XXVI. Hacia la eternidad.
Los ojos oscuros de Isobelle se clavaron en mí, con un brillo calculador, antes de girar su cuerpo para que pudiera ver perfectamente cómo el rostro de Rosalie se iba poniendo cada vez más rojo y sus ojos se le salían de las órbitas. Sabía lo que buscaba con ello, sabía lo que quería que hiciera.
Y no me importaba en absoluto hacerlo porque, aunque la vampira creía que era una humillación, a mí no me lo parecía.
Adquirí una actitud sumisa, tal y como querían ambas, y musité:
-No le hagáis daño, por favor.
Isobelle me dedicó una mirada de superioridad, encantada con haber conseguido que suplicara por la vida de la doncella. Sin embargo, no me importaba en absoluto; valoraba a Rosalie por el servicio que me había prestado y porque no se merecía verse involucrada en todo aquel asunto.
Rosalie, por el contrario, me miró con los ojos abiertos, espantada por todo lo que estaba sucediendo e incapaz de hacer otra cosa que mantenerse en silencio, temblando del miedo. ¿Por qué demonios se había quedado en la mansión?
-No me importan en absoluto tus súplicas de niña pequeña –se burló Isobelle, cada vez disfrutando más de la situación.
Delphina empezó a dar palmaditas como si fuera ella la niña pequeña.
-¡Usa tu persuasión, úsala! –le pidió y a mí se me cayó el alma a los pies.
Otra pieza más que encajaba en el rompecabezas que tenía montado en mi cabeza. Ahora entendía de dónde había logrado André aquel poderoso don que me había traspasado a mí la noche de bodas. Entonces caí en la cuenta de que yo podría usar aquella baza también a mi favor.
Al parecer, André no sabía que yo era capaz de usar la persuasión con el mismo poder que él mismo. Y si él no lo sabía, Isobelle tampoco. Lo que favorecía aún más mi pequeño secreto que podía usar para tratar de escapar de allí y avisar a alguien para que pudieran venir a la mansión de inmediato.
Solamente tenía que conseguir que Delphina me mirara fijamente, sería entonces cuando usara yo mi persuasión para poner a Delphina contra Isobelle.
Isobelle alzó más a Rosalie, que pataleó en el aire, y le sonrió con maldad, enseñándole los colmillos.
-Bien, molesta humana –empezó y su voz estaba cargada de persuasión-. De ahora en adelante harás todo lo que yo desee, sin dudarlo. ¿Me has entendido?
Rosalie se las apañó para poder asentir mientras sus ojos se habían vuelto vidriosos y su boca se había descolgado un poco debido al nulo control que tenía en aquellos momentos sobre su cuerpo… y su mente. La vampira me dirigió una mirada divertida, como si aquello fuera una fiesta de pijamas, y la dejó sobre el suelo de nuevo.
-¿Dejarías que hiciera con tu cuerpo… todo lo que yo quisiera? –preguntó Isobelle con coquetería.
Se me secó la garganta cuando comencé a comprender sus intenciones. Rosalie se mantuvo erguida, con la vista de zombi clavada en Isobelle.
-Por supuesto, señora –respondió.
Isobelle cabeceó, conforme con la respuesta.
-Entonces túmbate en la cama –le ordenó con un gesto desdeñoso que señalaba la cama donde estaba maniatada al cabecero.
Retrocedí cuando Rosalie se acercó dócilmente a la cama y se tendió sobre ella, con la mirada clavada en el dosel de arriba y aguardando pacientemente a que su nueva señora le diera una nueva orden. Isobelle y Delphina se acercaron lentamente hacia el cuerpo tendido de Rosalie y me dirigieron una oscura mirada que no significaba ninguna buena intención.
Ambas se subieron de un salto a la cama y empezaron a acariciar la piel que asomaba por su uniforme de doncella de una manera bastante sucia. Me mostré alarmada ante semejante espectáculo, asqueándome profundamente por aquel comportamiento y tortura por parte de Isobelle y Delphina. Pero tenía que centrarme, me recordé, tenía que encontrar la oportunidad perfecta para poder usar mi persuasión con Delphina; tenía náuseas conforme iban acariciando con su lengua cada centímetro de la piel de Rosalie, siempre mirándome con maldad, aguardando a que dijera algo.
Sin embargo, Delphina nunca me miraba más de unos segundos, impidiéndome poder usar mi persuasión con ella. Se me escapó un gemido cuando las manos de Isobelle tantearon el cuello de Rosalie, tratando de encontrar un punto donde hincarle los dientes. Aquello hizo que Delphina fijara su mirada en mí durante más tiempo, brindándome una oportunidad.
Me centré en ella y recé interiormente para que pudiera hacerlo de nuevo. No me había supuesto ningún problema usar mi persuasión con aquel vampiro, pero los nervios que sentía ahora no podían comparársele a los que había sentido entonces.
-Delphina –dije y noté el cosquilleo-. Detente ahora mismo.
La vampira se quedó helada, con sus ojos aún clavados en los míos. Sabía que había funcionado y no contaba con mucho más tiempo antes de que Isobelle decidiera intervenir y hacer uso de su propio poder de persuasión.
-Libérame –le ordené-. Ahora.
Delphina se apartó del cuerpo de Rosalie y de Isobelle, dirigiéndose hacia mí. Isobelle se interpuso entre nosotras y arrastró por el cuello a Rosalie, a modo de aviso; la humana comenzó a boquear mientras sus manos trataban de liberarse sin resultado.
Isobelle me miró con severidad y cierta… sorpresa.
-Vaya contigo, pequeña zorra –canturreó-. El pequeño André no tuvo cuidado y dejó que mi preciado don cayera en tus manos… Aunque no era necesario: eres mi descendiente, tienes mi mismo poder.
-No tengo nada que ver contigo –escupí y me giré de nuevo hacia Delphina-. Libérame ahora mismo. ¡Vamos!
Delphina trató de sobrepasar a Isobelle, pero ella no se lo permitió: la golpeó con fuerza en la mejilla, haciendo que su cuerpo saliera despedido por los aires y chocara contra una de las paredes. No me permití gruñir de frustración o soltar un gemido de horror, con Delphina fuera de juego no podía liberarme. Aún estaba a merced de Isobelle.
La vampira chasqueó la lengua con fastidio y arrastró a Rosalie fuera de la cama. Ajena a los chillidos de la doncella, la alzó de nuevo por la nuca y sus ojos, completamente rojos, se clavaron en mí.
-Has sido una niña muy mala, querida –me regañó-. Y, por ello, hay que aplicarte un castigo…
El grito que iba a soltar se me quedó atascado en la garganta cuando la cabeza de Isobelle descendió a toda prisa hacia el cuello de Rosalie, que emitió un sonido que me heló la sangre; la vampira comenzó a succionar la energía de la humana, sin apartar sus ojos de mí, burlándose en silencio por mi debilidad. Mientras, el color de piel de Rosalie iba poniéndose cada vez más ceniciento y sus ojos iban apagándose poco a poco.
Rosalie abrió la boca, pero de ella no salió sonido alguno. Fue entonces cuando su cuerpo se quedó lánguido entre los brazos de Isobelle, que se separó de ella y me dedicó una sonrisa sangrienta. Sus labios y dientes estaban cubiertos por la sangre que le había drenado a Rosalie hasta dejarla completamente seca; después, para mi horror, cogió el cadáver de la doncella y separó con un crujido las dos partes por la cintura. Tiró los restos desmembrados de Rosalie al suelo y se dirigió directa hacia mí.
-Me asquea profundamente que una de mis descendientes, sangre de mi sangre, haya suplicado por una escoria –me espetó, muy molesta-. Eres demasiado débil, Erzsébet –me produjo un escalofrío la forma en la que pronunció el nombre que compartíamos-, y eso no es digno de una reina.
Arrancó de cuajo el trozo de cabecero donde estaba apresada y, como si yo fuera un simple perro, tiró de mí para que bajara de la cama; intenté resistirme, tirando con fuerza hacia atrás, tratando de ganar algo de tiempo para poder pensar, pero las cadenas abrasaban mi piel, provocándome un dolor atroz.
Salimos al pasillo e Isobelle siguió tirando de mí, sin un ápice de piedad, hasta que llegamos a una puerta en la parte baja. La puerta que conducía hacia los sótanos y que, por lo poco que había averiguado, eran un auténtico laberinto.
Tiró de la anilla y una corriente helada me golpeó con fuerza, lo que hizo que me echara a temblar. El interior de aquel pasillo que descendía a las profundidades de la mansión estaba demasiado oscuro; sin darme siquiera un respiro, Isobelle volvió a dar un tirón del trozo de madera para que nos pusiéramos en marcha de nuevo.
El sonido de nuestros zapatos resonaban contra las paredes del pasillo, que se parecían escalofriantemente al sitio donde nos llevaron aquellos dos dhampiros. Intenté mantenerme lo más entera posible, aunque en mi interior estaba gimoteando, presa del pánico. No conocía aquella parte de la casa, por lo que no podía contar con la idea de salir de allí sin perderme antes.
Isobelle continuó caminando hacia una de las mazmorras que había en aquel interminable pasillo. Ahora sí que no pude evitar soltar un gemido lastimero cuando vi lo que había en el interior de aquella habitación: cuando André me había asegurado que se había encargado de Annette, había hablado en serio. Lo que quedaba del cadáver de aquella mujer estaba encadenado a la pared y sus ojos sin vida parecían clavados en mí, provocándome arcadas y un terror irracional.
La vampira ladeó la cabeza para dedicarme una sonrisa cargada de crueldad.
-¿Remordimientos, querida? –inquirió con falsa compasión.
Negué con la cabeza mientras ella me arrastraba hasta las cadenas que colgaban al lado del cadáver destrozado y descompuesto de Annette. El hedor, ahora que estaba justo a su lado, empeoró tanto que tuve de nuevo arcadas para deleite de Isobelle. Las lágrimas comenzaron a escocerme en las comisuras de los ojos mientras la vampira se paseaba por la fría habitación, buscando algo con la mirada.
Apoyé la espalda sobre la piedra de la pared, agotada. El uso de la persuasión me había consumido casi todas mis fuerzas y el hecho de saber que no había ninguna oportunidad para mí tampoco ayudaba mucho.
Miré la piel quemada de mis muñecas y siseé de dolor cuando las moví, tratando de encontrar una posición más cómoda.
-André no tuvo piedad con ella –me confió Isobelle mientras se acercaba a un armario y abría sus puertas, ocultándome el contenido-. Pero, a pesar de las continuas súplicas y lloros de la chica, no la creyó. Había sido su amante, le había entregado todo lo que poseía y lo único que ganó fue su desprecio. Qué patético.
-¿Por qué me estás contando todo esto? –inquirí.
-Para hacer más amena tu espera hasta que decida matarte –respondió con frialdad-. Quiero conocerte mejor, querida, porque eres la última de los Dracul. Una vampira que posee los antiquísimos linajes de Báthory y Dracul en su interior es… impresionante. Me hubiera gustado que nos hubiéramos conocido en otras circunstancias, pero no es posible: tú no estás capacitada para reinar y yo quiero evitarlo a toda costa.
Aquello me era terriblemente familiar a lo que Miklós había querido de mí. Ambos estaban obsesionados con el poder y con el trono, también habían logrado engañarme y traicionarme, impidiendo que pudiera sospechar siquiera de ellos. Eran buenos actores y estrategas, quizá estuvieran mejor preparados que yo para llevar todo aquel peso que suponía sobre sus hombros.
-Acaba ya con esto –le supliqué, cansada-. Quédate con todo, pero acaba ya con esto. Por favor.
Era inevitable mi final. El tiempo que se me había concedido cuando había sobrevivido aquella noche tenía una fecha de caducidad, tendría que haber muerto aquella noche, junto a toda mi familia, pero Luka me había salvado. Pensar en él me produjo una punzada de pesar por mi mal comportamiento con él. Esperaba, al menos, que tuviera una vida plena y que consiguiera encontrar a alguien que pudiera hacerle feliz, alguien mejor que yo.
-Estaría bien que dejaras unas últimas voluntades, ¿no crees? –me propuso, con demasiada jovialidad.
-Púdrete en el infierno –le espeté de muy malos modos.
Isobelle asomó su sonriente rostro por la puerta del armario abierta y me dedicó un mohín que pretendía ser encantador.
-Trataré de compensarte –respondió-. Cuando vuelva a ser reina… tendré que casarme de nuevo. ¿Qué te parece si elijo como futuro esposo a ese gallardo caballero vampiro que siempre te está acompañando?
Se me encogió el estómago al imaginarme a Luka cayendo entre las redes de Isobelle. Me mordisqueé el labio con fuerza, ya que no quería darle la satisfacción de suplicarle a aquella vampira. Aún guardaba un poco de dignidad.
La suficiente para alzar la barbilla y mirarla con desdén.
-No creo que le atrajeras lo suficiente con lo mayor que eres –me burlé, tratando de que no notara la desazón que me había provocado su amenaza.
Seguía sin entender por qué Isobelle seguía posponiendo lo inevitable: mi muerte. Estaba en una situación completamente desventajosa y más que favorable para que aquella vampira pudiera terminar lo que había empezado mucho tiempo atrás. Al menos, me dije, cuando eso sucediera podría reunirme con mi familia… Quizá podría verlos de nuevo.
La simple idea de volver a reunirme con mi familia, aunque fuera en el otro lado, hizo que me tranquilizara un poco. Siempre había sabido que mi destino había sido la de perecer junto a ellos y el momento había llegado. Mis malas acciones quizá había acelerado el proceso, pero mi destino siempre había estado allí, expectante, dispuesto a llevarme con él en la ocasión propicia.
-Gracias a ello he ganado sabiduría –replicó la vampira, con tranquilidad-. Algo que tú, al parecer, careces de ella. Has sido un auténtico quebradero de cabeza con tus escapadas nocturnas y sin que André te tuviera controlada.
Apreté los dientes con fuerza ante la mención del vampiro. El odio que sentía hacia él seguía latente, pero había disminuido: André había sido un simple peón en manos de aquella mujer, que había jugado con él y lo había usado a su antojo hasta que había perdido el interés en el vampiro.
Isobelle enarcó una ceja al observarme y se echó a reír.
-Pobre André –suspiró, como si me hubiera leído el pensamiento-. No soportaba la idea de que lo odiaras tanto… Tu embarazado, sin embargo, le hizo llegar a pensar que vuestra relación podía mejorar –me lanzó una mirada burlona-. Por el bien del bebé, ya sabes.
-Deja ya tanta palabrería y hazlo, Isobelle –rugí-. No sigas jugando conmigo y mátame. Es lo que llevas deseando todo este tiempo.
Isobelle se humedeció los labios y movió el dedo índice de un lado a otro.
-Aún estoy decidiendo cómo voy a acabar contigo, querida. ¿Qué te parece morir como tu madre… o como tu hermana pequeña? Lamentablemente no podremos repetir la muerte de tu hermana mediana, ¿verdad?
Las imágenes de Irina siendo cruelmente violada para después ser decapitada acudieron a mi cabeza y desfilaron por mi mente, provocando que viera todo en rojo. Escuché de manera lejana la risa de Isobelle mientras me sacudía, tratando de llegar hacia ella para poder destrozarla por la actitud que había mostrado por semejante crimen. ¡Solamente había sido una niña… además de su descendiente! ¿Cómo era posible que pudiera burlarse de aquella forma de alguien que había tenido su propia sangre?
Isobelle se acercó a mí con un objeto punzante y lo balanceó delante de mí, con una media sonrisa. Un segundo después, rápida como el rayo, lo hundió en una de mis muñecas. Tras sacar aquella daga, miró la sangre que cubría la hoja y la relamió con regodeo, sin apartar la mirada de mí.
-Es hierro –me comentó de pasada, terminando de limpiar la hoja con su lengua.
El corazón comenzó a latirme con fuerza al escuchar sus palabras y cuando la quemazón provocada por la herida comenzó a hacer que me ardiera todo el brazo; las heridas que habían sido resultado por cualquier objeto hecho de hierro eran más difíciles de curar, siendo necesario en ocasiones beber sangre en grandes cantidades, dependiendo de la gravedad de dichas heridas.
Isobelle repitió la misma acción con mi otra muñeca para después pasear la hoja manchada de sangre por mi cuello, deleitándose con cada segundo de sufrimiento que me estaba arrancando. Parecía estar dispuesta a alargar todo aquello con el simple propósito de verme humillada y esperando que suplicara por mi vida, tal y como había hecho con Rosalie.
Pero no iba a hacerlo. Estaba más que dispuesta a aceptar mi final y, en cierto modo, lo estaba anhelando.
Se oyó un fuerte estrépito sobre nuestras cabezas. Isobelle retiró la daga de mi cuello y se apartó de mí con una imprecación; empezó a pasearse por la mazmorra en la que nos encontrábamos mientras en el piso de arriba seguía oyéndose cómo un grupo numeroso de gente se movían por la mansión. Mi corazón dio un vuelco al comprender lo que había sucedido: Rosalie debía haberse puesto en contacto con alguien y les había avisado sobre que algo pasaba en la mansión, poniéndolos a todos en la pista de dónde me encontraba tras mi repentina desaparición.
Miré de nuevo a Isobelle, que parecía nerviosa ante la idea de estar rodeada sin una vía de escape. Cogí aire, consciente de lo que iba a hacer, y grité con todo el aire de mis pulmones, atrayendo la atención, esperaba, de todos aquellos que habían irrumpido en la mansión.
-Maldita zorra –masculló la vampira mientras volvía hacia mí para abofetearme con fuerza, silenciándome de golpe y haciendo que me mordiera la lengua.
Sin embargo, había conseguido atraer la atención y los pasos apresurados bajando por la escalera de piedra se dirigían directamente hacia donde nos encontrábamos. Me permití sonreírle burlonamente a Isobelle, que había perdido color en las mejillas y parecía haber perdido toda la seguridad que había mostrado al principio. Recordé que Delphina seguía en mi habitación, inconsciente, y recé para que alguien hubiera dado con ella, apresándola.
La quería ver con grilletes y siendo interrogada, escuchando todos los actos de traición que había cometido por celos. Pero antes necesitaba que retuvieran a Isobelle… con ella tenía más asuntos pendientes de los que quería encargarme yo misma. Quizá ahora que sabía quién era el verdadero culpable, podría poder ahuyentar a mis fantasmas del pasado si lograba acabar con Isobelle.
Cinco vampiros, encabezados por Luka, irrumpieron en la habitación y se quedaron paralizados en la puerta, observándonos a ambas con los ojos abiertos como platos; Isobelle aprovechó esos instantes de duda para apoyar de nuevo la daga sobre mi cuello y recuperar parte de su confianza. Casi podía escuchar a su cabeza trabajando para crear un plan de huida.
-Que nadie se acerque –les advirtió mientras que usaba la mano que tenía libre para liberarme de la pared-. No quiero que nadie se interponga en mi camino o, de lo contrario, le rebanaré el cuello y perderéis para siempre a vuestra querida princesita –se estaba dirigiendo a todos los vampiros, pero sus ojos estaban clavados en Luka, que seguía helado.
El vampiro dudó unos segundos antes de hacer retroceder a sus hombres mientras Isobelle tiraba de mí, usándome de escudo, y avanzábamos con lentitud hacia la salida. Era consciente de las miradas de pánico que se dirigían los hombres de Luka ante la posibilidad de que aquella mujer cumpliera su amenaza; Luka la estudió en silencio, haciendo retroceder a sus hombres y dándole vía libre a la vampira para que pudiera huir.
La simple idea provocaba que la sangre me ardiera, y no solamente por las heridas que me había infligido ella con aquella daga de hierro. Tenía que evitar a toda costa que Isobelle pudiera salirse con la suya, huyendo como siempre había hecho para esperar su oportunidad y repetir lo que había hecho.
Aquella mujer no descansaría hasta recuperar su trono y eliminar a los últimos descendientes de los Dracul-Báthory.
La vampira me había liberado, incluso quitándome aquel incómodo trozo de madera que había arrancado del cabecero y dejándome así las manos completamente libres para poder usarlas para tratar de detenerla. Pero debía esperar de nuevo, ya que sentía el filo de la daga sobre la piel de mi cuello y, con cualquier movimiento arriesgado, podría cortarme la garganta yo misma.
Seguimos avanzando con lentitud, Isobelle mirando con atención a cada uno de ellos, preparada para hundir su arma en mi cuello si las cosas no salían tal y como ella quería. Ascendimos por las escaleras de piedra con mucha más ligereza que antes, llegando al hall, donde nos esperaba todo un destacamento de vampiros apuntándonos con sus armas. Dos de ellos tenían agarrada a Delphina, que no trataba de debatirse. Sus ojos se abrieron desmesuradamente al vernos aparecer allí e Isobelle le dirigió una mirada asqueada que provocó que el rostro de Delphina mudara de expresión a un gesto cargado de dolor. Dolor por haber sido utilizada y abandonada a su suerte cuando su utilidad había terminado.
-No hagáis ni un solo movimiento –les ordenó la voz de Luka a nuestra espalda.
Isobelle ladeó la cabeza para dedicarle una amplia sonrisa cargada de veneno mientras seguíamos avanzando entre aquella multitud de hombres que nos observaban con la impotencia pintada en sus duras facciones. Escuché el suspiro de alivio que soltó Isobelle cuando cruzamos las puertas y bajamos hacia uno de los coches que estaban en la rotonda de piedra de la entrada.
La vampira me empujó con fuerza contra el asiento del copiloto mientras cerraba la puerta y se apresuraba a ocupar el asiento del conductor; arrancó el coche y salimos de allí a toda prisa, sin importarle siquiera que alguien pudiera seguirnos. Mientras cruzábamos las verjas de la mansión me atreví a mirar hacia atrás, escuchando el siseo de Isobelle, que había hecho lo mismo.
-Será difícil –comentó, para sí misma-. Pero no imposible.
Chillé cuando un enorme todoterreno negro apareció justo al lado de Isobelle y embistiéndonos, tratando de sacarnos de la carretera. El vehículo se sacudió, moviéndose de un lado a otro, mientras Isobelle trataba de recuperar el control y maldecía al conductor. Reconocía el coche, ya que André contaba con varios modelos como ese, pero no podía saber quién conducía a causa de los cristales tintados.
El otro vehículo volvió a repetir la misma acción, logrando esta vez sacarnos de la carretera y lanzarnos contra aquel campo que recorría un largo trecho hasta que podía divisarse Londres.
El coche dio un par de vueltas de campana hasta que Isobelle logró hacerse con el control y frenarlo de golpe, haciendo que todo mi cuerpo se impulsara hacia delante, chocando brutalmente contra la luna delantera y traspasándola debido a la fuerza del frenazo. Mi cuerpo voló un par de metros antes de caer pesadamente sobre el duro suelo lleno de piedrecitas que se clavaron en mi rostro, lacerándolo.
El impacto me había dejado aturdida, pero las heridas estaban comenzando a curarse por sí solas… a excepción de las de mis muñecas. Hice un intento de incorporarme, pero apoyar todo el peso de mi cuerpo sobre mis muñecas heridas fue una mala idea, ya que volví a caer de nuevo contra el suelo.
El sonido de dos puertas cerrándose de golpe me sobresaltaron; Isobelle se dirigía hacia mí mientras Luka la imitaba. La vampira se mantenía erguida, sin aspecto herido o cansado… al contrario que yo.
-Apártate de ella, Erzsébet –le avisó Luka y lo miré perpleja, sin saber a quién de las dos se dirigía-. Te hemos descubierto.
Isobelle se echó a reír aunque pude descubrir un ligero temblor en su voz.
-Veo que ese estúpido de Jakob no pudo deteneros… -respondió en un tono que pretendía ser burlón-. Qué contratiempo.
Cruzó en dos zancadas la distancia que nos separaba y se agachó a mi lado, dedicándome una rápida mirada. Aún llevaba la daga en la mano y la bajó hasta apoyarla de nuevo en mi garganta; Luka tragó saliva y se llevó una mano al cinturón, sacando de allí una pistola.
-Ríndete de una vez, mis hombres no tardarán en llegar aquí y estarás perdida…
La risa de Isobelle fue histérica.
-Podréis capturarme, pero antes me encargaré de que esta pequeña arpía me acompañe allí donde vaya –amenazó la vampira.
Se me escapó un gemido cuando me aplastó contra el suelo mientras que notaba la mordedura del cuchillo sobre mi piel; Luka hizo un amago de acercarse, pero se lo pensó mejor al ver la sonrisa de Isobelle.
-Ah, ah, ah –canturreó-. Tranquilo, caballero vampiro.
Noté que la presión que ejercía sobre mi cuerpo se aligeraba un poco, brindándome la oportunidad de poder zafarme de ella. Hice un esfuerzo sobrehumano para golpear en la sien a Isobelle, provocando que el cuchillo cortara con demasiada facilidad mi carne. El cuerpo de la vampira cayó a un lado y yo me arrastré como bien pude fuera de su alcance, dándole una patada al puñal para mandarlo lejos del poder de la vampira.
Los ojos de Isobelle se clavaron en mí, provocándome un escalofrío, y me sonrió con crueldad.
-Luka –lo llamó y noté un tirón en el estómago al entender qué era lo que pretendía-. Quieto.
El cuerpo del vampiro se quedó inmóvil y sus ojos se pusieron vidriosos, arrancándole a Isobelle un aullido de alegría. Yo traté de alejarme de ambos, tratando de encontrar una vía de escape que me condujera directamente hacia alguno de los coches. O hasta que llegaran los hombres de Luka.
Los ojos de la vampira volaron hacia mí con un brillo de victoria. Había logrado darle la vuelta al asunto, poniéndome de nuevo sobre las cuerdas; el poder de persuasión de Isobelle era superior al mío y era imposible que pudiera revertir sus efectos en Luka. Me había quedado sola… otra vez.
Y eso era algo que ella sabía perfectamente.
-No hay mayor dolor que morir a manos de un ser querido –dijo con una macabra alegría-. Y cuando él despierte y vea lo que ha hecho se quedará completamente destruido… además de ser mucho más fácil de manejar.
No perdí el tiempo gritando cuando Isobelle me puso en pie agarrándome por el pelo. Apreté los dientes con fuerza, mirando a la vampira y a Luka de manera alternativa, a expensas de ver lo que ocurría a continuación.
-Vamos, acércate, querido –ordenó Isobelle.
Luka obedeció de manera automática a la vampira, acortando la distancia que nos separaba y volviendo a levantar el arma que tenía entre manos; Isobelle se echó a reír entre dientes mientras yo respiraba de manera agitada. En aquella ocasión tenía las extremidades libres y, aunque el cuerpo tiraba de mí hacia el suelo, podía sacar fuerzas con tal de librarme de ambos.
El corazón amenazaba con partírseme de nuevo ante la situación en la que me encontraba, con Luka apuntándome directamente a la cabeza y sin un atisbo de reconocimiento en sus ojos verdes.
Ni siquiera me atreví a hablar con Luka, tratando con ello de devolverle su voluntad, porque sabía que sería en vano. Fruncí los labios con fuerza mientras Isobelle seguía burlándose de nosotros.
-Dispara, querido –le animó la vampira.
Tragué saliva cuando Luka amartilló la pistola y corrigió el ángulo de tiro, dándome unos segundos de ventaja para poder patear con fuerza el brazo que sostenía el arma del vampiro y poder desviar el disparo. Isobelle gruñó de frustración y yo giré sobre mí misma, propinándole un fuerte golpe en el estómago que logró hacer que la vampira se doblara en dos, liberándome.
-Acaba con ella –masculló Isobelle con la voz ahogada debido al golpe que le había propinado.
Me forcé a dirigirme hacia el vampiro, que había vuelto a apuntarme con la pistola, e hice una finta antes de darle otro fuerte puñetazo en el pómulo; no le hice el suficiente daño para tumbarlo, pero sí para poder abalanzarme sobre el brazo en el que llevaba la pistola para poder arrebatársela.
Procuré que la mano no me temblara cuando dirigí el cañón hacia su cuerpo y Luka se quedaba paralizado, al igual que Isobelle. Era una decisión difícil, pero cuya respuesta estaba clara: mi vida o la suya; amaba a Luka, sí, pero en aquellos momentos el vampiro que tenía delante de mí era una marioneta más de Isobelle.
Desvié la mirada cuando apreté el gatillo y escuché el grito agónico de Luka, después del sonido que produjo su cuerpo al caer al suelo. No perdí el tiempo, así que giré mi cuerpo hacia Isobelle, que se había quedado estupefacta ante mi repentina reacción, y apunté la pistola directa al corazón. Sabía que una bala alojada allí, en una vampira tan longeva y poderosa como Isobelle, solamente sería una molestia… pero una molestia que podría hacerme ganar tiempo y podría anclarla allí hasta que los hombres de Luka se presentaran en aquel campo desierto.
Fruncí el ceño cuando Isobelle se echó a reír, echando la cabeza hacia atrás.
-Eres muy parecida a mí, cariño –me felicitó y yo apreté los labios con fuerza, evitando responderle y caer en su juego-. Haces sacrificios, aunque esos sacrificios sean tan importantes para ti.
«Cállate», quise gritarle, pero no me salió la voz. Había disparado a ciegas a Luka y no sabía si mi disparo había conseguido darle en algún punto vital; Isobelle me había obligado a actuar de aquella forma y había conseguido que se me partiera el corazón con mi actuación.
-Se acabó, Isobelle –dije, con un tono derrotado. Deseando que todo aquello terminara de una vez.
Disparé varias veces, acertándole en el pecho y estómago. Los ojos de la vampira se abrieron de golpe y su cuerpo cayó al suelo; me acerqué a ella y la observé desde arriba, regodeándome interiormente de su mal aspecto y de toda la sangre que estaba perdiendo. La parte oscura que se había mantenido en la sombra todo ese tiempo volvió a aflorar, tomando las riendas de mi cuerpo y guiándome automáticamente; le dediqué una última sonrisa a la vampira, que escupía sangre por la boca, antes de dispararle a bocajarro en la frente.
Sin embargo, aquello no era suficiente. No podía serlo. Tiré el arma lo más lejos de mí y me incliné hacia el cuerpo inanimado de Isobelle; cogiendo aire, agarré su cuello con ambas manos y tiré con fuerza, procurando ignorar los escalofriantes sonidos que producían todos los tendones y músculos al separarse… al romperse. Sabía que el ensañamiento que estaba haciendo con el cadáver de aquella mujer era excesivo, pero algo en mi interior me lo estaba exigiendo.
Aquella había sido la mujer que había ordenado a los dhampiros que atacaran mi castillo y asesinaran a toda mi familia; aquella había sido la mujer que le había ordenado a André que se acercara a mí para tenerme controlada; aquella había sido la mujer que había mandado a sus hombres a que vinieran tras de mí. En definitiva: aquella mujer había sido la causante de todos mis problemas.
Se me escapó un gemido de cansancio cuando separé limpiamente la cabeza de Isobelle de su cuerpo y cuando escuché los neumáticos de varios vehículos moviéndose por el campo hacia donde me encontraba.
No me giré al escuchar pasos apresurados hacia mí. Ni siquiera cuando unos brazos que reconocía me rodearon y me aplastaron con fuerza; ladeé un poco la cabeza y miré largamente a Anya, que estaba pálida y con profundas ojeras bajo sus preocupados ojos castaños.
-Quiero un mechero –le exigí, quizá con demasiada fuerza.
Mi amiga me contempló en silencio unos segundos, desconcertada por mi extraña petición, pero se apresuró a conseguirme lo que le había pedido. Cuando dejó sobre mi mano un mechero lo sostuve en alto unos momentos, paladeando aquella victoria y descanso que había dejado en mí la muerte de Isobelle. Dejé caer el mechero encendido y me quedé observando cómo las llamas cubrían cada palmo del cadáver de Isobelle, consiguiendo que éste estuviera completamente ardiendo a los pocos segundos; Anya volvió a abrazarme y apoyé mi peso sobre mi amiga.
Fue entonces cuando me permití llorar.
-Yo le disparé –confesé en voz baja, aunque ella me había oído perfectamente-. Isobelle usó su persuasión y le obligó a que intentara matarme… No me dejó otra opción.
Anya me estrechó con fuerza, tratando de infundirme ánimos, mientras el resto de hombres de Luka nos rodeaban y comenzaban a bombardearme a preguntas; mi amiga se encargó de despacharlos mientras me acompañaba de vuelta a uno de los vehículos y me alejaba de aquella pira con la que terminaban todas mis pesadillas.
Vladimir, nada más verme, ordenó que me llevaran de vuelta a mi habitación para curarme las heridas y para que pudiera descansar. Anya se quedó a mi lado durante todo el tiempo en el que vampiros y humanos estuvieron pululando por mi habitación, tratando de hacer desaparecer mis heridas; mis ojos la buscaban mientras los médicos me suministraban grandes cantidades de sangre y me hacían interminables interrogatorios sobre lo que me había sucedido.
Les hablé de la trampa que me habían tendido Isobelle y Delphina, obviando el detalle de la verdadera identidad de Isobelle y diciendo en su lugar que había sido una cómplice de Delphina, que habían tramado todo aquello para poder vengarse de mí por el dolor que les causaba la muerte de su hermano debido al polémico testamento que había dejado André. Relaté todo lo que había sucedido, incluso cuando Isobelle había decidido usar su persuasión con Luka; en aquel punto se me rompió la voz, incapaz de poder continuar hablando.
Anya los echó entonces de la habitación alegando que debía descansar y tratar de poner un poco de orden en mi dolorida cabeza. Todos se marcharon de la habitación, dejándonos a solas. Tenía el corazón en un puño mientras seguía con la mirada a mi amiga, sin saber muy bien cómo expresar lo que me rondaba por la mente desde que me habían sacado de aquel claro.
Tenía la garganta seca y un fuerte dolor de cabeza.
-¿Luka… Luka está…? –balbuceé con esfuerzo.
Los ojos de Anya se llenaron de lágrimas y me temí lo peor. Sentí que me arrancaban parte de mi alma y que solamente quedaba una mísera cáscara vacía; Isobelle me lo había quitado todo.
Ya no me quedaba nada a lo que aferrarme.
Estaba sola de nuevo.
-Está vivo –musitó mi amiga, pero no pude sentir ni un mínimo de alegría debido al rostro completamente serio de ella-. Pero, debido a lo que ha sucedido, en estos momentos está considerado como un cómplice más de Isobelle y Delphina por intentar asesinarte. Él trató de hacerlo, ¿verdad?
Me aferré con fuerza a las mantas y contemplé a Anya durante unos segundos, procesando todo aquello. Luka estaba vivo, era un milagro que no hubiera logrado acertarle en ningún punto vital, pero se lo habían llevado a esa planta inhóspita donde se encontraba el cuerpo hibernando de André por considerarlo un traidor. Un colaborador de Isobelle.
Eso significaba que, no hacer nada en aquellos precisos momentos, podría ser condenado a muerte por ello. A pesar de que él no era culpable de lo que había hecho, sino que había estado bajo los efectos de la persuasión de Isobelle.
Tenía que hacer algo de inmediato.
-Pero fue Isobelle –repetí, haciéndome daño en la garganta al hablar-. Luka estaba actuando por voluntad de Isobelle; ella utilizó su persuasión en él. Luka… él nunca… nunca me haría daño… -concluí en voz baja.
Anya suspiró.
-Ahora mismo está siendo interrogado mientras un grupo de médicos se encargan de la herida de bala que tiene –me informó, haciendo hincapié en la última parte-. Y tú tendrías que estar recuperándote, ya pensaremos en algo…
-¡No! –exclamé, apartando de golpe las mantas y logrando mantenerme en pie-. Debemos hacerlo ya.
Mi amiga me acompañó durante todo el trayecto, manteniéndose muy cerca de mí por si necesitaba su ayuda; bajamos de nuevo a aquella planta y me puse nerviosa. ¿Habrían descubierto ya el ataúd de André? ¿Estarían preguntándole sobre ello a Luka? Las miles de preguntas que martilleaban mi cabeza provocaron que sintiera náuseas ante las posibilidades que existían y los muchos problemas que podría tener de salir a la luz la verdad.
Dos guardias nos detuvieron a las puertas de la mazmorra donde estaba encerrado y siendo interrogado Luka. Me dedicaron una breve mirada, seguramente fijándose en el fino camisón que llevaba, para después desviarla hacia Anya, que tenía el ceño fruncido y los observaba con cierta acritud.
-La princesa exige estar presente durante el interrogatorio que se está llevando a cabo –les informó mi amiga con voz firme-. Tiene algo importante que decirles.
Los ojos de los vampiros volvieron a repasarme de arriba abajo, consiguiendo que comenzara a enfadarme.
-Las órdenes son claras, señorita: nadie puede acceder a esta habitación –dijo uno de ellos, con osadía.
Le fulminé con la mirada.
-Soy tu futura reina –le recordé con frialdad-. Creo que estoy más que capacitada para poder entrar ahí dentro.
Los dos guardias cruzaron una mirada antes de apartarse apresuradamente y deshacerse en disculpas. Cogí aire cuando mis dedos rozaron el picaporte, pero me obligué a continuar: la vida de Luka estaba en peligro y yo era la única que podía sacarlo de aquel problema.
Todos alzaron la mirada, sorprendidos, al verme aparecer allí. Vladimir frunció el ceño; los tres vampiros que lo respaldaban comenzaron a murmurar entre ellos, excitados por la idea de mi llegada, y los ojos de Luka se desviaron automáticamente al suelo, evitando a toda costa mirarme a la cara.
Vladimir carraspeó, sobreponiéndose a la sorpresa de mi repentina aparición.
-Princesa, pensaba que estabais en vuestra habitación… recobrándoos –hizo notar.
Me crucé de brazos, consciente del frío que hacía allí abajo.
-Y lo estaba haciendo hasta que ha llegado a mis oídos que estáis cometiendo un terrible error –repliqué y contuve las ganas de morderme el labio-. Os estáis equivocando al juzgar a este hombre, él cayó en las redes de Isobelle. No tenía ningún tipo de voluntad o intención de hacer lo que hizo.
-Traté de matarte –reconoció Luka en un murmullo-. No fui capaz de protegerte. He cometido demasiados fallos…
-¡Estoy viva! –chillé, cortándolo de golpe-. Estoy viva y he conseguido destruir a esa maldita usurpadora. Ya no hay más riesgos para mí y, como futura reina, exijo que liberéis inmediatamente a este hombre y lo declaréis inocente.
Los ojos de Vladimir no se mostraron en absoluto asombrados, casi parecía que lo hubiera estado esperando desde un principio. Lo que quizá fuera cierto.
-¿Estáis segura de ello, Alteza? –inquirió uno de los hombres de Vladimir.
Asentí con vehemencia.
-Entonces no hay nada más que hablar –sentenció Vladimir, con voz potente-. La princesa ha hablado. Su palabra ahora es ley para todos nosotros.
Tardé aún dos semanas en conseguir reponerme de todo lo que había sucedido. Justo el tiempo que necesitó Vladimir para lograr terminar todos los preparativos de mi coronación; Ethan Cavill se reunió en varias ocasiones con nosotros para, primero, hacerme un relato exhaustivo de todo lo que había sucedido desde que se marcharon hasta que lograron dar con el dhampiro y, después, para poder establecer una tregua definitiva. Habían cumplido con su palabra al prometerme que no querían más que colaborar con los vampiros, demostrar que podíamos tener una buena convivencia, así que yo decidí cumplir con la mía.
Aquella mañana había entrado Anya como una exhalación en mi dormitorio y me había instado a que me pusiera en pie para poder empezar a prepararme para la ceremonia. Un séquito de doncellas irrumpieron en la habitación, trayendo consigo el vestido que tan celosamente había guardado Anya para esta ocasión.
Me vistieron con su habitual parloteo por lo que iba a suceder en aquella importante fecha y se retiraron en silencio cuando terminaron su trabajo. Me miré varias veces en el espejo, incapaz de reconocerme con aquel impresionante vestido rojo con el escote en forma de corazón y abertura por encima del mulso derecho; Anya aplaudió encantada con el resultado y me colocó, como colofón final, el guardapelo de mi madre.
-Estás más que preparada para ello –me animó.
Asentí y la seguí hasta fuera de mi habitación. Allí me esperaba Luka, ataviado con un imponente smoking y un pañuelo del mismo color que mi vestido asomando por uno de los bolsillos de su chaqueta; sus ojos se abrieron desmesuradamente y yo sonreí, encantada con la reacción que había tenido. Me tendió uno de sus brazos y yo lo acepté de buena gana.
Desde que había intercedido por él, al principio se había mostrado cauteloso conmigo, evitándome en multitud de ocasiones. Entendía su posición a querer mantenerse apartado de mí por la culpa que sentía, pero me dolía su continuo rechazo; había logrado pedirle disculpas por mi mal comportamiento tras haberme confesado que había sabido desde un principio quién era Michael, pero tenía la sensación de que Luka había aceptado mis disculpas de una manera obligada. Sin embargo, y tras mucho insistir, conseguí desquebrajar aquella muralla que parecía haber creado entre ambos y logré que nuestra relación llegara a un buen punto.
-¿Es tu intención que, en tu primera aparición como reina de los vampiros, parezcas tan… sugerente? –bromeó Luka, pegándome más a él.
Desde que habíamos logrado arreglar nuestras diferencias, su actitud había cambiado completamente: se mostraba mucho más abierto y, aunque seguía siendo igual de protector, al menos se paraba a escuchar mis sugerencias.
Me eché a reír de buena gana y contemplé el anillo que llevaba en el dedo anular. Mi nuevo anillo de compromiso.
-Quiero que nadie se olvide nunca de este día –repliqué-. ¿Hubieras preferido que llevara algo con más… trasparencias? Anya tenía un par de modelos que no estaban nada mal –añadí, en el mismo tono jocoso que mi prometido.
Mi amiga ladeó un poco la cabeza para que viera que había puesto un mohín y Luka me pegó aún más a él.
-Eso sería demasiado osado hasta para ti –me regañó con suavidad.
Le di un codazo juguetón.
-Una reina debe parecerlo, ¿no?
Por fin, después de mucho tiempo, había empezado a tomar mis propias decisiones.
Había comenzado a actuar como una futura reina. Había logrado recuperar el control sobre lo que me pertenecía y era capaz de tomar mis propias decisiones; ya nadie me ocultaba nada o trataba de mantenerme al margen, me había convertido en la persona que mi padre hubiera querido que fuera.
Había sido yo quien había estado presente durante el juicio que se le realizó a Delphina y había sido yo quien le había impuesto su castigo; podría haber elegido cualquier tipo de tortura o incluso habría podido elegir un descuartizamiento por cometer un acto tan atroz como traición e intento de asesinato real, pero yo me había decantado de nuevo por la hibernación. Así podría tenerla completamente vigilada y bajo mi merced.
Incluso había ordenado que colocaran su ataúd en la misma habitación reforzada que había mandado construir intencionadamente donde se encontraban los féretros de André y Miklós.
Con ello había logrado cerrar un capítulo de mi vida y los fantasmas que me perseguían del pasado habían desaparecido.
Me sentía en paz conmigo misma y, en el fondo, sabía que mi familia, estuviera donde estuviese, estaban orgullosos de mí.
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Ante todo disculparme por haber tardado tanto en actualizar... He estado de exámenes y, como plus por ello, he sufrido un enorme y tortuoso parón imaginativo...
¡Espero que les guste el último capítulo y espero poder actualizar con el epílogo mañana si pudiera ser!
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