Capítulo 7 - La Megademo


—¡Clon AY230! —lo reprochó la voz—. Es hora de la Actividad. Clon AY230, ¿Está consciente?, sus signos vitales son normales...
230 se estaba divirtiendo en gran manera. Hacía diez minutos que no le respondía nada a la máquina, y ésta se estaba volviendo loca tratando de entender lo que ocurría. Finalmente, cuando se dio cuenta de que el Ambiente estaba por informar a los Maestros de que algo extraño estaba ocurriendo con el clon AY230, se limitó a decirle:
—Todo está bien, ya me movilizo...
230 se materializó en la Actividad, junto a BY210, quien tenía un montón de ideas que quería plasmar en el escaso tiempo que les quedaba. Un mes de arduo trabajo había pasado casi sin que se dieran cuenta. No hicieron otra cosa que encerrarse desconectados de todo durante ese tiempo, saltándose reuniones y visitas al Museo, ya que al ir avanzando, cada vez querían agregar o modelar nuevas cosas, y todo tomaba mucho tiempo. Ese era el día del estreno, y muchos cabos quedaban aún por atar, aunque, siendo tan detallistas ambos, probablemente las cosas que les preocupaban eran aquellas que nadie notaría de todos modos. Obviamente, ellos no tuvieron que modelar todos los objetos de la obra, porque eso sería un trabajo de meses o años. Tan sólo modelaron lo que no existía (que era poco), y reutilizaron millares de las creaciones, modelos y Escenarios de otros, era lo normal. Buscaron Paisajes, seres y objetos, y los adaptaron según sus necesidades. Aun así, el trabajo era enorme.
—Clon AY230, es hora de crear —dijo la voz, antes de callarse definitivamente. Y 230 creó...
Tal vez ese fue el día más largo y extenuante de la vida de ambos clones. El tiempo jugaba en contra suya, y se agotaba lentamente. Cuando entraron en la cuarta región horaria se desesperaron. Un escueto mensaje firmado por Jester les llegó, simplemente decía: “¿Y?”.
Todavía faltaban algunos detalles a la obra magistral, por lo que contestaron el mensaje pidiendo que se los esperara una hora más, hora que se consumió en pocos segundos... Al finalizar la hora concedida, no sentían que todo fuera óptimo, pero decidieron presentar la obra de todos modos, y posteriormente pulir lo que les parecía que se podía mejorar, así como tomar en cuenta los problemas que surgieran con la primera corrida.
Así, tremendamente nerviosos, se trasladaron al Museo General, donde todos y cada uno de los clones estaban esperando por ellos. No faltaba nadie, e inclusive todos los Maestros estaban allí, expectantes de lo que pudiera ocurrir. Superando el miedo, los clones se decidieron a hablar.
—Hola a todos —empezó secamente 230—, antes que nada quiero agradecerles su presencia y su confianza en nosotros. BY210 y yo acabamos de finalizar lo que creemos es una de las mayores obras que se ha creado hasta el momento en nuestra sociedad. No queremos parecer pedantes, pero sinceramente estamos seguros de que lo que realizamos cambiará la forma de ver el arte de aquí en más. BY210 —dijo, inclinando la mirada hacia el otro clon— ¿Quieres decir algo?
BY210 estaba turbado, nunca había estado frente a tanta gente reunida, pero juntó valor y habló con seguridad.
—Lo que hicimos con AY230 fue combinar varios tipos de arte en una gran obra. Realmente no entiendo cómo a nadie se le ocurrió nada semejante con anterioridad. La idea fue enteramente de 230, y yo tan sólo colaboré con algunos agregados, ideas y con la música, que él dirigió.
—No seas humilde —lo interrumpió 230—, sin tu invaluable ayuda yo no hubiera podido hacer ni la mitad de lo que hoy van a disfrutar. Les pedí que estuvieran reunidos todos juntos por dos motivos, en primer lugar porque será una mejor experiencia si todos la comparten y la disfrutan a la vez, y en segundo lugar, porque cuanta más gente haya conectada, habrá más capacidad de procesamiento asignada a la obra, y ésta podrá ser más grande, completa y llena de detalles. Pero las palabras no sirven de nada, porque no creo que entiendan de qué estamos hablando. —Y esto era cierto, porque los clones se miraban unos a otros desconcertados, esperando entender algo que les parecía poco claro—. Lo mejor es que disfrutemos todos juntos de la obra, y la compartamos —agregó 230, y esperó que todos los clones se conectaran al canal compartido. Cuando estuvieron preparados, dijo con una mezcla de alegría y coraje:
—A este nuevo tipo de arte lo hemos llamado Megademo, una gran demostración de lo que la mente humana es capaz de originar... ¡Que se inicie la función! —gritó, y en un segundo todo se volvió negro.

*  *  *  *  *

En la espesa oscuridad apareció un fino haz de luz, que la surcaba lentamente, dando vueltas, estirándose y ensanchándose, juntándose hasta formar un punto, y luego alargándose infinitamente en menos de un segundo. Un suave sonido atmosférico lo acompañaba, que no se podría llamar música, salvo por los altibajos que tenía con cada movimiento brusco de esa energía primigenia. El sonido se convirtió en una vibración, mientras que el rayo de energía se acumulaba hasta formar un pequeño punto casi invisible, que se consumía a sí mismo. Poco a poco el punto empezó a pulsar, suavemente primero, y luego con fuerza. Se comprimía y expandía al son de los primeros acordes distinguibles hasta el momento, profundos como latidos, y que se acompasaban al ritmo de la vibración.
El punto empezó a cobrar tamaño, y cada vez sus contracciones y expansiones se hicieron más violentas, hasta que se pudo observar que la esfera en que se había convertido tuvo una ligera fisura durante una de sus violentas convulsiones. Por fin la verdadera melodía surgió, no muy veloz, pero grandilocuente, completa, única, con mucha percusión, mientras que la trama antes invisible de la esfera, se rasgaba como si de una suave seda se tratara. El espacio primordial se vio iluminado por miles de rayos, que escapaban por las rasgaduras de la esfera en todas las direcciones, surcando el vasto infinito. Por un instante, las palabras “Sean conmigo” se escucharon, graves pero amables, en ese espacio vacío. Finalmente, al deshacerse la esfera definitivamente, todo se llenó de luz, una luz tan intensa que impedía toda posible visión.
Una especie de vals moderno empezó a sonar suavemente, de fondo, mientras que la luz se disipaba poco a poco y la visión se restablecía. Cada clon sentía que flotaba libremente, en la curiosa oscuridad, y que podía ir a donde quisiese, con tan sólo proponérselo. Así vieron como una inmensa cantidad de polvo cósmico primigenio los empezaba a rodear, y a girar alrededor suyo. Con cada giro la velocidad aumentaba, y las partículas se acumulaban junto a ellos en el núcleo. Sin darse cuenta, se encontraron envueltos por una gran esfera incandescente, alrededor de la cual, miles de cúmulos de materia se consolidaban y agrupaban. Millares de puntos brillantes se formaron en una danza circular alrededor del núcleo, mientras que muchas esferas poco luminosas empezaban a girar en sus alrededores. En pocos minutos, las galaxias se habían formado, espléndidas y brillantes, ocupando el cosmos, antes vacío.
Los clones no podían contener su sorpresa, nunca antes el origen del universo estuvo tan claro... Pero de repente, antes de que pudieran observar todos los detalles de la creación, fueron arrancados del lugar en que se encontraban, y empezaron a surcar el espacio a gran velocidad. Las estrellas no eran más que haces de luz que se movían rápidamente, mientras los espectadores podían controlar el maravilloso viaje, recorriendo el vacío a su antojo, pero sin poder reducir la rapidez del movimiento. La música había cambiado brutalmente, ahora era un sonido rápido, lleno de veloces y completos acordes, acompasados por una fuerte y rítmica batería, mientras que un coro de voces entonaba un sonido magnánimo. Así visitaron las distantes estrellas, cúmulos y galaxias en pocos segundos, o tal vez persiguieron a algún cometa perdido en el espacio, surcándolo con tremenda facilidad y prisa...
Cuando el tiempo fue el adecuado, el viaje culminó con el acercamiento a un gran planeta aún ardiente, muy velozmente, hasta llegar a la superficie del mismo y estacionarse en él. La música se volvió muy sombría y apagada, lenta pero majestuosa. Poco a poco los volcanes de su superficie dejaron de escupir fuego de las entrañas de la tierra, y el cielo se fue oscureciendo lentamente. Una estrella fugaz surcó imponente el firmamento, a la vez que las grandes olas chocaban con las nuevas playas originadas por los movimientos telúricos del convulsionado mundo. Los clones se sumergieron en el mar... El caldo de cultivo primigenio estaba en su apogeo, y penetrando poco a poco en él, convirtiéndose en microorganismos, los visitantes pudieron ver como se originaba la vida. Las moléculas se fusionaban de mil maneras, formando cada vez estructuras más complejas, de todas las formas y tamaños, y los clones las podían recorrer y navegar entre ellas. Así, en un momento no muy claro, pareció que algunas podían “pensar”, y asociarse a su antojo. Poco a poco, las moléculas dieron paso a los primeros organismos simples, que se movían, combinaban, reproducían y morían frente a los ojos sorprendidos de los clones.
Unos fuertes golpes de la nueva melodía hicieron saltar a los viajeros del agua, hasta una gran altura, y luego precipitarse hacia ella, adentrándose en las profundidades de nuevo. La música volvió a acelerar el ritmo, a la vez que los personajes recorrían el agua a la velocidad que quisiesen, como si ella no les ofreciera resistencia. Asombrados vieron que la población marina era abundante, con grandes peces que se perseguían entre sí, y otros seres enormes que recorrían sus profundidades, escondiéndose de la luz. Así surcaron los abismos más profundos, y vieron como las bestias marinas recorrían los mares a su antojo.
El paseo no duró mucho tiempo, y al rato ya estaban saliendo de nuevo a la superficie. Los clones estaban tan extasiados que no intentaban hablar entre sí, tan sólo contemplaban la belleza de lo que ocurría. En el exterior ya se encontraban grandes animales prehistóricos corriendo de aquí para allá, peleando y muriendo. Pesados pero ágiles, los enormes seres empezaron a perseguir a los clones, quienes se desesperaron al ver que no era todo un mero film, sino que ellos también debían participar activamente en la aventura. Debían esquivar las fauces de las bestias hambrientas, quienes sembraban el terror en la planicie vacía. La melodía volvió a tornarse vivaz, empujando a la carrera por la vida, sin tregua, llena de compases rápidos, cortos e intensos. Entre los clones estaban corriendo también una suerte de hombres prehistóricos, semidesnudos y con toscas armas y lanzas, inútiles para dañar a tan colosales criaturas. Varios clones y humanoides fueron atrapados y sacudidos por los enormes reptiles, mientras los demás corrían desordenadamente sin un rumbo fijo. Luego de unos minutos de intenso sufrimiento, el cielo se tornó rojo como la tierra de los alrededores, y se fue oscureciendo. Las bestias se empezaron a mover cada vez más lentamente, y a caer al piso pesadamente en su ocaso. En pocos segundos, los clones pudieron observar extasiados cómo transcurrían millones de años, y cómo la tierra se transformaba. Los volcanes callaron definitivamente, y los bosques y la hierba cubrieron los lugares desérticos. La suave música, meramente ambiental, daba una paz contemplativa. Nuevas montañas surgieron donde no había nada, lentamente, y grandes planicies se transformaron en profundos valles. Algún que otro mamífero recorría la pradera, levemente inclinada hasta llegar a un ancho río en la lejanía. El clima cambió poco a poco, pasando desde un intenso y casi perpetuo invierno, hasta llegar a una hermosa primavera luminosa, verde y alegre.
A pesar del mucho tiempo cronológico que transcurrió en esos pocos instantes, los clones aún no se recuperaban del cansancio y del temor producido por los dinosaurios. Ese momento de tranquilidad, por suerte, los calmó un poco. Pero antes de que pudieran disfrutar lo suficiente del benigno clima, se dieron cuenta de que tenían puestas, como atuendos, unas casacas de colores. Algunos clones tenían puestas las casacas azules, con una cruz bordada en el centro, y otros tenían puestas las casacas rojas, con una luna en el medio. Las casacas cubrían unas toscas armaduras de metal, poco voluminosas, pero no del todo cómodas. Un arma les pesaba en la mano, para algunos era una espada, para otros una cimitarra o un mazo. Todavía no habían entendido bien qué estaba pasando, cuando repentinamente el grupo azul fue arrastrado a lo alto de una colina, mientras que el grupo rojo llegaba a la orilla del río. Una poderosa música épica, basada en redobles y tambores, vibró con fuerza en el ambiente, a la vez que los clones se daban cuenta de que estaban sumergidos en dos grandes ejércitos, de miles de hombres cada uno, dirigidos ambos por un general montado a caballo (Que en este caso eran AY230 y BY210).
—¡Al ataque! —gritó el general del ejército rojo, mientras que la hueste se desbordaba desde la loma hacia el río estrepitosamente. Algunos clones, muy desconcertados, siguieron a la masa, sin pensar mucho en lo que hacían allí.
—¡Luchar hasta la muerte! —gritó el otro general, y el ejército azul se abrió en dos flancos, intentando rodear por completo a los soldados del ejército rojo dentro del valle. Ambas huestes estaban acompañadas por numerosos arqueros, que disparaban ráfagas de flechas contra los hombres que corrían en todas las direcciones, mientras que los soldados a pie avanzaban furiosamente hacia los adversarios.
El choque de las dos inmensas masas humanas fue violento y arrebatado. En pocos minutos la lucha se había vuelto una maraña desordenada, en la que no había ya ninguna estrategia, más que pelear contra cualquier enemigo que estuviera al alcance. Las espadas y los mazos brillaban en el fragor de la batalla, al dar contra las armas y escudos que protegían a los endebles cuerpos de los enemigos. La lucha era sangrienta y cruel, sin la menor tregua. Enormes cantidades de hombres de ambos bandos se desplomaban al duro suelo, mientras que el humo se levantaba, y el sudor y el cansancio impedían pensar con cordura, consistiendo todo en reaccionar antes de que fuera tarde...
Los dos generales luchaban con valentía, desde la posición privilegiada que les daba la altura del caballo. Nadie se podía acercar a ellos sin caer al suelo, para nunca volver a levantarse. Un selecto grupo de soldados los rodeaban, e impedían los ataques en masa a los grandes jefes. Pero poco a poco, los hombres fueron muriendo, hasta quedar no más que varios centenares por cada ejército. Los arqueros hacía largo tiempo que habían dejado de disparar, puesto que no había un blanco definido al que apuntar. Las masas humanas se compactaron y reagruparon, y lideradas briosamente por sus valientes paladines, dieron el impacto final, chocando violentamente por última vez. Ambos generales se buscaban con la mirada, pero entre los caídos y el movimiento de los guerreros no podían alcanzarse, aunque se fueron acercando poco a poco.
—¡Abran Paso!, ¡Abran Paso! —gritaba el general azul.
—¡Ven!, ¡Acércate!, ¡Aquí estoy! —lo desafiaba su par rojo, amenazante.
El general azul, lleno de ira avanzó por encima de los hombres que le impedían el paso, directamente hacia el otro, que lo esperaba ansioso, para finiquitar la batalla. A su paso atacaba con furia a los enemigos que intentaban detenerlo, con confianza y seguridad. Finalmente, dio un salto con el caballo por encima de unos hombres abatidos, cayendo directamente junto al jefe rojo, quien antes de poder reaccionar recibió un enérgico golpe con la espada en el casco, el cual salió disparado violentamente por los aires, a la vez que el hombre caía pesadamente al suelo debajo de las patas del caballo, aunque por suerte el equino huyó del lugar sin llegar a pisarlo.
El general rojo recuperó su mazo del suelo, a la vez que esquivaba un segundo embate de su adversario, rodando por el piso. Al tercer embate, prefirió no esperar, y deslealmente dio con toda su fuerza directamente a la cabeza del caballo galopante, el cual se desplomó, rodando en la tierra desordenadamente, y aplastando al jinete.
Cuando el hombre de azul se recuperó, apenas tuvo tiempo de moverse para esquivar un golpe que buscaba directamente su pecho. Girando tomó el primer sable que encontró en el suelo, volteó rápidamente y dando un leve muñequeo logró desviar el siguiente ataque enemigo con su propia arma. Intentó dar una estocada, pero su contrincante retrocedió rápidamente y logró evitarla. Ninguno de los dos hombres poseía escudo, y el que diera el primer golpe seguramente sería el vencedor.
De la batalla ya quedaba poco más que algunos hombres exhaustos todavía peleando. Toda la atención se había centrado en el duelo de titanes, que resolvería el conflicto finalmente. El general rojo varias veces intentó sin éxito dar el golpe de gracia al general azul, el cual alzó la espada buscando el pecho del rojo, quien la detuvo con su mazo, y aprovechando el momento en que su adversario tenía la guardia baja, le dio una patada en el vientre que lo lanzó para atrás, al suelo y desarmado.
—¡Ríndete! —le gritó—. ¡Ya quedan pocos de tus hombres y no puedes defenderte!
El general abatido miró a su alrededor, y se dio cuenta de que ya estaba todo perdido. Sus últimos hombres caían definitivamente al suelo para no volverse a levantar, o huían por detrás de la colina. Por lo tanto se quedó allí tirado, y asintió con un leve movimiento de la cabeza. La batalla había terminado, mientras que el cielo se oscurecía y las primeras gotas de lluvia caían sobre los cansados rostros. AY230 estaba complacido, y aún pisaba el pecho de su dolorido contrincante, yaciente en la hierba.
—¡La próxima vez no será tan fácil! —exclamó BY210—. Hoy no hubo organización ni táctica alguna, pero la siguiente oportunidad las cosas serán distintas —agregó.
—Cuando quieras y donde quieras —respondió AY230 con calma y firmeza—, estaré esperándote.
Luego de estas palabras, la música se volvió mucho más dulce, y ya sin la potencia de los tambores. Ahora era algo rítmica, siguiendo el compás del agua que caía.
Los clones, su mayoría aún en el suelo, se percataron de que ya no tenían forma humana, mientras se deslizaban ladera abajo junto con el resto de sus hermanas, las gotas, hacia el río. Ya no tenían control sobre sus acciones, y se convirtieron en meros observadores de los acontecimientos.
En poco tiempo llegaron al río, tranquilo y cristalino, ahora distorsionado por las innumerables gotas que se les unían en su viaje rumbo a lo desconocido. Se desplazaban suavemente sobre la superficie, admirando el paisaje, y esperando a las demás vecinas del cielo que querían compartir todo con ellos. De la suavidad de la pradera pasaron a las orillas de un bosque, donde el torrente se tornó más turbulento. Las gotas parecían divertidas, al descender ruidosamente por las pequeñas cascadas, o al mezclarse briosamente en la alborotada corriente, siempre cambiante. Hundirse, salir a la superficie, voltear y girar con las demás en esa unión inexplicable era algo tan relajante, unida a esa música suave que acariciaba los oídos dulcemente... Esos acordes... Esas suaves voces angelicales... Imbuían al sueño apacible, flotando sin rumbo fijo, sin control, desconectándose de la realidad.
Poco a poco las hermanas dejaron de caer de los cielos, mientras que unos suaves rayos luminosos acariciaban los cuerpos informes de los clones. El sol se asomaba cálidamente por detrás de las nubes, despertando de su soñolencia a las traviesas gotas.
El bosque dio paso a unas montañas que emergieron por detrás de él, imponentes y majestuosas. El flujo se volvió mucho más tumultuoso, y el agua dejaba un espumoso rastro en la orilla llena de guijarros multicolores. El fondo rocoso del río se vislumbraba con claridad, ya que las aguas eran transparentes, y éste no era excesivamente profundo. Ahora los viajeros ya poseían una gran velocidad, mientras que el río antes inmóvil se convertía en unos rápidos zigzagueantes y revueltos. Era tremendamente divertido revolcarse en el agua sin mojarse, ya que los viajeros eran gotas de agua, parte constitutiva de ella. Los pequeños saltos eran emocionantes, y volver a la superficie luego de una caída, todo un reto.
Al final del camino, el río se volvió un poco más tranquilo y ancho. Sus numerosos afluentes se habían hecho cargo de alimentarlo, agrandarlo y profundizarlo. Pero la tranquilidad no duró más que unos momentos, ya que todos se dieron cuenta de que el río terminaba abruptamente, en un punto donde besaba al hermoso cielo azul y nuboso. Algunos clones de pensamiento rápido intentaron dar un grito apagado, pero el resto no entendió lo que ocurría hasta que fue arrastrado infaliblemente a la gigantesca caída que los esperaba adelante. El miedo y la sorpresa se adueñaron de muchos, incapaces de volver atrás.
La caída se prolongó por una eternidad, mientras que el vapor generado por la enorme catarata envolvía a todos. Con rapidez y tempestuosidad cayeron, al compás de unos sonidos eléctricos cortos y chocantes, enredados y entremezclándose desordenadamente unos con otros. Finalmente se hundieron en las profundas y obscuras aguas, sintiendo por encima de ellos la enorme presión del torrente que caía desde las alturas.
Las poderosas corrientes se hicieron cargo de desplazar a los clones hasta un nuevo lugar. Unos enormes tubos succionaron a los visitantes por un tiempo, hasta que llegaron a un lugar seco y apacible. Era una gran recámara esférica, llena de agujeros en toda su superficie. Los clones flotaban en su centro, con forma humana de nuevo, visible y palpable. Atónitamente miraban a su alrededor, intentando despertarse de este sueño, a la vez que los últimos llegaban desde algunos de los agujeros y se unían a ellos en su sorpresa.
BY210 estaba flotando junto a AY230 frente a ellos, como con la intención de dar algún tipo de discurso, pero todo lo que hizo fue gritar:
—¡Velocidad y vértigo! —a la vez que se introducía con pasmosa rapidez en uno de los tubos, que lo devoró. Lo mismo sucedió con AY230.
Los clones se miraron asustados, sin comprender mucho de lo que estaba ocurriendo. Pero en pocos instantes la gran cantidad de túneles los succionaron como si de gigantescas aspiradoras se tratara, lanzándolos dentro de sus entrañas a una endiablada velocidad. Los objetos móviles gritaban desesperadamente, a la vez que intentaban ganar el control sobre su veloz movimiento.
Los túneles eran una gran maraña de pasajes interconectados, con cruces, rectas enormes, sectores de curvas, remolinos, tirabuzones, desviaciones, diversos caminos, rápidos virajes, y lo peor: Otros clones intentando controlar su marcha. Su velocidad era enorme, pero con rápidas reacciones se podían elegir los caminos a seguir, así como evitar chocar con los otros, aunque a algunos lo que más les divertía era atravesar vertiginosamente un cruce de varios túneles y chocar alguien que viniera a gran velocidad, resultando todo una inmensa confusión, pérdida de control, rebote contra las paredes, saltos y golpes. Los clones Nuevos enseguida le tomaron la mano al entretenimiento, dominando el difícil movimiento en las veloces pistas y dedicándose a jugar carreras, perseguirse unos a otros y tratar de perderse en los túneles, además de chocar de las más insólitas maneras.
Los clones Superiores tan sólo emitían un largo e interminable grito de desesperación, sin más nada que hacer que dejarse llevar por la velocidad, mientras que los Maestros controlaban perfectamente cada movimiento, sin chocar con nadie, con demasiada seguridad y sin dudar.
El mareo dominó a unos cuantos, peros los Nuevos disfrutaban de la intensa emoción, liberadora de adrenalina, algo tan poco usual en esos tiempos. Todo era semejante a una montaña rusa, pero dentro de grandes tubos cerrados, en los cuales se podía elegir el camino a seguir, además de que cada uno viajaba individualmente, sin depender de los demás, y que el cuerpo se movía libremente y sin control, dando vueltas, deslizándose, y girando con gran rapidez.
El paseo duró unos intensos diez minutos, que finalizaron abruptamente, al ser lanzados con gran potencia hacia un hermoso cielo azul, libre de nubes. Muchos estaban felices de haber terminado sanos y salvos su recorrido por los túneles, pero otros hubieran preferido quedarse mucho tiempo más allí.
El impulso los elevó por los cielos, hasta que se dieron cuenta de que no caían, sino que flotaban en el aire con grácil facilidad y control total. Los clones eran una gran bandada de seres etéreos de cuerpo casi invisible, fantasmas inmateriales dando piruetas sobre el hermoso paisaje. Un verde prado se extendía en todas las direcciones, salpicado por árboles más obscuros que la hierba que lo tapizaba. El río del que habían formado parte corría por debajo más tranquilamente ahora, invitando a sumergirse de nuevo en sus frescas aguas. Las montañas se hallaban bordeando el valle, y por encima de sus eternos picos nevados se encontraban las únicas nubes visibles en todo el horizonte, coronando las altas cumbres con gloria. Una suave música antigua, mezcla de violines y arpas acompañaba el plácido vuelo de los clones, que se desperdigaban en todas las direcciones, formando pequeños grupos.
Los clones Clase 0 se divertían persiguiéndose y jugando a la mancha en los cielos, requiriendo habilidad y reflejos esquivar al tocado o alcanzar a la víctima. Los clones superiores preferían recorrer el hermoso lugar surcando el aire lentamente, disfrutando del sublime paisaje. Los Maestros estaban flotando estáticamente formando un círculo, y hablaban apaciblemente, viendo como los clones se divertían y disfrutaban con toda esta gran obra.
El sol, que se encontraba ya en una posición de ocultamiento por detrás de las montañas, emitía sus últimos rayos con fuerza, iluminando el horizonte opuesto y extendiendo largas sombras sobre el campo.
—¡Vengan!, ¡Es hora de viajar! — gritó AY230 en un momento dado, antes de que el sol se escondiera del todo, y tomó un rumbo opuesto a donde se ocultaba el sol. Todos lo siguieron sin dudar, al fin y al cabo él era el creador de todo eso, y debía tener motivos valederos por los cuales moverse. De hecho, los pocos rebeldes que no quisieron moverse fueron arrastrados contra su voluntad junto a sus compañeros.
El inmenso grupo de seres voladores tomó una formación triangular, con AY230 y BY210 a la cabeza, seguido por los Maestros, clones Superiores y finalmente los Inferiores. Las primeras estrellas empezaron a mostrarse, mientras que una pálida luna, llena de profundos cráteres, se veía imponente adelante. El sol se retiró del todo en pocos minutos, y el hermoso cielo estrellado se observó en todo su esplendor. Una estrella fugaz, brillante y pasajera iluminó los rostros de los asombrados clones mientras se desintegraba en el firmamento...
Los clones viajaban a una gran velocidad, viendo el mundo pasar debajo suyo en mil facetas diferentes. En poco tiempo más, unas luces se empezaron a divisar en la lejanía, cada vez más cercanas y numerosas. Finalmente, se descubrió como el resplandor de una espléndida y gran ciudad, llena de luz y de vida. Los clones descendieron hasta empezar a navegar entre los edificios, volar por las angostas calles llenas de luces y letreros, doblar en las esquinas, esquivar los cables que cruzaban las calles, perseguir a los automóviles que viajaban apuradamente, o a algún ladrador perro perdido.
Todo era perfecto: Los carteles, las luces móviles, el tenebroso aspecto de los callejones oscuros, los transeúntes que no se percataban de las ánimas que los observaban desde arriba. La ciudad era enorme, con miles de calles que recorrer, edificios que observar, altas antenas luminosas que rodear...
La luna se cubrió con unas lentas y vaporosas nubes de tormenta. Los primeros truenos se empezaron a escuchar en la lejanía, pero cada vez más cercanos respecto a los relámpagos. En pocos minutos, un viento descomunal invadió las calles, arremolinándose especialmente junto a los edificios más altos. Papeles y polvo se levantaban formando pequeños torbellinos en las grandes avenidas, que ya se encontraban desiertas. Las luces de las ventanas de los edificios se apagaron poco a poco, dejando las calles iluminadas únicamente por los faroles y carteles. Las estrellas ya eran completamente invisibles, mientras que los relámpagos y truenos estaban sobre las cabezas de los clones, quienes para ese momento habían detenido su movimiento y se habían agrupado alrededor del edificio más alto, en el centro de la ciudad.
En pocos segundos se desató la violenta tormenta, y miles de gordas gotas empezaron a caer. Un trueno espantoso resonó en las alturas y sorprendió a todos, en el momento que asustados vieron cómo un enorme rayo se desprendían de las cargadas nubes. La masa de energía vibrante y serpenteante bajó a una velocidad endemoniada, dando en el pararrayos del edificio, muy cerca de algunos clones. La tenue iluminación azul-amarillenta provocada, junto a las chispas y centellas, asustó y asombró a todos.
—¡Es una maravilla! —gritó un clon que no pudo contener su entusiasmo, retirándose un poco del lugar.
La música se tornó vibrante y triunfal, con pasajes rápidos, sin detenerse ningún momento. En pocos segundos empezaron a caer cientos de rayos, uniendo y atando el cielo a la tierra. La ciudad se desarmó en pedazos, desintegrándose poco a poco, mientras que los grises planos aéreos y terrestres perdían sus diferencias, y empezaban a girar paralelos de forma circular. Los clones ya no comprendían lo que ocurría, tan sólo miraban sorprendidos a su alrededor. Los cientos de rayos saltaban de una placa a la otra sin dificultad, acariciando a los clones. Poco a poco los planos se fueron curvando, hasta unirse y formar un gran cilindro.
—¡No!, ¡Más túneles no! —gritó un clon Superior, un poco mareado.
Pero ya era tarde. La veloz música denotaba que una nueva carrera estaba por comenzar, a la vez que el cilindro empezó a girar sobre su eje a toda velocidad, mudando en vivos colores y dando una sensación de profundidad, mientras que los rayos que lo seguían surcando giraban junto a él. Los clones empezaron a viajar surcando el aire hacia adelante, esquivando habilidosamente los rayos, en una alocada y peligrosa persecución buscando el final del camino, el cual poco a poco se fue mostrando...
Al salir repentinamente del largo túnel, todo el grupo se encontró de nuevo en la negrura total, flotando en el espacio infinito. El sonido se convirtió simplemente en un murmullo ambiental, con voces de ángeles. La línea luminosa primordial surcaba despaciosamente el vacío, hasta que se detuvo para volver a formar un punto. En su último pulso, una grave voz dijo: “Gracias por ser conmigo”.
El silencio reinó una vez más, y el punto se disolvió lentamente, mientras que los clones recuperaban la consciencia. Todos estaban aún atontados cuando las largas paredes del Museo General aparecieron junto a ellos. Se miraron entre sí y, sin mediar palabra, empezaron a aplaudir fervorosamente, y a vitorear a los autores de la obra más maravillosa jamás creada. En pocos segundos se arremolinaron alrededor de AY230 y de BY210, felicitándolos, hablándoles sobre el tema y discutiendo sobre diversos aspectos. Pero 230 estaba exhausto, y realmente no tenía ganas de hablar con nadie. Por lo tanto prefirió no ser visible para los demás, y se esfumó frente a los ojos de todos. BY210 también estaba muy cansado y podría haber hecho lo mismo, pero él era un clon Inferior, y no se podía dar el lujo de perder ese minuto de fama y recibir los elogios de los demás, lo necesitaba para crecer, y le hacía mucho bien. Nunca produjo una obra tan popular, y no sabía si volvería a ser capaz de crear algo tan genial por sí mismo, sin la ayuda de alguien tan importante como AY230.
Por su parte, 230 se transportó al Cubículo, listo para descansar merecidamente.
—Felicidades AY230, has dado vida a una de las mayores obras de la Escena —dijo una voz.
—Jester... —respondió 230 mientras miraba hacia la derecha—. Siempre haces lo mismo, necesito descansar la mente, no quiero hablar, y por eso evito el modo compartido. Pero en esos momentos siempre eres tú el que me interrumpe, ¿Todos los Maestros pueden hacer eso?
—Eso y muchas otras cosas que no te imaginas, que ahora no vienen al caso. Sabes que debemos velar por el bien y la seguridad de todos, y para lograr eso tenemos algunas atribuciones que nos ayudan en la tarea. Pero no puedes quejarte, son pocas las veces que te molesto ¿O no?
—Sí, es cierto, pero pareciera que justamente los días en que estoy más cansado son los días que tú eliges para hablarme a solas.
—A solas porque no quieres estar junto a los demás, que es lo que deberías estar haciendo ahora —le recordó el Maestro.
—Cada uno es como es, y yo necesito mis momentos de soledad, intimidad y reflexión, a veces me siento un ermitaño.
—No te preocupes, ya no te molestaré. Tan sólo quería decirte que estoy complacido con lo que han hecho, y me asombra que hayas pedido ayuda a un clon Inferior para algo tan importante, que te posicionaría en la cumbre de la pirámide creativa.
—BY210 es muy capaz, puede crear muchas cosas maravillosas, merece ser reconocido, y tan sólo necesita una guía —fue la ligera explicación de 230.
—Y estoy seguro de que tú la serás. Pero dime, ¿Qué tan decisiva fue su ayuda para ti?, quiero decir, ¿Realmente colaboró en la concepción de la obra, o sólo hizo las cosas que tú le pediste?
—Él es tan importante para la obra como yo mismo lo he sido —afirmó el clon Superior, con humildad.
—Gracias, tan sólo necesitaba saber eso —le dijo el Maestro—. Habrá que tenerlo en cuenta entonces, hace tiempo que dejó de ser un Nuevo, pero todavía no veíamos que sus obras fueran lo suficientemente valiosas como para cambiar de Status, salvo por algunas músicas y dos o tres Paisajes interesantes. Pero bueno, es mejor que te permita tener tu merecido descanso, mañana hablaremos con más tranquilidad...
—Seguro —le respondió el clon.
—Ah... Todo estuvo genial —agregó Jester—, pero... ¿No te parece que tres horas y diez minutos es mucho para la duración de una obra?
—Que yo sepa, nadie se quejó de su duración, es más, esas tres horas se esfumaron tan rápidamente que se sintieron como unos pocos minutos, y creo que todos piensan como yo.
—Mmmm... Sí, pero eso porque que la vieron por primera vez y cada etapa era nueva y sorprendente. Pienso que en las siguientes oportunidades, cuando no vayan en grupos grandes y no tengan tantos recursos computacionales a su disposición, no será todo tan perfecto. Además de que algunas secciones son muy distintas entre sí, y hay días en que uno quiere paz y sosiego, y otros en lo que buscamos acción. Tal vez podrías pensar en independizar cada sección, o utilizar tanto la batalla como las carreras como nuevos tipos de juegos, semejantes al Simulador de Combate. Pero no importa, mañana hablaremos de eso, ahora tómate tu descanso... —Jester se desvaneció, y AY230 quedó solo de nuevo.
—Realmente este será un merecido descanso... —se dijo, mientras todo su alrededor se obscurecía.

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