—¿Y tú piensas investigar, cómo él te lo pidió?
—No sé lo que voy a hacer, aunque él se merece que sepamos que pasó. Pero por otro lado, seguir su camino significaría tener el mismo destino, y no quiero que me pase nada, ni que me alejen de ti.
—Tengo miedo —le dijo 736, abrazándolo, y con una voz muy débil—, no quiero que te ocurra lo mismo.
—Yo tampoco, tenemos que ser cuidadosos —le contestó 230, abrazándola también.
—La mejor manera de ser cuidadosos es no seguir hablando —le dijo ella—, si nos escuchan tendremos muchos problemas.
—Es cierto... Me siento paranoico al hablar así —asintió él.
—Xor también se sentía paranoico, y al parecer sus razones eran ciertas —pensó 736.
—El dolor que tenía ayer se convirtió en resignación hoy —explicó el clon—. Ya no quiero sufrir por esto, quiero encontrarle una solución. Siempre recordaremos a Xor por lo grande que fue, y se merece que averigüemos qué le pasó.
—Estoy segura de que podrás hacerlo, si es que te conviertes en un Maestro, pero por favor prométeme que vas a ser muy cuidadoso y no vas a despertar ningún tipo de sospechas.
—Te lo prometo. No te preocupes más.
—Es que no quiero que te pase nada malo, me voy a morir de tristeza —dijo ella.
—Tranquila, todo va a estar bien...
Ambos se abrazaron, y miraron cómo las nubes silenciosas se movían lentamente por encima de ellos, mientras que el sol ya empezaba a descender y a alargar las sombras de las montañas circundantes, a la vez que el río dejaba de brillar abajo en el valle. El firmamento fue tomando colores vivos, de púrpura y rosa, y las nubes los reflejaban vivamente.
—Hablé hoy con los Maestros sobre esos mareos que tenía —alcanzó a decir, tímidamente, 736.
—¿Sí? ¿Y qué te dijeron? ¿Te van a hacer un chequeo para ver qué te pasa? —se interesó 230.
—Lo hicieron instantáneamente. No me quisieron explicar mucho, pero me dijeron que tenía problemas de presión, que no era nada grave y que existen muchos medicamentos que perfectamente me pueden hacer sentir mejor. Desde ahora mi cuerpo estará monitoreado constantemente, y al primer indicio de algún problema semejante, el Ambiente se encargará de solucionarlo instantáneamente.
—Genial, ya no tenés de que preocuparte entonces.
—Por suerte, tenía miedo de que fuera algo grave.  
—Hoy tuve una charla muy interesante con Moby —dijo 230, cambiando de tema, puesto que el diálogo que mantuvo con ese Maestro lo había atraído mucho—, me estuvo contando sobre sus proyectos. Está rediseñando la interfaz entre nosotros y el Ambiente. Me explicó numerosas cosas que desconocía, especialmente sobre la forma en la que nos comunicamos sobre el Ambiente.
—¿Qué cosas son las que te explicó? —preguntó atenta 736.
—Muchas cosas, sobre la forma en que se captan las informaciones del cerebro, y cómo se insertan en él. Me demostró que pensamos en forma hablada, y que gracias a ello se podrían dar órdenes mentales al Ambiente, en vez de pronunciarlas. Pero también me demostró que la expresión hablada es sólo una ínfima parte del pensamiento, y que hay muchas otras formas de pensar que no se pueden expresar con palabras.
—Qué fascinante, ¿Y el Ambiente puede entender nuestros pensamientos? —quiso saber ella.
—Muchos de ellos sí, pero de forma indirecta...
—¿Y los recuerdos?, ¿Pueden indagar en nuestros recuerdos? —siguió cuestionando 736, muy curiosa, aceleradamente.
—Sí y no.
—¿Cómo que sí y no?
—Lo que pasa es que, según me explicó Moby, podrían analizar los pensamientos actuales y entenderlos, aunque la tecnología no está del todo desarrollada. Pero los recuerdos que están descansando en nuestra mente son impenetrables, puesto que no están generando energía ni siendo utilizados.
—...Pero al analizar los pensamientos del momento, si es que en ese instante estás recordando, podría llevar a que analicen tus recuerdos de todos modos —infirió 736.
—Sí, pero para ello debes desear recordar —le explicó 230.
736 reaccionó con una gran carcajada:
—¡Ja, ja, ja!, claro, y si no quiero que se enteren de algo, simplemente dejo de recordar. Qué fácil. Uno muchas veces no recuerda voluntariamente, sino que simplemente las imágenes vienen a la mente por su cuenta.
—Sí, pero en el fondo eso no tiene importancia, Moby me dijo que eso se aplica sólo a los Maestros de 2º Nivel, para poder tener una base de datos con todo el conocimiento de ellos, para su inmortalidad.
—Y decime... ¿Qué les impide analizar nuestros pensamientos?
—No es correcto, Moby me afirmó que eso no se hará. Además, sobrecargarán en demasía al Ambiente si analizan los pensamientos de cada clon, y no es computacionalmente factible hacerlo para toda la sociedad, ni se tiene suficiente almacenamiento para el efecto. Evidentemente tengo mis dudas, pero de todos modos, la tecnología para ello aún no está desarrollada. Además, los Maestros siempre han sido justos y correctos y llevado adelante esta sociedad de una manera que busca lo mejor para todos sus integrantes. Me gusta confiar en ellos.
—¿Pensaste en esto? —empezó a divagar 736, absorta en cavilaciones profundas—. tal vez no haya una tecnología definitiva, pero podrían estar probando un prototipo experimental, y así empezar a controlar a algunos individuos de prueba, posiblemente a clones problemáticos, como bien podría haber sido Xor. Al ver lo que pensaba, no les gustó y chau, se acabó todo.
—Por más que existen algunas cosas de nuestra sociedad que se pueden mejorar, de todos modos no puedo creer que se esté efectuando una censura semejante. Sería muy triste... —dijo 230, aferrándose a una idea que se desmoronaba por bajo su propio peso, y él lo sabía.
—Yo no sé si se hace o no, tan sólo sé que bien puede ser así, y que sería una forma de explicar que pasó con Xor.
—O bien Xor fue y se enfrentó a ellos, tú conoces su carácter, y por lo que dijo se lo condenó. Eso me parece más probable.
—Yo no pienso en las probabilidades de las cosas —dijo 736, moviendo la cabeza en forma de negación—, lo de Xor es muy triste y tengo miedo de que pase algo semejante de nuevo, me siento muy insegura.
—No te pongas así, mi amor, yo voy a velar por tu seguridad.
736 lo miró tiernamente, y le dijo:
—¿Mi amor?, ¿Me llamaste “mi amor”?
—No me di cuenta, es que yo...
—¡Ay!, estoy tan feliz, ¡Me dijiste “mi amor”! Por favor, no me digas nada más —le exigió, apoyando su dedo en los labios de su amado—, hoy quiero que esas sean las últimas palabras que haya escuchado, y que queden grabadas en mi mente mientras descanso. Vos también sos mi amor...
Por lo tanto, nadie pronunció palabra alguna, por el resto de la velada, que terminó enseguida, puesto que la hora del descanso estaba muy cerca ya...

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