35. Imperios divididos.
El polvo y las cenizas invadían las calles de Francia. Acababa de convertirse en el epicentro de las catástrofes. Calmando su furia y volviendo a sus cabales, Helen ayuda a su madre a ponerse de pie. Todos la miraban con esperanza, pero ella, la mujer que la trajo al mundo, la veía como su bendición.
—Hay que regresar al castillo, ya no es seguro aquí. — dice a su familia.
—Eso...ya es imposible. — Aarón se acerca, sin poder respirar con normalidad. — Está destruido. Todo...está destruido. No quedó nada.
—¡Aarón! ¿De qué hablas? — Helen se acerca.
—Y Alan...mi hermano... — su voz se corrompe al hablar. — Cayó en ese agujero y no lo pude sacar. No lo pude salvar. — rompe en llanto.
—¿Qué? ¿En cuál agujero? ¿Dónde está Alan? — se preocupa.
—No lo pude salvar. — Aarón sigue llorando mientras cae de rodillas al suelo.
—¿Dónde está ese agujero? Muéstramelo. — le pide y luego de una lúgubre caminata, llegan hasta él. Seguía allí, pero solo se veía oscuridad en su interior. Era aparentemente imposible acceder a él sin perder la vida en el intento.
—¿Cómo cayó aquí? — Helen pregunta.
—Intentando salvarme. Todo pasó muy rápido.
—No puede ser verdad. — las lágrimas bajan por las mejillas de Helen. — Debe haber una manera de bajar ahí. ¿Qué tal si aún sigue con vida? — se mantiene esperanzada.
—Está a cientos de metros de profundidad, no creo que haya sobrevivido a la caída. — Helen se arrodilla y con cuidado, toca la tierra acumulada a su alrededor. — Si hay una manera de buscarlo y...saber su estado real, seré el primero en arriesgarme. — dice detrás de ella.
—No puede terminar así. Este no puede ser su final. — la reina se sentía devastada.
—¿Tienes algo en mente? — Aarón estaba dispuesto a lo que fuese para recuperar a su hermano, y Helen también.
Mira la oscuridad del agujero y levanta la mirada.
—Creo que sí la tengo. — se pone de pie. — Pero nos llevará algunos días.
Cae el amanecer.
Un grupo de paganos sobrevivientes se acercan al mismo agujero por curiosidad. Esperaban que tuviera algo milagroso que los pudiera ayudar con el desamparo que llevaban. Su líder había muerto y ya no tenían un guía al cual seguir. Prepararon una larga soga que ataron a un fuerte árbol y la arrojaron hacia el vacío, pero antes que pudieran bajar por él, la niebla inunda el lugar. Sin poder ver con claridad, todos retroceden porque saben que viene del agujero.
—¿Qué está pasando? — uno de ellos se pregunta y cuando ven una mano salir repentinamente dan un salto del susto. Retroceden lentamente hasta que un hombre sale completamente de él. Dejando ver su silueta oscura sin más. — ¿Quién eres? ¿O qué cosa eres? — vuelve a preguntar.
—¿Quién...soy? — Alan Rutherford se acerca, dejándose ver. — Soy el maldito rey. ¿Qué cosa soy? — se mira las manos. — Aun no tengo idea. Pero gracias a eso estoy vivo. Estoy aquí. — los paganos se miran con confusión. El rey no se veía nada bien.
—Rey Alan, ¿qué le sucedió allá abajo?
—No lo sé. Pero ahora...ya sé que hacer. — los mira firmemente e intencionalmente, rodea sus cuellos con su nueva magia negra hasta quitarles la vida. Sin piedad alguna ni remordimiento, camina entre los cadáveres hasta llegar al castillo destruido. A pesar de todo, aquel había sido su hogar durante años. Todos los recuerdos de su infancia (tanto buenos como malos), se quedaron allí. Se desvanecieron junto con los muros del castillo.
Todo había sido culpa de Belmont, su abuelo, pero los griegos que invadieron su país mientras cazaban a Ann, eran mas que responsables de toda aquella catástrofe. Apretando su puño con ira pensaba en sus próximos movimientos. Y todos se resumían en una palabra: venganza.
—¿Alan? — la voz de Gertrudis a su espalda lo saca de sus pensamientos. — ¡Dios mío, estás vivo! — llora desesperadamente y corre hasta ella para sostenerla antes de caer.
—¡Madre! — está preocupado. — ¿Estás bien?
—No, no lo estoy Alan. — está muy sucia. — Él la mató. Tu abuelo asesinó a mi madre. — confiesa. — Cristóbal también murió. — dice entre llantos.
—No puede ser. — Alan no lo podía creer. — ¿Y los demás? ¿Dónde está mi hermano?
—No lo he visto. No he visto a nadie más. Solo...caminé hasta llegar aquí. — estaba desconcertada. — Tenemos que buscar otro lugar donde vivir.
—Ya tengo uno. Ven, te llevaré hasta él. — la levanta y busca a Morpheus para cabalgar en el hasta su destino. Francia estaba de luto. El castillo se había convertido en un cementerio nuevo para todas las almas que allí habían fallecido.
Todos los sobrevivientes se habían refugiado en distintas zonas de Francia, algunos paganos se habían unido a los pueblerinos, y la realeza también. El estatus social ya no importaba demasiado. Helen creó una barrera, un domo formidable que protegiera a toda una aldea de refugiados honestos que decidieran estar a su merced. Pues ahora, hasta que no supieran que el rey seguía con vida, era la única soberana de todo el país.
Loana estaba a punto de marcharse de Francia para siempre pero algo la detuvo y decidió volver. Regresar en busca de los hermanos Rutherford y no dejarlos solos otra vez. Belmont estaba perdido en su dolor, en la culpa de haber asesinado a sus seres amados y perderlo todo. Intentó quitarse la vida ahorcándose en un árbol del bosque, pero gracias a su ambicionada inmortalidad, no pudo lograrlo. Se arrepentía de tenerla y ya sabía que no había manera de librarse de ella a menos que llegara hasta Helen Laurent. Así que emprendió un viaje entre lo desconocido hasta llegar a ella. Aaron volvió al castillo para despedirse de Claudia y todos los demás, pero un papiro en una de las cruces llamó su atención. Era una nota departe de su hermano donde le decía que estaba vivo y dónde podría encontrarlos. Noticia que alegró su corazón. Así que sin tener tiempo de regresar para avisarle a nadie más, cabalgó hasta aquel nuevo imperio que Alan Rutherford estaba construyendo.
15 días después.
Imperio de Helen.
En su estrado, solo había calma. Las personas trabajaban y poco a poco restauraban la zona hasta volver a la normalidad. Todos se sentían seguros mientras la reina estuviera con ellos pero a cambio, en su cabeza, daban vueltas mil cosas. No paraba de trazar un camino que la llevara hasta Grecia y aunque todos a su alrededor no estaban de acuerdo, no había manera de hacerla desistir.
—¿Aun sigues con eso? — Ana se le acerca. — ¿Vas a ir a Grecia?
—Tengo que. — se da la vuelta y come de las uvas en su bandeja. Lucía un hermoso vestido negro con detalles plateados y una corona de perlas que su pueblo había hecho para ella. — No puedo simplemente dejar esto pasar.
—El responsable ya está muerto. Ann tampoco está. No hay nada más que buscar.
—¡Sí, sí lo hay! — alza la voz. — Ellos lo enviaron aquí para masacrar a un país inocente. Nada justifica esa injusticia.
—Te recuerdo que quien empezó todo esto fue Belmont.
—Y yo lo pienso terminar...con ellos. Nunca estuve de acuerdo con ella pero a pesar de eso, pude sentir todo lo que sufrió por su culpa. Lo crueles que son. — el tema aun le conmovía. — ¿Y qué más podría asegurarme que no puedan volver? — Ana baja la cabeza, sabía que tenía algo de razón. — Jamás en la vida había sentido tanto poder. No entendía por qué pero ese día lo supe. Las cosas que pude ver...ellos no me dieron este poder. Tampoco Ann. El universo estuvo de mi lado por una razón. — mira el mapa otra vez. — Mi propósito es destruir a esos falsos dioses.
—Estoy contigo. — Sylvie se les une. — Ocasionaron mucho daño y no podemos dejarlo pasar. No pueden venir a una nación y destruirla sin tener consecuencias. Porque...aunque haya sido solo uno...uno muy poderoso, no creo que estuviera solo en esto.
—Vez, Sylvie si lo entiende. ¿Por qué tu no? — Helen se acerca a Ana. — ¿O es que vas a asustarme con tus inservibles visiones otra vez? — la mira con furia. — Pudiste hacer tanto para detener todo esto ¡y preferiste quedarte callada! Ahora no estás en posición de decirnos lo que es mejor. — Ana se queda en silencio.
—¿Cuándo piensas marchar? — Sylvie pregunta.
—En dos días. Antes, tengo algo más que hacer aquí. — vuelve a sentarse en su trono. — ¿Saben algo más de Alan?
—Sigue igual. Ha construido otro imperio no muy lejos del castillo. Dicen que también tiene sus muros protegidos por una especie de capa negra o algo así. ¿Crees que sea magia negra? ¿Tiene alguna bruja de su lado?
—No es una bruja, es él. — Ana dice. — Se ha convertido en algo más desde que cayó en ese agujero.
—¿En qué, según tú?
—Habría que descubrirlo personalmente.
—Es extraño que todavía no ha venido a buscarte.
—Es porque...quizás ahora te ve como una amenaza para sus planes.
—Parece que nuevamente sabes más de lo que dices, Ana. — Helen expresa. — ¿Por qué no nos iluminas sin desperdicio esta vez? — Ana mira a Sylvie, quien la presiona con la mirada para que hable.
—He tenido la misma visión desde que todo sucedió. Alan se ha convertido en el portador de las habilidades de Mohat. No sé cómo pudo volver de la muerte, pero quizás eso lo explique. — Helen frunce el ceño. — Si es el nuevo Mohat, significa que van a estar en guerra constantemente. Es como si la historia entre Ann y él se repitiera con ustedes.
—Conocemos al rey, sería incapaz de lastimarla. Se aman.
—El amor quizás no sea suficiente. Ann y Mohat también lo sentían, ¿y eso cómo terminó? — sus palabras sembraban dudas en la reina.
—No puedo lanzarme al fuego por un hombre que con cuyas habilidades no reconozco. Pero si aún existe el Alan que daba la vida por mí, no hay ninguna guerra entre nosotros. Emprenderé el viaje en unas horas y con suerte llegaremos antes del anochecer. Sylvie y Jason irán conmigo, los demás quédense aquí.
—¿No te llevarás soldados por seguridad?
—Conmigo misma es suficiente. — deja ver la magia entre sus dedos y se retira del trono para prepararse.
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