XVII. Un traidor entre nuestras filas.

Sin embargo, no quise hacerle caso. Quería que siguiéramos así durante un poco más, durante el tiempo suficiente para que pudiera recuperarme de haberme encontrado cara a cara con Ethan Cavill y haber descubierto en sus ojos que me había reconocido a pesar y su tremendo parecido con aquel dhampiro de mi pasado.

Luka se separó de mí unos centímetros sin soltarme y me observó en silencio, con los ojos cargados de miles de emociones que hicieron que me entraran ganas de llorar. La pregunta de André resonó en mis oídos: de haber tenido elección, lo hubiera elegido a él para pasar el resto de mis días. Pero no era posible.

Al igual que no habían sido posibles otras cosas.

Pese a ello, quería arriesgarme.

Estaba cansada de quedarme todo el día obedeciendo órdenes y quedándome de brazos cruzados. Era el momento de tomar cartas en el asunto y de recuperar lo que me pertenecía por derecho.

-Bésame –le pedí a Luka, cogiéndolo por las solapas de su chaqueta.

El vampiro me miró con sorpresa y vi cómo tragaba saliva con esfuerzo. Sus ojos se desviaron unos segundos hacia la puerta que conducía hacia otras salas, vigilando que no hubiera nadie, y luego volvió a fijar su mirada en mí.

Cuando se inclinó para besarme pensé que iba a desmayarme allí mismo. Todo aquello no sentía hacia André podía hacerlo libremente con Luka. No me importaba que estuviera casada con André, el vampiro no había sentido ningún tipo de respeto hacia mí cuando se había metido entre las piernas de Annette o Victoria; era el momento de que yo también pudiera hacer lo que quisiera con mi vida.

Me pegué más a él mientras nos besamos, deseando que ese momento no terminara nunca.

-Tenemos que irnos de aquí –suspiró contra mis labios Luka.

Lo miré fijamente.

-Quiero irme a casa –murmuré.

Luka asintió y nos separamos finalmente. Busqué su mano y la estreché con fuerza, rezando para que nos marcháramos de allí; la presencia del aquel dhampiro me había puesto demasiado nerviosa, al igual que la extraña comodidad que parecía haber entre Luka y Delphina. Necesitaba salir de nuevo a cazar dhampiros para desahogarme y tratar de poner un poco de calma mientras pensaba en cómo podría lograr deshacerme de André y convertirme en reina.

Luka comenzó a moverse y nos dirigimos en aquella ocasión a una puerta que parecía estar escondida. La abrió y me hizo un gesto para que pasara yo primero; ni siquiera me preocupó lo que pudiera pasársele por la cabeza a André, quien seguramente estaría más que entretenido rodeado de sus mascotas humanas.

Salimos por una puerta metálica que conducía a un callejón. El ambiente que se respiraba allí estaba más que viciado, provocando que arrugara la nariz debido al nauseabundo aroma que impregnaba toda aquella callejuela.

Un escalofrío me recorrió toda la columna vertebral, advirtiéndome de que algo no iba bien. Ahogué un grito cuando Luka se detuvo abruptamente, chocándome contra su espalda mientras me preguntaba qué sucedía. Un grupo de cinco personas se había reunido en la salida del callejón, cortándonos el paso; todos ellos vestían ropa oscura y sus rostros estaban cubiertos por pasamontañas, impidiéndonos ver quiénes eran.

Escuché a Luka rechinar los dientes y tuve un extraño déjà vu que me hizo que me tambaleara, aferrándome con más fuerza de la mano de Luka para evitar caerme. El fuerte olor del callejón tampoco ayudaba mucho, ya que se colaba en mis fosas nasales, sin que pudiera reconocer otro olor que no fuera ese.

Tres de aquellos extraños se adelantaron, cerrándonos el paso, mientras los otros dos se mantenían en sus posiciones, en tensión. Me erguí de golpe al olerme los problemas que se nos avecinaban y que no pintaban nada bien.

Entonces llegó el olor. Ese aroma característico que me erizó el vello y provocó que mis colmillos se clavaran en mi labio inferior, con una punzada de dolor.

Aquellos tipos eran dhampiros.

Lo que significaba que Ethan Cavill debía haberlos avisado para que nos tendieran aquella emboscada. Estaba dispuesto a eliminarme del mapa lo más rápido posible y, para ello, había enviado a sus propios hombres para hacer el trabajo sucio.

Uno de ellos se echó a reír con ganas mientras el resto desenfundaban sus armas y aguardaba a que su líder les diera la señal.

Nos detuvimos a una distancia prudente de los dhampiros y Luka me instó a que me quedara a su espalda, actuando él de escudo si fuera necesario.

-No habíamos contado con la presencia de un guardaespaldas –se mofó uno de los dhampiros, el que se había echado a reír en primer lugar-. Pero será igual de fácil que si estuviera sola.

El resto de dhampiros corearon a su líder con una estruendosa carcajada.

Luka ladeó un poco la cabeza, lo suficiente para poder susurrarme:

-Quédate detrás de mí.

Un segundo después, los tres dhampiros se abalanzaron sobre nosotros. Luka se movió hacia un lado, empujándome en el camino para apartarme de aquellos hombres; aparte de superarnos en número, aquellos dhampiros iban armados. Nosotros no.

O eso creía.

Luka consiguió sacar un arma y apuntó con ella a uno de los dhampiros que tenía más cerca. Se oyó un disparo y el cuerpo cayó pesadamente sobre el suelo, aunque eso no pareció disuadir a los dhampiros que quedaban. Uno de ellos lanzó el puño, golpeando de lleno a Luka en la mejilla y haciendo que tuviera que retroceder, tratando de ganar un poco de espacio con el que poder apuntar para volver a disparar.

Alguien tiró de mi pelo con fuerza, arrancándome un grito de sorpresa y dolor, mientras que otro me dio una fuerte patada en las piernas, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Observé a mis dos atacantes con los ojos entrecerrados, reconociendo a los dos dhampiros que habían decidido quedarse en la retaguardia, cortándonos la única vía de escape. Aquellos hombres me estudiaron con lentitud y con un brillo lascivo, provocándome un escalofrío.

Me sentía de nuevo como si me encontrara en el bosque que había tras el castillo, huyendo de aquellas criaturas que habían asaltado mi hogar y nos habían obligado a abandonarlo. Mi respiración se agitó mientras los dhampiros cruzaban una rápida mirada que no ocultaba ninguna buena intención.

Los gruñidos del resto de sus compañeros y Luka resonaban como música de fondo, recordándome que estaba sola.

-Podemos divertirnos un poco con ella, ¿verdad? –le preguntó un dhampiro al otro, sonriéndome con maldad.

Su compañero se echó a reír entre dientes, divertido con la ocurrencia.

-No recuerdo que haya ninguna cláusula que nos impida hacerlo, amigo –respondió-. Dijeron que teníamos que matarla y que lleváramos su cadáver. No importa cómo esté cuando muera.

Mi garganta se estrechó hasta cerrarse por completo. Apreté los puños con fuerza mientras miraba a aquellos dos reírse y humedecerse los labios, planeando lo que iban a hacer conmigo; rememoré la tortura a la que estuvo sometida mi hermana Irina y en cómo me había sentido. Sabía que iba a seguir su mismo camino, pero aquello no me producía terror alguno. Tenía la adrenalina corriendo por mis venas y mis colmillos clavándose en mi labio inferior, listos para ser usados; tiempo atrás no había podido hacer nada, pero ahora estaba preparada.

Era peligroso lo que tenía en mente, pues eran dos contra mí y, sin duda alguna, sus respectivos pesos me superaban con creces, pero yo podía moverme con mucha más facilidad que ellos… si lograba deshacerme del molesto vestido que llevaba. Fingí que estaba paralizada del terror y aguardé pacientemente a que los dhampiros se pusieran en el punto que buscaba. Contuve las ganas de vomitar cuando uno de ellos decidió hacer el primer movimiento, acariciando mi pierna hasta llegar a mi rodilla; echó un vistazo a su compañero, con una sonrisa cruel, antes de que su mano arrancara parte de mi vestido.

-Va a ser más fácil de lo que creíamos –comentó entonces el dhampiro, con regodeo-. No es tan fiera como nos habían avisado…

Ahora fui yo la que sonrió con ganas. Aparté su mano de una patada y me lancé directa al cuello, sin darle tiempo a ninguno de los dos a reaccionar; sujeté al dhampiro por la nuca, clavándole hondo mis uñas, y miré a su compañero, que se había quedado mudo por el asombro.

No moví mis ojos de su cara mientras desgarraba con mis uñas la garganta de su compañero y lo dejaba caer al suelo para darle una buena patada que le arrancó un grito de dolor y unos escalofriantes chasquidos. Abandoné al dhampiro, sabedora que estaba perdiendo demasiada sangre y que no había nada que hacer con él.

Fue entonces cuando centré toda mi atención en el otro que quedaba. Se había quedado helado ante mi repentino ataque y sus manos se habían cerrado alrededor de una estaca que llevaba prendida al cinturón. Me eché a reír de buena gana, deleitándome del aroma a miedo que desprendía aquel hombre.

Iba a matarlo, pero antes necesitaba algo por su parte.

Lo estampé con rabia contra la pared de hormigón y apreté con fuerza su cuello. Antes me había encargado de desarmarlo por completo, cerciorándome de que no pudiera usar ninguno de sus brazos, rompiéndole ambos. Al dhampiro le castañearon los dientes cuando chocó brutalmente contra la pared.

De su garganta comenzaron a brotar gemidos ahogados y sus ojos se dilataron mientras las aletas de su nariz se ensanchaban, tratando de encontrar oxígeno. Me relamí los labios y le sonreí con crueldad.

Mi sonrisa desapareció un segundo después, al concentrarme en lo que debía hacer: conseguir toda la información que aquel estúpido dhampiro pudiera proporcionarme. Quizá descubriera la identidad del vampiro que había estado colaborando con aquellas criaturas.

-¿Quién te ha enviado? –pregunté, serena.

El dhampiro me enseñó los dientes en una mueca de desprecio.

-No diré ni una palabra, ramera –me espetó.

Hundí con más fuerza mis uñas en su carne y noté la sangre corriendo por mis manos. La confianza del dhampiro comenzó a flaquear mientras tragaba saliva con esfuerzo y sus ojos me fulminaban.

-No estás en situación de ponerte tan gallito conmigo, maldito hijo de puta –hice notar con frialdad.

Se rió con esfuerzo.

-Yo jamás traicionaré a mi jefa –me retó y, sin darse cuenta, me dio una ligera pista que me dejó un tanto sorprendida.

Procuré mantener la misma presión sobre su cuello mientras mi cabeza daba vueltas debido a la confusión de la respuesta de aquel hombre. Según él, la persona que los había enviado era una mujer, lo que descartaba por completo a Ethan Cavill. Entonces, si aquel dhampiro no había sido la persona que estaba detrás de ello, ¿quién podía ser?

Había llegado el momento de usar la persuasión, aunque no sabía si funcionaría.

Me concentré en el rostro del dhampiro, que se estaba poniendo colorado debido a la asfixia, y traté de sentir aquel cosquilleo típico de la persuasión. Comencé a notarla y supe que tendría que hacer uso de ella cuanto antes.

-Dímelo –le exigí y sus ojos se pusieron vidriosos, cayendo en las redes de mi persuasión-. Quiero saber todo lo que sepas: quién te envía, por qué me quieren muerta y si hay algún vampiro trabajando con vosotros.

Noté cómo el dhampiro tragaba saliva de nuevo y bajé un poco la presión que mantenía en su garganta para que pudiera coger aire.

-No la he visto nunca –gimió el hombre, muerto del miedo-. Usa un apodo y nos envía a su amante para que nos informe de todo lo que debemos hacer… -apreté un poquito más, invitándole a que continuara-. No sabíamos que tú estabas viva hasta que nos llegó un soplo de uno de los socios de la Condesa Sangrienta –fruncí el ceño ante ese nombre pues me resultaba vagamente familiar-. Ella nos dijo que teníamos que eliminarte, que eras una amenaza y que, de no hacerlo, tú buscarías venganza y nos arrasarías a todos los dhampiros…

Empezó a respirar con dificultad y se le escapaban sonidos roncos. Me mordisqueé el labio con nerviosismo, intentando procesar toda la información que me había proporcionado… y que me supo a muy poco. Me pegué más a él, dejando mi rostro a unos centímetros del suyo, y le siseé:

-¿Qué más sabes?

Escuché el disparo a mi derecha y supe que la bala iba directa a mí. En un movimiento reflejo arrastré el cuerpo del dhampiro, girando hasta colocarlo enfrente de mí, como escudo entre la bala y yo. Observé, impasible, cómo el dhampiro abría los ojos de golpe al recibir el disparo y cómo empezaba a manar la sangre por su boca.

Estaba muerto.

Tiré de mala gana el cadáver a un lado y contemplé cómo Luka le partía el cuello al que había disparado. Sus ojos verdes me recorrieron hasta detenerse en los míos; estaba demasiado agitado por las circunstancias y parecía herido. Corrí a su encuentro y me aferré a su cuerpo como si creyera que fuera a desvanecerse de un momento a otro; Luka gimió contra mi oído y noté algo líquido en mi vestido.

Me separé unos centímetros y descubrí, con cierto horror, que Luka había recibido un disparo en el abdomen. Lo sujeté con más fuerza mientras el vampiro hacía un esfuerzo sobrehumano para mantenerse en pie, respirando con dificultad.

-Estás perdiendo mucha sangre… -gemí con un timbre de desesperación en la voz.

Conseguí apoyarlo contra la pared y apreté la zona de la herida, tratando de detener la hemorragia. Mi cabeza, frenética, estaba trabajando por encontrar una solución para sacarlo de allí y llevarlo a un sitio donde pudieran ayudarlo.

El móvil de Luka empezó a vibrar en su bolsillo y lo saqué con cuidado, presionando la herida con la otra mano. No conocía el número, pero no me importó; descolgué y me lo llevé al oído.

-Necesito ayuda –ni siquiera le di tiempo al que estuviera al otro lado de la línea a saludar.

-¿Alteza? –reconocí la voz de Thomas y suspiré interiormente de alivio-. ¿Qué ha sucedido?

Evité dejarme llevar por el pánico porque, de hacerlo, corría el riesgo de perjudicar aún más a Luka. Respiré hondo, tratando de calmarme, y le conté todo lo que nos había sucedido a Luka y a mí en el callejón, añadiendo que estaba herido de gravedad y que necesitaba atención médica de inmediato; el vampiro me respondió que no nos moviéramos de allí y que iban hacia donde nos encontrábamos en aquellos precisos momentos.

Devolví el móvil al bolsillo de Luka y lo miré fijamente; estaba haciendo un gran esfuerzo por mantenerse despierto y su respiración se había ralentizado a un ritmo preocupante.

-Háblame –le exigí a Luka y noté el cosquilleo de la persuasión recorriéndome.

Si tenía que hacer uso de ella con Luka para que siguiera consciente, lo haría sin que tuviera ningún tipo de remordimiento después.

No podía arriesgarme a darle de beber de mi sangre porque aún tenía la bala alojada en su cuerpo y, de hacerlo, el daño sería mucho más mayor. Apreté los dientes con fuerza, sintiéndome como una completa inútil.

-Te… te gustaba mucho… la biblioteca –musitó entonces Luka, con esfuerzo-. Tu padre… te… te lo tenía prohibido, pero tú lograbas colarte en ella con… con ayuda de tu hermano mayor…

Sonreí con cierto pesar al recordarlo. Miklós siempre había sido mi compañero de travesuras antes de que empezaran sus deberes como heredero y ya no pasara tanto tiempo con nosotros; sin embargo, siempre que conseguía un pequeño tiempo libre, le gustaba gastarlo conmigo.

Me costaba creer que él también estuviera muerto.

-Sigue –le pedí con un hilillo de voz.

-Estoy… oxidado –reconoció Luka, intentando de insuflar a su tono un timbre jocoso-. No he… he podido protegerte…

Escuché el derrapar de varios coches y me giré hacia el foco de los sonidos con el corazón latiéndome a mil por hora. Thomas, junto a un grupo de hombres, se acercaban a nosotros corriendo; no me aparté de Luka cuando los vampiros llegaron hacia nosotros o cuando Thomas se arrodilló a mi lado para comprobar la gravedad de la situación. No pensaba separarme de Luka en ningún momento.

Las manos de Thomas retiraron las mías con cuidado y los ojos del vampiro se estrecharon al evaluar la herida que tenía Luka.

-Llamad a Magno para que lo prepare todo –le ordenó a uno de sus subalternos.

No me dejé llevar en ningún momento. Me mantuve tranquila y aguardando pacientemente a que decidieran sacarnos de allí, aunque interiormente estaba gritando que debían salvarle la vida de inmediato y que no debían estar perdiendo el tiempo mucho más.

Thomas pareció adivinarme el pensamiento, ya que me miró fijamente y asintió mientras me pedía con la mirada que me apartara un poco para que pudieran cargar con él  hacia uno de los vehículos que habían traído consigo. Me quedé un tanto rezagada, observando a los vampiros coger en volandas a Luka y dirigirse a toda prisa mientras Thomas ladraba que un grupo comprobara que no hubiera ningún dhampiro más por allí y que la zona estuviera limpia, sin cadáveres.

Me apeé en los asientos traseros con la cabeza de Luka apoyada sobre mi regazo. Contuve las ganas de llorar mientras Thomas arrancaba el coche y salíamos de allí disparados.

-Tenemos que ir al edificio de Vladimir –me explicó el vampiro mientras esquivaba coches con maestría-. Es el que nos queda más cerca.

Lo único que pude hacer fue asentir con la cabeza mientras mis manos acariciaban mecánicamente el cabello de Luka, procurando mantenerme lo más entera posible. Pensé entonces en lo que había logrado sonsacarle a aquel dhampiro en el callejón, en el nombre que me había proporcionado y que me despertaba una extraña familiaridad que no lograba ubicar.

Thomas frenó de golpe en el garaje subterráneo del edificio y escuché el derrape de sus zapatos en el suelo mientras rodeaba el coche para poder coger a Luka y dirigirnos a toda prisa hacia donde nos esperaban; los seguí en silencio, consciente de que la herida de Luka se había puesto peor. Mucho peor.

Subimos a la quinta planta y las puertas se abrieron con un chirrido, mostrándonos un sitio que parecía un hospital. Echamos a andar a lo largo del pasillo, hacia una puerta que estaba abierta y de la que salían todo tipo de sonidos; Thomas me pidió amablemente que me quedara fuera mientras él se adentraba en aquella habitación y cerraba la puerta, impidiéndome ver qué sucedía.

Escuché el pitido del ascensor y alcé la mirada para ver aparecer a Anya correr hacia mí con la cara desencajada por el temor; me aferró por los brazos con fuerza y escrutó mi rostro, buscando algo. Bajé la mirada, un tanto avergonzada, y comprobé el mal aspecto que debía tener en aquellos momentos.

-¡Menos mal que estás bien! –gritó Anya, apretándome con fuerza.

Parpadeé varias veces al recordar que, al otro lado de la pared, Luka estaba con una herida de gravedad que, en parte, había sido culpa mía por haberle pedido que nos fuéramos del museo, sin contar con el riesgo de que podrían estar vigilándome.

-Cuando recibimos la llamada de Thomas creí que iba a morirme de la preocupación –continuó mi amiga, con los ojos húmedos-. Oh, cielos, jamás pude creerme que os tendieran esa trampa… -hizo una pausa y me observó con más atención, como si hubiera caído en algo de pronto-. ¿Qué hacías con ese hombre en el callejón, Zsóka? Tendrías que haber estado con tu marido…

Noté que mis mejillas se encendían ante la insinuación de Anya. Ella era mi amiga, no podía escondérselo: tenía derecho a conocerlo. Anya me había ayudado siempre que había tenido oportunidad y, el no decírselo, sería un golpe duro para ella si se enteraba después.

Me retorcí las manos con nerviosismo, tratando de encontrar las palabras adecuadas con las que poder responderle.

-Hay algo que tengo que decirte –dije, tragando saliva.

Anya debió adivinar que se trataba de algo con demasiada importancia porque escrutó el pasillo con los ojos entrecerrados y negó imperceptiblemente con la cabeza. «No es el momento oportuno, hablaremos luego», quería decirme.

La puerta se abrió de golpe, sobresaltándonos a ambas. El rostro de una vampira nos estudió a las dos largamente y se aclaró la garganta mientras su mirada se detenía en mi destrozado vestido.

-¿Alteza? –preguntó una voz conocida a mis espaldas y me giré para ver cómo Vladimir se nos acercaba con aspecto preocupado. La vampira me miró de nuevo, con respeto, y Vladimir se detuvo a nuestra altura-. Acaban de avisarme de la emboscada que habéis sufrido, Alteza. ¿Os han herido…?

Negué con la cabeza varias veces.

-Le dispararon a Luka –respondí con un hilillo de voz, incapaz de añadir nada más.

La vampira que había salido de la habitación se aclaró la garganta, reclamando nuestra atención.

-Logramos extraerle la bala, señor –nos explicó, aunque parecía referirse únicamente a Vladimir-. El proyectil estaba de una aleación de hierro y plata, pero no logró atravesar ningún órgano. Pudimos extraerla y darle sangre para que recuperara parte de la que había perdido y sanara la herida. Ahora mismo lo hemos trasladado a su antigua habitación para que pueda descansar.

Terminada su función allí, desapareció de nuevo en la habitación. Comencé a mordisquearme el labio, repitiendo que Luka estaba bien y estaba vivo; le habían sacado la bala y había conseguido sobrevivir. Anya me dirigió una extraña mirada, como si hubiera adivinado mi pequeño secreto, y Vladimir soltó un suspiro de puro alivio.

El vampiro se llevó una mano al pecho y cerró los ojos.

-Gracias a Dios –murmuró, con auténtica alegría por saber que Luka había logrado sobreponerse.

-Creo que sería conveniente que la princesa se quedara esta noche aquí –interrumpió Anya, sin quitarme la vista de encima-. Trasladarla a la mansión en estos momentos podría resultar peligroso, aquí estará a salvo.

Aguardé pacientemente la respuesta de Vladimir, agradecida a Anya por la idea. No quería separarme de Luka en toda la noche y tenía unas ganas irrefrenables de ver que se encontraba bien. El vampiro cabeceó, sopesando el argumento que le había expuesto Anya, hasta que finalmente aceptó, asegurándome que se pondría en contacto de inmediato con André para explicarle la situación.

Anya me cogió por la muñeca, llevándome de vuelta al ascensor. Pulsó el número de mi planta y me observó en silencio. ¿Qué podía decirle? ¿Era el momento adecuado para confesarle que estaba enamorada de Luka? Antes de que pudiera decidirme, las puertas se abrieron y Anya me arrastró de nuevo por el pasillo, dirigiéndose hacia la que había sido mi habitación. El corazón me dio un vuelco al recorrer los pasillos del edificio, haciéndome creer que nunca me había ido de allí realmente.

Mi habitación se encontraba tal y como la había dejado el día de la boda. Me dejé caer sobre la cama mientras Anya comenzaba a hurgar en uno de mis armarios, buscando alguna prenda con la que sustituir mi destrozado vestido.

-¿Tenías pensado decirme lo que tienes con ese vampiro en algún momento? –preguntó, aún con medio cuerpo metido en el armario.

Sufrí un espasmo al escucharla y me incorporé de inmediato, topándome con la mirada acusadora de Anya, que sostenía un pijama de dos piezas que nunca había llegado a estrenar.

Casi me atraganté al farfullar:

-Claro que iba a decírtelo.

Anya alzó una ceja con escepticismo.

-Sabes que jamás te hubiera dicho nada, Zsóka –me aseguró muy seria-. Entiendo que tu matrimonio con André no es perfecto y que has sufrido mucho a manos de ese hombre –la alusión implícita de mi aborto provocó que mi estómago se contrajera dolorosamente-. Además, lord Hodges parece muy enamorado de ti.

Ahora fui yo quien alzó la ceja con escepticismo, arrancándole una risotada a Anya, quien me lanzó el pijama al regazo.

-Lo pude comprobar personalmente en tu fiesta de compromiso –me confesó, con una sonrisa pícara-. No podía quitarte los ojos de encima. ¿Lo conoces desde hace mucho tiempo? Obviando el detalle de que fue él quien te salvó, por supuesto.

Me bajé la cremallera del vestido sin importarme que Anya estuviera allí presente y salí del vestido, lanzándolo a una esquina de la habitación. Sopesé la pregunta que me había hecho Anya y la matización que había hecho después; conocía a Luka del castillo, cuando había entrado a la Orden del Dragón para convertirse en caballero. Nos habíamos cruzado en los pasillos del castillo y, en algunas ocasiones, en los jardines. Había llamado mi atención, pero nada más.

-Sí –respondí-. Sin embargo, nunca cruzamos una palabra.

Anya me dedicó una sonrisa pícara mientras me ponía aquellas prendas que nunca antes había usado. Hablar de Luka hizo que las ganas que tenía de verlo se intensificaran aún más.

-Tienes que tener cuidado con ello, Zsóka –me advirtió Anya, cruzándose de brazos-. Te expones a mucho si André os descubre.

-Él ha tenido muchas aventuras a mis espaldas –mascullé.

Sin necesidad de que continuara, Anya me hizo un gesto para que saliéramos de nuevo al pasillo. Ya allí, me guió en silencio hacia una de las habitaciones más alejadas del pasillo y empujó la puerta con cuidado de no hacer mucho ruido; dejó que entrara yo primero y se quedó en la puerta, observándome en silencio, mientras yo me quedaba en mitad de la habitación, sin saber qué hacer.

-Quédate con él –me aconsejó mi amiga-. En estos momentos… creo que es lo más correcto. Pero no dejes que te vean aquí mañana, podría llegar a oídos de André.

Cerró entonces la puerta, dejándome a mí en su interior. Me giré en silencio hacia la cama que había al fondo de la sala, donde reposaba Luka; le habían quitado el traje que llevaba y lo habían dejado sin camisa, con las sábanas cubriéndole hasta el pecho. Eché a andar hacia la cama arrastrando los pies, sintiendo como si el peso de lo que había sucedido aquel día se hubiera convertido en plomo y quisiera aplastarme.

Me tumbé a su lado y observé su perfil en silencio. Ahora que estaba forzando a mi memoria a recordar, podía ver entre mis recuerdos el rostro de Luka en ellos; había llegado al castillo desde que era muy pequeño porque su padre había querido que se convirtiera en caballero. En alguna ocasión lo había visto en compañía de mi hermano  mayor, pero por lo general le gustaba pasar el tiempo en la sala de armas que tenía el castillo, donde entrenaban los aprendices.

Luka soltó un quejido y se llevó una mano hacia la zona de la herida, bajando un poco la manta y mostrándome su pecho desnudo. Las aletas de su nariz se movieron, olfateando el aire, y sus ojos se entreabrieron, clavándose en mi rostro.

A mí me estaban comenzando a pesar los párpados debido al sueño, pero logré esbozar una sonrisa convincente.

-Estás aquí… -suspiró el vampiro y su cara se contrajo en una mueca de dolor cuando se recolocó sobre el colchón para poder verme mejor.

-Estaba muy preocupada por ti –reconocí-. Llegué a temerme lo peor…

Luka me acarició la mejilla.

-Me has salvado la vida.

Me encogí de hombros.

-No podía dejarte morir allí. Eres… demasiado importante para mí –confesé a media voz, con las mejillas ardiendo.

El pulgar del vampiro trazó círculos sobre mi mejilla.

-Y tú también –respondió en el mismo tono-. Pero… sabes que llegamos a un acuerdo. No podemos hacerlo.

Me encogí un poco sobre mí misma, procurando que no se notara mi malestar por las palabras de Luka.

-Me besaste –recordé de repente-. En el museo, cuando te lo pedí. Lo hiciste y no pusiste ningún impedimento…

Soltó un suspiro cansado.

-Perdí el control –reconoció, un tanto azorado-. Estar tan cerca de ti… Es lo que me sucede cuando estoy cerca de ti.

-André no tuvo ningún reparo en meterse en la cama de otras mujeres –protesté, con un nudo en la garganta-. Incluso me obligó a casarme con él mediante amenazas, quitándome la oportunidad de poder elegir a la persona que yo quisiera. Quitándome la oportunidad de ser feliz. Creo que tengo el suficiente derecho para poder actuar como yo quiera y estar con quien yo elija.

-Tendremos problemas si nos descubren, Zsóka –hizo hincapié, obsesionado con la idea.

Sin embargo, aquel miedo era demasiado real para poder obviarlo; los vampiros no tolerábamos este tipo de conductas y, aún menos, en las mujeres. Nosotras solamente nos debíamos a nuestros maridos y el adulterio era duramente penalizado, lo que podría suponerle una ventaja enorme a André de enterarse. Nos estábamos arriesgando mucho, de seguir adelante.

Ambos teníamos demasiado que perder.

-No tienen por qué hacerlo –rebatí.

El rostro de Luka se quedó a unos centímetros del mío.

-¿Estás dispuesta a correr el riesgo? –me preguntó con máxima seriedad.

La garganta se me secó cuando comprendí a lo que se refería con su pregunta: si estaba dispuesta a permitir que me arrebataran el trono si se descubría mi relación con Luka; si estaba dispuesta a perder lo único que me quedaba de mi familia por él. Lo que estaba pidiéndome era un gran sacrificio, un alto riesgo que no sabía si estaba dispuesta a correr por algo tan efímero como el amor. Quería a Luka, pero era una persona realista: las relaciones no siempre duran toda la vida y había posibilidades que él encontrara a otra persona.

Era muy posible que lo perdiera todo por una jugada tan arriesgada… pero estaba dispuesta a correr el riesgo, por el momento.

-¿Y tú? –contraataqué, evitando responder a la pregunta y devolviéndole a él la pelota.

-He esperado demasiado tiempo a que esto sucediera –respondió en un murmullo, erizándome el vello-. Estoy más que dispuesto y no me importaría lo más mínimo perder todo lo que tengo con tal de protegerte. De tenerte.

Lo abracé con cuidado mientras él depositaba un tierno beso sobre mi coronilla y me apretaba más contra su pecho. Aquello significaba que estábamos dispuestos a correr el riesgo sin que eso pudiera detenernos; de ahora en adelante tendríamos que ser cuidadosos con nuestros movimientos si no queríamos que alguien pudiera sospechar. Ya no sabía de quién podía fiarme porque, una mala elección podía significar mi propia perdición.

André entró como un huracán al edificio. Había regresado a mi habitación en la madrugada, obedeciendo el consejo que me había dado Anya, y allí me encontró el vampiro cuando se cansó de ladrar órdenes y gritar si sabía dónde estaba yo. Se acercó a mi cama con el rostro desencajado y casi me obligó a que me pusiera de pie; yo lo observé en silencio, incapaz de moverme.

-¿Por qué no regresaste a la mansión? –me increpó, lleno de rabia.

Me cubrí aún más con mis mantas, sintiendo un repentino escalofrío por todo el cuerpo. ¿Estaría realmente preocupado por mí o estaría enfadado por mi repentina desaparición y huida? Vladimir se había encargado de ponerse en contacto con André para explicarle la situación y, al parecer, no había sido suficiente para el vampiro.

-Era peligroso –me defendí, notando cómo las fuerzas de plantarle cara iban haciéndose más fuertes-. Cinco dhampiros nos tendieron una emboscada cuando intentábamos regresar a la mansión, hirieron a Luka; el sitio que nos quedaba más cerca era éste. Perdona por salvarle la vida –le espeté de malos modos.

En un suspiro lo tuve a unos centímetros de mi rostro, con los ojos grises refulgiendo de furia por mi osadía. Sabía que tenía que tener cuidado con mis formas delante de André si no quería que me volviera a pegar, pero necesitaba ponerlo a prueba. Quería llevarlo hasta el límite y darme un motivo más para matarlo.

-Tu seguridad es lo primero –masculló.

-Y, como puedes comprobar, estoy viva –contesté-. Y estoy bien.

Me hubiera gustado añadir que lamentaba terriblemente que mi corazón siguiera latiendo, siendo aún un obstáculo entre él y el poder. Sabía que André me estaba protegiendo y manteniendo con vida porque aún le resultaba útil; sabía que mi aborto había sido un pequeño muro de contención, pero André estaba deseando tener un heredero.

-Tu aspecto anoche parecía decir todo lo contrario –hizo notar el vampiro-. Vladimir me explicó que tu vestido estaba destrozado y que estabas llena de sangre. ¿Puedes explicarme eso, por favor?

Me encogí de hombros, tratando de quitarle importancia.

-Nos cogieron por sorpresa. Luka estaba ocupado y no podía recurrir a él. Debía hacerlo yo sola…

André soltó un bufido de indignación y se separó de mi cama. Abrió uno de mis armarios y empezó a lanzarme prendas, mascullando algo entre dientes. No pude entenderlo.

-Vístete –me ordenó en voz alta y entendible-. Regresamos de nuevo a la mansión.

Ante mi sorpresa, se sentó en una de las sillas y se cruzó de brazos, sin despegar los ojos de mí. Creí que se trataba de una broma pero, al ver que no se movía ni tenía intención de irse de la habitación, supe que se quedaría allí, comprobando personalmente que hacía lo que me ordenaba.

Empecé a desvestirme a regañadientes, con la quemazón de la mirada de André en mi espalda, atento a cada uno de mis movimientos. Sustituí el pijama por las prendas que me había lanzado el vampiro e ignoré por completo su presencia. ¿Qué sucedería con Luka? Aún necesitaba reposo y, era muy seguro, que tuviera que quedarse en el edificio un par de días más.

Me giré hacia André y él asintió, dándome el visto bueno.

Sin mediar palabra, se acercó de nuevo a mí y me cogió de la muñeca, arrastrándome tras él. Salimos de mi habitación en un tenso silencio y nos dirigimos a los ascensores, todos con los que nos cruzábamos bajaban la mirada, tratando de pasar desapercibidos; André parecía aún más enfadado que antes y no paraba de soltar resoplidos de frustración mientras tiraba de mí.

Me metió de muy malas maneras al interior del ascensor y pulsó con rabia el botón que conducía al garaje subterráneo. Elegí la esquina más alejada de André y me crucé de brazos mientras lo fulminaba con la mirada, molesta por los malos modales que estaba usando conmigo.

-Creo que es el momento adecuado de mejorar tu seguridad –me espetó André entre dientes y sin tan siquiera mirarme-. Ha quedado más que demostrado que es pobre e ineficaz.

Apreté los dientes con fuerza, tratando de contener las ganas de insultarle. Me recoloqué más en la pared del ascensor, mascando la rabia que empezaba a recorrer todo mi cuerpo. Odiaba profundamente a André y a sus continuas órdenes que me hacían sentirme como una niña pequeña.

-Tus hombres deberían haber peinado mejor el perímetro –destaqué, con una extraña satisfacción de poder echarle en cara que no era únicamente mi culpa-. No creas que ha sido responsabilidad de Luka: tú también deberías haber puesto a todos tus hombres a vigilar la zona por un posible ataque.

»Además, ¿cómo iba a saber que iba a suceder algo así si me mantienes apartada de todo lo que sucede?

Supe que había tocado una fibra sensible cuando la cabeza de André se giró hacia mí, clavando su encendida mirada en mi cara. Mantuve mi gesto obstinado, repitiéndome interiormente que tenía parte de razón en lo que había dicho: André había compartido información conmigo cuando le había venido bien. El resto del tiempo se había mantenido mudo, ignorando mis súplicas por conocer más la situación en la que nos encontrábamos.

André no me replicó, manteniéndose en un silencio sepulcral.

Luka no regresó a la mansión hasta tres días después. Durante el período en el que el vampiro se había mantenido en el edificio de Vladimir, recuperándose, mi humor había caído en picado. Me refugiaba en las distintas bibliotecas que había en la mansión y no salía de allí hasta la noche, cuando regresaba de nuevo a mi dormitorio.

André parecía haberse convertido en mi propia sombra. Notaba su presencia cuando me escabullía para ir a las bibliotecas y sus ojos se quedaban clavados en mí, como si supiera leerme la mente; por las noches notaba su mirada mientras leía o trataba de conciliar el sueño.

Su cercanía me ponía nerviosa.

La mañana que regresó Luka a la mansión, estábamos desayunando únicamente André y yo, ya que su madre y su hermana habían decidido pasar el día en Londres para ultimar los detalles de la futura boda de Delphina, dejándonos a André y a mí a solas.

Yo mantenía mi atención en la tostada que tenía entre manos mientras André estaba escondido tras el periódico, aunque notaba su vista clavada en mí a través del papel. Tenía la sensación de que iba a suceder algo… algo malo.

-¿Tienes alguna noticia de Victoria? –preguntó repentinamente André.

Procuré mantenerme lo más impasible posible, dadas las circunstancias. Luka me había asegurado que se había deshecho del cadáver de manera que nadie pudiera descubrirlo pero, conociendo a André, no sería de extrañar que lo hubiera encontrado; seguramente, de haberlo hecho, hubiera sido un duro golpe para él. Victoria y él habían sido amantes durante mucho tiempo y la vampira se había quedado embarazada de André.

Me había visto en la obligación de eliminarla, evitando poner en riesgo mi propia corona.

-Hace días que no la veo por la mansión –respondí, untando mantequilla en mi tostada de manera concienzuda.

-He estado preguntando al servicio y ellos me han comentado lo mismo –continuó el vampiro, bajando el periódico para poder mirarme fijamente-. Sin embargo, me dijeron que la última persona que la vio fuiste tú.

Bajé lentamente la tostada hacia mi plato mientras miraba a André.

-Es cierto que Victoria quiso hablar conmigo, pero nunca llegamos a reunirnos –le aseguré con aplomo, repitiendo la misma mentira que había usado con Delphina cuando me había encontrado en el salón.

André frunció los labios, plegando el periódico y dejándolo a un lado.

-Pondré a algunos de mis hombres a buscarla –comentó y su respuesta me produjo un cosquilleo de enfado.

Pero no dejé que André lo supiera.

-Quizá sería una buena idea que Vladimir ocupara el lugar de Victoria ahora que ella no está –repuse, retomando mi afán de untar de mantequilla la tostada-. Estoy demasiado atrasada con mis lecciones.

Lo miré de reojo, aguardando a su respuesta y a su reacción.

-Me parece una buena idea –claudicó a regañadientes André.

Tras el desayuno André se dirigió a su despacho y yo regresé a la biblioteca, dispuesta a continuar con mi tranquila lectura. Acerqué el sillón a la chimenea y recogí el libro que había dejado sobre la mesita y me acomodé, abriéndolo por la página que había dejado señalada.

Unos minutos después, un tímido golpeteo en la puerta me distrajo por completo de la lectura; Rosalie asomó la cabeza y me dedicó una sonrisa de disculpa mientras yo le indicaba que entrara y cerrara la puerta tras ella.

La doncella se me acercó lentamente mientras sus manos retorcían con nerviosismo un sobre que, por lo poco que pude ver, parecía estar dirigido a mí.

Aguardé pacientemente hasta que Rosalie decidió arrancar a hablar.

-Han… han dejado esto para usted, señora –me explicó, extendiendo su brazo para que pudiera coger el sobre.

La despaché con demasiada rapidez y abrí a toda prisa aquel sobre, con el corazón en un puño. ¿Quién sería el remitente? Aquella misteriosa carta había traído a mi mente el apodo que había conseguido arrancarle al dhampiro sobre quién los enviaba. La Condesa Sangrienta. ¿Sería de ella? ¿Habría descubierto que yo sabía su identidad?

Los dedos habían comenzado a temblarme cuando logré coger la hoja que había en el interior del sobre.

Noté un peso en el corazón cuando leí el escueto mensaje que alguien había escrito en aquella hoja y que, para mí, me sentó como un cubo de agua helada.

En ocasiones, los enemigos se encuentran más cerca de lo que creemos.

Reúnete conmigo y podrás dar respuesta a varias de tus preguntas.

El mensaje en sí era demasiado corto y, a lo mejor, era una broma pesada. Quizá una nueva emboscada. Pero sentía la imperiosa necesidad de acudir a aquella extraña cita y descubrir qué era lo que realmente quería mi misterioso remitente.

En aquella ocasión iría más que preparada.

Llamé a una doncella y le pregunté si sabía si lord Hodges había regresado a la mansión. La humana tartamudeó que estaba terminando de instalarse de nuevo en su habitación y que había preguntado por mí; salí como una exhalación de la biblioteca y me dirigí hacia su habitación, apretando contra mi pecho la misteriosa carta que había recibido.

Encontré a Luka justo cuando estaba cambiándose de camisa y sentí que mis mejillas enrojecían de golpe. Sin embargo, había asuntos mucho más graves que quedarme allí plantada como una estúpida; logré avanzar hasta quedarme a su lado y le tendí la carta sin decir ni una palabra.

El vampiro la leyó en silencio y sus ojos se mostraron alarmados ante su contenido. Tragó saliva con trabajo y centró su atención en mí, con evidente preocupación por lo que acababa que mostrarle.

-¿No tienes idea alguna de quién ha podido enviártela? –preguntó, releyendo de nuevo la carta, buscando cualquier pista que pudiera contener.

-No –respondí rápidamente-. Pero hay algo más que deberías saber…

Le conté a toda prisa lo que había logrado sonsacarle a ese dhampiro del callejón y Luka me escuchó atentamente, frunciendo el ceño y rascándose la barbilla de manera mecánica mientras yo terminaba de relatarle la poca información que había podido conseguir y que, no sabía, si era suficiente.

Lo único que tenía claro era que la persona que estaba detrás de todos los atentados hacia mi persona era una mujer que era conocida como la Condesa Sangrienta. Nada más.

-Es un apodo bastante curioso –recalcó Luka-. Una de tus antepasadas fue conocida con el mismo nombre.

Caí entonces en la cuenta de lo que se refería. Intenté sacar a flote los recuerdos de mi familia, tratando de encontrar alguna ocasión en la que mi madre o mi padre nos habían hablado de ella. Sin embargo, con el paso del tiempo y debido a mis esfuerzos, todo aquello se había vuelto borroso, como si estuviera oculto en algún rincón de mi mente que no fuera capaz de alcanzar.

Luka me guió hacia el ordenador portátil que había sobre su escritorio y tecleó en el navegador el nombre. La página se llenó de miles de enlaces que conducían a distintos lugares que hablaban de una misma persona: Erzsébet Báthory de Ecsed. Había sido la primera de nuestra especie que se había puesto al descubierto, creando miles de rumores y mitos rodeando su figura.

Ella había sido la primera de mi linaje. El motivo por el cual me habían puesto su mismo nombre.

Pero aquella mujer estaba muerta desde hacía años, incluso muchos años antes de que mi madre naciera. Habían descubierto sus crímenes y la habían condenado a ser encerrada de por vida en su torre; al ser privada de su principal sustento, la sangre humana, había terminado por morir. Pero su linaje se había perpetuado, incluso uniéndose al de otra familia tan importante como los Dracul.

¿Quién sería tan retorcido de usurpar su identidad para tratar de desestabilizarnos?

Me froté la frente con insistencia, tratando de encontrar una respuesta a todas aquellas incógnitas que se nos planteaban.

-Tengo que ir –decidí y Luka entrecerró los ojos-. Debo descubrir si esa persona sabe algo de la Condesa Sangrienta. Tengo que dar con ella.

-¿Y si es una trampa? –inquirió el vampiro.

Lo miré fijamente.

-Por eso mismo quiero que me acompañes –respondí-. Tú y parte de tus hombres. Tenemos que detener a los dhampiros y la carta que me han enviado es nuestra oportunidad de hacer algo más que lo que hace André.

En aquella ocasión, Luka no trató de hacerme cambiar de opinión. Me prometió que reuniría a sus mejores hombres para acudir a la cita; le expliqué que necesitaba que rodearan el edificio donde debíamos reunirnos para evitar que nuestro misterioso confidente decidiera jugarnos una mala pasada y Luka dijo que se encargaría de estudiar la zona para poder distribuir a sus hombres.

Acordamos reunirnos en la entrada de la mansión para poder coger los coches. Los hombres de Luka se encargarían de desactivar el sistema de seguridad a la ida y a la vuelta; procuré mostrarme lo más tranquila posible durante el resto del día, pero la emoción y el temor de lo que nos esperaba aquella misma noche tenía un efecto contrario en mí.

Decidí recluirme de nuevo en mi dormitorio hasta que llegara la hora acordada y sorprendí a André entrando en la habitación con un aspecto bastante agitado; el vampiro pareció sorprendido de verme, pero no hizo ningún comentario.

Se dirigió al armario y comenzó a sacar prendas de él. Lo estudié atentamente mientras André se desvestía, sin importarle que yo estuviera allí delante, y se ponía un atuendo bastante desenfadado.

Enarqué una ceja con curiosidad cuando André me miró de reojo.

-¿Alguna cita importante? –pregunté.

El vampiro pareció dudar entre responderme o no.

-He decidido unirme a la búsqueda de Victoria –respondió con un murmullo y apartando la mirada de mí.

Tras haberme respondido, se marchó a toda prisa de la habitación, sin darme oportunidad a que replicara.

Tenía que reconocer que me molestaba de sobremanera que André hubiera escogido unirse a la partida de búsqueda que había formado para encontrar a la vampira, demostrándome lo mucho que le importaba aquella mujer y que sus sentimientos parecían ser más fuertes de lo que había creído en un principio.

Me levanté de la cama con enfado y me puse un pantalón ajustado de color negro junto a un jersey del mismo color, además de unas botas a juego. Aún no estaba del todo cómoda usando pantalones, ya que era una prenda demasiado desconocida para mí, pero la situación lo requería.

Si necesitaba defenderme no podía hacerlo con una falda o un vestido, ya que me entorpecería.

Cuando bajé Luka ya me estaba esperando, vestido de una forma bastante similar a la mía. Los coches que íbamos a usar para poder desplazarnos nos esperaban en la rotonda de piedra de la entrada, con los motores encendidos.

Luka me miró de reojo.

-He visto salir a André antes –me confió en tono bajo-. Parecía tener bastante prisa.

Fruncí los labios con desagrado ante su mención.

-Están buscando a Victoria –desvelé, en el mismo tono. Después, me aclaré la garganta-. ¿Está todo listo?

Luka asintió.

-Los hombres están esperando dentro de los vehículos –contestó-. Listos para ocupar sus posiciones en cuanto lleguemos. No quería arriesgarme a que tu misterioso confidente nos descubriera.

Nos apeamos en el coche y Luka encabezó la marcha mientras nos dirigimos hacia las verjas de hierro que se abrían a nuestro paso. La dirección que me habían proporcionado en la carta nos condujo hacia una zona industrial, cerca del Támesis. La nave que era nuestro destino era la más alejada de todas, casi escondida; decidimos dejar los coches a una distancia prudente de la nave e ir a pie hasta ella. Los vampiros que había traído consigo Luka nos siguieron hasta un punto del recorrido, donde se separaron para ocupar sus respectivas posiciones. De todas formas, y por seguridad, Luka decidió que se quedaran con nosotros un par de vampiros de refuerzo.

La mano comenzó a temblarme cuando la alcé para abrir la puerta de la nave que nos había señalado en la carta. No sabía qué podía encontrarme tras aquella puerta; no sabía si sería una trampa o quién estaría allí.

Quizá no hubiera nadie.

Y eso era lo que parecía a primera vista. El edificio estaba vacío, pero tenía todo el aspecto de haber sido usado hasta hacía poco; había multitud de cajas  apiladas en los rincones y podía escucharse el murmullo de una conversación bastante acalorada. Miré a Luka, preguntándole con ella si debíamos ir o no.

El vampiro asintió y les hizo una señal al resto de hombres para que avanzáramos en silencio hacia el foco de aquellas voces. Mientras caminábamos sigilosamente, Luka y el resto empezaron a desenfundar sus armas, preparándose para lo que podía esperarnos cuando llegáramos.

Las voces nos condujeron hacia un espacio más pequeño donde podían verse a varias siluetas. Conforme íbamos llegando, las voces y las siluetas se fueron haciendo más nítidas.

El aroma de los dhampiros me golpeó de lleno, turbándome durante unos segundos e impidiéndome pensar con claridad. Logré sobreponerme lo suficiente para reconocer a una de aquellas personas, que parecía bastante enfadada mientras blandía unos documentos ante la impasibilidad de sus compañeros.

El corazón me dio un vuelco cuando André y sus acompañantes se giraron hacia nosotros con una rapidez pasmosa.

Los ojos grises del vampiro se abrieron desmesuradamente antes de que mi boca decidiera actuar por sí misma y ordenara que eliminaran a todos aquellos dhampiros, pero que capturaran a André con vida.

No sé qué me dolió más: descubrir que el traidor era André o el hecho de que alguien como él estuviera tan obsesionado con el poder como para aliarse con los dhampiros para conspirar contra mí. 

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