38. Salva, escapa o muere.

Atravesando el mar con la tripulación necesaria, Helen mantenía la calma. De momento no había visto nada espantoso como Byron le había comentado, pero el frío y el mal presentimiento no la dejaban en paz.

—¿Asustado? — le pregunta al notarlo escondido y mirando al cielo con miedo.

—Ya te dije, no me gusta este lugar. — sigue viendo el oscuro cielo, como si esperara algo.

—Hasta ahora no he visto nada espeluznante, solo mar y viento.

—Porque hasta ahora no habíamos cruzado el límite. — le señala la vista al frente y todos observan las enormes estatuas con dragones en la entrada de la zona tan peligrosa de la que Byron había hablado.

—Son enormes. — Helen está embelesada. Para que logren estar en la superficie, deben ser muy largas. — ¿A esto le tienes miedo? — lo mira, frunciendo el ceño.

—No...a eso. — vuelve a señalar al frente y toda la tripulación preparan los cañones para defenderse. Eran enormes criaturas, como pulpos gigantes que se balanceaban en el aire y protegían las aguas de los intrusos. Cuando los notan, recargan sus aletas y expulsan su vibración contra ellos, haciendo que el barco casi se hunda. Todos se agachan y los tripulantes disparan los cañones mientras tengan oportunidad.

Byron se levanta e intenta usar su poder para protegerse pero aquellas voces polifónicas de las almas que lo atormentaban le provocaban un fuerte dolor de cabeza que lo debilitaban por completo. Helen lo ve y se da cuenta que al menos esa parte de la historia que le había contado era verdad. Tenía que hacer algo al respecto, así que antes de que otra vibración pueda herirlos, forma una capa de escudos fuertes que protegen a todos dentro del barco. El color blanco mezclado con azul que tenía su magia era un espectáculo para los presentes, así que felices, empezaban a festejar y a idolatrar a Helen como la diosa que era, incluyendo Byron.

Aquellas criaturas atacaban con más gravedad hasta lograr que el barco se desestabilizara y todos cayeran hacia un lado, incluyéndola. Los escudos habían desaparecido y el barco ya no tenía salvación.

—¡Helen! — Byron grita, nadando hasta que logra verla. — Tenemos que salir de aquí. — empezaba a darse por vencido.

—No. — dice sin más. Mueve sus manos y se apodera del barco, haciendo que se levante y vuelva a la normalidad. — ¡Suban! ¡Ahora! — les ordena a todos los que puedan y lo hacen sin pensar. Cuando todos están arriba, Helen protege el barco con un domo de luz y solo así logran avanzar rápidamente hacia el otro lado, finalmente en tierra. Todos aplauden con alegría y celebran que se acababan de convertir en los primeros sobrevivientes de la furia del mar.

—Sabía que lo lograrías. — Byron le dice al oído a Helen. A lo que ella solo responde con silencio. Un grupo de guardias se presentan frente a ellos apuntándoles con el filo de sus flechas desde una distancia prudente.

—Byron. — dice un anciano, quien Helen supone que es el abuelo de quien tanto habló. — Jamás pensé que tendrías la osadía de volver aquí. — tenía cabello blanco y un traje marrón con detalles bañados en oro.

—Ya lo ves, los Dimou cumplimos nuestras promesas. — la tensión era incómoda para todos los presentes. — Padre murió. De tu linaje, ahora solo quedo yo. Y estoy listo para reclamar mi trono.

—¿Tu trono? Después de lo que intentaste hacerle a nuestro pueblo no tienes derecho de exigir nada. — parecía enojado, hasta que uno de los súbditos a su lado le susurra algo. Y luego de eso, sus ojos se centran en la hermosa joven de ojos azules que acompañaba a su nieto. — Pero tengo una curiosidad... ¿Cómo atravesaste el oscuro mar?

—Sabía que harías esa pregunta. Así que...abuelo, te presento a Helen Laurent. La poseedora de la séptima constelación de la que tanto hablaron los dioses.

—¡Y fuiste capaz de traer a semejante aberración a este santo lugar! — ahora sí estaba muy enfadado.

—Perdón dijiste ¿santo? Porque de santo no hay nada aquí. Hace 10 años me desterraste y te juré que volvería para ser rey.

—Un fenómeno como tú no puede serlo.

—Ella es la reina de Francia. Su gente la ama. — Byron señala a Helen. — Es lo que todo pueblo le debe a sus soberanos.

—No, amor es lo que nunca tuviste y jamás tendrás. — dice fríamente, ordenándoles a sus guardias atacarlos mientras se da la vuelta. Byron, molesto, usa su poder rápidamente y logra cortarle las cabezas a cada uno antes de que puedan lastimarlos. Truco que sorprende al centenario. Desde los 9 años su poder había incrementado, pero no sabía (hasta hoy) qué tanto.

—Hay algo que todavía no has comprendido... — se acerca a él. — El universo no está a tu favor. — forma una filosa daga y la entierra en su estómago, haciendo que muera desangrado lentamente en sus brazos. Helen, sin saber qué hacer al respecto, se queda quieta pero alerta de cualquier movimiento en falso. — ¡Les prometí algo y lo acabo de cumplir! ¡Sin el abuelo como rey la corona es mía! ¡Y por tanto este castillo, es nuestro ahora! — vocifera, y toda la tripulación con la que había llegado, corren hasta los adentros del castillo para comer y beber.

—Me parece que esto ha sido demasiado rápido. ¿No que era el más poderoso? — Helen se le acerca, obteniendo toda su atención.

—Estaba muy viejo. Sin los demás dioses ya no tiene mucho poder aquí. — toma su corona. — ¿Quieres conocer el castillo? — le ofrece alegremente, a lo que Helen solo frunce el ceño. — ¡Vamos! No cruzamos el mar de la muerte por nada. Allí hay buena comida, agua y un lugar para que puedas descansar. El viaje ha sido largo. — se quedan en silencio. — ¿O es que todavía no confías en mí? — se acerca demasiado a ella.

—A estas alturas, no confío ni en mí. — responde y camina voluntariamente hacia los adentros del castillo. Al contrario de Francia, los árboles y flores eran el adorno principal de la fortaleza. Así que deslumbrarse ante tantos colores era inevitable.

—Puedes llevarte un par de semillas para plantarlas en Francia si quieres. — Byron seguía siendo dulce y amable, pero Helen seguía obviándolo. Cruzan los portones y entran. Donde son recibidos con mucha caridad.

—¿Por qué si eras odiado aquí todos te ven con tanto regocijo?

—Porque aunque todavía no lo entiendas, yo no soy el malo de la historia. — la mira a los ojos y aunque no lo quiera, ve inocencia en ellos. Quizás Byron realmente haya sido un niño abandonado por sus seres queridos y haya tenido que enfrentarse a la crueldad del mundo solo por ser...diferente. Como ella. Solo que, en su caso, su familia nunca la abandonó. Y aun no lo hace.

—¡Byron! — una linda joven de cabello castaño y ojos oscuros sale corriendo hasta abrazarlo.

—Elle. — sonríe al verla. — Cuanto tiempo. Estás preciosa.

—No tanto como tú. — su sonrisa desaparece al ver a Helen. — ¿Y ella quién es? ¿Tu novia?

—No, es...está casada. — aclara. — Es Helen. Helen, ella es Elle, mi prima. — las presenta.

—Mucho gusto. — Helen sonríe.

—Igualmente. — también sonríe. — ¿Quieren cenar? Ya es muy tarde. — les ofrece y después de ducharse cada uno por separado, se reúnen en la mesa. Una mesa llena de banquetes y todos los presentes comiendo de él.

—¿Cómo hacen esto? El rey que supongo que también es tu abuelo acaba de morir. ¿No les importa? — Helen pregunta con sinceridad a Elle.

—Para alguien que fue testigo de muchas desgracias siendo una niña pocas cosas me pueden afectar. — Elle responde. — El abuelo creía hacer las cosas bien solo para mantener el orden pero...solo lastimaba a los que no seguían sus instrucciones. Toda anomalía que se escapara del círculo sagrado era considerada una amenaza. Y parte de ello, somos nosotros.

—¿Nosotros? — Helen frunce el ceño.

—Sí, Elle puede hablar con las criaturas. Tiene una...inexplicable conexión con ellas.

—¿Con cualquiera?

—Con cualquiera. Es asombroso. Yo solo pude conectarme con Valium. — sonríe. — De hecho, ¿cómo está?

—Dormido, tal y cómo lo prometí. — se entristece.

—Tranquila, las cosas cambiarán ahora. — aprieta su mano por encima de la mesa. Gesto que extrañaba a Helen. Haciéndola pensar que eran primos que se querían más que hermanos, o algo enfermo sucedía allí. — Mañana será mi coronación. Mañana eliminaremos la barrera, y por supuesto que tú estarás presente. — mira a Helen. Mirada que hace que Elle empiece a sospechar de los verdaderos sentimientos de Byron hacia ella.

Día siguiente.

La noche había sido más tranquila y acogedora de lo que jamás imaginó. Pero tanto sosiego y armonía, no le terminaba de convencer. Preparada para un nuevo día y con suerte regresar a su país al atardecer, presencia la coronación de Byron como nuevo rey de Grecia. Al caminar entre la multitud, se tropieza con una niña pero antes de que pueda verle el rostro, nota que ha dejado un papel en el bolsillo de su vestido.

"Salva, escapa o muere"

Era lo que decía al abrirlo. Prueba suficiente de que sus malos presentimientos, eran por una razón.

—¿La estás pasando bien? — Byron se acerca y esconde el papel rápidamente.

—Mejor de lo que esperaba, de hecho. Pero pronto debo partir. También tengo un pueblo que dirigir.

—Lo comprendo. Cuando eliminemos la barrera del mar, podrás volver con tu gente, pero antes...— toma sus manos dócilmente. — Debo agradecerte por ayudarme en esto. Nunca habría regresado de no ser por ti.

—Olvidas que eliminar a tu abuelo fue gratificante para los dos. — quita la mano. — Si las amenazas que vi en tus visiones son ciertas, claro está.

—No puede ser, aun sigues sin confiar en mi palabra. — sonríe con ironía y Helen solo alza las cejas. — Está bien, ya no insistiré. Pero te demostraré hasta el final que valió la pena caminar a mi lado en esto. — la mira fijamente a los ojos nuevamente, siendo observados por Elle detrás de una columna del palacio.

—A mí no tienes que demostrarme nada, tu consciencia será tu penitencia. Solo aseguro que mi futuro y el de mi país ya no corra más riesgos. Después de todo merecemos estar fuera de peligro y vivir con tranquilidad. Ese es mi único anhelo. — se acerca más a él. — Así que espero que no seas uno más que arriesgue eso, porque entonces...no tendré piedad ni contigo, ni con tu gente, ni con Elle. — lo amenaza y sale a caminar para su mente despejar.

Envuelta entre tanta ostentosidad, una melodía hipnotizante la guía hasta un pasadizo escondido en el palacio real. Al abrir la puerta hay una escalera que baja sin pensarlo dos veces. El sonido de una cascada se hace más fuerte mientras más avanza, y cuando la encuentra frente a frente, observa lo hermosa que es. Tanta naturaleza atrapada bajo la cimentación del palacio le parecía una injusticia.

—Wow. — dice en voz baja, pero las pulsaciones de su corazón se aceleran velozmente cuando siente una respiración fuerte en su espalda. Al darse la vuelta lentamente, ve lo que jamás imaginó. Una de aquellas criaturas con forma de pulpos voladores igual a lo que los atacaron en los cielos oscuros del mar, se encontraba allí. Cinco veces más grande que las demás y con una inusual irradiación en su interior. Su vista se alza hasta que logra verlo de frente. Permanecía quieto y en reposo, así que se aseguraría de salir sin que lo pudiera cambiar.

—Qué sorpresa. — se encuentra con Elle al voltear. — Tenía premeditado dar un paseo contigo y mostrarte las bellezas de Grecia yo misma, pero tu curiosidad te adelantó. Veo que ya conociste a Amara, la madre de las mantas que los atacaron en el mar. — señala lo que detrás de ella se encuentra.

—¿Qué significa esto? ¿Por qué está aquí? — Helen está molesta.

—Parece que hay detalles que mi adorable primo no te contó de este lugar. — camina a su alrededor con cuidado, puesto a que era un puente extenso que conectaba con la salida. — Pero no lo culpes, no tuvo manera de decírtelo porque se perdió 10 años de evolución. Se preocupa por ti, eso es evidente. Puede que se dé a más pero por ahora solo es amor por poder; por el poder que reside en ti. Así que no te confundas.

—Te recomiendo saltarte tus consejos; estoy casada. — le muestra el anillo. — Y vine aquí con un propósito que ya cumplí.

—¿Ah sí? Matar a los dioses como único propósito en la vida para volver a tu cuento de hadas es un desperdicio. Nos enfrentamos a nuestras peores pesadillas para dominar el mundo, no para estancarnos en lo que ya conocemos.

—Nadie te ha dicho que no lo puedes hacer, solo asegúrate de dejar a Francia fuera de eso. — intenta irse pero Elle la detiene y Helen quita sus manos rápidamente de su piel. — No vuelvas a tocarme.

—No quisiera saber qué tanto has tenido que perder para ser tan hostil, pero ese lado es bueno. Te ayuda a controlar las emociones que vienen del...corazón. — camina a su alrededor. — Solo te debo que hayas traído a Byron de regreso. Ha perdido su esencia, su eje, pero sigue siendo útil.

—¿Útil para qué?

—Ay Helen, este mundo es más grande que nosotros tres juntos. Imagínate un lugar donde más dioses que quieran controlarnos no existan. Donde las criaturas que vivieron primero puedan coexistir con los humanos y el mundo ya no esté dividido por especies.

—Eso es siquiera imposible de imaginar.

—Pero es lo que la naturaleza quiere, ¿no lo sientes? ¿Por qué el cosmos nos elegiría como superiores que los dioses que nos castigan y que constantemente quieren oprimir nuestro alcance? ¿Cuál sería el propósito de todo esto? — se queda en silencio. —Es lo que Ann y Mohat descubrieron. Encontraron el poder que había más allá de lo que conocían hasta que abrieron la brecha entre lo desconocido y nosotros. Nos dejaron una guía qué seguir.

—Ann era ambiciosa, pero solo quería vivir.

—Y es por eso que Byron empezó a soñarlas. — Helen frunce el ceño. — Hace 10 años, Byron empezó a darle mal uso a sus poderes. No sabía cómo controlarlos y su rebeldía aumentaba con sus años. El abuelo estaba cansado así que lo castigó. Antes, esa puerta que cruzaste solo conducía a un calabozo. Un cuarto con cuatro paredes sin escape. Hasta que...él empezó a escuchar, como yo. Debajo de estas tierras había algo más. Pasaron meses y Grecia tuvo enfrentamientos con otras naciones. El palacio era el centro de atención así que fue sencillo llegar a nosotros. Atacaron el castillo hasta derribar todos sus muros y Byron...aún estaba aquí. Una explosión rompió las cuatros paredes y él cayó al vacío. — mira la oscuridad que hay debajo de ellas. — Y fue ahí donde todo comenzó.

—En su versión... su abuelo lo había lanzado.

—¿Después de 9 años soportándolo? ¿Por qué haría algo así? Tú lo viste, el abuelo siempre ha sido una persona pacífica, pero eso no quita que sus ideales lastimaran a quienes no debía. Era igual que los demás. — vuelve a mirar a Amara. — Byron estuvo hambriento y perdido en la oscuridad. Tuvo que aprender a sobrevivir en lo salvaje.

—Y fue ahí donde conoció a la bestia. — cree entender.

—¿Conoció? — la mira con impresión. — Él la creó. — su revelación casi congela el corazón de Helen. — Las mantas fueron las primeras criaturas en cruzar los portales que la guerra dejó y él fue el primero en conocerlas. Conocer la muerte a través de ellas. — dice con tono de tristeza. — Entonces la madre naturaleza le dio otra oportunidad, lo regresó a la vida como lo hizo contigo y...creó ese dragón como autodefensa. Destruyó a todas las mantas que invadieron los pueblos con su blanco fuego, aunque muchos inocentes murieron de por medio. Byron comenzó a ser una amenaza para el reino, entonces los dioses le enviaron al abuelo una advertencia: o se hacía a cargo o ellos intervendrían; y no le quedó de otra que usarme para dominar a la bestia para desterrarlo. Dividió el palacio del pueblo que había destruido, dejándolo solo en él. Y aquello se convirtió en el mar oscuro que ya conoces.

—Si él destruyó a todas las mantas, ¿cómo esta sigue aquí?

—Había una rosa y...pensé que era un simple gusano. Era muy pequeño, así que...jamás me imaginé que se convertiría en la nueva madre de las mantas. La conservé y cuando ya era imposible ocultarla, la dormí para que el abuelo no la asesinara. Le prometí que no sería un problema y así se ha mantenido hasta entonces. Pero eso ya cambiará. Ella merece despertar. Disfrutar del aire fresco tanto como nosotros.

—Esto pasó hace 10 años, ¿cómo creció tan rápido?

—Vienen de otro mundo Helen. Un año para ellos es 30 del nuestro.

—¿Y el dragón? ¿Dónde está?

—Justo debajo de nosotras. — los pies empezaban a pesarle más de lo normal. Estaba encima de la bestia más poderosa de todos los tiempos. Estaba oculta en la oscuridad. — Esto es simple, solo es supervivencia. El equilibrio que siempre debió existir. Byron prometió volver de su destierro y ayudarme a cumplir mi propósito si me aseguraba de que el dragón aun viviera y ambos cumplimos nuestro trato.

—¿Y ahora qué? ¿Qué es lo que piensan hacer con lo poco que queda de su país?

—¿Es que no es obvio? Solo volveremos al orden natural. Y tú puedes ser parte de esto. Eres incluso más poderosa que la diosa Ann, tu magia restauraría ese orden sin dificultad.

—Un orden donde más personas inocentes mueran.

—No, un orden donde no existan las diferencias.

—No puedes traer más cosas espantosas a este mundo, provocaría más guerras.

—¿Y no es lo que el mundo siempre hace? ¿Las guerras no es lo que el hombre mientras viva y sea egoísta crea? Esta solo sería una manera distinta de darle a las rivalidades un final.

—Tú misma lo dijiste: vienen de otro mundo, no caben aquí.

—Entonces nosotros tampoco deberíamos. — su respuesta la deja en silencio. — Lo quieras aceptar o no, también eres parte de esto. Así que tienes la oportunidad de unírtenos y cumplir con tu verdadero designio.

—No. Esa es mi respuesta. Pueden hacer con su país y su bola de mierda lo que se les apetezca, pero te diré lo mismo que le dije a tu primo: asegúrate de dejar a Francia fuera de sus problemas o no será con Helen Laurent con quien se enfrentarán. Será con la maldita que poseo dentro de mí. — tenía clara su posición, pero Elle no podía dejar que nada obstaculizara sus planes.

—Bien, me queda claro. — dice tranquilamente, pero en cuanto Helen intenta salir de aquel lugar, Elle la empuja inesperadamente hacia el vacío donde la bestia dormía. 

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