XVI. Peligrosa atracción.
Nos separamos y Luka me dio tiempo suficiente para que pudiera recomponerme. Los disparos de los dhampiros habían cesado y era momento de salir a buscar a Delphina y al otro vampiro que la había acompañado al separarnos; salimos del callejón y nos dirigimos a toda prisa hacia la zona que los policías habían habilitado para las personas que se habían visto atrapadas en aquel atentado que, por lo poco que pude escuchar, no parecían tener mucha idea de quién había podido ser y por qué motivo lo había perpetrado.
Luka, que iba en cabeza, atento a cualquier tipo de movimiento sospechoso, sacó su móvil del bolsillo y se lo llevó directamente a la oreja mientras yo me pegaba más a él, temerosa de lo que pudiera sucederme de bajar la guardia. Aún recordaba el rostro de aquel hombre que había recibido el disparo y el olor de su sangre cuando estaba cubriendo el suelo; seguía sin entender cómo era posible que hubieran dado conmigo entre tanta gente y cómo había sido posible que su disparo hubiera estado tan cerca de darme a mí, su verdadero objetivo.
Me obligué a centrarme en la conversación que estaba teniendo Luka, alejando aquella imagen tan desagradable de mi cabeza.
-Sí, ella está a salvo –asintió el vampiro y me miró brevemente, comprobando que estuviera bien-. Ahora mismo nos dirigimos para allá.
Se guardó de nuevo el móvil en su bolsillo y me cogió de la mano despreocupadamente, echando a andar hacia algún sitio que yo desconocía. Mientras Luka tiraba de mí, tratando de darle más brío a nuestra marcha, yo me dedicaba a observar disimuladamente a la gente con la que nos cruzábamos. ¿Sería alguno de ellos un dhampiro? O, por el contrario, ¿alguno de ellos sería familiar del hombre que acababa de morir por un disparo que no iba dirigido a él?
Apreté la bolsa que contenía mi vestido contra mi costado mientras intentaba seguir el frenético ritmo de Luka por alejarnos lo suficiente de aquella escena y volver a la mansión. Ahora comenzaba a entender por qué no se me había permitido salir, excepto en contadas ocasiones: los dhampiros estaban ávidos por ver correr mi sangre y no iban a parar hasta que lo consiguieran. Exponerme de aquella manera había sido un riesgo muy alto que André, seguramente, no estaría dispuesto a repetir.
Nuestra frenética carrera se vio interrumpida cuando nos topamos con un par de hombres vestidos de oscuro y que reconocí vagamente como parte del cuerpo de seguridad de André. Luka soltó mi mano de golpe, procurando que ninguno de aquellos vampiros lo viera, y se irguió, intentando adoptar una pose formal.
André apareció entonces, dirigiéndose directamente hacia donde me encontraba yo. Tragué saliva e intenté escudarme estúpidamente con la bolsa, pegándola aún más a mi pecho; mi marido me rodeó con ambos brazos y me abrazó con fuerza mientras yo me ponía rígida debido al repentino contacto.
-No sabes lo preocupado que estaba por ti –me dijo André, mirándome fijamente.
Mi garganta se había estrechado, impidiendo que entrara o saliera el aire. Su cercanía me ponía nerviosa y me recordaba todo el daño que me había causado, incluyendo el golpe que me había propinado.
Intenté separarme de él, pero sus brazos me aferraron con más fuerza, impidiendo que pudiera moverme.
-Yo… yo… estoy bien –logré articular con esfuerzo.
André me tomó de la mano y echamos a andar hacia un banco, donde una llorosa Delphina intentaba tranquilizarse mientras uno de los hombres de André, el que se había encargado de acompañarla cuando nos habíamos separado, hablaba en voz baja con otros vampiros, seguramente explicándoles lo sucedido.
La vampira alzó la mirada al escuchar que nos acercábamos y sus ojos se iluminaron cuando comprobó que estaba bien. Aquella muestra de preocupación real por parte de ella me conmovió profundamente.
Me hizo sentir valorada como persona y no de la forma en la que me valoraba André, pese a sus fallidos intentos de hacerme creer lo contrario.
Nos fundimos en un fuerte abrazo y Delphina comenzó a sollozar con fuerza, recordándome con una punzada de dolor a mi hermana Irina. Mi hermana siempre se había mostrado estoica e imperturbable pero, cuando nadie la veía, le gustaba refugiarse en mi habitación y liberar todo lo que guardaba en su interior.
En cierto modo, Delphina e Irina se parecían en carácter.
-¡Pensé que no lo habías logrado! –balbuceó Delphina, con los ojos anegados en lágrimas-. Me sentí culpable por haberte pedido que me acompañaras sin haber contado con lo que podría sucederte. Soy una persona horrible… y te he puesto en un grave apuro…
-No me ha pasado nada –le dije con suavidad-. Estoy bien –repetí con muchísima más resolución que antes-. Todos estamos bien.
Aparté de golpe la imagen del cadáver que se estaba comenzando a formar en mi mente y me obligué a sonreír. Quería demostrarle a Delphina que no debía preocuparse por nada y que no la culpaba por nada de lo que había sucedido; es más, le estaba agradecida de haber convencido a André para que pudiéramos salir de la mansión. Le estaba agradecida por todo lo que me estaba dando. Por su apoyo.
-Conde, sería mejor que regresáramos a la mansión –oí la voz de uno de los vampiros dirigiéndose exclusivamente a mi marido-. No es seguro para la princesa quedarse mucho más en la zona.
No pude escuchar lo que respondía André porque Delphina se echó a llorar de nuevo, agradeciéndome ahora lo compasiva que era con ella. La volví a abrazar con fuerza y mis ojos se dirigieron automáticamente hacia el grupo de vampiros que se habían reunido en torno a Luka y a André; mi marido parecía haber aceptado a Luka como alguien que merecía estar a la cabeza de situaciones como ésta. Centré mi atención en Luka, que parecía haber tomado la iniciativa y hablaba rápidamente, explicando lo que había sucedido desde que nos habíamos separado de Delphina y su acompañante y exponiendo lo que creía que sería lo más conveniente.
Envió a dos vampiros a reconocer la zona para cerciorarse que no había presencia en los alrededores de dhampiros y ordenó a otros que trajeran los vehículos de inmediato. Aún recordaba la conversación que habíamos mantenido en el callejón, la promesa de mantenernos alejados el uno del otro, pero había algo en él que me atraía como si fuera un imán.
Me obligué a centrarme en Delphina antes de que alguien se diera cuenta de a quién estaba mirando y le froté con cuidado la espalda, tratando de reconfortarla. Entendía la tensión a la que se había visto sometida debido al ataque y en lo culpable que había llegado a sentirse, creyendo que a mí me había pasado algo. Busqué a hurtadillas a André con la mirada y lo vi hablando con Luka.
-Quiero volver a la mansión –gimió entonces Delphina, desviando mi atención hacia ella-. Quiero hablar con Françoise.
La abracé con más fuerza.
Los vehículos que habíamos utilizado antes frenaron con un chirrido, atrayendo nuestra atención. Luka, muy magnánimo, nos pidió con cierta urgencia que nos dirigiéramos a uno de ellos, vigilando a nuestro alrededor mientras nos poníamos en marcha. André nos sujetó la puerta para que pudiéramos entrar a los asientos traseros mientras él y Luka se situaban en los de delante. No comprendía qué había sucedido entre ellos dos para que se hubieran vuelto tan cooperativos el uno con el otro, pero no hice comentario alguno. Por el contrario, el resto de trayecto de regreso a la mansión me dediqué a susurrarle palabras de consuelo a Delphina, que parecía muy afectada aún por lo sucedido.
Al cruzar las verjas e internarnos en los terrenos de la mansión se me escapó un suspiro de alivio. Allí estaba segura porque era más que evidente que los dhampiros no eran tan suicidas como para intentar adentrarse allí y sentenciarse a muerte.
Ayudé a Delphina a bajar del coche y la acompañé hasta su habitación. No quería dejarla sola en ningún momento, pero sabía que la vampira necesitaba tiempo a solas para poder tranquilizarse; me quedé con ella un rato más y le prometí que regresaría a ver cómo estaba.
Cerré la puerta a mi espalda con suavidad y me dirigí hacia mi propia habitación para poder darme un largo y relajante baño antes de bajar a cenar. Sabía que, aquella noche, el tema de conversación principal sería el ataque de los dhampiros y no estaba segura de poder aguantar toda la noche el continuo escrutinio de los comensales.
Se me escapó un grito de sorpresa al ver a André sentado sobre el borde de la cama, en una posición un tanto rígida. ¿Se habría percatado de la ausencia de Victoria? ¿Querría saber si yo sabía algo de ella?
-Zsóka –suspiró con derrota André.
Decidí quedarme donde estaba, con la espalda apoyada en la puerta y mi mano cerrada en torno al picaporte. Dispuesta a salir huyendo de allí si se diera el caso.
Los ojos grises de André me contemplaron en silencio, deteniéndose en mi mano. Cuando llegaron a mi rostro, comprobé que estaban llenos de… arrepentimiento. Incluso pude ver un poco de dolor.
No me gustó en absoluto.
-Me gustaría darme un baño. A solas –especifiqué, esperando que entendiera que quería estar lo más alejada posible de él.
-Tenemos que hablar –dijo André con un tono que me hizo creer que no valía ninguna excusa para dejar aquello para otro momento.
Tuve el impulso de frotarme la marca que llevaba en la mejilla y que él mismo me había causado, pero me contuve. Quería que André me viera como una persona fuerte y decidida que no estaba dispuesta a perdonarle lo que me había hecho. Todo lo que me había hecho.
Tenía que aprender a perderle el miedo a ese hombre y a centrarme en un único pensamiento: el odio que sentía hacia él. Si conseguía centrarme en eso, únicamente en eso, era capaz de mirarlo fijamente sin ponerme a temblar como una hoja. Simplemente tenía que alejar los pensamientos que me convertían en una chiquilla asustadiza y atemorizada que era incapaz de mantenerle la mirada durante unos segundos sin querer salir huyendo de allí.
Y eso fue lo que hice: centrarme en el odio que sentía hacia él, en el hecho de que había perdido demasiado por arriesgarme por mi futuro en el trono.
En que André, de un modo indirecto, me había obligado a que perdiera a mi bebé. Eso era algo que no podría perdonarle nunca.
-¿De qué quieres hablar, André? –le pregunté, notando cómo la rabia me recorría cada palmo de mi piel-. ¿Quieres que hablemos de lo que me hiciste anoche? Si hablo… si hablo es muy posible que todo lo que has estado logrando durante este tiempo se eche a perder. Tú, mejor que nadie, sabes que agredir a una mujer está castigado. ¿Qué sucederá entonces cuando sepan que has agredido a la princesa?
Los ojos de André se entrecerraron al escucharme, al creer que le estaba amenazando con hablar, lo cual no andaba muy lejos de la realidad. Luka lo sabía, pues me había visto el golpe y había adivinado quién había sido el agresor; el vampiro me respaldaría si decidía hablar y confesarlo ante todos los vampiros. Los rumores sobre André y su afición a frecuentar las compañías femeninas humanas habían comenzado a esparcirse al producirse mi aborto; el servicio de la mansión había sido testigo mudo de aquella escena y habrían hecho correr la voz.
La posición privilegiada de André estaba empezando a tambalearse y, de salir a la luz esto, podría terminar de hundirse y quedarse en nada.
Pero sabía que André aún manejaba los hilos del Consejo y que, de hablar, podría hacer uso de sus contactos para intentar desacreditarme y darle la vuelta a su favor. Tenía que advertirle que se habían terminado sus juegos, pero que estaba dispuesta a seguir con el acuerdo por el bien de ambos.
Se acabó el seguir fingiendo que me sentía atraída por él.
Era hora de poner las cosas claras entre ambos.
-Confieso que fue una respuesta demasiado exagerada –dijo entonces André, dejándome un tanto sorprendida por su respuesta-. Lamento mucho haberte golpeado y quería pedirte mis más sinceras disculpas.
Me crucé de brazos, estudiándolo en silencio.
-¿Por qué debería creerte? –exterioricé mis pensamientos en aquella pregunta-. Desde que nos conocemos me has mentido una y otra vez. Lo de ayer fue algo auténtico, mostraba tu verdadero yo.
André apretó la mandíbula con fuerza, molesto con mis palabras.
-Es posible que no haya sido sincero contigo, pero te puedo asegurar que lo que sucedió ayer no es habitual en mí –replicó.
«Victoria me dijo todo lo contrario», quise responderle. No era ningún secreto que el comentario había sido malicioso y buscaba hacerme daño, aunque no lo hubiera conseguido; Victoria había creído, como el resto, que yo estaba perdidamente enamorada de André y que ella, en realidad, había conseguido robármelo. Lamentablemente jamás sabría que André no me interesaba lo más mínimo y que todo lo que había hecho había sido por pura necesidad. Para mantener la fachada de chica enamoradiza.
-No quiero… no quiero tus disculpas –le expliqué con toda la calma que fui capaz de reunir-. No puedo creerte, André. Ya no puedo creerte.
Los ojos grises de André resplandecían de enfado, pero no hizo ningún ademán de repetir lo que había hecho anoche. Se quedó sentado sobre la cama, observándome con aquel gesto enfadado, sabedor de que sus juegos habían terminado y que ya no sería capaz de seguir utilizándome a su manera.
-Estaba preocupado por ti –me dijo entonces-. Hoy he estado preocupado por lo que podría haberte pasado. Estaba… asustado –concluyó en voz baja.
Ahogué una risotada y el vampiro me miró, dolido por mi falta de tacto.
-Si hubiera muerto por ese disparo, tú habrías tenido el camino despejado –le espeté-. Conmigo fuera de circulación, lo habrías tenido todo –se me escapó un suspiro de cansancio-. Estoy cansada de seguir fingiendo que todo esto es… es lo que quiero. Estoy cansada de tus mentiras, André.
Ni siquiera parpadeé cuando André cruzó la distancia que nos separaba en un suspiro. Pegué la espalda contra la puerta, tratando de ganar unos centímetros de espacio entre nosotros, y André se inclinó hacia mí, colocando sus antebrazos a ambos lados de mi cabeza.
-Es real, Zsóka –dijo y noté que su mandíbula estaba tensa, al igual que el resto de su cuerpo-. Sé que mis formas no han sido las que tú esperabas de mí y que me he equivocado en multitud de ocasiones, pero es que no sabía cómo hacerlo. Nunca he tenido una relación seria y me he refugiado muchas veces en camas de mujeres a las que no volvía a ver nunca más. Pero volver a verte fue como un soplo de aire fresco para mí desde el pasado. Recuerdo perfectamente la primera vez que te vi, en tu castillo, acompañada por toda tu familia; tú ni siquiera me prestaste atención, ya que había ido de acompañante de una vieja dama, pero yo sí que te presté atención toda la noche. Incluso cuando te escabulliste con aquel maldito vampiro…
»He invertido mucho tiempo y parte de mi patrimonio para lograr convertirme en un hombre que estuviera a tu altura. Y lo he conseguido, pero me ha fallado mi orgullo. Me ha fallado el hecho de que, para ti, todo esto ha sido complicado. Cuando supe que habías despertado de la hibernación vi la oportunidad que tanto tiempo había estado esperando. Me he comportado como un idiota por miedo a perderte, por miedo a que te negaras a aceptarme. Por eso mismo usé la persuasión contigo y me he comportado así, Zsóka: tenía miedo. Pero, al casarnos, conseguí lo que siempre había deseado: tenerte a mi lado.
Había sido un discurso de lo más emocionante y cargado de sentimentalismo, pero no había funcionado. No era capaz de verlo de manera tan íntima y mucho menos creerme toda aquella palabrería. Si realmente me amaba tanto como había afirmado, incluso durante un tiempo en el que yo no era consciente de su presencia, jamás habría estado con Victoria… o con Annette. Si André me hubiera querido tanto como me había querido hacerme creer, nunca se hubiera comportado como lo había hecho y jamás me hubiera tratado como lo había hecho.
Ni siquiera se hubiera atrevido a ponerme una mano encima.
Había demasiada desconfianza y resentimiento en mí como para poder creerlo y replantearme la idea de darle una oportunidad.
André tragó saliva y se humedeció los labios.
-Tu embarazo fue la mejor noticia que había recibido en mucho tiempo –prosiguió, con aquel tono afectado que pretendía usar para que me sintiera culpable-. Siempre he querido formar una familia, una familia mucho mejor que la que tuve yo. Desde que mi padre desapareció he hecho lo imposible por proteger a mi madre y a mi hermana, en darles un futuro mejor. Cuando supe que estábamos esperando un bebé… creí que esa era la señal que tanto había estado esperando. La señal que me indicaba que mi vida cambiaría… para mejor. Que lograría superar con creces a mi padre.
Se me formó un nudo en la garganta cuando mencionó a mi bebé. No quería siquiera que pensara en él porque no lo merecía; de haber seguido adelante con mi embarazo, André se hubiera encargado personalmente de separarme de mi hijo para convertirlo en alguien semejante a él.
Y yo jamás me hubiera perdonado eso porque mi bebé no se lo merecía.
Respiré hondo, tratando de serenarme.
-Te recuerdo que, de no haber estado tonteando con esa humana, el bebé aún estaría… bien –repuse, controlando mi tono de voz.
Su rostro se ensombreció ante la mención de su desliz. Eso era algo, al parecer, que seguiría levantando ampollas porque se sentía un responsable directo de mi aborto, y yo no iba a sacarlo de dudas. Quería verlo sufrir.
-Me deshice de Annette por lo que hizo –recalcó André-. Me encargué de que muriera suplicándome perdón. ¿Eso no es suficiente, Zsóka?
Le miré fijamente, desafiante.
-No, aún no –respondí y cogí aire; necesitaba comprobar si era sincero conmigo o no-. ¿Hay alguien más, André? –el vampiro parpadeó con cierta confusión, sin entender a qué me refería-. A parte de Annette, quiero decir.
André volvió a tragar saliva y sus ojos se pusieron oscuros. Yo, por mi parte, entrecerré los ojos, esperando a que me confirmara mis sospechas; guardaba la esperanza que fuera sincero conmigo y me confesara que también había estado con Victoria, pero, en el fondo, sabía que no tendría el suficiente valor para hacerlo.
El vampiro se mordió el labio y desvió la mirada.
-Es difícil de explicar –fue lo único que respondió.
No necesité que dijera nada más porque, era obvio, que no iba a decirme nada sobre su aventura con Victoria y yo no iba a ponerme en evidencia diciéndole que los había visto juntos. No seguiría fingiendo que había algún tipo de vínculo afectivo entre nosotros y me mostraría firme.
Coloqué las palmas de mi mano en su pecho y le empujé, pidiéndole así que se apartara de mí. Él se quedó quieto bajo mi contacto, pero no se movió; volví a hacerlo, procurando controlar los temblores de mi cuerpo.
-Eso es lo único que necesitaba saber –le espeté.
Conseguí colarme por debajo de su brazo y me dirigí de manera resuelta hacia el baño, dispuesta a llegar hasta allí sin derrumbarme. Me molestaba profundamente que, aun sabiendo que yo lo sabía, no hubiera mostrado el más mínimo orgullo y tratara de arreglar las cosas. Ni siquiera se había dignado a decírmelo.
A mitad de camino hacia el baño, André me retuvo cogiéndome del brazo. Me obligó a que diera media vuelta y a que nos encaráramos de nuevo; su rostro parecía una máscara de yeso. No mostraba ningún tipo de emoción en el rostro.
-Por favor, Zsóka… -me suplicó.
Observé su mano sobre mi piel, procurando que no se me notara el desagrado que sentía hacia él en aquellos momentos.
-He tenido un día horrible –dije-. No quiero seguir hablando más del tema y quiero darme un baño.
Me liberé de él y terminé el camino hacia el baño, cerrando la puerta a mis espaldas y cerciorándome de poner el pestillo para evitar que André pudiera pasar. Abrí los grifos de la bañera y dejé que el agua caliente comenzara a llenarla; me dirigí entonces al espejo y contemplé la marca que me había hecho André al golpearme la noche anterior. Seguía allí, recordándome que debía ser fuerte y que lo había hecho bien. Le había demostrado a André que sus juegos no valían conmigo.
Me desvestí con lentitud, tomándome mi tiempo al hacerlo, y me introduje dentro de la bañera con un suspiro de satisfacción. Aquella bañera me traía malos recuerdos, así que decidí pensar en otra cosa. En cualquier otra cosa que pudiera distraerme.
Repasé en silencio los sucesos que habían ocurrido en el día y me centré únicamente en la emboscada fallida que nos habían tendido los dhampiros; mi seguridad era clave y había estado encerrada en la mansión a cal y canto, a excepción de mis esporádicos viajes al edificio donde vivía Vladimir para recibir mis clases de protocolo. Era prácticamente imposible que hubieran logrado moverse tan rápido de haber recibido un chivatazo sobre dónde me encontraba y, aún menos, conseguir un sitio como en el que se encontraban y desde donde habían disparado. No quería reconocer lo evidente; no quería atender al hecho que era muy probable que, entre nosotros, hubiera un traidor que trabajaba para los dhampiros.
Un espía.
Pero no lograba entender por qué. El odio que existía entre ambas especies era como un enorme muro de hormigón que nos separaba, que nos ayudaba a mantener la distancia. Era incapaz de creer que uno de los nuestros pudiera estar colaborando con los dhampiros. Me resultaba muy difícil de creer, pero ahí estaban las pruebas: alguien que se encontraba en la mansión se encargaba de pasar información a los dhampiros, buscando mi muerte.
Tendría que andarme con pies de plomo de ahora en adelante si quería descubrir quién era el espía y por qué había decidido pasar información a los dhampiros.
Salí del baño con un mullido albornoz que había encontrado en uno de los armarios y comprobé que André no había decidido esperarme, brindándome un poco de intimidad y espacio para mí.
No pensaba saltarme la hora de la cena bajo ningún concepto pues quería demostrar que estaba bien y que el ataque no me había afectado. Tenía que mostrarme delante de todo el mundo igual que lo había hecho con André, demostrando que estaba más que capacitada para ocupar el trono de mi padre.
Elegí para la ocasión un atrevido vestido de color granate que me dejaba al descubierto un hombro y también me puse la ostentosa gargantilla que André me había obsequiado como regalo de bodas. Antes solamente había querido pasar desapercibida, evitando así cualquier momento tenso o incómodo, pero ahora estaba dispuesta a ser el centro de atención.
André me esperaba en el pasillo, elegantemente vestido con un traje de dos piezas de color negro y un pañuelo del mismo color que mi vestido asomando por el bolsillo de la chaqueta. Se quedó estupefacto al verme tan arreglada y parpadeó varias veces, como si no creyera que fuera realmente yo.
Alcé la barbilla y lo observé durante unos segundos, paladeando aquella pequeña victoria sumada a mi reducida lista.
-¿Has traído de nuevo a alguno de tus amigos? –pregunté con educación.
Mi marido, en algunas ocasiones, invitaba a la mansión a personas influyentes dentro del mundo humano y vampiro, tratando así de mantener esas relaciones que tanto le convenían y, además, presentándomelos a mí para el futuro. Sin embargo, desde que se descubrió su aventura secreta con Annette, estas visitas se habían vuelto reducidas y mucho menos frecuentes.
André se toquiteó el pañuelo con nerviosismo.
-Algunos amigos que mañana nos acompañaran a la recepción benéfica han venido a cenar –respondió-. Pensé que su presencia podría ayudar a distraerte de todo lo que ha pasado hoy…
Me situé a su lado.
-Son tus amigos, no los míos –recalqué con frialdad.
André no respondió. Entrelacé mi brazo con el suyo en una actitud desenfadada y ambos nos dirigimos al salón, donde nos esperaban todos para cenar; reconocí entre alguno de los invitados a personas a las que había conocido en mi primera salida oficial convertida en la prometida de André, Elizabeth Moore.
No podía creerme que tuviera que aguantar de nuevo a todas aquellas mujeres que se reían por nimiedades sin importancia y cuyo único objetivo era la de meter sus retocadas narices en la vida de los demás.
Compuse mi mejor sonrisa y me adentré de lleno en el habitual ritual de dar dos besos en las huesudas mejillas a las invitadas mientras éstas se deshacían en halagos sobre mi vestido. Respondí a todos ellos con palabras igual de aduladoras que consiguieron arrancarles una sonrisa de satisfacción.
Me senté al lado de André, que tomó mi mano encima de la mesa, logrando que muchas de aquellas mujeres sonrieran con muchísima más alegría y comenzaran a cuchichear entre ellas con demasiada energía. Una de ellas carraspeó, atrayendo mi atención y la del resto de la mesa.
-Me parece una idea de lo más romántica adelantar la boda para casaros en secreto –comentó y yo supe, sin necesidad de verme, que me había puesto pálida.
Miré acusadoramente a André, que sonreía ampliamente.
-Ninguno de los dos podíamos aguantar más la espera –respondió con un fingido tono de timidez.
Yo me dediqué a sonreír como una estúpida, intentando darle verosimilitud a la historia de André. Jezebel y Delphina se mantenían en silencio, con una media sonrisa y observándonos a ambos con cariño.
El servicio entró entonces en el comedor, trayendo consigo las bandejas de plata que contenían nuestra cena. Su llegada me supuso un período de tiempo en silencio, únicamente roto por el sonido de los cubiertos al golpear el plato o los murmullos de conversaciones apagadas.
Tras la cena, las mujeres nos trasladamos a un saloncito de la planta baja mientras los hombres se quedaban en el comedor, seguramente con una generosa cantidad de whisky y tabaco. Me senté al lado de Delphina y Jezebel, quienes tenían más mano para estos temas, que hablaban por los codos.
Cuando llegó el momento de las despedidas no pude evitar cómo todo mi cuerpo se aligeraba. Aún no me había terminado de acostumbrar a mostrarme como una afortunada humana que había logrado sobrevivir a una serie de desavenencias y había encontrado el amor verdadero. Nada más alejado de la realidad.
Pero debía seguir con aquel papel si quería prosperar allí, en un mundo donde los vampiros éramos criaturas que únicamente aparecían en las películas de terror y nadie nos veneraba como en el pasado.
André se despidió de su madre y su hermana, alegando que estaba agotado tras lo sucedido en Bond Street, y subió hacia nuestra habitación. Apreté los labios y me forcé a parecer relajada y tranquila, quedándome un rato más con las dos vampiras.
Sabía que seguir alargando todo aquello no me lograría evitarlo, así que decidí que había llegado el momento de dar por terminada la noche; aunque Delphina parecía mucho más animada que antes sabía que debía estar agotada, al igual que Jezebel. Nos despedimos en el pasillo del segundo piso y cada una nos dirigimos hacia nuestras respectivas habitaciones.
Durante el camino hacia ella me quedé pensativa, regresando al tema que había dejado inconcluso después de mi baño: quién podía ser un espía. Y por qué. No conocía a nadie que pudiera odiarme tanto y las dos opciones que había terminado de desechar eran bastante obvios: Annette y Victoria. La primera era prácticamente imposible que hubiera podido decir nada porque André me había asegurado que se había encargado de deshacerse; Victoria, por el contrario, no había contado con el tiempo material suficiente para escuchar los planes que Delphina había preparado para ambas.
Me pregunté si debía exponer todas mis dudas y sospechas a Luka, pues él era el único que podía aconsejarme. Era en la única persona que confiaba lo suficiente a pesar de la promesa que nos habíamos hecho.
Si quería hablar con Luka, tendría que dejarlo para mañana. Inspiré varias veces, tratando de calmar a mi acelerado corazón, antes de entrar en la habitación y, al hacerlo, me dirigí automáticamente al armario para coger mi camisón y encerrarme en el baño. André tenía una carpeta en su regazo y parecía estar repasando algo de suma importancia, ya que tenía el ceño fruncido.
Ni siquiera me molesté en preguntar de qué se trataba puesto que, sospechaba, André podía mentirme a su antojo, tratando de convencerme de sus nobles sentimientos hacia mí. Una táctica que no era la primera vez que la mostraba.
Le di la espalda y me dirigí pausadamente hacia el baño, demostrando que su presencia allí no me afectaba lo más mínimo.
-Ha habido muchos más ataques –dijo entonces la voz de André a mi espalda-. Esto se está descontrolando y, me temo, que yendo de las manos.
Ladeé un poco la cabeza para mirarlo brevemente mientras apretaba contra mi pecho el camisón. ¿Me habría descubierto?
Los ojos grises de André parecían agotados y me alegré por ello. Me alegré porque, con todo aquello, se estaba demostrando a sí mismo que necesitaba mi ayuda, aunque él siguiera negando lo evidente.
-Quizá necesites ayuda –repuse, ignorando el golpeteo desenfrenado de mi corazón-. Quizá haya llegado el momento que tenga lo que es mío, André. Sé a lo que juegas, pero eso no seguirá siendo así una vez me convierta en reina.
-Intento hacer lo mejor para todos –se defendió.
Enarqué una ceja y sonreí con escepticismo.
-¿Y crees que la mejor solución para ello es apartarme de algo que me pertenece por derecho de nacimiento? –le pregunté.
Los labios del vampiro se fruncieron.
-Te he mantenido apartada porque, de lo contrario, nos hubieras conducido a una guerra –contestó-. Tus ansias de venganza son tales que te impiden ver las cosas con objetividad. Sé que estás deseando salir a exterminarlos pero, de hacerlo, nos conducirías a una situación a la que no podemos hacer frente. Erzsébet, las cosas han cambiado mucho desde entonces; ahora no tenemos tanto poder como con el que contábamos antaño y necesitamos tiempo para recuperarlo.
Sus palabras estaban cargadas de razón y, en el fondo, quería responderle que todo lo que había dicho era cierto. Pero mi orgullo y el resentimiento que sentía hacia su persona me obligaban a callar y a mantenerme en silencio, pareciendo una niña que había cogido una rabieta.
Quería negar que André tuviera razón. También quería creer que me estaba mintiendo, que únicamente me había dicho esto para hacerme reflexionar mientras él seguía moviendo los hilos en mi lugar.
Pero, en el fondo, sabía que André estaba diciendo la verdad y que me conocía mejor de lo que pensaba.
-He madurado –repliqué con altivez-. El tiempo que he pasado aquí… me ha hecho ver las cosas de otro modo. Sé que los vampiros hemos sido relegados a una posición secundaria y que las cosas han cambiado mucho. Pero necesitamos hacer algo, André; necesitamos demostrar que aún seguimos siendo los mismos porque, de seguir con esta política tan endeble, los dhampiros nos arrasarán.
André esbozó una sonrisa carente de humor.
-Estamos en la misma situación, Erzsébet –comentó-. No podemos hacer frente a esto porque no hay medios suficientes y porque los vampiros están demasiado asustados ante el resurgimiento de los dhampiros. La población vampírica apenas se reproduce ahora mientras que la de los dhampiros crece desmesuradamente.
»No es una cuestión de medios: es una cuestión de efectivos. Los dhampiros van a conseguir nuestra extinción.
Cuadré los hombros y me esforcé por parecer resuelta. Lo que había dicho André coincidía perfectamente con la situación actual de los vampiros y con la idea de aquel vampiro de crear nuevos mordiendo humanos para que se unieran a nuestras filas; sin embargo, y aunque era una buena idea, los convertidos eran inestables y muy difíciles de controlar en sus primeros meses como renacidos. Por no hablar de su infertilidad para poder procrear.
Había más desventajas en aquella salida y era demasiado arriesgado.
-Algo habrá que podamos hacer –repuse y reanudé mi marcha hacia el baño.
Me encerré de nuevo y me situé frente al espejo. No paraba de darle vueltas a lo que había dicho André sobre el objetivo de los dhampiros: nuestra extinción. Era cierto que los vampiros teníamos problemas a la hora de reproducirnos, pero esto no había sido siempre así: había sido a causa de la purga masiva que habían llevado a cabo los dhampiros, obligándonos a escondernos y mermándonos.
Nos estaban conduciendo hasta el límite.
Buscaban destruir nuestros pilares para, después, terminar con los escombros de lo que había quedado de nosotros.
Salí del baño con mi camisón ya puesto y con una idea en mente que podría ayudarnos a ganar algo de terreno frente a aquellas criaturas. Me quedé en el borde de la cama, mirando fijamente a André, que se había sumido de nuevo en aquellos papeles que debían contener información sobre los nuevos ataques que habían sufrido los dhampiros y que parecían haber sido la causa directa de que hubieran decidido tendernos aquella emboscada. Entonces, ¿eso significaba que no había ningún espía entre nuestras filas? ¿Que todo aquello había sido producto de mis fantásticas teorías?
Al ver que André no me hacía caso decidí coger el toro por los cuernos.
-Podríamos imitarlos –dije y el vampiro entonces sí me prestó atención-. Ellos atacaron a mi familia y decidieron que debían morir porque, de ese modo, destruirían parte de nuestra sociedad… Nosotros podríamos hacer lo mismo: buscar a sus líderes y capturarlos.
-Su sociedad está mucho menos centralizada que la nuestra, Zsóka –repuso André-. Viven en grupos o pequeños aquelarres independientes. No poseen una jerarquía como la nuestra. Si quieres encontrar a sus líderes tendrías que recorrer todo el mundo y, aun así, habría demasiados para que tu idea pudiera funcionar.
Aquello también significaba que la conversación se quedaba ahí. Me metí bajo las mantas con un suspiro de resignación y cogí el libro que tenía abandonado en la mesita de noche; estaba claro que la tensión había aparecido de nuevo y que todo el ambiente estaba cargado de ella.
Abrí el libro por una página cualquiera y fingí que estaba absorta en mi lectura cuando, en realidad, mi mente no podía evitar recordar el momento en que la mano de André se había estrellado contra mi mejilla. ¿Recordaría que había usado la persuasión con él? ¿Sería consciente de que, ahora, compartíamos ese mismo nivel de poder? Sin embargo, yo aún no había aprendido a usarlo.
-Si hubieras tenido una oportunidad… ¿con quién te hubiera gustado casarte? –me interrumpió André, que parecía haberse aburrido de los informes y ahora me miraba fijamente.
No entendía a qué venía aquella pregunta y qué era lo que buscaba André con ella. En apariencia parecía una pregunta inofensiva pero, con el vampiro, las apariencias siempre engañaban.
Me encogí de hombros y dejé el libro sobre mi regazo, encarándolo.
-No tuve oportunidad de conocer a muchos candidatos –respondí-. No podría darte una respuesta satisfactoria.
André desvió la mirada.
-De haberte pretendido de una forma mucho más correcta… ¿hubiera tenido alguna oportunidad? –preguntó.
Mis labios se torcieron con amargura.
-No lo sé –contesté con sinceridad-. Eres una persona que guarda demasiada oscuridad en su interior. No sé si podría haberte elegido sabiendo cómo eres en realidad; nadie puede ocultar por mucho tiempo su auténtica naturaleza.
«Y yo no quiero convertirme en alguien como tú, pero las circunstancias juegan en mi contra», añadí para mis adentros.
La respuesta no fue la que André esperaba oír o, quizá, la que había esperado no escuchar. Sus ojos se ensombrecieron y frunció los labios, cogiendo de nuevo aquella pila de folios y escudándose tras ellos.
Aquella noche apenas pude dormir por la presencia de André a mi lado.
A la mañana siguiente, el día en que debíamos acudir a aquella recepción benéfica, me planteé seriamente el ir. No me apetecía seguir fingiendo delante de todos aquellos humanos presuntuosos, pero Delphina parecía tan entusiasmada con la idea de acudir a un evento de tal magnitud social las dos. Para ella era fácil, para mí no.
El día se me pasó rápidamente y, cuando quise darme cuenta, tenía a Rosalie y a un par de chiquillas demasiado entusiastas en la puerta de mi habitación para ayudar a prepararme para la noche. André parecía haberse refugiado de nuevo en su despacho y no lo había visto a excepción de la hora de la comida; Luka, por el contrario, me había seguido como una sombra. Aquella noche nos acompañaría a modo de seguridad adicional dentro del recinto.
No estaba segura de lo que podía suceder durante la noche.
Dejé que Rosalie y las otras dos chicas me maquillaran y peinaran sin poner ninguna objeción. Aquella noche quería deslumbrar y atraer la atención de todo el mundo; quería que si había algún dhampiro entre los invitados viera que aún seguía viva y que no iba a parar hasta verlos a todos destruidos.
Delphina y André me esperaban junto a Jezebel en uno de los saloncitos de la planta baja. Mi cuñada parecía haber exprimido todo su potencial y resaltaba como si tuviera un foco que la estuviera apuntando en todo momento con su luz; André, al igual que su hermana, también parecía relucir pero de una forma más discreta y sugerente, como una pantera acechando a su presa. Tanto Delphina como Jezebel me sonrieron con afecto al verme aparecer, pero André me observó con los ojos calculadores e inquisitivos.
Nos montamos en un lujoso vehículo alargado de color oscuro con los cristales tintados. Luka nos esperaba ya en su interior, ataviado con un precioso traje que le hacía parecer muy… atractivo, más de lo que era. Los ojos de Delphina se abrieron ampliamente al ver al vampiro y, juraría, que se relamió los labios.
-Encantada de tenerte como acompañante, lord Hodges –ronroneó Delphina.
El vampiro le respondió con una educada sonrisa y el coche arrancó.
De nuevo la recepción iba a celebrarse en la National Gallery, un escenario que no me resultaba del todo desconocido. André me tendió una mano para ayudarme a bajar del coche y yo la acepté a regañadientes; Luka hizo lo mismo con Delphina, que pareció muchísimo más encantada por aquel gesto que yo.
Ascendimos por las escaleras de piedra y un amable chico nos recogió los abrigos, indicándonos que la fiesta estaba celebrándose en una de las salas laterales que se encontraban en el museo. Miré de reojo a Luka, que parecía bastante cómodo con la compañía de Delphina y no paraba de hacerle comentarios que la hacían reír. Procuré mostrarme lo más indiferente posible mientras André nos conducía hacia el foco de la fiesta. El mismo grupo que habían venido a cenar la noche anterior se nos acercó con una sonrisa y comenzó una aburrida conversación sobre que habían descubierto a un importante político en la cama de otra persona que no era su mujer.
A mi lado, André se removió un tanto incómodo.
Delphina consiguió algo de bebida y nos fue pasando las copas con gesto distraído mientras toda su atención estaba clavada en Luka, que parecía haberse integrado bastante bien dentro del grupo. Además, y para colmo, no fingía ningún tipo de pudor respecto a Delphina: ambos parecían estar bastante cómodos el uno con el otro, tomándose demasiadas libertades.
Sin embargo mi atención se vio desviada cuando noté un extraño escalofrío en la nuca, como si alguien me estuviera observando. Ladeé la cabeza con discreción, buscando la fuente de aquella sensación de constante vigilancia.
Y entonces lo vi.
Ethan Cavill mirándome fijamente mientras bebía de una copa de champán.
Sus ojos estaban clavados en mí, sin tan siquiera un ápice de discreción. Como si supiera quién era exactamente yo.
Mis dientes rechinaron mientras le devolvía la mirada y trataba con todas mis fuerzas de reunir el control suficiente para no cruzar la distancia que nos separaba para arrancarle la tráquea de un mordisco.
Escuché un extraño zumbido en mis oídos, pero mi atención estaba fija en el dhampiro, retándole con la mirada a que se atreviera a hacer cualquier movimiento. Tendría que haberlo adivinado. Tendría que haber sabido que era muy posible que nos encontráramos allí porque aquel hombre estaba demasiado bien situado socialmente y todo el mundo quería ser su amigo.
-Elizabeth… -aún tardé varios segundos en darme cuenta que era a mí a quien se referían.
Pestañeé varias veces, volviendo al presente, y me fijé en André, que apretaba los labios con fuerza y se había puesto pálido. A mi alrededor, todas las miradas y sus atenciones estaban fijas en mí, cargadas de un profundo interés que me hizo sentirme un tanto avergonzada.
-Oh, lo siento –me disculpé a toda prisa-, estaba observando un cuadro y me he despistado por completo.
Fui testigo de la mirada que cruzaban Luka y André, como si hubieran llegado a algún tipo de conclusión silenciosa, y Delphina me sonrió con amabilidad, ajena a todo lo que sucedía entre su hermano y su acompañante.
Muchas de las mujeres imitaron a Delphina y otras muchas se rieron con disimulo mientras la conversación comenzaba a fluir de nuevo.
Luka se situó a mi lado y me sonrió con cierta tensión, aunque supo disimularla de manera eficiente ante el resto.
-¿Quieres que veamos más obras? –me preguntó y supe que la respuesta, indistintamente de lo que quisiera, era sí.
Asentí en silencio y Luka se encargó de disculparnos; nos guió a ambos hacia uno de los pasillos que conducían a otras salas que estaban completamente vacías. Me dediqué a observar los cuadros que había en aquella sala y que, era evidente, que no parecía estar abierta al público. Todos eran paisajes que provocaron que mi corazón se encogiera al verlos por la añoranza que sentía por regresar a ellos.
Era Rumanía.
Mi verdadero hogar.
Busqué a Luka con la mirada y comprobé que él tenía el ceño fruncido, igual de sorprendido que yo por las pinturas que había en aquella sala y que nos recordaban a ambos todo lo que habíamos perdido. Sin embargo, no estábamos allí para contemplar aquellas obras y yo recordé lo a gusto que parecía estar el vampiro con mi cuñada. Rechiné los dientes.
Odiaba sentir aquella oleada de celos por una persona a la que tenía tanto aprecio.
Me crucé de brazos y fingí mirar a cualquier rincón de la sala excepto a su rostro. Siempre se me hacía más fácil hablar así que mirándolo fijamente.
-¿A qué ha venido todo esto? –quise saber y me atreví a mirarlo de reojo.
Luka se metió las manos en los bolsillos con actitud despreocupada y se encogió de hombros mientras miraba a su alrededor con aspecto de estar bastante interesado en seguir observando las obras.
-He pensado que necesitabas despejarte de tanta gente y te he traído aquí porque sabría que te gustarían los cuadros –respondió y supe que aquello era un pretexto barato para encubrir sus verdaderos motivos-. Conozco al artista.
Enarqué una ceja.
-¿Crees, de verdad, que me voy a tragar esa historia? –inquirí, procurando controlar mi tono de voz-. ¿Qué hay de la miradita que habéis compartido André y tú?
-No sé de lo que estás hablando –replicó él.
Bufé de disgusto.
-¿Por qué lo niegas cuando es evidente, Luka? –le acusé, poniendo los brazos en jarras, incapaz de seguir conteniendo mi enfado. La presencia del dhampiro allí tampoco había mejorado las cosas-. ¿Aún sigues creyendo que es mejor ocultarme cosas?
-No pretendo esconderte nada, Zsóka…
-Entonces, ¿qué es lo que pasa? –lo corté de muy malas formas e hice un aspaviento con la mano, sintiendo cómo me quemaban las palabras en mi boca-. No necesito que estés aquí si no te sientes cómodo. Puedes volver a la fiesta, junto a Delphina –se escapó antes de que pudiera detenerlo. Pero ya no había vuelta atrás y no iba a retractarme de mis palabras-. Te lo estabas pasando realmente bien con ella.
Ahí estaba, mostrando mis celos de nuevo. Recordaba la conversación que habíamos mantenido en el callejón y la decisión que habíamos tomado al respecto; el vampiro no se merecía aquellas palabras por mi parte, pero a mí me molestaba soberanamente que él pudiera divertirse con otras mujeres, aunque lo hiciera por pura necesidad.
Aunque, en el fondo, pensara en mí.
El rostro de Luka se convirtió en una máscara inexpresiva. Había dado en el clavo o, al menos, me había acercado lo suficiente a algo que parecía ser lo que yo había creído: Luka había estado tonteando con Delphina de manera más que intencionada, aunque no conocía bien sus motivos para hacerlo.
-Te estás haciendo una idea equivocada de nuevo –me acusó, con un ligero timbre de molestia en su voz.
Entrecerré los ojos.
-¿Niegas que has estado coqueteando con ella? –casi estuve a punto de chillar a causa de la indignación que sentía en aquellos precisos momentos.
-¿Acaso ha sido esa la impresión que he dado? –inquirió él, alzando también la voz-. Simplemente trataba de ser amable con ella, Zsóka. En ningún momento he tenido intención de hacer algo más con ella.
Me mordisqueé el labio con indecisión. Luka parecía estar hablándome con sinceridad. Quizá todo hubiera sido a causa de mi imaginación o de haber sacado las cosas de contexto.
Noté las lágrimas en mis ojos y procuré mantenerlas a raya. No quería volver a llorar, estaba cansada de parecer tan débil delante de todo el mundo; aquello no era nada de lo que buscaba.
Yo quería ser alguien como mi padre: alguien que era capaz de mantener sus emociones ocultas y bien escondidas.
-Estoy cansada –musité.
Le permití que me rodeara con sus brazos y me estrechara contra su pecho. Ambos éramos conscientes del riesgo que corríamos de ser vistos por alguien, pero no me importó en absoluto. De nuevo sentí cómo el peso de todo lo que había sucedido intentaba asfixiarme bajo su peso, tratando de hundirme.
Inspiré hondo.
-No tendríamos que estar haciendo esto –murmuró Luka, aunque no hizo ningún ademán de separarse de mí-. Es… peligroso.
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